99. ¿Está bien creer en Dios solo por la gracia?
A finales de 2016, mi hijo tenía siempre diarrea, y no había medicación que le ayudara. Inesperadamente, justo unos días después de que empezara a creer en Dios, la enfermedad de mi hijo se curó. Pasado un tiempo, y sin darme cuenta siquiera, mi migraña crónica también mejoró. Estaba profundamente agradecida a Dios. Después de eso, me esforcé todo lo que pude para cumplir con cualquier deber que organizara la iglesia. En esa época, mi marido se interpuso en el camino de mi fe en Dios, pero no estaba limitada, porque creía que, mientras mi fe en Dios fuera sincera y cumpliera mis deberes, recibiría las bendiciones de Dios y tendría la oportunidad de ser salvada.
En abril de 2020, me eligieron líder de iglesia y cumplí con este deber incluso más activamente. Un día, pasados unos meses, después de comer, me noté muy cansada y mareada, así que me controlé la tensión, y vi que estaba entre 160 mmHg y 90 mmHg. No me lo podía creer; pensé: “Nunca había tenido tensión alta, ¿por qué de repente está tan alta?”. Como todavía era joven, pensé que mientras cumpliera mis deberes con sinceridad, Dios me protegería, y mi tensión arterial seguro que bajaría, así que no me sentí demasiado limitada, y la traté solo con algún remedio casero. En marzo de 2021, me tomé la tensión en una farmacia, y estaba entre 185 mmHg y 128 mmHg. El médico se sorprendió mucho, y me dijo: “Tienes la tensión muy alta: ten mucho cuidado de no caerte al montar en bici”. Escuchar al médico decir eso me dio mucha ansiedad, y pensé: “La tensión alta puede traer muchas complicaciones. Hay gente que por tener la tensión alta le da congestión cerebral y se muere de repente, a algunos les dan infartos cerebrales y acaban con cojera, y otros acaban paralizados y sin poder valerse por sí mismos. ¿Qué pasará si me caigo y quedo paralizada?”. En ese punto, me empecé a quejar, pensando: “Siempre he cumplido mis deberes, así que, ¿por qué sigo teniendo la tensión tan alta? ¿Por qué no me ha protegido Dios?”. Una mañana, al despertar, me mareé mucho de repente, me dolían muchísimo los hombros y sentía que varios tendones me tiraban en la cabeza, por lo que mover la cabeza era una agonía, como si se fuese a desprender. Sentía que, si se me rompía un vaso sanguíneo, podía morirme en cualquier momento a causa de esto. Fui al hospital a que me examinasen, y el médico dijo que el dolor de cabeza era por una espondilosis cervical grave. Tras el tratamiento, los síntomas remitieron un poco, pero seguía muy mareada y a veces tenía dolor de cabeza. Me había vuelto algo negativa, y pensaba: “A pesar de todo mi esfuerzo y entrega, ¿por qué no solo no mejoro, sino que voy a peor? Si las cosas siguen así, me podría morir en cualquier momento. A lo mejor me tendría que dedicar a un solo tipo de trabajo. Me cansaría menos que siendo líder, y quizá mi enfermedad mejoraría”. Aunque seguí cumpliendo mis deberes, había perdido el sentido de carga por estos y vivía en un estado constante de ansiedad y angustia. Al ver que el trabajo evangélico no era efectivo, no quería analizar los motivos o resolver los problemas.
Más adelante, tomé algunos remedios caseros y medicación para la hipertensión, y la tensión me bajó un poco. Pero me seguía preocupando que mi enfermedad se volviera a agravar, y pensaba que a pesar de todo mi esfuerzo y entrega, no solo no había recibido ninguna bendición, sino que mi salud empeoraba, así que no quería seguir con mi deber de líder. Pensaba que, si hacía un solo tipo de trabajo, supondría una carga menor y podría cuidar mejor mi salud. En ese periodo, debido a mi mal estado, la mayoría de mis enseñanzas en las reuniones eran negativas y pasivas, y no estaba centrada en mis deberes, lo que hizo que el trabajo evangélico fuera cada vez menos efectivo. Hasta que los líderes superiores me podaron por ser demasiado superficial en mis deberes y me advirtieron que me despedirían si no me arrepentía, me di cuenta de que estaba trastornando y perturbando la obra. Entonces sentí cierto temor, y finalmente acudí a Dios en oración y reflexioné sobre mí misma. Un día, escuché un himno de las palabras de Dios: Debes buscar la intención de Dios cuando golpea la enfermedad. Dice: “¿Cómo debes vivir la enfermedad cuando llegue? Debes presentarte ante Dios a orar, buscar y averiguar Su intención; debes examinarte para descubrir qué has hecho contra la verdad y qué corrupción no se ha corregido en ti. No puede corregirse tu carácter corrupto sin pasar por el sufrimiento. La gente solo puede evitar ser disoluta y vivir ante Dios en todo momento si es atemperada por el sufrimiento. Cuando alguien sufre, está siempre en oración. Se examinará a sí mismo para descubrir si ha hecho algo mal o en qué se ha opuesto a la verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Al creer en Dios, lo más crucial es recibir la verdad). Tras escuchar las palabras de Dios, entendí que Él utilizaba esta enfermedad para hacerme reflexionar sobre mí misma y reconocer mi carácter corrupto con el propósito de salvarme, y que en esto estaba la intención sincera de Dios. Llevaba varios años creyendo en Dios, pero al afrontar una enfermedad, no supe cómo buscar la intención de Dios orando, ni reflexioné sobre qué aspectos de mi carácter corrupto Dios quería purificar y cambiar, o qué impurezas tenía mi fe. En vez de eso, me quedé en un estado de negatividad y resistencia debido a la enfermedad, y cuando había muchos problemas en el trabajo evangélico, no pensé en cómo resolverlos, sino que quería evadir mis deberes. Mi carácter había sido muy intransigente y, ¡realmente carecía de conciencia y razón! Entonces me presenté ante Dios en oración y dije: “Dios, no quiero seguir siendo tan intransigente, te pido que me guíes para aprender una lección de esta enfermedad”.
Más adelante, busqué soluciones a mis problemas, y vi un video de un testimonio vivencial que incluía un pasaje de las palabras de Dios muy relacionado con mi estado. Dios Todopoderoso dice: “Muchos de los que siguen a Dios solo se preocupan por cómo obtener bendiciones o evitar el desastre. Tan pronto como se mencionan la obra y la gestión de Dios, se quedan en silencio y pierden todo interés. Piensan que comprender tales cuestiones tediosas no ayudará a que su vida crezca y que no les brindará ningún beneficio. En consecuencia, aunque hayan oído información acerca de la gestión de Dios, la abordan sin seriedad. No la ven como algo precioso que se debe aceptar y, mucho menos, la comprenden para tomarla como parte de su vida. Esas personas solo tienen un simple objetivo al seguir a Dios, y es recibir bendiciones. No pueden tomarse la molestia de prestar atención a nada que no involucre directamente este objetivo. Para ellas, no hay meta más legítima que creer en Dios para obtener bendiciones; es la esencia del valor de su fe. Si algo no contribuye a este objetivo, no las conmueve en absoluto. Esto es lo que ocurre con la mayoría de las personas que creen en Dios actualmente. Su objetivo y su intención parecen legítimos porque, al mismo tiempo que creen en Dios, también se esfuerzan por Él, se dedican a Él, y cumplen su deber. Entregan su juventud, renuncian a su familia y su profesión e, incluso, pasan años ocupados lejos de casa. En aras de su meta máxima, cambian sus intereses, su perspectiva de la vida e, incluso, la dirección que siguen, pero no pueden cambiar el objetivo de su creencia en Dios. Van de acá para allá tras la gestión de sus propios ideales; no importa lo lejos que esté el camino ni cuántas dificultades y obstáculos haya a lo largo de él, siguen siendo persistentes y no tienen miedo a la muerte. ¿Qué poder los impulsa a seguir entregándose de esta forma? ¿Es su conciencia? ¿Es su calidad humana magnífica y noble? ¿Es su determinación de combatir a las fuerzas del mal hasta el final? ¿Es su fe de dar testimonio de Dios sin buscar recompensa alguna? ¿Es su lealtad al estar dispuestos a abandonarlo todo para cumplir la voluntad de Dios? ¿O es su espíritu de devoción para renunciar siempre a las exigencias personales extravagantes? ¡Que alguien que nunca ha comprendido la obra de gestión de Dios dé tanto es, simplemente, un milagro! Por el momento, no hablemos de cuánto han dado estas personas. Sin embargo, su comportamiento es muy digno de nuestra disección. Aparte de los beneficios tan estrechamente asociados con ellos, ¿podría existir alguna otra razón para que las personas, que nunca entienden a Dios, den tanto por Él? En esto descubrimos un problema no identificado previamente: la relación del hombre con Dios es, simplemente, de puro interés personal. Es la relación entre el receptor y el dador de bendiciones. Para decirlo con claridad, es la relación entre un empleado y un empleador. El primero solo trabaja duro para recibir las recompensas otorgadas por el segundo. En una relación basada en los intereses no hay afecto, solo una transacción. No hay un amar y ser amado; solo caridad y misericordia. No hay comprensión; solo engaño y una indignación reprimida e inútil. No hay intimidad; solo un abismo que no se puede cruzar” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice III: El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios). Dios expone que, aunque mucha gente cumple sus deberes, hace sacrificios, se gasta o se ocupa con trabajo, aparentando que se someten a Dios y lo satisfacen, esencialmente tienen sus propias intenciones e intentan utilizar a Dios y negociar con Él para conseguir su meta de recibir bendiciones. Reflexioné sobre cómo, desde que acepté la obra de Dios en los últimos días, la enfermedad de mi hijo se había curado, igual que mi migraña crónica, por lo que pude estar activa en mis deberes, e incluso cuando mi familia intentó interponerse en mi camino, no me eché atrás, creyendo que, mientras me esforzara en mis deberes, recibiría la gracia y las bendiciones de Dios en el futuro y al final sería salvada. No abandoné mis deberes ni siquiera tras descubrir que tenía la tensión alta, y estaba dispuesta a darlo todo, sin importar lo duro o cansador que fuera, creyendo que, si era leal en mis deberes, Dios podría eliminar mi enfermedad. Cuando no mejoré y vi que seguía empeorando, lo malinterpreté, me quejé e ignoré los problemas que había en el trabajo evangélico, e incluso llegué a pensar en abandonar mis deberes de líder. Vi que mis años de sacrificio y entrega no habían sido para cumplir el deber de un ser creado, sino para intentar usar a Dios para negociar futuras bendiciones y un buen destino y resultado. Mi relación con Dios era la de una mera empleada con su jefe, puramente transaccional.
Más adelante, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “No importa cómo sean probados, la lealtad de los que tienen a Dios en su corazón se mantiene sin cambios; pero para los que no tienen a Dios en su corazón, una vez que la obra de Dios no es favorable para su carne, cambian su opinión de Dios y hasta se apartan de Dios. Así son los que no se mantendrán firmes al final, que solo buscan las bendiciones de Dios y no tienen el deseo de entregarse a Dios y dedicarse a Él. Todas estas personas tan viles serán expulsadas cuando la obra de Dios llegue a su fin y no son dignas de ninguna simpatía. Los que carecen de humanidad no pueden amar verdaderamente a Dios. Cuando el ambiente es seguro y fiable o hay ganancias que obtener, son completamente obedientes a Dios, pero cuando lo que desean está comprometido o finalmente se les niega, de inmediato se rebelan. Incluso, en el transcurso de una sola noche pueden pasar de ser una persona sonriente y ‘de buen corazón’ a un asesino de aspecto espantoso y feroz, tratando de repente a su benefactor de ayer como su enemigo mortal, sin ton ni son. Si estos demonios no son expulsados, estos demonios que matarían sin pensarlo dos veces, ¿no se convertirían en un peligro oculto?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra de Dios y la práctica del hombre). Pude ver en las palabras de Dios que quienes lo llevan en el corazón saben que todo viene de Él, y reciban bendiciones o sufran desgracias, se someten a Sus instrumentaciones y arreglos. Al igual que Job durante sus pruebas, cuando le arrebataron sus rebaños y manadas, murieron sus hijos, y se vio cubierto de llagas, no se quejó de Dios ni renunció a Él, sino que lo alabó: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” (Job 1:21).* Job tenía un corazón temeroso de Dios y su fe en Él era genuina. Comparé esto con mi propio comportamiento. Tras aceptar la obra de Dios, mi hijo se había curado, al igual que mi migraña crónica. Recibí gracia de parte de Dios, y me entusiasmé en entregarme, pero cuando mi enfermedad se fue agravando cada vez más, y no recibía las bendiciones que quería, me rebelé inmediatamente contra Dios y empecé a quejarme de Él, ya no tenía sentido de carga en mis deberes y no defendía los intereses de la iglesia en absoluto. Solo tenía en cuenta mis intereses personales, solo quería recibir bendiciones y ganancias de Dios, y cuando no las conseguí, me volví negativa y negligente y me opuse a Dios. Comprendí lo egoísta y despreciable que me había vuelto y mi falta de humanidad y razón. Si seguía siendo tan intransigente, al final Dios me desdeñaría y descartaría.
Más adelante, leí más de las palabras de Dios: “Dado que recibir bendiciones no es un objetivo adecuado al que la gente deba aspirar, ¿cuál es un objetivo adecuado? La búsqueda de la verdad, la búsqueda de la transformación del carácter y la capacidad de someterse a todas las instrumentaciones y disposiciones de Dios: estos son los objetivos a los que la gente debe aspirar. Supongamos, por ejemplo, que ser podado suscita en ti nociones y malinterpretaciones y que te vuelves incapaz de someterte. ¿Por qué no puedes someterte? Porque crees cuestionado tu destino o tu sueño de recibir bendiciones. Te vuelves negativo, te acongojas y quieres renunciar a tu deber. ¿Por qué? Porque hay un problema en tu búsqueda. ¿Y cómo se debe resolver? Es imprescindible que, de inmediato, abandones estas ideas erróneas y busques la verdad para resolver el problema de tu carácter corrupto. Debes decirte: ‘No debo desistir, he de seguir cumpliendo bien el deber de un ser creado y hacer a un lado el deseo de recibir bendiciones’. Cuando renuncias al deseo de recibir bendiciones y recorres la senda de perseguir la verdad, se te quita un peso de encima. ¿Y podrás estar negativo todavía? Aunque aún haya momentos en que lo estés, no dejas que esto te constriña, en el fondo sigues orando y luchando, cambiando del objetivo de tu búsqueda —de recibir bendiciones y tener un destino, a la búsqueda de la verdad—, y piensas para tus adentros: ‘La búsqueda de la verdad es el deber de un ser creado. No hay mayor cosecha que comprender ciertas verdades hoy día, esta es la mayor bendición de todas. Aunque Dios no me quiera, yo no tenga un buen destino y mis esperanzas de recibir bendiciones se hagan añicos, continuaré cumpliendo adecuadamente con el deber, tengo esa obligación. Sea cual sea el motivo, no afectará a mi cumplimiento del deber ni a mi cumplimiento de la comisión de Dios; este es mi principio de conducta’. Con esto, ¿no has trascendido las limitaciones de la carne? Algunos pueden decir: ‘Bueno, ¿y qué si sigo siendo negativo?’. Entonces busca de nuevo la verdad para resolverlo. Por muchas veces que caigas en la negatividad, si simplemente sigues buscando la verdad para resolverla, y sigues esforzándote por ella, poco a poco saldrás de tu negatividad. Y un día, sentirás que no sientes el deseo de obtener bendiciones y que no estás constreñido por tu destino y desenlace, y que es más fácil y eres más libre viviendo sin estas cosas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo hay entrada en la vida en la práctica de la verdad). Tras leer las palabras de Dios, entendí que ganar bendiciones no es ni el objetivo que debemos perseguir, ni la senda que debemos recorrer en nuestra fe en Dios. La senda que debemos recorrer en nuestra fe en Dios supone perseguir la verdad y conseguir transformar nuestro carácter, así como someterse a las instrumentaciones y arreglos de Dios y convertirse en un auténtico ser creado. Yo había estado cumpliendo mis deberes para recibir la gracia y las bendiciones de Dios, pero cuando mi salud empeoró y sentí que mi esperanza de bendiciones se resquebrajaba, me volví negativa y resistente. Aunque en apariencia no había abandonado mis deberes, mi corazón ya había traicionado a Dios. Estaba cumpliendo mis deberes de manera superficial, sin abordar los problemas, lo que se tradujo en un trabajo evangélico ineficiente y en que los hermanos y hermanas vivieran en estado negativo, y terminó perjudicando la obra de la iglesia. Estaba recorriendo una senda contraria a la intención de Dios. Ahora he conseguido entender que no debemos buscar bendiciones con nuestra fe, sino perseguir la verdad y despojarnos de nuestro carácter corrupto, ser capaces de someternos a las instrumentaciones y los arreglos de Dios y convertirnos en personas razonables. Igual que Job, que alabó la justicia de Dios tanto si recibía bendiciones como si sufría desgracias, mostraba una sumisión a Dios genuina y era una persona extremadamente razonable. Al seguir adelante, acepté corregir mis puntos de vista incorrectos sobre la búsqueda, someterme a las instrumentaciones y los arreglos de Dios y cumplir bien mis deberes como ser creado. En cuanto a mi enfermedad, seguiría con la medicación y el tratamiento habituales, prestando atención a mi dieta y haciendo ejercicio adecuadamente. Al desprenderme de mi deseo de bendiciones, me sentí mucho más tranquila y motivada en mis deberes. Más adelante, trabajé con los trabajadores evangélicos para revisar desviaciones y problemas, seguir y supervisar su trabajo y hacer ajustes al personal inadecuado. Pasado un tiempo, la efectividad del trabajo evangélico mejoró respecto a como era antes.
Después, me tomé la tensión unas cuantas veces y, para mi sorpresa, era normal. Estaba muy contenta, pero también me sentía bastante culpable. Reflexioné sobre cómo cuando estaba enferma no tenía sentido de carga en mis deberes, lo que causó pérdidas en la obra, pero Dios no se quedó en mis transgresiones y me dio la oportunidad de arrepentirme, así que me sentía muy en deuda con Dios. Más adelante, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “En su creencia en Dios, lo que las personas buscan es obtener bendiciones para el futuro; este es el objetivo de su fe. Todo el mundo tiene esta intención y esta esperanza, pero la corrupción en su naturaleza debe resolverse por medio de pruebas y refinamiento. En los aspectos en los que no estás purificado y revelas corrupción, en esos aspectos debes ser refinado: este es el arreglo de Dios. Dios crea un entorno para ti y te fuerza a ser refinado en ese entorno para que puedas conocer tu propia corrupción. Finalmente, llegas a un punto en el que preferirías morir para renunciar a tus planes y deseos y someterte a la soberanía y el arreglo de Dios. Por tanto, si las personas no pasan por varios años de refinamiento, si no soportan una cierta cantidad de sufrimiento, no serán capaces de deshacerse de la limitación de la corrupción de la carne en sus pensamientos y en su corazón. En aquellos aspectos en los que la gente sigue sujeta a la limitación de su naturaleza satánica y en los que todavía tiene sus propios deseos y sus propias exigencias, esos son los aspectos en los que debe sufrir. Solo a través del sufrimiento pueden aprenderse lecciones; es decir, puede obtenerse la verdad y comprenderse las intenciones de Dios. De hecho, muchas verdades se entienden al experimentar sufrimiento y pruebas. Nadie puede entender las intenciones de Dios, reconocer la omnipotencia de Dios y Su sabiduría o apreciar el carácter justo de Dios cuando se encuentra en un entorno cómodo y fácil o cuando las circunstancias son favorables. ¡Eso sería imposible!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). En estas palabras de Dios pude ver la gran sabiduría de Su obra. Una enfermedad grave parece dolorosa desde una perspectiva humana, pero Dios usa ese dolor para refinar y purificar a la gente. Igual que con mi enfermedad, aunque aparentemente parecía haber sufrido algún dolor, Dios había usado esta enfermedad para purificar las impurezas de mi fe en Él, y sin la revelación de esta enfermedad no hubiera comprendido la intención adulterada de mi fe sobre ganar bendiciones y seguiría intentando engañar y negociar con Dios en mis deberes, y acabaría siendo puesta en evidencia y descartada por Dios. Esta experiencia me ha enseñado la intención honesta de Dios de salvar a la gente. Cuando empecé a creer en Dios, disfruté mucho de Su gracia, y en aquel entonces, no entendía mucho y pensaba que Dios era simplemente un Dios que concedía gracia. Pero la verdad es que la gracia que Dios concede a las personas es para llevarlas ante Él y que acepten Su salvación. La obra de Dios de los últimos días expresa la verdad y lleva a cabo el juicio, y al mismo tiempo, Dios prepara diferentes entornos para refinar y purificar a las personas y que así se puedan someter a Él, alabarlo y conseguir Su salvación. Al creer en Dios, no debo solo disfrutar de Su gracia, también debo experimentar Su juicio, Su castigo, Sus pruebas, Su refinamiento, y debo perseguir el cambio de mi carácter corrupto y cargar con mi deber. Aunque mi enfermedad me ha traído dolor, he visto que lo que Dios me ha hecho es Su amor y salvación, y también acabé por entender la sabiduría en la obra de Dios. ¡Le doy gracias a Dios desde el fondo de mi corazón!