¿Quién trajo la ruina a mi familia?
Cuando era joven, trabajaba como funcionaria del gobierno, mi marido era profesor de escuela secundaria y nuestra hija era una niña adorable, inteligente y que sacaba buenas notas, por lo que todos nos envidiaban por tener una familia que parecía perfecta y en armonía. Luego, hacia finales de 2005, tuve la suerte de aceptar la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días y descubrí que Dios Todopoderoso es el Señor Jesús que ha regresado, que expresa la verdad para realizar la obra de juicio para purificar, salvar y llevar al hombre al reino de Dios. Les di esta maravillosa noticia a mi marido y a mi suegra, y mi suegra también aceptó pronto la obra de Dios de los últimos días. Aunque mi marido no quiso aceptarla, no se oponía a nuestra fe. Durante esa época, leía las palabras de Dios todos los días, compartía la verdad con los hermanos y hermanas y cumplía con mi deber. Fueron días enriquecedores, gratificantes y felices. Jamás imaginé que pronto terminarían debido a la persecución del PCCh.
Una tarde de 2006, tras regresar de una reunión, mi marido me dijo enfadado: “Antes, pensaba que tener fe en Dios era algo bueno, pero acabo de ver en Internet que el gobierno está aplicando mano dura a los creyentes. La Iglesia de Dios Todopoderoso es uno de los objetivos más importantes de las medidas del gobierno y, si te arrestan, te clasificarán como criminal peligrosa y te enviarán a la cárcel. Impondrán un castigo severo a todo funcionario que tenga familiares que crean en Dios Todopoderoso, lo destituirán de su cargo, le retirarán la seguridad social y sus hijos no podrán ir a la universidad, servir en el ejército o aspirar a cargos públicos. A partir de hoy, ya no puedes seguir creyendo en Dios Todopoderoso”. Tras finalizar su diatriba, salió de casa hecho una furia. Yo estaba muy enfadada y pensé: “En nuestra fe, solo comemos y bebemos las palabras de Dios, perseguimos la verdad y caminamos por la senda correcta, así que no hacemos nada ilegal. Sin embargo, el PCCh aún sigue intentando arrestarnos y oprimirnos. ¡Qué malvados son! No importa cómo me persigan, ¡seguiré a Dios Todopoderoso!”.
Al día siguiente, tras completar mi deber y regresar a casa, mi suegra me interrogó con el ceño fruncido: “¿Por qué llegaste tan tarde? ¿De verdad vas a seguir creyendo, aunque ahora sea tan peligroso? Hoy leí en Internet que pueden arrestarte por creer en Dios y condenarte a la cárcel. Tus hijos no podrán ir a la universidad y tanto tú como tu marido perderán sus cargos públicos. Por el bien de mi nieta, he decidido dejar de creer en Dios”. Con una sonrisa siniestra, mi marido comentó: “¡Como puedes ver, mi madre usa la razón! Apenas se enteró de que la podrían arrestar por practicar la fe, dejó de creer enseguida. ¡Tú también deberías dejar de creer! Si te arrestan por tener fe, eso arrastrará a toda nuestra familia al calvario y será solo por tu culpa. ¡Será mejor que te lo pienses bien!”. Al oírlo, me preocupé un poco y pensé: “Si sigo practicando la fe y cumpliendo con mi deber, pero me atrapan y arrestan, despedirán a mi marido de su trabajo y mi hija también se verá afectada negativamente. Si eso sucede, seguro que ambos me odiarán por ello. Quizás no vaya a las reuniones durante un tiempo para no causarle problemas a mi familia”. Pero cuando pensé así, me sentí muy inquieta. Pensé: “Si no voy a las reuniones ni cumplo con mi deber para que el PCCh no me arreste, ¿seguiré siendo creyente? ¿Podré aún alcanzar la verdad?”. Clamé de inmediato a Dios y, en ese momento, me vinieron a la mente las palabras de Dios que dicen: “De todo lo que acontece en el universo, no hay nada en lo que Yo no tenga la última palabra. ¿Hay algo que no esté en Mis manos? Todo lo que Yo digo se hace, y ¿quién entre los seres humanos puede hacerme cambiar de opinión?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 1). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, gané una comprensión más clara. La suerte de todos los seres humanos está en manos de Dios. Dios ya había predestinado si a mi marido y a mí nos despedirían, y cuál sería el futuro de mi hija. Eso no es algo que los simples hombres puedan decidir. Al comprenderlo, les dije: “Dios tiene la última palabra sobre si me arrestarán y si el futuro de nuestra hija se verá afectado. El hombre es la creación de Dios y es perfectamente natural y justificado que creamos en Dios y lo adoremos. Sé que esto es lo que debo hacer, así que no les haré caso y no abandonaré el camino verdadero”. Mi marido se enfureció y comenzó a menospreciarme y a lanzarme reproches: “¡Abre los ojos! Llevamos muchos años trabajando dentro del sistema del PCCh y ¿aún no entiendes sus políticas? China no puede tener libertad religiosa de verdad. En China, solo puedes tener fe en el partido. Lo que el partido decide es la ley y no puedes ir en contra de eso. Mira el caso del incidente en la plaza de Tiananmen: esos estudiantes solo querían democracia y libertad, pero el PCCh los reprimió brutalmente y hasta los acusó falsamente de incitar disturbios y una revolución, por lo que arrestaron y encarcelaron a muchos de ellos. Incluso hubo algunos estudiantes a los que los aplastaron los tanques. Me dan escalofríos de solo pensarlo. Piénsalo bien: si actuaron con semejante brutalidad contra los estudiantes, ¿realmente crees que a ustedes, los creyentes, los van a perdonar fácilmente? Debes ser consciente de lo que va a pasar, eres ciudadana china y solo puedes creer en el PCCh, y de ninguna manera puedes creer en Dios”. Al escuchar los argumentos de mi marido, pensé: “El PCCh es realmente brutal, violento y demoníaco. Si insisto en creer en Dios y me atrapan, sin duda me matarán a golpes”. No pude evitar sentirme un poco asustada. En ese momento, recordé las palabras del Señor Jesús que dicen: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28). Las palabras de Dios me llenaron de fe. Todos los acontecimientos y cosas están en manos de Dios, y el PCCh no podrá ponerme un dedo encima sin Su permiso. Incluso si me arrestaran y me mataran a golpes o me dejaran lisiada, sería con el permiso de Dios. Si puedo mantenerme firme en mi testimonio y humillar a Satanás, mi vida no habrá sido en vano. No podía dejar que lo que acababa de decir mi esposo me limitara y vivir una vida sin dignidad bajo el poder de Satanás, como lo hacía él. Debía confiar en Dios para mantenerme firme en mi testimonio.
Cuando mi esposo vio que todavía no había abandonado mi fe, comenzó a criticar mis defectos, a denigrarme y reprenderme, e incluso me criticaba frente a mi hija por no hacer el trabajo que debía hacer. Mi suegra también empezó a mirarme mal y a regañarme. Me decía que tenía demasiado tiempo libre, que lo malgastaba en cosas inútiles y que descuidaba el futuro de mi hija y de mi familia en aras de mi propia fe. Aparte de mi hija, nadie me dirigía la palabra. Era como si hubiera perdido mi sitio en la familia. Con el tiempo, empecé a sentirme un poco débil, así que fui ante Dios para orar y buscar, y vi este pasaje de las palabras de Dios: “El gran dragón rojo persigue a Dios y es Su enemigo, y por lo tanto, en esta tierra, la gente es sometida a humillación y opresión debido a su fe en Dios […]. Es tremendamente difícil para Dios llevar a cabo Su obra en la tierra del gran dragón rojo, pero es a través de esta dificultad que Dios realiza una etapa de Su obra, para manifestar Su sabiduría y acciones maravillosas, y usa esta oportunidad para hacer que este grupo de personas sean completadas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Es la obra de Dios tan sencilla como el hombre imagina?). Las palabras de Dios me enseñaron que el régimen del PCCh es el régimen de Satanás. El PCCh odia profundamente a Dios y la verdad, por lo que todos los que creen en Dios en China inevitablemente sufren la opresión del PCCh. Sin embargo, Dios ejerce Su sabiduría sobre la base de las tramas de Satanás y usa los entornos difíciles que crean las detenciones y la opresión del PCCh para perfeccionar nuestra fe. Mi esposo le seguía la corriente al PCCh y me acosaba, mientras que mi familia me rechazaba. Sufría y me sentía un poco humillada, pero ese era el sufrimiento que acompañaba la búsqueda de la verdad y recorrer la senda correcta, así que valía la pena. No debía regodearme en la negatividad y la debilidad, lo que le hacía daño a Dios. ¡Debía mantenerme firme en mi testimonio para Él! Al darme cuenta de esto, ya no me sentí tan triste y recobré la fe.
Tras eso, mi esposo y mi suegra se turnaban para vigilarme y no me dejaban ir a las reuniones ni leer las palabras de Dios. Sin embargo, no dejé que me limitaran y me escapaba para asistir a las reuniones cuando no estaban prestando atención, y por la noche leía las palabras de Dios bajo las sábanas con una linterna. Pero un día, cuando estaba saliendo para ir a una reunión, mi suegra me sorprendió y me dijo con lágrimas en los ojos: “Niña, por favor, te ruego que dejes de creer en Dios. Si te atrapan, ¿qué será de nuestra familia? Mi hijo dijo que se divorciará de ti si sigues así. Eres una buena nuera, no quiero perderte y no soporto ver cómo se desmorona nuestra familia”. Fue muy duro ver así a mi suegra, con lágrimas que le caían por las mejillas. En el pasado, siempre me había tratado como a una hija, así que no podía verla sufrir así. Por eso, hablé con ella: “Tú has leído las palabras de Dios por ti misma, así que sabes que Dios creó a la humanidad, los cielos, la tierra y todas las cosas. Nuestras vidas y todo lo que disfrutamos provienen de Él, y creer y adorar a Dios es perfectamente natural y justificado. En los últimos días, Dios Todopoderoso ha expresado muchas verdades para salvarnos del pecado. Si abandonamos nuestra fe por temor a que nos arresten, perderemos nuestra oportunidad de salvarnos. Además, al creer en Dios estoy caminando por la senda correcta de la vida; si nuestra familia se desmorona, ¿no sería culpa del PCCh? El PCCh es el verdadero villano aquí. Debemos mantenernos firmes en nuestro testimonio durante este calvario y no traicionar a Dios”. Mi suegra respondió enfadada: “Sé que es bueno creer en Dios, pero ¿cómo podría atreverme a seguir creyendo ahora que el PCCh está haciendo detenciones? Si insistes en creer en Dios, no tendré otra opción que ponerme del lado de mi hijo por el bien de nuestra familia”. Lo único que alcancé a decirle fue: “Es tu elección si decides abandonar la fe, pero te ruego que no le sigas la corriente al PCCh y me pongas trabas y me acoses por creer en Dios. Sabes que creo en el Dios verdadero y sigo el camino verdadero. Incluso si me arrestan y me envían a la cárcel, seguiré creyendo en Dios hasta el final”. Al oír esto, se fue hecha una furia y regresó a su habitación enojada, cerrando la puerta de un portazo.
Cuando mi esposo regresó a casa y oyó que había ido a una reunión, me interrogó furioso: “¿Acaso te quieres morir o qué? ¿Crees que lo que dicen en Internet es un chiste? Eso viene del sitio web de la Oficina de Seguridad Pública. ¿Sabes que ya han arrestado a muchos creyentes de Dios Todopoderoso y que ya han enviado a algunos a la cárcel, los han matado a golpes o dejado lisiados? ¡No dejes que tu fe traiga la ruina a nuestra familia!”. En un ataque de rabia, se puso a hurgar en nuestra habitación para buscar mis libros de las palabras de Dios y tiró al suelo la linterna que usaba para leer mientras gritaba: “¡Si no renuncias a tu fe y sigues creyendo en Dios, ya no formarás parte de esta familia! Todos los días estoy asustado y nervioso debido a tu fe en Dios. ¿Sabes que podríamos perder nuestros empleos si te arrestan? La esposa de mi colega siempre me menciona que eres creyente y se ha vuelto muy incómodo para mí en el trabajo. ¡Me has hecho quedar muy mal! Necesito que hoy me respondas: ¿eliges tu fe o a nuestra familia? Si eliges a nuestra familia, entonces vive una vida normal en casa, no tendrás ninguna obligación e incluso te daré dinero todos los meses para que juegues al mahjong. Te daré todo lo que necesites. Si insistes en seguir creyendo en Dios, me divorciaré de ti, no te quedarás con nada de nuestros bienes y no te permitiré ver a nuestra hija”. Me destrozó ver lo cruel y despiadado que se había vuelto mi esposo; se me llenaron los ojos de lágrimas y me sentí profundamente herida. Había trabajado muy duro para ganar dinero para nuestra familia, acabábamos de renovar la casa y ahora mi esposo iba a hacerme las maletas tras más de diez años de un matrimonio feliz, solo para resguardar su imagen y perspectivas futuras. Para entonces, estaba claro que nuestro matrimonio existía solo de palabra. Le respondí: “Aunque me dejes sin nada tras el divorcio, elegiré seguir a Dios”. Con una voz siniestra y odiosa, respondió: “Si vas a elegir seguir a Dios, no te lo pondré tan fácil. Te enviaré a la Oficina de Seguridad Pública. Ellos sabrán qué hacer contigo”. Tras decir eso, me mostró una carta que había impreso que decía: “Mi esposa cree en Dios Todopoderoso y ya no tiene salvación. Lo he intentado todo, pero no hay forma de que me escuche, así que no tengo otra opción que pedir ayuda a la Oficina de Seguridad Pública para lidiar con ella. Si requieren asistencia, estoy completamente dispuesto a colaborar”. Al ver esa carta, me enfurecí y pensé: “¿Qué clase de esposo es este? ¡No es más que un demonio! Está perfectamente al tanto del trato brutal que el PCCh da a los creyentes, pero aun así está dispuesto a enviarme a la Oficina de Seguridad Pública. ¿Acaso no me está enviando directamente a la muerte?”. Me angustiaba mucho ver que mi propio esposo había perdido toda humanidad y que ahora era capaz de cualquier cosa. “Si realmente me lleva a la Oficina de Seguridad Pública, ¿qué puedo hacer? Allí se especializan en hacer daño a los creyentes e incluso los matan”. Cuanto más lo pensaba, más asustada me sentía, así que oré a Dios sin cesar para pedirle que me diera fe y fuerza. Después de orar, recordé un pasaje de las palabras de Dios que había leído en mis prácticas devocionales espirituales: “No debes tener miedo de esto o aquello; no importa a cuántas dificultades y peligros puedas enfrentarte, eres capaz de permanecer firme delante de Mí sin que ningún obstáculo te estorbe, para que Mi voluntad se pueda llevar a cabo sin impedimento. Este es tu deber […]. No tengas miedo; con Mi apoyo, ¿quién podría bloquear el camino? ¡Recuerda esto! ¡No lo olvides!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 10). Las palabras de Dios me llenaron de fuerza y fe. Dios es mi escudo, por lo tanto, no tengo nada que temer. Con esa firme convicción, le dije a mi esposo: “Aunque me entregues a la Oficina de Seguridad Pública, seguiré creyendo en Dios. Debes saber que el Partido Comunista solo puede vejar y torturar mi cuerpo, pero nunca destruirá mi voluntad de seguir a Dios. Por mucho que me opriman, seguiré creyendo en Dios, ¡aunque me cueste la vida!”. Al ver lo fuerte que era mi fe, mi esposo negó con la cabeza, resignado, y dijo: “Oh no, oh no, ¡ya no tiene salvación!”. Al ver que mi esposo se había quedado sin ideas, agradecí a Dios desde el fondo del corazón por darme la fe para no ceder ante él.
Después de cenar, me senté en la cama, reflexioné sobre todo lo que había sucedido ese día y me di cuenta de que no podía seguir viviendo en esa casa. Cuando lo pensé, empecé a sentirme un poco triste y recia a separarme, y se me empezaron a caer las lágrimas. Al verme llorar, mi esposo intentó tentarme de nuevo y dijo: “Si prometes no creer en Dios, no me divorciaré de ti ni te enviaré a la Oficina de Seguridad Pública. Así, nuestra familia podrá seguir viviendo en armonía como antes”. Le respondí: “Dios Todopoderoso ha expresado las verdades para hacer la obra de juzgar y purificar a la humanidad. Todos deberíamos aceptar la verdad e ir arrepentidos ante Dios para que Él nos salve. Esa es nuestra única salida. Hoy en día, las calamidades son cada vez peores. Si le sigues la corriente al Partido Comunista y me pones trabas y me acosas por creer en Dios, ¡caerás víctima de las calamidades y serás castigado!”. Mi esposo no podía aceptar lo que le decía y respondió airadamente: “No vuelvas a mencionar tu fe frente a mí. Incluso si Dios Todopoderoso fuera realmente el Dios verdadero, no creería en Él. Si insistes en creer en Dios, ¡te llevaré a la Oficina de Seguridad Pública mañana a primera hora!”. Al ver que no le hacía caso, entró en cólera, me inmovilizó sobre la cama, me dio una bofetada en la cara y empezó a estrangularme mientras decía: “Tu fe no solo ha dañado a nuestra familia, también me está arruinando a mí. ¡Ya veremos si sigues creyendo en Dios después de que te mate a golpes!”. Mientras luchaba con desesperación por liberarme, mi suegra oyó el alboroto y entró en nuestra habitación. Me recriminó y dijo: “Tu fe ha destrozado esta familia y ahora también está arruinando a mi hijo”. Sus palabras me enfurecieron y pensé: “La verdadera razón por la que nuestra familia ha caído en la discordia es porque ustedes creyeron en los rumores del Partido Comunista y comenzaron a acosarme por mi práctica religiosa. Es completamente irracional que digan que todo es mi culpa, en lugar de odiar al Partido Comunista. No puedo seguir viviendo así”. Estaba tan enfadada que corrí hacia la ventana y me preparé para saltar y acabar con mi vida. Justo cuando estaba a punto de saltar, mi suegra me señaló con el dedo y dijo: “Adelante, salta. Salta por la ventana, nadie va a sacrificar su vida por ti”. Cuando dijo eso, de repente recuperé la cordura y recordé las palabras de Dios, que dicen: “Durante estos últimos días debéis dar testimonio de Dios. No importa qué tan grande sea vuestro sufrimiento, debéis caminar hasta el final e, incluso hasta vuestro último suspiro, debéis seguir siendo fieles a Dios y dejar que Él os instrumente; solo esto es amar verdaderamente a Dios y solo esto es el testimonio firme y rotundo” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo al experimentar pruebas dolorosas puedes conocer la hermosura de Dios). Mientras reflexionaba sobre las palabras de Dios, no pude contener las lágrimas que me corrían por el rostro. Aunque mi familia no me entendía e incluso me acosaba, Dios seguía esclareciéndome y guiándome para mostrarme cuál era Su intención. En un entorno así, sabía que debía confiar en Dios, mantener mi fe en Él y mantenerme firme en mi testimonio para humillar a Satanás. Sin embargo, no busqué la intención de Dios al enfrentar la persecución y quise escapar por medio de la muerte. ¿No había caído precisamente en la trampa de Satanás? Fui muy estúpida y no conseguí dar testimonio. No podía seguir dejando que Satanás me embaucase, tenía que seguir viviendo, creyendo en Dios y cumpliendo con mi deber, sin importar cuánto me acosara mi familia.
Cuando mi esposo se dio cuenta de que no podía detenerme, llamó a su tío. Su tío me dijo: “He oído que insistes en seguir creyendo en Dios. Sabes, si te atrapan, afectará a toda la familia y mi sobrino se divorciará de ti. Si esta noche escribes un compromiso en el que prometes que no creerás en Dios, esta familia se podrá mantener unida”. Entonces mi esposo me pasó un bolígrafo y un cuaderno y me dijo que escribiera el compromiso. Se me pasaron miles de pensamientos por la cabeza: “Si realmente nos divorciamos, ¿qué será de nuestra hija? Todavía es pequeña y, si no estoy allí para cuidarla, puede que los demás la hagan sufrir. Si mi esposo se vuelve a casar, ¿la madrastra la maltratará? ¿Crecerá sana y fuerte? Si en apariencia acepto escribir el compromiso y mantengo mi fe en secreto, la familia se mantendrá unida y podré seguir creyendo. ¿No es eso lo mejor de los dos mundos?”. Pero la idea de hacerlo me inquietaba, así que oré a Dios para buscar cómo debía actuar de acuerdo con Su intención. Después de orar, me di cuenta de que escribir ese compromiso sería una traición a Dios. Comprendí que, una vez más, había estado a punto de caer en el engaño de Satanás. Si escribía ese compromiso, estaría traicionando a Dios y no conseguiría dar testimonio, así que no podía escribirlo de ninguna manera. Cuando el tío de mi esposo vio que aún no había empezado a escribir el compromiso, dijo con los dientes apretados: “¿Tanto te cuesta dejar de creer en Dios? Si mi esposa actuara como tú, le rompería los brazos y las piernas. ¡Ya veríamos si aún puede seguir practicando la fe entonces!”. Sus palabras me dieron asco y me pregunté cómo podía un ser humano decir algo tan repugnante. ¿No hablaba él igual que el diablo? Respondí furiosa: “¡NO escribiré ese compromiso!”. Apenas lo dije, mi esposo agarró con rabia el acuerdo de divorcio que había redactado y firmó su nombre sin dudarlo. El acuerdo estipulaba que él se quedaría con la casa y con nuestra hija, mientras que yo no tendría ninguna pertenencia ni derechos de visita para verla. Aunque antes me había preparado mentalmente para el divorcio, cuando finalmente ocurrió en la vida real, me hizo sentir cierta debilidad. Había trabajado duro para que nuestra familia llegara al lugar donde estaba y ahora me quedaría sin nuestro hogar y sin poder ver a nuestra hija. No soportaba dejar esta familia, a mi hija, pero mi esposo estaba ejerciendo presión y yo era incapaz de decidirme. En ese momento, recordé un pasaje de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes entregarte a la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de una vida familiar pacífica y no debes perder toda una vida de dignidad e integridad por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan vulgar y no buscas ningún objetivo, ¿no estás malgastando tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Las personas así, no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Tras leer las palabras de Dios, me di cuenta de que sufrir en busca de la verdad era algo valioso y con sentido. Solo tiene sentido una vida dedicada a perseguir la verdad en la fe de cada uno. Si acabara viviendo una vida fácil por desear tener una familia armoniosa y las comodidades de la carne, pero me perdiera la oportunidad de que Dios me salvara, me arrepentiría por el resto de mis días. En cuanto al futuro de mi hija y el sufrimiento que iba a tener que enfrentar, Dios ya lo había predestinado. Aunque permaneciera a su lado, no podría garantizar que viva cada día con buena salud y, mucho menos, cambiar su suerte. Debía dejar que Dios se encargara de su porvenir y someterme a Sus orquestaciones y arreglos. Una vez que entendí la intención de Dios, sentí que tenía una senda por delante y ya no me sentí tan angustiada. Entonces recordé otro pasaje de las palabras de Dios que dice: “Cualquiera que no reconozca a Dios es un enemigo; es decir, cualquiera que no reconoce a Dios encarnado, tanto dentro como fuera de esta corriente, ¡es un anticristo! ¿Quién es Satanás, quiénes son los demonios y quiénes son los enemigos de Dios, sino los opositores que no creen en Dios?”. “Creyentes y no creyentes no son compatibles, sino que más bien se oponen entre sí” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Mientras reflexionaba sobre las palabras de Dios, recordé cómo, cuando mi esposo se enteró de que el Partido Comunista arrestaría y oprimiría a los creyentes en Dios, me comenzó a acosar, no me permitió leer las palabras de Dios, me prohibió reunirme con los hermanos y hermanas, empleó todo tipo de medio para impedir que practicara mi fe e incluso llegó a amenazarme con entregarme a la Oficina de Seguridad Pública, donde seguramente estaría en peligro. Ahora me estaba obligando a escribir un compromiso para que no practicara mi fe, juraba divorciarse de mí y echarme de casa, y amenazaba con dejarme sin nada si no lo escribía. Vi que mi esposo no era más que un demonio que se resistía a Dios y odiaba la verdad. Dado que él había hecho como el Partido Comunista y se había resistido a Dios, mientras yo buscaba seguir a Dios y caminar por la senda correcta, estaba claro que teníamos rumbos distintos y no haríamos más que sufrir si seguíamos juntos. Al darme cuenta de esto, pude enfrentar la situación con calma y decidí firmar los papeles del divorcio.
Al pasar por este calvario, llegué a reconocer la naturaleza abominable, repulsiva y de resistencia a Dios del Partido Comunista. Como dicen las palabras de Dios: “¿Libertad religiosa? ¿Los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos? ¡Todos son trucos para tapar el pecado! […] ¿Por qué levantar un obstáculo tan impenetrable a la obra de Dios? ¿Por qué emplear diversos trucos para engañar a la gente de Dios? ¿Dónde están la verdadera libertad y los derechos e intereses legítimos? ¿Dónde está la justicia? ¿Dónde está el consuelo? ¿Dónde está la cordialidad? ¿Por qué usar intrigas engañosas para embaucar al pueblo de Dios? ¿Por qué usar la fuerza para reprimir la venida de Dios? ¿Por qué no permitir que Dios vague libremente por la tierra que creó? ¿Por qué acosar a Dios hasta que no tenga donde reposar Su cabeza?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (8)). El régimen del Partido Comunista es el régimen del mismísimo Satanás. Con el fin de reforzar la estabilidad de su gobierno autócrata, el Partido Comunista se resiste a Dios con desenfreno y hace todo lo posible para perturbar y destruir la obra de Dios para salvar a la humanidad. Usan los medios de comunicación para difamar, calumniar, condenar y blasfemar a Dios. También adoptan todo tipo de estrategias para arrestar y oprimir a los cristianos, y desorientan a sus familias, incitándolas a acosarlos y atacarlos, lo que hace que estas se desintegren. Sin embargo, tergiversan la verdad y afirman que son los creyentes quienes abandonan a sus familias. ¡Qué despreciables y malvados son! Por medio de esta persecución, obtuve cierto discernimiento sobre la verdadera naturaleza del odio de mi esposo hacia la verdad. También llegué a entender que Dios es el único en el que realmente puedo confiar. Cuando estaba en mi momento de mayor debilidad y angustia, las palabras de Dios me esclarecieron y guiaron una y otra vez, me infundieron fe y fuerza, y me permitieron desentrañar las argucias malignas de Satanás para poder mantenerme firme frente a la opresión. De ahora en adelante, seguiré persiguiendo la verdad y cumpliré bien con mi deber para retribuir a Dios.
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