53. Mi deber expuso mi egoísmo
Soy supervisora del trabajo de vídeo desde hace dos años. No hace mucho, debido a las exigencias del trabajo, nuestro grupo se dividió en otros dos más pequeños. La hermana Layla estaba a cargo de un grupo y yo del otro. Aunque la hermana Layla acababa de empezar a supervisar el trabajo, siempre hacía sugerencias cruciales sobre la producción de vídeo, y a menudo guiaba a los hermanos y hermanas en la revisión del trabajo y el aprendizaje de habilidades técnicas de forma conjunta. A mí eso no me tenía muy contenta, pues pensaba: “A este paso progresarán muy rápido y dentro de poco mi grupo saldrá perdiendo en comparación con el suyo”. Un sentimiento de crisis se apoderó de mí, y me dije que tenía que hacer un buen trabajo en cada uno de los vídeos para no quedarme atrás respecto a Layla y su grupo. En ese momento estábamos haciendo un vídeo que era exigente técnicamente, y estaba estudiando a conciencia las habilidades necesarias junto a los hermanos y hermanas. Cuando nos topábamos con dificultades, le oraba a Dios y juntos buscábamos soluciones. El vídeo quedó completado después de mucho trabajo duro, y los hermanos y hermanas que lo vieron dijeron que estaba bien hecho. Esto resultaba gratificante, ya que indicaba que yo era una fuerza a tener en cuenta y era más capaz que Layla y su grupo. Le envié el vídeo a hermanos y hermanas de otros grupos, y unos pocos días después respondieron diciendo que el vídeo era muy realista y me preguntaron sobre cómo había mejorado mis habilidades técnicas. Me puse muy contenta al oír esto y pensé para mis adentros: “Ahora que todos los hermanos y hermanas han visto lo que soy capaz de hacer, seguro que me van a tener como referente y me admirarán”. Me prometí a mí misma que me encargaría de todos los vídeos siguientes con la mayor diligencia.
Después de eso, Layla y su grupo estaban teniendo algunas dificultades con un vídeo y querían que yo se las resolviera. Pensé: “Este vídeo es tu responsabilidad. Si dedico tiempo a resolver estos problemas, no recibiré crédito alguno y se retrasará mi propia tarea. Lo mejor es que invierta un mayor esfuerzo en el vídeo del que soy responsable, en lugar de ayudarles a ustedes a resolver sus problemas”. Así que decidí no ayudarles. Más tarde Layla seguía sin encontrar una solución y volvió a acudir a mí. Me contó que había intentado diferentes vías sin éxito, y me preguntó cómo había arreglado yo esas dificultades en el pasado. Pensé: “Si dedico tiempo a los problemas de tu grupo y acabas haciendo un mejor trabajo que yo, ¿acaso no va a pensar todo el mundo que eres mejor líder de grupo que yo, aunque acabes de empezar? ¡Pareceré una incompetente!”. Con esto en mente, le dije, en tono despreocupado, que no podía hacer nada para ayudarla. Layla no tuvo más remedio que volver y seguir investigando ella misma las dificultades. Entonces envió una muestra del vídeo al chat de grupo para que comprobáramos si había algún problema. Yo no tenía intención de responder, pues pensaba que ver el vídeo sería una pérdida de tiempo. Pero al mismo tiempo me preocupaba que, si no lo veía, los hermanos y hermanas pudieran tacharme de negligente al supervisar el trabajo e irresponsable como líder del grupo. Por lo tanto, abrí el archivo de mala gana y vi el vídeo. Detecté problemas en varios lugares, pero no pensé en ellos con detenimiento. Entonces, Layla procedió a enviar el vídeo al líder, que señaló un buen número de problemas, por lo que había que retocar y arreglar el vídeo. Como resultado, el progreso del trabajo se retrasó. Más tarde, cuando la líder vino a revisar el trabajo conmigo, me señaló los problemas y me dijo: "Cuando cumplimos con nuestros deberes en la iglesia, nos dividimos el trabajo, pero eso no significa que estemos trabajando de forma independiente los unos de los otros. Tú eres la líder del grupo, así que tienes que asumir una mayor carga. Layla acaba de empezar a ejercer como líder de grupo, así que tienes que controlar más de cerca los vídeos que ella y su grupo hacen, a fin de poder resolver algunos problemas con antelación". Entonces me di cuenta de que no podía desligarme de mi responsabilidad de este retraso, ya que todo era causa de haber sido demasiado egoísta, de mi costumbre de atender solo a mi propio trabajo y de mi negativa a cooperar con Layla. Sin embargo, no reflexioné demasiado sobre el asunto. Cada vez que trabajaba en vídeos después de aquello, mi pensamiento era difuso y me sentía atontada y desorientada. No era capaz de encontrar los problemas en los deberes de los hermanos y hermanas, y ni siquiera sabía qué decir cuando oraba. Me di cuenta de que no me hallaba en el estado adecuado, y de que Dios escondía Su rostro de mí. Así que acudí en búsqueda y oración ante Dios, pidiéndole que me guiara para poder comprenderme a mí misma.
Una noche, antes de irme a la cama, reflexioné sobre mi reciente forma de actuar. Pensé en cómo expone Dios a los anticristos que solo se preocupan por su propio trabajo en el cumplimiento de sus deberes. Encontré este pasaje de las palabras de Dios: “Los anticristos no tienen conciencia, razón o humanidad. No solo no tienen ninguna vergüenza, sino que también alcanzan otra marca distintiva: su egoísmo y vileza son poco comunes. El sentido literal de su ‘egoísmo y vileza’ no es difícil de captar. Están ciegos a todo lo que no sean sus propios intereses. Cualquier cosa que tenga que ver con sus propios intereses recibe su máxima atención y sufren por ello, pagan un precio, están absorbidos por sus asuntos y solo se dedican a ellos. Todo aquello que no tenga relación con sus propios intereses lo ignoran y no lo tienen en cuenta. Los demás pueden hacer lo que quieran, a los anticristos les da igual que alguien sea interrumpa o perturbe, consideran que esto no tiene nada que ver con ellos. Dicho con tacto, se ocupan de sus propios asuntos. Pero es más acertado decir que este tipo de personas son viles, sórdidas, miserables. Las definimos como ‘egoístas y viles’. ¿Cómo se manifiesta el egoísmo y la vileza de los anticristos? En todo lo que beneficia a su estatus o reputación, se esfuerzan por hacer o decir lo que sea necesario, y están dispuestos a soportar cualquier sufrimiento. Pero en lo que respecta a las disposiciones de trabajo de la casa de Dios o al trabajo que beneficia el crecimiento en la vida de los escogidos de Dios, lo ignoran por completo. Incluso los hacedores de maldad interrumpen, interfieren y cometen todo tipo de maldades, de este modo afectando a la obra de la iglesia, permanecen impasibles y despreocupados, como si no tuviera nada que ver con ellos. Y si alguien descubre e informa de los actos de un hacedor de maldad, aseguran que no vieron nada y fingen ignorancia. […] Independientemente del trabajo que lleven a cabo, las personas que son del tipo de un anticristo no consideran para nada los intereses de la casa de Dios. Solo consideran si los suyos propios van a verse afectados, solo piensan en ese poquito de trabajo frente a ellos que los beneficia. Para ellos, la obra principal de la iglesia solo es algo que hacen en su tiempo libre. No se la toman en serio para nada. Simplemente hacen un esfuerzo superficial, solo hacen lo que les gusta y solo trabajan para mantener su posición y su poder. A sus ojos, toda labor dispuesta por la casa de Dios, la labor de difundir el evangelio y la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios no son importantes. No importa qué dificultades tengan otras personas en su trabajo, qué cuestiones hayan identificado o les hayan informado, o lo sinceras que sean sus palabras, los anticristos no prestan atención, no se involucran, es como si no tuviera nada que ver con ellos. Los asuntos de la iglesia les resultan totalmente indiferentes, por importantes que sean. Incluso cuando tienen el problema delante, solo lo abordan de manera superficial. Solo cuando lo alto trata con ellos directamente y se les ordena que resuelvan un problema, hacen a regañadientes un poco de trabajo real y le muestran algo a lo alto. Poco después, siguen con sus propios asuntos. Con respecto a la obra de la iglesia, a las cosas importantes en el contexto más amplio, no están interesados, se muestran ajenos. Incluso ignoran los problemas que descubren, y dan respuestas superficiales o utilizan palabrería para quitarte de encima cuando se les pregunta por los problemas, y solo los abordan con gran reticencia. ¿Acaso no es esto la manifestación del egoísmo y la vileza? Es más, no importa el deber que estén cumpliendo los anticristos, en lo único que piensan es en si van a elevar su perfil. Con tal de que aumente su reputación, se devanan los sesos para idear una manera de aprender a hacerlo, de llevarlo a cabo. Lo único que les importa es si los va a distinguir del resto. Da igual lo que hagan o piensen, solo se preocupan por su fama y su estatus. Sea cual sea la tarea que estén realizando, solo compiten por quién está más arriba o más abajo, quién gana y quién pierde, quién tiene mejor reputación. Solo se preocupan por cuántas personas les admiran, cuántas les obedecen y cuántos seguidores tienen. Nunca hablan con la verdad ni resuelven problemas reales. Nunca consideran cómo hacer las cosas según los principios al cumplir con el deber, si han sido fieles, si han cumplido con sus responsabilidades, si se han desviado, o si existe algún problema, ni tampoco le dedican pensamiento alguno a lo que pide Dios ni a Su voluntad. No prestan la menor atención a todas esas cosas. Solo se concentran y hacen cosas en aras del estatus y el prestigio, para satisfacer sus propias ambiciones y sus propios deseos. Esta es la manifestación del egoísmo y la vileza, ¿verdad? Esto expone plenamente que su corazón rebosa con sus propios deseos, ambiciones y exigencias sin sentido. Todo lo que hacen está regido por sus ambiciones y deseos. Hagan lo que hagan, la motivación y el punto de partida son sus propias ambiciones, deseos y exigencias sin sentido. Esta es la manifestación arquetípica del egoísmo y la vileza” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión cuatro (I)). Dios expone que los anticristos son extremadamente egoístas. En asuntos relativos a sus propios intereses, o que les permitan destacar, trabajan diligente y gustosamente, sin importar el precio que tengan que pagar o cuánto tengan que sufrir. Sin embargo, si algo no guarda relación con sus propios intereses, simplemente lo ignoran. En tales casos, no querrán prestarle su atención, por muchas dificultades que otros atraviesen o por grande que sea la pérdida para el trabajo de la iglesia. Lo hacen todo en aras de su propia reputación y estatus personal, sin tener en cuenta para nada los intereses de la iglesia. Me di cuenta entonces de que era así como me había estado comportando. Después de que nuestro grupo se dividiera en dos, vi que Layla progresaba rápidamente y soportaba una carga en su deber. Temía que me superara, así que no quería ayudarla cuando le surgían dificultades y acudía a mí en busca de ayuda. Me parecía que esto no estaba entre mis principales responsabilidades y que hacerlo me quitaría tiempo y energía. No solo eso, sino que, incluso si el vídeo salía bien, mi arduo trabajo pasaría desapercibido; en su lugar, los demás asumirían que Layla estaba al mismo nivel que yo, a pesar de que acababa de empezar a ejercer como líder de grupo. En tal caso, no podría lucirme. Entonces, cuando Layla me pidió que revisara su vídeo y les hiciera sugerencias, ni me molesté. No quería dedicar tiempo y esfuerzo a verlo. Acabé viéndolo, pero a regañadientes, por pura formalidad, porque me preocupaba que los demás me tacharan de irresponsable. Por ello, el vídeo, con numerosos problemas, tuvo que rehacerse. Si me hubiera esforzado un poco más, habría descubierto y rectificado antes esos problemas. En cambio, como era demasiado egoísta y solo pensaba en mis propios intereses, el trabajo de la iglesia se retrasó. Me sentí muy culpable. La iglesia había dispuesto que yo fuera líder de grupo, de modo que debería haber cumplido con mis responsabilidades y haber estado atenta para resolver las diversas dificultades y problemas que los hermanos y hermanas afrontaban en sus deberes. Sin embargo, no me importaban en absoluto las intenciones de Dios. Lo único que me importaba era si los vídeos de los que era responsable estaban bien hechos y si podía lograr que más gente me admirara. Cuando Layla se topó con dificultades, evidentemente yo tenía algunas ideas sobre cómo resolverlas, pero no la ayudé en absoluto. Incluso pensé con rencor: "Es bueno que se hayan topado con algunas dificultades. Si obtienen malos resultados, yo quedaré mejor. Los hermanos y hermanas pensarán que soy la columna vertebral de nuestro grupo y que no pueden prescindir de mí". La forma en que pensaba y actuaba era realmente despreciable. Al revisar el trabajo más tarde, oí a algunas hermanas decir cosas como: "Este vídeo no está muy bien hecho, y me siento algo negativa por ello. Creo que mi calibre no es lo suficientemente bueno para esta tarea". Esto me afligió y reafirmó mi sensación de haber sido una egoísta. Solo me había preocupado por mi reputación y mi estatus. Era consciente de que acababan de empezar a practicar y que necesitaban ayuda y cooperación. No obstante, me había quedado de brazos cruzados, sin una pizca de amor. Cuanto más pensaba en ello, más sentía que me faltaba humanidad. ¿Cómo pude hacer algo tan despreciable y odioso?
Durante una reunión, oí a un hermano comunicar su experiencia y me di cuenta de que podía sacarle mucho provecho. En su comunicación había un pasaje de las palabras de Dios que me dejó una honda impresión. Las palabras de Dios dicen: “¿Cuál es el estándar a través del cual las acciones de una persona son juzgadas como buenas o malvadas? Depende de si en sus pensamientos, expresiones y acciones poseen o no el testimonio de poner la verdad en práctica y de vivir la realidad de la verdad. Si no tienes esta realidad o no vives esto, entonces, sin duda, eres un hacedor de maldad. ¿Cómo considera Dios a los hacedores de maldad? Tus pensamientos y tus acciones externas no dan testimonio para Dios, no avergüenzan a Satanás ni lo derrotan; en cambio, ellos hacen que Dios se avergüence, en todo son la señal de provocar que Dios se avergüence. No estás testificando para Dios, no te estás entregando a Dios y no estás cumpliendo tu responsabilidad y obligaciones hacia Dios, sino que más bien estás actuando para ti mismo. ¿Qué significa ‘para ti mismo’? Significa exactamente para Satanás. Así que, al final Dios dirá: ‘Apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’. A los ojos de Dios tus acciones no han sido buenas, sino que tu comportamiento se ha vuelto malvado. No solo no obtendrá la aprobación de Dios, además será condenado. ¿Qué busca obtener alguien con una fe así en Dios? ¿Acaso no se quedaría esta fe en nada al final?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). A partir de las palabras de Dios llegué a comprender que Dios no tiene en cuenta cuántos deberes realiza una persona ni cuánto la alaban los demás. En lo que Él se fija, más bien, es en si una persona, en sus pensamientos, expresiones y acciones, posee el testimonio de practicar la verdad en el cumplimiento de su deber. Es así como Dios juzga si las cosas que hace una persona son buenas o malvadas. Dios escruta los corazones de las personas, y si una persona cumple con su deber sin intención de dar testimonio y satisfacer a Dios, y en cambio perjudica la labor de la iglesia en aras de sus propios intereses, entonces no importa el precio que pague, a ojos de Dios sigue haciendo el mal. Siempre me pareció que había sido concienzuda y responsable en mi deber, y que no era tan mala. Sin embargo, al reflexionar sobre mi propio comportamiento, ateniéndome a las palabras de Dios, vi que aunque me esforzaba al máximo y era meticulosa en el trabajo del que era responsable, se escondía detrás la intención de ocupar un lugar en el corazón de mis hermanos y hermanas; la intención de hacer creer a la gente que yo era el pilar del grupo y que no podían prescindir de mí. Ni siquiera cuando Layla se topaba con dificultades y no conseguía avanzar en su trabajo me preocupaba lo más mínimo. Al contrario, me alegraba que tuviera dificultades, pues me parecía que eso me ayudaría a destacar. Al cumplir con mi deber con intenciones tan despreciables, estaba haciendo el mal y Dios me condenaba. Si no me arrepentía, Dios acabaría descartándome, aunque trabajara mucho y pagara un gran precio. Este pensamiento me asustó y me sentí en grave peligro. Oré a Dios y decidí no seguir viviendo conforme a mi carácter corrupto y que, si me ocurría algo parecido en el futuro, tendría en cuenta el trabajo de la iglesia en su conjunto y salvaguardaría sus intereses.
Después de eso, encontré una senda de práctica en las palabras de Dios. Dios dice: “Para todos los que cumplen con su deber, ya sea profundo o superficial su entendimiento de la verdad, la manera más sencilla de entrar en la realidad de la verdad es pensar en los intereses de la casa de Dios en todo, y renunciar a los deseos egoístas, a las intenciones, motivos, orgullo y estatus individuales. Poned los intereses de la casa de Dios en primer lugar; esto es lo menos que debéis hacer. Si una persona que lleva a cabo su deber ni siquiera puede hacer esto, entonces ¿cómo puede decir que está llevando a cabo su deber? Esto no es llevar a cabo el propio deber. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios, tener en cuenta la voluntad de Dios, considerar la obra de la iglesia y poner estas cosas antes que nada; solo después de eso puedes pensar en la estabilidad de tu estatus o en cómo te ven los demás. ¿No sientes que se facilita un poco cuando lo divides en estos pasos y haces algunas concesiones? Si practicas de esta manera por un tiempo, llegarás a sentir que satisfacer a Dios no es difícil. Además, deberías ser capaz de cumplir con tus responsabilidades, llevar a cabo tus obligaciones y deberes, dejar de lado tus deseos egoístas y tus propias intenciones y motivos, tener consideración de la voluntad de Dios y poner primero los intereses de la casa de Dios, la obra de la iglesia y el deber que has de cumplir. Después de experimentar esto durante un tiempo, considerarás que esta es una buena forma de comportarte: es vivir sin rodeos y honestamente, sin ser una persona vil o un bueno para nada, y vivir justa y honorablemente en vez de ser despreciable y miserable. Considerarás que así es como una persona debe vivir y actuar. Poco a poco disminuirá el deseo dentro de tu corazón de gratificar tus propios intereses” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). De las palabras de Dios entendí que, para cumplir bien con el deber propio, una persona debe dejar de lado sus intenciones, motivaciones, orgullo y estatus personales, y siempre ha de colocar los intereses de la iglesia en primer lugar. Después de esto cumplí con mi deber de manera consciente según las exigencias de Dios, y dejé de ser egoísta y despreciable y de tener solo en consideración mi propia reputación y estatus. En cierta ocasión, Layla se topó con una dificultad mientras hacía un vídeo y quiso que yo me ocupara de buscar una solución. Me mostré algo reticente y pensé: “No he terminado todavía el vídeo que tengo entre manos. ¿Afectaría al progreso de mi trabajo ayudarla a ella a resolver su problema? Si acababa siendo incapaz de finalizarlo a tiempo, ¿dirían los demás que no era eficaz, a pesar de ser líder de grupo?”. Me di cuenta de que estaba viviendo de nuevo conforme a mi carácter corrupto. Rememoré la resolución que le había hecho a Dios, es decir, considerar el trabajo de la iglesia como un todo y no atender solo el mío propio, así que le oré a Dios, con la intención de rebelarme contra la carne, dejar de lado mis intereses y ayudar a Layla con diligencia. Vi el vídeo atentamente, anoté los problemas y luego fui a ver a Layla y su grupo para ofrecerles guía en el sitio. Layla aseguró que mi comunicación había abierto una senda para ella, y sentí una gran sensación de paz en mi corazón. En principio pensé que ayudarles retrasaría mi trabajo, pero al final no se produjo ningún retraso. Para ambos grupos, el trabajo prosiguió con mayor eficiencia que nunca y se completó con éxito en un mes. Tras esto, cuando los hermanos y hermanas me pedían ayuda con sus dificultades ya no me negaba. En lugar de eso, los ayudaba lo mejor que podía. Aunque dedicaba más tiempo y esfuerzo a revisar las cosas y hacer sugerencias, me sentía en paz practicando de esta manera.
Luego hice algo más de introspección y me pregunté por qué era tan diligente respecto a asuntos relativos a mis propios intereses, pero no cooperaba cuando estos no estaban involucrados. ¿Cuál era exactamente la esencia de este problema? Vi algunas de las palabras de Dios: “Para proteger su propia vanidad y reputación, y mantener su buen nombre y estatus, algunas personas son felices ayudando a los demás y sacrificándose por sus amigos sin importar el precio. Pero cuando han de proteger los intereses de la casa de Dios, la verdad y la justicia, no albergan esas buenas intenciones, pues estas han desaparecido por completo. Cuando deberían practicar la verdad, no lo hacen. ¿Qué es lo que ocurre? Para proteger su propia dignidad y reputación, pagarán cualquier precio y sufrirán cualquier cosa. Pero, cuando tienen que hacer un trabajo real, proteger los aspectos positivos, y proteger y proveer al pueblo escogido de Dios, ¿por qué han perdido la fuerza para pagar cualquier precio y sufrir cualquier cosa? Resulta inconcebible. En realidad, tienen un tipo de carácter que está harto de la verdad. ¿Por qué se dice que su carácter está harto de la verdad? Porque cada vez que se trata de dar testimonio de Dios, de practicar la verdad, de proteger al pueblo escogido de Dios, de luchar contra los engaños de Satanás o de proteger las cosas positivas, huyen y se esconden, y no hacen lo que corresponde. ¿Dónde quedan sus actitudes heroicas y su espíritu para soportar el sufrimiento? ¿Dónde los utilizan? Eso es fácil de ver. Incluso si alguien los critica y les dice que no deberían ser tan egoístas y despreciables ni protegerse a sí mismos, en realidad no les importa. Se dicen: ‘Yo no hago esas cosas y no se aplican a mí. ¿De qué serviría actuar así por mi fama y mi estatus?’. No son personas que busquen la verdad. Les gusta buscar fama y estatus, y sencillamente no hacen el trabajo que Dios les ha encomendado. Así que, cuando se les requiere para hacer el trabajo de la iglesia, optan por huir. En su corazón, no les gustan las cosas positivas, y no están interesados en la verdad. Esto muestra claramente que están hartos de la verdad. Solo aquellos que aman la verdad y poseen la realidad de la verdad pueden dar un paso adelante cuando la obra de la casa de Dios y los escogidos lo requieran, solo ellos pueden levantarse, con valentía y obligados por el deber, para dar testimonio de Dios y comunicar la verdad, conduciendo a los escogidos de Dios por la senda correcta, y permitiéndoles lograr la obediencia a la obra de Dios; y solo esto es una actitud de responsabilidad y la demostración de que les importa la voluntad de Dios. Si no tenéis esta actitud, sois unos simples descuidados con las cosas de que os ocupáis, y pensáis: ‘Haré las cosas dentro del ámbito de mi deber, pero no me importa nada más. Si me preguntas algo, te responderé si estoy de buen humor. De lo contrario, no lo haré. Esta es mi actitud’, entonces esto es un tipo de carácter corrupto, ¿verdad? ¿Protege una persona una causa justa al proteger su posición, reputación y autoestima y las cosas relacionadas con sus intereses? ¿Protege las cosas positivas? Detrás de estas motivaciones mezquinas y egoístas reside el carácter de estar harto de la verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “Cuando Dios ve que la gente tiene poca aptitud, ciertos defectos y un carácter corrupto o una esencia que se opone a Él, no siente rechazo ni la mantiene lejos de Él. Esa no es la voluntad de Dios ni Su actitud hacia el hombre. Dios no odia la poca aptitud de la gente, su necedad ni que tenga un carácter corrupto. ¿Qué es lo que más aborrece Dios en la gente? Que esté harta de la verdad. Si estás harto de la verdad, solamente por eso, Dios nunca se deleitará en ti. Esto es inamovible. Si estás harto de la verdad, si no la amas, si tu actitud hacia ella es ser indiferente, despectivo, orgulloso, o incluso de repulsa, resistencia y rechazo… Si tienes estas conductas, Dios te desprecia totalmente y estás acabado, sin posibilidad de salvarte” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Comprender la verdad es lo más importante para cumplir bien con el deber). Gracias a las palabras de Dios, me di cuenta de que las personas que no aman la verdad ni salvaguardan los intereses de la iglesia, que siempre protegen la reputación personal y el estatus y que hacen de buena gana cualquier cosa que sirva a sus intereses y les haga destacar mientras ignoran y descartan todo lo que no les beneficia, son personas de un carácter satánico que siente aversión por la verdad. No importa lo diligente que sea este tipo de persona en asuntos que afectan a sus propios intereses, el precio que pague o lo impresionante que sea el resultado de su trabajo, su intención es siempre satisfacer su necesidad de reputación y estatus. En lo que se refiere a los intereses de la iglesia, conocen la verdad claramente, pero no la practican, ni defienden en absoluto el trabajo de la iglesia. Cuando reflexioné, me di cuenta de que había estado cumpliendo con mi deber de esta manera. Estaba dispuesta a esforzarme y pagar un precio con tal de destacar y quedar bien. Ni siquiera me desanimaba ante las dificultades y solo me empleaba al máximo para obtener resultados. Pero en cuanto veía que hacer bien el trabajo no me serviría para destacar ni me beneficiaría personalmente, lo dejaba de lado. Ni siquiera me generaba ansiedad ver que el trabajo de la iglesia sufriera pérdidas. ¡Estaba revelando el carácter satánico de sentir aversión por la verdad! Por mis años de fe y todas las palabras de Dios que había leído, sabía, en términos de doctrina, que como ser creado tenía que cumplir bien con mi deber con todo mi corazón, mente y fuerza, y que tenía que anteponer los intereses de la iglesia en todo momento. A menudo le había orado a Dios diciéndole que cumpliría con mi deber lo mejor que pudiera para retribuir Su amor. Sin embargo, al enfrentarme a una situación real, había optado por satisfacer mis deseos egoístas en lugar de proteger los intereses de la iglesia. Siempre había antepuesto mi reputación y mi estatus a los intereses de la iglesia. ¡Qué maldad la mía! Si no me ocupaba de mi carácter satánico de sentir aversión por la verdad, nunca lograría cambiar mi carácter-vida, por no mencionar alcanzar la salvación, por muchos años que siguiera creyendo en Dios. Ante este pensamiento, fui consciente de la fatalidad de mi carácter. Oré a Dios, pidiéndole que me guiara para liberarme de los grilletes de este carácter corrupto.
Algo después, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “En la casa de Dios, mientras busquen la verdad, las personas están entonces unidas ante Dios, no divididas, y comparten un objetivo común: cumplir con su deber, hacer su trabajo, actuar según los principios de la verdad y las exigencias de Dios, y satisfacer la voluntad de Dios. Si tu objetivo no es ese, sino el beneficio propio, satisfacer tus propios deseos egoístas, entonces se trata de la efusión de un carácter satánico corrupto. En la casa de Dios, el cumplimiento del deber de uno se realiza según los principios de la verdad. Las acciones de los incrédulos se rigen por su carácter satánico. Son dos sendas muy diferentes. Entre los incrédulos, cada persona sigue su propio consejo, cada uno tiene sus propios objetivos y planes, cada uno vive para sus propios intereses. Así, se ven abocados a luchar por cualquier ventaja que puedan. Están divididos y desunidos, ya que no comparten un objetivo común. Sin embargo, la naturaleza de sus objetivos es la misma: todos actúan para sí mismos. En esto no reina la verdad, el carácter corrupto de Satanás tiene el poder y el dominio total, les ha arrebatado el control de sí mismos, dando como resultado que se hunden cada vez más en el pecado. En la casa de Dios, si el principio, el método, la motivación y el punto de partida de vuestras acciones no fueran diferentes a los de los incrédulos, si vuestras acciones estuvieran también sujetas a la manipulación, el control y las maniobras de un carácter satánico corrupto, y el punto de partida fueran vuestros propios intereses, orgullo, estatus y reputación, entonces el desempeño que hacéis de vuestro deber no sería diferente a las acciones de los incrédulos. […]” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me hicieron entender lo diferente que es cumplir con un deber en la iglesia, en comparación con el modo que tienen los no creyentes de hacer las cosas. En el mundo de los no creyentes, las personas interactúan según las filosofías para los asuntos mundanos satánicas, como “Agua que no has de beber, déjala correr”, y “Que cada quien se ocupe de lo suyo”. Solo consideran sus propios intereses y si hay una promoción o riquezas que ganar. Nadie muestra interés alguno ni se preocupa por las dificultades de los demás. Al pensar en cómo me había estado comportando en mi deber, me di cuenta de que estaba actuando exactamente como un no creyente. Era muy consciente del hecho de que Layla acababa de empezar a practicar y que estaba teniendo dificultades en su deber, pero temía retrasarme y que ella me sobrepasara, así que no estaba dispuesta a ayudarla. En consecuencia, volver a trabajar en el vídeo no solo retrasó el progreso, sino que además estaba viviendo con un carácter corrupto, detestada por Dios y careciendo de Su guía en mi deber. Esto me permitió ver que el carácter de Dios es justo, que Dios nos escruta hasta el fondo de nuestro corazón, que Dios ve con absoluta claridad nuestras intenciones egoístas mientras cumplimos con nuestro deber, y que somos incapaces de obtener la obra del Espíritu Santo si albergamos intenciones equivocadas en nuestros deberes. A partir de las palabras de Dios, llegué a entender que en la iglesia estamos cumpliendo con un deber en lugar de manejar nuestros propios asuntos, y que no podemos desempeñar nuestros proyectos personales siguiendo un carácter corrupto. Pase lo que pase, tenemos que practicar la verdad y defender los intereses de la iglesia, hay que ayudarse mutuamente y apoyar a nuestros hermanos y hermanas, a fin de que progrese con fluidez el trabajo de la iglesia. He disfrutado del riego y el sustento de muchas palabras de Dios, y la iglesia me ha capacitado durante un largo periodo. Si todavía estaba maquinando en aras de mi propio beneficio, satisfaciendo mis deseos egoístas mientras era incapaz de cumplir bien con mi deber para retribuir el amor de Dios, entonces carecía verdaderamente de conciencia y era indigna de todo lo que Dios me había concedido, más si cabe de vivir ante Dios. Comprender esto me llenó de remordimiento. No debería haber tratado mi deber de esa manera y necesitaba dar un giro lo antes posible. Cuando me ocupara en el futuro de ciertos asuntos, mientras se trate de trabajo de la iglesia, debía defenderlo y cumplir con mis responsabilidades independientemente de si el trabajo fuera de mi competencia o me hiciera quedar en buen lugar. Después de esto, nunca más me negué cuando los hermanos y hermanas tuvieron dificultades y necesitaron mi ayuda, y podía hablarles de algunas buenas sendas que yo había recapitulado. Cumpliendo así con mi deber, me sentía tranquila y en paz.