Tras el derrumbe de una familia
Mi esposo y yo aceptamos la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días en mayo de 2012. Leíamos las palabras de Dios y cantábamos himnos en alabanza a Dios juntos constantemente y yo me sentía muy feliz y realizada. Al poco tiempo, asumí un deber en la iglesia y salía con frecuencia a asistir a reuniones y a predicar el evangelio. Mi esposo me apoyaba mucho. Pero más adelante, mi familia empezó a intentar impedirme practicar mi fe debido a la opresión del Partido Comunista y, a partir de ese momento, nuestra vida, otrora armoniosa y pacífica, se hizo añicos por completo.
Un día, mi hermano mayor nos llamó y dijo que había visto en las noticias que el Gobierno estaba poniéndose realmente duro con los creyentes de Dios Todopoderoso, arrestándolos y después sentenciándolos a prisión. Dijo: “Si una persona es creyente, sus generaciones futuras también resultan afectadas. Sus hijos no son admitidos en la universidad, de manera que sus perspectivas de trabajo o un buen futuro se ven arruinadas. No pueden seguir practicando esta religión”. Mi esposo trabajaba en un colegio y, cuando oyó lo que había dicho mi hermano, me dijo con preocupación: “La fe es algo bueno, pero el Partido Comunista está arrestando a creyentes como loco. Incluso el futuro de nuestros hijos se verá afectado. Ya no quiero practicar esta religión y tú deberías dejar de asistir a reuniones. Si quieres seguir a Dios, hazlo en secreto, en casa”. Yo respondí: “¿Puedo llamarme creyente siquiera si no voy a reuniones? ¿Puedo aprender la verdad de esa manera? Al creer en Dios, perseguimos la verdad; ese es el camino correcto en la vida. Tengo que ir a las reuniones”. Viendo que yo no iba a ceder, tomó un taburete y una linterna y los rompió del enfado. Al día siguiente, después de llegar a casa del colegio, me dijo: “Hoy hemos tenido una reunión en el colegio. El Comité Central ha publicado un documento oficial diciendo que los creyentes en Dios Todopoderoso se consideran criminales políticos y que son el blanco de una gran represión nacional. Los profesores y sus familias no tienen permitido tener una religión y cualquiera de quien se descubra que es religioso será expulsado y puesto en una lista negra de empleo. Sus hijos no serán admitidos en la facultad, ninguna escuela los aceptará. No puedes seguir practicando tu religión. Si alguien lo averigua y te denuncia, yo perderé mi trabajo y el futuro de nuestros hijos sufrirá. Arruinará nuestra familia”. Al escucharlo decir esto, pensaba que necesitábamos el salario de mi marido para cubrir los gastos de nuestra familia. Si realmente fuera despedido debido a mi fe, ¿cómo sobreviviríamos? ¿No me odiarían nuestros hijos si no pudieran entrar en la universidad o encontrar trabajo? Estos pensamientos eran realmente tristes para mí, así que clamé a Dios en mi corazón, pidiéndole que me guiara para comprender Su intención. Después de mi oración, pensé en algo de las palabras de Dios: “La suerte del hombre está controlada por las manos de Dios. Tú eres incapaz de controlarte a ti mismo: a pesar de que el hombre siempre va apresurado y se ocupa de sus propios asuntos, sigue siendo incapaz de controlarse. Si pudieras conocer tu propia perspectiva, si pudieras controlar tu propio sino, ¿seguirías siendo un ser creado?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso). Al pensar en esto, comprendí que el porvenir de las personas está enteramente en manos de Dios. Sea cual sea el empleo que pueda tener mi esposo y la clase de futuro que tengan nuestros hijos dependen de la soberanía y los arreglos de Dios; esas cosas no dependen de ninguna persona. Yo no podía renunciar a mi fe para proteger sus empleos o sus futuros. Me sentía preparada para dejar nuestros futuros en manos de Dios y someterme a Sus orquestaciones. Al pensarlo de esa manera, no me sentí tan preocupada y seguí asistiendo a reuniones y llevando a cabo mi deber, como de costumbre.
Entonces, un día de julio de 2013, fui arrestada junto con unas cuantas hermanas más mientras estábamos en una reunión. Aquella noche, el capitán Zhao de la comisaría me interrogó, exigiendo saber: “¿Quién te convirtió? ¿Quién es el líder de tu iglesia?”. Yo no respondí. Luego él prosiguió: “Tu marido fue mi profesor. Háblame de la iglesia y puedo dejarte volver a casa, considerando que fue mi profesor”. Yo me di cuenta de que aquel era uno de los trucos de Satanás para intentar que delatara a los hermanos y hermanas y traicionara a Dios; no podía tragármelo. Oré a Dios en silencio una y otra vez, pidiéndole que me cuidara y me ayudara a mantenerme firme en mi testimonio. Después de eso, simplemente ignoré al capitán Zhao, sin importar qué me preguntara. Él terminó llevándome de vuelta a una sala de detención. A la mañana siguiente, un oficial de la Oficina de Seguridad Pública municipal vino a interrogarme. Me sorprendió ver que era mi primo. Al ver que era yo, se le saltaron los ojos del enfado y dijo, señalándome: “¡Qué impresión! ¿Eres religiosa? ¿Cuándo empezaste a creer? ¿Quién te convirtió?”. Yo lo ignoré. Dijo algunas otras cosas blasfemando a Dios y luego continuó: “El Gobierno nacional publicó documentos oficiales hace muchísimo tiempo diciendo que, si se descubre que alguien es creyente en Dios Todopoderoso, tres generaciones de sus descendientes están implicadas. Tu hijo mayor acaba de graduarse de la universidad y está buscando trabajo, y tu hijo menor está a punto de ir a la facultad. Tienes que pensar en el futuro de tus hijos. El Partido Comunista es muy poderoso; insistir en creer frente a eso es como intentar aplastar una roca con un huevo. ¡Tienes que renunciar a esto!”. Al escuchar todo esto, pensaba que seguir practicando mi fe sin duda impactaría en el futuro de mis hijos. Yo había pagado un precio considerable por su educación; ¿no serían en vano todos esos años de sangre, sudor y lágrimas si al final realmente no encontraban empleo? Aquel era un pensamiento realmente triste para mí. Oré a Dios, pidiéndole que cuidara de mi corazón y que me guiara para entender Su intención, para saber qué debía hacer. Entonces se me ocurrió este pasaje de las palabras de Dios: “Desde el momento en el que llegas llorando a este mundo, comienzas a cumplir tu deber. Para el plan de Dios y Su predestinación, desempeñas tu papel y emprendes tu viaje de vida. Sean cuales sean tus antecedentes y sea cual sea el viaje que tengas por delante, nadie puede escapar de las orquestaciones y disposiciones del Cielo y nadie tiene el control de su propio destino, pues solo Aquel que gobierna sobre todas las cosas es capaz de llevar a cabo semejante obra. […] El corazón y el espíritu del hombre están en la mano de Dios; todo lo que hay en su vida es contemplado por los ojos de Dios. Independientemente de si crees esto o no, todas las cosas, vivas o muertas, se moverán, se transformarán, se renovarán y desaparecerán, de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios preside sobre todas las cosas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). Por las palabras de Dios, entendí que absolutamente todas las cosas están en Sus manos, de manera que, ¿no incluía eso el futuro y porvenir de mis hijos? Cuánto sufre alguien en la vida y qué clase de trabajo hace está todo predestinado por Dios. Yo no podía inquietarme por eso. Y no importa cuán grandiosas sean la educación de alguien y su obra en el mundo, eso no significa que tendrá un buen futuro y porvenir. Sin creer en Dios, sin aceptar Su salvación, una persona simplemente morirá en los desastres cuando vengan y no tendrá ningún futuro del que hablar. Presentarse ante Dios, aceptar la verdad y ser salvado por Él es la única manera de tener verdaderamente un futuro. Así que le dije a mi primo: “Cualquiera sea el futuro de mis hijos, es su suerte; no depende de ninguna persona. Yo creo en Dios y persigo la verdad. Este es el camino correcto y estoy completamente convencida de ello. ¡No te molestes en darme consejo!”. Él no respondió cuando vio lo resuelta que estaba a mantener mi fe. Me retuvieron allí durante un día y una noche, y luego me enviaron de vuelta a casa.
En cuanto llegué, mi marido levantó un taburete y estuvo a punto de golpearme con él, pero nuestro hijo mayor lo contuvo. Maldiciéndome, mi esposo dijo: “Debido a tu fe, he sido completamente desgraciado y tarde o temprano destruirás el futuro de nuestros hijos. Si conservas esta fe, ¡te mataré a golpes!”. Al verlo en aquel estado, pensé para mis adentros que, por lo visto, nuestro vínculo como pareja era demasiado débil para afrontar verdaderas dificultades. Cuando fui arrestada por mi fe y aquello afectó a sus intereses y reputación propios, amenazaba con golpearme. ¿Cómo era eso el amor entre marido y mujer? Mi hermana menor estaba en casa en ese momento y se metió en la conversación: “¿No puedes renunciar a tu fe? ¡Si sigues adelante con esto, destruirás el futuro de tus hijos!”. Yo les dije: “Todo lo que estoy haciendo es asistir a reuniones y leer las palabras de Dios. Este es el camino correcto que tomar en la vida: no he hecho nada mal. ¿Cómo podría comprometer eso el futuro de mis hijos? Es el Partido Comunista el que oprime a los creyentes y ni siquiera perdona a sus familias. Si nuestros hijos no encuentran trabajo en el futuro, es por el Partido Comunista. ¿Por qué no pueden distinguir el bien del mal?”. Entonces, mi hermano menor llamó a mi marido y dijo: “Si mi hermana continúa siguiendo esa religión, tú rómpele las piernas. Ya verás luego cómo va a esas reuniones”. Y su mujer dijo con saña: “Mátala a golpes si sigue con eso. Nuestra rama de la familia no intentará ajustar cuentas contigo”. Se me heló la sangre. Creía que mi familia sería comprensiva conmigo. Nunca imaginé que escucharían al Partido Comunista, que se volverían tan desalmados solo para proteger sus propios intereses y que ni siquiera les importaría que yo viviera o muriera para impedirme practicar mi fe. ¿Dónde estaba su humanidad? Al día siguiente, mi hermano mayor llamó a mi marido y dijo: “Si mi hermana conserva su religión, vamos a romper lazos con ella. Te apoyaré si quieres el divorcio. No la dejes con nada y échala a la calle. A ver cómo se las arregla después de eso”. Alrededor del mediodía, mi primo vino en un patrullero y le dijo a mi marido que me vigilara y me impidiera practicar mi fe, de lo contrario, toda la familia se vería implicada. Mi marido me dijo: “Por el bien de nuestros hijos y de esta familia, hoy tienes que mirar a tu primo a los ojos y declarar que renuncias a tu fe”. Yo le dije: “Seguir a Dios es perfectamente natural y está justificado. No renunciaré a mi fe”. Viendo que no conseguía hacerme ceder, dijo con enojo: “Si insistes en creer en Dios e ignorar el futuro de nuestros hijos, me divorciaré de ti”. Tomó un acuerdo de divorcio y me dijo que lo firmara. El acuerdo decía que yo me iría sin llevarme nada. Ambos habíamos trabajado muy duro para establecer nuestro hogar; ¿cómo viviría si me iba con las manos vacías? Pero entonces pensé de nuevo en cómo Dios ya ha determinado cuánto va a sufrir una persona en su vida y que, pasara lo que pasara, no podía dejar de creer en Dios, sino que debía conservar mi fe y seguir persiguiendo la verdad. Estaba a punto de firmar cuando mi marido se percató de que yo no tenía intención de ceder, así que dijo: “Entonces, no nos divorciemos. Si quieres ser creyente, no puedo impedírtelo. Ve y hazlo”. Eso fue lo que dijo, pero en realidad se volvió cada vez más controlador conmigo. En casa no me dejaba decir la palabra “Dios” y me pegaba cada vez que decía algo que a él no le gustaba. Dejó de irse durante sus vacaciones y se quedaba en casa para vigilarme. Cuando me veía leyendo las palabras de Dios, me arrancaba el libro de las palabras de Dios de la mano y decía: “Si vuelvo a ver este libro ¡lo quemaré!”. Durante un tiempo, no pude salir para asistir a reuniones, tener contacto con los hermanos y hermanas ni leer las palabras de Dios en casa. No tenía libertad en absoluto.
Una noche, me escabullí a nuestro dormitorio a leer las palabras de Dios cuando mi esposo irrumpió repentinamente y dijo con mucha agresividad: “¡Todavía osas leer eso! ¡Si vuelves a ser arrestada, mi empleo y el futuro de nuestros hijos estarán acabados! El Partido Comunista es capaz de absolutamente cualquier cosa”. Yo le dije: “Solo estoy leyendo las palabras de Dios. ¿Cómo podría eso afectar a tu futuro y al de nuestros hijos?”. Sorprendentemente, se acercó corriendo y me rodeó el cuello con ambas manos, apretando y diciendo: “Te estrangularé y se acabó”. Yo no era lo bastante fuerte para liberarme y no conseguía articular palabra. Él no me soltó hasta que dejé de respirar y ni siquiera me movía. Estaba jadeante y muy dolorida emocionalmente. Sentía que ser creyente en China y tomar el camino correcto era demasiado difícil. Había sido arrestada por el Partido Comunista, mi familia se interponía en mi camino, ya no podía llevar a cabo mi deber y ahora me habían despojado incluso de mi derecho a leer las palabras de Dios. ¿Qué sentido le quedaba a mi vida? Sentí que estaría mejor muerta. Agarré la hoja de afeitar de mi marido, con intención de cortarme las venas para suicidarme. Entonces se me vino a la mente este pasaje de las palabras de Dios: “En la actualidad la mayoría de las personas no tienen ese conocimiento. Creen que sufrir no tiene valor, que el mundo reniega de ellas, que su vida familiar es problemática, que Dios no las ama y que sus perspectivas son sombrías. El sufrimiento de algunas personas llega al extremo y piensan en la muerte. Este no es el verdadero amor hacia Dios; ¡esas personas son cobardes, no perseveran, son débiles e impotentes! Dios está ansioso de que el hombre lo ame, pero cuanto más ame el hombre a Dios, mayor es su sufrimiento, y cuanto más el hombre lo ame, mayores son sus pruebas. […] Por lo tanto, durante estos últimos días debéis dar testimonio de Dios. No importa qué tan grande sea vuestro sufrimiento, debéis caminar hasta el final e, incluso hasta vuestro último suspiro, debéis seguir siendo fieles a Dios y dejar que Él os instrumente; solo esto es amar verdaderamente a Dios y solo esto es el testimonio firme y rotundo” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo al experimentar pruebas dolorosas puedes conocer la hermosura de Dios). Gracias a que las palabras de Dios me despertaron en el momento preciso, no cometí aquel acto insensato. Quería matarme porque estaba abatida y atormentada, era incapaz de aguantar el abuso. Qué cobarde por mi parte. Carecía tanto de fe y no tenía testimonio en absoluto. Dios espera que las personas no pierdan la fe en Él cuando sufren dolor y dificultades, que puedan dar testimonio de Él. ¿Cómo podía yo dar testimonio si moría? ¿No me convertiría en el hazmerreír de Satanás? Al darme cuenta de esto, decidí que, sin importar cómo me persiguieran mi marido y mis parientes e intentaran mantenerme alejada de mi fe en el futuro, sin importar cuánto tuviera que sufrir, mientras me quedara aliento, viviría bien mi vida y seguiría a Dios hasta el final. Pero como estaba siendo vigilada por la policía y constreñida por mi familia después de mi detención, durante tres años no fui capaz de llevar una vida de iglesia apropiada. Tenía que escaparme a casa de mi padre para leer las palabras de Dios en secreto allí. Entonces, en el verano de 2016, finalmente me contacté con los hermanos y hermanas. Pude reanudar la vida de iglesia y asumir un deber de nuevo.
Después, mi esposo seguía persiguiéndome. Recuerdo una vez que, después de que yo volviera de una reunión, me llevó a la casa de mi hermano mayor, y vi que estaba allí con mis otros dos hermanos y sus esposas; todos me miraban con el ceño fruncido. Sabía que iban a intentar obligarme a renunciar a mi fe una vez más, así que dije una oración en silencio, pidiéndole a Dios que me guiara para que, sin importar lo que ellos me hicieran, no me reprimieran. Mi hermano mayor me fulminó con la mirada y dijo: “El Partido Comunista es ateo. Ha estado reprimiendo creencias religiosas todos estos años y nadie puede cambiarlo. Creer en Dios bajo el mandato del Partido está destinado a hacer que te detengan, y el resto de la familia también se verá implicada. ¿No estás buscando problemas únicamente?”. Mi cuñado prosiguió: “Mi hijo ha hecho la prueba de admisión a la universidad y tuvo que rellenar la comprobación de antecedentes políticos, y preguntaban por cualquier miembro religioso de la familia. La policía encontró tu antecedente como creyente en Dios Todopoderoso y no lo dejaron pasar. Tuve que utilizar mis contactos y enviar regalos; requirió muchísimo esfuerzo y él entró por un pelo. En China, si alguien cree en Dios, arrastra a toda su familia. ¡Tienes que renunciar a tu fe!”. Entonces, mi hermano menor me preguntó: “¿No puedes pensar un poco en nuestra familia, en el futuro de tus hijos? ¡Deja de creer en Dios! ¿Qué va a pasar si renuncias a tu fe? ¿Te matará?”. Así que yo les dije: “¿Saben qué es un buen futuro? ¿Piensan que tener un buen trabajo, buena comida y ropa es tener un buen futuro? Los desastres son cada vez mayores y cualquiera que no sea creyente caerá en ellos. Solo aquellos que creen en Dios y son salvados por Él sobrevivirán, y solo ellos tendrán un buen futuro y porvenir”. Mi marido respondió: “No sé qué va a pasar más adelante, yo solo veo lo que hay delante de mí. Esta es la política actual del Partido Comunista: si eres creyente, te arrestarán, te quitarán tu trabajo y esta familia también estará implicada. Durante todos estos años nadie ha sido capaz de cambiar esta política suya ¡y son mucho más fuertes que nosotros! ¡Solo renuncia a tu fe! Aquí, delante de todos, di que lo harás”. En cuanto terminó, todos los demás empezaron a decir esto y aquello, instándome a no seguir creyendo en Dios. Solíamos ser una gran familia feliz, pero la opresión del Partido Comunista había vuelto todo un caos. Mi marido me pegaba y gritaba constantemente y no teníamos un solo día de paz. ¿Cuándo se acabaría? Yo estaba cada vez más disgustada, así que oré a Dios y luego pensé en este pasaje de Sus palabras: “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes entregarte a la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de una vida familiar pacífica y no debes perder toda una vida de dignidad e integridad por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan vulgar y no buscas ningún objetivo, ¿no estás malgastando tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Las personas así, no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Las palabras de Dios me ayudaron a entender Su intención. Yo estaba siguiendo resueltamente a Dios y haciendo mi deber; estaba en el camino de perseguir la verdad. Los miembros de mi familia perseguían el dinero y la reputación. Estábamos en distintos caminos y era inevitable que nuestra familia se desmoronase. Yo tenía que aceptar ese sufrimiento para alcanzar la verdad. Tenía significado. No podía renunciar a mi fe por el bien de mi familia. Así que les dije: “Estoy segura de que Dios Todopoderoso es el Dios verdadero, el Salvador venido para salvar a la humanidad. ¡No voy a renunciar a mi fe de ninguna manera!”. Todos se marcharon cuando vieron que no tenían forma de hacerme cambiar de opinión.
Cuando volví a casa de una reunión una noche, mi marido estaba recostado en una mesa, borracho y llorando. Dijo: “Estás fuera en reuniones todos los días. Si vuelves a ser detenida, quién sabe cuándo quedará arruinado nuestro hogar por tu culpa”. Luego volteó la mesa con furia, me agarró con una mano por la ropa y después me abofeteó con la otra mano. Antes de que yo pudiera recobrar el aliento, me arrojó violentamente contra el suelo del baño, me golpeó con fuerza en la cabeza y dijo ferozmente: “¡Renuncia a tu fe! Estoy dispuesto a arriesgarlo todo esta noche: te mataré a golpes. De todas maneras, ¡a tu propia familia no le importa si vives o mueres!”. Yo estaba mareada y veía borroso por el golpe. Me arrastró hasta el final del tramo de escaleras y me empujó hacia abajo, diciendo: “Si mueres en la caída, haré incinerar tu cuerpo y tiraré tus cenizas al río”. Estaba realmente asustada cuando lo oí decir aquello; oraba una y otra vez a Dios. Gracias a Su protección, pude agarrarme a una cuerda de la barandilla en el último segundo, lo cual me salvó de caerme por las escaleras. Entonces, nuestro hijo menor se acercó y le dijo a mi marido: “¿Has perdido la cabeza por beber? Mamá no ha hecho nada malo en su fe. ¿Por qué le pegas?”. Su respuesta fue: “No quiero pegarle, pero si vuelve a ser detenida, tu hermano y tú están acabados. No tengo elección”. Con mi hijo a mi lado, él no se atrevió a seguir golpeándome, sino que cogió una mesa de cristal, la rompió contra la pared, y dejó toda la sala llena de cristales rotos.
Más tarde, leí esto en las palabras de Dios: “Creyentes y no creyentes no son compatibles, sino que más bien se oponen entre sí” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Lo pensé y supe en mi corazón que aunque mi marido creyera en Dios al principio, solo era porque quería recibir bendiciones. No era un auténtico creyente. Cuando él oyó que tener fe podía afectar sus perspectivas de futuro y las de nuestros hijos, hizo un cambio radical. No solo renunció a su fe, sino que intentó impedirme creer en Dios. Cuando no pudo detenerme, se puso violento conmigo y empezó a tratarme como a un enemigo porque mi creencia estaba afectando a sus intereses personales. Vi que, en esencia, mi esposo odiaba la verdad y odiaba a Dios. Estaba siguiendo al Partido Comunista para proteger su propia subsistencia; perseguía un futuro e intereses mundanos. Yo creía en Dios y estaba persiguiendo la verdad, tomando el camino correcto en la vida; seguíamos dos caminos diferentes. Que mi marido y el resto de la familia me persiguieran de aquel modo debido a mi fe me mostró claramente que tenían una naturaleza-esencia malvada, que estaban en contra de Dios. Mi esposo había ido a reuniones y sabía que Dios Todopoderoso es el verdadero Dios. Yo había predicado el evangelio con mis parientes y les había leído muchas de las palabras de Dios. Ninguno de ellos se hizo creyente y, en el momento en que mi fe comprometió sus intereses, se fueron con el Partido Comunista, me persiguieron y hablaron de cortar lazos conmigo. ¿Qué clase de seres queridos eran? Eran esbirros de Satanás por completo, estaban de parte del Partido Comunista y se oponían a Dios. Dios ahora se ha hecho carne y está expresando verdades, exponiendo la esencia-naturaleza de cada tipo de persona, y me ha mostrado que yo estaba tomando un camino diferente al de mi familia: los creyentes y los no creyentes son distintos tipos de persona. Cuando me percaté de todo eso no me sentí tan limitada por ellos, sino que tuve una sensación de desahogo.
Más adelante leí este pasaje en las palabras de Dios: “Durante miles de años, esta ha sido la tierra de la suciedad. Es insoportablemente sucia, la miseria abunda, los fantasmas campan a su antojo por todas partes; timan, engañan, y hacen acusaciones sin razón; son despiadados y crueles, pisotean esta ciudad fantasma y la dejan plagada de cadáveres; el hedor de la putrefacción cubre la tierra e impregna el aire; está fuertemente custodiada. ¿Quién puede ver el mundo más allá de los cielos? El diablo ata firmemente todo el cuerpo del hombre, pone un velo ante sus ojos y sella con fuerza sus labios. El rey de los demonios se ha desbocado durante varios miles de años, hasta el día de hoy, cuando sigue custodiando de cerca la ciudad fantasma, como si fuera un ‘palacio de demonios’ impenetrable. Esta manada de perros guardianes, mientras tanto, mira fijamente con mirada penetrante, profundamente temerosa de que Dios la pille desprevenida, los aniquile a todos, y los deje sin un lugar de paz y felicidad. ¿Cómo podría la gente de una ciudad fantasma como esta haber visto alguna vez a Dios? ¿Han disfrutado alguna vez de la amabilidad y del encanto de Dios? ¿Qué apreciación tienen de los asuntos del mundo humano? ¿Quién de ellos puede entender las anhelantes intenciones de Dios? Poco sorprende, pues, que el Dios encarnado permanezca totalmente escondido: en una sociedad oscura como esta, donde los demonios son inmisericordes e inhumanos, ¿cómo podría el rey de los demonios, que mata a las personas sin pestañear, tolerar la existencia de un Dios hermoso, bondadoso y además santo? ¿Cómo podría aplaudir y vitorear Su llegada? ¡Esos lacayos! Devuelven odio por amabilidad, empezaron a tratar a Dios como un enemigo hace mucho tiempo, lo han maltratado, son en extremo salvajes, no tienen el más mínimo respeto por Dios, roban y saquean, han perdido toda conciencia, van contra toda conciencia, y tientan a los inocentes para que sean insensibles. ¿Antepasados de lo antiguo? ¿Amados líderes? ¡Todos ellos se oponen a Dios! ¡Su intromisión ha dejado todo lo que está bajo el cielo en un estado de oscuridad y caos! ¿Libertad religiosa? ¿Los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos? ¡Todos son trucos para tapar el pecado!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (8)). Las palabras de Dios son muy prácticas. El hecho de que el Partido Comunista esté en el poder es Satanás; el diablo está en el poder. Detesta a Dios y no puede tolerar que las personas tengan fe y sigan a Dios. Quiere ser lo único que la gente siga y adore. El Partido Comunista finge ondear la bandera de la libertad religiosa, pero oprime violentamente y arresta a los creyentes en secreto, e implica a sus familias. Incluso inventa rumores y mentiras para desorientar a la gente que no conoce la verdad, para hacer que el pueblo chino se levante y se oponga a las personas de fe. Muchas personas han sido engañadas y explotadas por el Partido Comunista y estas siguen la corriente del Partido que niega y se opone a Dios y oprime a los creyentes. Todas encontrarán su fin junto con el Partido Comunista: serán castigadas y eliminadas por Dios. Nosotros solíamos tener una familia feliz, pero debido a la opresión y los arrestos del partido Comunista, mis familiares temían meterse en problemas y empezaron a oprimirme a mí también, convirtiéndose en herramientas de Satanás. Yo vi claramente la esencia malvada del Partido Comunista al odiar la verdad y odiar a Dios, y además vi que solo Dios tiene auténtico amor por los seres humanos. Fueron las palabras de Dios las que me guiaron una y otra vez, dándome fe y permitiéndome entender la verdad para calar los trucos de Satanás. Mi esposo aún intenta interponerse en el camino de mi fe, pero él ya no me contiene. Sigo yendo a reuniones y llevando a cabo mi deber, e incluso soy más firme en mi determinación de seguir a Dios. ¡Doy gracias a Dios de corazón!
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.