¡Cuidado, hay anticristos a tu alrededor!
Por Tere, Argentina En marzo de 2021 acepté la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días. Leía mucho las palabras de Dios Todopoderoso,...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Al poco tiempo de aceptar el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días, aprendí de las palabras de Dios que cuando Él esté terminando Su obra de los últimos días, sobrevendrán grandes desastres a la humanidad para recompensar a los buenos y castigar a los malvados. Aquellos que hicieron el mal y se opusieron a Dios resultarán destruidos en los desastres, mientras que los que aceptaron el juicio de las palabras de Dios y fueron purificados serán protegidos por Dios y sobrevivirán. Él los llevará a Su reino para que disfruten de las bendiciones eternas. Pensé entonces que entrar en el reino y obtener la vida eterna sería una gran bendición. Era consciente de que tenía que atesorar esta oportunidad única en la vida, cumplir bien con mi deber y esforzarme para Dios a fin de que, cuando la obra de Dios termine, yo fuera apta para permanecer. Así pues, dejé mi trabajo y empecé mi deber predicando el evangelio. En este momento crítico, con unos desastres cada vez mayores, tenía que hacer más buenas obras y compartir el evangelio de Dios de los últimos días con incluso más gente. De ese modo podría contribuir a difundir el evangelio del reino. Así que dediqué toda mi energía a compartir el evangelio, y me afanaba desde temprano hasta tarde todos los días. Cada vez más personas aceptaban la obra de Dios de los últimos días en mi distrito, y las iglesias se establecían una tras otra. A la vista de estos resultados, me sentía muy satisfecha conmigo misma. Me parecía que mis contribuciones a la obra evangélica no podían pasar desapercibidas. Cuando estalló la pandemia, mientras crecía el número de infectados en todo el mundo, yo me sentía plenamente tranquila. Pensaba que, como me entregaba a Dios en mi deber, la pandemia no me afectaría por mucho que se extendiera. Sin embargo, infectarme repentinamente con el virus me obligó a reflexionar sobre los motivos y las impurezas que subyacían en el cumplimiento de mi deber a lo largo de los años.
Un día de mayo de 2021, de repente empecé a toser, y más tarde me dio fiebre y me sentía muy débil. Al principio pensé que me había resfriado y apenas le di importancia, pero los síntomas continuaron durante una semana. Una hermana notó que mis síntomas eran bastante similares a los del covid y le preocupaba que me hubiera contagiado, así que me aconsejó que fuera al hospital para un chequeo. No le presté mucha atención y pensé: “He trabajado largas jornadas, sufriendo y sacrificándome por mi deber, y me ha ido bastante bien. Además, no he hecho el mal ni he perturbado el trabajo de la iglesia. ¿Cómo voy a estar infectada?”. Sin embargo, la prueba resultó positiva, cosa que no esperaba en absoluto. Recorrí a pie el camino a casa aturdida, incapaz de encontrarle sentido. “He cumplido con mis deberes durante años”, pensé, “entonces, ¿cómo puedo haberme contagiado de covid? ¿Qué pensarán de mí los hermanos y hermanas si se enteran? ¿Supondrán que se me está castigando por hacer algo que ofendió a Dios? No obstante, no he hecho nada malo ni he perturbado el trabajo de la iglesia”. Millones de personas en todo el mundo habían muerto desde el año anterior, cuando estalló la pandemia, ¿iba a morir yo también, ahora que estaba infectada? ¿No quedarían en nada mi sacrificio y entrega de los últimos años si muriera cuando la obra de Dios estaba a punto de concluir? Me dejaría sin formar parte de las bendiciones del reino futuro. Mientras más pensaba en ello, peor me sentía. ¿Cómo iba a sobrevivir a esta situación? Oré, le clamé a Dios: “Dios mío, por Tu intención, has permitido que me contagiara de esta enfermedad. Nunca te equivocas, entonces, ¿acaso es que me he rebelado o me he opuesto a Ti de alguna manera? No es casualidad que me haya infectado, y todo proviene de Tu soberanía y Tus arreglos, así que quiero buscar Tu intención y hacer introspección. Sin embargo, lo que no sé es cómo he ofendido Tu carácter. Te ruego que me esclarezcas y guíes para saber en qué me equivoqué. Estoy lista para arrepentirme”. Después de eso, pensé en un pasaje de las palabras de Dios: “¿Cómo debes vivir la enfermedad cuando llegue? Debes presentarte ante Dios a orar, buscar y averiguar Su intención; debes examinarte para descubrir qué has hecho contra la verdad y qué corrupción no se ha corregido en ti. No puede corregirse tu carácter corrupto sin pasar por el sufrimiento. La gente solo puede evitar ser disoluta y vivir ante Dios en todo momento si es atemperada por el sufrimiento. Cuando alguien sufre, está siempre en oración. No piensa en los placeres de la comida, la vestimenta y demás deleites; ora constantemente en su interior, mientras se examina para descubrir si ha hecho algo mal o en qué se ha opuesto a la verdad. Normalmente, cuando te enfrentas a una enfermedad grave o a una dolencia rara que te hace sufrir mucho, esto no sucede por casualidad. Tanto si estás enfermo como si gozas de buena salud, la intención de Dios está presente” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Al creer en Dios, lo más crucial es recibir la verdad). El oportuno esclarecimiento de las palabras de Dios me mostró que mi contagio no fue fruto del azar y que dependía enteramente de la soberanía y los arreglos de Dios. Tenía que buscar la intención de Dios y hacer introspección correctamente. No podía quejarme ni culpar a Dios, pasara lo que pasara. Durante los días siguientes que permanecí haciendo cuarentena en casa, me sinceré con los hermanos y hermanas sobre cualquier corrupción que hubiera revelado. Diseccioné mis corrupciones y me conocí a mí misma, y busqué una senda para practicar y entrar en las palabras de Dios. Además, independientemente de cómo me sintiera físicamente, continué haciendo mi deber predicando el evangelio por internet. Al cabo de un par de días, me sentía mucho mejor. Ya casi no tosía, mi temperatura era normal y había recuperado la energía y la fuerza. Estaba muy contenta por ello y me pareció que Dios me había cuidado y protegido en vista de mi obediencia y arrepentimiento. Mi ansiedad se calmó ante este pensamiento.
Sin embargo, al día siguiente sentí de repente presión y molestias en el pecho, y no podía parar de toser. Luego me dio fiebre y me encontré débil. Me invadió una oleada de pánico. Desde que me habían diagnosticado, no había culpado a Dios y había seguido cumpliendo con mi deber. ¿Cómo pude enfermar aún más? No existía ninguna medicina para curar el covid, así que, si Dios no me salvaba, de seguro moriría. Pensar en la muerte me daba mucho miedo, no podía resignarme a morir. Pensé en que había seguido a Dios durante más de diez años, dejando atrás mi casa y mi trabajo y dedicando largas jornadas a mi deber. Había sufrido mucho y pagado un precio muy alto. ¿Dios no recordaría nada de eso? Si moría, nunca vería la belleza del reino ni disfrutaría de las bendiciones del reino de los cielos. Cuanto más pensaba en ello, más negativa me volvía. Seguía cumpliendo con mi deber, pero no tenía ningún impulso interior, y cada vez que surgía trabajo adicional me fastidiaba mucho. Lo hacía deprisa para poder descansar. Antes, trabajaba en mi deber de la mañana a la noche, y pensaba que Dios me protegería, pero ahora que Dios no lo estaba haciendo, tenía que pensar en mi propio bienestar y cuidar de mi salud. Estar demasiado estresada y cansada no ayudaría a mi recuperación. En las reuniones, los demás hermanos y hermanas hablaban con mucho vigor. Pero yo empezaba a toser cada vez que hablaba y me agitaba después de leer unas pocas líneas de las palabras de Dios. Sentía un gran disgusto y no podía evitar tratar de razonar las cosas: “Suelo ser muy diligente en mi deber, y soy seria y responsable. Algunos de los otros no están a mi altura respecto a sus deberes. Todos los demás están sanos y cumplen con su deber, así que ¿por qué soy yo la que tiene el virus? Si esto es una prueba de Dios, ¿cómo es que no les ha pasado lo mismo a otros en la iglesia que buscan la verdad incluso más que yo? Y si esto es un castigo de Dios, entonces, ¿por qué a mí, que no he hecho el mal ni perturbado el trabajo de la iglesia ni tampoco ofendido Su carácter? Dios, quiero seguir cumpliendo con mi deber. Me gusta, y no me he cansado de ello. Quiero seguir viviendo y haciendo un buen trabajo en mi deber. Dios, ahora estoy cumpliendo con un deber importante y aún puedo ser mano de obra para Ti. Te ruego que me protejas para que pueda seguir viviendo y siendo mano de obra para Ti…”. Cuando pensé en ello de esa manera, me vino a la mente un pasaje de las palabras de Dios con mucha claridad: “¿En qué te basas tú, un ser creado, para imponer exigencias a Dios? La gente no está cualificada para imponer exigencias a Dios. No hay nada más irracional que imponer exigencias a Dios. Él hará lo que deba hacer y Su carácter es justo. La justicia no es en modo alguno justa ni razonable; no se trata de igualitarismo, de concederte lo que merezcas en función de cuánto hayas trabajado, de pagarte por el trabajo que hayas hecho ni de darte lo que merezcas a tenor de tu esfuerzo, esto no es justicia, es simplemente ser imparcial y razonable. Muy pocas personas son capaces de conocer el carácter justo de Dios. Supongamos que Dios hubiera eliminado a Job después de que este diera testimonio de Él: ¿Sería esto justo? De hecho, lo sería. ¿Por qué se denomina justicia a esto? ¿Cómo ve la gente la justicia? Si algo concuerda con las nociones de la gente, a esta le resulta muy fácil decir que Dios es justo; sin embargo, si considera que no concuerda con sus nociones —si es algo que no comprende—, le resultará difícil decir que Dios es justo. Si Dios hubiera destruido a Job en aquel entonces, la gente no habría dicho que Él era justo. En realidad, no obstante, tanto si la gente ha sido corrompida como si no, y si lo ha sido profundamente, ¿tiene que justificarse Dios cuando la destruye? ¿Debe explicar a las personas en qué se basa para hacerlo? ¿Debe Dios decirle a la gente las reglas que Él ha ordenado? No hay necesidad de ello. A ojos de Dios, alguien que es corrupto y que es susceptible de oponerse a Dios no tiene ningún valor; cómo lo maneje Dios siempre estará bien, y todo está dispuesto por Él. Si fueras desagradable a ojos de Dios, si dijera que no le resultas útil tras tu testimonio y, por consiguiente, te destruyera, ¿sería esta también Su justicia? Lo sería. […] Todo cuanto Dios hace es justo. Aunque los humanos no sean capaces de percibir la justicia de Dios, no deben juzgarlo a su antojo. Si alguna cosa que haga les parece irracional o tienen nociones al respecto y por eso dicen que no es justo, están siendo completamente irracionales” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Al considerar las palabras de Dios, sentí que me estaba reclamando que rindiera cuentas cara a cara. ¿Acaso no había culpado a Dios por ser injusto y parcial? ¿No estaba haciendo tratos con Dios, tratando de justificarme y de negociar condiciones? Me parecía que había conseguido algunas cosas durante mis años de sufrimiento y pagando un precio en mi deber, así que Dios debía protegerme del desastre. Esa sería Su justicia. Pero, de hecho, solo se trataba de mis nociones e imaginaciones, y no se correspondía en absoluto con la verdad. Dios es el Señor de la creación y yo soy un ser creado. Todo lo que disfruto proviene de Dios, y Él también me dio la vida. Cómo dispone Dios de mi destino y cuánto me permite vivir, eso depende de Él. Como ser creado, debo someterme y aceptarlo. ¿Quién era yo para discutir con Dios e intentar fijar los términos? Había tenido fe todos estos años y había disfrutado mucho del riego y sustento de la verdad de Dios, pero seguía sin tener gratitud. Ahora que había cogido el virus y me enfrentaba a la amenaza de la muerte, estaba porfiando con Dios, resistiéndome y culpándole por Su injusticia. ¿Dónde estaban mi conciencia y mi razón? Mientras más pensaba en ello, más culpable y avergonzada me sentía, y me postré ante Dios en oración: “Dios mío, ¡soy tan poco razonable! Tú me creaste, soy un ser creado. Debería someterme a todas Tus instrumentaciones y arreglos. Eso es perfectamente natural y justificado. Has permitido que me contagie de este virus potencialmente letal. No quería someterme y discutí contigo, culpándote por no hacer lo correcto y pidiéndote que me dejaras seguir viviendo. Carecía por completo de razón. ¡He sido tan rebelde! Dios, quiero hacer introspección y arrepentirme correctamente ante Ti”.
Durante los días siguientes, me sentía profundamente culpable cada vez que pensaba en mis quejas y en mi incomprensión hacia Dios. Sobre todo al pensar que, cuando se agravaba mi estado, discutía con Dios, me ponía negativa, holgazaneaba, me volvía negligente en mi deber, reticente, y me sentía aún más culpable e intranquila. Cuando no estaba enferma y no había crisis, proclamaba la justicia de Dios y decía que los seres creados debían someterse a las orquestaciones y los arreglos del Creador. ¿Por qué revelé tanta rebeldía y resistencia cuando me puse enferma? En mis devocionales leí las palabras siguientes de Dios: “La relación del hombre con Dios es, simplemente, de puro interés personal. Es la relación entre el receptor y el dador de bendiciones. Para decirlo con claridad, es la relación entre un empleado y un empleador. El primero solo trabaja duro para recibir las recompensas otorgadas por el segundo. En una relación basada en los intereses no hay afecto, solo una transacción. No hay un amar y ser amado; solo caridad y misericordia. No hay comprensión; solo engaño y una indignación reprimida e inútil. No hay intimidad; solo un abismo que no se puede cruzar” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice III: El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios). “En la mente de los anticristos, mientras alguien sea capaz de hacer un deber, pague un precio y sufra algunas adversidades, debe ser bendecido por Dios. Y así, después de un tiempo de trabajo en la iglesia, empiezan a hacer balance de cuáles son los trabajos que han hecho para esta, qué contribuciones han realizado a la casa de Dios y qué han hecho por los hermanos y las hermanas. Todo esto lo tienen muy presente y esperan a ver las gracias y bendiciones de Dios que les reportarán tales cosas para determinar si vale la pena hacerlas. ¿Por qué siempre se preocupan por este tipo de cosas? ¿Qué es lo que persiguen en el fondo de su corazón? ¿Cuál es el objetivo de su fe en Dios? Desde el principio, su creencia en Dios ha girado en torno a obtener bendiciones. Y no importa cuántos años llevan escuchando sermones ni cuántas palabras de Dios comen y beben ni cuántas doctrinas entienden, nunca se desprenderán de su deseo e intención de ser bendecidos. Si les pides que sean un ser creado obediente y que acepten la soberanía y los arreglos de Dios, dirán: ‘Eso no tiene nada que ver conmigo. No es por lo que debería esforzarme. A lo que debería aspirar es a que, cuando haya peleado la batalla, cuando haya hecho el esfuerzo necesario y haya sufrido las adversidades requeridas, una vez que haya hecho esto según lo que dios requiere, él debería recompensarme y permitir que me quede, que sea coronado en el reino y que ocupe una posición más alta que el pueblo de dios. Debería estar a cargo de dos o tres ciudades como mínimo’. Esto es lo que más preocupa a los anticristos. Al margen de cómo la casa de Dios comparta la verdad, su intención y su deseo de obtener bendiciones no pueden disiparse; son el mismo tipo de persona que Pablo. ¿Acaso una transacción tan evidente como esta no alberga un tipo de carácter perverso y brutal? Algunos religiosos dicen: ‘Nuestra generación sigue a dios por la senda de la cruz. Él nos eligió, de modo que tenemos derecho a ser bendecidos. Hemos sufrido y pagado un precio, y hemos bebido de la copa amarga. Algunos de nosotros incluso hemos sido arrestados y condenados a la cárcel. Después de sufrir todas estas adversidades, de oír tantos sermones y de aprender tanto sobre la Biblia, si un día no somos bendecidos, iremos al tercer cielo y discutiremos con dios’. ¿Habéis oído alguna vez semejante cosa? Afirman que irán al tercer cielo a discutir con Dios; ¿cuán atrevido es eso? ¿No os da miedo solo oírlo? ¿Quién se atreve a intentar discutir con Dios? […] ¿Acaso no son arcángeles estas personas? ¿Acaso no son satanases? Puedes discutir con quien sea, pero no con Dios. No deberías hacer eso, ni siquiera pensar en hacerlo. Las bendiciones vienen de Dios: Él las concede a quien desea. Aun en el caso de que reúnas las condiciones para recibir bendiciones y Él no te las conceda, no deberías discutir con Él. El universo entero y la humanidad en su totalidad están supeditados a la ley de Dios; Él está al mando. ¿Cómo puedes tú, un minúsculo ser humano, atreverte a discutir con Dios? ¿Cómo puedes sobrestimar tanto tus capacidades? ¿Por qué no te miras en el espejo para ver quién eres? Al osar clamar contra el Creador y enfrentarte a Él de esta manera, ¿acaso no estás buscando la muerte? ‘Si un día no somos bendecidos, iremos al tercer cielo y discutiremos con dios’ es un enunciado que clama abiertamente contra Él. ¿Qué tipo de lugar es el tercer cielo? Es donde Dios reside. ¡Atreverse a ir al tercer cielo a discutir con Él equivale a intentar ‘derrocarlo’! ¿No es así? Algunos podrían preguntar: ‘¿Qué tiene que ver esto con los anticristos?’. Tiene mucho que ver con ellos, porque todos los que quieren ir al tercer cielo para discutir con Dios son anticristos. Solo los anticristos pueden decir cosas semejantes. Las palabras de este tipo son la voz que los anticristos albergan en el fondo del corazón. Esta es su perversidad” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (II)). Quedé avergonzada ante la revelación de las palabras de Dios y me di cuenta de que mis años de sufrimiento y sacrificio en el cumplimiento de mi deber no trataban sobre ser considerada hacia las intenciones de Dios y cumplir el deber de un ser creado para retribuir el amor de Dios. Se trataba sobre todo de entrar al reino y disfrutar de las eternas bendiciones. Me ocupaba del deber como una manera de escapar del desastre, como una moneda de cambio y un capital para tratar con Dios. Por eso siempre me ponía a calcular cuánto trabajo había hecho, a cuánta gente había convertido y cuánto había sufrido y sacrificado. Consideraba que cuantos más fueran, más méritos había ganado y más calificaba para que Dios me protegiera y así sobrevivir en los desastres. Sin embargo, al caer enferma inesperadamente de covid, culpé y malinterpreté a Dios, sin buscar cómo someterme a Él. En lugar de eso, pensé en cómo comportarme bien para ganarme el favor de Dios, para lograr que me protegiera y así recuperarme rápidamente. Al ver que mi estado empeoraba, perdí la esperanza en Él. Le culpaba de ser injusto y de no protegerme. Obviamente, mi fe y mi deber eran simplemente para el fin de ser bendecida. Solamente utilizaba a Dios para lograr mi propio objetivo de obtener bendiciones, como si hiciera un trato con Dios y tratara de engañarlo. ¡Qué egoísta y taimada era! Pensé en Pablo, en la Era de la Gracia, cruzando Europa para predicar el evangelio. Sufrió y sacrificó mucho, pero empleaba todos sus esfuerzos solo para entrar en el reino del cielo y ser recompensado. Al final, dijo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia” (2 Timoteo 4:7-8). Lo que en realidad quería decir era que si Dios no le concedía una corona, entonces Dios no era justo. La gente del mundo religioso está profundamente influenciada por estas palabras de Pablo. Todos los que trabajan y sufren en nombre del Señor lo hacen para ir al cielo y ser bendecidos. Si no son bendecidos, se lo echan en cara a Dios. Y yo era como ellos, ¿verdad? Entonces sentí miedo. Nunca imaginé que yo, al igual que un anticristo, discutiría con Dios y lo desafiaría si no me bendecía. De no ser por la revelación de los hechos, no me habría dado cuenta de la gravedad de mi carácter de anticristo. Pensé en algunas palabras de Dios: “He impuesto al hombre un estándar muy estricto todo este tiempo. Si tu lealtad viene acompañada de intenciones y condiciones, entonces preferiría no tener tu supuesta lealtad, porque Yo aborrezco a los que me engañan por medio de sus intenciones y me chantajean con condiciones. Solo deseo que el hombre me sea absolutamente leal y que haga todas las cosas en aras de una sola palabra: fe, y para demostrar esa fe. Desprecio vuestro uso de halagos para alegrarme, porque Yo siempre os he tratado con sinceridad, por lo que deseo que vosotros también actuéis con una fe verdadera hacia Mí” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Eres un verdadero creyente en Dios?). En las palabras de Dios pude sentir que Su carácter es recto, santo y no tolera ofensa. Dios trabaja para salvar a la humanidad, y lo que Él quiere es la sinceridad y la lealtad del hombre. Si lo que la gente da y la forma en que se entrega contienen motivos ocultos e impurezas, e incluyen regateos y trampas, entonces, no tendrán la aprobación de Dios y, de hecho, le repugnarán y disgustarán, y Él los condenará. Al igual que Pablo, lejos de ser bendecido por Dios, al final fue severamente castigado en el infierno. ¿No le habrá repugnado y disgustado también a Dios el modo transaccional y adulterado en que yo hacía mi deber? Hoy, haber enfermado había dejado al descubierto las despreciables intenciones subyacentes a mi fe y me había permitido ver la justicia y santidad de Dios. En ese momento, acepté y me sometí plenamente y de todo corazón a haber contraído la enfermedad.
Más adelante, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Como un ser creado, cuando se presenta ante el Creador, debe realizar su deber. Es algo muy correcto y debe cumplir con esa responsabilidad. Sobre la base de que los seres creados cumplen sus deberes, el Creador ha realizado una obra aún mayor entre los seres humanos y ha llevado a cabo una etapa de obra más a fondo en las personas. ¿Y qué obra es esa? Él les proporciona la verdad a los humanos permitiendo que la reciban de Él mientras cumplen su deber, para así deshacerse de su carácter corrupto y ser purificados. Así, satisfacen las intenciones de Dios y se embarcan en la senda correcta de la vida, y, en última instancia, son capaces de temer a Dios y evitar el mal, alcanzar la salvación completa y dejar de estar sujetos a las aflicciones de Satanás. Este es el objetivo que Dios desearía que la humanidad logre al final mediante el cumplimiento de sus deberes. Por tanto, durante el proceso de llevar a cabo tu deber, Dios no se limita a hacerte ver claramente una cosa y a que comprendas un poco de la verdad, ni tampoco se limita a dejarte disfrutar de la gracia y las bendiciones que recibes al cumplir tu deber como ser creado. Asimismo, te permite ser purificado y salvado y, en última instancia, que llegues a vivir en la luz del rostro del Creador” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). Las palabras de Dios me conmovieron. Para un ser creado, cumplir con un deber es una responsabilidad y una obligación que no se puede eludir. Más que eso, es una senda para ganar la verdad y lograr un cambio de carácter. En el curso de nuestros deberes, Dios dispone de toda clase de situaciones para exponer el carácter corrupto de las personas. Entonces, mediante el juicio y la revelación de Sus palabras, y también de Su poda y Su disciplina, nos permite entender nuestro carácter corrupto y hacer un cambio, dejar de estar sujetos a la corrupción y las aflicciones de Satanás. Esta es la sincera intención de Dios. A lo largo de los años cumpliendo con mi deber, había revelado mucha corrupción en las circunstancias que me preparó Dios. Había ganado algo de entendimiento de mis actitudes corruptas. Entonces había empezado a odiarme a mí misma, me había arrepentido y había cambiado, había vivido algo de semejanza humana. Había ganado mucho con mi deber, pero seguía sin estar agradecida. En lugar de eso, utilicé el cumplimiento de mi deber como moneda de cambio y capital para escapar del desastre, y traté a Dios como si se le pudiese engañar o explotar. ¡Qué despreciable! Dios ha expresado muchas verdades pero, en lugar de atesorarlas, yo solo pensaba en cómo ser bendecida, escapar del desastre, entrar en el reino de los cielos y ser recompensada. ¡Era tan vil! Oré y juré a Dios que no seguiría haciendo mi deber solo para ser bendecida, y que perseguiría la verdad en mi deber con diligencia para retribuir el amor de Dios. Leí otro pasaje de las palabras de Dios que me proporcionó una senda de práctica. Las palabras de Dios dicen: “Si, en tu fe en Dios y tu búsqueda de la verdad, eres capaz de decir: ‘Ante cualquier enfermedad o acontecimiento desagradable que Dios permita que me suceda, haga Dios lo que haga, debo someterme y mantenerme en mi sitio como un ser creado. Ante todo, he de poner en práctica este aspecto de la verdad, la sumisión, debo aplicarlo y vivir la realidad de la sumisión a Dios. Además, no debo dejar de lado la comisión que Dios me ha dado ni el deber que he de llevar a cabo. Debo cumplir el deber hasta mi último aliento’, ¿acaso no es esto dar testimonio? Con esta determinación y este estado, ¿puedes quejarte igualmente de Dios? No. En ese momento, pensarás para tus adentros: ‘Dios me da este aliento, me ha provisto y protegido todos estos años, me ha quitado mucho dolor, me ha otorgado abundante gracia y muchas verdades. He comprendido verdades y misterios que la gente no ha comprendido durante varias generaciones. ¡He recibido tanto de Dios que debo corresponderlo! Antes tenía muy poca estatura, no entendía nada y todo lo que hacía hería a Dios. Puede que más adelante no tenga otra oportunidad de corresponder a Dios. Me quede el tiempo de vida que me quede, debo ofrecer a Dios la poca fuerza que tengo y hacer lo que pueda por Él para que vea que todos estos años en que me ha provisto no han sido en vano, sino que han dado fruto. Quiero reconfortar a Dios y no herirlo ni decepcionarlo más’. ¿Qué te parece pensar así? No pienses en cómo salvarte o escapar, razonando: ‘¿Cuándo se curará esta enfermedad? Cuando se cure, haré todo lo posible por cumplir mi deber y ser leal. ¿Cómo puedo ser leal estando enfermo? ¿Cómo puedo cumplir el deber de un ser creado?’. Mientras te quede aliento, ¿no puedes cumplir el deber? Mientras te quede aliento, ¿eres capaz de no avergonzar a Dios? Mientras te quede aliento, mientras tengas la mente lúcida, ¿eres capaz de no quejarte de Dios? (Sí). Es fácil decir ‘Sí’ ahora, pero no será tan fácil cuando eso te suceda realmente. Por eso debéis perseguir la verdad, esforzaros con ella a menudo y pasar más tiempo reflexionando: ‘¿Cómo puedo satisfacer las intenciones de Dios? ¿Cómo puedo corresponder a Su amor? ¿Cómo puedo cumplir el deber de un ser creado?’. ¿Qué es un ser creado? ¿Es escuchar las palabras de Dios la única responsabilidad de un ser creado? No; lo es vivir las palabras de Dios. Dios te ha otorgado gran parte de la verdad, del camino y de la vida para que puedas vivir estas cosas y dar testimonio de Él. Eso ha de hacer un ser creado y es tu responsabilidad y obligación” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El único camino posible es la lectura frecuente de las palabras de Dios y la contemplación de la verdad). Las palabras de Dios me conmueven mucho. Dios es el Señor de la creación y yo soy un ser creado, así que mi destino está en Sus manos. Él permitió que la enfermedad cayera sobre mí, así que si vivía o moría, sabía que debía someterme a la soberanía y los arreglos de Dios. Ese es el sentido básico que ha de poseer un ser creado. Y un deber es algo a lo que un ser creado debe aferrarse. En cualquier momento, da igual lo que suceda, mientras me quede aliento en el cuerpo, debo aferrarme a mi deber. Había disfrutado de mucho amor de Dios a lo largo de estos años, pero siempre me estaba rebelando contra él y lastimándolo, ya que no buscaba la verdad. Tenía una enorme deuda con Dios. Mientras siguiera viva, debía cumplir bien con mi deber para retribuir el amor de Dios. En los días posteriores, consideré todos los días la mejor manera de cumplir con mi deber y satisfacer a Dios. La hermana que era mi compañera era nueva en la predicación del evangelio y no conocía muchos de los principios, por lo que no dejaban de surgir problemas. Yo la ayudaba y guiaba por internet. También leía a menudo me calmaba ante Dios leyendo en voz baja Sus palabras y cantando himnos de alabanza hacia Él. Aún seguía tosiendo y con fiebre, pero ya no me limitaba la enfermedad, y había dejado de pensar en si me iba a morir. Sabía que mi vida estaba en manos de Dios y que su soberanía determinaría cuánto tiempo viviría. Cada día que Dios me concede es un día en el que persigo cumplir bien con mi deber y retribuir Su amor. Cuando llegue el día en que Dios permita que me lleve la muerte, yo me someteré sin protestar.
Una noche, no paraba de toser y tenía la garganta llena de flema. Tenía la fiebre alta y el cuerpo todo dolorido. Me revolvía en la cama, sintiéndome horriblemente mal e incapaz de dormir. Me pregunté: “¿Estoy a punto de morir? ¿Volveré a despertar cuando me duerma?”. La idea de la muerte me alteraba mucho, y no podía dejar de llorar ante la posibilidad de no volver a tener la ocasión de leer las palabras de Dios. Me levanté, encendí mi ordenador y leí este pasaje de las palabras de Dios: “Dios ha predeterminado la duración de la vida de cada persona. Una enfermedad puede parecer terminal desde el punto de vista médico, pero desde la perspectiva de Dios, si tu vida debe continuar y aún no ha llegado tu hora, no podrías morir aún si lo quisieras. Si Dios te ha encargado una comisión, y tu misión no ha terminado, no morirás ni siquiera de una enfermedad que supuestamente es fatal: Dios no te llevará todavía. Aunque no ores ni busques la verdad, o no te ocupes de tratar tu enfermedad o incluso si aplazas el tratamiento, no vas a morir. Esto es especialmente cierto para aquellos que han recibido una comisión de Dios. Cuando la misión de tales personas aún no se ha completado, sin importar la enfermedad que les sobrevenga, no han de morir de inmediato, sino que han de vivir hasta el momento final del cumplimiento de la misión. ¿Tienes esta fe? […] Lo cierto es que no importa si tu negociación está destinada a que tu enfermedad se cure y evitar que mueras, o si tienes alguna otra intención u objetivo con ella, desde el punto de vista de Dios, si puedes cumplir con tu deber y sigues siendo útil, si Dios ha decidido utilizarte, entonces no morirás. No podrás morir, aunque lo desees. Pero si causas problemas, y cometes toda clase de actos malvados y exasperas el carácter de Dios, morirás rápidamente; tu vida se verá truncada. El tiempo de vida de todas las personas lo determinó Dios antes de la creación del mundo. Si son capaces de obedecer las disposiciones e instrumentaciones de Dios, entonces, ya sea que sufran o no enfermedades, y ya sea que tengan buena o mala salud, vivirán la cantidad de años predeterminada por Dios. ¿Tienes esta fe?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Al leer las palabras de Dios, sentí Su amor y Su misericordia. Esto me reconfortó el corazón. Comprendí un poco mejor la intención de Dios. El que yo pudiera nacer en los últimos días, creer en Dios y cumplir con un deber venía todo determinado por Dios. Enferma o no, debía morir si Dios ordenaba que mis días habían terminado. Y si Dios ordenaba lo contrario, entonces, no moriría ni aunque padeciera una enfermedad mortal. No sabía lo que me esperaba, pero sí que debía poner mi vida en manos de Dios y seguir Sus orquestaciones y Sus arreglos. Al pensar que podía morir en cualquier momento, quise volver a hablar con Dios desde el corazón. Me arrodillé y le oré: “¡Oh, Dios! Gracias por permitirme oír Tu voz y obtener riego y sustento de tantas cosas que has dicho, y por permitirme comprender la verdad y aprender a conducirme correctamente. Siento que mi vida no ha sido en vano. Todo esto es gracias a Tu misericordia y salvación. Pero es que mi corrupción es muy profunda, y siempre me rebelo contra Ti y te lastimo. No he buscado bien la verdad ni he cumplido con mi deber de corresponder a Tu amor. Además, nunca te he dado ni una pizca de consuelo. Estoy profundamente en deuda contigo. No sé si volveré a tener otra oportunidad de corresponder a Tu amor. Si sobrevivo, quiero buscar realmente la verdad y cumplir bien con mi deber para satisfacerte…”. Aquella noche me dormí enseguida. Cuando me desperté al día siguiente, me sentía totalmente relajada, como si nunca hubiera estado enferma. No me dolía la garganta y toda la flema había desaparecido. Me apresuré a tomarme la temperatura y descubrí que había vuelto a la normalidad. Esto me conmovió mucho y supe que se trataba de la misericordia y la protección de Dios. Aunque había revelado mucha rebeldía y resistencia tras contagiarme de covid, Dios seguía velando por mí y protegiéndome. No pude contener las lágrimas, agradecí a Dios y lo alabé.
Pasaron dos meses, en los que mi temperatura se mantuvo normal. La enfermedad no regresó, y apenas sin darme cuenta, estaba completamente recuperada. Al pensar en que había sobrevivido mientras otros muchos murieron durante la pandemia, supe que todo era gracias al maravilloso cuidado y salvación de Dios hacia mí. Contagiarme del covid dejó al descubierto las ocultas intenciones e impurezas de mi fe y deber, y expuso mis viles motivos para intentar hacer tratos con Dios a cambio de bendiciones. Mediante esto, obtuve algo de comprensión sobre mí misma y me sentí asqueada conmigo misma. Además, gané algo de experiencia real y comprensión del santo y justo carácter de Dios, y un sentido de sumisión hacia la soberanía y los arreglos de Dios. Si bien sufrí refinamiento y dolor a través de la experiencia de enfermar, también gané mucho; cosas que no podría haber ganado en una situación menos difícil. Cada vez que recuerdo lo que coseché de esta experiencia, me lleno de gratitud y alabanza a hacia Dios. Le doy gracias a Dios por Su salvación.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
Por Tere, Argentina En marzo de 2021 acepté la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días. Leía mucho las palabras de Dios Todopoderoso,...
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Por Yang Qing, ChinaEn julio de 2006 acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Mi marido apoyaba mi fe en Dios y recibía...
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