¿Cuidar de nuestros padres es una misión que Dios nos encomienda?
Por Liu Hui, China A finales de septiembre de 2022, el esposo de Ming Hui la llevó a casa después de sacarla de la cárcel. Por creer en...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Cuando era pequeña, mi familia era relativamente pobre. Mis parientes y amigos nos miraban por encima del hombro e incluso mis abuelos nos excluían. Mi madre solía decirme con insistencia: “¡Tienes que estudiar mucho y honrar a la familia!”. Tomé sus palabras muy en serio, me esforcé en mis estudios y siempre estuve entre los mejores de mi clase. Pero, más tarde, tuve un accidente de auto y otros percances, por lo que me tuvieron que hacer tres operaciones. Cada vez que tuvieron que operarme, mi familia se preocupó mucho. A veces, mi madre se quejaba y decía que, si no fuera por el dinero que habían gastado en mis operaciones, nuestra familia no sería tan pobre. Tras pasar los exámenes de ingreso a la escuela secundaria, logré entrar a una de prestigio. Muchas veces pensé en dejar los estudios para empezar a trabajar y ganar dinero para aliviar la carga de mi familia, pero mis padres no estaban de acuerdo y me animaban a centrarme en mis estudios. Eso me conmovió profundamente y decidí que, cuando fuera grande, se los compensaría como se merecían. Más adelante, mi trayectoria académica continuó sin problemas y, después de los exámenes de ingreso a la universidad, conseguí entrar a una de primer nivel. Luego, continué mis estudios de posgrado en una universidad prestigiosa. En ese momento, nuestra situación económica era extremadamente mala, mis padres se enfermaban a menudo y no podían realizar trabajos pesados, así que nuestra familia siempre estaba endeudada. Cada año, cuando volvía a casa para el Año Nuevo chino, le preguntaba a mi madre cuánto debíamos todavía a nuestros amigos y parientes. De vez en cuando, también oía a mi madre decir que, para mantener a la familia y pagar mis estudios universitarios, mi padre tenía dos empleos en los que hacía trabajo duro. Cada día iba a trabajar con la ropa seca y volvía con todo empapado. Mi madre me decía que no decepcionara a la familia y que nunca fuera desagradecida. Cuando oía a mi madre decir esto, lloraba en secreto debajo de las sábanas en medio de la noche y pensaba: “Cuando empiece a trabajar, daré una parte de mi salario a mis padres cada mes para que puedan vivir bien”.
Dos meses después de empezar a trabajar tras mi graduación, acepté la obra de Dios de los últimos días. A través de las palabras de Dios, llegué a entender que Dios nos da el aliento de vida y que, como seres vivos, los humanos debemos adorarlo. A medida que las palabras de Dios me regaban, sentí con cada vez mayor fuerza que debía dedicar más tiempo a leer Sus palabras y perseguir la verdad. Así que dejé mi trabajo de forma voluntaria y elegí cumplir mi deber en la iglesia. De vez en cuando visitaba a mis padres en su lugar de trabajo. Cada vez que los veía con su pelo canoso, mi corazón sufría por ellos y me sentía profundamente culpable, ya que pensaba que les había fallado al no trabajar ni ganar dinero para mantenerlos. Cada vez que los visitaba, les compraba algunas cosas o suplementos para tratar de compensar el sentimiento de deuda que llevaba en el corazón. En 2021, la policía hizo una gran redada en la iglesia a la que pertenecía y también me empezó a perseguir. Gracias a la protección de Dios, no consiguió arrestarme, pero ya no pude contactar con mi familia. Cuando pensaba en lo preocupados que estarían mis padres al no poder contactarme, me sentía especialmente culpable y pensaba: “Tuve varios accidentes cuando era joven y mis padres se preocupaban mucho por mí. Han trabajado muy duro para criarme, lo que no les fue nada fácil. Ahora, no solo no estoy ganando buen dinero para mantenerlos, sino que también estoy haciendo que se preocupen por mí. ¡Soy realmente una mala hija!”. La pena me afligía el corazón y quería llorar cada vez que pensaba en mis padres. No podía concentrarme en las palabras de Dios ni absorber las pláticas de mis hermanos y hermanas. Cada vez que veía a hermanos y hermanas de la edad de mis padres, pensaba en los míos: “Se están poniendo mayores y no tienen muy buena salud. Me pregunto cómo estarán ahora. Si se enferman, ¿les alcanzará el dinero para el tratamiento?”. Aunque seguía cumpliendo mi deber, mi corazón estaba constantemente preocupado por mis padres. Solo cumplía con mi deber por inercia y, cada vez que algo no salía como yo quería, pensaba en volver a casa. Pero, cuando pensaba en que me arrestarían si lo hacía, no me atrevía a regresar. Así que oré a Dios y le pedí que me protegiera de las limitaciones de mi afecto.
Un día, leí dos pasajes de las palabras de Dios y gané algo de entendimiento sobre mi problema. Dios Todopoderoso dice: “Debido al condicionamiento de la cultura tradicional china, según sus nociones tradicionales, el pueblo chino cree que se debe observar una devoción filial hacia los padres. Aquel que no cumple con la devoción filial es mal hijo. Al pueblo le han inculcado estas ideas desde la infancia y se enseñan en prácticamente todos los hogares, así como en todas las escuelas y en la sociedad en general. Cuando a una persona le han llenado la cabeza de esas cosas, piensa: ‘La devoción filial es más importante que nada. Si no cumpliera con ella, no sería buena persona; sería mal hijo y la sociedad me criticaría. Sería una persona carente de conciencia’. ¿Es correcto este punto de vista? La gente ha visto muchas verdades expresadas por Dios; ¿acaso Él ha exigido que uno demuestre devoción filial hacia sus padres? ¿Es esta una de las verdades que los creyentes en Dios deben comprender? No, no lo es. Dios solo ha hablado sobre ciertos principios. ¿Según qué principio piden las palabras de Dios que la gente trate a los demás? Ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia. Ese es el principio al que hay que atenerse” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). “¿Qué clase de educación te aportan las expectativas de tus padres? (La necesidad de rendir bien en los exámenes y tener un futuro de éxito). Has de demostrar que eres prometedor, tienes que estar a la altura del amor de tu madre y de su arduo trabajo y sus sacrificios, y has de colmar las expectativas de tus padres y no defraudarles. Te quieren mucho, lo han dado todo por ti y te dedican su vida entera. Entonces, ¿en qué se han tornado todos sus sacrificios, su educación e incluso su amor? En algo que debes devolverles y, al mismo tiempo, en una carga para ti. Así es como surge la carga. Aunque los padres hagan estas cosas por instinto, por amor o por los imperativos de la sociedad, la utilización de estos métodos para educarte y tratarte, e incluso para inculcarte toda clase de ideas, al final no proporcionan a tu alma libertad, liberación, consuelo ni alegría. ¿Qué conllevan para ti? Presión, miedo, condena y desazón en tu conciencia. ¿Qué más? (Ataduras y limitaciones). Ambas cosas. Es más, ante semejantes expectativas de tus padres, no puedes evitar vivir por sus esperanzas. Para cumplir con sus expectativas, para no fallarles y que no pierdan la esperanza en ti, estudias todos los días cada asignatura a conciencia y con esmero y haces todo lo que te piden” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). Dios puso al descubierto cómo era exactamente mi estado. Desde que yo era joven, mi madre me había enseñado que mis padres se habían sacrificado mucho por mí y que no debía ser desagradecida cuando fuera más grande. Mis parientes y vecinos también solían decir que, a pesar de que mi familia era pobre, mis padres habían seguido pagando mis estudios, por lo que tenía que retribuírselo adecuadamente en el futuro y no olvidar mis raíces. También vi los sacrificios que mis padres hicieron por mí. Cuando era pequeña, tuve varios accidentes y mis padres se desvivieron por conseguir dinero para mis operaciones. También fueron por todas partes buscando los fondos necesarios para pagar mis estudios. Así que acepté la educación y el adoctrinamiento de mi familia, parientes y amigos de todo corazón y sin dudarlo. Hice de mi meta estudiar mucho, mejorar la situación económica de mi familia y asegurarme de que mis padres pudieran tener una buena vida. Para lograrlo, me esforcé mucho para obtener una educación superior y tenía planeado dar una parte de mi salario a mis padres cada mes, independientemente de lo que pasara en mi vida. Pero, después de encontrar a Dios y de elegir dejar mi trabajo para cumplir mi deber, me sentí culpable por haber fallado a mis padres. Más tarde, debido a la persecución y los arrestos que el PCCh llevó a cabo, no pude contactar con mi familia, lo que me hizo condenarme a mí misma aún más y sentirme una mala hija. Cuando pensaba en cómo mis padres habían apoyado mis estudios y que, ahora que finalmente me había graduado, no solo no estaba ganando dinero para recompensarlos, sino que, además, estaba haciendo que se preocuparan, me abrumaba la culpa y me reprochaba a mí misma. Cuando veía a personas de la edad de mis padres, me preocupaba por ellos y mi atención se desviaba de mi deber. Incluso pensé en traicionar a Dios y abandonar mi deber para volver a casa. Las ideas tradicionales que mi familia y la sociedad me habían inculcado, como “La devoción filial es la principal virtud” y “Una persona no filial es peor que un animal”, se habían arraigado profundamente en mi corazón. Eran como un cepo doloroso que me había atrapado con fuerza. Tenía claro que la vida humana proviene de Dios, y que creer en Él, adorarlo y cumplir nuestro deber eran las sendas correctas de la vida y esto era perfectamente natural y estaba justificado; pero, aun así, no podía sentirme tranquila en mi deber. Sentía todo el tiempo que ir en contra de las expectativas de mis padres significaba que carecía de conciencia y que era una hija mala y desagradecida.
Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios que me ayudó a tratar de manera correcta todos los sacrificios que mis padres habían hecho por mí. Dios Todopoderoso dice: “Hablemos de cómo debe interpretarse ‘Tus padres no son tus acreedores’. ¿Acaso no es un hecho que ‘Tus padres no son tus acreedores’? (Sí). Dado que es un hecho, nos corresponde explicar las cuestiones que abarca. Analicemos el asunto de que tus padres te trajeran al mundo. ¿Quién eligió que te trajeran al mundo, tú o tus padres? ¿Quién eligió a quién? Si lo analizas desde la perspectiva de Dios, la respuesta es: ninguno de los dos. Ni tú ni tus padres elegisteis que ellos te trajeran al mundo. Si analizas de raíz esta cuestión, esto lo dispuso Dios. Dejaremos este tema de lado por ahora, ya que es algo fácil de entender. Desde tu punto de vista, naciste pasivamente de tus padres, sin tener otra opción al respecto. Desde la perspectiva de tus padres, te trajeron al mundo por su propia voluntad independiente, ¿verdad? En otras palabras, dejando de lado la disposición de Dios, en lo relativo a tu nacimiento, fueron tus padres quienes detentaron todo el poder. Eligieron traerte al mundo y lo decidieron todo. Tú no elegiste que ellos te dieran la vida, naciste de ellos pasivamente y no tuviste elección alguna al respecto. Así pues, dado que tus padres tuvieron todo el poder y optaron por hacer que nacieras, tienen la obligación y la responsabilidad de educarte, criarte hasta la vida adulta, proveerte de educación, alimento, vestimenta y dinero; esta es su responsabilidad y obligación, y es lo que les corresponde hacer. En tanto que tu postura fue siempre pasiva durante el tiempo que te criaron, no tuviste derecho a elegir: debían criarte ellos. Como eras pequeño, no tenías la capacidad de criarte solo, no te quedó más alternativa que recibir pasivamente la crianza de tus padres. Ellos te criaron tal como quisieron; si te daban buena comida y bebida, tú comías y bebías bien. Si te ofrecían un entorno vital en el que sobrevivías alimentándote de cizaña y plantas silvestres, así es como sobrevivías. En cualquier caso, durante tu crianza, tú eras pasivo y tus padres cumplían con su responsabilidad. Es igual que si tus padres cuidaran una flor. Si quieren cuidarla, deben fertilizarla, regarla y asegurarse de que reciba la luz del sol. Así pues, en cuanto a la gente, no importa si tus padres te cuidaron de manera meticulosa o si te dispensaron mucha atención, de todos modos, solo cumplían con su responsabilidad y obligación. […] Dado que es una responsabilidad y una obligación, debe ser libre y no deben pedir una retribución. Al criarte, tus padres solo cumplían con su responsabilidad y obligación, y no corresponde remunerarla, no debe ser una transacción. Así pues, no es necesario que abordes a tus padres ni que manejes tu relación con ellos con la idea de recompensarlos. Si efectivamente tratas a tus padres, les retribuyes y abordas tu vínculo con ellos en función de esta idea, eso es inhumano. A su vez, es probable que eso haga que tus sentimientos carnales te limiten y te aten, y te resultará dificultoso salir de ese enredo, hasta el punto de que incluso podrías perder el camino. Tus padres no son tus acreedores, así que no tienes la obligación de concretar todas sus expectativas. No tienes la obligación de correr con los gastos de sus expectativas. Es decir, ellos pueden tener expectativas; tú cuentas con tus elecciones y con la senda vital y el porvenir que Dios ha dispuesto para ti, lo cual no tiene nada que ver con tus padres” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, llegué a entender que los padres no son acreedores de sus hijos, sino que los crían de manera voluntaria y, dado que es su elección, tienen la responsabilidad y la obligación de hacerlo. No importa lo mucho que sacrifiquen los padres durante ese proceso, es su responsabilidad como padres y una especie de ley que Dios ha decretado para los seres creados. Al igual que muchas criaturas en la naturaleza que se reproducen y cuidan de sus crías, simplemente están siguiendo las leyes y principios que el Creador ha establecido. Lo mismo se aplica a los seres humanos. Los padres que eligen tener hijos deben criarlos y darles libertad para permitirles que elijan su propia senda en la vida. Que los padres exijan que sus hijos los recompensen y les retribuyan solo por haberlos criado, o que incluso sacrifiquen la libertad de sus hijos de elegir su senda en la vida para cumplir sus propios deseos de tener una vida mejor es algo inhumano, de hecho. Esos padres son demasiado egoístas. Al reflexionar sobre la razón por la que me sentía culpable por no ganar dinero para ser una buena hija para mis padres, me di cuenta de que era porque había visto sus sacrificios y cuidados como un acto de amabilidad y a ellos como mis acreedores. Creía que, una vez que tuviera la capacidad de ganar dinero en el futuro, tenía que recompensarlos adecuadamente; de lo contrario, sería una hija mala y desagradecida que carecía de humanidad. A partir de las palabras de Dios, entendí que tenía una perspectiva errónea sobre las cosas. Que mis padres me hubieran criado y cuidado era simplemente cumplir con su responsabilidad y obligación como padres. No les debía nada ni estaba obligada a cumplir con sus expectativas. Tengo el derecho a elegir el tipo de senda que debo tomar en la vida y no debería estar limitada por esa supuesta amabilidad, ya que eso me haría perder mi libertad en la vida e incluso perder mi oportunidad de perseguir la verdad y ser salva. Al reflexionar sobre cada etapa de mi vida, vi que había tenido varios accidentes peligrosos cuando era niña; sin embargo, había sido protegida y había sobrevivido de milagro por la protección de Dios. En una ocasión, un coche que iba a toda velocidad me atropelló, me lanzó al otro lado del camino y perdí el conocimiento. Pero, cuando desperté, solo tenía fracturas menores y algunas heridas superficiales. En otra ocasión, una persona con esquizofrenia me golpeó con violencia. Fue un incidente especialmente sangriento y violento, pero mi cerebro no sufrió ningún daño y mi rostro no quedó desfigurado. Solo fueron necesarios unos puntos de sutura en la cabeza y terminé con solo un hueso roto, pero sin haber sufrido otras lesiones de gravedad. Los que sabían lo que me había pasado cuando era niña decían que realmente tenía mucha suerte. En realidad, no se trataba de suerte. Todo se debía a la protección de Dios. Haciendo memoria, me di cuenta de que había llegado hasta el presente gracias al cuidado y la protección de Dios. Tenía una senda en la vida que Dios había establecido para mí y una misión que cumplir. No debía vivir solo para mis padres.
Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “En cuanto a las expectativas de tus padres, no deberías acarrear ninguna carga. Si haces lo que ellos te piden, tu porvenir no va a cambiar, y tampoco lo hará si no cumples sus expectativas y los decepcionas. Sea como sea la senda que tengas por delante, así va a ser; Dios ya lo ha ordenado. De igual modo, si cumples las expectativas de tus padres, los satisfaces y no los decepcionas, ¿significa eso que van a tener una vida mejor? ¿Puede cambiar el porvenir de sufrimiento y maltrato que tienen? (No). Hay quien piensa que sus padres le dedicaron muchísima gentileza cuando lo criaron y que sufrieron una barbaridad durante esa época, así que quiere encontrar un buen empleo y después soportar cualquier dificultad, esforzarse, esmerarse y trabajar duro para ganar mucho dinero y hacer una fortuna. Su objetivo es proporcionarles a sus padres una vida privilegiada en el futuro, que vivan en una mansión, conduzcan un buen coche y coman y beban bien. Sin embargo, después de años afanándose en ello, y aunque sus condiciones de vida y circunstancias han mejorado, sus padres mueren sin disfrutar ni un solo día de esa prosperidad. ¿A quién hay que culpar de eso? Si permites que las cosas sigan su propio curso, que Dios las instrumente, y no acarreas esta carga, entonces no te sentirás culpable cuando tus padres mueran. No obstante, si trabajas hasta la extenuación para ganar dinero con el fin de retribuir a tus padres, de ayudarles a tener una vida mejor, y luego ellos mueren, ¿cómo te sentirías? Si te demoraste en el cumplimiento de tu deber y en obtener la verdad, ¿podrás aún vivir con comodidad el resto de tus días? (No). Tu vida se verá afectada, y durante lo que te quede de ella acarrearás la carga de ‘haberles fallado a tus padres’. […] Los padres deberían desempeñar sus responsabilidades respecto a los hijos en función de sus propias condiciones y del entorno y las condiciones que Dios ha dispuesto. Lo que los hijos han de hacer por sus padres también se basa en las condiciones que puedan alcanzar y en el entorno que se encuentren; eso es todo. Nada de lo que hagan los padres o los hijos debería ser con el propósito de cambiar el porvenir del otro según lo que esté al alcance de uno o sus deseos egoístas, de tal modo que el otro pueda vivir mejor, más feliz y su vida sea más ideal a consecuencia de sus propios esfuerzos. Ya se trate de los padres o los hijos, todo el mundo debería dejar que las cosas tomaran el rumbo natural en los entornos que ha dispuesto Dios, en lugar de intentar cambiarlas mediante sus propios esfuerzos o por cualquier determinación personal. El porvenir de tus padres no va a cambiar porque tú albergues esa clase de pensamientos respecto a ellos, pues hace mucho que Dios dispuso su porvenir. Él ordenó que vivieras en el ámbito de sus vidas, que te trajeran al mundo, te criaran y tuvierais esta relación. Por tanto, tu única responsabilidad respecto a ellos es acompañarlos conforme a tus propias condiciones y cumplir ciertas obligaciones. En cuanto al deseo de cambiar la situación actual de tus padres o de que tengan una vida mejor, todo eso es superfluo. Resulta incluso más innecesario hacer que tus vecinos y parientes te admiren, honrar a tus padres o asegurar el prestigio de estos dentro de la familia. También están las madres o los padres solteros a los que su pareja abandonó y te criaron en solitario hasta la edad adulta. Eres incluso más consciente de lo difícil que fue para ellos, y quieres dedicar tu vida entera a retribuirlos y compensarlos, hasta el punto de hacer cualquier cosa que te digan. Lo que te piden, lo que esperan que hagas, unido a lo que tú mismo estás dispuesto a hacer, todo se convierte en cargas para tu vida, y no debería ser así. Eres un ser creado en presencia del Creador. En esta vida, no solo has de cumplir con las responsabilidades hacia tus padres, sino también con las que tienes como ser creado y con tus deberes como tal. Solo puedes cumplir con tus responsabilidades hacia tus padres con base en las palabras de Dios y los principios-verdad, no haciendo cualquier cosa por ellos en función de tus necesidades emocionales o las de tu conciencia” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). Reflexioné reiteradamente sobre las palabras de Dios y llegué a entender que el porvenir de una persona está en manos del Creador. Hacía tiempo que Dios había decretado el sufrimiento que mis padres padecerían y si iban a tener una buena vida, por lo que tenía poco que ver conmigo. No es que yo pudiera cambiar su sino y darles una mejor vida solo porque tuviera una educación superior y ganara dinero. Mi porvenir, así como que haya podido entrar a la universidad u obtener cierto diploma, también fue decretado por Dios y no fue mérito de mis padres. La razón por la que me sentía culpable cuando pensaba en que tenía una educación superior pero no trabajaba para ganar dinero ni era una buena hija para mis padres era porque no había entendido que el porvenir de los seres humanos está en manos de Dios. Todavía vivía bajo el veneno satánico de que “el conocimiento puede cambiar tu destino”, y creía que tener una educación superior y un buen trabajo podía cambiar el porvenir de mis padres y darles una mejor vida. En realidad, ¿podía yo realmente cambiar el sino de mis padres? Pensé en mi tío, que había trabajado arduamente la mayor parte de su vida para ayudar a su hijo a entrar a la universidad. Al final, su hijo entró a la universidad, compró una casa en la ciudad y, justo cuando parecía que la familia iba a poder tener una buena vida finalmente, mi tío falleció inesperadamente. Luego estaba mi tía, que trabajó sin descanso para que mi primo fuera a la universidad, con la esperanza de que consiguiera un buen trabajo. Pero mi primo no estaba comprometido con el trabajo que le correspondía y, no solo no trabajó como debía, sino que también lo estafaron. Había pedido a la familia más de cien mil yuanes para una inversión, solo para perder todo el capital. Había habido muchos ejemplos similares a mi alrededor, que demostraban que ni los padres ni los hijos podían cambiar el sino del otro. Dios decreta si tendremos o no una buena vida, y nadie puede cambiarlo sin importar cuánto se esfuerce personalmente. Si yo no creyera en Dios, también seguiría las tendencias del mundo, me casaría, compraría una casa y un coche, tendría hijos y tendría que lidiar con los pagos de la hipoteca y el auto. Entonces, ¿cuánta energía y dinero extra tendría para ser una buena hija para mis padres? Si estuviera bajo una gran presión en mi vida cotidiana, puede que incluso tuviera que depender de mis padres para que me ayudaran. Pensaba que, como hacía mis deberes y no trabajaba para ganar dinero y demostrar mi devoción filial hacia mis padres, ellos no tenían una buena vida. Eso es absurdo. Las condiciones de vida de mis padres, los entornos que experimentarán a lo largo de sus vidas y los sufrimientos que padecerán están todos predestinados por Dios. No tienen nada que ver con que yo crea en Dios o cumpla con mis deberes. No debería vivir más de acuerdo con las opiniones falaces que la sociedad y mi familia me han inculcado. Preocuparme excesivamente por mis padres es insensato y no tiene sentido. Como ser creado, es Dios quien me dio la vida, me otorgó mis dones y talentos y dispuso distintas circunstancias para ampliar mi experiencia y conocimiento. En última instancia, me permitió oír la voz del Creador y disfrutar del riego y suministro de Sus palabras. Por lo tanto, debería dedicar mi tiempo y energía a buscar cosas positivas y ayudar a más personas a oír la voz de Dios y recibir Su salvación. Solo esto tiene importancia y es la responsabilidad y el deber que debo cumplir como ser creado.
Leí otros dos pasajes de las palabras de Dios: “Para empezar, la mayoría de la gente elige irse de casa para cumplir con su deber, en parte por las circunstancias objetivas generales que les obligan a dejar a sus padres. No pueden permanecer a su lado para cuidarlos y hacerles compañía. No es que elijan dejarlos voluntariamente; esa es la razón objetiva. Por otra parte, en términos subjetivos, no sales a cumplir con tu deber porque quisieras dejar a tus padres y escapar de tus responsabilidades, sino por la llamada de Dios. Para cooperar con la obra de Dios, aceptar Su llamada y cumplir los deberes de un ser creado, no tuviste más remedio que dejar a tus padres; no podías quedarte a su lado para acompañarlos y cuidarlos. No los abandonaste con la intención de eludir tu responsabilidad, ¿verdad? Una cosa es eso y otra haberlo hecho para responder la llamada de Dios y cumplir con tu deber; ¿acaso la naturaleza de ambas cosas no es diferente? (Sí). En tu corazón guardas apego emocional y piensas en tus padres; tus sentimientos no son vacíos. Si las circunstancias objetivas lo permiten y puedes permanecer a su lado mientras cumples con tu deber, entonces estarías dispuesto a hacerlo, a cuidar de manera regular de ellos y cumplir con tus responsabilidades. Pero esas circunstancias no se dan y debes abandonarlos, no puedes seguir a su lado. No es que no quieras desempeñar tus responsabilidades como hijo, es que no puedes. ¿No es diferente la naturaleza de esto? (Sí). Si dejaste tu hogar para eludir el deber filial y tus responsabilidades, es que no eres buen hijo y careces de humanidad. Tus padres te educaron, pero tú estás deseando levantar el vuelo y marcharte rápido y por tu cuenta. No quieres verlos y, si te enteras de que se hallan en dificultades, no prestas atención alguna. Aunque tengas los medios para ayudarlos, no lo haces, finges no haber oído nada y dejas que los demás digan lo que quieran sobre ti. Simplemente no quieres desempeñar tus responsabilidades. Esto es no ser buen hijo. ¿Pero estamos hablando ahora de lo mismo? (No). Mucha gente ha dejado sus condados, ciudades, provincias o incluso sus países para cumplir con el deber; ya se encuentran lejos de donde se criaron. Por si fuera poco, no resulta conveniente que permanezcan en contacto con sus familias por diversas razones. A veces preguntan por la situación de sus padres a gente que viene de la misma ciudad y se sienten aliviados al oír que todavía gozan de buena salud y les va bien. De hecho, no es que no seas buen hijo, ya que no has llegado al punto de carecer de humanidad, en el que ni siquiera te importan tus padres ni desempeñas tus responsabilidades hacia ellos. Eliges esto por varias razones objetivas, así que no es que no seas buen hijo” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). “Si acatas un principio-verdad, una idea o un punto de vista correctos y provenientes de Dios, tu vida se volverá muy relajada. Ni la opinión pública ni el estado de tu conciencia ni la carga de tus sentimientos dificultarán ya la forma en que manejes la relación con tus padres. En cambio, tales cosas te permitirán afrontar esta relación de forma correcta y racional. Si actúas de acuerdo con los principios-verdad que Dios le ha otorgado al hombre, aunque la gente te critique a la espalda, sentirás paz y calma en lo más profundo de tu corazón y no te afectará de ningún modo. Al menos no te reprocharás a ti mismo por ser un ingrato insensible y dejarás de sentir la acusación de tu conciencia en el fondo de tu corazón. Esto se debe a que sabrás que todas tus acciones se llevan a cabo de acuerdo con los métodos que te ha enseñado Dios, y que estás escuchando y sometiéndote a Sus palabras y siguiendo Su camino. Escuchar las palabras de Dios y seguir Su camino es el sentido de la conciencia que más debe poseer la gente. Solo serás una persona auténtica cuando seas capaz de ambas cosas. Si no lo has logrado, entonces eres un ingrato insensible” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Al leer estos dos pasajes de las palabras de Dios, me sentí profundamente conmovida. Empecé a llorar incontrolablemente. Dios nos entiende muy bien. Sabe que las distintas ideas falaces y perversas de la familia y la sociedad nos desorientan y hieren profundamente, y aprisionan a nuestros espíritus. Por lo tanto, Él expresa la verdad para ayudarnos a ver de a poco la esencia de esos asuntos y abordarlos con perspectivas correctas y racionales. Había oído la voz del Creador y había elegido predicar el evangelio y hacer mis deberes para permitir que más personas recibieran la salvación de Dios. Eso es lo más recto y significativo que uno puede hacer y es mi responsabilidad y misión. No debería reprocharme a mí misma por no poder ser buena hija, especialmente porque no estaba desatendiendo mis responsabilidades como hija a propósito ni estaba siendo mala hija en situaciones en las que pudiera cumplir con esas responsabilidades. Tras entenderlo, ya no me sentí culpable ni me reproché a mí misma. Vi que solo al contemplar a las personas y las cosas según las palabras de Dios se puede evitar el sesgo y el error. He llegado a comprender tanto mis responsabilidades y obligaciones hacia mis padres como mis responsabilidades y misión como ser creado, además del verdadero valor y significado de la vida humana.
Al haber pasado por esta experiencia, siento que las palabras de Dios son realmente maravillosas. Son las palabras de Dios las que me han guiado para salir de la cultura tradicional y han permitido que mi corazón se sienta aliviado y libre. Ahora me siento mucho más tranquila. Cuando tengo tiempo libre, puedo reflexionar sobre más palabras de Dios, reconocer mis carencias y mis pensamientos están más centrados en asuntos relacionados con mis deberes.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
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