Lo que gané por hablar con honestidad

15 Jul 2022

Por Clara, Estados Unidos

Hace un tiempo, leí un pasaje de las palabras de Dios que decía: “Halagos, adulación y palabras bonitas: en apariencia, todos deberían saber lo que significan estos conceptos, y los individuos que los personifican son comunes. Incurrir en halagos y adulación y decir palabras bonitas son, generalmente, formas de hablar que se adoptan para ganarse el favor, los elogios o algún tipo de beneficio de otras personas. Es la forma de hablar más común de aquellos que incurren en adulación y lisonja. Se puede decir que todos los humanos corruptos presentan, en cierto grado, esta manifestación, que es una manera de hablar que corresponde a la filosofía satánica(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 10 (II)). En esa época, cuando leía las palabras de Dios que exponen a tales personas, no las aplicaba a mí misma. Tales personas me desagradaban, no me gustaban, ni quería pasar tiempo con ellas, por lo que pensaba que yo era mejor que ellas. Sorpresivamente, cuando los hechos me revelaron, vi que yo hacía lo mismo en pos de mis propios intereses; intentaba complacer a la gente, ganar favores y decir cosas agradables, y también actuaba de una manera muy falsa.

Hace unos días, asistí a una reunión de grupo. Después de la reunión, mi líder me envió un mensaje preguntándome sobre cómo era la plática del hermano Caleb. Al ver el mensaje, me puse un poco nerviosa. “¿Por qué el líder me pregunta esto de repente? ¿Cómo debería responder? Sí mi respuesta es incorrecta, ¿qué pensará de mí el líder? ¿Pensará que ni siquiera puedo discernir cuán bien comparten otras personas, que tengo poca aptitud y nada de experiencia real? Si es así, ¿confiará en mí alguna vez y me usará para roles importantes en el futuro? Tal vez pierda mi puesto de líder de grupo pronto”. Para mantener mi imagen y mi posición, y que el líder pensara que yo podía discernir, empecé a preguntarme a qué se refería. Como había preguntado, debía sentir que había un problema con la plática de Caleb. Entonces, ¿qué podía decir yo para obtener su aprobación? De hecho, sentía que, aunque parte de la plática de Caleb eran palabras y doctrinas, en algunas partes era práctica. Pero me preocupaba no ver las cosas correctamente, por lo que no le dije al líder lo que de verdad pensaba. En cambio, dije: “Caleb comparte muchas doctrinas”. Mi líder respondió: “Mucho de lo que él dijo eran en verdad palabras y doctrinas. Asegúrate de recordarle y ayudarlo más en el futuro”. Tras leer la respuesta del líder, pensé: “Qué bueno que no expresé mis verdaderos pensamientos. ¿No habría quedado mal si lo hacía? ¡Mi líder me habría descubierto!”.

Inmediatamente después, asistí a otra reunión de grupo. Después de la reunión, el líder me escribió nuevamente para preguntarme: “¿Qué te pareció la plática de la hermana Jemma?”. Cuando vi ese mensaje, quedé un poco perpleja. Mi mente había divagado en la reunión, por lo que no había escuchado con atención la plática de la hermana para nada. ¿Cómo se suponía que respondiera? Si era honesta, ¿qué pensaría de mí el líder? Recordé haber oído al líder decir que Jemma a menudo hablaba de palabras y doctrinas, ¿el líder me escribía para confirmar esto? La última vez, él me preguntó porque creía que Caleb hablaba mucho de doctrinas. Pensé que esta vez podía ser por la misma razón. Por eso respondí: “En la plática de Jemma no oí qué autoconocimiento poseía o cuáles de sus opiniones habían cambiado”. Después de leer mi respuesta, el líder no dijo nada. Esta vez, no lograba la calma y empecé a preguntarme: “¿Estaba el líder insatisfecho con mi respuesta? ¿Respondí incorrectamente? Si es así, ¿pensará que tengo poca aptitud?”. Durante esos días, esto perturbaba mis pensamientos cada tanto.

Unos días después, durante una reunión, leí un pasaje de las palabras de Dios que me hicieron sentir que mi corazón había sido atravesado. Las palabras de Dios dicen: “Esas personas falsas que actúan de una manera frente a los demás y de otra a sus espaldas no están dispuestas a ser perfeccionadas. Son todos hijos de la perdición y la destrucción; no le pertenecen a Dios, sino a Satanás. ¡No son la clase de personas escogidas por Dios!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los que se someten a Dios con un corazón sincero, con seguridad serán ganados por Él). No podía evitar pensar en lo que había pasado el otro día. Cuando el líder me preguntó qué pensaba de las pláticas del hermano y la hermana no me animé a expresar mi opinión verdadera; temía que una respuesta incorrecta afectara mi imagen y mi estatus en el corazón del líder, por lo que respondí de modo falso. Supuse qué pensaba mi líder y luego intenté responder de un modo que encajara con sus pensamientos. Pensé que haciendo esto sería menos proclive a errores, que él no me discerniría y que mi posición estaría asegurada. Pensé que era inteligente por engañar a mi líder y esconder mis pensamientos, pero Dios es justo y escruta todo. Dios vio mis intenciones falsas y mis trucos claramente, y los condenó. Cuanto más meditaba sobre las palabras de Dios, más miedo sentía. Me pregunté cómo podían mis pensamientos ser tan perversos, despreciables y desvergonzados. También recordé cómo Dios ponía en evidencia las manifestaciones de los anticristos de valerse de adulaciones, halagos y decir palabras que suenen bonito, por lo que busqué algunas palabras de Dios.

Dios Todopoderoso dice: “Los anticristos están ciegos respecto a Dios, Él no tiene cabida en sus corazones. Cuando se encuentran con Cristo, no lo tratan de manera diferente a una persona normal, se fijan constantemente en Su expresión y tono, cambiando la tonada según la situación, sin decir lo que realmente sucede, sin decir nada sincero, solo pronunciando palabras y doctrinas vacías, tratando de engañar y embaucar al Dios práctico que tienen ante sus ojos. No tienen un corazón temeroso de Dios en absoluto. Ni siquiera son capaces de dirigirse a Él de corazón, de decir algo real. Hablan como una serpiente que se desliza con rumbo sinuoso e indirecto. El estilo y la orientación de sus palabras son como una planta trepadora ascendiendo por un poste. Por ejemplo, cuando dices que alguien tiene aptitud y podrían promoverlo, inmediatamente hablan de lo bueno que es y de lo que se manifiesta y revela en él; y si dices que alguien es malo, se apresuran a hablar de lo malo y malvado que es, de cómo causa perturbación y trastorno en la iglesia. Cuando preguntas por algunas situaciones reales, no tienen nada que decir; andan con evasivas mientras esperan que tú saques una conclusión, atentos al significado de tus palabras, para así ajustar sus palabras a tus pensamientos. Todo lo que dicen son palabras bonitas, lisonjas y servilismo; de su boca no sale ni una palabra sincera(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 10 (II)).

A Dios le gustan los honestos y detesta a los falsos y escurridizos. Si eres una persona astuta y te comportas de manera escurridiza, ¿acaso Dios no te detestará? ¿La casa de Dios dejará que eludas las consecuencias? Tarde o temprano tendrás que rendir cuentas. A Dios le agradan los honestos y le desagradan los astutos. Todo el mundo debería entender esto claramente y dejar de ser atolondrado y de hacer tonterías. La ignorancia temporal es excusable pero, si una persona no acepta la verdad en absoluto, entonces es demasiado obstinada. Los honestos pueden asumir la responsabilidad. No se preocupan de sus propios beneficios y pérdidas, solo salvaguardan la obra y los intereses de la casa de Dios. Tienen un corazón bondadoso y honesto que es como un recipiente de agua cristalina cuyo fondo puede verse de un vistazo. También hay transparencia en sus actos. Una persona falsa se comporta de una manera escurridiza, se dedica siempre a fingir, se oculta y esconde cosas, y se enmascara increíblemente bien. Nadie puede desentrañar a esta clase de persona. La gente no puede dilucidar los pensamientos en tu interior, pero Dios puede escrutar lo más profundo de tu corazón. Cuando Él ve que no eres una persona honesta, que eres algo escurridiza, que nunca aceptas la verdad, que siempre te dedicas a engañarlo y nunca le entregas tu corazón, no le gustas a Dios, te detesta y te abandona. ¿Qué clase de personas son aquellas que prosperan entre los no creyentes? ¿Y aquellas que tienen labia e ingenio? ¿Lo veis claro? ¿Cuál es su esencia? Se puede decir que son todas extraordinariamente inescrutables, falsas y astutas hasta el extremo, que son auténticos diablos y satanases. ¿Podría Dios salvar a la gente así? No hay nada que Dios deteste más que a los diablos, a las personas falsas y astutas, y no cabe duda de que no las va a salvar. No debéis ser así en ningún caso. Aquellos que siempre se muestran observadores y alertas cuando hablan, que son diestros y hábiles y desempeñan un papel para ajustarse a la ocasión cuando manejan sus asuntos; esos, te digo, son aquellos a los que más aborrece Dios, la gente así está más allá de la salvación. Respecto a todos aquellos que pertenecen a la categoría de falsos y astutos, por muy bien que suenen sus palabras, estas no dejan de ser engañosas, endiabladas. Cuanto más bonitas suenan sus palabras, más diabólicos y satanases son tales personas. Este es exactamente el tipo de persona que Dios más detesta. Esto es tal que así. A ver qué me decís de esto: ¿puede la gente falsa, que miente a menudo y tiene labia obtener la obra del Espíritu Santo? ¿Puede obtener el esclarecimiento y la iluminación del Espíritu Santo? Por supuesto que no. ¿Cuál es la actitud de Dios hacia las personas que son falsas y astutas? Las desdeña, las aparta y no les presta atención, las considera de la misma clase que los animales. A ojos de Dios, tales personas simplemente visten piel humana y, en su esencia, son diablos y satanases, son cadáveres andantes, y Dios no las salvará en ningún caso(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)).

En las palabras de Dios, vi que los anticristos tienen un carácter particularmente perverso. Para alcanzar sus metas, adulan a Cristo y miran de qué lado sopla el viento, e incluso creen que Cristo no descifrará sus trucos, que pueden engañarlo. Por lo tanto, se atreven a engañar a Dios descaradamente y a tratarlo como a un ser humano. A Dios, esta actitud hacia Él le resulta extremadamente desagradable y detestable. Aunque yo no estaba en contacto directo con Cristo, el carácter que revelaba era el mismo que el de un anticristo. La pregunta de mi líder sobre qué pensaba de la plática de mi hermano y mi hermana era una pregunta muy común, y yo podía decir lo que en verdad pensaba, pero tuve pensamientos complicados y mi mente dio muchas vueltas. Incluso me pregunté si mi líder estaba poniendo a prueba mi habilidad para discernir y temí que, si me equivocaba, me menospreciaría y ya no me valoraría ni cultivaría. Para mantener mi imagen y mi posición en su corazón, oculté mis verdaderos pensamientos e intenté deliberadamente decir lo que él querría oír. Mi conducta era justo lo que exponían las palabras de Dios, como una serpiente que se desliza, como una planta trepadora que se enrosca y da vueltas. Al tratar así a las personas e interactuar de esa forma, las engañaba y jugaba con ellas. Era sumamente falsa y taimada. Y cuando dije estas palabras, no fue porque no supiera. Hablé tras pensar y calcular. Lo hice a propósito. Incluso pensé que Dios no sabía de mis trampas, por lo que me atreví a mentir y engañar descaradamente. Carecía por completo de un corazón temeroso de Dios. Me atrevía a mentir y a engañar a otras personas cuando interactuaba con ellas; así que, incluso si alguna vez llegara a estar en contacto con Cristo, sin dudas engañaría a Dios y ofendería Su carácter. Particularmente cuando leí estas palabras de Dios: “A ojos de Dios, tales personas simplemente visten piel humana y, en su esencia, son diablos y satanases, son cadáveres andantes, y Dios no las salvará en ningún caso”. Me sentí paralizada de inmediato. Dios estaba exponiendo mi naturaleza y describía mis acciones. Recordé que, cuando interactuaba con otros, por lo general tenía mis propios motivos, y observaba sus palabras y expresiones. Especialmente con líderes y obreros, intentaba adivinar qué pensaban para igualar lo que querían decir y, lo que es más, para decir cosas que les agradara oír. Pensaba que vivir así era inteligente porque nadie podía descifrarlo. Pero Dios ya me había descifrado. Ahora, por fin entendía por qué Dios dice que ama a los honestos y desdeña a los falsos. Es porque los corazones de los honestos son simples, puros, como agua clara; tratan a la gente y a Dios con honestidad y nunca ocultan sus deficiencias intencionalmente ni se disfrazan. Tal gente no lleva una vida agotadora, otros disfrutan llevarse bien con ellos, y agradan a Dios. Pero las mentes de los falsos son complejas; traman y tienen sus motivos para todo, e incluso las cuestiones y las palabras simples se vuelven muy complicadas para ellos. Las palabras y acciones de los falsos son todas para desorientar y engañar a otros para lograr sus propios objetivos. Revelan una semejanza demoníaca y Dios nunca los salva. Al pensar en esto, me asusté un poco. Vi que mi propia naturaleza era tan falsa y perversa como la de Satanás, y que si seguía sin arrepentirme, Dios me descartaría y me castigaría. Dios es santo y justo, y quienes vivirán en el reino de Dios son todas personas honestas que están dispuestas a practicar la verdad. Una persona falsa jamás entrará al reino de Dios. Al pensar en estas cosas, sentí un gran remordimiento y ya no quise seguir viviendo según mis actitudes falsas y perversas. Oré a Dios diciendo que quería practicar ser una persona honesta, sincerándome y hablando honestamente con todos, sin importar con quién. Después de eso, en una reunión, me sinceré sobre mis intenciones despreciables y la corrupción que había revelado en esas dos cuestiones. Después, me sentí mucho más aliviada y a gusto.

Más adelante, también me pregunté por qué siempre me importaba qué decía de mí el líder, y por qué yo podía mentir y ser engañosa para ganarme una buena opinión suya. Un día, leí en las palabras de Dios: “Sea cual sea la categoría de un líder u obrero, si lo idolatráis por comprender un poco de la verdad y tener algunos dones, si creéis que está en posesión de la realidad-verdad y puede ayudaros, y si lo admiráis y dependéis de él en todo y, por medio de esto, tratáis de alcanzar la salvación, entonces todo esto es necedad e ignorancia por vuestra parte. Al final, todo quedará en nada, pues vuestro punto de partida es intrínsecamente incorrecto. Por muchas verdades que comprenda alguien, no pueden reemplazar a Cristo, y por mucho talento que tenga alguien, esto no significa que esté en posesión de la verdad; por eso cualquiera que idolatre, admire y siga a otras personas acabará descartado y condenado. Los creyentes en Dios solo pueden admirar y seguir a Dios. Los líderes y obreros, sea cual sea su rango, siguen siendo gente normal. Si los consideras tus superiores inmediatos, si sientes que son superiores a ti, que son más competentes que tú y deben guiarte, que sobresalen del resto en todos los sentidos, te equivocas, es un delirio. […] Si crees en Dios y lo sigues, debes prestar atención a Su palabra, y si alguien habla y actúa correctamente y está de acuerdo con los principios-verdad, simplemente sométete a la verdad; ¿no es así de simple? ¿Por qué eres tan vil? ¿Por qué te empeñas en buscar a alguien a quien idolatrar para seguirlo? ¿Por qué te gusta ser esclavo de Satanás? ¿Por qué no ser, en cambio, siervo de la verdad? En esto se ve si una persona tiene razón y dignidad. Debes empezar por ti mismo: equiparte con verdades de todo tipo, ser capaz de identificar las diversas maneras en que los diferentes asuntos y personas se manifiestan, conocer cuál es la naturaleza del comportamiento de varias personas y qué carácter brota de ellas, aprender a distinguir las esencias de los diversos tipos de personas, tener claro de qué tipos son las que te rodean, de qué tipo eres tú y de qué tipo es tu líder. Una vez que percibas todo esto con claridad, serás capaz de tratar a esas personas de la manera correcta, según los principios-verdad: si son hermanos y hermanas, los tratarás con amor; si no lo son, sino que son personas malvadas, anticristos o incrédulos, mantendrás las distancias y renunciarás a ellos. Y si son personas que poseen la realidad-verdad, aunque puede que las admires, no las idolatrarás. Nadie puede ocupar el lugar de Cristo: solo Cristo es el Dios práctico. Solo Cristo puede salvar a las personas, y solo al seguir a Cristo puedes obtener la verdad y la vida. Si puedes ver estas cosas con claridad, entonces posees estatura, y no es probable que los anticristos te desorienten ni has de temer que tal cosa suceda(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 6). Las palabras de Dios exponían mi estado. Aunque hacía muchos años que creía en Dios, no tenía un lugar para Él en mi corazón. Me concentraba en el poder y el estatus de la gente, y lo que sostenía era la filosofía de Satanás de que “Donde manda marinero, no manda capitán”. Siempre sentía que la soberanía de Dios sobre mí era distante; a mis ojos, era el líder quien decidía todo por mí, y si yo podía ser valorada, cultivada, y si podía cumplir con mi deber dependía de las palabras del líder. ¿No lo ven así los no creyentes? Para ganar el aprecio de sus líderes y mantener sus posiciones y empleos, los no creyentes complacen a sus líderes en todo y los adulan en todos lados, como perros falderos sin calidad humana ni dignidad. ¿Qué diferencia había entre ellos y yo? Para lograr el aprecio de mi líder y mantener mi estatus, siempre quería complacerlo, y especulaba y atendía sus preferencias. Era en verdad maliciosa y buena para ver de qué lado sopla el viento. Por cuidar mis propios intereses, perdí por completo mi dignidad humana y perdí toda semejanza humana. De hecho, la casa de Dios tiene principios para seleccionar y cultivar gente, no como en el mundo de los no creyentes. Los no creyentes practican: “Nada se logra sin adular y halagar a los demás”. Mientras puedan complacer a su superior, pueden ganar favores, conseguir ascensos y hacerse ricos, incluso sin tener talento y conocimientos reales. Pero la verdad gobierna en la casa de Dios. Se elige y cultiva a la gente con base en los principios-verdad. Si tenemos buena humanidad, podemos aceptar la verdad, nuestro corazón está sintonizado con la casa de Dios y podemos proteger sus intereses; entonces, no importa si nuestra aptitud no es muy buena. La iglesia de todas formas organizará un deber adecuado para nosotros. Si tenemos mala calidad humana, no perseguimos la verdad y solo engañamos y urdimos tramas, incluso aunque adulemos y ganemos el favor del líder, nunca tendremos un rol importante. Una vez que nuestros hermanos y hermanas nos disciernan, seremos despreciados y rechazados. Incluso si algunos falsos líderes y anticristos van en contra de los principios y ascienden a aquellos que los adulan y halagan, tarde o temprano serán revelados y no lograrán un lugar en la casa de Dios. Tras entender esto, ya no me preocupaba cómo me veía el líder. No importa qué piense de mí la gente. Si puedo continuar con mi deber depende de que busque la verdad y cumpla bien mi deber. Ahora debería concentrarme en cumplir bien mi deber y buscar la verdad en mi deber para resolver mis problemas y dificultades. Eso es atender a mi trabajo correcto.

Después, busqué una senda de práctica en las palabras de Dios y hallé estos dos pasajes: “Ser una persona honesta es una exigencia que le hace Dios al hombre. Es una verdad que el hombre debe practicar. ¿Cuáles son, entonces, los principios que debe seguir el hombre al tratar con Dios? Ser sincero. Este es el principio que debe seguirse cuando se interactúa con Dios. No caigas en la práctica de los no creyentes de halagar y adular; Dios no necesita que el hombre halague ni adule. Basta con ser sincero. ¿Y qué significa ser sincero? ¿Cómo hay que ponerlo en práctica? (Simplemente abrirse a Dios, sin colocar una fachada ni ocultar nada ni guardar ningún secreto, interactuando con Dios con un corazón honesto y ser franco, sin malas intenciones ni artimañas). Así es. Para ser sincero, antes debes dejar de lado tus deseos personales. En vez de centrarte en la forma en que Dios te trata, debes descubrirte ante Dios y decir lo que sea que tengas en el corazón. No medites ni tengas en cuenta las consecuencias de tus palabras; di lo que estés pensando, deja de lado tus motivaciones y no digas cosas solo para lograr algún objetivo. Tienes demasiadas intenciones y adulteraciones personales, siempre calculas la manera en la que hablas, considerando: ‘Debo hablar de esto y no de aquello, debo tener cuidado con lo que digo. Lo expresaré de manera que me beneficie, que cubra mis defectos y deje una buena impresión en dios’. ¿No es esto albergar motivos? Antes de abrir la boca, vuestra mente se llena de pensamientos tortuosos, modificáis varias veces lo que queréis decir, de modo que cuando las palabras salen de vuestra boca ya no son tan puras y no son en absoluto auténticas, pues contienen vuestras propias motivaciones y las artimañas de Satanás. Esto no es ser sincero, sino tener motivos siniestros y albergar malas intenciones. Es más, cuando hablas, siempre te basas en las expresiones faciales de la gente y en la mirada en sus ojos: si tienen una expresión positiva en su rostro, continúas hablando; si no, te aguantas y no dices nada; si la mirada en sus ojos es negativa y parece que no les gusta lo que están oyendo, lo piensas y te dices a ti mismo: ‘Bueno, diré algo que te interese, que te haga feliz, que te guste y que te haga tener una buena disposición hacia mí’. ¿Acaso es esto ser sincero? No(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 10 (II)). “A Dios no le agradan las personas que halagan, adulan y dicen palabras bonitas. Entonces, ¿qué tipo de persona le agrada a Dios? ¿Cómo le gusta a Dios que las personas interactúen y compartan con Él? A Dios le gustan las personas honestas, las personas que son sinceras con Él. No es necesario que consideres Su tono de voz y Su expresión o que te congracies con Él, solo debes ser sincero, tener un corazón sincero, sin ocultamientos, pantallas o disfraces, y permitir que tu apariencia externa coincida con tu corazón(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 10 (II)). Las palabras de Dios dejan la senda de práctica muy clara. Al interactuar tanto con Dios como con la gente, debes ser franco y honesto, no debes tener motivos personales y debes aceptar el escrutinio de Dios y ser una persona honesta. Las palabras de Dios me recordaron que el Señor Jesús le preguntó a Pedro: “Simón Barjona, ¿alguna vez me has amado?”. Pedro respondió con honestidad: “¡Señor! Una vez amé al Padre que está en el cielo, pero admito que nunca te he amado a Ti”. Pedro era puro y honesto. No pensó en cómo adular al Señor Jesús, sólo dijo exactamente lo que pensaba. El corazón de Pedro era puro y transparente, y pudo ser honesto con el Señor Jesús y ganó la aprobación de Dios. Tras entender esto, vi más claramente la senda de práctica, y comencé a practicar conscientemente ser una persona honesta en mi vida.

Un día, tras una reunión, mi líder nos pidió a dos líderes de grupo y a mí que evaluáramos a una hermana. Al oír esto, me puse un poco nerviosa y empecé a especular otra vez: “Mi líder quiere una evaluación de la hermana, ¿así que cree que esta hermana tiene un problema? ¿Nos está preguntando porque quiere poner a prueba nuestra capacidad de discernimiento? El líder dijo la última vez que estos dos líderes de grupo tienen buena aptitud y que quiere cultivarlos; si no veo a las personas y las cosas como ellos, ¿aún seré valorada y cultivada en el futuro?”. Entonces me di cuenta de que estaba por comenzar a engañar y especular sobre sus pensamientos otra vez. Pensé en las palabras de Dios: “A Dios no le agradan las personas que halagan, adulan y dicen palabras bonitas. Entonces, ¿qué tipo de persona le agrada a Dios? ¿Cómo le gusta a Dios que las personas interactúen y compartan con Él? A Dios le gustan las personas honestas, las personas que son sinceras con Él. No es necesario que consideres Su tono de voz y Su expresión o que te congracies con Él, solo debes ser sincero, tener un corazón sincero, sin ocultamientos, pantallas o disfraces, y permitir que tu apariencia externa coincida con tu corazón(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 10 (II)). Dios vigila lo que pienso y lo que planeo hacer. Dios espera que sea una persona honesta y que diga lo que de verdad pienso, sin disfrazar ni ocultar mis pensamientos, y sin incoherencias. Debía practicar de acuerdo con las palabras de Dios y ser honesta con otros. Por eso, le dije al líder lo que pensaba. Cuando terminé, me sentí muy relajada, y sentí que practicar ser una persona honesta me hacía sentir cómoda, muy calmada y a salvo. Era algo que nunca había experimentado. Así es como debe conducirse la gente. ¡Gracias a Dios!

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