Mi cautela y malentendido fueron descartadas

27 Mar 2025

Por Lin Feng, China

En 2022, cuando era líder de iglesia, mi arrogancia, sentenciosidad y arbitrariedad me hacían querer tener la última palabra en todo. Eso hizo que el hermano con el que colaboraba se sintiera limitado y que se trastornara el trabajo de la iglesia. El líder superior me puso al descubierto y me podó por mi arrogancia, mi sentenciosidad y por seguir la senda de un anticristo, así que me destituyeron. Tras eso, me sentí muy abatido. Reflexioné sobre el hecho de que llevaba más de veinte años creyendo en Dios, que me habían destituido más de una vez por mi arrogancia y sentenciosidad, y que, incluso ahora, aún no había cambiado mucho. Sentí que, a partir de entonces, debía comportarme bien en mis deberes y ya no podía ser tan arrogante ni repetir los mismos errores, de lo contrario, nunca tendría otra oportunidad de alcanzar la salvación. Más tarde, al leer las palabras de Dios y reflexionar, me di cuenta de que realmente era muy arrogante y sentencioso, y que limitaba constantemente a mi hermano cuando colaboraba con él y le imponía mis propios deseos e ideas y quería que me obedeciera. Eso hacía que el trabajo se retrasara. Me podaron una y otra vez, pero, a pesar de ello, nunca reflexioné. Realmente iba por la senda de un anticristo. Sentí un profundo odio hacia mí mismo y decidí que, a partir de entonces, me mantendría firme para hacer bien mis deberes.

Un tiempo después, el líder me pidió que preparara los materiales para echar a las personas y me puso a colaborar con la hermana Li Xin. Me preguntaron cuánto había llegado a entender sobre mi carácter arrogante y vanidoso durante ese período de reflexión, y querían que hiciera ese deber durante un período de prueba para ver cómo iban las cosas. Al oír al líder decir esto, me sentí muy dolido y pensé: “¿No es un período de prueba algo temporal? He cumplido con mis deberes una y otra vez conforme a mi carácter arrogante y lo único que he hecho es trastornar y entorpecer el trabajo de la iglesia. Si vuelvo a cometer los mismos errores, podría perderme de forma definitiva la oportunidad de cumplir mis deberes y mi vida como creyente en Dios habrá terminado por completo. Esta vez, tengo que aprovechar la oportunidad, ser obediente y hacer todo lo que se me pida. No puedo ser arrogante, sentencioso y beligerante como lo fui antes”. Más tarde, mientras cumplía mis deberes, noté que a Li Xin la limitaban sus asuntos familiares y no tenía sentido de la carga en sus deberes. Además, no se había encargado a tiempo de unos materiales que debía preparar, así que pensé en señalárselo. Pero, justo cuando estaba a punto de hablar con ella, me vinieron a la cabeza las palabras del líder. Recordé que me habían destituido por mi arrogancia, sentenciosidad y arbitrariedad, y por querer tener la última palabra en todo, lo que había limitado a los demás y había trastornado el trabajo de la iglesia. Aún estaba en un período de prueba en ese deber y, además, el líder no me había pedido que investigara el trabajo de Li Xin. Si le señalaba sus problemas, ¿acaso Li Xin pensaría que era demasiado arrogante y que me estaba extralimitando? ¿Pensaría que, tras unos pocos días de ser obediente, ya estaba volviendo a mis viejas costumbres? Con esto en mente, me mordí la lengua.

Más adelante, el líder mencionó repetidas veces que los materiales que Li Xin había organizado estaban incompletos y que había que volver a recopilar y organizar los materiales sobre un incrédulo, ya que las evaluaciones anteriores no eran correctas, lo que retrasó el trabajo. Me sentí muy culpable. Si hubiera hablado con Li Xin y se lo hubiera señalado a tiempo, eso no habría ocurrido. Sumido en la culpa, encontré dos pasajes de las palabras de Dios: “Después de creer muchos años en Dios y de experimentar numerosos fracasos y contratiempos, así como la revelación y la poda de Dios, en circunstancias normales, las personas deben reflexionar sobre sí mismas y conocerse gracias a las lecciones extraídas de dichos fracasos, buscar la verdad para resolver los problemas, y encontrar en las palabras de Dios las razones de sus fracasos y tropiezos, así como la senda de práctica que deben tomar. Sin embargo, los anticristos no hacen eso. Tras múltiples tropiezos y fracasos, agravan su comportamiento, sus dudas con respecto a Dios aumentan en cuanto a número y gravedad, lo escrutan con más intensidad, sospechan de Él con mayor profundidad y, de igual modo, su corazón rebosa cautela hacia Dios. Su cautela está repleta de quejas, ira, oposición e indignación, e incluso poco a poco van desarrollando negación, juicio y condena hacia Dios. ¿No corren un riesgo cada vez mayor?(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión cinco: Resumen de la calidad humana de los anticristos y de su esencia-carácter (II)). “A juzgar por la postura de los anticristos hacia Dios, hacia los entornos y las personas, los acontecimientos y las cosas que Dios dispone, hacia la revelación y la disciplina que Él determina para ellos, y hacia el resto de elementos, ¿tienen los anticristos la más mínima intención de buscar la verdad y de someterse a Dios? ¿Creen, aunque sea en lo más mínimo, que todo ello no es accidental, sino que forma parte de la soberanía de Dios? ¿Lo comprenden y son conscientes de ello? Obviamente, no. Puede decirse que el origen de su cautela radica en sus dudas respecto a Dios. Puede decirse también que el origen de sus sospechas hacia Dios radica en sus dudas respecto a Él. Los resultados que obtuvieron al escrutar a Dios hacen que sospechen más de Él y, al mismo tiempo, que sean más cautelosos con respecto a Dios. A juzgar por los diversos pensamientos y opiniones generados a partir de la manera de pensar de los anticristos, así como de los distintos enfoques y comportamientos adoptados debido al dominio de estos pensamientos y opiniones, estas personas son completamente irracionales. No pueden comprender la verdad, no pueden desarrollar fe verdadera en Dios, no pueden creer ni reconocer la existencia de Dios plenamente, ni creer ni admitir que Dios es soberano sobre toda la creación, que Él es soberano sobre todas las cosas. Todo esto se debe a su esencia-carácter perversa(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión cinco: Resumen de la calidad humana de los anticristos y de su esencia-carácter (II)). Al enfrentar el desenmascaramiento de las palabras de Dios, me sentí realmente juzgado. ¿No era exactamente mi estado lo que Dios había puesto al descubierto? Desde que me habían destituido, había estado viviendo en un estado de cautela y malentendido. Creía que me habían destituido varias veces debido a mi arrogancia, sentenciosidad y arbitrariedad. Incluso después de creer en Dios durante más de veinte años, creía que no había cambiado mucho; seguía viviendo conforme a mi carácter arrogante y pensaba que, si aún no conseguía experimentar un cambio real, sería revelado y descartado para siempre, y ya no tendría ninguna oportunidad de cumplir mis deberes. Cuando oí que el líder dijo que me permitían hacer mis deberes por un período de prueba, sentí una sospecha y cautela aún mayores. Para evitar que me revelaran y descartaran, me aislé por completo y viví cada día con miedo y precaución. Cuando noté que la hermana con la que colaboraba cumplía sus deberes de manera superficial y sin sentido de la carga, supe que debía señalarle sus problemas para proteger el trabajo de la iglesia. Sin embargo, tuve miedo de que pensara que yo era arrogante y que, tras unos pocos días de haber empezado a hacer mis deberes, ya estaba volviendo a mis viejas costumbres, así que simplemente hice la vista gorda. Eso terminó perjudicando el trabajo. Las palabras de Dios me mostraron que, cuando los anticristos son revelados tras experimentar múltiples fracasos y caídas, no solo no reflexionan sobre sí mismos, sino que se cuidan todavía más de Dios y temen que incluso el error más ínfimo les prive de su futuro y su porvenir. Por eso, están siempre cuidándose de Dios. ¿Qué diferencia había entre el carácter que yo revelaba y el de un anticristo? Reflexioné sobre cómo mi arrogancia, sentenciosidad y rechazo a la verdad habían perjudicado de gran manera el trabajo de la iglesia. Las advertencias del líder eran por el bien del trabajo de la iglesia y me instaban a reflexionar más sobre mis defectos fatales para que pudiera aprender de mis fracasos y dejar de vivir conforme a mi carácter arrogante. Ese era el amor de Dios. Pero en lugar de aceptar eso de Dios, tuve sospechas y dudas. ¡Vi que realmente era falso y perverso!

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Los anticristos jamás obedecen lo que dispone la casa de Dios y siempre vinculan estrechamente su deber, fama, ganancias y estatus con su esperanza de recibir bendiciones y un destino futuro; como si una vez hubieran perdido su reputación y estatus no les quedara esperanza de recibir bendiciones y recompensas. A ellos eso les da la impresión de que desperdician sus vidas. Piensan: ‘He de ser prudente, no debo ser descuidado. No se puede confiar en la casa de dios, en los hermanos y hermanas, en los líderes y obreros, ni siquiera en dios. No puedo confiar en ninguno de ellos. La persona en la que más puedes confiar y más digna de confianza eres tú mismo. Si no haces planes para ti, entonces, ¿quién va a cuidar de ti? ¿Quién va a considerar tu futuro? ¿Quién va a considerar si vas a recibir o no bendiciones? Por tanto, tengo que hacer planes y cálculos cuidadosos por mi propio bien. No puedo cometer errores o ser levemente descuidado, de lo contrario, ¿qué haré si alguien trata de aprovecharse de mí?’. Así, se protegen de los líderes y obreros de la casa de Dios temiendo que alguien discierna o detecte cómo son y los acaben relegando y su sueño de bendiciones se estropee. Creen que deben mantener su reputación y estatus para tener esperanza de recibir bendiciones. Un anticristo considera que ser bendecido es más grande que los propios cielos, más grande que la vida, más importante que perseguir la verdad, que el cambio de carácter o la salvación personal y más relevante que desempeñar bien su deber y convertirse en un ser creado de calidad razonable. Les parece que convertirse en un ser creado dentro de lo normal, cumplir bien su deber y lograr la salvación son cosas nimias que ni merece la pena mencionar o comentar, mientras que obtener bendiciones es la única cosa en toda su vida que no se ha de descuidar. Todo lo que encuentran, sea grande o pequeño, lo relacionan con ser bendecidos, se muestran increíblemente precavidos y atentos y siempre se aseguran de tener un plan B(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12: Quieren retirarse cuando no tienen estatus ni esperanza de recibir bendiciones). A la luz de las palabras de Dios, vi que el carácter que había revelado era el mismo que Dios deja en evidencia que tiene un anticristo. No importaba el deber que realizara, siempre lo vinculaba con recibir bendiciones y consideraba que recibirlas era tan importante como la vida misma. En cada situación, primero pensaba en mi propio desenlace y destino. Cuando me destituyeron y revelaron, no fui ante Dios para reflexionar y entenderme a mí mismo, sino que empecé a cuidarme de Dios, lo malinterpreté y pensé únicamente en mi futuro y mi destino. Cuando volví a cumplir mis deberes, mis pensamientos se volvieron aún más enrevesados y, en mi cabeza, complicaba todas las situaciones, ya que temía que cualquier error me haría quedar en evidencia y me llevaría a tener un mal desenlace y destino. Cuando vi que el mal estado de la hermana Li Xin la hacía ser negativa y retrasaba sus deberes, sabía que tendría que haber estado protegiendo el trabajo de la iglesia y señalarle a Li Xin sus problemas y ayudarla a hacer bien su trabajo. Pero me preocupaba que ella pensara que era arrogante y sentencioso, y que no había cambiado, así que desatendí el trabajo de la iglesia. Vivía según el veneno satánico de: “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”, y cumplía mis deberes solo para obtener bendiciones y beneficios, ya que consideraba que mi futuro y mi destino eran lo más importante de todo. No tenía en ninguna consideración las intenciones de Dios ni el trabajo de la iglesia. Estaba dispuesto a hacer lo que me beneficiara, pero ignoraba lo que no era beneficioso para mí, incluso si veía que perjudicaba el trabajo de la iglesia. ¡Era tan egoísta y despreciable! Pensé en Pablo cuando iba de camino a Damasco. Luego de que el Señor Jesús fuera a su encuentro mediante un gran resplandor, no se arrepintió verdaderamente, aunque admitió que era el principal perseguidor del Señor Jesús. No reflexionó lo más mínimo sobre su esencia-naturaleza de resistirse a Dios ni la entendió en absoluto. Aunque, en apariencia, trabajaba arduamente y viajaba por todas partes para predicar el evangelio, su intención era negociar con Dios para recibir una corona y recompensas. ¿No eran mis opiniones sobre la búsqueda y la senda que recorría iguales a las de Pablo? Estaba intentando usar y engañar a Dios. Vi cuán poca humanidad tenía. Era como un oportunista e incrédulo que se había infiltrado en la casa de Dios. Si no cambiaba mis opiniones sobre la búsqueda, no solo no obtendría la aprobación de Dios, sino que, en última instancia, recibiría Su castigo.

Luego, encontré un pasaje de las palabras de Dios: “A veces, Dios usa determinado asunto para revelarte o disciplinarte. Entonces, ¿significa esto que se te ha descartado? ¿Significa que ha llegado tu fin? No. […] En realidad, en muchos casos, la preocupación de la gente proviene de sus intereses personales. En general, se trata del temor a no tener ningún desenlace. Siempre piensa: ‘¿Y si Dios me revela, descarta y rechaza?’. Se trata de tu mala interpretación de Dios; son solo tus conjeturas parciales. Tienes que llegar a comprender cuál es la intención de Dios. Él no revela a la gente para descartarla. La revela para poner de manifiesto sus defectos, sus errores y su esencia-naturaleza, para que se conozca a sí misma y pueda arrepentirse sinceramente; la revelación propiamente dicha es para que la gente crezca en la vida. Sin un entendimiento puro, la gente tiende a malinterpretar a Dios y volverse negativa y débil, o incluso puede sucumbir a la desesperación. De hecho, la revelación por parte de Dios no implica necesariamente que vaya a descartar a la persona. Lo hace para ayudarte a conocer tu propia corrupción y lograr que te arrepientas. A menudo, como la gente es rebelde y no busca la verdad para encontrar una solución cuando revela corrupción, Dios debe ejercer Su disciplina. Por ello, en ocasiones revela a la gente poniendo en evidencia su fealdad y su lamentable estado y permitiéndole conocerse a sí misma, lo que le ayuda a crecer en la vida. Revelar a la gente tiene dos implicaciones distintas. Para los malvados, ser revelados implica el descarte. Para los que son capaces de aceptar la verdad, es un recordatorio y una advertencia; les obliga a hacer introspección, a descubrir su verdadero estado y a dejar de ser díscolos e imprudentes, pues seguir así sería peligroso. Revelar de este modo a la gente es recordarle que, cuando cumpla con el deber, no sea atolondrada y descuidada, que no deje de tomarse las cosas con seriedad, que no se conforme con ser solo un poco eficaz creyendo haber cumplido con el deber a nivel aceptable, cuando, a decir verdad, en comparación con lo que exige Dios, no llega ni de lejos y, sin embargo, sigue siendo autocomplaciente y cree que lo hace bien. En tales circunstancias, Dios disciplina, amonesta y advierte a la gente. Algunas veces, Dios revela su fealdad, lo que, evidentemente, sirve de recordatorio. En esos momentos has de hacer introspección: es insuficiente cumplir con el deber de esta forma, hay rebeldía de por medio, hay demasiadas cosas negativas en ello, es totalmente superficial y, si no te arrepientes, corresponde que seas castigado. De vez en cuando, cuando Dios te disciplina o te revela, eso no implica necesariamente que te vaya a descartar. Hay que plantear correctamente esta cuestión. Incluso si eres descartado, debes aceptarlo y someterte a ello, y apresurarte a reflexionar y arrepentirte(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo a base de practicar la verdad y someterse a Dios se puede lograr transformar el carácter). Después de leer las palabras de Dios, me sentí profundamente avergonzado y culpable. Había leído esas palabras de Dios muchas veces antes, solía hablar del carácter justo de Dios y decía que Él revela a las personas para salvarlas, lo que les permite reflexionar y entenderse mejor. Pero, cuando quedé en evidencia y me destituyeron, sospeché que Dios quería descartarme y no vi ningún rastro de Su amor o salvación. Aunque parecía que cumplía mis deberes, le había cerrado mi corazón a Dios. Reflexioné sobre mis años de fe. Había quedado en evidencia y me habían destituido muchas veces debido a mi naturaleza arrogante. Sin embargo, Dios no me había descartado por mis transgresiones, sino que había usado el desenmascaramiento y la ayuda de mis hermanos y hermanas, junto con el esclarecimiento y la guía de Sus palabras, para ayudarme a reflexionar, arrepentirme y cambiar. Cuando logré entender y cambiar un poco, Dios me dio otra oportunidad de cumplir con mis deberes. Si Dios realmente determinara los resultados de las personas según las corrupciones que revelan, hacía tiempo que me debería haber castigado, por lo que no habría sobrevivido hasta hoy. De la misma manera, mi destitución reciente se debía exclusivamente a que no había conseguido perseguir la verdad y había recorrido la senda de un anticristo, lo cual había trastornado y entorpecido gravemente el trabajo. Eso se había gestionado de acuerdo con los principios y había revelado plenamente la justicia de Dios. Si no me hubieran destituido a tiempo, mi carácter arrogante me habría hecho cometer muchos hechos malvados y habría recibido el castigo de Dios. De hecho, este tipo de destitución fue la salvación y la protección de Dios, ya que, sin ella, nunca habría reflexionado ni me habría entendido a mí mismo de verdad, y tampoco habría reflexionado sobre la senda equivocada que había tomado. Así que me arrodillé y oré a Dios: “Dios, no quiero vivir más en un estado de cautela y confusión. Estoy dispuesto a arrepentirme y a cumplir bien con mis deberes. Solo te pido que me guíes y orientes”.

Después de mi oración, leí algunas de las palabras de Dios: “Sin importar cuáles sean tus ideas y opiniones personales, si determinas a ciegas que son correctas y que son el modo en que deben hacerse las cosas, esa es una actitud arrogante y sentenciosa. Si tienes ciertas ideas u opiniones que crees que son correctas, pero no tienes plena fe en ti mismo, y puedas confirmarlas a partir de buscar y compartir, eso es lo que significa no ser sentencioso. Esperar a recibir el apoyo y la aprobación de todo el mundo antes de actuar es la manera razonable de hacer las cosas(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se vive a menudo ante Dios es posible tener una relación normal con Él). “Si estás seguro de que has observado un problema y entiendes en el corazón que este problema debe resolverse para que no se retrase el trabajo, pero no eres capaz de seguir los principios y tienes miedo de ofender a otros, ¿qué problema hay en juego? ¿Por qué tendrías que temer acatar los principios? Se trata de una cuestión importante de naturaleza, y está relacionada con si amas la verdad y si tienes sentido de la rectitud. Debes expresar tu opinión, aunque no sepas si es correcta. Si tienes una opinión o una idea, debes manifestarla y dejar que los demás la valoren. Esto te beneficiará y contribuirá a resolver el problema(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿En qué se apoya exactamente la gente para vivir?). Después de meditar con cuidado sobre las palabras de Dios, entendí que limitar a los demás y comportarse conforme a nuestro carácter arrogante es distinto de practicar la verdad para proteger los intereses de la casa de Dios. La arrogancia y la sentenciosidad implican hacer las cosas sin buscar los principios-verdad. Significan aferrarse siempre a la opinión que uno tiene y no aceptar las sugerencias de los demás. Conllevan saber perfectamente que los actos que uno realiza no están de acuerdo con la verdad, pero, aun así, quiere que los demás lo escuchen. Suponen hacer todo conforme a los pensamientos y opiniones de uno, sin tener la más mínima consideración por los intereses de la casa de Dios. Esa es la arrogancia, la sentenciosidad y la intención de mandonear a los demás. Por ejemplo, cuando era líder, tomaba la iniciativa en todo. Nunca colaboraba ni hablaba sobre los asuntos con los demás, y tampoco permitía que intervinieran. Siempre quería que el resto obedeciera mis ideas e intenciones, y nunca aceptaba sugerencias razonables de mis hermanos y hermanas. Eso era arrogancia y sentenciosidad. Si veo que alguien hace algo que vulnera los principios y entorpece el trabajo de la iglesia, independientemente de que sea mi responsabilidad o de que esa persona esté bajo mi supervisión, debo ponerla al descubierto y ayudarla. Eso es proteger los intereses de la casa de Dios y tener sentido de la rectitud. Eso no es arrogancia ni sentenciosidad. Dios observa las intenciones que hay detrás de los actos de las personas. Independientemente de lo que hayan dispuesto los líderes, siempre que algo involucre el trabajo de la iglesia y los intereses de la casa de Dios, todos tienen la responsabilidad de proteger esas cosas. Una persona así realmente forma parte de la casa de Dios. Al darme cuenta de eso, acudí a Li Xin para hablar con ella, señalarle sus problemas y entender las dificultades que enfrentaba en sus deberes. Gracias a nuestra plática, su estado mejoró un poco. Una vez, me di cuenta de que Li Xin había clasificado de forma incorrecta unos materiales sobre la expulsión de un incrédulo, así que busqué palabras de Dios y principios relevantes para compartir con ella. Después de nuestra plática, pudo captar algunos principios. Mi comprensión y todos los cambios que he realizado se deben a que las palabras de Dios me han guiado y orientado. ¡Gracias a Dios!

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