50. Fingir me ha arruinado

Por Zheng Xinjing, China

Querida hermana:

¡Espero que estés muy bien!

La última vez, me escribiste para preguntarme lo que conseguí cumpliendo mis deberes lejos de casa durante el último año. De hecho, he experimentado algunas cosas y conseguido cierta comprensión acerca de mi carácter corrupto. Hoy quiero compartir una experiencia vivida durante el pasado verano.

En ese momento, la hermana Mali y yo estábamos trabajando juntas en el deber de riego. Aunque Mali acababa de empezar con el deber, era diligente, estaba dispuesta a aprender y, sencillamente, se abría a buscar ayuda cuando se topaba con problemas que no comprendía. Al principio, las preguntas de Mali eran relativamente sencillas, y yo las respondía activamente y de buena gana. Mali me admiraba y me decía lo bien que yo captaba los principios, lo cual me hizo sentir bastante satisfecha. Más adelante, a medida que Mali se iba familiarizando con los principios, me hacía preguntas que yo no comprendía del todo, e incluso cuando yo tenía alguna opinión, no estaba segura de estar en lo cierto. Me daba miedo que, si respondía mal a algo, Mali me menospreciase, que pensase que no podía ver con claridad esas cuestiones y que no comprendía la verdad o los principios, lo cual me hacía sentir ansiedad siempre que me preguntaba algo. Había algunas preguntas que yo no tenía claras, así que fingía no haberlas escuchado por llevar puestos los auriculares y me centraba con atención en mi computadora y movía el ratón, como si estuviese completamente absorta en mi trabajo. Otras hermanas, al pensar que yo no la había oído o que estaba ocupada con otra cosa, le respondían las preguntas a Mali. En ese momento, pensaba que estaba siendo bastante inteligente; así, los demás no se darían cuenta de mis defectos y no tendría que preocuparme por quedar mal si daba una respuesta errónea. No obstante, también me sentía un poco culpable. Cuando Mali hacía preguntas era porque realmente buscaba ayuda, pero yo la ignoraba intencionadamente. ¿Acaso este comportamiento no era falso? Además, aunque yo no entendiese algo, debía ser honesta y buscar soluciones hablando con los demás, lo cual sería beneficioso tanto para la obra como para mi propia entrada. Pero, por miedo a decir algo incorrecto y a quedar mal, decidí permanecer callada.

Hermana, ¿sabes? En ese momento, me sentí una hipócrita total que se ponía cada día una careta y no se atrevía a mostrar su verdadero yo por miedo a dejar al descubierto mis problemas y ser menospreciada.

Más adelante, me topé también con dificultades en mi deber y, cuando los recién llegados hacían preguntas que no sabía cómo resolver, me entraba ansiedad. Quería abrirme en las charlas y buscar ayuda de los hermanos y hermanas, pero me daba miedo que, si lo hacía, pensasen que no podía resolver problemas tan elementales y que no comprendía la verdad. Mali había elogiado antes el modo en que yo captaba los principios, así que pensaría que me había juzgado mal. Yo sabía que, si no hablaba, los problemas de los recién llegados no se resolverían ¡y que sus vidas sufrirían! Pero abrirme a hablar sobre mis dificultades me resultaba especialmente difícil. Sentía que revelar proactivamente mis defectos me haría parecer débil. En definitiva, no era capaz de ponerme a hablar. Como no me atrevía a desvelar mis dificultades, los problemas de los recién llegados se quedaron sin solucionar, algunos incluso dejaron de venir a las reuniones y me sentí insuficiente en mi deber. Caí en un estado de negatividad, lo cual fue muy doloroso. Durante esa época, echaba mucho de menos hablar libremente sobre mis dificultades y mi estado sin preocupaciones. También me preguntaba: “¿Por qué es tan difícil decir la verdad y hablar de hechos y actuar con franqueza?”.

Una vez, Mali y yo estábamos hablando sobre si podía cultivarse a una hermana para que regase a los recién llegados, y compartí mi punto de vista. Después, reflexioné sobre los principios y me di cuenta de que mi punto de vista era, en cierto modo, impreciso y podría confundir a Mali. Entré un poco en pánico y pensé: “¿Qué hago ahora? ¿Debería corregir la situación? Si no digo nada, Mali no sabrá que malinterpreté los principios y no quedaré mal ante ella. Pero, si hago eso y terminamos cultivando a una persona no apta, ¿acaso no sería una irresponsabilidad hacia la obra y dañaría a los hermanos y hermanas?”. En ese momento, me sentí atrapada en un dilema imposible de deshacer. Luego, pensé en estas palabras de Dios: “Ponerte en ridículo es bueno. Te ayuda a ver tus propias deficiencias y tu amor por la vanidad. Te ayuda a ver dónde están tus problemas y a comprender claramente que no eres una persona perfecta. No hay personas perfectas, y hacer el ridículo es muy normal. Todas las personas pasan por momentos en los que hacen el ridículo o se sienten avergonzadas. Todo el mundo fracasa, sufre reveses y tiene debilidades. Hacer el ridículo no es malo. […] Es posible que hagas el ridículo, que los demás hagan el ridículo, que todo el mundo lo haga, al final descubres que todo el mundo es igual, que todos son personas corrientes, que todos son mortales, que nadie es más ni mejor que nadie. Todo el mundo hace el ridículo alguna vez, así que nadie debería reírse de los demás. Una vez que hayas experimentado numerosos fracasos, tu humanidad madurará poco a poco, de modo que cuando vuelvas a encontrarte con estas cosas, ya no te verás limitado y no afectarán al cumplimiento normal de tu deber. Tu humanidad será normal, y cuando tu humanidad sea normal, tu razón también lo será(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (2)). Las palabras de Dios me hicieron darme cuenta de que ninguno de nosotros es perfecto y que todo el mundo tiene defectos. Siempre habrá veces en las que nos desviamos o parecemos necios en lo que hacemos y en el modo en que contemplamos los problemas. Es totalmente normal. No obstante, no me veía a mí misma como una persona corriente y no era capaz de enfrentarme adecuadamente a mis propias deficiencias y defectos. Aunque no captaba completamente los principios-verdad y mi consejo a Mali contenía algunas desviaciones que la confundieron, me negaba a admitir mis defectos con sinceridad y me daba miedo que pensase que yo no comprendía la verdad y me menospreciase. Para guardar las apariencias, intenté encubrir mis problemas, lo cual era una irresponsabilidad hacia la obra de la iglesia y la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. ¡Era realmente una falsa! Al darme cuenta de esto, me abrí con Mali acerca del carácter corrupto que revelé en este asunto, corregí los puntos de vista equivocados que le había compartido con anterioridad y le propuse seleccionar de nuevo a las personas en base a los principios. Hermana, aunque en esa ocasión quedé mal, al actuar de acuerdo con las palabras de Dios, no empeoré las cosas, y mi conciencia estaba tranquila.

Más adelante, cuando estábamos sintetizando el trabajo, reuní el valor para hablar sobre mi estado y las dificultades con las que me había encontrado en mi trabajo. Las hermanas me leyeron palabras de Dios para ayudarme a solucionar mi estado. Dios Todopoderoso dice: “¿De qué clase de carácter se trata cuando la gente monta siempre una fachada, se blanquean a sí mismos, se dan aires para que los demás los tengan en alta estima y no detecten sus defectos o carencias, cuando siempre tratan de presentar a los demás su mejor lado? Eso es arrogancia, falsedad, hipocresía, es el carácter de Satanás, es algo perverso(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). “Los anticristos creen que, si hablan demasiado, expresan de manera constante sus puntos de vista y comparten con los demás, todo el mundo los desentrañará; pensarán que al anticristo le falta profundidad, que solo es una persona corriente, y no lo respetarán. ¿Qué significa para un anticristo perder respeto? Supone la pérdida de su apreciado estatus en el corazón de los demás, quedar como mediocre, ignorante y ordinario. Esto es lo que los anticristos no esperan ver. Por tanto, cuando perciben que otros en la iglesia siempre se abren y admiten su negatividad, su rebeldía contra Dios, los errores que cometieron el día anterior o el insoportable dolor que sienten ese día al no ser honestos, los anticristos consideran a estas personas necias e ingenuas, dado que ellos nunca se admiten tales cosas a sí mismos y mantienen ocultos sus pensamientos. Hay quienes no suelen hablar porque su calibre es escaso, son ingenuos o carecen de pensamientos complejos, pero cuando los anticristos hablan poco no es por la misma razón; se trata de un problema de carácter. Rara vez hablan al encontrarse con otra gente y no expresan de buena gana sus opiniones acerca de cualquier asunto. ¿Por qué no? En primer lugar, porque no cabe duda de que carecen de la verdad y no pueden desentrañar las cosas. Si hablan, podrían cometer errores y quedar retratados. Temen que los menosprecien, así que fingen que son silenciosos y profundos, por lo que a los demás les resulta complicado evaluarlos, pues dan la impresión de ser sabios y distinguidos. Con esta fachada, nadie se arriesga a subestimar al anticristo y, al percibir su exterior en apariencia calmado y sereno, lo tienen incluso en mayor estima y no se atreven a menospreciarlo. Este es el aspecto retorcido y perverso de los anticristos. No expresan de buena gana sus opiniones porque la mayoría no coinciden con la verdad, sino que son meras nociones y figuraciones humanas que no son dignas de sacarse a colación. Así que permanecen en silencio. Por dentro esperan obtener algo de luz que puedan liberar para obtener admiración, pero ya que carecen de esta, se quedan callados y ocultos durante la enseñanza de la verdad, acechan en las sombras como un fantasma que espera su oportunidad. Cuando ven que otros hablan con luz, buscan maneras de hacerla suya y la expresan de otra manera a fin de presumir. Así de astutos son los anticristos. Hagan lo que hagan, se esfuerzan por destacar y ser superiores, ya que solo así se sienten complacidos. Si no se les presenta la oportunidad, primero pasan desapercibidos y se reservan sus opiniones. Esta es la astucia de los anticristos(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 6). Vi el desenmascaramiento de Dios acerca de los anticristos. No comprenden la verdad y nunca se ponen en evidencia durante las interacciones con los demás, ya que temen que sus defectos y deficiencias salgan a la luz y ello les haga perder su estatus o imagen ante los demás, de modo que fingen ser profundos y nobles y hacen lo que sea para ocultarse y disfrazarse, por lo cual es muy difícil que la gente los cale. Actúan retorcidamente, y su carácter es perverso; esta es la esencia-naturaleza de un anticristo. Mi estado y comportamiento eran los mismos que los de un anticristo, y a menudo me disfrazaba para guardar las apariencias y proteger mi estatus. Pensando en cuando Mali recién llegó, sus preguntas eran relativamente sencillas, y responderlas no ponía mis defectos al descubierto, así que podía responderle rápidamente, y así me ganaba sus elogios. A medida que Mali fue dominando algunos principios, comenzó a hacer preguntas que yo no comprendía totalmente. Me daba miedo que, si mis respuestas eran imprecisas, los hermanos y hermanas me calasen y perdiese la imagen que ellos tenían de mí. Para evitar quedar mal, empleaba la táctica de la evasión y fingía estar ocupada o no haber oído la pregunta para encubrir mis defectos, e incluso intentaba encubrir cuando mis respuestas contenían desviaciones. Incluso cuando me enfrentaba con dificultades en mi deber y no podía resolverlas, lo cual conducía a retrasos en el trabajo y a estar yo pasiva y débil, seguía evitando abrirme y buscar ayuda. Me preocupaba que, si los hermanos y hermanas descubrían mis defectos, pensasen que no comprendía la verdad y me menospreciasen. Mi falta de transparencia en el trabajo, la protección constante de mi prestigio e imagen, el aparentar ser profunda y magnífica y disfrazarme para desorientar a otros: ¡todo esto eran manifestaciones del carácter de un anticristo! Hermana, tras leer las palabras de Dios, me di cuenta de lo hipócrita y falsa que era mi naturaleza y lo serio que era mi carácter de anticristo. Sentí miedo y repugnancia de mi carácter corrupto y le oré a Dios: “Dios, me disfrazo constantemente para mantener mi imagen y estatus en el corazón de los demás, y he carecido totalmente de semejanza humana, lo que hace que Tú me detestes. Dios, mi corrupción es muy profunda. Oro para que me salves y me ayudes a reconocerme a mí misma y a despojarme de mi carácter corrupto”.

Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios que me dio cierta comprensión de la causa de mi carácter corrupto. Dios Todopoderoso dice: “Cuando los ancianos de la familia te dicen que ‘El orgullo es tan necesario para la gente como respirar’, lo hacen para que otorgues importancia al hecho de tener una buena reputación, vivir con orgullo y no hacer nada que te haga caer en desgracia. Entonces, ¿guía este dicho a la gente de un modo positivo o negativo? ¿Puede conducirte a la verdad? ¿Puede llevarte a entenderla? (No). Te es posible aseverar con total certeza que no es así. Piénsalo, Dios dice que la gente debe comportarse con honestidad. Cuando has cometido una transgresión, has hecho algo malo o has llevado a cabo alguna acción que se rebela contra Dios y va en contra de la verdad, debes admitir tu error, lograr entenderte y diseccionarte a ti mismo para llegar al verdadero arrepentimiento, y de ahí en adelante actuar de acuerdo con las palabras de Dios. Así que, si las personas deben comportarse con honestidad, ¿se contradice eso con el dicho ‘El orgullo es tan necesario para la gente como respirar’? (Sí). ¿De qué manera se contradice? El objetivo de ese dicho es que las personas concedan importancia al hecho de llevar una vida alegre y colorida y de hacer cosas que las dejen en buen lugar —en vez de otras que sean malas o deshonrosas o de poner al descubierto su lado más desagradable— e impedir que vivan sin orgullo o dignidad. Por el bien de su propia reputación, orgullo y honor, uno no puede tirarse piedras en su propio tejado, y menos aún hablarle a los demás sobre su lado oscuro o sus aspectos más vergonzosos, ya que una persona debe vivir con orgullo y dignidad. Para tener dignidad se necesita una buena reputación, y para tener una buena reputación hay que aparentar y engalanarse. ¿Acaso no se contradice eso con comportarse como una persona honesta? (Sí). Cuando te comportas como una persona honesta, lo que haces se opone por completo al dicho ‘El orgullo es tan necesario para la gente como respirar’. […] No obstante, cuando no entiendes esta verdad ni las intenciones de Dios, las cosas con las que tu familia te condiciona tienden a prevalecer. Así que cuando haces algo malo, lo encubres y finges, pensando, ‘No puedo decir nada acerca de esto, y tampoco permitiré que nadie que lo sepa diga nada. Si alguno de vosotros dice algo, no dejaré que se vaya de rositas. Mi reputación es lo primero. Vivir no sirve para nada si no es por el bien de la propia reputación, ya que esta es más importante que cualquier otra cosa. Si una persona pierde su reputación, se queda sin dignidad. Así que no puedes decir las cosas como son, has de fingir y encubrirlas, de lo contrario te quedarás sin reputación ni dignidad, y tu vida carecerá de cualquier valor. Si nadie te respeta, no vales nada; eres basura sin valor’. ¿Resulta posible comportarse como una persona honesta si se practica de esta manera? ¿Es posible ser completamente franco y diseccionarse a uno mismo? (No). Obviamente, al hacerlo estás defendiendo el dicho ‘El orgullo es tan necesario para la gente como respirar’ con el que tu familia te ha condicionado. Sin embargo, si te desprendes de ese dicho para perseguir y practicar la verdad, dejará de afectarte y ya no volverá a ser el lema o principio conforme al cual hagas las cosas, y en lugar de eso harás justo lo contrario al dicho ‘El orgullo es tan necesario para la gente como respirar’. No vivirás por el bien de tu reputación ni de tu dignidad, sino en aras de perseguir la verdad, comportarte como una persona honesta, buscar satisfacer a Dios y vivir como un auténtico ser creado. Si te atienes a este principio, te habrás desprendido de los efectos condicionantes que tu familia ejerce sobre ti(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (12)). A través de la exposición a las palabras de Dios, me di cuenta de que estaba viviendo conforme al dicho: “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”, que adopté como lema de vida. Desde pequeña, mis padres me enseñaron que “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”, que “El prestigio no tiene precio” y que “Pase lo que pase, no hay que quedar mal”. Influenciada por las enseñanzas e ideas erróneas de mis padres que sostenían de hacía tiempo, llegué a ver el prestigio como lo más importante y creía que vivir con dignidad e integridad significaban ganar prestigio y conseguir la admiración y el elogio de los demás. Recuerdo que, cuando estaba en el colegio, durante una clase de música, me pidieron que cantara en el escenario. Un compañero dijo que yo cantaba como si estuviese leyendo un texto. Me sentí humillada públicamente, como si me hubiesen abofeteado, y quería que me tragara la tierra y desaparecer. Desde entonces, no he vuelto a cantar para que nadie sepa que desafino. Después de empezar a creer en Dios, sabía que Él valora la honestidad, pero yo seguía viviendo conforme a la filosofía satánica de “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”. Sopesaba las acciones y palabraspor el modo en que influían en mi prestigio y mi estatus. Si revelaba mis defectos y me causaba vergüenza, hacía lo que fuera para ocultarme y disfrazarme, y hasta prefería retrasar la obra de la iglesia y dañar a los hermanos y hermanas que quedar mal. Me volví escurridiza, falsa y egoísta y vivía sin semejanza humana alguna. La oportunidad que Dios me dio de cumplir mis deberes fue para que pudiera buscar la verdad y resolver problemas reales. A pesar de mis muchos defectos, si podía desprenderme del orgullo, abrirme y buscar ayuda mediante charlas, ganaría cierta comprensión y entrada en la verdad, e iría poco a poco dominando los principios para cumplir bien mis deberes. Sin embargo, me preocupaban demasiado mi prestigio y mi estatus. A la hora de hacer frente a las dificultades, no me abría, no buscaba ni hablaba abiertamente sobre mis puntos de vista incorrectos, lo que resultaba en problemas no resueltos, falta de progreso en la verdad y en los principios y muchas oportunidades perdidas de ganar la verdad. Valoraba mi prestigio más que cualquier otra cosa y, para protegerlo, ni siquiera era capaz de decir nada sincero. Vivía sin dignidad alguna, lo cual no solo retrasó mi entrada en la vida, sino que también dañó la obra de la iglesia. Ya no quería seguir viviendo atada a mis actitudes corruptas y estaba dispuesta a practicar la verdad y a ser una persona honesta.

Más adelante, durante mis devocionales, leí las palabras de Dios y encontré una senda de práctica. Dios Todopoderoso dice: “Debes buscar la verdad para resolver cualquier problema que surja, sea el que sea, y bajo ningún concepto simular o dar una imagen falsa ante los demás. Tus defectos, carencias, fallos y actitudes corruptas… sé totalmente abierto acerca de todos ellos y compártelos. No te los guardes dentro. Aprender a abrirse es el primer paso para la entrada en la vida y el primer obstáculo, el más difícil de superar. Una vez que lo has superado, es fácil entrar en la verdad. ¿Qué significa dar este paso? Significa que estás abriendo tu corazón y mostrando todo lo que tienes, bueno o malo, positivo o negativo; que te estás descubriendo ante los demás y ante Dios; que no le estás ocultando nada a Dios ni estás disimulando ni disfrazando nada, libre de mentiras y falsedades, y que estás siendo igualmente sincero y honesto con otras personas. De esta manera, vives en la luz y no solo Dios te escrutará, sino que otras personas podrán comprobar que actúas con principios y cierto grado de transparencia. No necesitas ningún método para proteger tu reputación, imagen y estatus, ni necesitas encubrir o disfrazar tus errores. No es necesario que hagas estos esfuerzos inútiles. Si puedes dejar de lado estas cosas, estarás muy relajado, vivirás sin limitaciones ni dolor y completamente en la luz(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “Si quieres comportarte como una persona honesta, no le des importancia al orgullo; el orgullo de una persona no vale un céntimo. Ante la verdad, uno debe desenmascararse, no aparentar ni crear una imagen falsa. Uno debe revelar a Dios sus verdaderos pensamientos, los errores que ha cometido, los aspectos que vulneran los principios-verdad, etc., y también dejar al descubierto esas cosas ante sus hermanos y hermanas. No se trata de vivir por el bien de la propia reputación, sino más bien en aras de comportarse como una persona honesta, perseguir la verdad, ser un verdadero ser creado, satisfacer a Dios y ser salvado. […] No vivirás por el bien de tu reputación ni de tu dignidad, sino en aras de perseguir la verdad, comportarte como una persona honesta, buscar satisfacer a Dios y vivir como un auténtico ser creado. Si te atienes a este principio, te habrás desprendido de los efectos condicionantes que tu familia ejerce sobre ti(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (12)). Las palabras de Dios me hicieron comprender los principios de la práctica de cómo comportarse como persona. A Dios le gusta la gente honesta. Ya sea interactuando con otras personas o cumpliendo nuestros deberes, no debemos disfrazarnos ni encubrir nuestros defectos e insuficiencias en aras de nuestro prestigio y estatus. Aunque cometamos errores o no comprendamos la verdad ni veamos las cosas con claridad, no debemos ocultarnos ni encubrir las cosas. En su lugar, debemos ser abiertos y honestos, admitir lo que no somos capaces de ver con claridad y hablar según nuestro entendimiento. Si las sugerencias y los puntos de vista que ofrecemos contienen desviaciones, debemos enfrentarnos a ellos con calma y aceptar la guía de los hermanos y hermanas, en lugar de vivir priorizando nuestro prestigio. Abrirse sobre las dificultades y los defectos de uno no es algo de lo que avergonzarse ni tampoco un signo de debilidad. Es una manifestación de la búsqueda de la verdad. Enfrentar correctamente nuestros defectos y desprendernos de nuestro orgullo para practicar la verdad nos hace directos y nos facilita una entrada más rápida en la realidad-verdad. Tras leer estas palabras de Dios, sentí que tenía una senda de práctica. Le oré a Dios: “Dios, no soy una persona honesta. He hecho muchas cosas hipócritas y falsas para guardar las apariencias, lo cual te disgusta y repugna. Deseo arrepentirme, perseguir la verdad y ser una persona honesta”.

Un día, mientras estaba cumpliendo mi deber con varios hermanos y hermanas, Mali hizo una pregunta en busca de alguna enseñanza. Tras escucharla, sentí que era un tanto compleja y no estaba segura de si mi punto de vista era el apropiado. Comencé a ponerme nerviosa otra vez y pensé: “¿Respondo o no? Si no respondo bien, ¿acaso no quedaré mal? Quizás debería esperar a que respondan las otras hermanas”. Pero luego pensé: “Si sigo quedándome callada, evado y me disfrazo para guardar las apariencias, seguiré viviendo según mi carácter corrupto”. Recordé este pasaje de las palabras de Dios: “¿Cómo os va siendo personas honestas? ¿Habéis conseguido algún resultado? (A veces practico la honestidad, a veces me olvido). ¿Os podéis olvidar de practicar la verdad? Si podéis hacerlo, ¿qué problema refleja? ¿Amáis o no la verdad? Si no la amáis, os será difícil acceder a la realidad-verdad. Debéis tomaros en serio practicar la verdad y la honestidad. Debéis meditar con frecuencia sobre cómo ser personas honestas y qué razón debéis poseer. Dios exige que la gente sea honesta y es de suma importancia que esta persiga la honradez. Debe tener claro y comprender qué verdades debe poseer y qué realidades debe alcanzar para ser honesta y vivir a semejanza de Pedro. Debe encontrar una senda de práctica. Solo entonces habrá esperanza de que llegue a ser honesta, merecedora del amor de Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La senda para corregir un carácter corrupto). Oré en silencio a Dios en mi corazón y le dije que, en esta ocasión, ya no quería sentirme constreñida por mi orgullo. Necesitaba abrirme y ser honesta. Entonces, intervine y compartí mis opiniones y puntos de vista. Cuando terminé, otras hermanas agregaron lo que pensaban según lo que yo había compartido. Gracias a lo que todos compartimos, el problema de Mali se solucionó, y esto la hizo sonreír. En ese momento, cuando hablé durante la charla, sentí una enorme sensación de alivio. Me sentí como si por fin me hubiese liberado de las limitaciones de la vanidad y el orgullo y dado un paso al frente hacia la honestidad. Luego, cuando Mali preguntó más cosas, por momentos seguía dándome miedo cometer errores y quedar mal. Siempre que me daba cuenta de esto, oraba a Dios para que me ayudase a rebelarme contra mí misma, dejar el orgullo a un lado y responder activamente a las preguntas de la hermana. A veces, mis puntos de vista estaban mal o había problemas que yo no veía con claridad, por lo que mis respuestas podrían ser incorrectas, y las hermanas ofrecían enseñanzas adicionales. Aunque a veces eso me hacía sentir un poco avergonzada, escuchar atentamente sus enseñanzas aclaró y mejoró mi entendimiento. Cuando me encontré con dificultades o problemas en mi deber, también busqué la ayuda de hermanos y hermanas. No me menospreciaron ni me hicieron de menos, sino que hablaron conmigo pacientemente sobre la verdad para ayudarme. Sentí la liberación y el alivio que vienen de practicar la honestidad y me pareció mucho mejor comportarme así. ¡Gracias a Dios!

Hermana, esto es todo con respecto a mis experiencias. Espero que tú también me escribas contándome las tuyas y lo que has ganado en el último año.

Atentamente,

Xinjing

10 de junio de 2023

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