Destituida: Necesitaba una llamada de atención
Por Gao Ying, ChinaAcepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días en 2008. Mediante la lectura de la palabra de Dios, las...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
En agosto de 2011, un compañero de trabajo me predicó el evangelio de Dios de los últimos días. En aquel entonces, había sido expuesta a sustancias químicas durante mucho tiempo a causa de mi trabajo y sufría de anemia aplásica, así que a menudo no iba a trabajar para descansar y tenía mucho tiempo libre. Al orar y leer las palabras de Dios llegué a entender que el cielo, la tierra y todas las cosas fueron creados por Dios, y que los seres humanos vinieron de Dios, y por tanto, debemos creer en Dios y adorarlo. También aprendí que, en los últimos días, Dios viene encarnado y expresa palabras para salvar a la humanidad del pecado por completo, y la gente solo puede ser salvada al aceptar la obra de Dios de los últimos días. Más adelante, asistía a reuniones y leía las palabras de Dios a menudo. De manera inesperada, mi enfermedad de a poco empezó a mejorar. Tras ver este resultado, mi familia apoyó mi fe en Dios.
En diciembre de 2012, el PCCh comenzó una nueva ola de represión y persecución contra la Iglesia de Dios Todopoderoso. En aquel entonces, muchos hermanos y hermanas fueron detenidos. Un día, mi hermano mayor, que era el subdirector de la Agencia de Conservación de Agua, me invitó a ir a su casa. Me dijo: “El gobierno está tomando medidas contra la Iglesia de Dios Todopoderoso. Cuando averigua que alguien cree en Dios Todopoderoso, o que los miembros de su familia creen, inmediatamente esa persona es despedida de su cargo público. Entonces, ni a esa persona ni a sus familiares se les permite unirse al Partido, y sus hijos no pueden entrar en el ejército ni ir a la universidad. Tienes que dejar de creer en Dios de ahora en adelante. Ahora, si te detienen, tus hijos no podrán presentarse al examen de acceso a la universidad ni unirse al ejército porque no pasarán la comprobación de antecedentes políticos. ¡Ten en cuenta el futuro de tus hijos! Además, tu cuñada y yo trabajamos en dependencias del gobierno y ocupamos cargos importantes. Si te atrapan, nos afectará. Y si pasa eso, ¿quién le dará trabajo a tu hijo en el futuro?”. Mi cuñada y mi sobrino también se involucraron para pedirme que parase. Esto me puso muy triste, porque mi hermano mayor había sido muy bueno conmigo desde que era niña, y a menudo se ocupaba de lo que necesitara nuestra familia. Le encontró trabajo a mi hija. Siempre le había estado muy agradecida. Si él perdiese su trabajo por creer yo en Dios, ¿cómo podría mirarle a la cara? Y si toda la familia estaba implicada, me odiarían por ello. Con esto en mente, me sentí un poco triste, así que tuve que prometerles que no iría a las reuniones ni predicaría el evangelio. Pero mi hermano seguía preocupado y, antes de que me fuese, le pidió específicamente a mi esposo que me vigilara más atentamente.
Después de esto, mi esposo solía venir a verme al taller por miedo a que saliera para ir a las reuniones, y no me dejaba leer la palabra de Dios en casa. Tenía que leerla en secreto por miedo a que mi marido se enterase. Recordé el pasado, cuando mis familiares no evitaban que creyese en Dios y fuera a las reuniones. Ahora, como temían el poder del PCCh, se habían aliado para perseguirme y no podía asistir a las reuniones ni leer la palabra de Dios de manera normal. Sentía que creer en Dios en China era algo muy difícil. Más adelante, leí estas palabras de Dios: “Al embarcarse en una tierra que se opone a Dios, toda Su obra se enfrenta a tremendos obstáculos y cumplir muchas de Sus palabras lleva tiempo; así, la gente es refinada a causa de las palabras de Dios, lo que también forma parte del sufrimiento. Es tremendamente difícil para Dios llevar a cabo Su obra en la tierra del gran dragón rojo, pero es a través de esta dificultad que Dios realiza una etapa de Su obra, para manifestar Su sabiduría y acciones maravillosas, y usa esta oportunidad para hacer que este grupo de personas sean completadas. Dios lleva a cabo Su obra de purificación y conquista mediante el sufrimiento, el calibre y todo el carácter satánico de las personas en esta tierra inmunda, para, de esta manera obtener la gloria y así ganar a los que dan testimonio de Sus hechos. Este es el significado completo de todos los sacrificios que Dios ha hecho por este grupo de personas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Es la obra de Dios tan sencilla como el hombre imagina?). “No hay ni una sola persona entre vosotros que esté protegida por la ley; por el contrario, sois sancionados por ella. Incluso más problemático es que la gente no os entienda. Ya sean vuestros familiares, vuestros padres, amigos o colegas, nadie os comprende. Cuando sois abandonados por Dios os es imposible seguir viviendo en la tierra pero, aun así, las personas no pueden soportar estar lejos de Dios, lo cual es el significado de Su conquista sobre las personas y es la gloria de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Es la obra de Dios tan sencilla como el hombre imagina?). Las palabras de Dios me calaron hondo. En China, este país ateo, no solo no estamos protegidos por la ley por creer en Dios y seguir la senda correcta en la vida, sino que además somos condenados y detenidos, e incluso nuestros familiares están implicados. El PCCh es verdaderamente el diablo que odia a Dios. Si alguien cree en Dios y lo sigue en China, está destinado a ser perseguido, pero a través de este sufrimiento Dios perfecciona la fe de la gente. Tras entender la intención de Dios, me sentí menos angustiada y estuve dispuesta a confiar en Él para atravesar esta situación. Dos meses después, mi esposo dejó de vigilarme de manera tan estricta y empecé a asistir a reuniones de nuevo en secreto.
En diciembre de 2015 le prediqué el evangelio a una amiga. Su familia se enteró y amenazó con delatarme. Mi hermano mayor temía que mi detención afectara su carrera, así que mi familia y él me enviaron a un hospital psiquiátrico después del Festival de Primavera. Ese día estaban presentes mi hijo, hija, hermano y hermana. Mi hija sufría una depresión y utilizó su insomnio reciente como excusa para entrar y comprar medicina cuando pasamos por el hospital psiquiátrico. No me esperaba que, al salir, vendría con dos enfermeras que traían cuerdas para atarme. Por fin me di cuenta de que me iban a ingresar en el hospital psiquiátrico, pero era demasiado tarde para salir corriendo. Mi familia me empujó y me arrastró dentro del hospital a la fuerza. Yo luché desesperadamente y dije que no estaba enferma, pero nadie me hizo caso. Cuando vi a mis familiares siendo tan crueles, pensé: “Por mucho que me persigáis, no dejaré de creer en Dios nunca”. Dos enfermeras me tumbaron de un empujón en la cama cuando no estaba prestando atención y me pusieron una inyección a la fuerza. Después de la inyección me sentí mareada y demasiado cansada para resistirme. A continuación, me hicieron un supuesto reconocimiento. La enfermera dijo que mi presión arterial estaba demasiado alta y que tenían que ingresarme para ponerme en observación por una noche. Esa noche, tumbada en la cama del hospital, recordé lo que había pasado ese día y sentí una oleada de tristeza. No me esperaba que mi familia me enviase a un hospital psiquiátrico solo para proteger sus propios intereses y para que no los implicase. Eso era muy cruel. ¿Cómo podía esta gente ser mi familia? ¡No eran más que una manada de demonios! Al día siguiente, vi el certificado médico que decía: “Enfermedad mental grave causada por creencias sectarias; propensa a episodios maníacos agudos al estar en contacto con creyentes en Dios”. También oí al médico decir que tenía que ser ingresada porque tratar mi enfermedad llevaría tiempo. Mi hija me dijo: “Mi tío ya se lo ha explicado al director del hospital. Debes quedarte aquí unos días y pensar con claridad las cosas. Te recogeremos cuando nos digas que ya no crees en Dios”. Yo estaba furiosa: sin motivo aparente, decían que yo era una enferma mental por creer en Dios. Todo esto era culpa del PCCh. Si el PCCh no detuviese y persiguiese a la gente que cree en Dios, inventando mentiras para desorientar a las personas e implicando a sus familias, no me habrían enviado a un hospital psiquiátrico. En ese momento recordé las palabras de Dios: “El diablo ata firmemente todo el cuerpo del hombre, pone un velo ante sus ojos y sella con fuerza sus labios. El rey de los demonios se ha desbocado durante varios miles de años, hasta el día de hoy, cuando sigue custodiando de cerca la ciudad fantasma, como si fuera un ‘palacio de demonios’ impenetrable. Esta manada de perros guardianes, mientras tanto, mira fijamente con mirada penetrante, profundamente temerosa de que Dios la pille desprevenida, los aniquile a todos, y los deje sin un lugar de paz y felicidad. ¿Cómo podría la gente de una ciudad fantasma como esta haber visto alguna vez a Dios? ¿Han disfrutado alguna vez de la amabilidad y del encanto de Dios? ¿Qué apreciación tienen de los asuntos del mundo humano? ¿Quién de ellos puede entender las anhelantes intenciones de Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (8)). La palabra de Dios era completamente correcta. No hay libertad alguna para alguien que ha nacido en el país del gran dragón rojo. El PCCh suprime y persigue frenéticamente a los cristianos, e incluso los hospitales psiquiátricos se han convertido en lugares donde los tortura. Yo estaba completamente cuerda, pero me habían atrapado en un hospital psiquiátrico para obligarme a traicionar a Dios. Odiaba al PCCh, el autor intelectual detrás de todo. Cuanto más me perseguía, más claramente me permitía ver su esencia demoníaca de hostilidad hacia Dios, y también reforzaba mi fe en seguir a Dios.
Más tarde, el médico le dijo a mi familia: “No se preocupen. Déjenla aquí unos meses y no creerá en Dios cuando salga”. Mi familia lo creyó, así que firmaron los papeles para ingresarme. Después de ser ingresada, como a los demás pacientes, me daban tres inyecciones al día y tenía que tomar pastillas con las tres comidas bajo la supervisión de las enfermeras. Al principio, rechazaba las inyecciones y los medicamentos, y la enfermera me amenazaba diciendo: “Si no colaboras, te ataremos y te obligaremos a tomártelas”. Yo había visto de primera mano cómo ataban a la cama y torturaban a los pacientes que rechazaban el tratamiento. Al haber visto el cruel tormento de los pacientes, sentí que no tenía otra opción que obedecer.
Un día, a la hora del almuerzo, no fui a comer. Me senté en mi taburete y lloré en silencio, mientras pensaba: “No estoy enferma, pero estoy aquí encerrada y ni siquiera tengo a nadie con quien hablar. No puedo leer la palabra de Dios, no puedo cumplir con mi deber y me dan inyecciones y medicamentos todos los días. ¿Cuándo acabará esto?…”. Cuanto más pensaba en ello, más triste me sentía. Al ver que no iba a comer, la enfermera me amenazó: “Si no comes, te ataremos con cuerdas, como ese paciente antes. Te ataremos a la cama, te pondremos un catéter por la nariz y así te meteremos la comida”. Pensé en la lamentable imagen del paciente que acababa de observar, quien gritaba por su padecimiento, y tuve mucho miedo, así que no tuve más remedio que ir a comer. Durante mi estancia en el hospital, todos los días veía que los pacientes que no colaboraban con el tratamiento recibían maltrato y gritaban de dolor, lo que era muy aterrador. Sentía que estaba en una guarida de demonios y estaba muy nerviosa todos los días. Me preocupaba mucho que, al pasar todo el día con estas personas con enfermedades mentales, y al obligarme los médicos a tomar medicamentos y recibir inyecciones, me volviese enferma mental de verdad. Si eso ocurría, ya no podría creer en Dios, así que ¿de qué servía mi vida? En mi dolor y desesperación, le oré a Dios para pedirle que me guiase en el camino que tenía por delante. Después de orar, recordé la palabra de Dios: “¿A qué se refiere la fe? La fe es la creencia genuina y el corazón sincero que los humanos deberían poseer cuando no pueden ver ni tocar algo, cuando la obra de Dios no está en línea con las nociones humanas, cuando está más allá del alcance humano. Esta es la fe de la que hablo. Las personas necesitan fe durante los momentos de dificultad y de refinamiento, y la fe es algo que va seguido del refinamiento. El refinamiento y la fe no pueden separarse. No importa cómo obre Dios y tampoco importa tu entorno, eres capaz de buscar la vida y la verdad, de buscar el conocimiento de la obra de Dios, de poseer un entendimiento de Sus acciones y eres capaz de actuar según la verdad. Hacer esto es tener fe verdadera, y hacer esto muestra que no has perdido la fe en Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los que serán hechos perfectos deben someterse al refinamiento). Las palabras de Dios me hicieron entender que esa situación era una prueba para ver si tenía fe auténtica. Me acordé de Daniel cuando fue arrojado a la guarida de los leones. Dios estuvo con él y les cerró la boca a los leones, así que Daniel no sufrió daño alguno. Entendí que Daniel tenía fe en Dios, se mantuvo firme en el testimonio de Dios y fue testigo de Sus acciones, así que yo ya no debía vivir con miedo y cobardía. Tenía que confiar en mi fe en Dios para estar firme en el testimonio para Él. Cuando me di cuenta de esto, sentí menos dolor en el corazón.
Una vez, después de las dos de la mañana, estaba durmiendo cuando alguien me tocó dos veces. Me incorporé de repente y me sorprendió ver a alguien de pie al lado de mi cama. La paciente psiquiátrica simplemente se rió de mí y balbuceó algo sin sentido. La eché, pero ella no se iba y seguía riéndose. En ese momento, los otros pacientes de la habitación también se despertaron, y al final, la enfermera vino y la echó. La mayoría de estas personas enfermas mentales estaban poseídas por espíritus malvados, y me obligaban a estar con ellas todos los días. Si esto seguía así, tarde o temprano, el tormento me volvería loca también. Cuanto más pensaba en ello, más sufría. En el transcurso de esos días, dejé de cantar y de meditar sobre la palabra de Dios. Estaba muy abatida y pensaba que sería maravilloso si alguien pudiese simplemente compartir conmigo. Oré a Dios y le hablé de mis dificultades y mi dolor. Una mañana, tres o cuatro días después, mientras miraba la televisión con los otros pacientes en el vestíbulo, vi a una mujer, de unos treinta años, a la que me pareció reconocer de alguna parte. Me resultaba familiar. Después de hablar con ella me enteré de que también creía en Dios Todopoderoso. Al igual que a mí, la habían enviado a la fuerza a un hospital psiquiátrico porque su familia hizo caso a los rumores del PCCh. Tras conocer a una hermana allí, me sentí muy feliz de tener por fin compañía con la que hablar. Dios dispuso que yo conociera a una hermana allí y que compartiésemos y nos animásemos la una a la otra, así que estaba muy agradecida a Dios.
El hospital psiquiátrico estaba vigilado por el personal médico 24 horas al día, así que teníamos que encontrar oportunidades en secreto para compartir las palabras de Dios, hablar de nuestras experiencias y entendimiento, y ayudarnos y apoyarnos mutuamente. Una vez, en el salón de actividades para los pacientes, le susurré: “Temo que, si me quedo aquí demasiado tiempo, llegaré a tener una enfermedad mental, así que de verdad quiero irme, pero no puedo, y es muy doloroso”. Ella me contestó susurrando un pasaje de la palabra de Dios: “El corazón y el espíritu del hombre están en la mano de Dios; todo lo que hay en su vida es contemplado por los ojos de Dios. Independientemente de si crees esto o no, todas las cosas, vivas o muertas, se moverán, se transformarán, se renovarán y desaparecerán, de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios preside sobre todas las cosas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). También me habló de su experiencia en el hospital psiquiátrico y me dijo que Dios lo controla todo y, por eso, no debía temer, y tenía que confiar más en Dios. Me di cuenta de que todo está en manos de Dios, y sin Su permiso, Satanás no me podía hacer nada. Con la guía de la palabra de Dios ya no tuve tanto miedo.
A continuación, la hermana y yo escribimos las palabras de Dios y los himnos que recordábamos y nos lo pasábamos la una a la otra para animarnos. Una vez, la hermana me dio una nota con un himno escrito en ella. La letra decía: “Llevo la exhortación de Dios en el corazón y nunca me arrodillaré ante Satanás. Aunque nos corten la cabeza y corra la sangre, el pueblo de Dios no perderá el coraje. Daré un rotundo testimonio de Dios y humillaré a los diablos y a Satanás. Dios predestina el dolor y las adversidades. Le seré fiel y me someteré a Él hasta la muerte. Nunca más haré que Dios llore ni se preocupe. Ofrendaré mi amor y lealtad a Dios y completaré mi misión para glorificarlo” (Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos, Deseo ver el día de la gloria de Dios). Esta letra me inspiró y sentí que mi corazón se hacía más fuerte. Independientemente de cómo me tratase el diablo Satanás, nunca traicionaría a Dios. Tenía que mantenerme firme en el testimonio y humillar a Satanás.
La médica a cargo hablaba conmigo básicamente una vez a la semana, y cada vez me persuadía para que abandonase mi creencia en Dios. Yo sabía que ella era seguidora del PCCh y trabajaba para él, así que la ignoraba. Después, vino a hablar conmigo otra vez y me preguntó qué pensaba acerca de estar ingresada. Pensé: “Todos sabéis que no estoy enferma, pero, como creo en Dios, me tratáis como una enferma mental y me tenéis aquí encerrada. Me obligáis a recibir medicación e inyecciones todos los días. Vosotros, como médicos, me torturáis sin ninguna conciencia, ¿y ahora me preguntas lo que pienso yo?”. Le pregunté con tono acusatorio: “No estoy enferma, ¿por qué insistes en decir que soy una enferma mental y me tratas como tal?”. Me miró y dijo agresivamente: “Te lo diré claro, los reconocimientos que te hicimos no importan. Lo que importa es que tu creencia en Dios te hace anormal. Tu condición es mucho más grave que la de los enfermos mentales. Y, para que lo sepas, no eres ni la primera ni la última de los creyentes en Dios Todopoderoso que hemos tenido aquí. Si insistes en creer, serás encarcelada durante algunos años. Yo tengo la última palabra aquí. El que estés enferma o no depende de mi decisión”. Me enfadé mucho al oír esto. Se suponía que los hospitales eran lugares para salvar a los moribundos y cuidar de los enfermos, pero ahora se habían convertido en un lugar para que el PCCh torturase a los cristianos. Creemos en Dios y caminamos por la senda correcta en la vida, pero el PCCh utiliza toda clase de medios viles para hacer daño a la gente que cree en Dios. Son demonios hasta la médula, un partido político de pura maldad. Por creer en Dios, era perseguida por el PCCh, rechazada por mi familia y torturada con medicamentos por los médicos. Comprendí claramente que el PCCh no es más que demonios que han venido a la tierra. Son satanases, se oponen a Dios y hacen daño a la gente. Más adelante, la hermana y yo predicamos el evangelio a aquellos creyentes en el Señor que conocimos en el hospital. Algunos fueron enviados al hospital para ser tratados de insomnio y otros fueron llevados a la fuerza por el gobierno por creer en el Señor. Al final, algunos de ellos aceptaron la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días.
A causa de las inyecciones y la medicación que los médicos me obligaron a recibir todos los días, mi salud empeoró cada vez más. Me sentía mareada y cansada, y siempre quería dormir, me pesaban los hombros y casi no tenía ni fuerzas para levantar los brazos. Les pedí a los médicos que dejasen de darme la medicación, pero no me hicieron caso. Después, mi estado empeoró cada vez más. Siempre me dolía la cabeza y me sentía como en trance todos los días. Siempre estaba aturdida, incómoda y muy irritable; me temblaban las manos y no podía sujetar cosas con palillos. A menudo tenía pesadillas y mi memoria se había deteriorado también. Solía dejar las cosas en un sitio y olvidarme de inmediato dónde las había puesto, y no podía hilar las ideas. Más adelante, buscaba cosas que todavía tenía en las manos, y todos los días me sentía muy aturdida. Al principio me sentía aturdida solo durante unos minutos, pero después estos períodos pasaron de diez minutos a media hora. Era muy incómodo y tenía la mente descontrolada. Me sentía como si tuviera una discapacidad mental y siempre tenía ganas de llorar. Le oré en silencio a Dios en mi corazón, pidiéndole que me salvara de la crueldad de Satanás. Después de más de 40 días en el hospital, mi hija vino a visitarme. Ese día estaba sentada en el vestíbulo con la cabeza agachada. Cuando oí a mi hija llamarme, levanté la cabeza y la miré durante unos segundos en estupor, y después me levanté despacio, caminé hacia ella, le tiré de los brazos y clamé: “Llévame a casa, llévame a casa…”. Tras un momento, empecé a reírme. Mi hija se quedó sorprendida y dijo: “¿Por qué estás así? ¿Estás enferma de verdad?”. Mi hija me llevó a casa de mi hermano mayor. Él la regañó diciendo: “¿Por qué has traído a tu madre?”. Entonces me preguntó si aún creía en Dios. En ese momento, mi consciencia estaba un poco más clara y dije firmemente: “¡Sí! Creo en Dios, persigo la verdad e intento ser una buena persona y seguir la senda correcta. ¿Por qué no debería creer?”. Mi cuñada dijo: “Parece que no has estado allí suficiente tiempo. Es hora de que vuelva allí”. Le dije enfadada: “Ya me habéis sometido a un tratamiento bárbaro, y me queréis mandar allí otra vez. ¡Sois demasiado crueles! Si hacéis esto, seréis castigados tarde o temprano”. Cuando me escucharon decir esto, no dijeron nada más, y mi hermano mayor le pidió a mi hija a regañadientes que se ocupara del procedimiento de alta por mí.
Después de que me dieran el alta del hospital tenía dolor de cabeza todo el tiempo y estaba en un trance todos los días. A menudo me quedaba aturdida. Cuando se apagaba la luz por la noche, tenía mucho miedo porque creía que estaba en el hospital psiquiátrico, y a menudo tenía pesadillas. Según mi esposo, a veces lloraba y me reía porque sí, y me enfadaba con él con frecuencia. Estaba aterrorizada y pensaba: “¿Tengo una enfermedad mental de verdad? Si es así, ¿cómo voy a creer en Dios en el futuro?”. Me arrodillé delante de la cama y le oré a Dios con lágrimas en los ojos: “Dios mío, lo que soy hoy ha sido causado completamente por el gran dragón rojo. ¡Lo odio! Dios, por favor, protégeme, sálvame…”. Después de orar, me sentí un poco más tranquila. Dos semanas después mi estado mejoró bastante y fui capaz de controlar mis emociones a conciencia. Tres meses más tarde, mi estado mental había vuelto a la normalidad básicamente, y mi bienestar mental había mejorado mucho, pero mi memoria todavía era muy mala. Después de medio año empecé a asistir a reuniones y a cumplir con mi deber de nuevo.
Los cuarenta y cinco días que pasé en el hospital psiquiátrico me causaron muchos daños en el cuerpo y la mente. A través de esta tortura, vi claramente la esencia demoníaca del PCCh de odiar la verdad y ser hostil hacia Dios. Odiaba al PCCh, el diablo, por completo, y lo rechacé y me rebelé contra él de corazón. Al mismo tiempo, también calé la esencia de mi familia. Solo porque creía en Dios y ellos tenían miedo de ser implicados y que eso afectara su estatus y futuro, siguieron al PCCh e intentaron obligarme, por medios retorcidos, a que dejara de creer en Dios. Incluso me enviaron a un hospital psiquiátrico. No les importaba si vivía o moría. ¿Cómo podía considerarlos familia? ¡Eran diablos! Tras atravesar esta situación, sentí verdaderamente el amor y la salvación de Dios para conmigo. En el hospital psiquiátrico, cuando tenía miedo, sufría y estaba desamparada, Dios utilizó Sus palabras una y otra vez para esclarecerme, guiarme y darme fe y fortaleza, y dispuso que una hermana me ayudara y apoyara. Sin la protección de Dios, estos demonios me habrían vuelto completamente loca e insensata. Vi la soberanía, los arreglos, la omnipotencia y la sabiduría de Dios. También sentí verdaderamente que solo Dios es mi apoyo en todo momento y que Él es el único que puede salvar a la gente, y conseguí una fe mayor en Dios. ¡Gracias a Dios!
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