94. Finalmente me liberé de las limitaciones del mal calibre
En abril de 2020, me eligieron predicadora y me responsabilizaron del trabajo de dos iglesias. Aunque ni mi calibre ni mi capacidad de trabajo eran muy buenos, sabía que Dios había permitido ese deber y, por esa razón, estaba dispuesta a confiar en Él y dar lo mejor de mí para hacerlo. Con la difusión del trabajo evangélico, la iglesia necesitaba urgentemente cultivar trabajadores evangélicos y regadores. También tenía que participar en el trabajo relacionado con textos y en el trabajo de depuración de la iglesia. Solo podía concentrarme en una cosa a la vez y me sentía completamente abrumada. Tampoco podía desentrañar algunos asuntos y ninguno de los trabajos estaba dando resultados. Ante esto, sentía una presión inmensa. Pensé en la predicadora anterior. Tenía buen calibre y capacidad de trabajo, y había podido manejar mucho trabajo. Comparada con ella, mi calibre era mucho peor. Con mi mal calibre, no podía hacer bien ningún trabajo, y podrían despedirme cualquier día. Me sentía realmente atormentada. Más adelante, busqué formas de mejorar la eficiencia de mi deber. Cuando encontraba un problema, lo anotaba enseguida y buscaba los principios-verdad relacionados con él. Sin embargo, después de un tiempo, los resultados seguían sin mejorar. Simplemente pensé que mi calibre era pobre y que, por mucho que me esforzara, no lo podría hacer mejor. Un tiempo después, el liderazgo superior vino a la iglesia para llevar a cabo una encuesta de opinión. Cuando vieron mi mal calibre y que no podía hacer trabajo real, me despidieron.
Después de esto, me sentía realmente negativa y pensaba: “¿Por qué es tan malo mi calibre? Si Dios me hubiera dado un mejor calibre, no habría realizado tan mal mi deber. Las personas con buen calibre pueden encargarse de una gran variedad de tareas dondequiera que vayan. Estas personas acumulan más buenas obras y tienen mas posibilidades de salvarse. Mi calibre es tan malo que no puedo hacer bien ningún trabajo. Si no tengo ninguna utilidad en la casa de Dios y no puedo cumplir mi deber, no podré hacer buenas obras y no tendré ninguna esperanza de salvarme”. Más adelante, la iglesia dispuso que me hiciera cargo del trabajo evangélico y me sentí un poco esperanzada al pensar: “Como predicadora, solía tener que gestionar todo tipo de tareas y no me fue bien debido a mi mal calibre. Ahora tendría que tener éxito con este deber de una sola tarea”. Como no estaba muy familiarizada con el trabajo evangélico, hice un esfuerzo para aprender los principios pertinentes. Después de un tiempo, podía gestionar algunos problemas simples, pero no podía resolver algunos de los temas más complejos. El trabajo evangélico todavía no producía resultados significativos, por lo que me volví aún más negativa. Pensaba: “Ni siquiera puedo hacer bien esta tarea. ¿Es el final para mí? ¿Está Dios usando este deber para revelar mi mal calibre y que soy inútil? ¿Está planeando descartarme? La obra de Dios está a punto de terminar y si no puedo realizar bien ningún deber, no hay esperanza de que me salve. ¿Podría ser que todos estos años de fe hayan sido en vano? En lugar de perjudicar el trabajo evangélico aquí, podría renunciar y encargarme de algunos asuntos generales. Tal vez todavía pueda ser un servidor y sobrevivir”. Me sentía realmente atormentada y pasaba mis días suspirando desesperanzada y sintiéndome desmotivada en mi deber. También estaba reacia a esforzarme para equiparme con verdades relacionadas con predicar el evangelio y no quería buscar la verdad para resolver las corrupciones que revelé. Sentía que, dado mi mal calibre, seguir adelante era inútil. Desde ese momento, mi estado siguió empeorando. No podía resolver problemas, y los resultados de mi trabajo disminuyeron aún más. Al final de cada día, me sentía agotada, tanto física como mentalmente, y, a las ocho o nueve de la noche, empezaba a sentirme adormilada. Me volví muy pasiva en mi deber y, en varias ocasiones, incluso me olvidé de los destinatarios potenciales del evangelio a los que debía predicar. Esto me hizo aún más negativa. Le dije a mi hija: “Mi calibre es tan malo que no puedo hacer bien ningún deber. Tú deberías seguir buscando con diligencia y yo solo asumiré el papel de acogerte y rendir algún servicio”. Mi hija entonces compartió conmigo: “Mamá, Dios nunca dijo que tener mal calibre significa que una persona no puede salvarse. Dios detesta el carácter corrupto de la gente. Mientras una persona persiga la verdad, se concentre en cambiar su carácter y cumpla su deber lo mejor que pueda, puede salvarse, incluso con mal calibre. He notado que, estos días, no has buscado las intenciones de Dios cuando te suceden cosas y que te has quejado de tu mal calibre constantemente. Este estado que tienes es bastante peligroso y, si no lo resuelves, al final no te salvarás. Será porque no perseguiste la verdad, no por tu mal calibre”. Las palabras de mi hija me sobresaltaron. “Es cierto. Durante este tiempo, al no obtener resultados en mi deber, me he estado delimitando, pensando que, como mi calibre es pobre, por mucho que busque, será inútil. Tampoco he estado dispuesta a pensar en las dificultades de mi deber ni a esforzarme en estudiar. He estado atrapada en un estado negativo sin poder salir. Si sigo siendo negativa y limitándome, sin cumplir mi deber correctamente ni buscar la verdad, entonces en realidad me descartaré a mí misma. Necesito buscar las intenciones de Dios y resolver mis problemas de inmediato”. Más tarde, me presenté ante Dios y oré: “Oh, Dios. Siento que con mi escaso calibre, me he revelado como una inútil sin salvación. Me siento muy negativa y débil en este estado. Dios, por favor, guíame para salir de este estado equivocado”.
Más tarde, busqué palabras de Dios que se relacionaran con mi estado. Un día, leí estas palabras de Dios: “Todas las personas tienen algunos estados incorrectos en ellas, como la negatividad, la debilidad, el desaliento y la fragilidad; o tienen intenciones viles; o están constantemente atribuladas por su orgullo, deseos egoístas y su propia conveniencia; o creen que son de poco calibre y experimentan estados negativos. Te resultará muy difícil obtener la obra del Espíritu Santo si vives siempre en estos estados. Si es difícil para ti obtener la obra del Espíritu Santo, entonces los elementos activos en ti serán pocos, y los elementos negativos surgirán y te perturbarán. La gente siempre confía en su propia voluntad para reprimir esos estados negativos y adversos, pero no importa cuánto los repriman, no pueden sacudírselos de encima. La razón principal de esto es que las personas no pueden discernir completamente estas cosas negativas y adversas; no pueden percibir claramente su esencia. Esto hace que les resulte muy difícil rebelarse contra la carne y contra Satanás. Además, siempre se quedan atascadas en estos estados negativos, melancólicos y degenerados, y no oran ni acuden a Dios, sino que simplemente salen del paso con ellos. En consecuencia, el Espíritu Santo no obra en ellas, y por tanto son incapaces de entender la verdad, carecen de senda en todo lo que hacen, y no pueden ver ningún asunto con claridad. Hay demasiadas cosas negativas y adversas dentro de ti, y han llenado tu corazón, por lo que a menudo eres negativo, melancólico de espíritu, y te alejas cada vez más de Dios y te vuelves cada vez más débil” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Lo que Dios expuso fue mi verdadero estado. En la realidad, Dios sabe exactamente cuál es mi calibre. Después de que me despidieran como predicadora, la iglesia me asignó manejar el trabajo evangélico, ya que vieron mi incapacidad para gestionar trabajos que involucraran múltiples tareas. Per mi mal calibre me limitaba constantemente y, al no ver resultados en el trabajo evangélico, en lugar de resumir los problemas y buscar principios para averiguar cómo cumplir bien mi deber, pensé que Dios me estaba revelando como una persona inútil sin esperanza de salvación. Me volví tan negativa que me rendí por completo, e incluso fallaba en el cumplimiento del deber que sí podía hacer. No solo se dañó mi entrada en la vida, sino que mi deber también se retrasó. Si continuaba siendo tan negativa, solo seguiría alejándome más de Dios y, al final, realmente no podría cumplir ningún deber en absoluto. No sería Dios Dios quien me pondría en evidencia, sino que yo misma me descartaría.
Luego, pensé en las palabras de Dios: “Cada persona tiene la oportunidad de ser hecha perfecta: siempre y cuando estés dispuesto y busques, al final podrás alcanzar este resultado, y ninguno de vosotros será abandonado. Si eres de bajo calibre, Mis requisitos respecto a ti serán acordes con ese bajo calibre; si eres de alto calibre, Mis requisitos respecto a ti serán acordes a tu alto calibre; si eres ignorante y analfabeto, Mis requisitos estarán a la altura de tu nivel de analfabetismo; si eres letrado, Mis requisitos para ti serán acordes al hecho de que seas letrado; si eres anciano, Mis requisitos para ti serán según tu edad; si eres capaz de proveer hospitalidad, Mis requisitos para ti serán conforme a esta capacidad; si afirmas no poder ofrecer hospitalidad, y sólo puedes realizar cierta función, ya sea difundir el evangelio, cuidar de la iglesia o atender a los demás asuntos generales, te perfeccionaré de acuerdo con la función que lleves a cabo. Ser leal, someterse hasta el final mismo y buscar tener un amor supremo a Dios, esto es lo que debes lograr y no hay mejores prácticas que estas tres cosas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso). Las palabras de Dios me conmovieron profundamente. Vi que los requisitos de Dios para las personas no son altos y sin que importe cuál sea su calibre, todos los que se presentan ante Dios disfrutan de la provisión de Sus palabras y tienen la oportunidad de salvarse. Dios salva a las personas tanto como puede. El calibre de una persona está predeterminado por Dios, y Él sabe exactamente qué deberes puede manejar alguien. Dios no desdeña a una persona por ser ignorante o por tener mal calibre. Sus requisitos no son de talla única. En cambio, organiza las tareas adecuadas para cada uno de acuerdo con su calibre y establece requisitos basados en este. Siempre que una persona desempeñe su deber con dedicación y esfuerzo incondicionales, incluso si no cumple con los estándares requeridos por Dios, Él no la condenará ni tomará la decisión de abandonarla ni descartarla a la ligera. Sin embargo, cuando me sucedían cosas, no buscaba las intenciones de Dios. Cuando me despidieron como predicadora debido a mi mal calibre y no vi resultados en el trabajo evangélico que estaba supervisando, me estanqué en la negatividad pensando que mi mal calibre me hacía una inútil. Me rendí e incluso pensé en renunciar. Pero en realidad, Dios nunca ha dicho que un mal calibre signifique que una persona no puede salvarse ni ha establecido exigencias excesivamente altas más allá del calibre de una persona. Cuando mi calibre fue insuficiente para deberes que implicaban múltiples tareas, la iglesia me asignó manejar solo el trabajo evangélico de acuerdo con mi calibre, lo que me dio la oportunidad de formarme. Si mi deber no daba resultados, debería haber investigado las razones, esforzarme más por compensar mis deficiencias y hacer todo lo posible para realizarlo. Incluso si finalmente me despidieran por mi incompetencia, al menos no me arrepentiría. Después de darme cuenta de estas cuestiones, me sentí menos limitada en mi deber por mi escaso calibre. Empecé a equiparme con verdades relacionadas con predicar el evangelio y a ver películas y videos evangélicos. Cada vez que no entendía algo, me comunicaba y lo discutía con mis hermanos y hermanas. Después de formarme un tiempo, empecé a ver los problemas con más claridad que antes. Podía brindar orientación real y ayudar a mis hermanos y hermanas en dificultades y, cuando había desviaciones en el trabajo, las resumía con mis hermanos y hermanas. Gradualmente, el trabajo evangélico comenzó a mejorar.
Luego, leí un pasaje de las palabras de Dios que me permitió comprender un poco más mis problemas. Dios Todopoderoso dice: “Hay un dicho entre los no creyentes: ‘El que algo quiere, algo le cuesta’. Los anticristos también albergan esta lógica y piensan: ‘Si trabajo para ti, ¿qué me darás a cambio? ¿Qué beneficios puedo obtener?’. ¿Cómo se podría resumir esta naturaleza? Está guiada por el beneficio, antepone el beneficio a todo lo demás y es egoísta y despreciable. Esta es la esencia-naturaleza de los anticristos. Creen en Dios solo con el propósito de obtener beneficios y bendiciones. Incluso si soportan un poco de sufrimiento o pagan algún precio, todo tiene la finalidad de hacer un trato con Dios. Su intención y su deseo de obtener bendiciones y recompensas son inmensos y se aferran a ellos con fuerza. No aceptan ninguna de las muchas verdades que Dios ha expresado, siempre piensan en el corazón que creer en Dios consiste en obtener bendiciones y procurarse un buen destino, que este es el principio más elevado y que nada puede sobrepasarlo. Piensan que la gente no debería creer en Dios, salvo por ganar bendiciones y que si no fuera por estas, creer en Él no tendría ningún significado ni valor, perdería ambas cosas. ¿Alguna otra persona inculcó estas ideas en los anticristos? ¿Se derivan de la formación o la influencia de otra persona? No, estas ideas vienen determinadas por la esencia-naturaleza inherente de los anticristos, que nadie puede cambiar” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (II)). Con las palabras de Dios, entendí que mi negatividad y dolor se debían a mi deseo excesivo de recibir bendiciones. Me habían controlado las toxinas de Satanás, tales como “No muevas un dedo si no hay recompensa” y “Los beneficios son lo primero”. Todo lo que hacía estaba motivado por la búsqueda de ganancias y estaba dirigido a obtener bendiciones. Cuando encontré a Dios, me levantaba temprano y trabajaba hasta tarde todos los días, soportaba voluntariamente el sufrimiento y me esforzaba porque creía que una mayor diligencia en mi deber conduciría a un hermoso destino. Pero cuando me despidieron debido a mi mal calibre, perdí la motivación. Sentía que las cuestiones de calibre no eran como el carácter corrupto, que podía cambiarse. Pensé que estaba bloqueada en este estado, que no valía la pena cultivarme, solo era una persona inútil destinada a ser descartada. En especial cuando no hubo resultados con el trabajo evangélico, entendí erróneamente que Dios me estaba poniendo en evidencia y me descartaba. Vivía en un estado negativo y dejé de esforzarme por cumplir los deberes que podía hacer e incluso consideré renunciar a mi deber. ¡Verdaderamente no tenía humanidad! Vi que todos estos años había estado cumpliendo mi deber solo para obtener bendiciones, como si estuviera trabajando para un jefe mundano: si me pagaban, me esforzaba; si no, renunciaba. No estaba persiguiendo la verdad en mi deber, pero estaba tratando de usarla para negociar un buen destino. Estaba tratando de explotar a Dios y de engañarlo. Mi naturaleza era absolutamente despreciable y perversa, ¡y esto realmente había hecho que Dios me odiara! A pesar de mi mal calibre y profunda corrupción, Dios me dio la oportunidad de formarme, pero no la aprecié ni busqué cumplir bien mi deber para satisfacer a Dios. En cambio, traté de negociar con Él. ¡Estaba verdaderamente en deuda con Dios! Le agradecía que hubiera orquestado esta situación para revelar mis intenciones y puntos de vista sobre mi búsqueda de bendiciones a través de mi fe en Él. Esto me permitió reconocer y corregir mis desviaciones a tiempo; de lo contrario, habría seguido buscando bendiciones en lugar de perseguir la verdad y, al final, no podría salvarme.
También hubo un pasaje de las palabras de Dios que me conmovió profundamente. Dios Todopoderoso dice: “‘Aunque mi calibre es bajo, tengo un corazón honesto’. Estas palabras parecen muy reales y hablan de un requerimiento que Dios hace a las personas. ¿Qué requisito? Que si las personas tienen deficiencia de calibre, no es el fin del mundo, pero deben poseer un corazón honesto, y, si es así, serán capaces de recibir la aprobación de Dios. No importa cuál sea tu situación o cuáles tus antecedentes, debes ser una persona honesta, hablar con honestidad, actuar con honestidad, poder llevar a cabo tu deber con todo el corazón y toda la mente y ser leal en el cumplimiento de tu deber, no intentar buscar atajos, no ser una persona escurridiza ni falsa, no mentir ni engañar, y no hablar con rodeos. Debes actuar de acuerdo con la verdad y ser alguien que la busque. Muchas personas piensan que son de bajo calibre, y que nunca cumplen bien con su deber o con el nivel requerido. Hacen las cosas lo mejor que pueden, pero nunca pueden captar los principios ni son capaces todavía de obtener resultados demasiado buenos. En definitiva, lo único que pueden hacer es quejarse de ser de calibre demasiado bajo, y se vuelven negativas. Entonces, ¿no hay un camino a seguir para una persona que sea de bajo calibre? Ser de bajo calibre no es una enfermedad mortal, y Dios nunca dijo que Él no salva a aquellos que sean de bajo calibre. Como Dios dijo anteriormente, Él está apenado por quienes son honestos pero ignorantes. ¿Qué quiere decir ser ignorante? En muchos casos, la ignorancia proviene del hecho de ser de bajo calibre. Cuando la gente es de bajo calibre, tiene una comprensión superficial de la verdad. No es lo bastante específica ni práctica, y a menudo se limita a una comprensión literal o somera, se queda en la doctrina y los preceptos. Esa es la razón por la que esa gente no puede entender numerosos problemas, y nunca puede captar los principios al cumplir con su deber ni pueden cumplir bien con él. Entonces, ¿Dios no quiere personas de bajo calibre? (Sí las quiere). ¿Qué senda y qué dirección indica Dios a la gente? (La de ser una persona honesta). ¿Puedes ser una persona honesta solo con decirlo? (No, debes mostrar las manifestaciones de una persona honesta). ¿Cuáles son las manifestaciones de una persona honesta? Primero, no tener dudas acerca de las palabras de Dios. Esa es una de las manifestaciones de una persona honesta. Además de esto, la manifestación más importante es buscar y practicar la verdad en todo: esto es crucial. Dices que eres honesto, pero siempre pasas por alto las palabras de Dios y simplemente haces lo que te parece. ¿Acaso es esa la manifestación de una persona honesta? Dices: ‘Aunque tengo poco calibre, tengo un corazón honesto’. Y, sin embargo, cuando te llega un deber te da miedo sufrir y asumir la responsabilidad si no lo haces bien, por eso pones excusas para evadir tu deber o sugieres que lo haga otro. ¿Es esta la manifestación de una persona honesta? Claramente, no lo es. Entonces, ¿cómo debería comportarse una persona honesta? Debe someterse a los arreglos de Dios, ser leal al deber que le corresponde cumplir, y esforzarse por satisfacer las intenciones de Dios. Esto se manifiesta de diferentes maneras. Una es aceptar tu deber con un corazón honesto, no considerar tus intereses carnales, no ser desganado en él, y no conspirar por tu propio bien. Estas son manifestaciones de honestidad. Otra es dedicar todo el corazón y todas tus fuerzas a cumplir bien con tu deber, haciendo las cosas en forma adecuada y poniendo el corazón y tu amor en el deber a fin de satisfacer a Dios. Estas son las manifestaciones que debería tener una persona honesta cuando cumple con su deber” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Con estas palabras, entendí que, aunque las personas con mal calibre pueden tener una comprensión más superficial de los problemas, si tienen un corazón honesto, buscan genuinamente la verdad y cumplen su deber con todo su corazón y todas sus fuerzas, su vida puede mejorar gradualmente y, al final, pueden salvarse. Era cierto que tenía mal calibre. Tendía a ver solo la superficie de los problemas y era incapaz de aplicar los principios con flexibilidad. Pero Dios dice que el mal calibre no es una enfermedad fatal. Entonces, siempre que pueda practicar ser una persona honesta de acuerdo con los requisitos de Dios; orarle y confiar en Él, en especial con los asuntos que no puedo solucionar; hacer un esfuerzo para equiparme con las verdades relevantes, y, cuando enfrente dificultades, buscar de forma proactiva compartir con quienes entienden la verdad, podré compensar mis deficiencias y lograr algunos resultados en mi deber. También pensé en la predicadora a la que admiraba. Ella había podido compartir la verdad para resolver problemas y obtener resultados en su deber, pero esto fue porque había hecho diligentemente su deber y había recibido la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, más tarde, vivía con un carácter corrupto luchando por la fama y las ganancias y no atendía su trabajo real, y su deber ya no daba resultados. Incluso cuando los hermanos y hermanas charlaron con ella e intentaron ayudarla, no se arrepintió. Al final, fue despedida y descartada. Esto demostró que aunque uno tenga buen calibre, si no persigue la verdad no recibirá la obra del Espíritu Santo ni podrá lograr buenos resultados en su deber. Aunque mi calibre era pobre, no era tan malo como para que no pudiera comprender la verdad ni entender nada. Por ejemplo, en mi deber evangélico, si no me centraba en mis perspectivas futuras, sino que cumplía con mi deber a conciencia y me esforzaba para aprender y entender lo que no sabía, igual podría lograr algunos resultados en mi deber. Vi que mi creencia anterior de que “el mal calibre significa que una persona no puede hacer bien su deber y no puede salvarse y solo aquellos con buen calibre pueden salvarse” era completamente absurda y falaz. ¡No se condecía con la verdad en absoluto!
Luego, leí otro pasaje de la palabra de Dios: “Dios ha expresado muchas palabras y, antes de hacerlo, Él desempeñó bastante obra preparatoria. Si finalmente no persigues ni entras en estas palabras después de que Él las haya expresado, ¿cómo te percibirá Dios? ¿Qué veredicto emitirá sobre ti? Está más claro que el agua. Por tanto, en lo que respecta a cada persona, cualquiera que sea tu calibre, tu edad o el número de años que lleves creyendo en Dios, debes dedicar tus esfuerzos a la senda de perseguir la verdad. No deberías hacer énfasis en ninguna excusa objetiva; deberías perseguir la verdad incondicionalmente. No andes sin rumbo. Supón que te tomas la búsqueda de la verdad como un gran asunto en tu vida y te esfuerzas y pones todo tu empeño en ello, y tal vez las verdades que obtengas y seas capaz de alcanzar en tu búsqueda no sean las que hubieras deseado, pero Dios afirma que te va a dar un destino adecuado en vista de tu actitud de perseguir la verdad y de tu sinceridad, ¡qué maravilloso sería eso! Por ahora, no te centres en cuál será tu destino o tu desenlace, en lo que sucederá, en lo que te deparará el futuro ni en si podrás evitar el desastre y la muerte; no pienses en estas cosas ni hagas peticiones en relación a ellas. Concéntrate únicamente en las palabras de Dios y en Sus exigencias, llega a perseguir la verdad, cumple bien con tu deber, satisfaz las intenciones de Dios y evita defraudar a Sus seis mil años de espera y Sus seis mil años de expectativa. Concédele a Dios algo de consuelo; permítele ver que hay esperanza en ti, y deja que se cumplan en ti Sus deseos. Dime, ¿te trataría Dios injustamente si lo hicieras? ¡Por supuesto que no! E, incluso si los resultados finales no son como hubiera deseado la gente, como seres creados, ¿cómo se debe tratar ese hecho? Debes someterte en todo a las instrumentaciones y las disposiciones de Dios, sin tener ningún plan personal. ¿Acaso no es esta la perspectiva que deben adoptar los seres creados? (Sí). Es correcto tener esta mentalidad” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. ¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?). Con estas palabras, vi que Dios es justo y que Él determina el resultado de una persona basándose en si posee la verdad. Aunque tenía mal calibre, no debería haberme delimitado negativamente. Tenía que seguir esforzándome, perseguir la verdad y buscar cambios en mi carácter. Tenía que cumplir con mis responsabilidades en mi deber y esforzarme al máximo para hacerlo lo mejor posible. Sin importar si al final tendría un resultado y destino favorables, tenía que someterme a la soberanía y las disposiciones de Dios. Esta debía ser mi razón como ser creado. Al reflexionar sobre mis experiencias, ya sea como predicadora o al llevar a cabo el trabajo evangélico, noté que mi falta de resultados no se debía enteramente a mi mal calibre, si no a que estaba constantemente delimitándome y creía que el mal calibre era una enfermedad mortal. Además, no me esforzaba por mejorar o equiparme con la verdad. Cuando no podía resolver los problemas, no buscaba la verdad ni compartía con los demás y, como resultado, no avanzaba. En el futuro, independientemente de los problemas que encontrara en el trabajo, ya no estaría limitada por mi mal calibre. Tenía que enfrentarlos correctamente y buscar la verdad para encontrar soluciones. En cuanto a las verdades que no entendía o los temas que no podía solucionar, en realidad debería pagar un precio más alto para equiparme y aprender. Siempre que cooperara sinceramente con Dios, sin duda progresaría. Al pensar en ello de esta manera, me sentí más a gusto y firme en mi deber. En el pasado, a menudo hablaba de mi mal calibre, y esas palabras, “mal calibre”, eran como una maldición que me atenazaba con fuerza y hacía que me sumiera en la amargura y el agotamiento, sin dejarme progresar en la vida. Ahora, sentía una sensación de liberación en mi corazón. Desde ese momento, en el cumplimiento de mi deber, me enfocaba en practicar de acuerdo con las palabras de Dios. Para mis limitaciones y deficiencias, me equipaba con los principios-verdad pertinentes. Cuando no entendía algo, oraba a Dios y aprendía de hermanas experimentadas. De esta manera, llegué a sentir la guía de Dios en mi deber, captar mejor los principios y obtener una comprensión más clara de temas que anteriormente me resultaban oscuros. El trabajo evangélico también produjo algunos resultados. Aunque todavía tengo muchas deficiencias, estoy dispuesta a confiar en Dios para hacer bien mi deber. ¡Gracias a Dios!