Aprendí una lección de la enfermedad

27 Mar 2025

Por Xia Yu, China

En marzo de 2023, me di cuenta de que a menudo tenía sed, la boca seca y que mi vista se estaba deteriorando. A veces, solo tenía un recorrido corto de diez minutos para llegar a la reunión, pero cuando arrivaba a la casa de acogida tenía que buscar agua para tomar enseguida. Una hermana me recordó que controlara mi azúcar en sangre. Cuando ella lo mencionó, recordé que había tenido diabetes gestacional cuando estuve embarazada y que, después de dar a luz, mi nivel de azúcar en sangre seguía alto por lo que el doctor me prescribió una medicación. En ese entonces, pensaba que esta enfermedad menor no era gran cosa porque yo era joven y que podía controlarlo simplemente evitando el azúcar, así que, después de aquel incidente, nunca me controlé nuevamente. Después de que la hermana me hizo esa sugerencia, llegué a casa, me medí el azúcar en sangre y, por dos días consecutivos, el resultado fue de más de 15 mmol/L. Me sentí apesadumbrada y estaba segura de que tenía diabetes. Recordé que mi madre había muerto a los cuarenta y dos años y que ella también tenía sed a menudo, lo que me hizo sospechar que podría tener diabetes hereditaria. No podía evitar pensar con temor que moriría joven como mi madre. Sentía que la enfermedad me sofocaba y pensé: “La diabetes no es como un resfrío, una vez que la tienes, ¡es de por vida!”. Durante ese tiempo, lo primero que hacía cuando regresaba a casa después de mis deberes era buscar remedios en internet, pensando cómo bajar el nivel de azúcar en mi sangre. Una vez, buscando en un sitio web, vi que un doctor mencionaba que las complicaciones de la diabetes son muy graves y que pueden llevar a la ceguera y, en casos más severos, a amputaciones. Me sentía muy angustiada y pensé: “Apenas tengo treinta y tantos años, ¿cómo pude contraer esta enfermedad? Si sigue empeorando y me quedo ciega y tienen que amputarme los miembros, seré completamente inútil. ¿Eso no sería peor que morir? Todavía soy muy joven, ¿qué voy a hacer en el futuro? Un mal control de mis niveles de azúcar en sangre a largo plazo ¡podría poner mi vida en peligro!”. Vivía en un estado de pánico y ansiedad y solía pensar en lo que podría suceder si mi enfermedad se desatara y cuánto me quedaría de vida. Sentía que mi enfermedad era en verdad muy grave y que sufrir más al hacer mis deberes solo dañaría mi cuerpo. Sin buena salud, ¿de qué serviría sufrir y pagar un precio en mis deberes? Al final, aún enfrentaría la muerte ¡y todas mis búsquedas habrían sido en vano!

Unos días después, ocurrió un brote de Influenza A y mis tres hijos tuvieron resfríos y fiebre. Debía llevarlos a recibir inyecciones a diario y luego iba a realizar mis deberes. Me pasaba los días corriendo de un lado a otro y me sentía muy cansada. Pensaba para mis adentros: “¿Esto podría deberse a mi enfermedad? No puedo seguir agotándome o, de lo contrario, ¡mi cuerpo no resistirá!”. También pensé: “No mucho después de haber encontrado a Dios, ya me estaba entregando y pagando un precio. ¿Por qué Dios no me ha protegido y curado mi enfermedad?”. Tenía quejas en mi corazón y perdí la motivación para hacer mis deberes. En ese momento, era líder en la iglesia y, aunque parecía estar haciendo mis deberes, durante las reuniones siempre tenía la mente en otro lado, pensando cómo tratar mi enfermedad. Por eso fallaba en detectar, y ni hablar de resolver, los problemas en la obra de la iglesia. Hacía mis deberes por inercia y me sentía un tanto culpable, pero me consolaba a mí misma: “Algunas personas realizan sus deberes sin estar tan ocupadas como yo y ¿acaso no les va bien? No puedo dejar que mi enfermedad empeore por lo ocupada que estoy. Sin buena salud, todo está perdido y, si muero, no seré salvada. Necesito cuidar mi salud”. Unos días después, mis hijos de a poco fueron recuperándose de sus enfermedades. Pero yo comencé a tener fiebre y los remedios no parecían ayudar. Tosía tanto que me dolía el pecho y lo sentía tirante y no tenía energía para asistir a reuniones; entonces, me limité a descansar en casa. De repente, sentí que hacer mis deberes y cuidar mi familia al mismo tiempo era demasiado agotador y se me cruzó por la mente la idea de no querer hacer más mis deberes. También me quejé para mis adentros: “¿Por qué tengo que sufrir esta enfermedad tan joven? Soy tan activa en mi fe y mis deberes. ¿Por qué Dios no me ha protegido de esta enfermedad?”. Unos días después, me recuperé del resfrío pero seguí sin salir a realizar mis deberes. Pensé: “Si yo no hago mis deberes, otros los harán. Por el momento necesito cuidar mi salud. Ahora que tengo esta enfermedad, tengo miedo de extenuarme y empeorar todo. No puedo seguir trabajando tan duro”. En ese momento, no quería leer las palabras de Dios y simplemente pasaba los días pensando en cómo tratar mi enfermedad. Me la pasaba perdida en mis pensamientos, atrapada en la oscuridad, atormentada y sufriendo.

Un día, vino a buscarme la hermana Zhao Jing. Dijo que los líderes superiores habían enviado cartas para acordar una reunión para hablar sobre la implementación del trabajo y que me habían buscado en dos ocasiones pero que no habían podido ubicarme. Algunas tareas no se habían realizado y había asuntos retrasados. Me sentí un poco culpable. Pensé en que me había quedado en casa todos esos días, sin ir a las reuniones ni hacer mis deberes, y no pude evitar preguntarme: “¿Cómo me convertí en esto? ¿Cómo pude convertirme en alguien tan carente de conciencia y razón?”. Hablé con Zhao Jing sobre mi estado y ella me recordó buscar más las intenciones de Dios sobre este tema. Así que comencé a buscar y a pensar para mis adentros: “¿Qué lección debo aprender de esta enfermedad?”. Leí un pasaje de las palabras de Dios: “Si la enfermedad recae sobre ti, y por mucha doctrina que entiendas sigues siendo incapaz de superarla, tu corazón se seguirá sintiendo angustiado, ansioso y preocupado, y no solo serás incapaz de afrontar el asunto con calma, sino que tu corazón también se llenará de quejas. Te estarás preguntando constantemente: ‘¿Por qué no está enferma el resto de la gente? ¿Por qué me ha hecho contraer esta enfermedad? ¿Cómo ha podido pasarme esto? Es porque tengo mala suerte y un mal sino. Nunca he ofendido a nadie, ni he cometido ningún pecado, así que ¿por qué me ha pasado esto a mí? Dios me está tratando de manera muy injusta’. Mira, aparte de la angustia, ansiedad y preocupación, caes también en la depresión, con una emoción negativa que sigue a otra y sin manera de escaparse de ellas por mucho que puedas querer hacerlo. Dado que es una enfermedad real, no es fácil quitártela o curarte, entonces ¿qué debes hacer? Quieres someterte pero no puedes, y si un día lo haces, al siguiente tu estado empeora y duele mucho, y entonces ya no quieres volver a someterte y empiezas de nuevo a quejarte. Vas y vienes así todo el tiempo, ¿qué debes hacer? Déjame que te cuente el secreto del éxito. Tanto si te enfrentas a una enfermedad grave como a una leve, en el momento en que esta empeore o te enfrentes a la muerte, recuerda una cosa: no temas a la muerte. Aunque estés en la fase final de un cáncer, aunque la tasa de mortalidad de tu enfermedad concreta sea muy alta, no temas a la muerte. Por grande que sea tu sufrimiento, si temes a la muerte, no te someterás. Algunas personas dicen: ‘Al oírte decir esto, me siento inspirado y tengo una idea aún mejor. No solo no temeré a la muerte, sino que suplicaré su llegada. ¿Acaso no hará eso que sea más fácil pasar por ella?’. ¿Por qué suplicar la muerte? Se trata de una idea extrema, mientras que no temerla es una actitud razonable. ¿No es así? (Es cierto). ¿Cuál es la actitud adecuada que debes adoptar para no temer a la muerte? Si tu enfermedad se vuelve tan grave que puedes morir, y la tasa de mortalidad que tiene es alta, sin que importe la edad de la persona que la contrae, y además el tiempo desde que se contrae hasta la muerte es muy corto, ¿qué debes pensar en tus adentros? ‘No debo temer a la muerte, al final todo el mundo muere. Sin embargo, someterse a Dios es algo que la mayoría de la gente no es capaz de hacer, y puedo utilizar esta enfermedad para practicar la sumisión a Dios. Debo tener el pensamiento y la actitud de someterme a las instrumentaciones y arreglos de Dios, y no debo temer a la muerte’. Morir es fácil, mucho más que vivir. Puedes estar sufriendo un dolor extremo y no ser consciente de ello, y en cuanto tus ojos se cierren, tu respiración cesará, tu alma abandonará el cuerpo y tu vida terminará. Así es la muerte, así de simple. No temer a la muerte es una actitud que hay que adoptar. Además de esto, no debes preocuparte por si tu enfermedad va a empeorar o no, ni por si morirás si no tienes cura, ni por cuánto tiempo pasará hasta que mueras, ni por el dolor que sentirás cuando llegue el momento de morir. Nada de eso debe preocuparte; no son cosas por las que debas preocuparte. Esto es porque el momento debe llegar, y lo hará algún año, algún mes y algún día concreto. No puedes esconderte de ello ni escapar: es tu sino. El denominado sino ha sido predestinado por Dios y Él ya lo ha dispuesto. Tu esperanza de vida y la edad y el momento en que mueres ya los ha fijado Dios, así que ¿de qué te preocupas? Te puedes preocupar por ello, pero eso no cambiará nada, no puedes evitar que ocurra, no puedes evitar que llegue ese día. Por consiguiente, tu preocupación es superflua, y lo único que consigue es hacer aún más pesada la carga de tu enfermedad(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que es inútil temer a la muerte y precuparse al enfrentar una enfermedad. Tenía que aprender a someterme a la soberanía de Dios sobre esta cuestión. Dios ha predestinado cuándo morirán las personas y nadie puede escapar de ello. Preocuparse no puede cambiar nada y solo aumentará las cargas que llevamos. Al reflexionar sobre mi enfermedad, me di cuenta de que no había creído en la soberanía de Dios. No tenía la mentalidad ni la actitud de someterme a las orquestaciones y arreglos de Dios y me preocupaba que, de no poder controlar la diabetes, eso podría acarrear complicaciones y que, si se agravaba, podría quedarme ciega o sufrir amputaciones o incluso morir. Estaba muy asustada. También pensé en que mi mamá murió a los cuarenta y dos. ¿Yo también moriría joven como ella? Sentía mucho dolor y tormento en mi corazón. Estaba completamente consumida por mi enfermedad y no pensaba en mis deberes. Me pasaba los días buscando remedios caseros para tratar mi enfermedad y no creía que Dios hubiera determinado la gravedad del cuadro o que fuera a morir o no. La vida y la muerte de una persona ya han sido decretadas por Dios hace tiempo. Si voy a morir no es algo de lo que pueda escapar y es inútil preocuparme por ello o tener miedo. Debía aprender a someterme a las orquestaciones y arreglos de Dios por medio de esta enfermedad. Esa es la mentalidad y la actitud que necesitaba tener. No tenía que temer a la muerte ni tampoco abandonar mis deberes por mi enfermedad.

Un día, miré un testimonio vivencial en video titulado: Enfermarme de Covid me puso en evidencia. En el video, había un pasaje de las palabras de Dios que me inspiró mucho. Dios Todopoderoso dice: “Antes de decidirse a cumplir su deber, en lo más hondo de su corazón, los anticristos están rebosantes de expectativas en lo que se refiere a sus perspectivas, a ganar bendiciones, un buen destino y hasta una corona, y poseen la máxima confianza en obtener estas cosas. Acuden a la casa de Dios para cumplir su deber con esas intenciones y aspiraciones. ¿Contiene, pues, su cumplimiento del deber la sinceridad, la fe y la lealtad genuinas que Dios exige? En este punto uno no puede atisbar aún su lealtad, fe o sinceridad genuinas porque todos albergan una mentalidad completamente transaccional antes de cumplir su deber; todos toman la decisión de llevar a cabo su deber movidos por intereses y partiendo también de la condición previa de sus desbordantes ambiciones y deseos. ¿Qué intención tienen los anticristos al cumplir su deber? Hacer un trato y llevar a cabo un intercambio. Cabría decir que estas son las condiciones que fijan para llevar a cabo su deber: ‘Si cumplo con mi deber, debo obtener bendiciones y alcanzar un buen destino. Debo obtener todas las bendiciones y los beneficios que dios ha dicho que están reservados para la humanidad. En caso de no poder obtenerlos, no cumpliré este deber’. Acuden a la casa de Dios para llevar a cabo su deber con esas intenciones, ambiciones y deseos. Parece como si tuviesen cierta sinceridad y, por supuesto, en el caso de nuevos creyentes que acaban de empezar a llevar a cabo su deber, también puede describirse como entusiasmo. Sin embargo, esto carece de fe genuina o de lealtad; solo hay un cierto grado de entusiasmo, no se puede calificar de sinceridad. A juzgar por esta actitud de los anticristos ante el cumplimiento de su deber, se trata de algo completamente transaccional y repleto de sus deseos de beneficios, tales como ganar bendiciones, entrar en el reino de los cielos, obtener una corona y recibir recompensas. Por eso desde fuera parece que muchos anticristos, antes de que los expulsen, están cumpliendo su deber e incluso que han renunciado a más cosas y sufrido más que la persona promedio. El esfuerzo que hacen y el precio que pagan están a la par de los de Pablo, y ellos también van de aquí para allá tanto como él. Eso es algo que todo el mundo puede ver(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). Dios expone que los anticristos están llenos de deseos extravagantes para su futuro y aspiran a un bello destino para ellos mismos. Hacen sus deberes con esas intenciones solamente para ganar bendiciones y carecen por completo de sinceridad y lealtad. Cuando lo apliqué a mi caso, me di cuenta de que mi forma de buscar era la misma que la de un anticristo. Cuando acepté la obra de Dios en los últimos días, me entregué con entusiasmo para entrar en el reino y ganar bendiciones. Estaba dispuesta a hacer a un lado a mis hijos y mi familia para centrarme únicamente en mis deberes. Pero, al ver lo alta que tenía el azúcar en la sangre y, como sabía que esto podía tener complicaciones graves, mi actitud hacia mis deberes cambió por completo y los hice a un lado. Vi que mi intención al hacer mis deberes era tratar de negociar con Dios y, cuando mi deseo de bendiciones quedó destrozado, abandoné mis deberes y traicioné a Dios. Dios odia la tración más que a nada y, sin embargo, eso es exactamente lo que hice. Sentía muchos remordimientos. Pensé en Pablo que se aferraba firmemente a estas palabras: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia” (2 Timoteo 4:7-8). Su entrega, dificultades y sacrificios fueron todos para ganar bendiciones y coronas y no con el propósito de hacer los deberes de un ser creado. Como su senda era incorrecta, él trató de negociar con Dios a cada paso y, al final, ofendió el carácter de Dios y Él lo castigó. Yo también me entregué a cambio de bendiciones y eso era tratar de embaucar a Dios. ¿Mis opiniones sobre la búsqueda no eran iguales a las de Pablo? La obra de juicio y castigo de Dios en los útlimos días tiene como fin purificar y perfeccionar a la gente por medio de Sus palabras, pero yo creía en Dios solamente para recibir gracia y bendiciones y pensaba que, mientras hiciera mis deberes activamente, Dios me protegería y no me dejaría enfrentar la enfermedad o el desastre. Esta creencia se basaba en mis propias nociones e imaginaciones. Esa opinión sobre la búsqueda es incorrecta, no está de acuerdo con las intenciones de Dios y le resulta detestable. Había pensado que mi búsqueda era bastante buena pero, por medio de esta enfermedad, comprendí que creía en Dios solamente por el bien de mi futuro y mi porvenir, y que estaba tratando de usar a Dios para mi ganancia personal. Si no recibía bendiciones, no estaba dispuesta a hacer mis deberes ni buscaba la verdad para resolver mis problemas. No sentía sinceridad ni lealtad hacia Dios en absoluto. Dios es santo, ¿cómo no desdeñaría una forma de buscar tan despreciable? Al recordarlo ahora, si no hubiera experimentado la revelación de esta enfermedad, no habría hecho introspección ni me habría dado cuenta de que mi búsqueda era incorrecta.

Más tarde, encontré un pasaje de las palabras de Dios que realmente me benefició. Dios Todopoderoso dice: “Cuando la gente no es capaz de desentrañar, comprender, aceptar o someterse a los entornos que Dios orquesta y a Su soberanía, y cuando la gente se enfrenta a diversas dificultades en su vida diaria, o cuando estas dificultades superan lo que la gente normal puede soportar, sienten de un modo subconsciente todo tipo de preocupación y ansiedad, e incluso angustia. No saben cómo será mañana, ni pasado mañana, ni cómo serán las cosas dentro de unos años, ni cómo será su futuro, y por eso se sienten angustiados, ansiosos y preocupados por todo tipo de cosas. ¿Cuál es el contexto en el que la gente se siente angustiada, ansiosa y preocupada por todo tipo de cosas? Es que no creen en la soberanía de Dios, es decir, son incapaces de creer en la soberanía de Dios y desentrañarla. Aunque lo vieran con sus propios ojos, no lo entenderían ni lo creerían. No creen que Dios tenga soberanía sobre su sino, no creen que sus vidas estén en manos de Dios, y por eso surge en sus corazones la desconfianza hacia la soberanía y los arreglos de Dios, y entonces surge la culpa, y son incapaces de someterse. Además de culpar y ser incapaces de someterse, quieren ser dueños de su propio sino y actuar por iniciativa propia. ¿Cuál es entonces la situación real después de que empiezan a actuar por iniciativa propia? Lo único que pueden hacer es vivir confiando en su propio calibre y habilidades, pero hay muchas cosas que no pueden conseguir, ni alcanzar, ni lograr con su propio calibre y habilidades(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). Después de leer las palabras de Dios, finalmente comprendí que no entendía para nada la soberanía de Dios. Siempre estaba turbada, nerviosa y preocupada por mi enfermedad, y constantemente pensaba y planeaba por mi cuenta sin orar ni buscar las intenciones de Dios. No creía que Dios tenía soberanía sobre todo y siempre quería buscarme sola una salida. ¡Vi que era realmente indigna de ser llamada cristiana! Pensé en cómo, cuando los no creyentes enferman, se sienten desesperanzados, indefensos y sin apoyo, y también en cómo quedan librados a su suerte para encontrar formas de curarse. Yo creo en Dios y Dios tiene soberanía sobre todo, así que debo ampararme en Él. Tenía que cooperar con mi tratamiento y al mismo tiempo cumplir bien mis deberes. Reflexioné en los más de dos años que había creído en Dios y me di cuenta de que todo lo que había disfrutado era por la gracia de Dios y que todos los días había estado bajo Su cuidado y protección. Dios había permitido esta enfermedad y Él había dispuesto estas circunstancias cuidadosamente para que llegara a conocerme a mí misma y comprendiera que la vida humana está en manos de Dios, purificando así mi deseo de bendiciones. Sin embargo, malinterpreté a Dios y tuve quejas contra Él, lo puse en duda y constantemente busqué una salida para mi carne. Vi que no tenía ninguna realidad-verdad. ¡Había sido verdaderamente ciega y tonta! También pensé en una hermana mayor de la iglesia que tenía una cardiopatía grave. Los médicos dijeron que no sobreviviría y su familia había preparado su funeral, pero, aunque la hermana sufría dolor, no se quejaba de Dios y, luego, su cuadro mejoró milagrosamente. Después de un tiempo, ella seguía realizando sus deberes, no tenía que tomar ningún medicamento y su salud se había recuperado a un nivel razonable. Vi cómo mi anciana hermana se había amparado en Dios durante su enfermedad y se había mantenido firme en su testimonio y, sin embargo, mi enfermedad, que no era tan grave como la suya, me aterrorizaba. En verdad carecía de la fe verdadera que tenía ella. ¡Me sentí tan avergonzada! No debía precuparme ni temer y tenía que someterme a las orquestaciones y arreglos de Dios y experimentar activamente la situación que Él había orquestado para mí.

Luego, leí más palabras de Dios: “Entonces, ¿cómo debes elegir y cómo debes abordar el asunto de enfermar? Resulta muy sencillo y existe una senda a seguir: persigue la verdad. Perseguir la verdad y considerar el asunto según las palabras de Dios y de acuerdo con los principios-verdad, tal es el entendimiento que debe tener la gente. ¿Y cómo se debe practicar? Tomas todas estas experiencias y pones en práctica la comprensión que has adquirido y los principios-verdad que has comprendido de acuerdo con la verdad y las palabras de Dios, y los conviertes en tu realidad y en tu vida; este es un aspecto. El otro es que no debes abandonar tu deber. Tanto si estás enfermo como si sufres, mientras te quede aliento, mientras vivas, mientras puedas hablar y caminar, tienes energía para cumplir con tu deber, y debes comportarte bien en el cumplimiento de este, con los pies bien plantados en el suelo. No debes abandonar el deber de un ser creado ni la responsabilidad que te ha dado el Creador. Mientras no estés muerto, debes completar tu deber y cumplirlo bien(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). “No existe correlación entre el deber del hombre y que él reciba bendiciones o sufra desgracias. El deber es lo que el hombre debe cumplir; es la vocación que le dio el cielo y no debe depender de recompensas, condiciones o razones. Solo entonces el hombre está cumpliendo con su deber. Recibir bendiciones se refiere a cuando alguien es perfeccionado y disfruta de las bendiciones de Dios tras experimentar el juicio. Sufrir desgracias se refiere a cuando el carácter de alguien no cambia tras haber experimentado el castigo y el juicio; no experimenta ser perfeccionado, sino que es castigado. Pero, independientemente de si reciben bendiciones o sufren desgracias, los seres creados deben cumplir su deber, haciendo lo que deben hacer y haciendo lo que son capaces de hacer; esto es lo mínimo que una persona, una persona que busca a Dios, debe hacer. No debes llevar a cabo tu deber solo para recibir bendiciones, y no debes negarte a actuar por temor a sufrir desgracias. Dejadme deciros esto: lo que el hombre debe hacer es llevar a cabo su deber, y si es incapaz de llevar a cabo su deber, esto es su rebeldía(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre). Dios ha dicho que, mientras una persona tenga aliento, debe cumplir bien sus deberes y no abandonar sus responsabilidades, porque los deberes de cada uno son la vocación de un ser creado enviada del cielo y son una comisión de Dios. Sin importar mis circunstancias, tenía que cumplir bien mi deber ya que es perfectametne natural y está justificado hacerlo. También comprendí que mis deberes no tienen nada que ver con recibir bendiciones ni con sufrir infortunios. Recibir bendiciones viene con un cambio de carácter después de experimentar el juicio y el castigo de Dios. Solo cuando uno es capaz de someterse a la soberanía y los arreglos de Dios, de hacer bien los deberes de un ser creado y de dejar de rebelarse contra Dios y resistirse Él, recién ahí puede recibir la aceptación y aprobación de Dios. Dios determina el final de una persona basándose en si su carácter ha cambiado, pero aun así yo siempre había tratado a mis deberes como una forma de negociar bendiciones con Dios. Sin perseguir la verdad, estaba destinada a tambalearme y fallar. Aunque no tuviera ninguna enfermedad, si fallaba en cumplir bien mis deberes y no ganaba la verdad, ¿no terminaría siendo descartada y destruida por Dios de todas formas? Estar o no enferma no es lo que realmente importa, sino ser capaz de ganar la verdad. Ahora ya no me siento limitada por mi enfermedad, tomo la medicación que necesito, controlo mi dieta y ya no preocupa la posibilidad de morir. En cambio, practico encomendar todo a Dios y someterme a Sus orquestaciones y arreglos.

Mi experiencia con esta enfermedad ha sido inmensamente beneficiosa para mí y ha corregido mi búsqueda equivocada al creer en Dios. Si no fuera por esta enfermedad, habría continuado haciendo mis deberes con la intención de ganar bendiciones y pasarme la vida creyendo de este modo me habría impedido alcanzar la aprobación de Dios. Llegué a comprender que esta situación arreglada por Dios era verdaderamente buena y beneficiosa ¡y estoy tan agradecida a Dios!

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