Reflexiones tras ser descarriada por un anticristo
En una ocasión, cuando una líder superior, Liu Ping, vino a la iglesia a chequear las cosas, muy pronto vio que una de nuestras líderes era un anticristo. Reveló y analizó una por una sus conductas malvadas. Yo la admiré de veras, pues hacía un tiempo que conocía a ese anticristo y no lo había discernido. Liu Ping descubrió cómo era en menos de una semana y muy pronto la destituyó y echó de la iglesia. Yo supuse que tenía la realidad de la verdad; si no, ¿cómo pudo asumir un deber tan importante? Esa idea me hizo admirarla aún más.
En una reunión, Liu Ping explicó cómo había descubierto que el anticristo hacía el mal y perturbaba, cómo había averiguado las motivaciones tras estos problemas, y describió muy duramente sus expresiones de maldad. Liu Ping habló también de lo bien que había ido el trabajo de la iglesia del que era responsable, de que gestionaba el trabajo de varias iglesias y los líderes superiores la valoraban mucho. La adulé todavía más tras oírla hablar de esto y me sentí muy honrada de reunirme con una líder como ella. Me contagié totalmente de una sensación de gloria y escuché con atención para no perderme un solo detalle. Al poco tiempo, Liu Ping vino a la iglesia de la que me encargaba a chequear nuestro trabajo y mi compañera y yo le contamos que habíamos destituido a la hermana Wang. Apenas terminé, ella usó las palabras de Dios para tratar conmigo duramente por ser autoritaria en el deber: “¿Por qué lo hiciste sin autorización? ¿Por qué no me informaste? ¿No sabes que eso es autoritario y punitivo y la conducta de un anticristo?”. Tenía mucho miedo y me sentía condenada, pero me esforcé por aceptarlo. Yo pensaba que, cuando surgen en la iglesia falsos líderes y anticristos, el pueblo escogido de Dios debe unirse para deshacerse de ellos o que deben hacerlo directamente varios líderes. Ese es el principio. La hermana Wang siempre había sido autoritaria y arbitraria y promovía a malhechores, lo que provocaba el caos en la labor de la iglesia. Hablábamos con ella y la reprendíamos, pero no lo admitía. Era una falsa líder. La destituimos de acuerdo con los principios. ¿Qué tenía eso de autoritario y punitivo? ¿No nos estaba criticando arbitrariamente Liu Ping al ponernos una etiqueta? Sin embargo, luego pensé que, como ella era capaz de gestionar el trabajo de tantas iglesias, debía de entender las cosas más a fondo que yo, por lo que quizá estaba analizando un problema mío de base. No lo podía admitir porque me faltaban estatura y agudeza, así que supuse que tan solo debía asumirlo. No dije nada entonces, pero me sentía fatal porque mi motivación para ello no fie ser punitiva y dictatorial. Sin embargo, así acabó lo que había hecho y yo tenía mucho miedo y una sensación de fracaso.
Liu Ping prosiguió preguntando más cosas del trabajo de la iglesia. Había una líder de cuya conducta yo dudaba y no sabía qué hacer, por lo que, cuando se lo conté a Liu Ping, sugirió que leyéramos un pasaje de las palabras de Dios. Lo había leído justo un par de días antes y quería confirmar con ella mi opinión sobre la líder. En cuanto se lo comenté, se enojó mucho, tiró el celular sobre la cama y me dijo de forma muy dura: “Tú entiendes la conducta de esta líder y has leído cosas sobre los principios. ¿Por qué alegas que te falta discernimiento y no sabes qué hacer? Es una falsa líder. Si no la destituyes, estás protegiendo a una falsa líder, entorpeciendo el trabajo de limpieza de la iglesia y siendo un obstáculo”. No supe qué hacer ante una crítica tan inesperada. Me incomodé mucho. En solo dos días me había acusado de varias conductas propias de un anticristo, como castigar a alguien, ser autoritaria, proteger a una falsa líder y entorpecer el trabajo de limpieza de la iglesia. Todas esas cosas ofenden el carácter de Dios y podrían provocar mi expulsión de la iglesia. La idea de que mis años de fe podrían terminarse sin más me resultaba muy preocupante y dolorosa. No pude reprimir el llanto. Al verme llorar, Liu Ping me preguntó qué estaba pensando. En realidad me sentía muy ofendida. Simplemente dudaba de la conducta de aquella líder, pero no la estaba protegiendo deliberadamente. Si no estaba lidiando lo suficientemente bien con ello, ella podría haber hablado conmigo para ayudarme y sustentarme, y no criticarme y condenarme arbitrariamente. No quería admitirlo. Temía que dijera que yo no aceptaba la verdad y que estaba buscando algo en su contra; mi destitución y expulsión serían entonces cuestión de tiempo. Además, reflexioné que era cierto que no había destituido de inmediato a esa falsa líder, por lo que, probablemente, Liu Ping estaba criticando la naturaleza de mis actos. Además, ella conocía la verdad y tenía discernimiento, así que debía de tener razón respecto a mis problemas. Yo tan solo no me daba cuenta y debía aceptar sus críticas. Respondí hipócritamente: “Tienes razón respecto a mis problemas. Lo admito y haré introspección”. No obstante, a decir verdad, estaba muy enojada y creía haber cometido demasiadas transgresiones ante Dios. Me preguntaba si Él me rechazaría. Era la primera vez que me reprendían tan duramente y no sabía cómo resolverlo. Me parecía demasiado peligroso ser líder, como vivir al filo de la navaja. No sabía qué podría hacer que ofendiera a Dios, con lo que mi resultado podría no ser seguro. Estuve pensando que mejor dimitía y evitaba esa clase de situación. De ese modo, al menos podría tener la oportunidad de quedarme en la iglesia.
Esa noche iba en bicicleta a buscar unas cosas para Liu Ping, cuando, de pronto, me caí, rodé un par de metros y me destrocé las manos y los pies. Estaba en el suelo con muchos dolores. No sabía cómo logré levantarme. Ni siquiera quería volver a la casa de reuniones por miedo a que Liu Ping viera mis heridas y dijera que Dios me estaba disciplinando por haber ofendido Su carácter. Me pasé mucho tiempo paseando por la carretera y finalmente me armé de valor para regresar. Al llegar, dejé las cosas y me fui corriendo al baño a limpiarme las heridas por temor a que las viera Liu Ping. Cuando me las estaba curando, me percaté de que eso no fue un accidente, sino la voluntad de Dios. Oré: “Oh, Dios mío, ahora me siento realmente fatal. No sé cómo resolver esto. Te pido que me guíes para que comprenda Tu voluntad”. Tras orar, estuve reflexionando que Liu Ping me criticaba y etiquetaba arbitrariamente sin entender el contexto. ¿De verdad era así? Recordé entonces un pasaje de las palabras de Dios: “Si como líder u obrero de la iglesia debes guiar a los escogidos de Dios para que entren en la realidad de la verdad y den un testimonio apropiado de Dios, lo más importante es guiar a las personas para que pasen más tiempo leyendo Sus palabras y comunicando la verdad, para que los escogidos de Dios puedan tener un conocimiento más profundo de Sus objetivos en la salvación del hombre y el propósito de Su obra, y puedan entender la voluntad de Dios y Sus diversas exigencias hacia el hombre, permitiéndoles así entender la verdad. Cuando enseñes y prediques, debes ser auténtico y no conformarte con repetir palabras de doctrina. Cuando comas y bebas de las palabras de Dios, debes concentrarte en practicar la verdad que comprendas, y entonces será cuando la comprendas realmente. Cuando experimentes las palabras de Dios, debes comunicar únicamente acerca de lo que sepas. No te jactes, no exageres, no hagas observaciones irresponsables y no te limites a repetir palabras de doctrina. Si exageras, las personas te detestarán y te sentirás reprobado después; sencillamente, esto es demasiado inadecuado. ¿Cuál es tu objetivo al enseñar la verdad en las asambleas? ¿Puedes hacer que la gente entienda la verdad y entre en su realidad si solo los tratas y los sermoneas? Si la verdad que comunicas no es real, si solo son palabras de doctrina, entonces no importa cuánto los trates y los sermonees, no servirá de nada. ¿Crees que el hecho de que la gente tenga miedo de ti y haga lo que le dices sin atreverse a llevarte la contraria equivale a que entienden la verdad y son obedientes? Ese es un gran error; la entrada en la vida no es tan sencilla. Algunos líderes son como un jefe nuevo que trata de causar una honda impresión, tratan de imponer a los escogidos de Dios su autoridad en cuanto la adquieren, para que todos se sometan a ellos, creyendo que eso facilitará su trabajo. Si careces de la realidad de la verdad, entonces en poco tiempo se revelará tu verdadero ser, tu verdadera estatura será expuesta, y puede que seas eliminado. En algunos trabajos administrativos, es aceptable un poco de trato, poda y disciplina. Sin embargo, si eres incapaz de proveer de verdad, si solo eres capaz de sermonear a la gente y lo único que haces es estallar de cólera, entonces esto es la revelación de tu carácter corrupto, y has mostrado la fea cara de tu corrupción. A medida que pasa el tiempo, los escogidos de Dios serán incapaces de recibir de ti la provisión de vida, no ganarán nada real, y por tanto sentirán repulsión y asco hacia ti y te evitarán” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo aquellos con la realidad-verdad pueden liderar). Esto me enseñó que los líderes deben, ante todo, hablar de la verdad y proveer vida, y que reprender a ciegas no ayuda a nadie a alcanzar la verdad. Cuando Liu Ping descubrió problemas en mi trabajo, y sin entender el contexto, me podó y trató conmigo a ciegas y me etiquetó, en vez de resolver los problemas reales. Después, yo seguía sin saber en qué me había equivocado ni qué hacer, pero le tenía miedo y estaba deprimida y en alerta. Fue entonces cuando me di cuenta de que sus críticas se derivaban de una mentalidad humana y de que, en algunas cosas deterministas que decía, hacía una montaña de un grano de arena. Yo necesitaba discernimiento y no tenía que someterme a ello. Me sentí un poco mejor ante esta idea. Por entonces solo sabía que ella no debía tratar con la gente de esa forma, que esa no era la voluntad de Dios, pero no procuraba discernir sus motivaciones ni la naturaleza de su conducta.
En breve, la iglesia se preparaba para celebrar elecciones y mi compañera, Chen Xiao, estaba entre los candidatos. Le importaban demasiado la reputación y el estatus, siempre estaba peleando por ellos y era muy envidiosa. Cuando no ganaba, holgazaneaba y descargaba su ira por medio del deber. Varios colaboradores se sentían limitados por ella. También era una persona muy egoísta que en el deber solo pensaba en sus intereses, no en los de la casa de Dios. Le daba miedo ofender a la gente, por lo que, cuando surgían falsos líderes en la iglesia, se demoraba en lidiar con ellos, lo cual perjudicaba la labor de la iglesia. Numerosos colaboradores creían que no buscaba la verdad ni tenía buena humanidad, así que no era buena candidata. Como dudaba de ella, le hablé de eso a Liu Ping. En ese momento, nada. Luego, el día de las elecciones, animó a Chen Xiao a votarse a sí misma. Así, animada por ella, Chen Xiao llegó a la última vuelta de las elecciones. Me quedé de piedra con aquello. Según la Organización del trabajo: “Independientemente de la persona que se establezca en un rol de liderazgo, en tanto que haya objeciones, entonces se requiere de una mayor observación. Nunca debemos promover a ciegas a nadie y mientras estemos esperando y obteniendo un mejor entendimiento, es posible que los eventos cambien en cualquier momento y puede ser que aparezca un candidato más adecuado” (“Organización del trabajo”). “En las elecciones de la iglesia, no se permite a nadie designar un candidato, ni incitar ni obligar deliberadamente al pueblo escogido de Dios a votar siguiendo la voluntad de una persona determinada. Este es un acto que interfiere con los derechos humanos y que va en contra de la verdad” (“Organización del trabajo”). Había hablado a Liu Ping de los problemas de Chen Xiao y ella no solo no los investigó, sino que la respaldó abiertamente e hizo que otros la votaran. Liu Ping tenía un deber importantísimo. ¿Cómo pudo ser tan negligente en algo tan importante como la elección de un líder? Era muy consciente de que Chen Xiao tenía problemas, pero siguió respaldándola. ¿Eso no perjudicaba a los hermanos y hermanas? Al darme cuenta, tuve valor para volver a plantearle los problemas de Chen Xiao. Volvió a lo que estaba haciendo sin mediar palabra. Me sentí bastante desconcertada y empecé a dudar de mí. ¿Había sido injusta con Chen Xiao? Si no, ¿por qué Liu Ping no me respondió siquiera? ¿Diría que yo estaba perturbando las elecciones de la iglesia y descartando oponentes porque quería ser líder? A ojos de Liu Ping, ya había cometido muchas transgresiones. Si continuaba sacando a colación los problemas de Chen Xiao, tal vez me destituyera o determinara que era un anticristo, una malhechora, y me echara. Y como Liu Ping era líder superior, suponía que tenía que comprender más la verdad que yo. Había respaldado a Chen Xiao como posible líder, lo que significaba que creía que era buena y que sabría ocuparse de ese deber. Debía someterme y buscar el modo de practicar.
Eligieron a Chen Xiao. Ante semejante resultado, me sentí muy incómoda. Tras asumir un cargo de líder, Chen Xiao no paró de luchar por el poder y el estatus, de formar camarillas y de tener conflictos por envidia. Nadie podía trabajar en armonía con ella y el deber de todos se vio afectado. Eso, además, demoró todo tipo de proyectos de la iglesia. Me sentía muy confundida. Si hablaba claro de sus problemas, temía que Liu Ping dijera que era injusta, pero, si no lo hacía, no hallaría la paz interior. Realmente no sabía qué hacer. Más tarde, me presenté ante Dios y le pedí que me guiara. No tardé en recibir una carta de una líder superior, que afirmaba que habían denunciado a Liu Ping. Alegaban que siempre hablaba de doctrina, que se enaltecía y presumía para que la admiraran, lo que atraía a los demás ante ella. Además, tendía a reprender de manera autoritaria, etiquetando a la gente, condenándola alegremente y desanimándola en el deber. Era muy arbitraria al nombrar a la gente y la promovía como quería, dando prioridad a quienes le caían bien, lo que perjudicaba mucho la labor de la casa de Dios. Asimismo, era deshonesta en las elecciones. Cuando una hermana le dio unas sugerencias, la atacó verbalmente, la destituyó y a punto estuvo de echarla. A tenor de su conducta, se comprobó que era un anticristo y la líder quería que escribiéramos algo acerca de su conducta. Me quedé muda de asombro al leer la carta. No me había imaginado que alguien a quien consideraba buena líder fuera un anticristo. Al observar sus muchas conductas malvadas y al recordar toda nuestra relación, descubrí que no era que yo no tuviera discernimiento ni conciencia, sino que nunca había procurado aplicar el discernimiento. En ese momento sentí mucho remordimiento. No sabía por qué fui tan indolente.
Después leí unas palabras de Dios en relación con la conducta de Liu Ping. Las palabras de Dios dicen: “Independientemente de la manera en la que hablen, siempre se trata de hacer que la gente los tenga en alta estima y los idolatre, de alcanzar cierto lugar en su corazón, incluso de tomar el lugar de Dios en él; todos estos son los objetivos que los anticristos desean lograr cuando dan testimonio de sí mismos. La motivación detrás de todo lo que dicen, predican y comparten es hacer que la gente los tenga en alta estima y los venere; tal comportamiento implica exaltarse y dar testimonio de sí mismos, con el fin de ocupar un lugar en el corazón de los demás. Si bien la manera en la que estas personas hablan no es completamente la misma, en mayor o menor medida, tiene el efecto de dar testimonio de sí y hacer que la gente las venere; y en mayor o menor medida, tales comportamientos existen en casi todos los que obran. Si llegan a cierto punto, el punto en el cual no pueden detenerse, o si se vuelven difíciles de contener, y tienen una intención y un objetivo particularmente firmes y evidentes de hacer que la gente los trate como si fueran Dios o alguna especie de ídolo, y pueden entonces alcanzar el objetivo de controlar a la gente, frenarla y llegar al punto de hacer que se someta, la naturaleza de todo esto es enaltecerse y dar testimonio de sí mismos; todo esto forma parte de la naturaleza de un anticristo. ¿Qué métodos suele emplear la gente para enaltecerse y dar testimonio de sí misma? (Hablar de su capital). ¿En qué consiste hablar de su capital? En hablar de hace cuánto que cree en Dios, cuánto ha sufrido, del alto precio que ha pagado, de cuánto trabajo ha realizado, de lo lejos que ha viajado, de a cuántos se ha ganado predicando el evangelio y de cuánta humillación ha tenido que soportar. Algunos a menudo también hablan de las veces que han estado en la cárcel sin llegar jamás a vender a la iglesia o a los hermanos y hermanas ni a dejar de mantenerse firmes en el testimonio, etc.; todos estos son ejemplos de lo que se dice al hablar de cuánto capital se tiene. Con el pretexto de cumplir con el deber de líder, se ocupan de sus propios asuntos, con lo que consolidan su posición y crean una buena impresión en el corazón de la gente. A su vez, se la ganan con todo tipo de métodos y trucos, hasta el punto de atacar y excluir a cualquiera cuyas opiniones o puntos de vista difieran de los suyos, en especial aquellos que buscan la verdad. Y con la gente necia, ignorante y confusa en su fe y la que solo cree en Dios durante un tiempo o es de muy poca estatura, ¿qué métodos emplean? La engañan, la embaucan y hasta la amenazan, estrategias con las que alcanzan su objetivo de consolidar su posición. Todas estas son las tácticas de los anticristos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Tratan de ganarse a la gente). Las palabras de Dios me aclararon un poco los objetivos y la esencia de las cosas que hacía Liu Ping. Desde que la conocía, jamás enaltecía a Dios ni daba testimonio de Él, ni tampoco hablaba de su corrupción ni de sus debilidades. Siempre estaba presumiendo, hablando de cómo había reconocido y revelado a los anticristos, para que la gente creyera que comprendía la verdad y defendía el trabajo de la casa de Dios. Y siempre hablaba de cómo gestionaba el trabajo de varias iglesias y de que los líderes superiores la valoraban, a fin de que la gente pensara que sabía hacer un trabajo práctico y seguía el corazón de Dios. Así se enaltecía y daba testimonio de sí misma, con lo que creaba una imagen positiva de ella entre los hermanos y hermanas. Lo hacía para que la admiraran, de manera que pudiera descarriar y controlar a otra gente. Y cuando destituimos a la hermana Wang sin su autorización, en vez de fijarse en si eso estaba de acuerdo con los principios, lo condenó alegremente. Cuando le pregunté por los problemas de una líder, no me enseñó la verdad para resolver las cosas ni me ayudó a adquirir discernimiento, sino que me condenó arbitrariamente. Atacaba verbalmente a cualquiera que la criticara sin ninguna consideración por nadie. Consideraba a los hermanos y hermanas enemigos a muerte, los reprendía como le daba la gana y los condenaba y destituía arbitrariamente para instaurar su autoridad y que a la gente le diera demasiado miedo oponerse a ella. Estaba decidida a tener a todos a sus pies. Siempre imponía, en vez de hablar a los demás como iguales, como si Satanás no la hubiera corrompido y fuera distinta al resto. Hasta reprendía y condenaba a los demás con las palabras de Dios, como si hubiera sido purificada y perfeccionada, como si fuera la dueña de la verdad. Su esencia de anticristo se había revelado exhaustivamente. Al recordar la elección de Chen Xiao, la casa de Dios había enseñado muchísimas veces los criterios para los líderes: han de buscar la verdad y tener buena humanidad. Tras todos sus años de trabajo, no era que Liu Ping no conociera los principios, pero se empeñó en elegir a una candidata inadecuada, con lo que llegó a un puesto importante una falsa líder, un anticristo. Ignoró los principios de la verdad y la organización del trabajo de la casa de Dios. Era muy caprichosa y prepotente y, con descaro, competía frente a frente con Dios. Era una esbirra de Satanás que había venido a demoler el trabajo de la casa de Dios. No iba a descansar hasta haberlo hecho. Vi lo crueles y malvados que son los anticristos. Sin embargo, yo fui ciega y necia. Trataba a un anticristo como si fuera una persona con la realidad de la verdad, pues creía que la comprendía, que tenía discernimiento y experiencia, así que no me fijaba en si seguía los principios ni pensaba en qué clase de motivaciones miserables ocultaba. No fui muy sagaz.
Me acordé de que la líder afirmaba en su carta que unos hermanos y hermanas denunciaron a Liu Ping por su sentido de la justicia. Me resultó duro descubrirlo. Yo también me había topado con ese anticristo; entonces, ¿por qué otros tuvieron discernimiento y la denunciaron según los principios, y yo, pese a saber que ella no obedecía los principios de la verdad, la seguí ciegamente, en lugar de tener discernimiento? Cuanto más lo pensaba, más me disgustaba. Por ello, me presenté ante Dios a hacer introspección. Luego leí un pasaje de Sus palabras: “Algunos son engañados con frecuencia por los que, en apariencia, son espirituales, nobles, elevados y grandes. En lo que respecta a las personas que pueden hablar con elocuencia de letras y doctrinas, y cuyo discurso y acciones parecen dignos de admiración, quienes son engañados por ellos jamás han analizado la esencia de sus acciones, los principios subyacentes a sus obras o cuáles son sus objetivos. Además, tampoco han observado si estas personas se someten verdaderamente a Dios ni tampoco han determinado si auténticamente temen a Dios y se apartan del mal. Nunca han discernido la esencia de la humanidad de estas personas. Más bien, empezando por el primer paso que consiste en familiarizarse con ellas, llegan poco a poco a admirarlas, a venerarlas, y estas personas acaban convirtiéndose en sus ídolos. […] Solo existe una causa fundamental por la que estas personas llevan a cabo y sostienen acciones y puntos de vista tan ignorantes, así como opiniones y prácticas parciales, y hoy os hablaré de ello. La razón es que, aunque las personas pueden seguir a Dios, orar a Él y leer Sus declaraciones cada día, no entienden realmente Su voluntad. Aquí está la raíz del problema. Si alguien entendiera el corazón de Dios y supiera lo que a Él le gusta, lo que Él detesta, lo que quiere, lo que rechaza, a qué clase de persona ama, qué clase de persona no le gusta, qué tipo de estándar usa cuando hace exigencias a las personas y qué tipo de enfoque adopta para perfeccionarlas, ¿podría esa persona seguir teniendo sus propias opiniones personales? ¿Podrían tales personas simplemente ir y adorar a alguien más? ¿Podría un ser humano común y corriente ser su ídolo? Las personas que entienden la voluntad de Dios poseen un punto de vista ligeramente más racional que ese. No van a idolatrar arbitrariamente a una persona corrupta y, mientras caminan por la senda de poner en práctica la verdad, tampoco creerán que ceñirse ciegamente a unas cuantas reglas o principios sencillos equivale a poner en práctica la verdad” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Cómo conocer el carácter de Dios y los resultados que logrará Su obra). Tras leer las palabras de Dios, comprobé que idolatraba y admiraba ciegamente a Liu Ping porque no me centraba en buscar la verdad ni entendía a Dios en absoluto. No sabía qué clase de gente le agrada ni cuál detesta, ni conocía Sus criterios para evaluar a las personas. Yo contemplaba a la gente según mis nociones y solo me centraba en sus dones superficiales y su elocuencia. Cuando conocí a Liu Ping, vi lo rápido que destituyó y expulsó a un anticristo e inmediatamente tuve una imagen elevada de ella. Luego, en las reuniones, oía que hablaba de cómo había revelado y analizado a los anticristos, de que había avivado el trabajo de la iglesia, de la importante labor que gestionaba y de que los líderes superiores la valoraban. La idolatraba aún más y creía que tenía la realidad de la verdad. Incluso me sentía honrada de estar en una reunión con una líder como ella. Así pues, aunque me criticaba y etiquetaba a ciegas cuando me preguntaba por mi labor, yo no tenía discernimiento, sino que lo aceptaba y me sometía a ello. Incluso cuando, tras ser tratada, me volví tan negativa que quise dejarlo, seguí haciendo introspección de todos modos. Tenía la guía de las palabras de Dios y sabía que lo que ella hacía no estaba bien, pero yo no procuraba discernir la esencia de sus actos. Unas semanas después, pasé de admirarla a adularla y dejé de llevar a Dios en el corazón. No era creyente, sino que seguía, idolatraba, a una persona.
Reflexionando descubrí que había tenido una perspectiva equivocada. Creía que, como Liu Ping era una líder responsable de todas aquellas iglesias y enseñaba bien, debía de tener la realidad de la verdad. Pensaba que no podía equivocarse y no aplicaba el discernimiento. Leí entonces unas palabras de Dios que me ayudaron a entender cómo comprobar si alguien tiene la realidad. Las palabras de Dios dicen: “Tomar las palabras de Dios y poder explicarlas descaradamente no significa que poseas la realidad; las cosas no son tan simples como te las imaginas. Tener la realidad no se basa en lo que dices, sino en lo que vives. Solo cuando las palabras de Dios se convierten en tu vida y en tu expresión natural, se puede decir que tienes la realidad, y solo entonces puede contarse como haber recibido el verdadero conocimiento y la estatura real. Debes ser capaz también de soportar la prueba por largos períodos de tiempo y de vivir la semejanza que Dios requiere. No debe ser solo una pose, sino que debe fluir naturalmente de ti; solo entonces tendrás realmente realidad y solo entonces habrás ganado vida” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo se posee la realidad si se pone en práctica la verdad). “¿Cómo comprobar si alguien está en posesión de la realidad de la verdad? Eso se evidencia en lo que dice. Alguien que solo pronuncia palabras de doctrina no está en posesión de la realidad de la verdad y, ciertamente, no practica la verdad, así que lo que dice es vacío y poco realista. Las palabras de alguien que tiene la realidad de la verdad pueden resolver los problemas de la gente. Esa persona aprecia la esencia de los problemas. Con unas sencillas palabras puede resolver un problema que te lleva incordiando muchos años; comprenderás la verdad y la voluntad de Dios, las cosas ya no te resultarán difíciles, ya no te sentirás atado y limitado y conseguirás la libertad y la liberación. ¿Lo que dice esa persona es la realidad de la verdad? Si tú no entiendes lo que dice y ella no resuelve la causa profunda de tu problema, lo que dice son palabras de doctrina. ¿Pueden las palabras de doctrina proveer y ayudar a la gente? (No). Las palabras de doctrina no pueden proveer ni ayudar a la gente ni resolver sus dificultades prácticas. Cuantas más palabras de doctrina se pronuncian, más molestan al oyente. La gente que comprende la verdad habla distinto. Con unas pocas palabras es capaz de señalar la causa profunda del problema o el origen de la enfermedad. Incluso una sola frase puede despertar a la gente y acertar con las cuestiones clave. Se trata de utilizar palabras que tengan las realidades de la verdad para resolver las dificultades de la gente y señalarle la senda de práctica” (La comunión de Dios). Las palabras de Dios son claras. Que alguien tenga o no la realidad no consiste en que hable bien ni en cuánto trabajo importante haya realizado, sino en si practica la verdad cuando surgen problemas, en si sabe hacer las cosas según los principios, defiende la labor de la casa de Dios y es devoto en el deber. Eso es lo que se requiere para tener la realidad de la verdad. Hay gente con aptitud y una comprensión digna de las palabras de Dios, pero jamás las ha puesto en práctica, así que todo lo que dice es dogmático. No habla de ninguna realidad, de ningún pormenor de la verdad, y no sabe resolver problemas reales. No tiene principios en el deber, sino que va a su aire y hace lo que quiere. Todo cuanto hace es para preservar su reputación y estatus sin tener en cuenta los intereses de la iglesia. No tiene la realidad de la verdad. Y Liu Ping había trabajado bastante, pero nunca enaltecía a Dios ni daba testimonio de Él y no compartía sus experiencias de Sus palabras para ayudar a otros. Solamente soltaba doctrinas y presumía para que la admiraran. Al resolver problemas, no compartía los principios de la verdad ni sugería sendas reales de práctica, sino que se valía de los problemas para culpar y condenar a los demás. Como no le dimos parte justo antes de destituir a la hermana Wang, nos acusó de dictatoriales. Cuando yo dudaba de los problemas de una líder y le pregunté, me criticó por amparar deliberadamente a una falsa líder, por ser un estorbo y un obstáculo en el trabajo de limpieza de la iglesia. Llegó a acusarme de ser un anticristo. Cuando dijo aquello, yo no entendía realmente lo que había hecho. No estaba segura de si había cometido el mal, exhibido algo de corrupción o cometido algunos errores en el trabajo. No solo no comprendía la verdad, sino que me asusté mucho, con lo que me protegí más de Dios. Me di cuenta de que ella no conocía la verdad ni tenía su realidad y de que no sabía ocuparse de los problemas reales. Además, era muy arrogante por naturaleza. Sobre todo en algo tan importante como la elección de un líder, no buscó la verdad, sino que infringió abiertamente los principios y fue a su aire. No tenía veneración por Dios ni actuaba según los principios, sino que se resistía a Dios y perturbaba el trabajo de Su casa. No tenía para nada la realidad de la verdad, pese a lo cual yo la idolatraba ciegamente; una necedad de mi parte.
Más tarde leí unas palabras de Dios. “Cuando alguien es elegido líder por los hermanos y hermanas, o la casa de Dios lo promueve para que lleve a cabo determinado trabajo o deber, esto no significa que tenga un estatus o una identidad especiales, que las verdades que comprenda sean más profundas y más numerosas que las de otras personas, y ni mucho menos que esta persona sea capaz de someterse a Dios y no traicionarlo. Tampoco significa que conozca a Dios y que sea una persona temerosa de Él. De hecho, no ha logrado nada de esto; la promoción y el cultivo son solamente promoción y cultivo en el sentido más simple. Su promoción y cultivo simplemente significan que ha sido promovida y está a la espera de ser cultivada. El resultado final de este cultivo depende de la senda por la que vaya la persona y de lo que busque. Por lo tanto, cuando en la iglesia alguien es promovido y cultivado para que sea líder, solo se le promueve y cultiva en sentido directo; no quiere decir que ya sea un líder capacitado o competente, que ya sea capaz de asumir la labor de un líder y hacer un trabajo real; eso no es así. Cuando alguien es promovido y cultivado para que sea líder, lo mínimo que debe poseer es algo que la mayoría de la gente no ve con claridad. Algunas personas, con base en sus fantasías, admiran a quienes son promovidos y cultivados, pero esto es un error. Independientemente de cuántos años lleve creyendo, ¿alguien que es promovido realmente posee la realidad de la verdad? No necesariamente. ¿Puede llevar a buen puerto la organización del trabajo de la casa de Dios? No necesariamente. ¿Tiene sentido de la responsabilidad? ¿Tiene compromiso? ¿Es capaz de someterse a Dios? Ante un problema, ¿es capaz de buscar la verdad? No se sabe. ¿Tiene la persona un corazón temeroso de Dios? ¿Y cuánto lo teme? ¿Es susceptible de seguir su propia voluntad al hacer las cosas? ¿Es capaz de buscar a Dios? Durante el período en que lleva a cabo el trabajo de líder, ¿se presenta ante Dios de manera regular y frecuente para buscar Su voluntad? ¿Sabe guiar a la gente para entrar en la realidad de la verdad? Sin duda es incapaz de tales cosas en lo inmediato. No ha recibido formación y tiene muy poca experiencia, así que no puede hacer esas cosas. Es por eso que promover y cultivar a alguien no quiere decir que ya entienda la verdad ni que ya sepa cumplir satisfactoriamente con el deber. […] La gente no debe tener grandes expectativas ni unas exigencias poco realistas de quienes son promovidos y cultivados; sería poco racional e injusto para ellos. Podéis observar su trabajo y si descubrís problemas o cosas que vulneran los principios en el desarrollo de su trabajo, podéis informarlo y buscar la verdad para resolver tales asuntos. Lo que no debéis hacer es juzgarlos, condenarlos, atacarlos ni excluirlos, pues están en la etapa de cultivo y no se les debe considerar personas perfeccionadas, ni mucho menos perfectas o poseedoras de la realidad de la verdad. […] ¿Por qué digo esto? Para advertir a todos de que deben abordar correctamente la promoción y el cultivo por parte de la casa de Dios de diversos tipos de talentos y que no han de ser duros en las exigencias a estas personas. Naturalmente, la gente tampoco ha de tener una opinión poco realista de ellas. Es de necios darles demasiado reconocimiento o reverencia y no es humano ni realista ser demasiado duros en vuestras exigencias hacia ellas” (“Cómo identificar a los falsos líderes (5)”). Con las palabras de Dios entendí que ser elegido líder no significa que alguien tenga la realidad, que sepa trabajar realmente ni que sea un líder apto y cualificado. Es igual que cualquiera, con un carácter corrupto, y también infringirá los principios de la verdad en el trabajo. Necesita el juicio, el castigo y la poda de Dios y supervisión ajena. Ser ascendido o promovido por la casa de Dios es una oportunidad de practicar, pero la clave para alcanzar la verdad es la senda que tome una persona, si es capaz de buscar la verdad. Hay personas con aptitud, que buscan la verdad y son capaces de asumir un trabajo en la casa de Dios, por lo que son ascendidas. Eso solo supone una oportunidad de practicar y formarse. Si, transcurrido un tiempo, aún no parecen adecuadas o no van por la senda correcta, por ejemplo, interrumpiendo el trabajo de la iglesia, la casa de Dios las destituirá en cualquier momento. Igual que Liu Ping: una vez que la ascendieron y le dieron la oportunidad de formarse, no buscó la verdad ni tomó la senda correcta. Aunque era líder, todo lo que hacía perturbaba el trabajo de la casa de Dios, y al final la descartaron. Pero yo me regía por mis nociones y creía que, como era líder, debía de tener más realidad de la verdad y más agudeza que yo. Por tanto, a ella no le aplicaba el discernimiento, sino que la adoraba y me sometía a ella. Las palabras de Dios me enseñaron que no debemos admirar ciegamente a los líderes y obreros ni tener exigencias demasiado estrictas, sino abordarlos apropiadamente y aprender a discernir y vigilar, a la vez que también los apoyamos y cooperamos con ellos. Si tienen razón y lo que dicen coincide con la verdad y defiende la labor de la casa de Dios, debemos admitirlo y obedecer. Si no hacen un trabajo práctico o cometen el mal y perturban el trabajo de la iglesia, tenemos que plantarnos y revelarlos, denunciarlos y destituirlos. Yo veía las críticas arbitrarias de Liu Ping y sabía que no reflejaban la realidad y que exageraba las cosas, pero seguía fijándome nada más que en mí. Vaya necia. También sabía que Dios estaba disponiendo una situación así de práctica para ayudarme a adquirir discernimiento, pero no me centraba en buscar la verdad ni en aprender una lección. Un anticristo me engañó. Recibí mi merecido. Esto me llenó aún más de pesar y culpa y sentí un gran remordimiento, una gran deuda con Dios. Oré: “Dios mío, qué cobarde soy. Cuando una falsa líder, un anticristo, me oprimió y descarrió, le seguí el juego a ciegas, en vez de aplicar el discernimiento, lo que perturbó el trabajo de Tu casa. Dios mío, deseo arrepentirme y dejar de protegerme egoístamente. Quiero plantarme y revelar y denunciar los actos malvados de Liu Ping”. Después expuse honestamente la maldad de Liu Ping. Pronto recibí respuesta de un líder: Liu Ping había cometido demasiada maldad y no se arrepentía, por lo que se determinó que era un anticristo y fue expulsada de la iglesia. Me alegré, y también pensé en la tendencia de Chen Xiao a las luchas internas, a provocar rivalidades por celos y a desestabilizar a otra gente. También era una impenitente, una falsa líder de verdad. Unos colaboradores y yo redactamos una denuncia conjunta sobre ella y el líder nos mandó destituirla según los principios. Con las denuncias de otros hermanos y hermanas, vi que a Chen Xiao le obsesionaba el poder y que cometió mucha maldad para preservar su estatus. La echaron por anticristo.
Estas experiencias me enseñaron la importancia de buscar la verdad y de observar a las personas a través de las palabras de Dios. Seguir las nociones en la relación con los líderes y fijarse en su aptitud, sus dones y su estatus, mientras se les idolatra y sigue a ciegas, es resistirse y traicionar a Dios. En casos graves puedes terminar haciendo el mal con ellos y perder la ocasión de salvarte. Aprender a discernir a distintas personas y acciones, así como ver las motivaciones y tácticas tras lo que dicen y hacen los falsos líderes y anticristos, es el único modo de evitar que nos limiten y descarríen, de mantenernos firmes.