97. ¿Por qué me da miedo asumir una responsabilidad en mi deber?

Por Abby, Japón

Yo solía estar a cargo del trabajo de riego de nuestra iglesia. Un día, nuestro líder se me acercó para decirme que estaba planeando ponerme a cargo del trabajo de producción de películas. Me quedé estupefacta: había sido responsable del trabajo de producción de películas un año antes, pero mi afán por alcanzar el éxito inmediato provocó obstáculos y terminaron despidiéndome. Si me ponían ahora al mando de este trabajo, ¿sería capaz de gestionarlo? Estar a cargo de la producción de películas requería algo más que ser capaz de hacer el trabajo. Requería conocimientos de todo tipo de asuntos relacionados. Tenía demasiadas lagunas en mis conocimientos; mis capacidades y mi calibre eran promedio. Si me ponía a hacer este trabajo y no conseguía resultados, ¿qué haría entonces? Sabía que no podía aceptar este deber. Le conté al líder que me habían despedido de ese deber en el pasado y por qué ocurrió e hice hincapié en que mi calibre y mi capacidad de trabajo no eran tan buenos. Expresé de manera implícita que no quería aceptar el deber. Pensé que, al oírme decir esto, consideraría a otra persona para el puesto. Sin embargo, el líder hizo algo que no esperaba: compartió conmigo y me pidió que repasara las lecciones que había aprendido de mi fracaso anterior y me pidió que cumpliese bien este deber confiando en Dios. Me sentía en conflicto. Sabía que tenía el permiso de Dios para aceptar este deber, que debía aceptarlo y someterme. Pero tenía miedo de aceptarlo, hacer un mal trabajo y que entonces me pusiesen en evidencia y me despidiesen. Tras pensarlo un poco, decidí hacer de tripas corazón y aceptar el deber. Sin embargo, pensar en estar a cargo del trabajo de producción de películas me daba miedo. La hermana que se ocupaba de esto antes no era peor que yo en cuanto a capacidades y calibre. Si ella no pudo hacerlo bien, ¿cómo iba a poder yo? Pensé en el trabajo de riego que estaba haciendo en ese momento: no era muy difícil y los resultados que estaba consiguiendo no estaban mal. Seguir cumpliendo ese deber sería mucho menos arriesgado. Hacer el trabajo de producción de películas era muy distinto: era muy difícil para mí y ya había cometido algunas transgresiones cuando lo desempeñé en el pasado. Si no podía hacerlo bien esta vez y provocaba algún trastorno o perturbación, temía que me descartasen. Estaba entre la espada y la pared. Cuanto más lo pensaba, más reprimida me sentía. Aunque había aceptado hacerlo, no paraba de retrasarlo alegando que el trabajo de riego no se había asignado aún a otra persona. Sabía que este estado no era el correcto, así que le oré a Dios y le pedí que me guiase para comprenderme a mí misma y para invertir este estado.

Después de orar, leí algunas de las palabras de Dios: “Cuando Noé hizo lo que Dios le ordenó no conocía Sus intenciones. No sabía lo que Él quería llevar a cabo. Dios solo le había dado un mandato y le había ordenado hacer algo, y sin mucha explicación, Noé siguió adelante y lo hizo. No intentó descifrar secretamente los deseos de Dios ni se resistió a Él, ni mostró falta de sinceridad. Solo fue y actuó en consecuencia, con un corazón puro y simple. Hizo todo lo que Dios le hizo hacer; someterse a Él y escuchar Su palabra sostuvieron su fe en lo que hacía. Así fue como lidió de forma directa y simple con lo que Dios le encargó. Su esencia, la esencia de sus acciones, fue la sumisión, no cuestionar, no resistirse y, además, no pensar en sus propios intereses personales ni en sus ganancias y pérdidas. Además, cuando Dios dijo que destruiría el mundo con un diluvio, Noé no preguntó cuándo lo haría ni qué sería de las cosas, y desde luego no le preguntó a Dios cómo iba a destruir el mundo. Simplemente hizo lo que Dios ordenó. Como fuera que Dios quisiera hacerlo y por el medio que deseara, él siguió al pie de la letra lo que Dios le pidió y además, de inmediato emprendió acción. Actuó de acuerdo con las instrucciones de Dios con la actitud de querer satisfacer a Dios. […] Simplemente se sometió, escuchó, y actuó en consecuencia(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo I). La actitud de Noé con respecto a la comisión de Dios me conmovió. Cuando Él confió a Noé la comisión, Noé no sabía cuál era Su intención. Pero no dudó sobre la petición de Dios, no la rechazó ni especuló sobre ella y tampoco puso excusas para no hacerla. Solo mostró obediencia y sometimiento y lo hizo según las instrucciones que Dios le dio. No se paró a pensar en sus propias pérdidas o ganancias personales, sino que lo hizo lo mejor posible para satisfacer la petición de Dios y completó Su comisión. Cuando pensé en mi actitud con respecto a mi deber, me sentí muy avergonzada. Cuando el líder me contó sus planes de ponerme a cargo del trabajo de producción de películas, comencé a especular y a sentir recelo en mi corazón. Pensaba que el trabajo de producción de películas era muy difícil y que incluso el mínimo descuido daría como resultado que me revelaran, así que quería eludir mi deber. Cuando desempeñé este deber en el pasado, no lo hice bien. Razón de más para haberlo aceptado esta vez con el corazón agradecido, ser considerada con las intenciones de Dios durante el desempeño de este deber y compensar mi deuda pasada. Pero solo pensaba en mis propios intereses. Desconfiaba de Dios y me protegía de Él, me sentía como si Él quisiese despojarme de mis perspectivas y porvenir futuros concediéndome este deber. Vi que no tenía conciencia ni razón. Cuando las cosas eran normales y no había problemas en mi vida, gritaba mi voluntad de someterme a Dios y satisfacerlo. Sin embargo, en cuanto Él quiso que asumiese una responsabilidad, comencé a pensar en mí y a no mostrar ni un ápice de sometimiento. Cuanto más lo pensaba, más avergonzada me sentía y decidí dejar de evitar mi deber. Aun así, mi corazón estaba lleno de preocupaciones que todavía no se habían disipado del todo, de modo que seguí orándole a Dios en busca de respuestas que pudiesen ayudarme a resolver este problema.

Un día, durante las devociones, me topé con un pasaje de las palabras de Dios que me ayudó a comprender mi estado. Dios Todopoderoso dice: “Algunas personas tienen miedo de asumir responsabilidades en el cumplimiento de su deber. Si la iglesia les da un trabajo que hacer, consideran primero si el trabajo requiere asumir responsabilidad y, si es así, no lo aceptan. Sus condiciones para cumplir con un deber son, primero, que debe ser un trabajo ligero; segundo, que no sea cansado ni les quite tiempo; y tercero que, hagan lo que hagan, no asuman ninguna responsabilidad. Ese es el único deber que aceptan. ¿Qué clase de persona es esta? ¿Acaso no es una persona esquiva y taimada? No quieren asumir siquiera la menor responsabilidad. Incluso tienen miedo de que las hojas de los árboles les caigan encima y les abran la cabeza. ¿Qué deber puede cumplir una persona así? ¿Qué utilidad puede tener en la casa de Dios? La obra de la casa de Dios tiene que ver con la tarea de batallar contra Satanás, además de difundir el evangelio del reino. ¿Qué deber no conlleva responsabilidades? ¿Diríais que ser líder requiere responsabilidad? ¿Acaso sus responsabilidades no son aun mayores y no deben asumirlas en mayor medida? Por mucho que difundas el evangelio, des testimonio, hagas vídeos y cosas así, sea cual sea el trabajo que hagas, siempre que esté relacionado con los principios-verdad, conlleva responsabilidades. Si tu cumplimiento del deber no tiene principios, afectará a la obra de la casa de Dios, y si tienes miedo de asumir responsabilidad, entonces no puedes cumplir con ningún deber. ¿Es cobarde alguien que teme asumir responsabilidades al cumplir con su deber o es que existe un problema con su carácter? Hay que saber diferenciarlo. El hecho es que no se trata de una cuestión de cobardía. Si esa persona fuera en busca de riquezas o estuviera haciendo algo en su propio interés, ¿cómo no habría de ser tan valiente? Asumiría cualquier riesgo. Pero cuando hacen cosas por la iglesia, por la casa de Dios, no asumen ninguno. Tales personas son egoístas y viles, las más traicioneras de todas. Quien no asume responsabilidades al cumplir con su deber no es en absoluto sincero con Dios, ya no hablemos de su lealtad. ¿Qué clase de persona se atreve a asumir responsabilidades? ¿Qué clase de persona tiene el valor de llevar una pesada carga? Alguien que asume el liderazgo y da un paso adelante con valentía en el momento más crucial de la obra de la casa de Dios, que no teme cargar con una gran responsabilidad y soportar grandes dificultades, cuando ve la obra más importante y crucial. Se trata de alguien leal a Dios, un buen soldado de Cristo. ¿Es que todos los que temen asumir responsabilidades en su deber lo hacen porque no entienden la verdad? No; es un problema de su humanidad. No tienen sentido de la justicia ni de la responsabilidad. Son personas egoístas y viles, no son creyentes sinceros de Dios, y no aceptan la verdad en lo más mínimo. Por esta razón, no pueden ser salvados(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). Las palabras de Dios conmovieron increíblemente mi corazón. Antes no creía que mi reticencia a aceptar una responsabilidad fuese un problema tan serio. Sin embargo, ahora, gracias a la exposición a las palabras de Dios, comprendí que las personas que tienen miedo de asumir una responsabilidad son las más egoístas y arteras. Esas personas no son sinceras frente a Dios y, si viven en ese estado durante demasiado tiempo y no cambian, Dios terminará por despreciarlos. Echando un vistazo a mi propio desempeño a través de la mirada de las palabras de Dios, vi que era exactamente ese tipo de persona: egoísta, despreciable, escurridiza y falsa. Era totalmente consciente de que acababan de transferir a la persona a cargo del trabajo de producción de películas y que era urgente que alguien asumiese ese papel. Yo estaba familiarizada con el trabajo y el personal y era la candidata más adecuada para el puesto en ese momento. Pero, por mi deseo de protegerme, no estaba dispuesta a asumir ese deber. Sugerí que mi calibre era pobre y que me faltaban capacidades de trabajo, pero, en realidad, solo quería eludir mi deber. En un momento crucial, actué como una desertora y no protegí la obra de la iglesia. Fui egoísta y despreciable y no tuve humanidad. Cuando una persona de humanidad realmente buena ve la difícil situación de la obra de la iglesia, se levanta activamente y se apresura a ayudar a seguir con el trabajo. No piensa en sus ganancias y pérdidas personales. Aunque tenga sus propias dificultades o deficiencias, no huye del deber. Confía en Dios para aprender qué hacer y practicar a través de la experiencia y hace todo lo posible por mejorar. Solo ese tipo de persona posee conciencia y razón. Cuando pensé en todo esto, sentí pena y remordimiento. Reflexioné y me pregunté: “¿Qué me está impidiendo aceptar este deber?”.

Más adelante, leí más de las palabras de Dios: “Si la iglesia toma la decisión de modificar sus deberes, las personas deberían aceptarla y obedecerla, reflexionar sobre sí mismas y entender la esencia del problema y sus propias carencias. Esto resulta muy beneficioso y es algo que se debe practicar. La gente corriente puede entender y tratar de manera correcta algo tan simple sin encontrarse con demasiadas dificultades ni ningún obstáculo insalvable. […] Cuando introducen una sencilla modificación en su deber, la gente debe responder con una actitud de obediencia, hacer lo que le diga la casa de Dios, lo que sea capaz de hacer e, independientemente de lo que haga, debe hacerlo lo mejor que sepa dentro de sus posibilidades, de todo corazón y con todas sus fuerzas. Lo que Dios ha hecho no es un error. Una verdad tan simple puede practicarla la gente con un poco de conciencia y razón, pero esto está más allá de las posibilidades de los anticristos. Cuando se trata del cambio de los deberes, los anticristos de inmediato oponen argumentos, sofismas y desafío, y en el fondo se niegan a aceptarlo. ¿Qué hay en su corazón? Sospecha y duda, así que sondean a los demás utilizando toda clase de métodos. Tantean el terreno con sus palabras y sus actos e incluso coaccionan y tientan a las personas a través de medios inescrupulosos para que digan la verdad y sean sinceros. […] ¿Por qué complicarían tanto algo tan simple? Existe una sola razón: los anticristos jamás obedecen lo que dispone la casa de Dios y siempre vinculan estrechamente su deber, fama, ganancias y estatus con su esperanza de recibir bendiciones y un destino futuro; como si una vez hubieran perdido su reputación y estatus no les quedara esperanza de recibir bendiciones y recompensas. A ellos eso les da la impresión de que desperdician sus vidas. […] Así, se protegen de los líderes y obreros de la casa de Dios temiendo que alguien discierna o detecte cómo son y los acaben relegando y su sueño de bendiciones se estropee. Creen que deben mantener su reputación y estatus para tener esperanza de recibir bendiciones. Un anticristo considera que ser bendecido es más grande que los propios cielos, más grande que la vida, más importante que perseguir la verdad, que el cambio de carácter o la salvación personal y más relevante que desempeñar bien su deber y convertirse en un ser creado de calidad razonable. Les parece que convertirse en un ser creado dentro de lo normal, cumplir bien su deber y lograr la salvación son cosas nimias que ni merece la pena mencionar o comentar, mientras que obtener bendiciones es la única cosa en toda su vida que no se ha de descuidar. Todo lo que encuentran, sea grande o pequeño, lo relacionan con ser bendecidos, se muestran increíblemente precavidos y atentos y siempre se aseguran de tener un plan B(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12: Quieren retirarse cuando no tienen estatus ni esperanza de recibir bendiciones). Las palabras de Dios dejan en evidencia que los anticristos son particularmente malvados y falsos. De una cuestión realmente sencilla, hacen algo extremadamente complejo. Un anticristo tomaría la cuestión de reasignar un deber y la vincularía con sus bendiciones y destino. Los anticristos cumplen su deber únicamente para recibir bendiciones, ya que las consideran más importantes que cualquier otra cosa. Siempre están planeando su propio desenlace y destino y no muestran consideración por las intenciones de Dios ni por el trabajo de la iglesia. Lo que revelé a través de mi propio comportamiento es el carácter de un anticristo. Frente a un cambio normal en mi deber, pensaba en ello una y otra vez: en las pocas dificultades que entrañaba el trabajo de riego que hacía actualmente, en lo bien que iba el trabajo, en los pocos errores que cometía y las pocas probabilidades que había de quedar en evidencia. Realizar este deber era más seguro y me garantizaba recibir bendiciones. En cambio, el trabajo de producción de películas era mucho más duro y requería unos conocimientos sólidos de varias habilidades profesionales y principios. Si no lo hacía bien, quedaría en evidencia y me despedirían. No solo eso, sino que ya lo había hecho mal antes. Temía que, si esta vez causaba algún problema y me descartaban, no tendría ninguna esperanza de recibir bendiciones. Vi que estaba cumpliendo mi deber bajo la premisa de lograr bendiciones para mí misma; que estaba dispuesta a hacerlo cuando era beneficioso para mí, pero me resistía y me negaba a aceptarlo cuando no era así. Me estaba dejando una salida, protegiéndome cuidadosamente, e intentaba utilizar mi deber para alcanzar mi objetivo de conseguir bendiciones. ¡Estaba siendo tan falsa y perversa! Pensé en las palabras de Dios: “Para un ser creado, poder cumplir su deber como tal, poder satisfacer al Creador, es lo más hermoso entre la humanidad y algo que se debe difundir como una historia que todos elogien. Cualquier cosa que el Creador encomiende a los seres creados debe ser aceptada incondicionalmente por ellos; para la especie humana es una cuestión tanto de felicidad como de privilegio y, para todo aquel que cumpla el deber de un ser creado, nada es más hermoso ni digno de conmemoración; es algo positivo. […] Algo tan bello y grande es tergiversado por la calaña de los anticristos para convertirlo en una transacción en la que solicitan coronas y recompensas de manos de Dios. Dicha transacción convierte algo tan hermoso y recto en algo muy feo y perverso. ¿Acaso no es eso lo que hacen los anticristos? A juzgar por esto, ¿no son perversos los anticristos? ¡Son muy perversos!(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). Desempeñar sus deberes es lo más bonito y recto que pueden hacer los seres creados. Sin embargo, los anticristos convierten algo tan hermoso en un negocio: creen en Dios sin sinceridad y desempeñan sus deberes para conseguir bendiciones para sí mismos. Su esencia es la de un incrédulo. Pensé en cuánto tiempo llevaba creyendo en Dios y cuánto había comido y bebido Su palabra y, aun así, mi opinión sobre la búsqueda no había cambiado en absoluto. Mi actitud hacia mi deber era la de un anticristo. Si no cambiaba, Dios me despreciaría.

Seguí reflexionando sobre esto para comprenderme y encontré este pasaje de las palabras de Dios: “Los anticristos no creen que las palabras de Dios sean la verdad ni que Su carácter es justo y santo. Consideran todo esto mediante las nociones e imaginaciones humanas, y abordan la obra de Dios con perspectivas, ideas y astucia humanas, empleando la lógica y el pensamiento de Satanás para delimitar el carácter, la identidad y la esencia de Dios. Obviamente, los anticristos no solo no aceptan ni reconocen el carácter, la identidad y la esencia de Dios, sino que, por el contrario, albergan multitud de nociones, oposición y rebeldía hacia Dios y no tienen ni el más mínimo conocimiento verdadero de Él. Para los anticristos, la definición de la obra, el carácter y el amor de Dios es un interrogante, una duda, y rebosan escepticismo, rechazo y calumnia hacia tal definición; y entonces, ¿qué pasa con Su identidad? El carácter de Dios representa Su identidad; tal como consideran ellos el carácter de Dios, es evidente su consideración de la identidad de Dios: de rechazo directo. Esta es la esencia de los anticristos(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 10 (VI)). Dios pone al descubierto que los anticristos no creen en Su justicia. Ellos no creen que en la casa de Dios gobierne la verdad e incluso se niegan a admitir que la palabra de Dios es la verdad. Los anticristos siempre ven las acciones de Dios según sus propias nociones e imaginaciones. Están llenos de dudas y de negación acerca de la justicia de Dios y no creen que Él sea justo e imparcial. Eso es difamación y blasfemia contra Dios. Cuando terminé de leer las palabras de Dios, tuve miedo. Pensé en que me había comportado exactamente como un anticristo: no había basado mis opiniones en la palabra de Dios ni había creído en Su justicia. En vez de eso, yo creía falazmente que, cuanto mayor fuera la responsabilidad que asumía y mayor fuera la dificultad del trabajo, antes quedaría en evidencia. Pensaba que, en cuanto hiciese mal mi trabajo o surgiese alguna desviación, me despedirían y descartarían. Por lo tanto, siempre he querido zafarme de la responsabilidad. No quería que mi trabajo fuese difícil ni importante, ya que pensaba que, de esta manera, no quedaría en evidencia tan rápido. Ahora, gracias a las palabras de Dios, comprendí que Él es justo y que la iglesia reasigna los deberes de las personas de acuerdo a los principios. La iglesia no descarta deliberadamente a nadie por errores y transgresiones temporales; sino que observa el desempeño coherente de las personas y toma una decisión de manera global. Si una persona es de buena humanidad y persigue la verdad, aunque aparezcan algunas desviaciones en su trabajo o no logre conseguir buenos resultados temporalmente, la iglesia la apoyará y ayudará. Igualmente, si alguien no puede hacer un trabajo real porque le falta calibre, la iglesia observará su situación y le asignará un deber adecuado. Y, si una persona no logra hacer un trabajo real de manera constante o perturba y trastorna la obra de la iglesia y continúa sin arrepentirse tras haber recibido ayuda y charlas repetidas veces, finalmente lo despedirán. Pensé en la última vez que estuve a cargo del trabajo de producción de películas y en el modo en que mi afán por lograr el éxito inmediato había causado obstáculos. En ese momento, otras personas hablaron conmigo e intentaron ayudarme, pero no cambié mi manera de actuar y, finalmente, me despidieron. No obstante, la iglesia todavía me dio otra oportunidad de arrepentirme y me permitió seguir realizando un deber. También vi que algunos de mis hermanos y hermanas a menudo tenían problemas y dificultades con su trabajo, pero eran sencillos y honestos y perseguían la verdad. Aunque tuviesen problemas y cometiesen errores, fueron comprendiendo poco a poco los principios y, mediante revisiones y reflexión continuas, cumplían sus deberes cada vez mejor. A partir de esto, pude ver que Dios es justo y que la casa de Dios se rige por la verdad. Quienes persiguen la verdad y hacen un esfuerzo sincero pueden cometer transgresiones a veces. No obstante, siempre y cuando estén dispuestos a arrepentirse, la casa de Dios les dará todas las oportunidades posibles. Y, si pueden cambiar, seguirá promoviéndolos y cultivándolos. En cambio, quienes no acepten la verdad, la odien y cometan todo tipo de maldades sin arrepentirse, serán echados de la casa de Dios. La iglesia me puso al mando del trabajo de producción de películas y, al hacerlo, me dio la oportunidad de practicar y de compensar mis deficiencias. No solo fui una desagradecida, sino que también lo malinterpreté y me protegí frente a esta decisión, pensando que la casa de Dios era tan injusta y parcial como la sociedad. ¿Acaso esto no era un tipo de blasfemia contra Dios? Cuando me di cuenta, empecé a llorar. ¡Me odiaba por mi rebeldía y por mi falta de conciencia y razón! Sentí remordimientos y culpa y me presenté ante Dios para orar y arrepentirme. En el futuro, ya no malinterpretaría a Dios ni me protegería de Él.

Luego, leí dos pasajes de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “No existe correlación entre el deber del hombre y que él reciba bendiciones o sufra desgracias. El deber es lo que el hombre debe cumplir; es la vocación que le dio el cielo y no debe depender de recompensas, condiciones o razones. Solo entonces el hombre está cumpliendo con su deber. Recibir bendiciones se refiere a cuando alguien es perfeccionado y disfruta de las bendiciones de Dios tras experimentar el juicio. Sufrir desgracias se refiere a cuando el carácter de alguien no cambia tras haber experimentado el castigo y el juicio; no experimenta ser perfeccionado, sino que es castigado. Pero, independientemente de si reciben bendiciones o sufren desgracias, los seres creados deben cumplir su deber, haciendo lo que deben hacer y haciendo lo que son capaces de hacer; esto es lo mínimo que una persona, una persona que busca a Dios, debe hacer. No debes llevar a cabo tu deber solo para recibir bendiciones, y no debes negarte a actuar por temor a sufrir desgracias. Dejadme deciros esto: lo que el hombre debe hacer es llevar a cabo su deber, y si es incapaz de llevar a cabo su deber, esto es su rebeldía(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre). “¿Cuáles son las manifestaciones de una persona honesta? Primero, no tener dudas acerca de las palabras de Dios. Esa es una de las manifestaciones de una persona honesta. Además de esto, la manifestación más importante es buscar y practicar la verdad en todo: esto es crucial. Dices que eres honesto, pero siempre pasas por alto las palabras de Dios y simplemente haces lo que te parece. ¿Acaso es esa la manifestación de una persona honesta? Dices: ‘Aunque tengo poco calibre, tengo un corazón honesto’. Y, sin embargo, cuando te llega un deber te da miedo sufrir y asumir la responsabilidad si no lo haces bien, por eso pones excusas para evadir tu deber o sugieres que lo haga otro. ¿Es esta la manifestación de una persona honesta? Claramente, no lo es. Entonces, ¿cómo debería comportarse una persona honesta? Debe someterse a los arreglos de Dios, ser leal al deber que le corresponde cumplir, y esforzarse por satisfacer las intenciones de Dios. Esto se manifiesta de diferentes maneras. Una es aceptar tu deber con un corazón honesto, no considerar tus intereses carnales, no ser desganado en él, y no conspirar por tu propio bien. Estas son manifestaciones de honestidad. Otra es dedicar todo el corazón y todas tus fuerzas a cumplir bien con tu deber, haciendo las cosas en forma adecuada y poniendo el corazón y tu amor en el deber a fin de satisfacer a Dios. Estas son las manifestaciones que debería tener una persona honesta cuando cumple con su deber(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me dieron una senda de práctica. Un deber es una vocación enviada del cielo para una persona, una responsabilidad que esa persona debe cumplir. No tiene nada que ver con recibir bendiciones ni con sufrir desgracias. Tanto si personalmente recibía bendiciones como si sufría desgracias tenía que aceptar este deber con un corazón honesto y hacerlo lo mejor posible, sin intrigar ni maquinar en beneficio propio. Independientemente de qué dificultades me fuese a encontrar en mi deber, siempre y cuando confiase en Dios sinceramente, Él me guiaría. Estaba dispuesta a esforzarme al máximo para hacerlo con el corazón abierto. Si realmente me faltaba calibre o si mis capacidades no eran suficientes y no estaba a la altura, aceptaría que la iglesia me reasignara a otro deber.

Después de esto, comencé a encargarme del trabajo de producción de películas. Durante el transcurso de mi trabajo, en ocasiones me encontré con dificultades o fracasos, pero ya no estaba llena de dudas al respecto. Colaborando con mente y corazón con mis hermanos y hermanas y buscando juntos los principios-verdad, pudimos resolver estas dificultades poco a poco. Aprendí de mis errores y, en poco tiempo, el trabajo había mejorado. Al ver todo esto, me emocioné. Que yo pudiera experimentar tal cambio fue completamente resultado de las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios!

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