La senda al reino de Dios no siempre es llana (II)
Mientras oía al pastor, sentía mucha presión, pues sabía que, una vez que me interrogara el Consejo Supremo de la iglesia, nunca me dejarían en paz. Si no dejaba de seguir a Dios Todopoderoso, cuando en un futuro necesitara un certificado, el jefe del pueblo no me lo firmaría, y tal vez ni siquiera podría encontrar empleo. Mis padres me mandaron a la universidad para que encontrara un buen empleo tras graduarme. Si no lo encontraba, seguro que mis padres pondrían más trabas todavía a mi fe en Dios Todopoderoso. Además, acababa de empezar a creer en Dios Todopoderoso y aún comprendía poco la verdad. Si me llevaban a interrogar, y ante el ataque de un grupo de personas, ¿lo soportaría? Si insistía en creer en Dios Todopoderoso, ¿me echarían de la universidad? ¿Pedirían a todos los demás creyentes que me rechazaran? Me preocupó mucho todo esto, por lo que oré en silencio a Dios para pedirle que me guiara y decirle que deseaba mantenerme firme en el testimonio de Él.
Después de orar, me acordé de la palabra de Dios: “Debéis estar despiertos y esperando en todo momento, y debéis orar más delante de Mí. Debéis reconocer las diversas tramas y argucias engañosas de Satanás, reconocer los espíritus, conocer a la gente y ser capaces de discernir todo tipo de personas, sucesos y cosas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio en “La Palabra manifestada en carne”). “Satanás siempre está presente, devorando el conocimiento que las personas tienen de Mí en su corazón, rechinando los dientes y mostrando las garras en sus últimos estertores de muerte. ¿Deseáis caer presas de sus estratagemas engañosas en este momento? ¿Deseáis arruinar vuestra vida en el momento en el que se complete finalmente Mi obra?” (‘Capítulo 6’ de Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 17). Con la palabra de Dios entendí que estas cosas que me pasaban eran trampas de Satanás. Satanás quería perturbarme e impedirme que siguiera a Dios. Aunque tenía poca estatura y conocía poco la verdad, estaba dispuesto a ampararme en Dios para mantenerme firme y humillar a Satanás. Así pues, le dije al pastor: “No dejaré de asistir a las reuniones. Continuaré siguiendo a Dios Todopoderoso”. Mis padres se enfadaron mucho porque no hice caso al pastor. Mi padre me miró fijamente y gritó: “¿Cómo se te ocurre decir que no? ¡Antes de que se vaya el pastor, debes jurar que dejarás de creer en Dios Todopoderoso!”. También me amenazó el pastor diciéndome que, si no dejaba de ir a las reuniones en el plazo de una semana, tendría que llevarme al Consejo Supremo para que me interrogara. Sin embargo, no me arrepentí, ya que sabía muy bien que había decidido lo correcto. Antes de aceptar la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días, creía en Dios, pero no entendía las exigencias de entrada en el reino de los cielos. Unas veces tenía la cabeza llena de fantasías, y otras, como solía pecar y no sabía si podría entrar al reino, estaba confundido. Ahora por fin lo comprendía. Fueron las palabras de Dios Todopoderoso las que me hicieron ver claro este malvado mundo y entender cómo corrompe Satanás a la humanidad. De no haber leído las palabras de Dios Todopoderoso, no me habría enterado para nada de cómo librarme de las ataduras del pecado ni de la corrupción de Satanás. Por tanto, sin importar cómo me obstaculizaran, jamás renunciaría a seguir a Dios Todopoderoso. Al ver el pastor que no tenía intención de renunciar, se marchó airadamente. Mis padres también estaban muy enfadados porque había rechazado al pastor y me advirtieron, furiosos: “Te has atrevido a desautorizar al pastor y a hacer algo prohibido por la iglesia. Según la costumbre, debes ser expulsado del pueblo. Si los del pueblo te rechazan, cuando en un futuro necesites un certificado, el jefe del pueblo no te lo firmará. Tampoco podrás encontrar empleo. ¿Has pensado en estas consecuencias? ¿Adónde irás entonces? Eres un simple estudiante. No tienes dónde alojarte y no podrás trabajar. ¿Cómo sobrevivirás?”. Mi padre añadió que le daba vergüenza tener un hijo como yo. Para él, los había deshonrado enormemente y en lo sucesivo no sería hijo suyo. Era la primera vez en mi vida que mi padre me reprendía de esta manera. Llegó a decirme cruelmente que ya no era hijo suyo. No podía creerme que mis padres dijeran cosas semejantes. Estaba muy triste y no hablé. Prosiguió mi padre: “Te lo repito: si sigues creyendo en Dios Todopoderoso, ¡más te vale devolverme todo el dinero que me gasté en tu crianza!”. Ese comentario de mi padre delante de los del pueblo me hizo sentirme muy humillado y triste. Mis padres me habían tratado bien siempre. De entre sus diez hijos, yo era su preferido y aquel en el que tenían más expectativas. Jamás me habían dicho nada tan despiadado, pero ahora habían cambiado totalmente de actitud. Extrañaba la bondad de mis padres para conmigo y no quería problemas con ellos. Me sentía muy débil y no sabía qué hacer, así que oré a Dios para pedirle que me guiara frente a ese ambiente. Luego recordé un pasaje de las palabras de Dios: “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes entregarte a la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de una vida familiar pacífica y no debes perder la dignidad e integridad de tu vida por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan vulgar y no buscas ningún objetivo, ¿no estás malgastando tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Personas como estas no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). La palabra de Dios me motivó. Entendí que debía sufrir para alcanzar la verdad. Aunque mi familia se opusiera a mí, el pastor me estorbara, los del pueblo me juzgaran y me sintiera atormentado y algo débil, dijeran lo que dijeran, no podía renunciar a creer en Dios Todopoderoso. Leyendo las palabras de Dios Todopoderoso y escuchando las enseñanzas de los hermanos y hermanas en las reuniones, comprendí multitud de verdades y misterios, y ya había comprobado dentro de mí que Dios Todopoderoso es el Señor Jesús, que ha regresado, el Cristo de los últimos días, por lo que no podía dejar de ir a las reuniones. Sabía que, si dejaba de ir a las reuniones, las cosas se calmarían. Mi familia ya no se opondría a mí y me trataría igual de bien que antes, y nadie se reiría más de mí, pero perdería la oportunidad de alcanzar la verdad y ser salvado por Dios. Me dije a mí mismo que no podía renunciar a la verdad ni traicionar a Dios por el rechazo de mi familia. Las palabras de Dios Todopoderoso son la verdad. Solo Dios Todopoderoso puede advertirnos de cómo corrompe Satanás a la humanidad y solo Él nos ha señalado el camino para que nos libremos de pecado y Dios nos salve. Valía la pena que fuera capaz de sufrir en la actualidad para alcanzar la verdad. Por consiguiente, decidí no padecer las limitaciones de mi familia. Aunque ya no me pagaran las clases, aunque me echaran del pueblo y se me complicara la vida, no renunciaría a creer en Dios y buscar la verdad.
Durante la semana siguiente, el pastor ordenó a dos colaboradores que vinieran a casa todas las noches. Todos los días repetían las mismas palabras para que dejara de asistir a las reuniones. Dijeran lo que dijeran, continué yendo a ellas. Esos días oraba a menudo a Dios para pedirle que sosegara mi corazón y me guardara de esas perturbaciones. Más adelante, como mi tío temía que ridiculizaran a mi familia si el asunto se sabía demasiado por ahí, acudió al pastor a debatir una nueva estrategia. Me llevaron a un teólogo doctor en Teología que conocía muy bien la Biblia. Cuando nos encontramos, me preguntó: “¿Por qué crees en Dios Todopoderoso? ¿Te das cuenta de que Dios Todopoderoso no es más que una persona normal? ¿Por qué habrías de creer en una persona?”. Yo repliqué: “Dios Todopoderoso es Dios encarnado. Parece una persona normal, pero lleva dentro el Espíritu de Dios y es la encarnación del Espíritu de Dios. No solo tiene una humanidad normal, sino también plena divinidad. Es como el Señor Jesús: aparentemente un hombre normal, en realidad era el Hijo encarnado del hombre, el propio Dios. Podía expresar la verdad y realizar la obra de redención y salvación de la humanidad. Dios Todopoderoso ha venido en los últimos días y expresado muchas verdades. Ha revelado diversos misterios de la verdad, como el plan de gestión de 6000 años de Dios, el misterio de la encarnación y cómo realiza Dios la obra de juicio en los últimos días para purificar y salvar a la gente. Ha revelado, además, la causa principal del pecado de la humanidad. Si fuera una persona normal, ¿podría expresar tantas verdades? Dios es el Señor de la creación, fuente de la verdad; solo Él puede expresar verdades, ¡ninguna persona famosa ni importante del mundo puede expresarlas! Solo el propio Dios puede hacerlo. Nadie sino Dios puede hacerlo. Toda verdad expresada por Dios Todopoderoso basta para demostrar que Él es Dios encarnado, el propio Dios”. En cuanto dije estas cosas, el doctor en Teología me interrumpió: “Te equivocas. Toda palabra de Dios está en la Biblia y no puede haber más palabras fuera de ella. Sencillamente, las palabras de Dios Todopoderoso no pueden ser nuevas palabras de Dios”. Se lo refuté: “¿Tiene algún fundamento bíblico para ello? ¿Hay alguna prueba en la palabra del Señor Jesús? Según Él, ‘Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad’ (Juan 16:12-13). La Biblia profetiza que el Cordero abrirá el rollo en los últimos días. Todo esto indica que Dios hablará a Su regreso en los últimos días. Si, como afirma, Dios no pronuncia nuevas palabras fuera de la Biblia, ¿eso no es negar toda palabra y obra del regreso del Señor?”. Con gesto impaciente, no me hizo ningún caso. Profirió algunas condenas contra Dios Todopoderoso y me pidió reiteradamente que dejara de escuchar sermones del Relámpago Oriental. Luego se puso a presumir de lo magnífica que era su titulación en Teología, de cuánto había sufrido por predicar para el Señor y demás. Añadió que yo aún era demasiado joven para entender la Biblia, que debía escucharlo a él y que dejara de reunirme con los de la Iglesia de Dios Todopoderoso. Intervino entonces mi tío: “No debemos creer en aquello que condenen los círculos religiosos. Este teólogo es muy conocido por sus conocimientos bíblicos y eres afortunado de tener ocasión de hablar con él. Espero que le hagas caso y dejes de ir a reuniones”. Les respondí: “Estaba confundido acerca de la vida en pecado. No sabía por qué la gente no puede despojarse de él. Hasta que no leí las palabras de Dios Todopoderoso, no comprendí que todo se debe a la naturaleza pecaminosa en nuestro interior. Si no se elimina nuestra naturaleza pecaminosa, jamás nos libraremos de la esclavitud del pecado”. Asimismo, les di testimonio de la verdad de la encarnación. Después, el teólogo afirmó sentirse inspirado por lo que yo había compartido. Según él, eso estaba muy bien y esperaba tener la oportunidad de hablarlo conmigo en un futuro, pero insistió en que no debía aceptar a Dios Todopoderoso. Entendí que, aunque este teólogo conociera la Biblia, tuviera muchos conocimientos teológicos y buena reputación, en realidad era pobre en espíritu y no comprendía ninguna verdad. Aparte, era muy arrogante e incapaz de aceptar la verdad y no le interesaba estudiar la obra de Dios. Al igual que los fariseos que se resistieron al Señor Jesús, no paraba de condenar la aparición y obra de Dios en los últimos días. Aquella conversación no cambió mi decisión de seguir a Dios Todopoderoso. Por el contrario, me dio discernimiento sobre los pastores, ancianos y teólogos del mundo religioso. Dejé de respetarlos y admirarlos. Y en aquella época, con la asistencia a reuniones y la lectura de la palabra de Dios Todopoderoso, también aprendí a discernir las falacias del mundo religioso. Esto me hizo estar todavía más seguro de que la palabra de Dios Todopoderoso es la verdad, y Dios Todopoderoso, la aparición del único Dios verdadero. En una reunión hablé con los hermanos y hermanas de mis circunstancias recientes, y ellos compartieron conmigo unas palabras de Dios que me aportaron discernimiento acerca de los falsos pastores y anticristos en esta batalla espiritual. El Señor Jesús dijo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando” (Mateo 23:13). “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros” (Mateo 23:15). Tras leer las palabras de Dios y oír sus enseñanzas, mi corazón se sintió mucho más iluminado. Descubrí que estos pastores y líderes del mundo religioso son como aquellos fariseos que trataban de hacerse pasar por buenos. Se resisten a la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, la condenan y hacen de todo por impedir que la gente oiga la voz de Dios y reciba al Señor. Obstaculizan la entrada de la gente en el reino de Dios. No solo no entran ellos en el reino de Dios, sino que también obstaculizan que otros lo hagan. ¡Son verdaderamente ruines! Dice la palabra de Dios Todopoderoso: “Hay algunos que leen la Biblia en grandes iglesias y la recitan todo el día, pero ninguno de ellos entiende el propósito de la obra de Dios. Ninguno de ellos es capaz de conocer a Dios y mucho menos es conforme a la voluntad de Dios. Son todos personas inútiles y viles, que se ponen en alto para enseñar a Dios. Se oponen deliberadamente a Él mientras llevan Su estandarte. Afirman tener fe en Dios, pero aun así comen la carne y beben la sangre del hombre. Todas esas personas son diablos que devoran el alma del hombre, demonios jefes que estorban deliberadamente a aquellos que tratan de entrar en la senda correcta y obstáculos en el camino de quienes buscan a Dios. Pueden parecer de ‘buena constitución’, pero ¿cómo van a saber sus seguidores que no son más que anticristos que llevan a la gente a levantarse contra Dios? ¿Cómo van a saber sus seguidores que son diablos vivientes dedicados a devorar a las almas humanas?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Todas las personas que no conocen a Dios son las que se oponen a Él). “Mira a los líderes de cada denominación: son todos arrogantes y santurrones y sus interpretaciones de la Biblia carecen de contexto y están guiadas por sus propias nociones e imaginaciones. Todos confían en los dones y la erudición para hacer su obra. Si fueran incapaces de predicar nada, ¿les seguirían las personas? Después de todo, poseen cierto conocimiento y pueden predicar sobre cierta doctrina o saben cómo ganarse a los demás y cómo usar algunos artificios. Los usan para engañar a las personas y llevarlas ante ellos. Esas personas creen en Dios sólo de nombre, pero, en realidad, siguen a sus líderes. Cuando se encuentran con alguien que predica el camino verdadero, algunos de ellos dicen: ‘Tenemos que consultarle a nuestro líder respecto a nuestra creencia’. Si la gente todavía necesita la aprobación y el consentimiento de los demás cuando creen en Dios y aceptan el camino verdadero, ¿no se considera esto un problema? ¿En qué se han convertido, pues, esos líderes? ¿Acaso no se han vuelto fariseos, falsos pastores, anticristos y obstáculos para que las personas acepten el camino verdadero?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días). Dios revela claramente la esencia de los líderes religiosos, de odio por la verdad y resistencia a Dios. Dios Todopoderoso ha aparecido y expresado muchísima verdad, pero ellos no la buscan en absoluto. En vez de escuchar la voz de Dios, escuchan los rumores del PCCh, el partido ateo, condenan la aparición y obra de Dios Todopoderoso, y difunden falsedades para engañar a los creyentes e impedir que oigamos la voz del Señor y lo recibamos. ¡Eso echa a perder nuestra oportunidad de salvarnos y entrar en el reino de los cielos! Aunque estos pastores y líderes suelen explicar la Biblia a la gente en la iglesia, no tienen el menor conocimiento de Dios y Su obra. Tampoco tienen temor de Dios. Su esencia y naturaleza son las de los fariseos. Todos ellos son unos anticristos que odian la verdad y se resisten a Dios. Recordé entonces que los creyentes del judaísmo idolatraban ciegamente a los líderes religiosos y seguían la corriente a los fariseos para resistirse al Señor Jesús, con lo que perdieron la salvación de Dios. También mis padres idolatraban a los pastores y ancianos. Aunque creían en el Señor desde hacía muchos años, no llevaban a Dios en el corazón. No comprendían la verdad y les faltaba discernimiento. Pensaban que quienes obedecían a los pastores y ancianos obedecían y seguían al Señor. Dijeran lo que dijeran los pastores y ancianos, mis padres les hacían caso. En una materia tan importante como el recibimiento al Señor, carecían de todo discernimiento y escuchaban al pastor sin reflexionar, pero cuando yo les di testimonio de las palabras de Dios Todopoderoso, no me escucharon en absoluto y repitieron las palabras de condena a Dios Todopoderoso por parte del pastor y del doctor en Teología. Llegaron a alegar: “Aunque este sea el camino verdadero, no lo aceptaremos a menos que lo hagan los pastores y ancianos”. Vi que mis padres eran dignos de compasión. ¿Así creían en el Señor? ¿No creían únicamente en los pastores y ancianos? Les dije a mis padres: “Si hubieran nacido en la Era de la Gracia, cuando apareció el Señor Jesús para obrar, serían como aquellos creyentes judíos de antaño y obedecerían a los fariseos para resistirse al Señor Jesús y condenarlo porque solamente escuchan a los pastores y ancianos. Si los pastores y ancianos condenan algo por falso, ustedes afirman lo mismo, pero no estudian para nada el camino verdadero ni tratan de oír la voz de Dios. ¿No es esto igual que quienes seguían a los fariseos y se resistían al Señor Jesús? ¿Pueden lograr buenos resultados de esta forma?”. Con los acontecimientos de esos días tuve algo de discernimiento sobre mis padres y ya no me limitaban mis emociones, por lo que estaba decidido a mantenerme firme en el testimonio de Dios.
En aquel entonces, hiciera lo que hiciera, mis padres me observaban. No podía asistir tranquilo a reuniones en casa. A su vez, de noche tenía que meterme en una pequeña parte del bosque próximo a las afueras del pueblo para las reuniones. Había muchos mosquitos e insectos. Los mosquitos me picaban bastante y no encontraba un lugar cómodo para sentarme. A veces seguía en el bosque a altas horas de la noche. A fin de que mis padres no descubrieran que había salido a reunirme, tenía que colarme de nuevo en casa a dormir y madrugar antes que ellos para que creyeran que había dormido bien toda la noche. Por el día solía ir al campo a ayudar a mis padres. Al rato me cansaba y me daba sueño. Era absolutamente agotador. Empecé a sentirme algo débil y no sabía cuándo acabarían esos días. En ocasiones llegué a pensar que, si hacía caso a mis padres y dejaba de ir a las reuniones, no sufriría tanto, los del pueblo no se reirían de mí y eso no afectaría a mi búsqueda de empleo. Me alteraba un poco pensando en estas cosas. Sin embargo, luego reflexionaba que en cada reunión comprendía algunas verdades y que eran verdades que nunca antes había oído. Era reacio a renunciar a eso. En aquella época me alentaba mucho un himno de la palabra de Dios; lo escuchaba muchas veces: “En los últimos días de la obra se nos exige la mayor fe y el amor más grande. Podemos tropezar por el más ligero descuido, pues esta etapa de la obra es diferente de todas las anteriores. Lo que Dios está perfeccionando es la fe de la humanidad, que es tanto invisible como intangible. Lo que Dios hace es convertir las palabras en fe, amor y vida. Las personas deben llegar a un punto en el que hayan soportado centenares de refinamientos y en el que tengan una fe mayor que la de Job. Deben soportar un sufrimiento increíble y todo tipo de torturas sin dejar jamás a Dios. Cuando son obedientes hasta la muerte y tienen una gran fe en Dios, entonces esta etapa de la obra de Dios está completa” (‘Lo que Dios perfecciona es la fe’ en “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”). Con este cántico entendí que mi carne puede debilitarse y estar triste en momentos difíciles, pero que en ellos debía aprender a abandonar la carne. Si obedecía a la carne, no podría satisfacer a Dios y, además, perdería la fe en Él. Sabía muy bien que toda reunión era de provecho para mi vida y que la verdad que alcanzaba era un tesoro incalculable. Aunque todas las reuniones en el bosque a altas horas de la noche eran físicamente agotadoras y difíciles, también eran una prueba para ver si era capaz de sufrir por recibir la verdad y de tener auténtica fe en Dios. Mis padres querían que buscara reputación y fortuna en el mundo, encontrara un buen empleo, diera una buena vida a mi familia y les hiciera sentirse orgullosos. Eso querían y esperaban de mí. No obstante, si hacía caso a mis padres y dejaba de ir a las reuniones, aunque no tuviera que sufrir, no alcanzaría la verdad. Sería igual que antes: ocupado exclusivamente en divertirme y en los propósitos carnales, que no tienen sentido. Que ahora pueda aceptar la obra de Dios de los últimos días y gozar de Su provisión de tanta verdad es la mayor bendición que hay. El sufrimiento que soportaba no era nada comparado con la comprensión de la verdad y todo él tenía sentido. Pensando en esto, estaba dispuesto a renunciar a los placeres carnales y no me importaba qué dijera mi familia de mí. Solo esperaba ampararme en Dios para superar estas dificultades.
Luego, con la lectura de las palabras de Dios Todopoderoso, mejoró mi estado. Paulatinamente entendí que solo en las dificultades de este ambiente podría buscar más la voluntad de Dios y tener auténtica fe en Él, ¡por lo cual le estoy muy agradecido! Continué yendo a reuniones en el bosque. Una vez, mientras estaba en una reunión, alguien, no sé quién, se enteró y se lo contó a mis padres. Al día siguiente, mi madre me dijo en el desayuno: “Pensaba que habías dejado de asistir a las reuniones tras conocer al doctor en Teología. No sabía que te escapabas corriendo a reunirte en el bosque de noche. ¿No tienes miedo?”. Mientras hablaba, se puso a llorar. Fue la primera vez que vi a mi madre llorar delante de mí. No supe qué decir. Se me estaban llenando los ojos de lágrimas. No quería lastimar a mis padres, pero sabía que no podía renunciar a seguir a Dios Todopoderoso. Me sentía muy confuso. En ese momento me acordé de un pasaje de las palabras de Dios: “Dios hace Su obra, se preocupa por la persona, la escudriña, y mientras tanto Satanás sigue de cerca cada uno de Sus pasos. A quienquiera que Dios favorece, Satanás también le observa y va a la zaga. Si Dios quiere a esa persona, Satanás hará todo lo que pueda para estorbarle usando diversas tácticas malvadas para tentarle, para alterar y estropear la obra que Dios hace, todo ello con el fin de lograr su objetivo oculto. ¿Cuál es este objetivo? No quiere que Dios gane a nadie; él quiere para sí a todos a los que quiere Dios, para ocuparlos, controlarlos, hacerse cargo de ellos para que le adoren y entonces se le unan para cometer actos malvados. ¿Acaso no es esta su siniestra motivación? […] Al hacer la guerra contra Dios, y al ir detrás de Él, el objetivo de Satanás es demoler toda la obra que Dios quiere hacer, ocupar y controlar a aquellos a los que Dios quiere ganar, extinguirlos por completo. Si esto no ocurre, pasan a ser posesión de Satanás para ser usados por él; esta es su meta” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único IV). Después de meditar las palabras de Dios, entendí que Él obra para salvar a la gente, mientras que Satanás se emplea a fondo en ponerle trabas e impedirle que siga a Dios y acepte Su salvación. Recordé entonces cómo la esposa de Job lo tentó para que abandonara a Dios. Era una trampa de Satanás. Pensé que, en este momento, mis amigos me perturbaban, y de que el pastor y mi familia también me estorbaban y amenazaban con su presión para que dejara de creer en Dios. Todo eso fueron tentaciones y trampas de Satanás. Mis padres afirmaban temer que me echaran del pueblo y que no tuviera adónde ir. Mi madre también decía que estaba preocupada por mí. Con esas palabras parecía estar preocupada, pero, en realidad, Satanás estaba utilizando a mi familia para impedirme seguir a Dios. Satanás quería obligarme a renunciar, que continuara siguiendo al pastor, me quedara en la religión y perdiera la salvación de Dios. No podía caer en las trampas de Satanás. Posteriormente continué asistiendo a reuniones y leyendo la palabra de Dios Todopoderoso. Sé que, en el futuro, puede que aún afronte muchas tentaciones y el asedio de Satanás y que experimente muchos contratiempos, pero dentro de mí sé que la palabra de Dios Todopoderoso es la verdad. Que pueda leer la palabra de Dios, experimentar Su obra y alcanzar la verdad tiene un hondo sentido para mí. Sufra lo que sufra, ¡vale la pena!
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.