46. Cómo cambió mi naturaleza arrogante

Por Liu Bin, China

En agosto de 2023, el hermano Zhang Hang y yo trabajábamos juntos para supervisar el trabajo evangélico de varias iglesias. Al principio, siempre que había algún problema en el trabajo, yo tomaba la iniciativa de hablar y consultar los temas con Zhang Hang. Zhang Hang tenía un sentido de responsabilidad para sus deberes y se acercaba a mí a hablar los problemas y las desviaciones de nuestro trabajo. También proponía sendas y soluciones para resolverlos, y yo podía aceptar y adoptar sus sugerencias. Más adelante, noté que Zhang Hang carecía de habilidades para resolver problemas y escribir cartas de correspondencia. Pensé: “Zhang Hang es nuevo en este deber, así que es normal que carezca de estas habilidades. Tengo que tratar sus deficiencias correctamente y ayudarlo con más enseñanzas”. Lo ayudé a revisar y mejorar sus cartas y muchas veces lo alenté.

Pero después de un tiempo, vi que Zhang Hang todavía tenía problemas para escribir las cartas e inconscientemente, empecé a menospreciarlo y desdeñarlo. Además, muchas de mis soluciones a los problemas y respuestas a las cartas eran, por lo general, aceptadas por los líderes. Los problemas y desviaciones en el trabajo evangélico mejoraron de a poco, y había resultados positivos en nuestro trabajo. Esto hizo que yo viviera en un estado de admiración propia y creyera que tenía capacidades para el trabajo. Poco a poco, dejé de enfocarme en preguntar o buscar las sugerencias de Zhang Hang en mis deberes, porque pensaba que preguntarle no generaría buenos consejos y que igualmente terminaría haciendo las cosas a mi manera. Después de eso, empecé a darle directivas sobre cómo resolver tal o cual problema y cómo manejar tal o cual carta, y lo criticaba con desdén. Le decía que veía los problemas de una manera demasiado limitada y solo ofrecía soluciones superficiales. Con el tiempo, Zhang Hang se vio un poco limitado por mi causa. Recuerdo una vez, cuando le pedí a Zhang Hang que escribiera una carta y le compartí mi proceso de pensamiento sobre cómo debería escribirla. Luego, vi que no la había escrito de acuerdo a mis ideas y me enojé, y pensé: “Ya te dije cómo resolver este problema. Ya se demostró mediante la práctica que las ideas y los planes que te propuse son efectivos. Lo que escribiste no soluciona el problema en absoluto”. Entonces lo cuestioné con un tono acusatorio: “¿Por qué no la escribiste como yo te dije? El modo en que la escribiste no soluciona el meollo del problema y no lo resolverá”. Zhang Hang respondió: “Quise escribirla según tus procesos de pensamiento, pero lo intenté varias veces y no podía escribirla bien, entonces lo hice según mi comprensión”. Quise seguir criticándolo, pero de repente me di cuenta de que estaba hablando impulsivamente, entonces me detuve. Otra vez, Zhang Hang me entregó una carta que había escrito. Noté algunos problemas, y sin darme cuenta, volví a sentir desdén por él. Le dije en tono de reproche: “Mira, estás viendo este tema de un modo muy limitado. En esta parte, tu enseñanza no fue al punto, ¡y no resolverá el problema!”. Cuando dije eso, Zhang Hang agachó la cabeza y no dijo una palabra. Al ver la expresión angustiada de Zhang Hang, sentí una gran culpa. “¿Cómo pude ser tan desdeñoso y crítico con él? No puedo actuar así la próxima vez”. Sin embargo, cuando surgían situaciones parecidas, lo único que lograba hacer, en vez de ayudar, era despreciarlo. Eventualmente, Zhang Hang se volvió bastante pasivo en sus deberes. Cuando se enfrentaba a alguna dificultad o problema, primero me preguntaba a mí cómo resolverlos. Incluso se circunscribió como una persona de bajo calibre y no apto para el deber, y quiso renunciar. Al ver a Zhang Hang en este estado, me di cuenta de que yo era quien lo había limitado y dañado. Fue entonces que busqué la verdad para reflexionar sobre mí mismo.

Durante uno de mis devocionales, encontré dos pasajes de las palabras de Dios: “Veo que a muchos se les suben los humos cuando demuestran algún talento en el deber. Cuando demuestran ciertas habilidades, se creen muy impactantes, viven de esas habilidades y no se esfuerzan más. No escuchan a los demás, digan lo que digan, porque piensan que esas pequeñas cosas que tienen son la verdad y que ellos son lo máximo. ¿Qué carácter es este? Un carácter arrogante. Les falta demasiada razón. ¿Puede una persona cumplir correctamente con su deber si tiene un carácter arrogante? ¿Puede ser sumiso a Dios y seguirlo hasta el final? Esto es aún más difícil(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El conocimiento del propio carácter es la base de su transformación). “Sería mejor que dedicarais más esfuerzo a la verdad de conocer el ser. ¿Por qué no habéis encontrado el favor de Dios? ¿Por qué vuestro carácter es abominable para Él? ¿Por qué vuestro discurso despierta Su odio? Tan pronto como demostráis un poco de lealtad, os elogiáis a vosotros mismos y exigís una recompensa por una pequeña contribución; despreciáis a los demás cuando habéis mostrado una pizca de sumisión y desdeñáis a Dios después de llevar a cabo alguna tarea insignificante. […] ¿Hay algo digno de alabanza en vuestras palabras y acciones? Quienes cumplen su deber y quienes no; quienes lideran y quienes siguen; quienes reciben a Dios y quienes no; quienes donan y quienes no; quienes predican y quienes reciben la palabra, etcétera: todos esos hombres se alaban a sí mismos. ¿Acaso no os parece esto risible? Aunque sabéis perfectamente que creéis en Dios, no podéis ser compatibles con Él. Aunque sois plenamente conscientes de que no tenéis ningún mérito, de cualquier modo persistís en alardear. ¿Acaso no sentís que vuestra razón se ha deteriorado al punto de ya no tener autocontrol?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Quienes son incompatibles con Cristo indudablemente se oponen a Dios). Las palabras de Dios expusieron exactamente mi estado. Yo pensaba que tenía una comprensión profunda de los temas y escribía las cartas con claridad, y solía recibir afirmación por parte de los líderes, lo cual me hacía tener una gran autoestima. Por eso, cuando vi numerosos problemas en las cartas de Zhang Hang, sentí un profundo desdén hacia él. Cuando no escribía las cartas según mis procesos de pensamiento, yo no preguntaba las razones, sino que lo criticaba y lo regañaba, e insistía en que debía escribir a mi manera. Como no paraba de criticarlo y regañarlo, se volvió constreñido por mí, con miedo de expresar sus opiniones y pasivo en sus deberes. Incluso se circunscribió como alguien sin el calibre necesario para realizar este deber. La verdad era que Zhang Hang había predicado el evangelio muchos años y tenía cierta experiencia en el trabajo de seguimiento y guía, pero como yo lo limitaba, no utilizaba sus fortalezas existentes. Vi que mi arrogancia me había dejado completamente sin razón, y que estaba limitando y dañando a otros. ¿Realmente estaba cumpliendo con mi deber? Esto era claramente hacer el mal. Pensé en unos años atrás. Cuando estaba cumpliendo mis deberes como líder de la iglesia y veía que mi trabajo daba buenos resultados, despreciaba a mis compañeros de trabajo porque siempre sentía que tenía un mejor calibre y que mis puntos de vista eran los más correctos. Sentía que si se trataba de seleccionar o usar a las personas, organizar el trabajo u ocuparse de los asuntos, todos tenían que escucharme a mí. No permitía que nadie planteara opiniones diferentes. Si alguien tenía alguna objeción, simplemente rechazaba sus puntos de vista y a veces los regañaba y criticaba desde una posición de autoridad. Esto hacía que todos se sintieran constreñidos por mí. Debido a mi arrogancia, sentenciosidad y arbitrariedad, trastorné y perturbé gravemente el trabajo de la iglesia. Vi que, de nuevo, había caído en mis malos hábitos y eso me puso un poco negativo. Pensé: “No puedo seguir cumpliendo este deber. Si sigo así, seguiré viviendo según mi carácter arrogante. Esto no solo dañará a Zhang Hang sino que también trastornará y perturbará el trabajo”. Empecé a dar vueltas en la negatividad y en mi entendimiento equivocado, y me volví un tanto pasivo en mis deberes.

Luego, me di cuenta de que mi estado era incorrecto, así que busqué conscientemente la intención de Dios. Pensé en un pasaje de las palabras de Dios: “¿Por qué orquesta Dios estas cosas? No es para desenmascarar tal y como eres o para ponerte en evidencia y descartarte; ponerte en evidencia no es la meta final. La meta consiste en perfeccionarte y salvarte. ¿Cómo te perfecciona Dios? ¿Y cómo te salva? Comienza por hacerte consciente de tu propio carácter corrupto, y hacerte saber de tu esencia-naturaleza, de tus defectos y tus carencias. Solo si conoces estas cosas y tienes un claro entendimiento en tu corazón, puedes perseguir la verdad y, gradualmente, despojarte de tu carácter corrupto. Esto es Dios que te está brindando una oportunidad. Esta es la misericordia de Dios. Tienes que saber aprovechar esta oportunidad. No debes oponerte a Dios, confrontarte con Él ni malinterpretarlo. En particular, cuando te enfrentas con las personas, los acontecimientos y las cosas que Dios dispone a tu alrededor, no sientas constantemente que las cosas no son como desearías que fueran, no desees escapar constantemente de ellas ni te quejes siempre de Dios y tampoco lo malinterpretes. Si estás haciendo esas cosas constantemente, entonces no estás experimentando la obra de Dios y eso hará que te resulte muy difícil entrar en la realidad-verdad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para ganar la verdad, uno debe aprender de las personas, los acontecimientos y las cosas cercanas). Las palabras de Dios me hicieron comprender que, cuando Dios revela a las personas, no es para descartarlas, sino para salvarlas, para que puedan conocer su carácter corrupto, perseguir la verdad y lograr una transformación de carácter. Vi cuán lastimosamente pequeña era mi estatura y que cuando fui revelado, no busqué activamente la verdad para abordar mi carácter corrupto, sino que me volví negativo y me escapé. Esta no era la conducta de alguien que persigue la verdad. Entonces oré a Dios: “Dios, Satanás me ha corrompido profundamente. Cuando mi trabajo empieza a dar buenos resultados, me veo como alguien superior y me vuelvo arrogante y vanidoso. Desdeño y critico al hermano con el que colaboro, lo que lo limita y lo daña. Dios, no quiero vivir según mi carácter arrogante. Por favor, sálvame, y ayúdame a obtener una comprensión real de mi naturaleza arrogante y vanidosa para que pueda odiarme y perseguir un cambio de carácter”.

Después, leí un pasaje de las palabras de Dios que se refería directamente a mi estado. Dios Todopoderoso dice: “La arrogancia es la raíz del carácter corrupto del hombre. Cuanto más arrogante es la gente, más irrazonable es, y cuanto más irrazonable es, más propensa es a oponerse a Dios. ¿Hasta dónde llega la gravedad de este problema? Las personas de carácter arrogante no solo consideran a todas las demás inferiores a ellas, sino que lo peor es que incluso son condescendientes con Dios y no tienen un corazón temeroso de Él. Aunque las personas parezcan creer en Dios y seguirlo, no lo tratan en modo alguno como a Dios. Siempre creen poseer la verdad y tienen buen concepto de sí mismas. Esta es la esencia y la raíz del carácter arrogante, y proviene de Satanás. Por consiguiente, hay que resolver el problema de la arrogancia. Creerse mejor que los demás es un asunto trivial. La cuestión fundamental es que el propio carácter arrogante impide someterse a Dios, a Su soberanía y Sus disposiciones; alguien así siempre se siente inclinado a competir con Dios por el poder y el control sobre los demás. Esta clase de persona no tiene un corazón temeroso de Dios en lo más mínimo, por no hablar de que ni lo ama ni se somete a Él. Las personas que son arrogantes y engreídas, especialmente las que son tan arrogantes que han perdido la razón, no pueden someterse a Dios al creer en Él e, incluso, se exaltan y dan testimonio de sí mismas. Estas personas son las que más se resisten a Dios y no tienen un corazón temeroso de Él en absoluto. Si las personas desean llegar al punto de tener un corazón temeroso de Dios, primero deben resolver su carácter arrogante. Cuanto más minuciosamente resuelvas tu carácter arrogante, más tendrás un corazón temeroso de Dios, y solo entonces podrás someterte a Él y obtener la verdad y conocerle. Solo los que obtienen la verdad son auténticamente humanos(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). La exposición de las palabras de Dios me hizo comprender que cuando las personas viven según su naturaleza arrogante, sin experimentar el juicio y castigo de Dios, su carácter no cambia y en cualquier momento harán el mal y se resistirán a Dios. ¿No era así como me había estado comportando? Había podido resolver algunos problemas y mis habilidades de redacción eran un poco mejores que las de otros, entonces yo me veía como alguien superior y continuamente despreciaba a Zhang Hang. Ya fuera que había que resolver problemas o hablar sobre el trabajo, raramente buscaba la opinión de Zhang Hang. Incluso cuando lo hacía, solo era una formalidad. Siempre actuaba con superioridad y le daba órdenes. Cuando vi que Zhang Hang no seguía mi proceso de pensamiento para escribir una carta, en lugar de considerar lo que él quería expresar desde su perspectiva, o pensar si había algo que valía la pena usar de lo que él escribía, o cómo complementar y mejorar lo que él había escrito para lograr mejores resultados, yo simplemente rechazaba sus ideas directamente, lo criticaba y regañaba y lo obligaba a escribir la carta como yo le decía. Consideraba mis propios puntos de vista como el estándar y no permitía que Zhang Hang tuviera sus propias opiniones. Esto hizo que él se sintiera constreñido por mí y cuando escribía cartas era demasiado cauteloso. Incluso empezó a circunscribirse como alguien a quien le faltaba calibre y quiso renunciar. En realidad, los procesos de pensamiento de Zhang Hang al escribir cartas eran válidos a veces, pero solo comunicaba las cosas parcialmente. Debí haberme basado en lo que él escribía para mejorarlo, pero en cambio, rechazaba sus ideas de cuajo y lo obligaba a seguir mis instrucciones. ¿No estaba tratando mis ideas como si fueran la verdad? Vi lo profundamente arrogante que era mi naturaleza. Vivía según los venenos satánicos de: “Yo soy mi propio señor” y “Solo yo soy grande”. Ya fuera con Zhang Hang o con los hermanos y hermanas con quienes había trabajado antes, lo único que había hecho era limitarlos y dañarlos, lo cual también trastornaba y perturbaba el trabajo de la iglesia. Ahora veía lo arrogante y vanidoso que era, y que no tenía un corazón que temiera y se sometiera a Dios en absoluto. Iba por la senda de un enemigo de Dios. Pensé en Pablo en la Era de la Gracia. Tenía dones y talentos para predicar el evangelio y ganaba conversos, establecía muchas iglesias y escribía muchas cartas. Consideraba esto como un capital y despreciaba a todos. Incluso decía que era nada menos que un apóstol y a menudo se exaltaba y menospreciaba a los otros apóstoles. Se volvió tan arrogante que declaró abiertamente que para él el vivir era Cristo. Esto ofendió el carácter de Dios, quien lo maldijo y lo castigó. ¿Yo no me había comportado igual que Pablo? Darme cuenta de esto me aterró. Si no me arrepentía y perseguía un cambio de carácter, mi resultado sería el mismo que el de Pablo y sería desdeñado y descartado por Dios.

Más tarde, me sinceré con Zhang Hang sobre mi estado y le pedí disculpas, y él también se sinceró sobre su propio estado. A partir de entonces, guie pacientemente a Zhang Hang sobre cómo ver los problemas y cómo escribir las cartas. A veces, cuando le costaba escribir bien, lo ayudaba a mejorar sus borradores. Al practicar de esta manera, me sentí más en paz y tranquilo en mi corazón. Al reflexionar más, me di cuenta de que otra razón para mi arrogancia era que yo consideraba que mis dones y talentos eran capitales. Leí que las palabras de Dios dicen: “Cuando Dios creó al hombre, les dio a los distintos tipos de personas diferentes especialidades. Algunas personas son buenas en literatura, algunas son buenas en medicina, algunas son buenas en el estudio de habilidades, otras son buenas en la investigación científica, etcétera. Es Dios quien les da las especialidades a las personas, y no son algo de lo que alardear. No importa qué especialidades tenga uno, eso no quiere decir que uno comprenda la verdad y desde luego no significa que uno posea la realidad-verdad. Las personas tienen ciertas especialidades, y si creen en Dios, deberían usarlas para llevar a cabo sus deberes. Esto es aceptable para Dios. Alardear de determinada especialidad o querer usarla para hacer tratos con Dios es algo muy carente de razón. Dios no favorece a tales personas. Hay gente que tiene determinada habilidad y, por eso, cuando viene a la casa de Dios, siente que es mejor que los demás, quiere gozar de un trato especial y siente que tiene un empleo seguro, estable y con beneficios de por vida. Consideran esa habilidad una especie de capital. ¡Qué arrogancia! Así que, ¿cómo debes considerar esos dones y especialidades? Si esas cosas son útiles en la casa de Dios, entonces son simplemente herramientas para que cumplas tu deber. No tienen nada que ver con la verdad(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (III)). A partir de las palabras de Dios, comprendí que no importa qué clase de talentos tengamos, ya sea que sepamos cantar, bailar, escribir o predicar el evangelio, todos estos dones y talentos nos los da Dios. Dios nos da estos dones y talentos para que podamos usarlos para cumplir bien con nuestros deberes. Por ejemplo, yo tengo cierta habilidad para escribir, y debería haber usado mis fortalezas para asistir a mis hermanos y hermanas para hacer bien el trabajo de la iglesia. Pero usé estos dones y talentos otorgados por Dios como un capital. No solo me admiraba a mí mismo, sino que desdeñaba y limitaba a Zhang Hang constantemente y lo obligaba a seguir mis ideas. Mi carácter se volvió cada vez más arrogante, y carecía por completo de humanidad y razón. Fue en este punto que me di cuenta de que los dones y los talentos son meras herramientas para ayudar a una persona a cumplir bien con su deber. Tener dones y talentos no significa que una persona comprenda la verdad o que haya logrado una transformación de carácter. Si alguien tiene talentos y no persigue la verdad, no puede cumplir bien con sus deberes y seguirá haciendo el mal y resistiéndose a Dios. Yo trataba los dones y talentos que Dios me dio como un capital, considerándolos como destrezas y habilidades que me pertenecían, desconociendo por completo mi identidad y posición. Era verdaderamente descarado y le había causado repugnancia a Dios.

Más tarde, hubo un momento en que encontramos algunos problemas y desviaciones en el trabajo de riego y necesitábamos escribir una carta para brindar soluciones a través de la enseñanza. Después de hablar con Zhang Hang, le pedí que hiciera primero un borrador de la carta. Cuando terminó de escribir la carta y me la mostró, noté que aún faltaban algunos detalles y empecé a desdeñarlo otra vez. En ese momento, me di cuenta de que nuevamente estaba revelando un carácter arrogante. Pensé en un pasaje de las palabras de Dios: “¿Creéis que hay alguien perfecto? Por muy fuerte, capaz e ingeniosa que sea la gente, no es perfecta. La gente debe reconocerlo, es un hecho, y es la postura que las personas deben adoptar para abordar correctamente sus propios méritos y sus puntos fuertes o defectos; esta es la racionalidad que deben poseer. Con esa racionalidad podrás abordar adecuadamente tus puntos fuertes y débiles, así como los de los demás, lo que te permitirá trabajar armónicamente con ellos. Si has entendido este aspecto de la verdad y eres capaz de entrar en este aspecto de la realidad-verdad, podrás llevarte armónicamente con tus hermanos y hermanas, al utilizar sus puntos fuertes para compensar cualquier debilidad que tengas. Así, independientemente de cuál sea tu deber o actividad, siempre mejorarás en ello y tendrás la bendición de Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me ayudaron a entender que, para lograr una colaboración armoniosa con otros, debo tratar las fortalezas y debilidades de cada persona adecuadamente. Cuando veo las falencias y debilidades de los demás, no debo desdeñarlos o menospreciarlos, sino permitir que nuestras fortalezas se complementen entre sí. Así es como podemos lograr buenos resultados en nuestros deberes. Dios le ha dado a cada persona distintos calibres y talentos. Zhang Hang no era bueno escribiendo cartas, así que yo necesitaba tratar sus falencias adecuadamente y no podía comparar mis fortalezas con sus debilidades. La verdad era que Zhang Hang tenía sus propias fortalezas. Había sido responsable del trabajo evangélico y de riego durante muchos años, había acumulado mucha experiencia y había obtenido resultados en su trabajo. Sin embargo, a pesar de todo esto, no era arrogante o sentencioso e igual buscaba mi ayuda en los temas que no comprendía por completo. Cuando le señalaba problemas en su trabajo, también era capaz de aceptarlos. Estas eran fortalezas que yo no tenía, y debía aprender de él. Al darme cuenta de esto, pude ver las debilidades y falencias de Zhang Hang adecuadamente. Después, revisé y mejoré la carta. Cuando la envié, me sentí bien de haberme rebelado contra mí mismo en lugar de vivir según mi carácter arrogante, ya que eso me llena el corazón de paz y gozo, y no limita ni daña a los demás. Estos cambios que logré fueron resultado de las palabras de Dios que me guiaron. ¡Gracias a Dios!

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