Vi claramente mi verdadera estatura
Por Ding Xiang, provincia de Shandong En una junta de los líderes de la iglesia a la que una vez asistí, una lideresa de la iglesia recién...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Una carta para mi esposa
Querida Huijuan:
Recibí tu carta. En ella decías que la iglesia había expulsado a nuestros hijos. Al principio no pude aceptarlo. Recuerdo que, hace unos años, cuando llegué a casa, Xiaotao y Xiaomin todavía se reunían y cumplían con su deber. ¿Cómo llegaron a ser expulsados? Aunque realmente no perseguían la verdad, ambos tenían fe sincera. ¿Les pedía demasiado el líder? ¿Fue un error expulsarlos? Llegué a dirigir mis quejas hacia ti. Nuestros hijos seguían las tendencias mundanas, solo les importaba ir en pos del dinero y no querían cumplir con un deber ni comer y beber las palabras de Dios. Me preguntaba por qué no habías hecho un esfuerzo para hablar con ellos. Si hubiera estado en casa, los podría haber ayudado y sustentado más y no habría dejado que llegaran al extremo de ser expulsados. Durante esos días, ese era el tipo de ideas que tenía en la cabeza, y por la noche me acostaba en la cama sin poder dormir, obsesionado con los recuerdos felices de todos nosotros juntos cantando alabanzas a Dios y comiendo y bebiendo Su palabra. Me acuerdo de que te dije que esperaba que toda la familia persiguiera con diligencia la verdad, fuera salvada por Dios, continuara viviendo en Su reino y lo maravilloso que sería esto. Jamás esperé que, a punto de concluir la obra de Dios, a nuestros hijos serían revelados como incrédulos y los expulsarían de la iglesia. ¿Esto no implicaba que habían perdido la ocasión de salvarse? Cuanto más lo pensaba, más me acongojaba. Al ver que los desastres iban en aumento y la pandemia empeoraba, me preocupaba especialmente el futuro de nuestros hijos. Incluso quise escribir una carta al líder de la iglesia para preguntarle si nuestros hijos podrían permanecer para ser mano de obra para la iglesia, de manera que hubiera un rayo de esperanza para su salvación. Tras pasar años lejos en mi deber por la persecución del PCCh, sentía que no había cuidado de ellos ni cumplido con mis responsabilidades como padre. Me sentía en deuda con ellos. Huijuan, ¿sabías que, mientras vivía en ese estado, mi corazón estaba de lleno en tinieblas y abatimiento, y no podía centrarme en el deber? Consciente de mi estado equivocado, oré a Dios: “¡Dios mío! Me duele saber que a mis hijos los han expulsado de la iglesia. Aunque sé que Tú lo permites y yo debería someterme, no puedo olvidarme de mis hijos y creo que les debo mucho. Dios mío, por favor, te pido esclarecimiento para comprender la verdad de esto y no dejarme limitar por mis afectos”.
Después de orar, leí la palabra de Dios: “¿Había detalles específicos en las prácticas de Job? Primero, hablemos de la forma en que trataba a sus hijos. Su objetivo era someterse a las disposiciones e instrumentaciones de Dios en todas las cosas; no intentaba forzar lo que Dios no hacía ni elaboraba planes y cálculos a partir de la voluntad humana. Job prestaba atención y esperaba las disposiciones e instrumentaciones de Dios en todas las cosas. Ese era un principio general. […] ¿Cómo trataba Job a sus hijos? Simplemente cumplía con su responsabilidad como padre, compartiendo el evangelio y hablando con ellos sobre la verdad. Sin embargo, le escucharan o no, le obedecieran o no, Job no los obligó a creer en Dios, no los arrastró pataleando y gritando ni interfirió en sus vidas. Sus ideas y opiniones eran diferentes a las suyas, así que no interfirió en lo que hacían, ni en la senda que seguían. ¿Acaso Job hablaba muy poco con sus hijos sobre creer en Dios? Desde luego, había hablado bastante con ellos sobre este tema, pero se negaron a escucharle y no lo aceptaron. ¿Qué actitud adoptó Job al respecto? ‘He cumplido con mi responsabilidad; en cuanto a la clase de senda que tomen, eso depende de lo que elijan, y depende de las instrumentaciones y disposiciones de Dios. Si Dios no obra en ellos ni los conmueve, no trataré de forzarlos’. Por lo tanto, Job no oró por ellos ante Dios ni lloró lágrimas de angustia por ellos, ni ayunó ni sufrió de ninguna manera. No hizo estas cosas. ¿Por qué Job no hizo nada de eso? Porque ninguna de ellas era una forma de someterse a la soberanía y a las disposiciones de Dios; todas ellas surgían de ideas humanas y eran maneras de forzar activamente el asunto. […] Su método de práctica era correcto; en toda forma en que practicaba, en el punto de vista, actitud y estado con que trataba todo, siempre estaba en una posición y estado de someterse, esperar, buscar y después alcanzar el conocimiento. Esta actitud es muy importante. Si las personas no tienen nunca este tipo de actitud en nada de lo que hacen, albergan ideas personales especialmente fuertes y anteponen sus intenciones y beneficios personales a todo lo demás, ¿se están sometiendo realmente? (No). En ese tipo de personas no se puede ver la auténtica sumisión; son incapaces de lograrla” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Principios de práctica de la sumisión a Dios). Al leer este pasaje de la palabra de Dios, me sentí humillado y avergonzado. Job no trataba a sus hijos según sus afectos y era capaz de ser racional. Aunque esperaba que sus hijos creyeran en Dios y se guardaran del mal para no pecar en exceso y no seguir el camino a la aniquilación, cuando vio que no adoraban a Dios y tenían festines a diario, no los forzó a mejorar su conducta ni a tomar una senda determinada. Se sometió a la orquestación y arreglos de Dios y se abstuvo de pecar contra Él. Luego, cuando sus hijos murieron aplastados, Job no culpó a Dios. Vi que, en el trato hacia sus hijos, Job temía y se sometía a Dios. Sin embargo, yo, cuando supe que mi hijo había dejado la iglesia por los afanes mundanos y a mi hija la habían expulsado, me centré en mi afecto carnal por mi familia. Pensé en cómo podrían aferrarse a cierta esperanza de recibir bendiciones. Fuera sincera su fe o no, buscaran la verdad o no, quería que pudieran permanecer en la iglesia. Hasta quise decirle al líder que les diera otra oportunidad dejándolos permanecer para ser mano de obra para la iglesia como fuera posible. Con respecto a mis hijos, quería salvar las cosas mediante métodos humanos. No me sometía a la soberanía ni a las disposiciones de Dios. Sobre todo cuando descubrí que a mis hijos los calificaron de incrédulos, no solo no busqué la verdad para discernir su esencia, sino que vivía en la incomprensión, dudando si el líder había abordado las cosas de forma justa, y perdí mi motivación para el deber. En mi corazón únicamente cabían mis hijos, no Dios. Recordé una de las claras exigencias en los decretos administrativos de Dios que dice: “Los familiares que no comparten tu misma fe (tus hijos, tu marido o tu esposa, tus hermanas o tus padres, etcétera) no deben ser forzados a ir a la iglesia. La casa de Dios no está escasa de miembros y no hay necesidad de maquillar sus cifras con personas que no son de utilidad. No se debe llevar a la iglesia a todos aquellos que no creen de buen grado. Este decreto va dirigido a todas las personas. Debéis controlar, monitorear y haceros recordatorios los unos a los otros respecto a este asunto y nadie puede violarlo” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los diez decretos administrativos que el pueblo escogido de Dios debe obedecer en la Era del Reino). Me acuerdo de que decías en tu carta que los hermanos y hermanas los habían sustentado mucho y que ellos mismos habían decidido no arrepentirse, y nunca leer las palabras de Dios ni reunirse por mucho tiempo. Esto ya indicaba que eran incrédulos, pero yo ignoré las palabras de Dios y, por mis afectos, quise mantenerlos en la iglesia. ¡Fui tan rebelde! No puedo seguir ateniéndome a mis afectos. Al tratar a nuestros hijos, tengo que ser como Job, buscar la verdad y someterme a la orquestación y los arreglos de Dios. Esta es la razón que debo tener.
Luego, pensé en toda la gente que había sido revelada y descartada en los últimos años. Yo no tenía nociones sobre eso porque sabía que Dios es justo y que en Su casa impera la verdad y no se agravia a nadie. Sin embargo, ante la expulsión de nuestros hijos, ¿por qué no me sometí a Dios ni alabé Su justicia, sino que, por mis afectos, dudé si la iglesia había abordado las cosas de forma justa?
Proseguí leyendo la palabra de Dios: “¿Qué caracteriza a los sentimientos? Desde luego, nada positivo. Es un enfoque en las relaciones físicas y en satisfacer las predilecciones de la carne. El favoritismo, defender los defectos de otros, malcriar, mimar y consentir, todo ello entra dentro del ámbito de los sentimientos. Algunas personas les dan mucha importancia a los sentimientos, reaccionan a cualquier cosa que les ocurra basándose en ellos; en su corazón, saben muy bien que esto está mal, y aun así son incapaces de ser objetivos, y mucho menos de actuar según los principios. Cuando los sentimientos constriñen siempre la conducta de las personas, ¿acaso son capaces de practicar la verdad? ¡Esto resulta extremadamente difícil! La incapacidad de muchas personas para practicar la verdad se reduce a los sentimientos; consideran que estos son especialmente importantes, los ponen en primer lugar. ¿Se trata de personas que aman la verdad? Por supuesto que no. ¿Qué son los sentimientos, en esencia? Son una clase de carácter corrupto. Las manifestaciones de los sentimientos pueden describirse utilizando varias palabras: tener favoritismo, proteger a los demás sin atenerse a los principios, mantener relaciones físicas y tener parcialidad; eso son los sentimientos. ¿Cuáles son las probables consecuencias de que las personas tengan sentimientos y vivan según ellos? ¿Por qué detesta tanto Dios los sentimientos de la gente? A algunos siempre los constriñen sus sentimientos, no pueden poner en práctica la verdad y, aunque desean someterse a Dios, no pueden, de modo que sus sentimientos los atormentan. Muchas personas entienden la verdad, pero no pueden ponerla en práctica; esto también se debe a que sus sentimientos las constriñen. Por ejemplo, algunos abandonan sus hogares para cumplir su deber, pero siempre están pensando en la familia, día y noche, y no pueden cumplirlo bien. ¿Acaso no es esto un problema? Algunos están enamorados en secreto de alguien y solo hay un lugar para esa persona en su corazón, lo que afecta al cumplimiento de sus deberes. ¿Acaso no es esto un problema? Algunos admiran e idolatran a otros; no hacen caso a nadie salvo a esa persona, hasta el extremo de que ni siquiera escuchan lo que Dios dice. Incluso si otra persona comparte con ellos la verdad, no la aceptarán; solo escuchan las palabras de su ídolo. Algunos tienen a un ídolo en el corazón y no permiten que otras personas hablen de él o ni lo mencionen. Si alguien habla de los problemas de su ídolo, se enfadan, lo defienden y contradicen a esa persona. No permitirán que su ídolo sufra indefenso una injusticia y harán todo lo que esté en sus manos para proteger su reputación; sus palabras convierten las malas acciones de su ídolo en buenas y no permiten que la gente diga verdades sobre él o lo ponga en evidencia. Esto no es rectitud; a esto se le llama sentimientos” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad-verdad?). Con la palabra de Dios entendí que los afectos forman parte de un carácter satánico corrupto y que, al atenernos a ellos, no solo no observamos las cosas y a las personas de forma justa, sino que tenemos prejuicios y favoritismo y contravenimos los principios para proteger nuestras relaciones carnales. Como cuando supe que habían expulsado a Xiaotao y Xiaomin: no busqué la intención de Dios ni reflexioné sobre las lecciones que debía aprender ni la verdad en la que debía entrar. En cambio, evocaba la idea de que el líder estaba actuando sin principios. Quería seguir adelante escribiéndole una carta al líder para pedirle que mis hijos fueran perdonados y se les permitiera seguir cumpliendo un deber en la iglesia. Entendí que actuar sentimentalmente respecto a mis hijos era una forma de sesgo y favoritismo carente de principios. Tras todos estos años de fe, sabía que la iglesia tiene unos principios de expulsión de personas y que lo hace basándose en la conducta consistente de una persona, más que por una manifestación pasajera. Solo si alguien no se arrepiente tras recibir amplia ayuda y enseñanza, y si finalmente es definido como persona malvada o incrédulo, será tratado según los principios, y solo con la aprobación de al menos el 80 % de la iglesia será expulsado. Esto es justo y acorde con la verdad. Me acordé de nuestro hijo y de que le había preguntado por qué salió a cumplir con un deber. Me respondió: “Salí a cumplir con un deber porque te extrañaba”. Vi que no había hueco para Dios en su corazón, que no amaba para nada la verdad y que no cumplía con el deber para perseguirla. Cuando vio que la casa de Dios enseñaba continuamente la verdad y que esto no satisfacía sus deseos, quiso renunciar al deber. Los líderes habían hablado muchísimo con él, pero nunca hacía caso. Después de llegar a casa, cuando tenía tiempo, prefería ponerse a jugar en vez de leer la palabra de Dios. ¡Era un incrédulo! Lo mismo con nuestra hija, creyente desde hacía más de una década, pero que rara vez comía o bebía las palabras de Dios y cuyas opiniones eran como las de los no creyentes. Aunque a veces cumplía con su deber, siempre que este no coincidía con sus nociones o afectaba a sus intereses, no lo hacía. No tenía auténtica fe en Dios y, en esencia, también era una incrédula.
Recordé un pasaje de las palabras de Dios: “Cuando a ojos de Dios se define realmente que alguien se ha retirado, en realidad no es meramente una cuestión de que se haya marchado de Su casa, de que ya no se lo vea más o de que lo hayan quitado de la lista de la iglesia. La realidad es que si una persona no lee las palabras de Dios, al margen de la magnitud de su fe y de si se reconoce a sí mismo como un creyente en Dios, esto demuestra que no reconoce en el corazón que Dios existe ni que Sus palabras son la verdad. Para Dios, esa persona ya se ha retirado y ya no cuenta como miembro de Su casa. Los que no leen las palabras de Dios son uno de los tipos de personas que se han retirado. […] Hay otro tipo: los que se niegan a cumplir deberes. No quieren hacer nada, sea lo que sea lo que la casa de Dios les pida que hagan, ya sea cualquier tipo de trabajo, cualquier deber, en asuntos importantes o poco trascendentes, incluso algo tan simple como transmitir un mensaje ocasional. Ellos, que se proclaman a sí mismos creyentes en Dios, no pueden ni siquiera hacer tareas para cuya realización se podría buscar la ayuda de un no creyente. Esto es rechazo a aceptar la verdad y a cumplir un deber. Por mucho que los hermanos y hermanas los exhorten, se niegan y no lo aceptan; cuando la iglesia dispone algún deber para que lo cumplan, lo ignoran y ponen muchas excusas para rehusarlo. Son personas que se niegan a cumplir deberes. Para Dios, estos individuos ya se han retirado. Su retirada no es una cuestión de que la casa de Dios los haya echado o los haya quitado de su lista; se trata más bien de que ellos mismos no tienen una fe real; no se reconocen a sí mismos como creyentes en Dios” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12: Quieren retirarse cuando no tienen estatus ni esperanza de recibir bendiciones). “¿Quién es Satanás, quiénes son los demonios y quiénes son los enemigos de Dios, sino opositores que no creen en Dios? ¿No son esas las personas que son rebeldes contra Dios? ¿No son esos los que verbalmente afirman tener fe, pero carecen de la verdad? ¿No son esos los que solo buscan obtener las bendiciones, mientras que no pueden dar testimonio de Dios? Todavía hoy te mezclas con esos demonios y los tratas con conciencia y amor, pero, en este caso, ¿no estás teniendo buenas intenciones con Satanás? ¿Acaso no te estás compinchando con los demonios? Si las personas han llegado a este punto y siguen sin ser capaces de distinguir entre lo bueno y lo malo, y continúan siendo ciegamente amorosas y misericordiosas sin ningún deseo de buscar las intenciones de Dios o sin ser capaces de ninguna manera de considerar las intenciones de Dios como propias, entonces su final será mucho más desdichado” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo).
Huijuan, tras leer estas palabras de Dios, vi lo vergonzosamente idiota que era. Había querido mantener a nuestros hijos en la iglesia por medios humanos, pues creía que quizá sobrevivirían al final si servían de mano de obra en la iglesia. Pero, a la luz de la palabra de Dios, veo lo absurdo de mi mentalidad. De hecho, todos los que creen en Dios, pero no leen Su palabra ni cumplen un deber, no tienen reconocimiento alguno como creyentes en Dios aunque todavía no los hayan expulsado, pues, a ojos de Dios, ya han abandonado. Comparé esto con la conducta de mis hijos. Después de todos sus años de fe, Xiaotao aún seguía las modas mundanas y no leía las palabras de Dios ni cumplía con un deber. Comprobé que no amaba nada la verdad y que, básicamente, era reacio a ella y era un incrédulo. Xiaomin llevaba años en la fe, pero jamás se centraba en leer las palabras de Dios, y solo por esto la podrían haber expulsado por incrédula. La casa de Dios no necesita gente así de relleno, y ni mucho menos la mano de obra de dichos incrédulos. Aunque la iglesia no los hubiera expulsado, Dios no los habría reconocido como creyentes. Al darme cuenta de esto, comprendí por completo que la expulsión de Xiaotao y Xiaomin estaba totalmente en línea con las palabras de Dios y los principios-verdad. Yo debía discernir cómo eran, defender a Dios para ver las cosas según los principios-verdad y someterme a la soberanía y los arreglos de Dios. Sin embargo, trataba a nuestros hijos según mis afectos y, sin conocer la realidad, sospechaba que el líder los había expulsado por error y yo quería que estos incrédulos se quedaran de relleno en la iglesia. Siempre protegía mis relaciones carnales. ¿No me estaba confundiendo con los demonios, extendiendo buenas intenciones y afecto hacia Satanás, como exponía Dios? No distinguía el bien del mal, me identificaba con los demonios y, en esencia, me resistía a Dios.
También me preguntaba por qué me sentía tan hondamente culpable y me reprochaba a mí mismo cuando expulsaron a nuestros hijos y por qué creía no haber cumplido con mis responsabilidades como padre conjeturando que, de haber encontrado tiempo para volver a casa a hablarles y ayudarlos más, nunca habrían llegado a este punto. Huijuan, ¿es tu estado el mismo que el mío? Luego leí unas palabras de Dios que diseccionaban y exponían el pensamiento tradicional y descubrí que me influía la noción tradicional de que “Crecer sin aprender es culpa del padre”. Dicen las palabras de Dios: “¿Qué clase de expresión es ‘Crecer sin aprender es culpa del padre’? ¿En qué sentido es errónea? Lo que significa esta expresión es que, si los hijos son desobedientes o inmaduros, es responsabilidad del padre, lo que implica que los padres no los educaron bien. ¿Pero es así en realidad? (No). Algunos padres se comportan de manera adecuada y aun así sus hijos son unos matones y sus hijas son prostitutas. El hombre que desempeña el papel de padre se enfada y dice: ‘Crecer sin aprender es culpa del padre. ¡Los he malcriado!’. ¿Es adecuado decir esto o no? (No, no es lo correcto). ¿Por qué no? Si puedes entender qué tiene de incorrecto esta expresión, eso demuestra que entiendes la verdad y entiendes lo que no es correcto respecto al problema que subyace a esta expresión. Si no entiendes la verdad respecto a este asunto, no puedes explicarlo con claridad” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). “Lo primero que hay que aclarar es que es un error decir: ‘La incapacidad de los hijos para seguir la senda correcta es culpa de sus padres’. Quienquiera que sea, si pertenece a cierto tipo de persona, caminará por cierta senda. ¿Me equivoco? (No). La senda que toma una persona determina lo que es. La senda que toma y la clase de persona en la que se convierte dependen de ella. Son cosas predestinadas, innatas, y tienen que ver con la naturaleza de la persona. Por tanto, ¿de qué sirve la educación parental? ¿Puede gobernar la naturaleza de una persona? (No). La educación parental no puede gobernar la naturaleza humana ni resolver el problema de qué senda ha de tomar una persona. ¿Cuál es la única educación que pueden proveer los padres? Algunos comportamientos simples en la vida diaria de sus hijos, algunos pensamientos y reglas de conducta bastante superficiales; estas son cosas que tienen algo que ver con los padres. Antes de que sus hijos lleguen a la edad adulta, los padres deberían cumplir la responsabilidad que les corresponde, que es educar a sus hijos para seguir la senda correcta, estudiar mucho y esforzarse por sobresalir entre los demás cuando se hacen mayores, así como no hacer cosas malas ni convertirse en malas personas. Los padres deben también regular el comportamiento de sus hijos, enseñarles a ser educados y saludar a sus ancianos cuando los ven, así como otras cosas relativas al comportamiento; esta es la responsabilidad que los padres deben cumplir. La influencia parental equivale a ocuparse de la vida de un hijo y educarlo por medio de algunas reglas básicas de comportamiento. En cuanto a la personalidad del hijo, no es algo que puedan enseñar los padres. Algunos padres son relajados y lo hacen todo a un ritmo tranquilo, mientras que sus hijos son muy impacientes y no pueden permanecer quietos ni siquiera un rato. Se marchan a hacer su propia vida cuando tienen catorce o quince años, toman sus propias decisiones en todo, no necesitan a sus padres y son muy independientes. ¿Se lo enseñan sus padres? No. Por tanto, la personalidad de una persona, el carácter e incluso su esencia, así como la senda que elige en el futuro, no tienen nada que ver en absoluto con sus padres. […] Algunos padres creen en Dios y educan a sus hijos para que crean en Él, pero digan lo que digan, sus hijos no creen y no hay nada que estos padres puedan hacer al respecto. Otros padres no creen en Dios, mientras que sus hijos sí creen en Él. Una vez que sus hijos empiezan a creer en Dios, lo siguen, se esfuerzan por Él, son capaces de aceptar la verdad y obtienen la aprobación de Dios y de ese modo cambia su porvenir. ¿Es esto resultado de la educación parental? En absoluto, tiene que ver con la predestinación y la selección de Dios. Hay un problema con la expresión ‘Crecer sin aprender es culpa del padre’. Aunque los padres tienen la responsabilidad de educar a sus hijos, el porvenir de un hijo no lo deciden sus padres, sino la naturaleza del hijo. ¿Puede la educación resolver el problema de la naturaleza de un hijo? No puede resolverla de ningún modo. La senda que toma una persona en la vida no la determinan sus padres, sino que está predestinada por Dios. Se dice que ‘El cielo decide el porvenir del hombre’, y este dicho condensa la experiencia humana. No puedes saber qué senda va a tomar una persona antes de que alcance la edad adulta. Una vez que se hace adulta y tiene pensamientos y puede reflexionar respecto a los problemas, elegirá qué hacer cuando se halle en una comunidad más amplia. Algunas personas dicen que quieren ser funcionarios superiores, otros aseguran querer ser abogados y otros escritores. Todo el mundo cuenta con sus propias elecciones e ideas. Nadie dice: ‘Me limitaré a esperar que mis padres me eduquen. Me convertiré en aquello para lo que mis padres me eduquen, sea lo que sea’. Nadie es tan necio. Tras llegar a la edad adulta, las ideas de la gente comienzan a agitarse y a madurar poco a poco, y así la senda y los objetivos que tiene por delante se vuelven cada vez más claros. En este momento, poco a poco, resulta obvio y visible a qué tipo de persona pertenece y de qué grupo forma parte. A partir de este punto, la personalidad de cada persona se define claramente y de manera gradual, al igual que su carácter y la senda que persigue, su dirección en la vida y el grupo al que pertenece. ¿En qué se basa todo esto? En última instancia, esto es lo que Dios ha predestinado, no tiene nada que ver con los padres de uno. ¿Lo veis ahora claro?” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). La palabra de Dios diseccionaba claramente la noción tradicional de que “Crecer sin aprender es culpa del padre”. El futuro de nuestros hijos y la senda que sigan los determina exclusivamente su naturaleza. No tiene nada que ver con nuestra crianza. La crianza solo puede afectar a la vida diaria de un hijo o a alguna de sus conductas externas, pero para nada a su naturaleza. Una vez que maduran mentalmente, los hijos eligen otras sendas acordes a su naturaleza innata y se introducen en las categorías a las que pertenecen. Esto viene predestinado por Dios y nadie lo puede cambiar. Pero yo no podía percibir la esencia-naturaleza de nuestros hijos en lo referido a la senda de fe que tomaron. Hasta quise ayudarlos a mi modo para que permanecieran en la fe y en la iglesia. Esperaba en vano que mis métodos salvaran su destino. Me resistía tercamente a Dios. Soy un ser creado insignificante y ni siquiera controlo mi propio destino; ¿cómo podía esperar controlar el futuro de nuestros hijos o cambiar sus destinos? Era muy arrogante e ignorante y sobrevaloraba mis capacidades. Me pregunté entonces: “¿Por qué pienso así?”. Me acordé de cuando eran pequeños y todos creíamos juntos en el Señor y de que, cuando aceptamos la obra de Dios de los últimos días, los llevamos a la iglesia y los animamos a asumir un deber. Creía que su posibilidad de creer en Dios guardaba relación directa con nuestra crianza. Así pues, cuando me enteré de que los habían expulsado, pensé que no había cumplido con mis responsabilidades como padre y que, de haber estado más con ellos para ayudarlos y enseñarles, a lo mejor no habrían abandonado la fe y perseguido al mundo. Con la palabra de Dios ya veo que mis ideas eran totalmente absurdas y no coincidían en nada con la verdad. Hacía más de una década que ellos creían en Dios, leían Su palabra, escuchaban sermones y sabían que una vida auténtica había que vivirla persiguiendo la verdad y cumpliendo el deber de un ser creado, pero no tenían interés por la verdad y, al ver que no recibían bendiciones tras sus años de fe, empezaron perseguir las cosas mundanas y a complacer la carne. Traicionaron a Dios y siguieron las modas mundanas pese a conocer el camino verdadero y, aunque otros solían hablar con ellos y ayudarlos, eran tercos e impenitentes. Esto indica que son realmente reacios a la verdad por naturaleza y que defienden el mal. No están entre aquellos a los que salvará Dios, sino que pertenecen al mundo y al diablo. Cuando sean aniquilados en los desastres venideros, lo serán por traicionar a Dios y únicamente será culpa suya. También pensé en cuánta gente de la iglesia no fue convertida por sus padres, sino más bien de casualidad, por compañeros, amigos, o incluso desconocidos, que les predicaron el evangelio, y la persecución de sus padres no pudo impedir que creyeran ni que cumplieran con un deber. Algunos padres, por sus afectos, no dejan de predicar a sus hijos, pero estos no creen y hasta guardan rencor y se resisten a sus padres. Hay padres expulsados por su impenitente afán de estatus y sus numerosas maldades, pero eso no afecta a sus hijos, que incluso pueden penetrar en la esencia de sus padres, de acuerdo con la palabra de Dios, y rechazarlos. De igual modo, muchos hijos son expulsados y sus padres pueden discernir su esencia a la luz de la palabra de Dios. Con esto vemos que, tanto si una persona va por la senda correcta como si no, sea buena o mala persona, ame u odie la verdad, e incluso sea cual sea su resultado final, todo viene determinado por su esencia-naturaleza, no por su crianza. La responsabilidad que pueden cumplir los padres es criar a sus hijos hasta que sean adultos y llevarlos ante Dios, pero la senda que tomen y su destino están fuera de todo control de los padres. Nuestros hijos han decidido ellos solos tomar la senda equivocada y, aunque yo cumpliera bien mis responsabilidades como padre, no volverían atrás. Esto no tiene nada que ver con si he cumplido o no dichas responsabilidades. Sus naturalezas son reacias a la verdad. Aunque me quedara con ellos y me pasara el día enseñándoles, no serviría de nada. Cuando estimé a nuestros hijos según la palabra de Dios, me sentí mucho más liberado y dejé de estar turbado en el deber.
Huijuan, esto es lo que he aprendido de esta situación estos días. Sé que tus afectos por nuestros hijos son fuertes y que todo esto ha debido de resultarte muy duro. No sé cómo has salido adelante. Aunque, a lo mejor, la expulsión de nuestros hijos no se ajusta a nuestras nociones, debe de haber lecciones que hemos de aprender de la situación arreglada por Dios. Espero que seas capaz de buscar la verdad en esto y tratar el asunto de forma correcta. Puedes escribirme si tú también has aprendido algo de esta situación. Espero tu respuesta.
Sinceramente,
Zhou Ming
20 de agosto de 2022
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