El arduo camino para denunciar a una falsa líder

31 Ene 2022

El arduo camino para denunciar a una falsa líder

Por Li Ming, Estados Unidos

En julio de 2019, mis hermanos y hermanas me acababan de elegir líder de la iglesia y mi compañera era la hermana Lin. La hermana Lin llevaba creyendo en Dios más tiempo que yo y era líder desde hacía varios años. Pensé: “Esto tiene de ser que posee algunas realidades de la verdad. En lo sucesivo, tendré que buscar más y trabajar con ella en la labor de la iglesia”. Tras un tiempo de contacto, me sorprendió que en las reuniones enseñara, principalmente, doctrina, que no analizara nunca su corrupción. Solía enaltecerse y alardear hablando de los deberes que realizaba, lo lejos que viajaba o cuánto sufría, y de cómo perseveró en el deber y satisfizo la voluntad de Dios cuando la trataron. Cuando los hermanos y hermanas oían sus enseñanzas, algunos rompían a llorar y otros decían con tristeza: “Si hubiéramos cumplido adecuadamente con el deber, no te habrían tratado”. Me asombraban un poco estas cosas. Pensaba: “Al enseñar así, ¿no está alardeando para que la admiren e idolatren?”. En una ocasión le advertí sobre su conducta: “Te enalteces y alardeas al enseñar así”. Cuando terminé, me sorprendió que respondiera mostrando descontento: “¿En qué me he enaltecido y he alardeado? Todo lo que dije era una realidad. Si estaba mal, ¿cómo debería enseñar?”. Ante su actitud, solo pude replicar: “Debes leer la palabra de Dios y hacer introspección”.

Al poco tiempo, sin comentarme nada, la hermana Lin trasladó a predicar el evangelio a una hermana inexperta en ello, y a la hermana experta en predicar, a otro deber, lo que repercutió directamente en el progreso de la labor evangelizadora. Días después, sin tener en cuenta el trasfondo real, la hermana Lin trasladó a predicar el evangelio a un nuevo fiel sin arraigo en el camino verdadero. La presión dejó tan abatido al nuevo fiel que a punto estuvo de dejar de creer. Por suerte, el diácono de riego le brindó ayuda y apoyo a tiempo y mejoró el estado del nuevo fiel. Cuando me enteré de estas cosas, volví a advertirle que debemos tener principios, que no podemos actuar arbitrariamente y que hemos de hablar con los compañeros antes de decidir nada. Pero ella se negó a aceptarlo, negó su responsabilidad y se defendió. Comprobé que no recapacitaba ni se conocía en absoluto. También recordé que siempre enseñaba doctrina, que actuaba arbitrariamente y no buscaba los principios de la verdad. Estaba segura de que era una falsa líder y quería denunciarlo ante el mío, pero también tenía ciertas dudas. Pensaba: “Hace años que la hermana Lin es líder. Hace poco, nuestros líderes debatieron si promoverla. Si ahora denuncio que es una falsa líder, ¿no dirán nuestros líderes que soy demasiado arrogante y que acuso a ciegas a otras personas nada más convertirme en líder? Además, si se entera la hermana Lin de que la he denunciado, a lo mejor les dice a nuestros líderes algo negativo sobre mí. ¿Me destituirán en ese caso?”. Una vez que lo pensé, no quise denunciarla. Sin embargo, si no la denunciaba, seguiría siendo líder, lo que perjudicaría a los hermanos y hermanas y la labor de la iglesia. Esos días sentía gran confusión e inseguridad sobre qué hacer, así que me presenté ante Dios a orar para pedirle que me ayudara a comprender Su voluntad y a hallar una senda de práctica.

Tras mi oración leí un pasaje de las palabras de Dios. “¿Por qué y cómo surgen las categorías de líderes y obreros? A una escala mayor, son necesarias para la obra de Dios; a una escala menor, se requieren para la obra de la iglesia, son necesarias para los escogidos de Dios. […] La diferencia entre su deber y el de otras personas tiene que ver con una característica especial que poseen. ¿Qué característica especial es esa? El aspecto más destacado es la función de liderazgo. Por ejemplo, cuando hay un grupo de personas con una que las lidera, si a esta persona se le denomina ‘líder’ u ‘obrero’, ¿cuál sería su función dentro del grupo? (La función de liderazgo). ¿Qué efecto tiene el liderazgo de esa persona en aquellas a las que lidera y en el grupo en su conjunto? Afecta a la dirección del grupo y su senda. Esto quiere decir que, si esa persona que ocupa una posición de liderazgo toma una senda equivocada, entonces, como mínimo, provocará que aquellos a su cargo y todo el equipo se desvíen de la senda correcta y, además, eso podría interrumpir o destruir la dirección de todo el equipo a medida que avanza, así como su velocidad y su ritmo. Así pues, en el caso de este grupo de personas, la senda que siguen y la dirección de la senda que eligen, la medida en la que entienden la verdad, así como su fe en Dios, no solo les afectan a ellas mismas, sino a todos los hermanos y hermanas bajo su liderazgo. Si un líder es correcto, si camina por la senda correcta y busca y practica la verdad, entonces las personas a las que guía comerán y beberán adecuadamente y buscarán apropiadamente y, al mismo tiempo, el progreso personal del líder será continuamente visible a los demás. Entonces, ¿cuál es la senda correcta por la que un líder debería caminar? Es ser capaz de llevar a otros a comprender la verdad y entrar en ella, es llevar a otros ante Dios. ¿Qué es una senda incorrecta? A menudo, es ensalzarse y dar testimonio de uno mismo, buscar el estatus, la fama y el beneficio propio, y nunca dar testimonio de Dios. ¿Qué efecto tiene esto en quienes están a su cargo? (Esas personas acuden a ellos). Esas personas se alejarán de Dios y quedarán bajo el control de ese líder. Si guías a la gente para que acuda a ti, entonces la estás guiando para que acuda a la humanidad corrupta y la estás guiando para que acuda a Satanás, no a Dios. Solo cuando guías a las personas hacia la verdad las estás guiando para que se acerquen a Dios. Los líderes y obreros, ya caminen por la senda correcta o por la equivocada, tienen una influencia directa sobre el pueblo escogido de Dios. Cuando todavía no entienden la verdad, muchos de los escogidos de Dios siguen a ciegas. Puede que el líder sea alguien bueno, y ellos lo siguen; puede que el líder sea malo, y también lo van a seguir, no saben diferenciar. La senda por la que caminan los fieles, está directamente relacionada con la senda que recorren los líderes y obreros, y puede ser influenciada a diversos niveles por esos líderes y obreros(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Tratan de ganarse a la gente). En las palabras de Dios descubrí que el tipo de senda que tome un líder y que este busque o no la verdad repercute no solo en él, sino también, directamente, en el trabajo de la iglesia entera y en la entrada en la vida de sus hermanos y hermanas. Cuando un líder de iglesia es la persona adecuada, que busca la verdad y toma la senda correcta, sus hermanos y hermanas pueden obtener provecho de él y les resulta fácil ir por la senda de la salvación. Pero si los líderes de iglesia no buscan la verdad ni siguen la senda correcta, no pueden guiar a otros para que comprendan la verdad ni entren en las realidades de la palabra de Dios e interrumpen el trabajo de la casa de Dios. Me acordé de que la hermana Lin no buscaba la verdad cuando sucedían las cosas, ni tampoco hacía introspección ni sabía resolver los problemas de sus hermanos y hermanas. Hablaba de doctrina en el deber y en las reuniones, se enaltecía y alardeaba, así que sus hermanos y hermanas la idolatraban y admiraban. En el deber era arrogante, santurrona y arbitaria y no aceptaba consejos acertados. Si no era destituida urgentemente, solo interrumpiría la labor de la casa de Dios y perjudicaría a sus hermanos y hermanas. Que surgiera en la iglesia una falsa líder como esta fue un desastre para los hermanos y hermanas. También recordé que había orado ante Dios y había jurado proteger los intereses de Su casa y hacer lo posible por cumplir correctamente con el deber, pero cuando sucedió algo que vulneraba la verdad y perjudicaba los intereses de la iglesia, me encerré en mi caparazón como una tortuga asustada y defendí mis intereses. Sabía que la hermana Lin era arrogante y arbitraria en el deber, que no aceptaba para nada la verdad y que ya había afectado al trabajo de la casa de Dios. Debería haberla denunciado ante mi líder, pero, en cambio, traté de protegerme porque me preocupaba que la hermana Lin hablara mal de mí cuando se enterara y que nuestros líderes me relevaran. Mientras una falsa líder interrumpía y perturbaba el trabajo de la casa de Dios, yo, en vez de protegerlo, no hice nada. Era egoísta y despreciable. ¡No tenía conciencia alguna! Sabía que no podía seguir siendo egoísta. Tenía que practicar la verdad, ser alguien con sentido de la justicia, estar de parte de Dios y proteger los intereses de Su casa. Una vez comprendido eso, decidí denunciar ante nuestros líderes.

Después, en una reunión con mis líderes, describí todas las conductas de la hermana Lin. Cuando terminé, me asombró que una de mis líderes leyera varios pasajes de la palabra de Dios en los que exponía a los anticristos y me podara y tratara con severidad diciéndome que tenía una ambición y un deseo de estatus excesivos y que el puesto de líder me había provocado sed de poder. Me mandó hacer más introspección y centrar mis esfuerzos en ocuparme correctamente del trabajo de la iglesia con la hermana Lin. Nuestro otro líder afirmó que la hermana Lin tenía buena aptitud y capacidad para el trabajo práctico. Me quedé de piedra al oír todo esto. Pensé: “¿Cómo puede ser este el resultado? Todo lo que les he dicho era cierto, pero me han tratado sin reflexionar ni investigar. Esto no resuelve para nada el problema”. Al principio quería explicarles más cosas de la hermana Lin, pero luego pensé que, si hablaba más, los líderes alegarían que no hago introspección ni acepto la verdad y me destituirían. ¿Qué haría entonces? Una vez que lo pensé, decidí dejarlo.

Un día, una hermana me informó que la hermana Lin, supervisora de la labor evangelizadora, no hacía más que obligar a sus subordinados a predicar el evangelio. Cuando la gente tenía estados o dificultades, no le enseñaba a resolverlos, lo que hacía que la labor evangelizadora fuera cada vez menos eficaz. Quería que yo hablara con la hermana Lin cuanto antes. Pensé: “El trabajo más importante de un líder es enseñar la palabra de Dios y resolver las dificultades que tienen los hermanos y hermanas en el deber. La hermana Lin da sermones interminables, pero no resuelve problemas reales. ¿No enseña simples doctrinas vacías?”. Así pues, fui directa a la hermana Lin para hablar de este problema. Cuando acabé, me soprendió que se revolviera contra mí: “¿Quién dice que no sé resolver problemas prácticos? ¿Quién lo ha dicho? ¿Qué persona lo ha dicho…?”. Vi que no aceptaba para nada la verdad y que no recapacitaba ni se comprendía a sí misma. Su primera reacción fue preguntar quién había denunciado el problema. Tuve una certeza aún mayor de que era una falsa líder. Si continuaba su trabajo, solo perjudicaría y retrasaría el de la casa de Dios. Quería informar de esto a nuestros líderes. Pero entonces recordé la última vez que denuncié un problema. No relevaron a la hermana Lin y nuestros líderes me trataron a mí. Si volvía a informarles, ¿no pensarían que le encontraba adrede pegas a la hermana Lin? ¿No pensarían que yo no era una persona adecuada, que no podía ser buena compañera? ¿Me condenarían por interrumpir el trabajo de la casa de Dios, me destituirían del deber y me mandarían a reflexión espiritual? Al pensar estas cosas, empecé a preocuparme de nuevo. No obstante, no denunciarlo me dejó con la conciencia intranquila, así que me presenté ante Dios a orar: “Dios mío, tengo claro que la hermana Lin es una falsa líder que debo delatar y denunciar, pero siempre me siento limitada por las fuerzas de las tinieblas. Temo que me traten y me destituyan del deber. Dios mío, te pido que me guíes y ayudes a conocerme a mí misma”.

Durante uno de mis devocionales, vi un vídeo de lectura de la palabra de Dios que me resultó muy útil. Dios Todopoderoso dice: “La mayoría de las personas desean buscar y practicar la verdad, pero gran parte del tiempo simplemente tienen la determinación y el deseo de hacerlo; la verdad no se ha convertido en su vida. Como resultado, cuando se topan con las fuerzas del mal o se encuentran con personas malvadas y malas que cometen actos malvados o con falsos líderes y anticristos que hacen las cosas de una forma que viola los principios —y provocando que la obra de la casa de Dios sufra pérdidas y dañando a los escogidos de Dios— las personas pierden el coraje de plantarse y decir lo que piensan. ¿Qué significa cuando no tienes coraje? ¿Significa que sois tímidos o poco elocuentes? ¿O que no tenéis un entendimiento profundo y, por tanto, no tenéis la confianza necesaria para decir lo que pensáis? Nada de esto; lo que pasa es que estás siendo controlado por diversos tipos de actitudes corruptas. Una de estas actitudes es la astucia. Piensas primero en ti mismo y piensas: ‘Si digo lo que pienso, ¿cómo va a beneficiarme? Si digo lo que pienso y provoco que alguien se disguste, ¿cómo nos llevaremos bien en el futuro?’. Esta es una mentalidad astuta, ¿cierto? ¿No es esto resultado de un carácter astuto? Otra es una actitud egoísta y mezquina. Piensas: ‘¿Qué tiene que ver conmigo una pérdida para los intereses de la casa de Dios? ¿Por qué debería importarme? No tiene nada que ver conmigo. Aunque lo vea y oiga, no tengo que hacer nada. No es mi responsabilidad, no soy líder’. En tu interior se encuentran esas cosas, como si hubieran surgido de tu mente inconsciente y ocuparan posiciones permanentes en tu corazón; son las corruptas actitudes satánicas del hombre. […] Nunca dices lo que realmente piensas. Todo ha de ser editado previamente por tu cerebro, en tu mente. Todo lo que dices es mentira, se contradice con los hechos, es todo para tu espuria defensa, para tu propia ventaja. Alguna gente se lo traga, y a ti te basta: tus palabras y acciones han logrado tus objetivos. Esto es lo que hay en tu corazón, son tus actitudes. Estás totalmente controlado por tus propias actitudes satánicas. No tienes poder sobre lo que dices o haces. Aunque quisieras, no podrías decir la verdad o lo que piensas realmente; aunque quisieras, no podrías practicar la verdad; aunque quisieras, no podrías cumplir con tus responsabilidades. Todo lo que haces, dices y practicas es una mentira, y eres descuidado y superficial. Resulta evidente que estás completamente encadenado y controlado por tu carácter corrupto. Puede que quieras aceptar y luchar por la verdad, pero no depende de ti. No eres más que una marioneta de carne corrupta, te has convertido en una herramienta de Satanás, dices y haces todo lo que te ordena tu carácter satánico. Dentro de ti, piensas: ‘Esta vez voy a esforzarme y a orar a Dios. Tengo que plantarme y reprender a los que interrumpan el trabajo de la casa de Dios, a los irresponsables en el deber. Debo asumir esta responsabilidad’. Por ello, con gran dificultad, te armas de valor y hablas. Consecuentemente, en el momento en que la otra persona da un golpe en la mesa y pierde los estribos, te acobardas. ¿Estás realmente al mando? ¿De qué ha servido tu determinación y tu firmeza? De nada. Seguramente te has encontrado en esta situación muchas veces. Te excusas ante la primera dificultad, sientes que no hay nada que hacer. Te rindes, crees que no eres un amante de la verdad, y que has sido eliminado por completo. Cierto que no amas la verdad, pero ¿la buscas? ¿Has estado practicando la verdad? ¿No has entendido nada tras oír los sermones durante todos estos años? ¿Por qué eres incapaz de practicar siquiera una pizca de verdad? Nunca la buscas, y ni mucho menos la practicas. Solo continúas orando, fortaleciendo tu determinación, tomas decisiones y haces juramentos. Y ¿qué resultado ha dado todo esto? Sigues siendo una persona complaciente, no provocas ni ofendes a nadie. Si algo no es de tu incumbencia, te mantienes alejado de ese asunto, y piensas: ‘No diré nada sobre las cosas que no tienen que ver conmigo, y no haré excepciones. Si algo puede perjudicar mis propios intereses, mi orgullo o mi autoestima, no le prestaré atención y lo enfrentaré todo con precaución; no debo actuar precipitadamente. El clavo que sobresale es el primero en ser golpeado ¡y no soy tan estúpido!’. Estás totalmente bajo el control de tus actitudes corruptas de maldad, astucia, dureza y rechazo hacia la verdad. Te controlan férreamente y se han vuelto más difíciles de soportar para ti que el aro dorado que llevaba puesto el rey Mono. ¡Vivir bajo el control de un carácter corrupto es sumamente agotador e insoportable!(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo quienes practican la verdad temen a Dios). En la palabra de Dios entendí que no me atrevía a denunciar a la hermana Lin porque era demasiado egoísta y mentirosa. Cuando me pasaba algo, siempre tenía en cuenta mis intereses, en lugar del trabajo de la iglesia. Discernía claramente que la hermana Lin era una falsa líder. Sabía que, si no la relevaban urgentemente, perjudicaría todavía más la labor de la iglesia, y sabía que debía seguir delatándola y denunciándola, pero temía que, de fracasar mi denuncia, me trataran o incluso destituyeran, por lo que procuraba protegerme y hacía la vista gorda. Protegía mis intereses e ignoraba los de la casa de Dios en todo. Verdaderamente, era demasiado egoísta y despreciable. No solo perjudicaba a mis hermanos y hermanas, sino que también traicionaba la comisión de Dios. ¿Cómo podía afirmarse que cumplía lealmente con el deber? Estaba de parte de Satanás y sirviendo de cómplice a una falsa líder. Aunque aparentemente no cometía grandes maldades, una falsa líder estaba interrumpiendo el trabajo de la casa de Dios, pero yo no lo protegía ni practicaba la verdad, sino que toleraba que una falsa líder le causara perjuicio. ¿En qué se diferenciaban mis actos del modo que tenía la hermana Lin de interrumpir la labor de la iglesia? ¿No me convertía eso en falsa líder a mí también? Al pensarlo, oré rápidamente a Dios para arrepentirme diciéndole que ya no quería ser egoísta y despreciable ni proteger solamente mis intereses, y que quería ponerme en pie, practicar la verdad y denunciar nuevamente a la hermana Lin.

Después organicé una reunión con varios diáconos de la iglesia y con la hermana Xiao, encargada del trabajo de aquella. Les conté todas las conductas de la hermana Lin y les pedí que discernieran según los principios para ver cómo debíamos ocuparnos del asunto. Cuando terminé, el diácono de riego también comentó algunos problemas de la hermana Lin. En ese momento, la hermana Xiao no dijo nada, salvo que investigaría el asunto, y enseguida acabó la reunión. Al principio creía haber reflejado claramente el problema y que pronto relevarían a la hermana Lin. Jamás podría haber imaginado que de nuevo me podarían y tratarían con severidad a mí. Un día vino la hermana Xiao a hablar conmigo en privado. Me dijo que debía acudir a ella si descubría problemas, y no hablar de la hermana Lin delante de los demás diáconos de la iglesia. Añadió que yo estaba reprimiendo a alguien que tenía la obra del Espíritu Santo, haciendo una camarilla e interrumpiendo la vida de iglesia, y que debía mirar a la gente desde una perspectiva de evolución y no etiquetar a nadie arbitrariamente. Por último, me preguntó: “Ya que la denunciaste por ser una falsa líder, ¿tienes en mente un relevo mejor? Si no, conservará el deber de líder. Nosotros ya lo hemos investigado. La hermana Lin tiene aptitud suficiente para cumplir con el deber de líder…”. Al oír aquello, se me cayó el alma a los pies en el acto. No supe ni cómo terminar la conversación. Esa noche lloré cuando llegué a casa. No sabía cómo vivir en ese ambiente. Reflexioné: “¿Por qué se complican las cosas cada vez más? Todo lo que he dicho es una realidad y son problemas evidentes. ¿Por qué no investigáis en serio el problema y os enteráis? ¿Por qué, cada vez que denuncio los problemas de la hermana Lin, todos me tratan y denuncian a mí?”. Cuanto más lo pensaba, más ofendida me sentía. Me di cuenta de que ahora, para ellos, yo estaba ocasionando un problema. ¿Significaba aquello que los líderes me iban a destituir del deber? ¿Significaba que era imposible que me fueran bien las cosas? De ser así, mejor me salía de ese ambiente. “Prefiero no ser líder. Es un suplicio excesivo”, pensé. Con esas ideas en mente, decidí redactar una carta de renuncia. Sin embargo, justo cuando me disponía a redactarla, tuve una honda sensación de culpa. Sufriendo, me presenté nuevamente ante Dios a orar entre lágrimas: “Dios mío, no sé qué hacer. Te ruego que me guíes para comprender Tu voluntad y me muestres una senda de práctica”.

Tras orar, leí un pasaje de la palabra de Dios que me ayudó a entender los principios del trato a los líderes y obreros. Las palabras de Dios dicen: “¿Cuál es la actitud que las personas deben tener en términos de cómo tratar a un líder o a un obrero? Si lo que un líder o un obrero hacen está bien, puedes obedecerlos; si lo que hacen está mal, puedes exponerlos e, incluso, oponerte a ellos y plantear una opinión distinta. Si ellos son incapaces de llevar a cabo obra práctica y se revelan que es un falso líder, un falso obrero o un anticristo, entonces puedes negarte a aceptar su liderazgo y también puedes denunciarlos y exponerlos. Sin embargo, algunos de los escogidos de Dios no comprenden la verdad y son particularmente cobardes y, así, no se atreven a hacer nada. Dicen: ‘Si el líder me saca a patadas, estoy terminado; si hace que todos me expongan o me abandonen, ya no podré creer en Dios. Si dejo la iglesia, Dios no me querrá y no me salvará. ¡La iglesia representa a Dios!’. ¿Acaso estas formas de pensar no afectan la actitud de dicha persona hacia esas cosas? ¿Podría en verdad ser cierto que si el líder te expulsa ya no puedes ser salvo? ¿Acaso el asunto de tu salvación depende de la actitud de tu líder hacia ti? ¿Por qué tantas personas tienen tal grado de miedo? Si, en cuanto os amenaza alguien que es un falso líder o un anticristo, no os atrevéis a reportarlo a los superiores e incluso garantizáis que a partir de ese momento estaréis de acuerdo con el líder, ¿no creéis que estáis perdidos? ¿Es esta la clase de persona que busca la verdad? No solo no te atreves a exponer semejante conducta malvada como algo que podrían perpetrar los anticristos satánicos, sino que, además, los obedeces e incluso tomas sus palabras como la verdad, a la cual te sometes. ¿No es esto el epítome de la estupidez? Entonces, cuando te hacen daño, ¿acaso no es lo que te mereces? ¿Ha causado Dios que te hagan daño? Lo has deseado sobre ti mismo. Consideraste a un anticristo como tu líder, los trataste como si fueran un hermano o hermana, y eso es culpa tuya. ¿Cuál es la actitud con la que has de tratar a un anticristo? Debes exponerlos y luchar contra ellos. Si no puedes hacerlo solo, entonces varias personas deben unirse y denunciarlos. Al descubrir que ciertos líderes y obreros de jerarquía caminaban por la senda de un anticristo, haciendo sufrir a los hermanos y hermanas, sin hacer obra real y codiciando los beneficios del estatus, algunas personas firmaron una petición para expulsar a esos anticristos. ¡Qué fantástico trabajo hicieron! Demuestra que algunas personas entienden la verdad, que poseen cierta estatura, y que Satanás no las controla ni engaña. Esto también prueba que los anticristos y falsos líderes no tienen una posición dominante en la iglesia, y no se atreven a mostrar su verdadero ser con demasiada claridad en nada de lo que dicen y hacen. Si se revelan, hay gente que los vigila, los identifica y los rechaza. Es decir, en el corazón de las personas que tienen un auténtico conocimiento de la verdad, el estatus, el prestigio y la autoridad no son los elementos dominantes de una persona. Todos los que entienden la verdad tienen discernimiento y reconsideran y reflexionan sobre la senda que las personas deben seguir en su fe en Dios, así como sobre cómo deben tratar a los líderes y obreros. También empiezan a pensar en a quiénes deben seguir, qué comportamientos constituyen seguir a las personas y cuáles seguir a Dios. Después de haber reflexionado sobre estas verdades durante varios años, y de haber escuchado sermones a menudo, han llegado inconscientemente a comprender las verdades sobre la creencia en Dios, y así han ganado algo de estatura. Se han embarcado en la senda correcta de creer en Dios(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Excluyen y atacan a quienes buscan la verdad). Medité la palabra de Dios y me di cuenta de que debemos defender los principios de la verdad al tratar con los líderes y obreros, no obedecerlos ciegamente. Cuando hagan lo correcto, de acuerdo con los principios de la verdad, debemos apoyarlos y cooperar, pero a los falsos líderes, que no hacen un trabajo práctico, hay que delatarlos, denunciarlos y desterrarlos. Antes, cuando hablaba con mis hermanos y hermanas, siempre decía que la verdad y la justicia reinan en la casa de Dios y que, al final, los falsos líderes y anticristos no encuentran apoyo aquí. Terminan revelados y eliminados. No obstante, cuando realmente surgió una falsa líder, no me atreví a delatarla y denunciarla y creí equivocadamente que mis líderes, ofendidos, me reprimirían, castigarían y destituirían del deber y que perdería toda esperanza de salvación. Para protegerme, quise transigir, retirarme y hasta dimitir, como un soldado desertor del campo de batalla. Esto no podía arrojar ningún testimonio y era una cobarde. Mi destino estaba en las manos de Dios. Mi salvación está en Sus manos y se determinaría en función de si practicaba la verdad y transformaba mi carácter vital o no, no por parte de ningún líder. La verdad y Cristo reinan en la casa de Dios y denunciar a una falsa líder suponía proteger los intereses de aquella, una cosa positiva en consonancia con la voluntad de Dios. Aunque los líderes me trataran o destituyeran, creo que Dios lo examina todo y que antes o después se revelan los hechos. También comprendí que Dios permite que surjan falsos líderes en la iglesia para que desarrollemos el auténtico discernimiento y no nos engañen ni limiten. A su vez, también para que podamos practicar la verdad, ponernos en pie, delatar a los falsos líderes y luchar de veras contra Satanás, pues lo que Dios quiere son buenos soldados del reino, capaces de dar testimonio de Él ante las malvadas fuerzas de Satanás. Como líder de iglesia, mi deber era proteger la labor de aquella, proteger a mis hermanos y hermanas del daño de los falsos líderes y anticristos y guiarlos para que comprendieran la verdad y aprendieran a discernir, de modo que pudieran rechazar de corazón a los falsos líderes. Cuando me percaté de estas cosas, entendí que no debía sentirme limitada por mis líderes y sí continuar denunciando a esta falsa líder. Así pues, me presenté ante Dios a orar: “Dios mío, me equivoqué. Quiero arrepentirme y dejar de protegerme y de tratar de escapar. Esto lo pongo en Tus manos. Si surge otra ocasión, denunciaré a esta falsa líder. Te pido que me abras el camino”.

No mucho después, los líderes por encima de mí, arrogantes, arbitrarios y que no hacían ningún trabajo práctico, fueron relevados sucesivamente. Entonces, enseguida denuncié la conducta de la hermana Lin a los líderes recién elegidos. Al mismo tiempo, mis hermanos y hermanas también acudieron a mí para evaluar conmigo la conducta de la hermana Lin, y decidimos por unanimidad que era una falsa líder y que había que denunciarla. Al ver que mis hermanos y hermanas discernían a la hermana Lin y que querían luchar por proteger los intereses de la casa de Dios, sentí vergüenza, pues tuve la sensación de ser negligente. Si hubiera sido capaz de seguir delatando y denunciando a la hermana Lin, mis hermanos y hermanas podrían haberla discernido antes. Cuando oí a los líderes decir que pronto la relevarían, me emocioné casi hasta el punto de llorar.

Días más tarde, la hermana Lin fue destituida del deber, la iglesia eligió a un nuevo líder y todos los aspectos de la labor de la iglesia volvieron a la normalidad. Poco después de la destitución de la hermana Lin, la hermana Xiao, supervisora de la labor de la iglesia, también fue destituida y enviada a casa para que reflexionara por tener un carácter arrogante, descuidar el deber y proteger a una falsa líder. Ante estos resultados, alabé de corazón la justicia de Dios, pero sentí aún más vergüenza. Por proteger mis intereses, no tuve en cuenta para nada los intereses de la casa de Dios. Cuando abortaron mi denuncia de la falsa líder, quise volverme una traidora y huir y no me atreví a defender los principios. No comprendía el carácter justo de Dios. Estaba verdaderamente ciega.

Tras esta experiencia, comprobé realmente lo distintos que son la casa de Dios y el mundo. En el mundo, todos viven según las filosofías satánicas mundanas y solo pueden prosperar los lamebotas insidiosos. Sin embargo, la verdad, Cristo y la justicia reinan en la casa de Dios. Aunque los falsos líderes y anticristos tengan el poder durante un tiempo, al final no encuentran apoyo. Practicar la verdad, proteger los intereses de la casa de Dios y actuar con principios son la única vía que concuerda con la voluntad de Dios.

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