Lecciones que aprendí al denunciar a una falsa líder

22 Dic 2024

Por Zhou Xuan, China

En septiembre de 2019, empecé a servir como líder y estuve a cargo de la obra en algunas iglesias locales con mi compañera Wang Ran. Como era nueva en el deber, todavía desconocía ciertos aspectos del trabajo y solía buscar a Wang Ran para hablar. Sin embargo, más tarde descubrí que Wang Ran no llevaba la carga de su deber. Cuando le propuse acompañarla a una iglesia para hablar con dos líderes que se disputaban la fama y la ganancia y no lograban cooperar en armonía, no se lo tomó en serio y lo fue posponiendo. Como consecuencia, el tardar demasiado en resolver este asunto tuvo un efecto negativo en la obra de la iglesia. También me dio largas cuando quise hablar sobre cómo podíamos ayudar a resolver algunos de los problemas y dificultades a los que se enfrentaban nuestras hermanas y hermanos mientras difundían el evangelio. Por tanto, esos asuntos no se resolvieron a tiempo y el efecto sobre la obra evangélica fue negativo. Me di cuenta de que Wang Ran no tenía sentido de responsabilidad en su deber y consideré la posibilidad de señalárselo, pero yo era nueva en el liderazgo y no estaba familiarizada con ciertos aspectos del trabajo, así que me preocupaba que, si la ofendía y esto afectaba nuestra relación de trabajo, no me ayudaría cuando tuviera problemas con mi deber. Por esta razón, no le señalé mi observación. Poco después, me di cuenta de que Wang Ran a menudo emitía veredictos sobre las personas según su carácter arrogante cuando hacía ajustes en el personal. Decía: “Esta persona no sirve” y “Esa no es buena”, e inventaba todo tipo de excusas para no cultivarlas. Como consecuencia, algunos proyectos de la iglesia avanzaban con lentitud al no asignarse personas adecuadas para manejarlos. Cuando nuestro líder se enteró, nos pidió que encontráramos candidatos adecuados lo antes posible, pero cuando Wang Ran vio a los candidatos que le sugerí, inmediatamente dijo que no eran buenos. Pensé: “Se necesitan que más hermanos y hermanas participen en la obra de la iglesia, pero ella, aparte de no cultivar a las personas, fue un obstáculo en la tarea. Está trastornando y perturbando la obra de la iglesia”. Quería comunicarle la gravedad del asunto, pero temía que, si hablaba con demasiada franqueza, me guardaría rencor, así que le dije de manera casual: “No debemos emitir veredictos sobre las personas”. Sin embargo, Wang Ran no aceptó mi sugerencia. En otra ocasión, cuando fui a una iglesia con ella para organizar la elección de un líder, un hermano hizo algunas preguntas porque no tenía claros ciertos principios relacionados con la elección, pero Wang Ran no le compartió la verdad ni le ayudó a resolver las dudas. Incluso se ofendió al considerarlo problemático, y le criticó. Esto provocó un ambiente muy incómodo durante la reunión e influyó en la elección. Vi que, como líder, Wang Ran no trató a los hermanos y hermanas con amor, los limitó desde su posición de estatus y perturbó la elección. Quería decirle algo, pero cuando iba a hacerlo, pensé en cómo antes, cuando le planteé sus deficiencias, no solo no aceptó mi opinión, sino que incluso se mostró reticente y resentida. Si volvía a rechazar mi sugerencia y me llamaba la atención delante de tantos hermanos y hermanas, de seguro me avergonzaría. “Olvídalo”, pensé, “cuantos menos problemas, mejor; No debería meterme en problemas”. Unos días después, la diaconisa del evangelio me mencionó que Wang Ran no resolvía los problemas y las dificultades reales de los hermanos y hermanas durante las reuniones, su rendimiento de trabajo era flojo y, cuando la buscaban para encontrar sendas de solución, los ignoraba, no se tomaba en serio sus peticiones, e incluso se enfadaba y los reprendía. A pesar de señalarle estos problemas en varias ocasiones, seguía sin aceptar sus sugerencias, por lo que la diaconisa propuso que escribiéramos juntas un informe sobre los problemas de Wang Ran. Pensé que todo lo que decía la diaconisa era verdad y que, por principios, debíamos sin duda informarlo. Pero, luego pensé: “Si escribimos el informe y nuestro líder viene a investigar, ¿admitirá Wang Ran que actuó mal, o pensará que me dejé llevar por una opinión sesgada y que intentaba excluirla? Si tenso la relación, ¿cómo cumpliremos nuestros deberes juntas en el futuro? Mejor no digo nada”. Tras decidirme, le dije a la diaconisa que, antes de tomar una decisión, esperaría a que todo se aclare primero mediante la investigación. Después de eso, empecé a notar que Wang Ran tenía cada vez más y más problemas. Una vez, mientras revisaba nuestra cuenta, descubrí que no estaba utilizando el dinero de la iglesia de acuerdo a los principios. Había comprado cosas para la iglesia sin hablarlo con nadie y sin considerar si eran compras prácticas. Las cosas que compró no eran adecuadas para los fines de la iglesia y no se pudieron utilizar, lo que significa que había malgastado el dinero de la iglesia. Me sentía bastante culpable al ver cómo se desarrollaba esa situación y pensé: “Esta vez tengo que proteger los intereses de la iglesia. Tengo que señalarle sus problemas y tener una charla seria y larga con ella”. Pero cuando por fin lo hice, no solo no aceptó mis sugerencias, sino que incluso intentó discutir conmigo y defenderse. Quería exponer la naturaleza y las consecuencias de sus acciones, pero entonces pensé: “Si soy muy dura en mi exposición, además de guardarme rencor, me pondrá mala cara todos los días. Me hará la vida mucho más difícil”. Así que le recordé, con mucho tacto, que cuando nos enfrentamos a problemas como líderes, debemos buscar más y tener un corazón temeroso de Dios. Después de eso, Wang Ran empezó a tener cierta predisposición en contra mía. Me ignoraba cuando hablábamos de trabajo y me decía que lo resolviera yo misma. Sentía que, constantemente, no era responsable de su deber, que actuaba de forma imprudente y arbitraria, que no aceptaba la poda ni la verdad, y que no era apta para continuar con su deber. Quería escribir una carta al líder sobre su situación, pero me preocupaba que, si la despedían, pensara que la había delatado a sus espaldas y me guardara rencor por esto. Entonces sería incómodo cada vez que nos viéramos. Lo medité durante un rato, pero al final decidí abandonar la idea de escribir una carta al líder. Me sentí muy culpable de que, a pesar de entender la verdad, todavía era incapaz de practicarla porque mi carácter corrupto me limitaba. Durante los siguientes días, no me apetecía hacer nada y me topaba con un muro en todo lo que intentaba hacer, y me sentía fatal por dentro. Oraba a menudo, hablándole a Dios sobre mi situación y pidiéndole que me guiara para entenderme a mí misma.

Un día durante las devociones, vi este pasaje de las palabras de Dios: “Cuando veis un problema y no hacéis nada para pararlo, no comunicáis sobre él ni tratáis de limitarlo y, además, no informáis sobre él a vuestros superiores, sino que hacéis el papel de un complaciente, ¿es esto una señal de deslealtad? ¿Son estos complacientes leales a Dios? Ni un poco. Tal persona no es solo desleal con Dios, también actúa como cómplice de Satanás, su asistente y seguidora. Son desleales respecto a su deber y responsabilidad, pero le son bastante leales a Satanás. Ahí radica la esencia del problema. En cuanto a la inhabilidad profesional, es posible aprender constantemente y reunir experiencias mientras cumples con tu deber. Tales problemas pueden ser fácilmente resueltos. Lo más difícil de resolver es el carácter corrupto del hombre. Si no perseguís la verdad ni resolvéis vuestro carácter corrupto, sino que siempre os desempeñáis como complacientes, y no podáis ni ayudáis a los que habéis visto violar los principios, ni los ponéis en evidencia o reveláis, sino que siempre reculáis y no asumís la responsabilidad, entonces un cumplimiento del deber como el vuestro solo comprometerá y demorará la obra de la iglesia. Tratar el cumplimiento del deber como una nimiedad sin asumir ni un mínimo de responsabilidad no solo afecta a la efectividad del trabajo, sino que también conlleva retrasos continuos en la obra de la iglesia. Cuando cumples tu deber de esa manera, ¿no estás siendo superficial e intentando engañar a Dios? ¿Demuestra eso algo de lealtad hacia Él? Si constantemente eres superficial en el cumplimiento de tu deber y nunca te arrepientes, inevitablemente serás descartado(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El correcto cumplimiento del deber requiere de una cooperación armoniosa). Las palabras de Dios me ayudaron a entender cómo los complacientes temen ofender a los demás, no tienen en cuenta los intereses de la casa de Dios por estar siempre preocupados por mantener sus relaciones personales, y, para proteger sus propios intereses, no dudan en sacrificar los intereses de la casa de Dios. En esencia, solo actúan como lacayos de Satanás al trastornar y perturbar la obra de la casa de Dios. No tienen la menor lealtad al deber y son especialmente egoístas y despreciables. Al reflexionar sobre mi tiempo de colaboración con Wang Ran, había discernido claramente que se había revelado como una falsa líder, y había que exponerla y denunciarla según los principios-verdad, pero me preocupaba que por eso me guardara rencor y dificultara la interacción con ella en el futuro. Como resultado, para mantener nuestra relación, actué como alguien complaciente, mirando hacia otro lado mientras ella causaba trastornos y perturbaciones en la iglesia e infligía daño a la obra de la iglesia. En cuanto a mí, fui desdeñada por Dios, caí en la oscuridad y sufrí mucho. Las palabras de Dios describían bien mi comportamiento: “Actúa como cómplice de Satanás, su asistente y seguidora. Son desleales respecto a su deber y responsabilidad, pero le son bastante leales a Satanás”. Dios me había mostrado Su gracia mediante la oportunidad de cumplir con mi deber como líder con la expectativa de que consideraría Sus intenciones y protegería la obra de la iglesia, pero en el momento más crucial, no estuve a la altura. De hecho, incluso ayudé al enemigo mientras vivía de la iglesia, protegiendo a una falsa líder y actuando como cómplice de Satanás. ¡Dios debe haber odiado y aborrecido mis acciones! Pensé: “Sabía que debía informar sobre la falsa líder por trastornar y perturbar la obra de la iglesia, y me sentía culpable por no haberlo hecho. Quería practicar la verdad, ¿por qué no podía hacerlo? ¿Qué me estaba controlando?”.

Más adelante, me encontré con este pasaje de las palabras de Dios: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y no hayan comprendido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes sentimientos tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro del hombre. Entonces, ¿qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persigue la gente, lo hace para sí misma, por tanto solo vive para sí misma. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. […] La naturaleza satánica del hombre contiene gran cantidad de filosofías y venenos satánicos. En ocasiones, tú mismo no eres consciente de ellas y no las entiendes, pero vives basándote en estas cosas cada momento de tu vida. Además, piensas que estas cosas son muy correctas y razonables y que no están en absoluto equivocadas. Esto es suficiente para ilustrar que las filosofías de Satanás se han convertido en la naturaleza de las personas, y que estas viven completamente de acuerdo con esas filosofías, pensando que esa manera de vivir es buena y sin ningún sentido de arrepentimiento en absoluto. Por lo tanto, constantemente están revelando su naturaleza satánica y constantemente viven según las filosofías de Satanás. La naturaleza de Satanás es la vida de la humanidad, y es la esencia-naturaleza de esta(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). A través de las palabras de Dios, aprendí que la raíz de mi comportamiento de complacer a la gente era que vivía de acuerdo a los venenos de Satanás, tales como: “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”, “Callarse los errores de los buenos amigos hace la amistad larga y buena”, “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”, etc. Estos venenos ya habían echado raíces en mi corazón, y vivía de acuerdo a ellos, buscando siempre mantener mis relaciones con los demás. Me volví cada vez más egoísta, falsa y carente de apariencia humana para guardar las apariencias. Estos venenos se habían convertido en mi propia naturaleza y controlaban todas mis acciones. Obviamente, conocía la verdad, pero no podía practicarla. Antes de empezar a creer en Dios, no importaba con quién me relacionaba, siempre prefería ceder en mis palabras y acciones con tal de mantener mi relación con esa persona y causarle buena impresión. Después de creer en Dios, seguí viviendo bajo estos venenos satánicos. Con tal de mantener mi relación con Wang Ran, no le mencioné sus problemas cuando los noté y no la desenmascaré ni la denuncié después de ver claramente que se había revelado como una falsa líder, lo que causó daños a la obra de la iglesia. Me di cuenta de que era una persona falsa, halagadora y aduladora. Al centrarme en mis esfuerzos por mantener las relaciones con los demás, no le di la más mínima importancia a la obra de la casa de Dios o a la entrada en la vida de mis hermanos y hermanas. No estaba cumpliendo, en absoluto, con mi deber; ¡Estaba haciendo el mal! Prefería ofender a Dios que a mis semejantes. En mi afán por proteger mis propios intereses, no puse en práctica la verdad, no actué según los principios y serví como un lacayo de Satanás, permitiendo que una falsa líder dañara la obra de la iglesia a su antojo. ¡Qué detestable! Fue solo entonces cuando me di cuenta de que la gente complaciente tiene mal corazón, ¡y Dios la detesta! Sin duda, si no me arrepentía sería desdeñada y descartada por Dios.

Más tarde, vi otro pasaje de las palabras de Dios que decía: “Si tienes las motivaciones y la perspectiva de una ‘complaciente’, entonces, en todos los asuntos, serás incapaz de practicar la verdad y acatar los principios, y fracasarás y caerás siempre. Si no despiertas y no buscas nunca la verdad, entonces eres un incrédulo, y nunca obtendrás la verdad y vida. Así pues, ¿qué deberías hacer? Cuando te enfrentes con esas cosas, debes orar a Dios y llamarle, suplicando salvación y pidiéndole que te otorgue más fe y fuerza, y te permita acatar los principios, hacer lo que debas hacer, manejar las cosas de acuerdo con los principios, mantenerte firme en la posición que debes defender, proteger los intereses de la casa de Dios y evitar que entre algo perjudicial en la obra de la casa de Dios. Si puedes rebelarte contra tus propios intereses, tu orgullo y tu punto de vista de complaciente y si haces lo que debes hacer con un corazón honesto e íntegro, entonces habrás derrotado a Satanás y habrás ganado este aspecto de la verdad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “Todos vosotros decís que tenéis consideración por la carga de Dios y defenderéis el testimonio de la iglesia, pero ¿quién de vosotros ha considerado realmente la carga de Dios? Hazte esta pregunta: ¿Eres alguien que ha mostrado consideración por Su carga? ¿Puedes tú practicar la justicia por Él? ¿Puedes levantarte y hablar por Mí? ¿Puedes poner firmemente en práctica la verdad? ¿Eres lo bastante valiente para luchar contra todos los hechos de Satanás? ¿Serías capaz de dejar de lado tus sentimientos y dejar a Satanás al descubierto por causa de Mi verdad? ¿Puedes permitir que Mis intenciones se satisfagan en ti? ¿Has ofrecido tu corazón en el momento más crucial? ¿Eres alguien que sigue Mi voluntad? Hazte estas preguntas y piensa en ellas a menudo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 13). A través de las palabras de Dios, me di cuenta de que denunciar y desenmascarar a los falsos líderes es deber y responsabilidad de cada uno de los elegidos de Dios, y es algo positivo. Hacer esto protege la obra de la iglesia de obstrucciones, permite a los hermanos y hermanas tener una buena vida en la iglesia, y ayuda a los falsos líderes a realmente comprender sus acciones y a arrepentirse ante Dios a tiempo. En cuanto a mí, creía erróneamente que denunciar a un falso líder sería ofensivo para esa persona y entonces, pese a ver claramente que Wang Ran no hacía un trabajo real, no la denuncié ni la desenmascaré, lo que terminó obstruyendo cada uno de los proyectos de la iglesia. Era una negligencia muy seria. Tuve que dejar de regir mi vida según la filosofía satánica sobre mantener mi relación con los demás. Tenía que estar al lado de Dios, manejar los asuntos según los principios, proteger la obra de la iglesia y actuar con un sentido de rectitud. Solo así estaría de acuerdo con la intención de Dios. Oré a Dios, y le dije: “¡Oh, Dios! Una y otra vez, Tú me has dado oportunidades para practicar la verdad, pero he vivido continuamente con un carácter corrupto, protegiéndome a mí misma y fracasando en satisfacerte. Esta vez, ya no estoy dispuesta a vivir según la filosofía de alguien complaciente para los asuntos mundanos y escribiré una carta para desenmascarar a Wang Ran”. Justo cuando me iba a preparar para escribir mi informe, mi líder me invitó a una reunión y procedí a informarles de todos los problemas que tenía Wang Ran. También me sinceré sobre cómo había sido una complaciente durante ese periodo, sin practicar la verdad y causando daños a los intereses de la iglesia.

Tras echar un vistazo al asunto e investigarlo, se descubrió que Wang Ran era una falsa líder que no hacía un trabajo real y que debía ser despedida. El día del despido de Wang Ran, después de que el líder terminara de desenmascarar su comportamiento, me pidieron que indicara mis observaciones. Estaba un poco preocupada: “Si la desenmascaro, seguro que me guardará rencor y creerá que solo la despidieron porque informé sus problemas. ¿No dificultará eso la interacción con ella en el futuro?”. Me di cuenta de que otra vez intentaba mantener una relación personal y estaba actuando como alguien complaciente, así que oré a Dios en silencio. Entonces recordé un pasaje de las palabras de Dios: “Dios les ha concedido mucha verdad a las personas; te ha guiado durante mucho tiempo y te ha proporcionado tanto con el objetivo de que des testimonio y protejas la obra de la iglesia. Resulta que, cuando las personas malvadas y los anticristos llevan a cabo acciones malvadas y perturban la obra de la iglesia, te vuelves asustadizo y retrocedes, huyendo y cubriéndote la cabeza con las manos. Eres un bueno para nada. No puedes vencer a los satanases, no has dado testimonio y Dios te detesta. En este momento crucial debes levantarte y librar una guerra contra los satanases, sacar a la luz las acciones malvadas de los anticristos, condenarlos y maldecirlos, dejarlos sin un lugar donde esconderse y depurarlos de la iglesia. Solo eso se puede considerar vencer a los satanases y sellar su sino(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VIII)). Las palabras de Dios me dieron el poder de practicar la verdad. Pensé en cómo, en el pasado, había perdido muchas oportunidades de practicar la verdad porque quería protegerme e intentaba leer las expresiones de la gente y actuar en consecuencia. Esta vez, tenía que confiar en Dios para practicar la verdad, desenmascarar todos los problemas de Wang Ran y ayudarla a reflexionar y a conocerse. Teniendo esto en cuenta, procedí a señalar todos los problemas de Wang Ran, uno a uno, y me sentí muy a gusto en el proceso.

A través de esta experiencia, me he dado cuenta de que ser una complaciente es perjudicial para mí misma y para los demás, y Dios desdeña a dichas personas. Dios no perfecciona a los complacientes. A Dios le gusta la gente honesta que tiene convicciones claras sobre lo que les gusta y lo que no, y que tiene un sentido de rectitud y es capaz de proteger los intereses de la casa de Dios. Solo esa gente hace su deber conforme a las intenciones de Dios, y puede alcanzar la salvación.

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