Así bajé la guardia

16 Abr 2023

Por Zhuanyi, Corea del Sur

Hace un tiempo, tuvimos que elaborar unas imágenes para las películas de la Iglesia. Mi compañero, el hermano Simon, había diseñado una imagen y la envió a revisión. Según el líder, la imagen era muy tosca, la composición, defectuosa, y era obvio que se debía a la negligencia y el descuido de Simon. Le pregunté después a Simon. Me dijo que, debido al plazo ajustado, no había tenido tiempo de trabajar en los detalles. No respondí, y solo le advertí que tuviera más cuidado en lo sucesivo y que la película era tan importante que no podíamos ser negligentes y perder el tiempo en correcciones. Pronto surgieron errores evidentes de principios en otra imagen de Simon. El líder trató con él por cometer unos errores tan básicos tras formarse durante tanto tiempo y por ser descuidado en el deber y, en consecuencia, lo destituyó de él. Me aterró ese resultado. No lo entendía del todo. El líder había destituido a Simon por dos simples errores; ¿no era un poco duro eso? Sin darme cuenta, albergaba incomprensión y cautela. Creía que no podía cometer grandes errores en el deber, que tratarían conmigo por errores leves y quizá me destituyeran por errores graves, y que perdería toda esperanza de salvación si no podía cumplir mi deber. Tenía que tener más cuidado.

Al rato, estaba muy nerviosa por tener que enviar mis imágenes al líder para revisión. Pensaba en que había destituido a Simon por tan solo dos errores y que, si también aparecían en mis imágenes errores de principios, quizá el líder dijera que, por no saber hacer bien ese trabajo, yo no debía ser líder de grupo. ¿Me destituiría como a Simon? Cuanto más lo pensaba, más triste estaba. Me sentía incómoda en el deber y no tenía ánimo para el trabajo que tenía entre manos. Vi que mi estado era incorrecto y me apresuré a orar a Dios para pedirle que me guiara hasta resolver mi problema. Luego vi una lectura en video de la palabra de Dios. Dios Todopoderoso dice: “A veces, Dios usa determinado asunto para revelarte o disciplinarte. Entonces, ¿significa esto que te ha descartado? ¿Significa que ha llegado tu fin? No. Es como cuando un niño ha sido desobediente y ha cometido un error; puede que sus padres le reprendan y castiguen, pero si el niño es incapaz de comprender la intención de sus padres o saber por qué lo hacen, lo malinterpretará. Por ejemplo, los padres pueden decirle a su hijo: ‘No salgas solo de casa y no vayas solo por ahí’, pero esto le entra por un oído y le sale por el otro, y el niño sale solo a escondidas de todas formas. Cuando los padres se enteran, le regañan y, como castigo, le obligan a reflexionar en un rincón. El niño no entiende las intenciones de sus padres y empieza a tener dudas: ‘¿No me quieren ya mis padres? ¿De verdad soy de ellos? ¿Seré adoptado?’. Estas son las cosas sobre las que reflexiona. ¿Cuáles son las verdaderas intenciones de los padres? Los padres le dijeron que era demasiado peligroso hacer eso y le pidieron a su hijo que no lo hiciera. Pero el niño no les hizo caso y le entró por un oído y le salió por el otro. Por lo tanto, los padres necesitaban utilizar alguna forma de castigo para educar debidamente a su hijo y hacer que aprendiera de ello. ¿Qué quieren conseguir los padres con esto? ¿Es solo para que el niño aprenda? Aprender no es lo que quieren conseguir en última instancia. El objetivo de los padres al hacer esto es que el niño haga lo que se le dice, se comporte de acuerdo con sus consejos y no sea desobediente o les cause preocupaciones, ese es el efecto deseado que quieren conseguir. Si el niño hace caso a sus padres, demuestra que entiende las cosas, y sus padres podrán despreocuparse. ¿No estarán entonces satisfechos con él? ¿Seguirá haciendo falta que lo castiguen de esa manera? No hará falta. Creer en Dios es justo eso. La gente debe aprender a prestar atención a las palabras de Dios y a entender Su corazón. No debe malinterpretarlo. En realidad, en muchos casos, la preocupación de la gente proviene de sus propios intereses. En general, se trata del temor a no tener ningún desenlace. Siempre piensa: ‘¿Y si Dios me revela, descarta y rechaza?’. Se trata de tu mala interpretación de Dios; son solo tus pensamientos. Tienes que determinar cuál es la intención de Dios. Él no revela a la gente para descartarla. La revela para exponer sus defectos, sus errores y la esencia de su naturaleza, para que se conozca a sí misma y pueda arrepentirse sinceramente; la revelación propiamente dicha es para que la gente crezca en la vida. Sin un entendimiento puro, la gente tiende a malinterpretar a Dios y volverse negativa y débil, o incluso a sucumbir a la desesperación. De hecho, la revelación por parte de Dios no implica necesariamente que vaya a descartar a la persona. Lo hace para ayudarte a conocer tu propia corrupción y lograr que te arrepientas. A menudo, como la gente es rebelde y no busca la verdad para encontrar una solución cuando manifiesta corrupción, Dios debe ejercer Su disciplina. Por ello, en ocasiones revela a la gente exponiendo sus fealdad y su lamentable estado y permitiéndole conocerse a sí misma, lo que le ayuda a crecer en la vida. Revelar a la gente tiene dos implicaciones distintas: Para los malvados, ser revelados implica el descarte. Para los que son capaces de aceptar la verdad, es recordatorio y advertencia; les obliga a hacer introspección, a descubrir su verdadero estado y a dejar de ser díscolos e imprudentes, pues seguir así sería peligroso. Revelar de este modo a la gente es recordarle que, cuando cumpla con el deber, no sea atolondrada y descuidada, que no sea indiferente, que no se conforme con ser solo un poco eficaz creyendo haber cumplido con el deber a nivel aceptable, cuando, a decir verdad, en comparación con lo que pide Dios no llega ni de lejos y, sin embargo, sigue siendo autocomplaciente y cree que lo hace bien. En tales circunstancias, Dios disciplina, amonesta y advierte a la gente. Algunas veces, Dios revela sus bufonadas, lo que, evidentemente, sirve de recordatorio. En esos momentos has de hacer introspección: es insuficiente cumplir con el deber de esta forma, hay rebeldía de por medio, hay demasiadas cosas negativas en ello, es totalmente superficial y, si no te arrepientes, serás castigado. Cuando Dios te disciplina y revela, esto no implica necesariamente que te vaya a descartar. Hay que plantear correctamente esta cuestión. Incluso si eres descartado, debes aceptarlo y someterte a ello, y apresurarte a reflexionar y arrepentirte(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo a base de practicar la verdad y obedecer a Dios se puede lograr transformar el carácter). Entendí después que la revelación no implica el descarte. Es como cuando un niño hace algo mal: sus padres lo reprenden para que les haga caso, aprenda una lección y deje de desobedecer. Si el niño es obediente, eso tranquiliza a los padres y, naturalmente, no lo castigan. Nosotros no comprendemos la verdad y actuamos sin principios; además, tenemos un carácter corrupto, con lo que es inevitable que cometamos errores en el deber. A veces no tenemos claras las cosas por falta de aptitud y por no comprender la verdad; en otras ocasiones somos caprichosos y arbitrarios, vulneramos los principios actuando según nuestro carácter corrupto e interrumpimos la labor de la iglesia; otras veces, el trabajo no se hace bien porque somos negligentes y descuidados, etc. Al ser revelados es cuando vemos nuestra corrupción y nuestros defectos, buscamos la verdad, nos resarcimos y abordamos las cosas con principios. Los buenos propósitos de Dios están detrás. No entendía la voluntad de Dios. Ante la destitución de Simon, estaba preocupada y asustada. Temía que también me destituyeran a mí por un error pasajero y que, si este era lo bastante grave, fuera descartada y no me salvara. Estaba en guardia respecto a Dios y lo malinterpretaba. Me sentía muy culpable. Empecé a pensar en por qué habían destituido a Simon. Recordé que el líder le había señalado sus errores dos veces. La primera, le dijo que sus ideas eran anticuadas, y su diseño, muy tosco, que no había abordado correctamente varias cuestiones técnicas básicas y que, obviamente, eso se debía a la negligencia de Simon. El líder lo dijo con la esperanza de que Simon tuviera más cuidado, fuera más meticuloso y lograra buenos resultados en el deber. Sin embargo, Simon no se lo tomó en serio y puso excusas, alegando que se debía a limitaciones de tiempo, y luego no reflexionó sobre este asunto ni lo examinó. La segunda vez también se debió a que fue irresponsable y negligente en sus diseños. No verificó bien su trabajo y no nos dejó repasarlo; se lo envió directamente al líder para revisión. Por eso hubo vulneraciones obvias de principios que se quedaron sin corregir y hubo que corregirlas, lo que demoró el progreso de este importante trabajo. Estos fallos se dieron porque Simon no se tomó en serio el deber y fue negligente. El líder trató muy duramente con Simon y lo destituyó para que pudiera reflexionar sobre su actitud hacia el deber, enmendarse con rapidez, cumplir con el deber atenta y meticulosamente y actuar según los principios de la verdad. Si el trato y la destitución le servían para reflexionar y aprender una lección, ¡eso sería bueno para su deber y su entrada en la vida! Cuando lo entendí, me sentí mucho más tranquila.

En ese momento tenía otro nudo en el corazón. Me parecía demasiado duro que el líder destituyera a Simon por dos únicos errores en sus diseños. Me preguntaba si también me destituiría a mí si cometía el mismo tipo de errores. Sabía que aún malinterpretaba y estaba en guardia en esta cuestión, por lo que busqué unas palabras pertinentes de Dios que leer. Dice la palabra de Dios: “Visto desde fuera, algunas personas no parecen tener problemas graves a lo largo del tiempo que cumplen con su deber. No hacen nada abiertamente malvado, no causan interrupciones o alteraciones ni tampoco caminan por la senda de los anticristos. En el cumplimiento de su deber, no ha aparecido ningún error mayúsculo o problema de principio, sin embargo, sin darse cuenta, en escasos pocos años quedan expuestos como personas que no aceptan la verdad en absoluto, como incrédulos. ¿Por qué es así? Los demás no son capaces de detectar un problema, pero Dios escudriña a esta gente en lo profundo de sus corazones, y Él sí lo ve. Siempre han sido superficiales y han carecido de arrepentimiento en el cumplimiento del deber. A medida que pasa el tiempo, quedan naturalmente expuestos. ¿Qué significa no arrepentirse? Significa que aunque han cumplido todo el tiempo con su deber, siempre han tenido una actitud equivocada respecto a él, de despreocupación y superficialidad, que tienen una actitud indiferente, nunca son concienzudos y mucho menos devotos. Puede que se esfuercen un poco, pero se limitan a actuar por inercia. No lo dan todo, y sus transgresiones son interminables. Desde el punto de vista de Dios, nunca se han arrepentido, siempre han sido superficiales y nunca se ha producido un cambio en ellos; es decir, no renuncian a la maldad que tienen entre manos ni se arrepienten ante Él. Dios no ve en ellos una actitud de arrepentimiento ni un cambio en su actitud. Persisten en considerar su deber y la comisión de Dios con la misma actitud y método. En ningún momento hay algún cambio en este carácter obstinado e intransigente y, es más, nunca se han sentido en deuda con Dios, nunca les ha parecido que su descuido y superficialidad sea una transgresión, una maldad. En sus corazones no hay deuda, no hay culpa, no hay autorreproche y mucho menos se acusan a sí mismos. Y, a medida que pasa el tiempo, Dios ve que una persona así, no tiene remedio(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). En la palabra de Dios descubrí que si una persona siempre trata su deber a la ligera, nunca busca los principios de la verdad en nada de lo que hace, nunca presta atención ni es diligente, y solo actúa por inercia en el deber, su negligencia es grave. Aunque no parezca interrumpir ni perturbar de forma obvia ni parezca seguir la senda de un anticristo, si no se arrepiente de su actitud negigente, si siempre hay errores en su deber, Dios, al final, la revelará y descartará. A base de meditar la palabra de Dios, empecé a recordar algunas conductas de Simon en el deber. Llevaba mucho tiempo en el grupo y se le daba bien todo lo técnico, pero solía cometer errores básicos. A veces había que corregir en varias ocasiones hasta sus diseños más simples. Solía equivocarse incluso al hacer copias de seguridad de los archivos y ponerles nombre. Yo se lo había señalado muchas veces y los demás también le habían advertido a menudo, pero nunca se lo tomaba en serio ni reflexionaba sobre sus problemas y su actitud hacia el deber. La primera vez que el líder trató con él, no reflexionó sobre sus problemas y no paró de defenderse atribuyéndolo todo a las limitaciones de tiempo, así que no cambiaba nunca y seguía equivocándose. Vi lo terco que era Simon. Aunque anteriormente conocía en parte la conducta de Simon, no me había preocupado porque nunca perjudicaba gravemente el trabajo, pero esta vez había sido negligente y demorado un trabajo importante; el líder lo destituyó según los principios, nada desmedido. En la palabra de Dios descubrí que la negligencia no es un problema menor. Si una persona siempre tiene una actitud descuidada hacia el deber, tarde o temprano interrumpirá la labor de la iglesia y será revelada. Al pensar en Simon, parecía haber cometido solo dos errores, pero, examinándolo más de cerca, lo destituyeron, sobre todo, por su actitud descuidada hacia el deber. Fue negligente en un deber tan importante y demoró el trabajo; ¡su destitución reveló el carácter justo de Dios!

Después me pregunté por qué no buscaba la verdad, estaba en guardia y malinterpretaba a Dios cuando destituían a otros. En un devocional leí la palabra de Dios. “Dime, si alguien que ha cometido un error es capaz de comprender de verdad y está dispuesto a arrepentirse, ¿no le daría esa oportunidad la casa de Dios? A medida que el plan de gestión de seis mil años de Dios se acerca a su fin, hay muchos deberes que deben cumplirse. Pero si las personas carecen de conciencia o de razón y son negligentes en su trabajo, si han obtenido la oportunidad de cumplir con un deber, pero no saben atesorarlo, no buscan la verdad en lo más mínimo, dejando que pase el tiempo óptimo, entonces serán expuestos. Si eres sistemáticamente descuidado y superficial en el cumplimiento de tu deber, y no te sometes en absoluto cuando te enfrentas a la poda y el trato, ¿te utilizará aún la casa de Dios en el cumplimiento de un deber? En la casa de Dios, lo que reina es la verdad, no Satanás. Dios tiene la última palabra sobre todo. Es Él quien está haciendo la obra de salvar al hombre, es Él quien rige sobre todas las cosas. No hay necesidad de que analices lo que está bien y lo que está mal; lo único que tienes que hacer es escuchar y obedecer. Cuando te enfrentes a la poda y el trato, debes aceptar la verdad y ser capaz de corregir tus errores. Si lo haces, la casa de Dios no te despojará de tu posición para cumplir con un deber. Si siempre tienes miedo de ser descartado, siempre pones excusas, siempre te justificas, eso es un problema. Si dejas que los demás vean que no aceptas la verdad en lo más mínimo, y se den cuenta de que eres impermeable a la razón, estás en problemas. La iglesia se verá obligada a encargarse de ti. Si no aceptas la verdad en absoluto en el cumplimiento de tu deber y siempre temes ser expuesto y descartado, entonces este miedo tuyo está contaminado por una intención humana y un carácter satánico corrupto, además de por la sospecha, la cautela y el mal entendimiento. Ninguna de estas es una actitud que una persona deba tener. Debes empezar por resolver tu miedo, así como tus malentendidos sobre Dios. ¿Cómo surgen en una persona los malentendidos hacia Dios? Cuando les van bien las cosas, sin duda las personas no malinterpretan a Dios. Creen que Dios es bueno, que es honorable, que es justo, que Él es compasivo y amoroso, acertado en todo lo que hace. Sin embargo, al toparse con algo que no concuerda con sus nociones, piensan: ‘Parece que Dios no es muy justo, al menos no lo es en este asunto’. ¿Se trata esto de un malentendido? ¿Cómo que Dios ya no es justo? ¿Qué es lo que dio lugar a este malentendido tuyo? ¿Qué fue lo que formó tu opinión y entendimiento de que Dios no es justo? ¿Puedes decir con seguridad qué fue? ¿Qué frase fue? ¿Qué asunto? ¿Qué situación? Dilo, para que todo el mundo pueda hacerse una idea y comprobar que tienes algo en lo que basarte. Y cuando una persona malinterpreta a Dios o se enfrenta a algo que no se conforma a sus nociones, ¿qué actitud debe tener? (Buscar la verdad y la obediencia). Primero tienen que obedecer y considerar: ‘No lo entiendo, pero voy a obedecer porque esto es lo que ha hecho Dios y no algo que deba analizar el hombre. Además, no puedo dudar de las palabras de Dios o de Su obra porque la palabra de Dios es la verdad’. ¿Acaso no es esa la actitud que debe tener una persona? Con esta actitud, ¿supondrá todavía un problema tu incomprensión? (No). No dañará o alterará el cumplimiento del deber. ¿Creéis que una persona que alberga malentendidos mientras cumple con el deber puede ser leal? ¿O es alguien sin malentendidos quien puede ser leal? (Una persona que no alberga malentendidos al cumplir con su deber puede ser leal). Esto significa que, primero, debes tener una actitud obediente. Es más, debes al menos creer que Dios es la verdad, que Dios es justo y que todo lo que hace es correcto. Esta es la condición inicial que determina si puedes ser leal al cumplir con tu deber(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). La lectura de la palabra de Dios me aclaró las cosas. Malinterpretaba a Dios y estaba en guardia hacia Él porque me faltaban auténtica fe en Él y comprensión de Su justicia. La destitución de Simon por equivocarse me hizo tener dudas y estar en guardia respecto a Dios. Creía que, de equivocarme, sería relevada, o incluso descartada. Pensaba que la casa de Dios era igual que el mundo exterior y que quienes se equivocaban eran destituidos y descartados, como si Dios revelara a la gente únicamente para descartarla. La iglesia tiene unos principios para destituir y descartar a la gente. La gente es evaluada exhaustivamente por su actitud hacia el deber, por su humanidad, aptitud y capacidad de aceptar la verdad, etc. No es destituida ni descartada por transgresiones ocasionales ni por revelaciones pasajeras de corrupción. Al acordarme de los líderes y obreros de mi entorno, a algunos los destituyeron por poca aptitud y por incapacidad para el trabajo práctico; a otros, por falta de conocimiento y por no ser adecuados para su deber, y a otros más, por tener un carácter hondamente corrupto y no buscar la verdad para corregirlo. Sin embargo, mientras no fueran malhechores y no perturbaran, la casa de Dios no los descartaba ni expulsaba, sino que les asignaba deberes adecuados a su aptitud y sus puntos fuertes y les daba la oportunidad de recapacitar y arrepentirse. Si con la destitución eran capaces de aceptar la verdad, reflexionar, arrepentirse y cambiar de veras, la iglesia los ascendía y utilizaba de nuevo. Solo los anticristos y malhechores, que no aceptan para nada la verdad, no reflexionan cuando los destituyen o revelan y siguen haciendo el mal y perturbando, son expulsados completamente de la iglesia. Vi que la casa de Dios trata a todos justa y equitativamente y que, de hecho, allí reina la verdad. Por ejemplo, a Simon lo destituyeron por ser muy negligente en el deber y demorar el trabajo con su continua indolencia. Así cayó la justicia de Dios sobre él. Si era capaz de abordarlo correctamente, de buscar la verdad y reflexionar, sería una buena ocasión para que se conociera, se arrepintiera y cambiara. Además, la destitución de Simon me supuso una llamada de atención. Tenía sus mismos problemas. Solía ser negligente y descuidada en el deber. A veces era muy consciente de los problemas de mis diseños, pero pensaba en el tiempo y esfuerzo que me tomaría arreglarlos y se los enviaba al líder para revisión creyendo que los problemas no eran tan grandes, que, si el líder descubría problemas, yo podría arreglarlos todos juntos. Por eso había que corregir trabajos que deberían haberse hecho de un tirón, lo que demoraba el progreso del trabajo. Algunas veces sabía que mis ideas de diseño eran anticuadas, pero ser innovador exige muchos recursos, mucho pensar e investigar. Me parecía demasiada molestia y que bastaba con un trabajo pasable, con lo que durante años no progresé en mis diseños. El fracaso de Simon me enseñó una lección importante. Yo no buscaba la verdad ni estaba aprendiendo lecciones de este asunto. No entendía la voluntad de Dios y, además, lo malinterpretaba y me guardaba de Él. Era muy taimada. Esta idea me infundió remordimiento y culpa. Tenía que buscar la verdad debidamente, hallar la senda correcta de práctica y dejar de malinterpretar a Dios y de guardarme de Él.

Luego leí la palabra de Dios. “Si alguien es sincero, entonces es honesto. Significa que le ha abierto por completo a Dios su corazón y su alma, no tiene nada que esconder ni de lo que esconderse. Se ha entregado por completo y ha mostrado su corazón a Dios, es decir, le ha dado a Él todo su ser. ¿Seguirán estas personas distanciadas de Dios? No. De esta manera les resultará fácil someterse a Dios. Si Él dice que son taimados, ellos lo admiten. Si Dios dice que son arrogantes y santurrones, también lo reconocen. Y no se limitarán a admitir estas cosas y ya está: son capaces de arrepentirse, de luchar por los principios de la verdad y de reconocer sus errores y rectificarlos. Antes de notarlo, habrán corregido muchas de sus formas erróneas de trabajar, y serán cada vez menos taimados, tramposos, descuidados y superficiales. Cuanto más tiempo vivan así, más abiertos y honrados se volverán y más cerca estarán de la meta de convertirse en una persona honesta. Eso es lo que significa vivir en la luz. ¡Toda esta gloria va para Dios! Cuando las personas viven en la luz es obra de Dios, no es algo de lo que puedan jactarse. Cuando viven en la luz, comprenden varias verdades, tienen un corazón temeroso de Dios, saben buscar la verdad en cada asunto con el que se encuentran, además de practicarla, y viven con conciencia y razón. Aunque no se les puede llamar personas justas, a ojos de Dios tienen cierta semejanza humana y, como mínimo, no están en disputa con Dios en sus palabras o actos, pueden buscar la verdad cuando algo les sucede y pueden someterse a Dios. De este modo, están relativamente a salvo y seguros, y no podrían traicionar a Dios. Aunque no tengan una comprensión muy profunda de la verdad, son capaces de obedecer y someterse, de temer a Dios en sus corazones y de distanciarse del mal. Cuando se les asigna una tarea o un deber, son capaces de hacer uso de todo su corazón y toda su mente, y lo hacen con la máxima capacidad. Este tipo de personas son dignas de confianza y Dios confía en ellas; viven en la luz. ¿Son capaces de aceptar el escrutinio de Dios aquellos que viven en la luz? ¿Le seguirán ocultando su corazón a Dios? ¿Todavía tienen secretos que no pueden contarle? ¿Siguen teniendo algún truquillo turbio bajo la manga? Nada de eso. Se han sincerado por completo con Dios, y no esconden nada en absoluto. Pueden confiar en Dios, hablar con Él acerca de cualquier cosa y contárselo todo. No hay nada que no le digan a Dios y que no le muestren. Cuando las personas son capaces de alcanzar este nivel de sinceridad, sus vidas se vuelven fáciles, libres y liberadas(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Se me iluminó mucho el corazón tras leer la palabra de Dios. Dios espera que sepamos ser honestos y francos con Él. Ya sea que Él nos ponga en evidencia o que nos poden y nos destituyan, primero debemos someternos, no resistirnos a Dios en nuestro corazón, creer que todo cuanto hace es bueno, reflexionar y buscar los principios de la verdad. Cuando se abre nuestro corazón a Dios, cuando amamos la verdad y queremos someternos a Él, es fácil recibir esclarecimiento e iluminación del Espíritu Santo, comprender realmente la verdad, conocer nuestros problemas, enmendar nuestros errores, arrepentirnos, cambiar y cumplir con el deber según la palabra y las exigencias de Dios. También debemos creer en la justicia de Dios. Dios no juzga a nadie por su apariencia; mira si la intención de la persona es satisfacerlo y buscar los principios de la verdad. Si somos capaces de corregir nuestras actitudes y de aplicarnos, aunque, entretanto, no estemos a la altura, podemos abordarlo correctamente, aprender de nuestros fallos y examinar los errores. Cuando corregí mi actitud, dejé de lado mis inquietudes de forma natural.

Después, cuando enviaba imágenes al líder para revisión, ya no sentía tanto miedo ni tanta resistencia. Estaba dispuesta a corregir mi intención, buscar los principios y comprometerme en el deber. A partir de entonces, me esforzaba por investigar técnicas y buscar buenos materiales de consulta que estudiar en respuesta a los problemas que planteaba el líder al revisar mis imágenes. También trabajaba según los principios exigidos por la casa de Dios y experimentaba continuamente. Poco después, mejoró mi preparación técnica y aumentó mucho la calidad de mi labor. Me sentía muy tranquila. Días más tarde, cuando envié al líder una imagen para revisión, me sorprendió que dijera: “Este diseño es buenísimo, ¡podemos utilizarlo!”. Me alegré muchísimo de oír esto, que me emocionó de forma indescriptible. Posteriormente, Simon llegó a comprender su carácter corrupto y quería arrepentirse y transformarse, por lo que la iglesia le siguió disponiendo un deber. La destitución de Simon también me llevó a cambiar mi actitud negligente en el deber. Ahora soy más meticulosa y menos negligente que antes. Con esta experiencia aprendí que Dios no permite que a la gente se le pode, trate o destituya para descartarla. Si somos capaces de someternos y buscar la verdad, con una experiencia así podemos conocer nuestro carácter corrupto y descubrir los problemas y errores en nuestra forma de cumplir con el deber, con lo que enseguida podemos transformarnos, subsanarlos y progresar en nuestra entrada en la vida y en el deber. ¡Qué maravilla! Al dejar de lado mi incomprensión y mi cautela hacia Dios, al ser atenta y meticulosa en el deber y cumplir mis responsabilidades en todo, sentía calma y tranquilidad.

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