Mi deber es proteger el trabajo de la iglesia
En diciembre del año pasado, la iglesia necesitaba elegir nuevo líder. Un día oí decir a los líderes: “Deberíamos ascender al puesto a la hermana Liu. En la próxima reunión leeremos las evaluaciones confidenciales de ella y los hermanos y hermanas podrán votar”. La noticia me sorprendió mucho, y pensé: “¿La hermana Liu? Tiene unas ganas irrefrenables de reputación y estatus. Antes, celosa de su compañera, la hermana Cheng, la ninguneaba y juzgaba públicamente. Por ello, los hermanos y hermanas estaban descontentos con la hermana Cheng y no respaldaban su labor, lo que perturbaba la de la iglesia. Los líderes hablaron muchas veces con ella, pero no cambió, y al final la destituyeron. No hizo introspección ni siquiera tras una poda y un trato tan duros. Seguía sonriendo como si no hubiera pasado nada y no se comprendía ni se odiaba a sí misma. Dado que después no se centró en buscar la verdad y hacer introspección, ¿cómo podría ser apta para ser líder una persona como ella? Elegir a un líder de iglesia es una cuestión importante. Que un líder de iglesia sea bueno o malo repercute directamente en la entrada en la vida de todo el pueblo escogido de Dios de la iglesia. Si un líder de iglesia no se centra en buscar la verdad, ¿cómo puede introducir a los hermanos y hermanas en las realidades de aquella? ¿Realmente es apta la hermana Liu para ser líder?”. Sin embargo, luego reflexioné: “Hace casi dos años que no tengo contacto con ella. ¿Es posible que ya se haya arrepentido y haya cambiado? Según los principios de elección de líderes, aquellos líderes destituidos por transgresiones pasadas pueden ser elegidos igualmente si demuestran arrepentimiento sincero y saben hacer un trabajo práctico. No puedo limitar a otras personas y he de contemplarlas en el contexto de su capacidad de cambio. Si los líderes quieren ascender a la hermana Liu, debe de haberse arrepentido y de haber cambiado. Los líderes suelen evaluar y gestionar las cosas según los principios”. No pensé demasiado en ello después.
La reunión fue unos días más tarde. Los líderes nos enseñaron los principios de elección de líderes y leyeron las evaluaciones confidenciales de la hermana Liu. Al oír comentar a algunos hermanos y hermanas que ella no aceptaba bien la verdad y no era tan responsable en el deber, me decepcioné un poco. Pensé: “Si la hermana Liu no acepta la verdad, ¿cómo podrán nombrarla líder?”. Eso me desasosegó un poco, pero luego pensé: “Dentro de un momento, los líderes resumirán su conducta habitual y nos contarán cómo reflexionó sobre sus transgresiones pasadas y se comprendió a sí misma, ¿no?”. Pero los líderes no comentaron eso. Al final preguntaron a todos si teníamos alguna opinión sobre el ascenso de la hermana Liu. Todos callamos. No respondió nadie. Yo quería darles a conocer mis opiniones, pero los líderes habían leído las evaluaciones y hablado de los principios y no creían que la hermana Liu tuviera nada de malo. Si planteaba dudas en ese momento, ¿no avergonzaría públicamente a los líderes? ¿Cómo me considerarían ellos después? ¿Les parecería que generaba problemas y les dificultaba las cosas adrede? ¿Les parecería que me estaba oponiendo a ellos? No quería ofender a los líderes y a mí me habían destituido hacía poco. Si planteaba una objeción después de eso, ¿no pensarían todos que trataba de provocar disputas y de valerme de los fallos de otros para pugnar por el puesto de líder? Olvídalo, pensé, demasiado problema. Si nadie más decía nada, yo tampoco debía hacerlo. Además, el ascenso de un líder no es una cuestión menor. El liderazgo debe evaluarse según los principios y se debe elegir a la mejor persona. Así pues, me tragué mis palabras. Tras la reunión estaba algo incómoda, pero ya estaba hecho. Solo pude consolarme diciéndome: “Ya está decidido. Si no es apta, la relevarán”. No lo pensé más y el asunto se pasó.
Un día me comentaron esto unas hermanas, y también me dijeron que desconfiaban un poco de si la hermana Liu conocía y se arrepentía realmente de sus transgresiones pasadas. También se comentó en los debates que, cuando la hermana Liu fue destituida y relevada, no era consciente de sus transgresiones, no había reflexionado y no parecía buscar la verdad. Si no se centraba en ir en pos de la verdad y buscarla, ¿cómo podría guiar a otros para que la comprendieran y entraran en sus realidades? El debate me hizo recordar un pasaje de la palabra de Dios. “¿Por qué y cómo surgen las categorías de líderes y obreros? A una escala mayor, son necesarias para la obra de Dios; a una escala menor, se requieren para la obra de la iglesia, son necesarias para los escogidos de Dios. […] La diferencia entre los líderes, los obreros y el resto del pueblo escogido de Dios es solo una característica especial en los deberes que realizan. Esta característica especial se muestra principalmente en la función de liderazgo. Por ejemplo, no importa cuántas personas tenga una iglesia, el líder es su cabeza. Entonces, ¿qué papel desempeñan los líderes entre los miembros? Guían a todos los escogidos en la iglesia. Entonces, ¿qué efecto tienen en toda la iglesia? Si este líder toma la senda equivocada, todos los escogidos en la iglesia seguirán al líder por esa senda equivocada, lo que tendrá un enorme impacto en todos ellos. Toma a Pablo como ejemplo. Él dirigió muchas de las iglesias que fundó y al pueblo escogido de Dios. Cuando Pablo se desvió, las iglesias y el pueblo escogido de Dios que él guiaba también se desviaron. Así pues, cuando los líderes se desvían, no son ellos los únicos afectados, las iglesias y el pueblo escogido de Dios que ellos lideran también son afectados” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Tratan de ganarse a la gente). Mientras meditaba la palabra de Dios, sentía un gran pesar. El líder de la iglesia es la cabeza de la iglesia entera. Que un líder de iglesia sea bueno o malo guarda relación directa con el hecho de si toda la iglesia comprende la verdad y puede ser salvada por Dios, o no. Si eligen líder a alguien que busca la verdad, puede responsabilizarse de la entrada en la vida de sus hermanos y hermanas, resolver con la verdad las dificultades de su entrada en la vida, enseñar lo que sepa de la práctica de las palabras de Dios y, poco a poco, guiar e introducir a la gente en las realidades de la verdad. Si eligen líder a alguien que no busca la verdad, como él no la practica, no puede introducir a sus hermanos y hermanas en ella. Solo puede hablar de letras y doctrinas para confundir y atrapar a la gente. ¿Eso no perjudica y hunde al pueblo escogido de Dios? Aunque aún no pudiéramos calificar a la hermana Liu como alguien que no buscaba la verdad, por las evaluaciones confidenciales y su conducta previa, en ese momento no era apta para ser líder de la iglesia. Si la ascendían a líder en esta ocasión, no sería bueno para el pueblo escogido de Dios ni para el trabajo de la iglesia.
Esa noche, unas hermanas y yo contactamos con los líderes para compartir con ellos nuestras ideas y preocupaciones. Los líderes prometieron volverlo a investigar al detalle y reevaluar las cosas de acuerdo con la situación. Poco después, mediante una investigación detallada de la conducta real de la hermana Liu y una evaluación confidencial de ella, los líderes vieron que la hermana Liu no comprendía realmente sus transgresiones pasadas, que no hacía introspección cuando sucedían las cosas y que le costaba aceptar la verdad. Los líderes dijeron: “Antes no conocíamos la situación real de la hermana Liu. Simplemente vimos que era eficaz en el deber, así que pensamos que se había arrepentido. Con lo que hemos conocido, ahora vemos que, en efecto, la hermana Liu no es apta para ser líder”. No podría describir la emoción que sentí al enterarme de este resultado. Lamenté no haber expresado mis reservas a tiempo. Si las hubiera planteado antes y todos hubieran juzgado a la hermana Liu por su situación real, no habrían surgido estos problemas. Sin embargo, temí ofender a los líderes y obreros y que otros pensaran equivocadamente que provocaba problemas porque quería ser líder. Al final, para protegerme, me eché atrás como una cobarde. Ni practiqué la verdad en absoluto ni protegí el trabajo de la casa de Dios. Lo único en lo que pensé y que protegí fueron mis intereses personales. ¡Qué egoísta y despreciable!
Luego busqué unas palabras de Dios relacionadas con mi estado. Las palabras de Dios dicen: “¿Qué carácter se demuestra cuando la gente no se responsabiliza de su trabajo? Es el carácter de Satanás, es un carácter astuto. El elemento más notable de la filosofía de vida del hombre es la astucia. La gente cree que, si no es astuta, tenderá a ofender al prójimo y no sabrá protegerse a sí misma; cree que debe ser lo suficientemente astuta como para no herir ni ofender a nadie, con lo que se mantiene a salvo, conserva su medio de vida y consigue un firme apoyo entre las masas. Así actúa la gente en el mundo de los incrédulos; ¿por qué seguís actuando de esta manera en la casa de Dios? Al ver que algo perjudica los intereses de la casa de Dios, no decís nada; lo cual significa: ‘Si alguien quiere pronunciarse acerca de esto, adelante; yo no voy a hacerlo. No voy a incomodar a nadie ni a jugarme el tipo’. Esto es irresponsabilidad y astucia y no hay que confiar en esas personas. […] Solo aquellos que aman la verdad y poseen la realidad de la verdad pueden dar un paso adelante cuando la obra de la casa de Dios y los escogidos lo requieran, solo ellos pueden levantarse, con valentía y obligados por el deber, para dar testimonio de Dios y comunicar la verdad, conduciendo a los escogidos de Dios por la senda correcta, y permitiéndoles lograr la obediencia a la obra de Dios; y solo esto es una actitud de responsabilidad y la demostración de que son cuidadosos con la voluntad de Dios. Si no tenéis esta actitud, sois unos simples descuidados con las cosas de que os ocupáis, y pensáis: ‘Haré las cosas dentro del ámbito de mi deber, pero no me importa nada más. Si me preguntas algo, te responderé si estoy de buen humor. De lo contrario, no lo haré. Esta es mi actitud’, entonces esto es un tipo de carácter corrupto, ¿verdad? ¿Protege una persona una causa justa al proteger su posición, reputación y autoestima y las cosas relacionadas con sus intereses? ¿Protege las cosas positivas? Detrás de estas motivaciones mezquinas y egoístas reside el carácter de estar harto de la verdad. La mayoría soléis expresar esta clase de conductas, y en cuanto os topáis con algo relacionado con los intereses de la familia de Dios, mentís diciendo: ‘No lo vi…’, o ‘No sé…’ o ‘No me he enterado…’. Tanto si no eres realmente consciente como si solo finges, si, cuando más importa, revelas este tipo de carácter corrupto, entonces es difícil saber si eres alguien que realmente cree en Dios; para Mí, eres alguien que está confundido en su creencia o que es un incrédulo. En absoluto eres alguien que ama la verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días). Las palabras de Dios me traspasaron el corazón. Dios revelaba que la gente irresponsable en el deber tiene un carácter astuto. Al ver la palabra “astuto”, me acordé de las palabras y acciones astutas de Satanás. Así se manifestaba mi estado y ese era mi carácter. Era maliciosa y astuta y no tenía sinceridad para con Dios. En el asunto de la elección de la hermana Liu, no me faltaba claridad ni discernimiento. Evidentemente, tenía objeciones y dudas acerca del ascenso de la hermana Liu al puesto de líder, y tenía claro el peligro que planteaba a la iglesia y al pueblo escogido de Dios que se eligiera al líder equivocado. No obstante, por mi naturaleza maliciosa y astuta, temí avergonzar y ofender a los líderes y obreros si hablaba, y también me preocupaba que los demás creyeran que quería ser la líder y tuvieran una mala impresión de mí. Por preservar mi reputación y mi estatus, por protegerme, opté por mirar hacia otro lado y ser complaciente para que nadie se ofendiera. No tenía el más mínimo temor de Dios. ¡Me ocupaba del trabajo de Su casa de forma demasiado despreocupada e irresponsable! Aunque entonces dudaba de si la hermana Liu estaba a la altura de la tarea de liderazgo, podría haber preguntado e investigado más datos. Mis preguntas no eran objeciones ni pretendían dificultar las cosas a los líderes, sino investigar los hechos y asegurar las elecciones de acuerdo con los principios. Si hubiera investigado antes a la hermana Liu y sabido que no reflexionó sobre sus transgresiones previas, que aún no aceptaba la verdad y no era apta para ser líder, debería haberme detenido a tiempo. Eso habría sido responsabilizarme de mí misma, del trabajo de la iglesia y de las vidas del pueblo escogido de Dios. Pero en un asunto tan importante como las elecciones de la iglesia, solamente pensé en mis intereses personales. No protegí para nada el trabajo de la casa de Dios. Sencillamente, no tenía conciencia ni razón, y por naturaleza no amaba la verdad. Tras años de fe en Dios, aún vivía de acuerdo con venenos satánicos como “cuando sepas que algo está mal, más te vale callar” y “cada hombre para sí mismo”. Mi principio siempre fue “el propio interés y el propio beneficio”. Era egoísta, despreciable, maliciosa, astuta y de ideas retorcidas. Creía que, al obedecer esta lógica satánica, no ofendía a nadie y podría asegurarme un lugar en la multitud. No obstante, Dios observa mis obras y actos, y mi conducta hizo que Él me aborreciera y condenara. Pensé en cómo Dios nos ha enseñado minuciosamente en los últimos años a discernir a los falsos líderes y anticristos, la importancia de elegir a buenos líderes de iglesia, las responsabilidades de trabajo de estos y muchos otros aspectos de la verdad. Dios lo hizo para que aprendiéramos a discernir a personas y asuntos y, así, todos pudiéramos mantener mejor la vida de iglesia y proteger el trabajo de esta. Pero yo, después de oír tantos sermones, no hacía caso a las palabras de Dios. Cuando sucedían las cosas, seguía viviendo según las filosofías satánicas y no sabía practicar la verdad. Me sentí muy triste y culpable al reflexionarlo. Recordé unas palabras de Dios: “Por más que se resientan el trabajo de la iglesia y los intereses de la casa de Dios, a ti no te importa, ni intervienes ni te sientes culpable, lo que te convierte en alguien sin conciencia ni sentido, un incrédulo, un hacedor de servicio. Comes de lo que es de Dios, bebes de lo que es de Dios y disfrutas de todo lo que viene de Dios, pero crees que ningún perjuicio a los intereses de la casa de Dios tiene que ver contigo, lo que te convierte en un traidor que muerde la mano que te da de comer. Si no proteges los intereses de la casa de Dios, ¿eres siquiera humano? Eres un demonio que se ha introducido en la iglesia. Finges creer en Dios, ser de Sus escogidos, y quieres gorronear en la casa de Dios. No estás viviendo la vida de un ser humano y, obviamente, eres incrédulo” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo quienes practican la verdad temen a Dios). En la palabra de Dios percibí Su aborrecimiento y aversión hacia las personas egoístas e interesadas como yo. También sentí un hondo pesar por lo que había hecho. Dios tenía toda la razón. No era más que una aprovechada en Su casa. Hacía años que creía en Dios y gozaba del riego y la provisión de Su palabra, pero no lo llevaba en el corazón y nunca me sentí espiritualmente unida a Él. En el momento crítico, no supe proteger los intereses de Su casa. Tenía claro que había un problema con las elecciones, pero ni siquiera tuve el valor de decir la verdad. Aún creía inconscientemente que bastaría con destituir a la hermana Liu si resultaba que lo hacía mal. ¿Era esta la actitud que debía tener un creyente en Dios? ¿No era yo una incrédula, una impía? Un auténtico miembro de los escogidos de Dios considera siempre los asuntos de la casa de Dios como suyos propios y es capaz de estar de parte de Dios y de proteger la labor de Su casa. Sin embargo, yo no me consideraba miembro de la casa de Dios. Era indiferente al trabajo de la iglesia y a los intereses de la casa de Dios. Cuando advertía un problema, no preguntaba al respecto. No sabía cumplir ni siquiera con las responsabilidades básicas de un creyente en Dios. ¿Cómo llegaría a admitir Dios una fe así? Al pensarlo, sentí desconsuelo y se me cayeron las lágrimas sin querer. Me odié por no tener conciencia ni razón. Con lágrimas en los ojos, oré a Dios: “¡Dios mío! Satanás me ha corrompido muy a fondo. No pienso sino en mis intereses personales y no sé mantener el trabajo de Tu casa, por lo cual entorpecí el de las elecciones. ¡Qué egoísta y despreciable! Dios mío, deseo arrepentirme”.
Luego leí en la palabra de Dios: “No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses del hombre ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación o estatus. Primero debes tener en cuenta los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu principal prioridad. Debes ser considerado con la voluntad de Dios y empezar por contemplar si has sido impuro o no en el cumplimiento de tu deber, si has sido leal, has cumplido con tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has pensado de todo corazón en tu deber y en la obra de la iglesia. Debes meditar sobre estas cosas. Piensa en ellas con frecuencia y dilucídalas, y te será más fácil cumplir bien con el deber. Si tu calibre es bajo, si tu experiencia es superficial, o si no eres experto en tu ocupación profesional, puede haber algunos errores o deficiencias en tu obra y los resultados pueden no ser muy buenos, pero habrás hecho todo lo posible. En todo lo que haces, no satisfaces tus propios deseos egoístas ni preferencias. Por el contrario, prestas constante atención a la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios. Aunque puede que no cumplas bien con tu deber, se ha rectificado tu corazón; si además puedes buscar la verdad para resolver los problemas con tu deber, entonces este estará a la altura y podrás entrar en la realidad de la verdad. Eso es dar testimonio” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad). “Haz todo lo que sea beneficioso para la obra de Dios y nada que vaya en detrimento de los intereses de la misma. Defiende el nombre, el testimonio y la obra de Dios. Debes defender y asumir la responsabilidad de todo lo que se relacione con los intereses de la casa de Dios, o que se refiera a la obra de la casa y el nombre de Dios. Cada uno de vosotros tiene esta responsabilidad, esta obligación, y es eso lo que debéis hacer” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Una charla sobre los decretos administrativos de Dios en la Era del Reino). Las palabras de Dios me dieron una senda de práctica. Cuando ocurrieran las cosas, debía renunciar a mi estatus e imagen, priorizar el trabajo de la iglesia y los intereses de la casa de Dios y cumplir con mi responsabilidad. Cuando aprecie un perjuicio a los intereses de la casa de Dios, debo defender los principios y los intereses de aquella, y no temer ofender a nadie. Aunque no tenga claras algunas cosas, debo centrarme en buscar y practicar la verdad y proteger los intereses de la iglesia. Al igual que en el ascenso de esta líder, no tenía las cosas claras y dudaba, por lo que debería haber hablado, buscado e investigado con mis hermanos y hermanas. No debería haberme importado qué pensaran los demás ni mis líderes. Debería haberme vuelto hacia Dios y haber aceptado Su escrutinio. Con las intenciones correctas, las de proteger el trabajo de la iglesia y los intereses de mis hermanos y hermanas, nadie me juzgaría ni condenaría. Una vez entendidas estas cosas, sentí cierta liberación.
Después hablé y busqué con mis hermanas, y descubrí que tenía otra opinión equivocada. Creía que mis líderes tomaban decisiones varias según los principios y que no había que cuestionarlos; que, si discrepaba, estaba dificultándoles las cosas, avergonzándolos y contradiciéndolos adrede. En realidad, mi opinión no coincidía para nada con la verdad. Se basaba exclusivamente en mi imaginación. En mis devociones leí un pasaje de la palabra de Dios que me enseñó los principios correctos respecto a los líderes y obreros. Dios Todopoderoso dice: “Cuando en la iglesia alguien es promovido y cultivado para que sea líder, solo se le promueve y cultiva en sentido directo; no quiere decir que ya sea un líder capacitado o competente, que ya sea capaz de asumir la labor de un líder y hacer un trabajo real; eso no es así. La mayoría de la gente no ve con claridad estas cosas y acuden a quienes son promovidos, confiando en sus fantasías, pero esto es un error. Independientemente de cuántos años lleve creyendo, ¿alguien que es promovido realmente posee la realidad de la verdad? No necesariamente. ¿Puede llevar a buen puerto la organización del trabajo de la casa de Dios? No necesariamente. ¿Tiene sentido de la responsabilidad? ¿Tiene compromiso? ¿Es capaz de someterse a Dios? Ante un problema, ¿es capaz de buscar la verdad? No se sabe. […] La gente no debe tener grandes expectativas ni unas exigencias poco realistas de quienes son promovidos y cultivados; sería poco racional e injusto para ellos. Podéis observar su trabajo y si descubrís problemas o cosas que vulneran los principios en el desarrollo de su trabajo, podéis informarlo y buscar la verdad para resolver tales asuntos. Lo que no debéis hacer es juzgarlos, condenarlos, atacarlos ni excluirlos, pues están en la etapa de cultivo y no se les debe considerar personas perfeccionadas, ni mucho menos perfectas o poseedoras de la realidad de la verdad. Son como vosotros: este es el período en que se les está formando. La diferencia es que asumen más trabajo y responsabilidades que la gente corriente. Tienen la responsabilidad y la obligación de realizar más trabajo; pagan un precio mayor, padecen más dificultades, se esmeran más, resuelven más problemas, toleran la censura de más gente y, por supuesto, hacen un mayor esfuerzo, duermen menos, comen alimentos menos exquisitos y parlotean menos que la gente normal. Esto es lo que tienen de especial; aparte de esto, son como cualquiera. ¿Por qué digo esto? Para advertir a todos de que deben abordar correctamente la promoción y el cultivo de diversos tipos de talentos por parte de la casa de Dios, y que no han de ser duros en las exigencias a estas personas. Naturalmente, la gente tampoco ha de tener una opinión poco realista de ellas. Es de necios darles demasiado reconocimiento o reverencia y no es humano ni realista ser demasiado duros en vuestras exigencias hacia ellas. Entonces, ¿cuál es la manera más racional de comportarse con ellas? Pensar que son personas corrientes y, cuando haya un problema que requiera búsqueda, hablar con ellas, aprender de los respectivos puntos fuertes y complementarse unos a otros. Además, es responsabilidad de todos vigilar si los líderes y obreros hacen un trabajo real, si utilizan la verdad para resolver los problemas; estos son los estándares y principios para medir si un líder o un obrero están a la altura” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros). La palabra de Dios es clarísima. A los líderes de iglesia se les elige y promociona entre el pueblo escogido de Dios. No son personas perfectas y aún están practicando. Todavía están en la fase de buscar la verdad y transformar su carácter. Son inevitables las anomalías y los errores en su trabajo. El pueblo escogido de Dios debe abordar esto correctamente y tiene la responsabilidad de supervisar y asegurar su trabajo. Si lo que hacen los líderes de iglesia es inapropiado o va en detrimento del trabajo, los escogidos de Dios deben plantearlo y cooperar con ellos para concluir la labor de la iglesia. Este es también un deber del pueblo escogido de Dios. Cada vez que elegimos a un líder, ¿por qué leemos tantas evaluaciones confidenciales y es preciso que vote el pueblo escogido de Dios? Porque el pueblo escogido de Dios conoce la realidad. Sin la colaboración del pueblo escogido de Dios, la evaluación de los líderes y obreros es propensa a errores. Solo cuando la mayoría de los escogidos de Dios lleva una carga y cumple sus responsabilidades puede ser la elección de líderes relativamente certera y acorde con los principios. Sin embargo, yo no veía las cosas de acuerdo con la realidad. Según mis nociones, creía que las opiniones y decisiones de los líderes obedecían a los principios y que no había ningún problema con ellas. ¡Mi opinión era totalmente absurda! Estimaba demasiado a los líderes. Los escuchaba y obedecía ciegamente sin ningún principio. ¡Qué necia e ignorante! Tras leer la palabra de Dios comprendí cómo tratar correctamente a los líderes de la iglesia. No debía escucharlos y obedecerlos ciegamente. Si lo que hacen es correcto y acorde con los principios de la verdad, debo aceptarlo y obedecer. Esto no es obedecer a una persona ni a un líder, sino obedecer la verdad. Si lo que dicen o hacen no es acorde con los principios de la verdad, sin importar la categoría del líder, debo rechazarlo, negarme a obedecerlo, sincerarme, hablar y analizar con los demás hasta que todos entendamos el problema. Esto es proteger los intereses de la iglesia. Si todo el mundo es capaz de tratar con seriedad los principios de la verdad, de cooperar en armonía con los líderes y de cumplir con sus responsabilidades, el trabajo de la iglesia y la vida de iglesia del pueblo escogido de Dios están garantizados y se mantienen. Si todos opinaran como yo y admiraran ciegamente a los líderes y obreros, les dejaran a ellos todos los problemas, fueran indiferentes incluso a asuntos tan importantes como la elección de líderes, practicaran tal como dijeran los líderes, no cumplieran con sus responsabilidades, no cooperaran con los líderes para estar pendientes de las cosas y no buscaran ni hablaran cuando supieran que las cosas eran palpablemente inapropiadas, no solo perderían su deber, sino que probablemente también elegirían a los líderes equivocados. Esto solo acarrearía perjuicios y desgracias al trabajo de la iglesia y a los hermanos y hermanas. A su vez aprendí que, en aquello que no entienda, debo buscar la verdad con un corazón temeroso de Dios hasta que tenga clara la cuestión. Mientras sea correcta nuestra intención, la de proteger la labor de la iglesia, aunque discrepemos de los líderes, no estamos perturbando ni oponiéndonos a ellos, sino buscando correctamente la verdad, analizando el problema y protegiendo el trabajo y los intereses de la casa de Dios. Si el líder es la persona adecuada, sabrá aceptar la verdad y no oprimirá a nadie por ello. Si el líder reprime a otras personas por opinar distinto, esto demuestra que el líder no acepta la verdad, lo que también puede servirnos para cultivar el discernimiento. Al comprender estas cosas, mi corazón se sintió iluminado y liberado. Ya sabía cómo cooperar con los líderes y proteger el trabajo de la iglesia.
Una vez, los hermanos y hermanas denunciaron y revelaron a Li alegando que era especialmente egoísta y codiciosa, que solía aprovecharse de sus hermanos y hermanas y pedirles cosas. A la gente le parecía repelente y muy mala influencia. Según los principios, había que expulsarla. Cuando los líderes investigaron y comprobaron la denuncia, determinaron que era cierta, pero dijeron que era eficaz en la labor evangelizadora y que podía quedarse para cumplir con el deber. Al enterarme, me acordé algunas conductas anteriores de Li en el deber. Tenía un carácter ruin, hacía las cosas arbitrariamente y exigía tener la última palabra. Si alguien le señalaba sus problemas, se vengaba y lo castigaba, y no aceptaba para nada la verdad. Al final la destituyeron. Ni siquiera entonces se había arrepentido Li, aún era codiciosa y todavia solía pedirles cosas a los hermanos y hermanas. Según los principios, era objetivo de expulsión. Ahora bien, me seguían preocupando algunas cosas. Su humanidad era malvada, ella era insidiosa y codiciosa y, de permanecer en la iglesia, cometería más maldad y perturbaría la labor evangelizadora. Si esperábamos a que eso tuviera gran repercusión en el trabajo para gestionarlo, ¿no sería demasiado tarde? Pensé: “¿No debería hablarles a los líderes de esto?”. Sin embargo, reflexioné: “Los líderes saben evaluar y observar las cosas según los principios. Si ahora digo algo, ¿en qué consideración me tendrán? ¿Opinarán que tengo un problema con lo que disponen? Si nadie más ha dicho nada, olvídate, yo tampoco”. Al pensar así, me sentí incómoda. Recordé mi experiencia de poco antes y me di cuenta de que de nuevo protegía mis intereses. Por ello, oré en silencio a Dios para decirle que deseaba tener las intenciones correctas, aceptar Su escrutinio y proteger la labor de la iglesia sin importar cómo me considerara nadie. Así pues, expresé mis preocupaciones y busqué con todos. Cuando acabé, los demás hermanos y hermanas también me aportaron sugerencias. Después, los líderes investigaron y comprobaron que Li no era apta para permanecer en la iglesia, con lo que la expulsaron de ella de acuerdo con los principios. Me sentí muy segura por cómo lo gestionaron. Descubrí que no vivir según las filosofías satánicas y practicar la verdad es el único modo de vivir como un auténtico ser humano y con dignidad. ¡Demos gracias a Dios!