Las palabras de Dios me liberaron de sentirme reprimida

27 Mar 2025

Por Keke, China

En mayo de 2021 me eligieron líder de iglesia y era responsable principalmente del trabajo evangélico y de riego. Cada tarea requería un seguimiento y una supervisión detallados y, a veces, los líderes superiores hacían arreglos detallados para cada una que debían implementarse sin demora. Si el trabajo no daba buenos resultados, a menudo tenía que resumir problemas y buscar los principios-verdad para resolverlos. En el comienzo había muchas cosas sobre este deber que desconocía, así que tuve que invertir mucho tiempo para familiarizarme. Sentía mucha presión, pero también sabía que ser capaz de hacer este deber era la forma que Dios tenía de exaltarme y extender Su gracia, así que debía cooperar correctamente. Alrededor de dos meses después, transfirieron a una hermana con la que había estado colaborando y solo quedamos la hermana Wang Jing y yo para manejar el trabajo de la iglesia. La carga de trabajo que solíamos dividir entre tres personas ahora recaía solamente sobre nosotras dos, lo que hacía que el trabajo fuera más pesado. A veces, justo cuando lograba terminar mis tareas y quería relajarme, llegaban más cartas que necesitaban respuesta. Siempre había trabajo para hacer. Con el tiempo, comencé a sentirme exhausta y empecé a esperar que la carga de trabajo disminuyera un poco para poder relajarme. A veces, después de terminar algunos mandados, no quería volver demasiado rápido y prefería pasar fuera un tiempo más para despejar mi cabeza. Vi que todo lo que la hermana de nuestra casa de acogida tenía que hacer era preparar tres comidas al día y luego podía descansar y leer las palabras de Dios en su tiempo libre. La envidiaba de verdad y extrañaba las épocas en las que tenía un deber de una sola tarea y aún me quedaba tiempo para relajarme. Ahora, la carga de trabajo era tan grande que sentía que, cada vez que abría los ojos por la mañana, me encontraba con trabajo. ¡Sentía que vivir así era demasiado duro! Parecía estar haciendo mi deber pero, por dentro, estaba llena de resistencia. Cuando respondía las preguntas de los hermanos y hermanas, sentía que estaba completando tareas solo como si fueran asignaciones y no me molestaba en considerar cómo lograr mejores resultados. Solo quería hacer las cosas rápidamente para poder descansar y relajarme. Cuando había muchas preguntas, eso me irritaba y me hacía perder los estribos y realmente reprimida.

Una vez, regresé a casa para ocuparme de unos asuntos y, en cuanto llegué, sentí como si todas mis cargas hubiesen desaparecido. No había trabajo pendiente y podía hacer lo que quisiera. ¡Era tan cómodo vivir así! Podría haber terminado todo lo que tenía que hacer en un solo día, pero terminé quedándome durante dos días. Me sentí culpable porque sabía que tendría que haber regresado en cuanto hubiera terminado mis recados, pero entonces pensé que, como rara vez volvía a casa, ¡tal vez podía quedarme un día extra más para relajarme un poco! Luego, la hermana Wang Jing me urgió a que me diera prisa para regresar y encargarme de parte del trabajo, así que no tuve otra opción más que volver. Como siempre había sido pasiva y negativa en mi deber de líder, mi estado empeoraba cada vez más y no estaba consiguiendo resultados en mi deber. No cambié ni siquiera con la enseñanza y la ayuda de los líderes y, eventualmente, me destituyeron. En ese entonces, no hice introspección. Solo después de un tiempo, cuando realizaba el deber de riego, me encontré con una hermana que conocía desde antes y me sentí algo conmovida. Esta hermana se había entrenado como líder durante más de un año, había progresado con rapidez y su enseñanza en las reuniones era muy práctica. Vi que, aunque el liderazgo implicaba muchas preocupaciones, dificultades y agotamiento, su vida había progresado muy rápido. En cambio, yo no dejé de resistirme a mi deber de liderazgo y permití que mi carne se relajara y se sintiera a gusto. Pero, ¿qué gané con todo esto? Si no cambiaba esta visión sobre la búsqueda en la que siempre prestaba atención a mi carne y temía las dificultades y el agotamiento, no importaba cuántos años continuara creyendo en Dios, mi vida nunca progresaría. Al pensar en esto, me preguntaba una y otra vez: “¿Por qué creo en Dios exactamente? ¿Qué es lo que en verdad quiero de mi fe en Dios? ¿Seguiré con la búsqueda de esta manera? Si puedo rebelarme contra mi carne, soportar las dificultades, pagar un precio y hacer mi deber sinceramente, ¿no ganaré más verdades?”.

Más tarde, leí las palabras de Dios que dicen: “Algunas personas son siempre superficiales y hallan la manera de holgazanear en el cumplimiento de sus deberes. En ocasiones, la obra de la iglesia debe hacerse de prisa, pero estas personas solo quieren hacer lo que les plazca. Si no se sienten muy bien físicamente, o llevan un par de días de mal humor y con el ánimo decaído, no estarán dispuestas a soportar adversidades ni a pagar un precio por hacer el trabajo de la iglesia. Son particularmente holgazanas y codician las comodidades. Cuando carecen de motivación, sus cuerpos se vuelven perezosos, y no están dispuestas a moverse, pero temen que los líderes las poden y que sus hermanos y hermanas las llamen vagas, así que la única opción que les queda es realizar el trabajo a regañadientes junto con todos los demás. Sin embargo, se sentirán muy poco dispuestas, además de infelices y reacias a hacerlo. Se sentirán agraviadas, ofendidas, molestas y agotadas. Quieren obrar según su propia voluntad, pero no se atreven a separarse o a ir en contra de las exigencias o estipulaciones de la casa de Dios. En consecuencia, con el tiempo empieza a surgir en ellas una emoción: la represión. Una vez que esta emoción represiva se arraiga en ellas, empezarán poco a poco a mostrarse desganadas y débiles. Al igual que una máquina, ya no entenderán lo que hacen con claridad, pero seguirán haciendo a diario lo que se les diga, de la manera en la que se les diga. Aunque a primera vista continuarán llevando a cabo sus tareas sin detenerse, sin pausa, sin apartarse del entorno de cumplir con sus deberes, en sus corazones se sentirán reprimidas, y pensarán que sus vidas son agotadoras y están llenas de agravios. En ese momento, su mayor deseo es dejar algún día de estar controladas por otros, no estar restringidas por las estipulaciones de la casa de Dios, y liberarse de los arreglos de esta. Quieren hacer lo que les venga en gana cuando les venga en gana, trabajar un poco si se sienten bien y si no, no trabajar. Anhelan estar liberadas de toda culpa, de que alguna vez se las pode, y de que alguien las supervise, vigile o esté a cargo de ellas. Estas personas piensan que cuando llegue ese día, será un gran día y se sentirán muy libres y liberadas. No obstante, siguen sin estar dispuestas a marcharse o rendirse; temen que si no desempeñan sus deberes, si de verdad hacen lo que les apetece y algún día están libres y liberadas, entonces se alejarán de Dios de manera natural, y tienen miedo de que si Dios ya no las quiere, no podrán ganar ninguna bendición. Algunas personas se ven envueltas en este dilema: si intentan quejarse ante sus hermanos y hermanas, les resultará difícil hablar. Si recurren a Dios a través de la oración, se sentirán incapaces de abrir la boca. Si se quejan, se sentirán culpables. Si no se quejan, se sentirán intranquilas. Se preguntan por qué sus vidas parecen tan llenas de agravios, tan contrarias a su propia voluntad y tan agotadoras. No quieren vivir así, no quieren sintonizar con los demás, quieren hacer lo que les dé la gana, como les dé la gana, y se preguntan por qué son incapaces de lograrlo. Antes creían que solo estaban agotadas físicamente, pero ahora su corazón también se siente cansado. No entienden lo que les pasa. Decidme, ¿acaso esto no lo causan las emociones represivas? (Sí)” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Después de leer las palabras de Dios, finalmente comprendí que la razón por la que me sentía tan reprimida y afligida en mi deber de líder no era que el deber fuera muy atareado o agotador, sino que mi mentalidad no era la correcta. Constantemente perseguía la comodidad y los disfrutes carnales, así que, cuando el deber era levemente más exigente o cansador, mi carne no estaba satisfecha y me sentía reprimida y afligida. Sobre todo después de que transfirieran a la hermana con la que colaboraba, la carga de trabajo aumentó y siempre había algo para hacer todos los días, por lo que me enfadaba y quería reprender y atacar verbalmente al resto. Incluso envidiaba a la hermana de nuestro hogar de acogida por tener un deber tan fácil y liviano. Me di cuenta de que lo que perseguía no era un correcto desempeño en mi deber, sino la comodidad física. Constantemente me ahogaba en emociones represivas, trataba mi deber con irreverencia, no tenía ningún sentido de la responsabilidad y no era digna de confianza para nada. ¡En verdad había hecho que Dios me detestara!

Leí otro pasaje de las palabras de Dios que me dio algo de entendimiento sobre la raíz de mi persecución de la comodidad carnal. Dios Todopoderoso dice: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y no hayan comprendido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes sentimientos tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro del hombre. Entonces, ¿qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persigue la gente, lo hace para sí misma, por tanto solo vive para sí misma. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta y son el auténtico retrato de su naturaleza satánica. Dicha naturaleza satánica se ha convertido ya en la base de la existencia de la humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Por la exposición de las palabras de Dios, comprendí que mi decadencia y depravación eran el resultado de vivir siempre de acuerdo a venenos satánicos como: “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”, “La vida solo consiste en comer y vestirse” y “La vida es breve; disfruta mientras puedas”. Daba una importancia excesiva al disfrute físico y pensaba que la vida era corta y que por ello tenía que tratarme bien y no dejar que mi cuerpo sufriera ninguna adversidad. Recordé mis exámenes de ingreso a la universidad. Mientras otros se quedaban hasta muy entrada la noche para estudiar y trabajaban duro, a mí me parecía un ritmo demasiado rápido y agotador, así que nunca me quedaba hasta tarde estudiando y pensaba que estaba bien siempre y cuando mis notas no bajaran. Después de venir a la iglesia para hacer mi deber, continué viviendo con esa mentalidad. Cuando mi deber de líder requirió que sufriera y pagara un precio y no podía disfrutar de la comodidad física, me sentía verdaderamente reprimida y desmoralizada. Mi mente se llenaba de pensamientos sobre no agotarme y priorizar mis intereses físicos e ignoraba por completo mis deberes y responsabilidades. Aunque pesaba sobre mí un deber tan importante, no pensaba en cómo obtener buenos resultados en cada tarea ni en cómo cumplir bien mis responsabilidades. Solo consideraba mi propia comodidad y satisfacía mis deseos carnales, y me sentía miserable cada vez que se presentaba una dificultad extra y quería huir de ella. Vi que había sido increíblemente egoísta y despreciable y que carecía por completo de conciencia o razón. En verdad, haciendo memoria, aunque mi cuerpo encontraba una comodidad temporaria, no había ganado ninguna verdad ni cumplido mi deber y no tenía nada de integridad ni dignidad. Vivir así no tenía ningún sentido ni valor. Al reflexionar sobre esto, me odié verdaderamente y me sentí profundamente en deuda con Dios y ya no quise seguir viviendo de esa manera.

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios que de veras me conmovió. Dios Todopoderoso dice: “¿Cómo son los que se ocupan del trabajo que les corresponde? Son personas que consideran de manera sencilla sus necesidades básicas, como la comida, la ropa, la vivienda y el transporte. Mientras estas cosas cumplan un estándar normal, con eso les basta. Les importa más su senda en la vida, su misión como seres humanos, su perspectiva vital y sus valores. ¿En qué piensan todo el tiempo las personas poco prometedoras? Siempre están pensando en cómo holgazanear, en trucos para eludir sus responsabilidades, en cómo comer bien y divertirse, en su tranquilidad y comodidad física, sin tener en cuenta los asuntos importantes. Por tanto, se sienten reprimidas en el entorno y el ambiente del cumplimiento de su deber en la casa de Dios. En ella se requiere que adquieran ciertos conocimientos comunes y profesionales relativos a sus deberes, a fin de que puedan desempeñarlos mejor. La casa de Dios requiere que las personas coman y beban a menudo Sus palabras para poder comprender mejor la verdad, entrar en la realidad-verdad y conocer cuáles son los principios de cada acción. Todo esto que comparte y menciona la casa de Dios está relacionado con temas, asuntos prácticos y demás cuestiones que forman parte de la vida de las personas y el desempeño de sus deberes, y su propósito es ayudar a las personas a ocuparse del trabajo que les corresponde y a caminar por la senda correcta. Estas personas que no se ocupan del trabajo que les corresponde y hacen lo que les apetece no desean hacer tales cosas pertinentes. El objetivo final que desean alcanzar al hacer lo que les viene en gana es su comodidad física, su placer y tranquilidad, y que no se les restrinja ni se les agravie de ninguna manera; es poder comer lo suficiente de lo que quieran, y hacer lo que les plazca. El motivo por el que a menudo se sienten reprimidas es la calidad de su humanidad y de su afán interior. Por mucho que les hables sobre la verdad, nada cambia en ellas y su represión no se resuelve. Esa es la clase de personas que son; no son más que cosas que no se ocupan del trabajo que les corresponde. Aunque en apariencia no hayan cometido ninguna maldad importante ni sean malas personas, y aunque parezca que solo han fracasado a la hora de cumplir los principios y preceptos, en realidad, su esencia-naturaleza es que no se ocupan del trabajo que les corresponde ni siguen la senda correcta. Esta clase de personas carecen de la conciencia y la razón de la humanidad normal, y no pueden alcanzar la inteligencia de esta. […] En la sociedad, ¿quiénes son los que no se ocupan de su trabajo? Los holgazanes, necios, vagos, gamberros, rufianes y vividores, la gente de ese tipo. No desean aprender ninguna habilidad o destreza nueva, y no quieren emprender carreras serias o encontrar un trabajo para salir adelante. Son los holgazanes y vividores de la sociedad. Se infiltran en la iglesia, y luego quieren conseguir algo a cambio de nada, obtener las bendiciones que les corresponden. Son unos oportunistas. Estos oportunistas nunca están dispuestos a desempeñar sus deberes. Si las cosas no salen como ellos quieren, aunque sea solo un poco, se sienten reprimidos. Desean siempre vivir con libertad, sin realizar ningún tipo de trabajo, y aun así quieren comer bien y vestir ropa buena, comer lo que les venga en gana y dormir cuando lo deseen. Piensan que cuando se dé un día como ese, sin duda será maravilloso. No quieren soportar siquiera unas pocas adversidades y desean una vida complaciente. A estas personas incluso vivir les resulta agotador; las emociones negativas las limitan. A menudo se sienten cansadas y confusas porque no pueden hacer lo que les apetece. No quieren ocuparse del trabajo que les corresponde ni de sus propios asuntos. No quieren dedicarse a un trabajo y ser constantes en él de principio a fin, tratándolo como su propia profesión y deber, como su obligación y responsabilidad; no quieren acabarlo y conseguir resultados, ni llevarlo a cabo según el mejor estándar posible. Nunca han pensado así. Lo único que quieren es actuar de manera superficial y utilizar su deber como un medio para ganarse la vida. Cuando se enfrentan a un poco de presión o a alguna forma de control, o cuando se les exige un estándar ligeramente superior o se les hace cargar con un poco de responsabilidad, se sienten incómodas y reprimidas. Estas emociones negativas surgen en su interior, la vida les resulta agotadora y se sienten desgraciadas. Una razón fundamental por la que a estas personas les resulta agotador vivir es que carecen de razón. Su razón está deteriorada, se pasan el día fantaseando, viviendo en un sueño, en las nubes, imaginando siempre las cosas más descabelladas. Por eso su represión es muy difícil de resolver. No les interesa la verdad, son incrédulos. Lo único que podemos hacer es pedirles que abandonen la casa de Dios, que vuelvan al mundo y encuentren su propio lugar de tranquilidad y comodidad(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Cuando leí las palabras de Dios que hablaban de aquellos que “no se ocupan de su trabajo” o que son “holgazanes” y “vividores”, sentí una punzada profunda y una angustia total. Los holgazanes y vividores son lo más bajo y las personas más degeneradas. Se pasan los días comiendo, bebiendo y divirtiéndose y no tienen búsquedas serias. No son confiables en nada de lo que hacen, son inconsistentes y no tienen sentido de la responsabilidad. Mi búsqueda no era diferente de aquella de los vividores. Como líder, mis pensamientos día tras día no eran sobre cómo hacer bien mis deberes o asumir mis responsabilidades. En cambio, siempre pensaba en cómo brindar calma y comodidad a mi carne y, a la menor dificultad, me resistía y me sentía insatisfecha. Trataba a mi deber como un estorbo y no consideraba para nada las tareas que me correspondían. Vi que no era digna de confianza y que no tenía un corazón temeroso de Dios para nada. Incluso los no creyentes creen que “sin esfuerzo no hay recompensa” y que, para sobrevivir, hay que soportar dificultades y pagar un precio. Sin embargo, yo no podía aguantar ningún sufrimiento y, ante la menor incomodidad, hacía oír mis quejas. ¿No era una completa inútil? Si no cambiaba esta mentalidad degenerada y seguía evitando el trabajo verdadero que se suponía que debía estar haciendo, terminaría siendo descartada. Dios salva a aquellos que creen sinceramente en Él, persiguen la verdad y realizan sus deberes con responsabilidad. Estas personas se centran en los asuntos correctos y se encargan de los deberes que les corresponden y, aunque sus deberes les causen sufrimiento o fatiga, no se quejan y los cumplen con sinceridad. En adelante, quería ser alguien que se ocupara de los deberes que le correspondían.

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios y encontré una senda de práctica. Dios Todopoderoso dice: “¿Qué valor tiene la vida de una persona? ¿Sirve meramente para disfrutar de placeres carnales como comer, beber y divertirse? (No es así). Entonces, ¿qué valor tiene? […] Por una parte, se trata de cumplir con el deber de un ser creado. Por otra, se trata de hacer lo mejor que puedas todo aquello que esté dentro de tus posibilidades y de tu capacidad, alcanzando al menos un punto en el que tu conciencia no te acuse, en el que puedas estar en paz con tu propia conciencia y resultes aceptable a ojos de los demás. Si lo llevamos un poco más lejos, a lo largo de tu vida, con independencia de la familia en la que hayas nacido, tu formación académica o tus aptitudes, debes entender los principios que las personas han de comprender en la vida. Por ejemplo, qué tipo de senda han de seguir, cómo deben vivir y la manera de tener una vida con sentido; al menos debes explorar un poco el verdadero valor de la vida. No puede vivirse en vano y uno no puede venir a esta tierra en balde. En otro sentido, durante tu vida, debes cumplir tu misión; esto es lo más importante. No hablamos de completar una gran misión, deber o responsabilidad; pero como mínimo, debes cumplir con algo. […] El valor de la vida humana y la senda correcta a seguir implican lograr algo valioso y completar uno o varios trabajos de valor. A esto no se le llama carrera, sino que recibe el nombre de senda correcta, y también se la denomina la tarea adecuada. Dime, ¿vale la pena pagar el precio con el fin de completar algún trabajo valioso, tener una vida significativa y valiosa, y perseguir y alcanzar la verdad? Si realmente deseas perseguir un entendimiento de la verdad, emprender la senda correcta en la vida, cumplir bien con tu deber y tener una vida valiosa y significativa, entonces no dudarás en emplear toda tu energía, pagar cualquier precio y entregar todo tu tiempo y el alcance de tus días. Si durante este periodo sufres alguna enfermedad, no tendrá importancia, no te aplastará. ¿Acaso no es esto muy superior a toda una vida de bienestar, libertad y ociosidad, nutriendo el cuerpo físico hasta el punto en el que esté bien nutrido y sano, y logrando en última instancia la longevidad? (Sí). ¿Cuál de estas dos opciones es una vida valiosa? ¿Cuál de las dos puede aportar consuelo y ningún remordimiento a las personas cuando al final se enfrenten a la muerte? (Vivir una vida con sentido). Vivir una vida con sentido. Eso significa que, en tu corazón, habrás obtenido algo y estarás reconfortado(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (6)). Después de leer las palabras de Dios, comprendí lo que las personas deben perseguir para tener una vida con significado y valor. La vida es muy corta, así que debemos hacer cosas significativas en ese tiempo limitado. Perseguir la verdad y cumplir bien nuestros deberes son las únicas maneras de evitar vivir en vano. Cuando la obra de Dios esté completa, no nos quedarán remordimientos ni sentimientos de deuda y nuestros corazones se sentirán en calma y en paz. Reflexioné sobre cómo solía vivir para mi carne. Hasta la más mínima dificultad o agotamiento en mis deberes me hacía sentir reprimida, reticente e insatisfecha. Vivía sin ninguna semejanza humana y no estaba cumpliendo bien mis deberes. Todo lo que dejaba a mi paso eran sentimientos de culpa y endeudamiento y, al final, no ganaba ninguna verdad. ¡Realmente estaba desperdiciando mi tiempo! Pensé para mis adentros: “No puedo seguir viviendo sin un propósito. Por suerte tengo la oportunidad de aceptar la obra de Dios de los últimos días. Esta es la gracia y la exaltación de Dios, y debo asumir mis responsabilidades, aprender a rebelarme contra mi carne y convertirme en una persona que se ocupa de los deberes que le corresponden”. Con estos pensamientos en mente, mi corazón se sintió verdaderamente iluminado y claro y supe qué perseguir de ahí en adelante.

Luego, me eligieron nuevamente como líder de iglesia y me sentí realmente agradecida. También valoré esta oportunidad y quise cumplir bien mis deberes. Después de convertirme en líder, todos los días había mucho trabajo por hacer y, cuando hubo demasiado de lo que ocuparme en mis deberes, volví a revelar pensamientos que tenían consideración por mi carne y no quise pensar profundamente en las cosas, pero luego recordé las palabras de Dios: “¿Vale la pena pagar el precio con el fin de completar algún trabajo valioso, tener una vida significativa y valiosa, y perseguir y alcanzar la verdad? Si realmente deseas perseguir un entendimiento de la verdad, emprender la senda correcta en la vida, cumplir bien con tu deber y tener una vida valiosa y significativa, entonces no dudarás en emplear toda tu energía, pagar cualquier precio y entregar todo tu tiempo y el alcance de tus días. Si durante este periodo sufres alguna enfermedad, no tendrá importancia, no te aplastará(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (6)). Las palabras de Dios me dieron fe y fortaleza y supe que no podía seguir siendo negligente en mis deberes simplemente para satisfacer mi carne y que la comodidad física solo era temporaria. No poner todo mi esfuerzo en mis deberes me dejaría remordimientos y me sentiría en deuda, y esas eran cosas que no podrían borrarse nunca. Entonces, oré a Dios para rebelarme contra mí misma, lo que permitió que mi corazón estuviera más en paz y me ayudó a cooperar con sinceridad. Comencé a considerar cómo lograr resultados reales en mi trabajo y, cada vez que enfrentaba algo que no comprendía, lo hablaba con otros y buscaba principios-verdad en las palabras de Dios. Aunque hacer mis deberes de esta forma era más ocupado, requería que me hiciera cargo de más preocupaciones y tenía menos tiempo para relajarme, gané mucho más y mi vida se sintió cada vez más plena. También dejé de volverme negativa y de reprimirme con tanta facilidad. Esta transformación en mí fue el resultado de las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios!

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