35. Ser artero y traicionero te impide cumplir bien con tu deber

Por Florence, Italia

En 2020, los líderes me pidieron que me hiciera cargo del trabajo en el área de arte y diseño. Al principio, vi que los líderes solían dar seguimiento al progreso de mi trabajo y preguntaban cómo iba todo. Me preocupaba que encontraran descuidos en mi trabajo y me podaran o destituyeran. Por lo tanto, trabajé horas extras para aprender a crear imágenes y mejorar mi nivel profesional. También daba seguimiento frecuente al progreso de los equipos en sus estudios y a cómo les estaba yendo con la creación de imágenes. Cuando descubría desviaciones, ayudaba y guiaba a mis hermanos y hermanas sin demora. En 2021, había cada vez más trabajo evangélico y, como yo ya estaba familiarizada con todos los distintos aspectos del trabajo, los líderes dejaron de supervisarme tan de cerca como al principio. Al principio, solía recordarme a mí misma que, independientemente de que alguien diera seguimiento a mi trabajo o lo supervisara, debía cumplir bien con mi deber. No podía ser artera, traicionera ni negligente. Sin embargo, después de un tiempo, vi que había muchas tareas por hacer y, cuando surgían problemas en cada trabajo, había que dedicar mucho tiempo y esfuerzo para resolverlos. Empecé a sentirme un poco cansada. Pensé: “Ahora los líderes no dan seguimiento a mi trabajo ni lo supervisan tan de cerca. Si lo hago bien, no habrá muchas personas que lo noten. Si no lo hago bien, nadie me reprenderá. No debería agotarme demasiado. Después de todo, aunque sea un poco perezosa, nadie se enterará. ¿Para qué voy a sufrir tanto?”. A partir de entonces, me volví bastante descuidada al dar seguimiento al trabajo. Pasé de preguntar por el trabajo una vez a la semana a hacerlo solo una vez cada dos o tres semanas. Más tarde, me enteré de que un equipo no estaba obteniendo buenos resultados en sus estudios profesionales. A veces, el rumbo fijado en los estudios y las desviaciones que se resumían no satisfacían las necesidades de la mayoría y, después de estudiar por un tiempo, nadie había conseguido ningún progreso tangible. Sin embargo, no quería dedicar tiempo a resolver el problema. Le pasé la responsabilidad a la líder del equipo y le pedí que diera seguimiento al problema y lo solucionara. No esperaba que la líder del equipo dijera: “Últimamente, apenas has preguntado cómo van los estudios profesionales. Yo también he carecido de una carga. Es por eso que los estudios del equipo no han dado buenos resultados y los hermanos y hermanas no han avanzado mucho”. Me defendí en silencio: “¿Acaso no estoy haciendo un seguimiento ahora? Si tu equipo no obtiene buenos resultados en sus estudios, entonces, eres la principal responsable por ser la líder del equipo”. Me limité a decir casualmente: “Entonces cambiemos las cosas y entremos juntas”. Así, dejé pasar el tema de manera superficial. Más tarde, descubrí una serie de problemas en el trabajo y quise organizar un resumen del mismo. Pero luego pensé: “Resumir el trabajo requiere entender las dificultades y desviaciones que han enfrentado los hermanos y hermanas en su trabajo profesional. También requiere reflexionar para determinar el rumbo y la senda para mejorar. Esto es realmente agotador para la cabeza. Es mejor si no hago un resumen, después de todo. En cualquier caso, nadie pregunta por estas cosas y nadie se enterará si he hecho el resumen o no”. De este modo, lo postergué por un tiempo más. Miré impasible a medida que los problemas que surgían cuando mis hermanos y hermanas creaban imágenes no se solucionaban. En mi corazón, sentí algo de remordimiento. Ya había descubierto los problemas, pero no los resolvía porque no quería molestarme. ¡Eso era ser negligente y no hacer trabajo real! Me di cuenta de que mi estado durante ese período no había sido el correcto y busqué para leer algunas de las palabras de Dios relacionadas con el tema.

Dios Todopoderoso dice: “Hacer las cosas por inercia al llevar a cabo tu deber es un tabú importante. Si siempre haces las cosas por inercia al cumplir con el deber, no hay forma de que lo hagas con un nivel aceptable. Si quieres cumplir fielmente con tu deber, primero debes corregir tu problema de actuar por inercia. Deberías tomar medidas para subsanar la situación en cuanto la notes. Si estás atolondrado, nunca eres capaz de notar los problemas, siempre actúas por inercia y haces las cosas de manera superficial, entonces, no tendrás forma de cumplir bien con el deber. Por tanto, siempre debes volcar el corazón en él. ¡Ha sido muy difícil que la gente se topara con esta oportunidad! Cuando Dios les da una oportunidad ellos no la aprovechan, y entonces esa oportunidad se pierde. Incluso si desean buscarla más tarde, puede que no vuelva a presentarse. La obra de Dios no espera a nadie, como tampoco esperan las oportunidades para cumplir con el propio deber. […] En la actualidad no hay muchas oportunidades para cumplir con un deber, así que debes aprovecharlas cuando puedas. Es precisamente cuando te enfrentas a un deber que debes esforzarte, entonces es cuando debes ofrecerte, gastarte por Dios, y cuando se te requiere que pagues el precio. No te guardes nada, no albergues ningún plan, no dejes ningún margen de maniobra, no te concedas una salida. Si dejas margen, eres calculador o escurridizo y holgazaneas, entonces estás destinado a hacer un trabajo deficiente. Supón que dices: ‘Nadie me ha visto escabullirme y holgazanear. ¡Qué bien!’. ¿Qué manera de pensar es esta? ¿Crees haber engañado a la gente y también a Dios? En realidad, no obstante, ¿sabe Dios lo que has hecho o no? Él lo sabe. De hecho, cualquiera que se relacione contigo durante un tiempo conocerá tu corrupción y vileza, y aunque no lo diga abiertamente, guardará sus valoraciones sobre ti en su corazón. Muchos han sido los desenmascarados y descartados porque tantos otros llegaron a comprenderlos. En cuanto otros desentrañaron su esencia, desenmascararon a esas personas por lo que eran y las expulsaron. Por lo tanto, persigan o no la verdad, las personas deben cumplir bien con su deber, lo mejor que puedan; deben emplear su conciencia para hacer cosas prácticas. Puede que tengas defectos, pero si puedes ser efectivo al cumplir tu deber, no serás descartado. Si siempre piensas que estás bien, que con seguridad no serás descartado, si sigues sin reflexionar ni tratar de conocerte a ti mismo, e ignoras tus tareas pertinentes, si siempre eres superficial, entonces, cuando el pueblo escogido de Dios se quede sin tolerancia hacia ti, te expondrá por lo que eres, y es muy probable que seas descartado. La razón es que todos te han calado y has perdido tu dignidad e integridad. Si nadie confía en ti, ¿acaso podría hacerlo Dios? Él escruta lo más profundo del corazón del hombre: no puede confiar en absoluto en una persona así(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La entrada en la vida comienza con el cumplimiento del deber). Dios hablaba exactamente sobre mi estado. Así era como trataba mi deber. Cuando alguien me observaba, me esforzaba más, pero cuando nadie me supervisaba, me volvía artera, traicionera y actuaba con negligencia. Recordé la época en que los líderes hacían un seguimiento frecuente de mi trabajo. En aquel entonces, tenía miedo de que, si no hacía trabajo real, los líderes lo descubrieran y me destituyeran. Como consecuencia, era bastante proactiva al cumplir mi deber. Daba seguimiento al trabajo de los distintos equipos con frecuencia y solía guiar y ayudar a mis hermanos y hermanas a mejorar los efectos de las imágenes que creaban. Sin embargo, cuando los líderes dejaron de dar seguimiento frecuente a mi trabajo, empecé a actuar de manera superficial. Pensé que, aunque fuera un poco perezosa, nadie lo sabría y mi imagen y estatus no se verían afectados. Por lo tanto, no me centré en dar seguimiento al trabajo ni en supervisarlo y tampoco en resolver problemas reales. Eso hizo que mis hermanos y hermanas fueran descuidados y perezosos al desempeñar sus deberes y que hubiera nuevos problemas que surgían sin cesar. La líder del equipo me recordó que los problemas estaban relacionados con que yo no consultaba sobre el trabajo, pero, en lugar de reflexionar sobre mí misma, le pasé la responsabilidad y me quejé de que estaba siendo negligente al hacer su deber. ¡Realmente carecía de razón! Fui artera y traicionera al cumplir con mi deber. Escatimaba esfuerzos siempre que podía y era perezosa siempre que tenía la oportunidad. No traté el trabajo de la iglesia con seriedad. Aunque engatusé a los líderes por un tiempo, Dios lo escruta todo y no podía engañarlo. Si seguía actuando de esa manera tan superficial, no solo perdería mi integridad y dignidad, sino que tarde o temprano me revelarían y destituirían por no hacer trabajo real. En ese momento, finalmente me di cuenta de la gravedad de las consecuencias de cumplir mi deber de manera superficial.

Más tarde, leí más de las palabras de Dios: “¿Qué significa ‘aferrarse al deber de uno’? Significa que, sean cuales sean las dificultades con las que la gente se encuentre, no renuncia a su deber, no se convierte en desertora ni elude su responsabilidad. Hace todo lo que puede. Eso es lo que significa aferrarse al deber de uno. Supongamos, por ejemplo, que se ha dispuesto que hagas algo, y no hay nadie que te vigile, te supervise o te anime. ¿Qué sería aferrarte a tu deber? (Sería aceptar el escrutinio de Dios y vivir en Su presencia). Aceptar el escrutinio de Dios es el primer paso; ese es un aspecto. El otro aspecto es cumplir tu deber con todo el corazón y toda la mente. ¿Qué debes hacer para poder hacerlo con todo el corazón y toda la mente? Debes aceptar la verdad y ponerla en práctica; es decir, debes aceptar y someterte a todo lo que Dios exija; debes abordar tu deber como abordarías tus asuntos personales, de manera que no exija que nadie te vigile, te supervise ni controle si lo estás haciendo bien, te siga, supervise lo que haces, o incluso te pode contigo. Debes pensar para ti mismo: ‘Cumplir con este deber es mi responsabilidad. Es mi papel, y ya que se me ha encomendado hacerlo y se me han explicado los principios y los he captado, continuaré haciéndolo con firmeza. Haré todo lo que pueda para que se haga bien’. Debes perseverar en la realización de este deber, y no verte constreñido por ninguna persona, acontecimiento o cosa. Esto es lo que significa aferrarte a tu deber con todo el corazón y toda la mente, y la gente debe tener esta semejanza. Entonces, ¿de qué debe estar dotada la gente para aferrarse a su deber con todo el corazón y toda la mente? En primer lugar, debe tener la conciencia que deben tener los seres creados. Eso es lo mínimo. Además de eso, debe ser leal. Como ser humano, para aceptar la comisión de Dios, uno debe ser leal. Debe ser completamente leal a Dios únicamente, y no puede serlo a medias ni dejar de asumir responsabilidad; actuar según sus propios intereses o estados de ánimo está mal, eso no es ser leal. ¿Qué significa ser leal? Significa que cumples tus deberes y no estás influenciado ni constreñido por tu estado de ánimo, el ambiente u otras personas, acontecimientos y cosas. Debes pensar para tus adentros: ‘He recibido esta comisión de parte de Dios; Él me la ha dado. Esto es lo que debo hacer, así que lo haré igual que lo haría con mis propios asuntos, de la manera que dé mejores resultados, dándole importancia a satisfacer a Dios’. Cuando estás en este estado, no solo tu conciencia está en control, sino que la lealtad también está presente en tu interior. Si te conformas con simplemente cumplir la tarea, no aspiras a ser eficiente o lograr resultados, y sientes que basta con solo dedicarle tu mayor esfuerzo, entonces esto es meramente cumplir el criterio de la conciencia de la gente, y no puede considerarse lealtad. Ser leal a Dios es un requisito y criterio superior al de la conciencia. No se trata solo de dedicarle tu mayor esfuerzo; también debes poner todo el corazón en ello. En interior, siempre debes considerar tu deber como el trabajo que te corresponde hacer, aceptar las cargas de esta tarea, sufrir reproches si cometes el menor error o si te encuentras en un estado en el que eres superficial y debes sentir que no puedes comportarte así porque eso te hace estar muy en deuda con Dios. Las personas que de verdad tienen conciencia y razón cumplen con su deber como si fuera su propio trabajo, sin importar si alguien los controla o supervisa. Ya sea que Dios esté contento con ellos y sin importar cómo Él los trate, siempre se exigen estrictamente a sí mismos cumplir bien con sus deberes y completar la comisión que Dios les confió. Esto se llama lealtad. ¿No es este un criterio más elevado que el de la conciencia? Cuando la gente actúa según el criterio de la conciencia, a menudo está influenciada por cosas externas, o piensa que basta con dedicar su máximo esfuerzo a su deber; el nivel de pureza no es tan alto. No obstante, si hablamos de lealtad y de ser capaz de aferrarse lealmente al deber de uno, el nivel de pureza es más elevado. No se trata solamente de hacer un esfuerzo; requiere que pongas todo el corazón, la mente y el cuerpo en tu deber. Para desempeñar bien tu deber, en ocasiones debes soportar una pequeña adversidad física. Debes pagar un precio, y dedicar todos tus pensamientos a cumplir con tu deber. No importa a qué circunstancias te enfrentes, estas no afectan a tu deber ni hacen que te demores en cumplir con él, y eres capaz de satisfacer a Dios. Para hacer esto, debes ser capaz de pagar un precio. Debes abandonar a tu familia en la carne, tus asuntos personales y tu propio interés. Tu vanidad, orgullo, sentimientos, placeres físicos e incluso cosas como los mejores años de tu juventud, tu matrimonio, tu futuro y tu sino, todo ello debes abandonarlo, y debes desempeñar bien tu deber por propia voluntad. Entonces, habrás alcanzado la lealtad, y tendrás semejanza humana por vivir así(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, me sentí realmente avergonzada. Antes, siempre había pensado que era capaz de soportar el sufrimiento y pagar un precio al cumplir mi deber. Ahora, el entorno me había revelado y finalmente pude ver que la lealtad que había demostrado en el pasado era solo una ilusión. Solo demostré un poco de lealtad a regañadientes para protegerme porque alguien me supervisaba y daba seguimiento a mi trabajo y yo tenía miedo de que me podaran o que incluso me destituyeran si no hacía bien mi deber. En cuanto nadie más revisó mi trabajo ni le dio seguimiento, empecé a ser negligente, artera y traicionera. Quienes realmente son leales a su deber lo consideran su propia responsabilidad y son capaces de aceptar el escrutinio de Dios al cumplirlo. No importa cómo cambie el entorno que los rodea o si hay personas que dan seguimiento a su trabajo o lo supervisan, siempre pueden dedicar todo su corazón y su alma a hacerlo bien. Aunque los líderes ya no estaban supervisando mi trabajo con tanta frecuencia, ese entorno era una prueba para mí. No podía seguir siendo negligente. Debía aceptar el escrutinio de Dios, cumplir con mis responsabilidades y asumir genuinamente este trabajo. Pensé en cómo había problemas en todos los equipos y que los hermanos y hermanas no estaban logrando progresos tangibles. Tenía que organizar de inmediato un resumen de las desviaciones y conversar sobre buenas sendas de práctica. De esta manera, el nivel profesional de mis hermanos y hermanas mejoraría y solo así obtendrían mejores resultados al cumplir sus deberes. Más adelante, llegué a comprender las verdaderas dificultades de los líderes de equipo y resumí los problemas que vi. También busqué a algunos hermanos y hermanas con experiencia para participar en los resúmenes y conversar sobre las sendas que tomar para resolver los problemas. Todos dijeron que resumir de esta manera era excelente y que habían aprendido mucho de ello. Después, di seguimiento sin demora al trabajo de cada equipo y me mantuve al tanto del mismo. Cuando encontré desviaciones, las corregí a tiempo. Los resultados del trabajo mejoraron un poco.

Al principio, pensé que mi actitud hacia mi deber había cambiado un poco, pero como mi carácter corrupto tenía raíces muy profundas, con el tiempo, volví a caer en un estado de negligencia. En septiembre de 2021, la iglesia me asignó para supervisar el trabajo de riego. En ese momento, decidí que cumpliría bien con ese deber, así que me esforcé en familiarizarme con los detalles del trabajo y conocerlos, además de aprender los principios relevantes. A menudo me iba a la cama muy tarde. Como nunca antes había sido responsable de este trabajo, había algunas tareas que todavía no lograba captar bien, incluso después de varios días de estar familiarizándome con ellas. Me sentía bajo mucha presión. Me preocupaba que no pudiera dar ninguna respuesta si la líder venía a preguntar sobre el trabajo. ¿Qué pensaría de mí? ¿Pensaría que no era capaz de hacer bien este trabajo? Al pensar en esto, me esforcé aún más en familiarizarme con el trabajo y equiparme con los principios. Cuando la líder vino a preguntar sobre el trabajo, sabía que yo acababa de asumir esta tarea, así que solo me instó a familiarizarme con los distintos aspectos del trabajo lo más rápido posible y no me reprendió en absoluto. Me sentí enormemente aliviada, como si me hubieran quitado un gran peso de encima. Pensé que la líder no me exigía demasiado, así que no hacía falta que estuviera tan ansiosa por familiarizarme con el trabajo. Había estado muy cansada durante esa época, así que ahora podía relajarme un poco. Después, ya no me urgía entender el trabajo de cada equipo y no me centraba en equiparme con los principios. Pensaba que podía aprender y estudiar de a poco, mientras participaba en el trabajo, y que eso bastaría. Cuando tenía tiempo libre, escuchaba himnos y hasta veía algunos vídeos cortos seculares que eran entretenidos para relajarme. Más tarde, la líder descubrió, uno tras otro, que varios de los líderes de equipo que yo tenía a cargo no estaban haciendo un trabajo real, lo que estaba retrasando el trabajo de esa iglesia. Para mi sorpresa, ni siquiera me había dado cuenta de esos problemas. Los resultados del trabajo en ese periodo no habían sido buenos, pero no había reflexionado con cuidado sobre dónde habían surgido problemas ni había buscado junto con otros hermanos y hermanas. Esto provocó que los problemas quedaran sin resolver por mucho tiempo.

Poco después, me reasignaron porque, desde el principio hasta el final, nunca había estado a la altura del trabajo de supervisora. En ese momento, sentí como si el corazón se me hubiera quedado vacío. Me sentí ansiosa e inquieta. Aunque la líder me dijo que solo me habían destituido porque no estaba capacitada para ese trabajo, en el fondo, sabía que había sido negligente en mi deber y apenas había hecho trabajo real durante los últimos meses. Por supuesto que merecía que me destituyeran. Cuando pensé en esto, sentí una angustia indescriptible en mi corazón. Leí estas palabras de Dios: “Cómo consideras las comisiones de Dios es de extrema importancia y un asunto muy serio. Si no puedes llevar a cabo lo que Dios les ha confiado a las personas, no eres apto para vivir en Su presencia y deberías ser castigado. Es perfectamente natural y está justificado que los seres humanos deban completar cualquier comisión que Dios les confíe. Esa es la responsabilidad suprema del hombre, y es tan importante como sus propias vidas. Si no te tomas en serio las comisiones de Dios, lo estás traicionando de la forma más grave. En esto eres más lamentable que Judas y debes ser maldecido. La gente debe entender bien cómo tratar lo que Dios les confía y, al menos, debe comprender que las comisiones que Él confía a la humanidad son exaltaciones y favores especiales de Dios, y son las cosas más gloriosas. Todo lo demás puede abandonarse. Aunque una persona tenga que sacrificar su propia vida, debe seguir cumpliendo la comisión de Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, sentí que me estaba poniendo al descubierto, cara a cara. En particular, cuando leí que Dios dijo: “No eres apto para vivir en Su presencia y deberías ser castigado”, “lo estás traicionando de la forma más grave” y “debes ser maldecido”. Estas palabras me apuñalaron el corazón como una daga afilada. Me sentí extremadamente afligida y llena de remordimiento. Me di cuenta de que la iglesia me había nombrado supervisora para darme una oportunidad de formarme. También era mi responsabilidad. Debí haber sido considerada con las intenciones de Dios, haber puesto todo mi esfuerzo y haber pagado cualquier precio para hacer bien este deber. Sin embargo, traté mi deber con especial irreverencia. Para no encontrarme en la situación de no saber cómo responder cuando la líder viniera a preguntar sobre el trabajo y que me podaran o destituyeran por ello, dediqué especial cuidado y esfuerzo a familiarizarme con los distintos aspectos del trabajo. Pero, más tarde, cuando vi que la líder no me preguntaba con gran detalle, empecé a aprovechar la situación y me volví artera y traicionera. Ya no me urgía familiarizarme con el trabajo y, mucho menos, me centraba en resolver problemas reales. Cuando cumplía mi deber, lo hacía con lentitud, era reacia, despreocupada, parsimoniosa y disfrutaba al máximo de las comodidades de la carne. Pensé en la hermana Liu Xin, que también estaba a cargo del trabajo de riego. Antes, ella tampoco había estado a cargo de ese trabajo. Sin embargo, siempre cumplía su deber de manera seria y responsable. Se centraba en entender y resolver problemas reales y, después de dos meses, ya fue capaz de hacer trabajo real. En cambio, yo llevaba tres meses en este deber y aún no estaba familiarizada con el trabajo. Ni siquiera fui capaz de detectar un problema tan grave como que los líderes de equipo no estaban haciendo trabajo real y estaban retrasando el trabajo de riego. ¡Esto era un grave abandono de mis deberes! Había comido y bebido de muchas de las palabras de Dios y había recibido Su gracia cuando me ascendió a supervisora. Sin embargo, aprovechaba cualquier oportunidad para ser artera y traicionera y evitar hacer trabajo real. Esto provocó que el trabajo de la iglesia se retrasara y se viera obstruido. Antes había sido artera, traicionera y negligente cuando era supervisora; ahora estaba haciendo exactamente lo mismo. Cuanto más lo pensaba, más remordimiento y culpa sentía, así que oré a Dios: “Dios querido, no he cumplido bien con mi deber y he obstaculizado el trabajo de la iglesia. Estoy llena de arrepentimiento y no quiero seguir así. Dios querido, te ruego que me guíes para aprender una lección de este fracaso. Estoy dispuesta a arrepentirme”.

Más tarde, le di muchas vueltas en la cabeza a esta pregunta: ¿Por qué siempre terminaba embaucando y engañando a Dios de forma involuntaria? ¿Qué carácter me estaba controlando? Un día, durante mis prácticas devocionales, leí estas palabras de Dios: “Si eres constantemente superficial en tu deber, ¿qué clase de problema es este? Es un problema relacionado con tu humanidad. Solo las personas sin conciencia ni humanidad son superficiales de manera constante. ¿Creéis que es fiable la gente que siempre es superficial? (No). ¡Esta gente es muy poco fiable! Quien es superficial en el desempeño de su deber es un irresponsable y quien es irresponsable en sus acciones no es honesto, sino alguien en quien no se puede confiar. Independientemente del deber que haga, una persona que no es de fiar es superficial, porque su talante no está a la altura de un estándar aceptable; no ama la verdad y sin duda no es una persona honesta. ¿Puede Dios confiar algo a alguien que no sea de fiar? De ninguna manera. Debido a que Él escruta las profundidades del corazón de la gente, nunca usa a personas falsas para hacer deberes; Dios solo bendice a los honestos y obra únicamente en los que son honestos y aman la verdad. Siempre que una persona falsa cumple un deber, esto es un arreglo hecho por el hombre y un error del hombre. La gente a la que le gusta ser superficial no tiene conciencia ni razón, su humanidad es escasa, no es de fiar y no se puede confiar en ella(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El hombre es el mayor beneficiario del plan de gestión de Dios). “Todas las personas se revelan en el cumplimiento de su deber: basta con poner a una persona en un deber, y no tardará en revelarse si se trata de alguien honesto o falso, y si es o no amante de la verdad. Los que aman la verdad pueden cumplir su deber con sinceridad y defender la obra de la casa de Dios; los que no la aman no defienden la obra de la casa de Dios en lo más mínimo, y son irresponsables en el cumplimiento de su deber. Esto les queda claro enseguida a los que son lúcidos. Nadie que cumpla de manera pobre su deber es un amante de la verdad o una persona honesta; a tales personas se las va a revelar y descartar. Para cumplir bien con sus deberes, la gente debe tener sentido de la responsabilidad y de la carga. De esta manera, el trabajo se realizará sin duda de la forma adecuada. Resulta preocupante cuando alguien no tiene sentido de la carga o de la responsabilidad, cuando hay que instarle a hacerlo todo, cuando siempre es superficial e intenta trasladar la culpa cuando surgen problemas, provocando demoras en su resolución. ¿Se puede hacer bien el trabajo de todos modos? ¿Dará algún resultado el cumplimiento de su deber? No desean hacer ninguna de las tareas que se les encomienda y al ver que los demás necesitan ayuda con su trabajo, los ignoran. Solo hacen algo de trabajo al recibir una orden, cuando las cosas se ponen feas y no les queda más opción. Eso no es cumplir con un deber, ¡eso es ser mano de obra! La mano de obra trabaja para un empleador cumpliendo una jornada laboral a cambio de un sueldo, un trabajo por horas a cambio de una remuneración; espera que se le pague. Teme hacer alguna tarea y que su empleador no sea testigo de ello, teme que no se le retribuya lo que hace, solo trabaja por las apariencias, lo que significa que carece de lealtad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana). Las palabras de Dios conmovieron mi corazón. Entendí que siempre había sido artera y traicionera al cumplir mi deber. La raíz de esto era que tenía un carácter que simplemente era demasiado falso. Según mi forma de verlo, las personas que solo sabían agachar la cabeza y trabajar duro y que no sabían cómo velar por sí mismas eran demasiado ingenuas y cándidas. Por otro lado, las personas que podían holgazanear mientras parecían ocupadas y urdir tramas y trucos para engañar a los demás eran las realmente listas. Por lo tanto, cumplía mi deber de esta manera. Cuando los líderes me supervisaban y me daban seguimiento de cerca, hacía mi deber con intensidad. Sin embargo, en cuanto nadie me supervisaba, empezaba a disfrutar de la carne y no hacía el trabajo que debía hacer. Hacía una cosa cuando la gente prestaba atención y otra cuando me daban la espalda. Embauqué a todos mis hermanos y hermanas y les hice pensar que asumía una gran carga. En realidad, disfrutaba al máximo de los placeres de la carne a sus espaldas y no hacía casi ningún trabajo real. ¡Era totalmente escurridiza y falsa! Pensé en la gente que hay en el mundo, que finge que soporta el sufrimiento y trabaja con todas sus fuerzas delante del jefe, pero se vuelve artera y traicionera en cuanto el jefe no está. Urden tramas para engañar y no tienen conciencia ni humanidad. Para ellos, los beneficios son lo primero. Así traté mi deber. No pensaba en cómo cumplir bien mi deber para complacer a Dios, sino que consideraba constantemente mis propios intereses. Fui artera, traicionera, hacía las cosas solo para aparentar y engañaba y embaucaba a los demás. En los trabajos importantes, descuidé mis deberes. Como consecuencia, obstruí y retrasé el trabajo de la iglesia. No estaba cumpliendo con mi deber. Estaba siendo mano de obra, una trabajadora contratada. Antes, pensaba que ser artera y traicionera a espaldas de los demás era bastante astuto, pero ahora finalmente pude ver que las personas falsas no son inteligentes, sino que son despreciables y estúpidas. Depender de un carácter falso para cumplir con mi deber solo me haría cada vez más escurridiza. Solo me haría rebelarme contra Dios, resistírmele cada vez más y perder mi humanidad normal. Al vivir así, no tenía ni un ápice de integridad ni dignidad. Ahora, yo misma me había buscado que me destituyeran. Si seguía sin arrepentirme, al final no podría cumplir bien con ningún deber ni podría obtener ninguna verdad. ¡Solo podría ser revelada y descartada por Dios!

Más tarde, comí y bebí las palabras de Dios para buscar una senda de práctica para mis problemas. Leí estas palabras de Dios: “Cuando la gente cumple el deber, en realidad hace lo que tiene que hacer. Si lo haces ante Dios, si cumples el deber y te sometes a Dios con honestidad y de corazón, ¿no será esta actitud mucho más correcta? Por consiguiente, ¿cómo deberías aplicarla a tu vida diaria? Debes hacer que tu realidad sea ‘adorar a Dios de corazón y con honestidad’. Cuando quieras holgazanear y hacer las cosas por inercia, cuando quieras actuar de manera descuidada y ser un vago, y cada vez que te distraigas o prefieras estar pasándotelo bien, deberías plantearte: ‘Si me comporto de esta manera, ¿estoy siendo indigno de confianza? ¿Pongo el corazón en la realización de mi deber? ¿Estoy siendo desleal al hacer esto? Si hago esto, ¿estoy fracasando en estar a la altura de la comisión que me ha confiado Dios?’. Esa debe ser tu autorreflexión. Si llegas a descubrir que siempre eres superficial en tu deber, que eres desleal y que le has hecho daño a Dios, ¿qué deberías hacer? Deberías decir: ‘En ese momento percibí que algo andaba mal, pero no lo consideré un problema; lo pasé por alto despreocupadamente. Hasta ahora no me he dado cuenta de que en realidad había sido superficial, de que no había estado a la altura de mi responsabilidad. Ciertamente me falta conciencia y razón’. Has detectado el problema y has llegado a conocerte un poco a ti mismo, así que ahora debes dar un giro a tu vida. Tu actitud respecto al cumplimiento de tu deber fue equivocada. Fuiste descuidado con él, como si se tratara de un trabajo extra, y no te dedicaste a ello de corazón. Si vuelves a ser superficial, debes orar a Dios y permitir que te discipline y te reprenda. Debes tener una voluntad semejante en el cumplimiento de tu deber. Solo entonces puedes arrepentirte de verdad. Es posible que únicamente cambies cuando tu conciencia esté limpia y tu actitud hacia el cumplimiento de tu deber se transforme(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El único camino posible es la lectura frecuente de las palabras de Dios y la contemplación de la verdad). Las palabras de Dios me permitieron entender que las personas deben tener una actitud honesta al cumplir con su deber. Solo las personas honestas pueden ser leales a Dios y dignas de confianza. Es como Noé, que trató la comisión de Dios con un corazón honesto y temeroso de Dios. Aunque enfrentó muchas dificultades al construir el arca y estaba muy cansado, nunca pensó en sus propios intereses ni calculó sus ganancias y pérdidas. En cambio, pensó en cómo completar la comisión de Dios lo más rápido posible con todo su corazón. Aunque nadie lo supervisaba, fue capaz de ser considerado con la intención de Dios y mantenerse firme en su deber durante ciento veinte años. Noé era una persona con verdadera humanidad. No puedo compararme con Noé, pero las palabras de Dios y la experiencia de Noé me permitieron entender una senda de práctica. A partir de entonces, debía cumplir con mi deber con un corazón honesto y reflexionar sobre mí misma con frecuencia al hacerlo. Cuando me diera cuenta de que estaba siendo superficial, debía orar a Dios y rebelarme conscientemente contra mí misma. Independientemente de que alguien supervisara mi trabajo o le diera seguimiento, siempre debía aceptar el escrutinio de Dios y cumplir bien con mi deber. También oré a Dios y le pedí que me reprendiera y disciplinara si volvía a engañar o a actuar de manera superficial.

Más tarde, regué a los nuevos fieles en la iglesia. A veces, la líder del equipo estaba un poco ocupada y no podía dar seguimiento a mi trabajo, así que yo aún deseaba ser negligente. Pensé: “Regar a los nuevos fieles es agotador. No es como si cada problema pudiera resolverse con unas pocas palabras y ya está. Tengo que pagar un precio bastante alto. Dado que la líder del equipo no está dando seguimiento a mi trabajo, entonces, no sabrá si soy un poco perezosa. Voy a encontrar un momento para descansar y no pasará gran cosa si los problemas de los nuevos fieles se resuelven unos días más tarde”. Cuando pensé de esta manera, me di cuenta de inmediato de que esta actitud no era correcta. Aunque la líder del equipo no estaba dando seguimiento a mi trabajo, Dios lo escudriña todo. Ya no podía seguir siendo artera ni traicionera ni tampoco seguir engañando. Debía tratar mi deber con un corazón honesto y dedicarle todas mis fuerzas. Así que apoyé y ayudé sin demora a los nuevos fieles que no podían reunirse con frecuencia. Cuando había nuevos fieles que no respondían a mis mensajes, intentaba usar varios medios para contactarlos. Al apoyarlos y ayudarlos, de forma lenta y gradual, muchos nuevos fieles volvieron a reunirse con frecuencia. Mis deberes obtuvieron mucho mejores resultados que antes y me sentí realmente en paz al practicar de esta manera. De ahora en adelante, estoy dispuesta a reflexionar sobre mí misma con frecuencia al cumplir mi deber y a usar mi corazón y tener una actitud honesta para hacerlo bien. ¡Gracias a Dios!

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