68. El dolor que causa compararme con los demás

Por Xu Tao, China

En 2023, estaba regando a los recién llegados en la iglesia. Mediante la práctica, podía captar algunos principios en varios aspectos. Como hacía tiempo que las hermanas con las que colaboraba no practicaban, acudían a mí en busca de ayuda para resolver las dificultades a las que se enfrentaban en sus deberes o en su entrada personal en la vida. Sentía que tenía un cierto sentido de presencia en el equipo y disfrutaba con que los demás me admiraran y confiaran en mí. Un día, recibí de repente un mensaje de la supervisora en el que me pedía evaluar los sermones del evangelio. No pude evitar sentirme un tanto inquieta. “Ya he captado algunos principios regando a los recién llegados y siento que ya domino de verdad este deber, pero, si asumo uno nuevo, tendré que practicar y aprenderlo todo de nuevo. Si no lo hago bien y me despiden, ¿qué pensarán los hermanos y hermanas de mí? ¿No sería totalmente humillante?”. Tras darle vueltas, sentí que estaría más segura en mi deber actual. No obstante, cuando pensaba en que la iglesia había dispuesto esto, sentía que decir que no me haría quedar como una persona absolutamente carente de razón, así que acepté a regañadientes.

El primer tiempo, la hermana Yu Xin me guio para aprender los principios. Cuando había algo que yo no comprendía, buscábamos información juntas y, poco a poco, comencé a captar algunos principios para evaluar sermones. Pensaba en mis adentros: “Parece que tengo capacidad para cumplir este deber”. Unos días más tarde, la hermana Qing Ming se unió al equipo. Al principio, Qing Ming no compartía mucho sus opiniones, pero, pasada una semana, me di cuenta de que estaba mejorando muy rápido. Si bien tras haber leído un sermón, yo aún no le encontraba problemas, ella ya los había identificado. Ella fue la primera en detectar los problemas de varios sermones seguidos. No pude evitar sentirme en crisis. “Qing Ming se unió al equipo más tarde que yo, pero está progresando más rápido. Si esto sigue así, ¿no terminaré por detrás de ella todavía más? ¿No quedaré como la más débil del equipo?”. Este pensamiento me hizo sentir bastante molesta. Más adelante, cuando estábamos juntas evaluando sermones, me preocupaba no detectar los problemas o que mis puntos de vista no fuesen precisos. A veces, cuando terminábamos de leer un sermón, mientras yo aún estaba cavilando las cosas, Qing Ming comenzaba a compartir sus bien razonadas opiniones. Yu Xin estaba de acuerdo con sus análisis y, cuando las veía reírse y hablar juntas de estas cosas, sentía como si yo hubiese pasado a segunda escena. Me llenaba de sentimientos de represión y quería marcharme. Incluso comencé a sospechar: “Si la supervisora viene un día a la reunión y ve mi falta de progreso, ¿pensará que me falta calibre y que cometió un error asignándome este deber? Si me despiden por mi bajo calibre, ¡me sentiré completamente humillada!”. No pude evitar recordar mis tiempos cumpliendo el deber de regar a los recién llegados. Por aquel entonces, yo era un figura clave en el equipo y mis compañeras me pedían ayuda cuando tenían problemas con el trabajo y, la mayor parte del tiempo, se adoptaban mis sugerencias durante los debates. ¡Pero ahora me había convertido en la más débil del equipo! Sencillamente, no podía aceptar ser así de inepta. Cuanto más reflexionaba sobre ello, más pesarosa me sentía, y pensaba: “Si hubiese sabido que las cosas iban a resultar así, ¡no habría asumido este deber para no avergonzarme a mí misma!”. Durante varios días seguidos, me encontré atrapada en un estado de abatimiento. Me volví más pasiva en mi deber y no era capaz de discernir los problemas cuando evaluábamos sermones. Me di cuenta de que mi estado no era el correcto, así que acudí a Dios en oración: “Dios, me siento muy negativa e incluso la idea de que me reasignen a otro deber por mi falta de calibre me hace sentir humillada. No quiero vivir en este estado y estar manipulada por Satanás. Por favor, guíame para salir de esto”.

Durante mis devocionales, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Todas las personas tienen algunos estados incorrectos en ellas, como la negatividad, la debilidad, el desaliento y la fragilidad; o tienen intenciones viles; o están constantemente atribuladas por su orgullo, deseos egoístas y su propia conveniencia; o creen que son de poco calibre y experimentan estados negativos. Te resultará muy difícil obtener la obra del Espíritu Santo si vives siempre en estos estados. Si es difícil para ti obtener la obra del Espíritu Santo, entonces los elementos activos en ti serán pocos, y los elementos negativos surgirán y te perturbarán. La gente siempre confía en su propia voluntad para reprimir esos estados negativos y adversos, pero no importa cuánto los repriman, no pueden sacudírselos de encima. La razón principal de esto es que las personas no pueden discernir completamente estas cosas negativas y adversas; no pueden percibir claramente su esencia. Esto hace que les resulte muy difícil rebelarse contra la carne y contra Satanás. Además, siempre se quedan atascadas en estos estados negativos, melancólicos y degenerados, y no oran ni acuden a Dios, sino que simplemente salen del paso con ellos. En consecuencia, el Espíritu Santo no obra en ellas, y por tanto son incapaces de entender la verdad, carecen de senda en todo lo que hacen, y no pueden ver ningún asunto con claridad. Hay demasiadas cosas negativas y adversas dentro de ti, y han llenado tu corazón, por lo que a menudo eres negativo, melancólico de espíritu, y te alejas cada vez más de Dios y te vuelves cada vez más débil. Si no puedes obtener el esclarecimiento y la obra del Espíritu Santo, no podrás escapar de estos estados, y tu estado negativo no cambiará, porque si el Espíritu Santo no está obrando en ti, no podrás encontrar una senda. Debido a estas dos razones, te será muy difícil desprenderte de tu estado negativo y entrar en uno normal. […] Los corazones de la gente están completamente ocupados por cosas satánicas. Esto lo puede ver cualquiera. Si no te despojas de estas cosas, si no eres capaz de despojarte de estos estados negativos, no serás capaz de transformarte en la semejanza de un niño y presentarte ante Dios de una manera vibrante, encantadora, inocente, sencilla, sincera y pura. Entonces, te será difícil obtener la obra del Espíritu Santo o la verdad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, llegué a comprender que, si una persona cumple su deber sin un corazón puro y honesto, calculando constantemente por el bien de su orgullo y estatus en vez de centrarse en su deber, es muy difícil que reciba la obra del Espíritu Santo. Al mirar atrás, me pregunté por qué mi mente había permanecido mucho tiempo en blanco durante los últimos días, por qué no podía discernir si había problemas en los sermones y por qué no podía sentir la guía del Espíritu Santo. Resultó que mi relación con Dios se había vuelto anómala. Recordé cuando comencé a evaluar sermones y caí en la cuenta de que no había estado pensando en cómo equiparme con los principios-verdad para cumplir bien mi deber. En vez de eso, me había preocupado por mi orgullo, estatus y sentido de presencia en el equipo. Cuando evaluábamos sermones juntas y veía que Qing Ming progresaba más rápido que yo, me sentía en crisis. Me daba miedo todo el tiempo que Qing Ming me superase y me dejase atrás. Cuando veía que yo seguía reflexionando mientras que Qing Ming ya estaba expresando sus puntos de vista y ganándose la aprobación de Yu Xin, me sentía tan inferior que quería huir de la situación, e incluso lamentaba haber aceptado este deber relacionado con textos. Todos mis pensamientos tenían que ver con el orgullo y el estatus, y no mostraba ni un ápice de sinceridad hacia Dios. Dios me había elevado para cargar con un deber tan importante y debía estudiar con seriedad y captar los principios lo antes posible para seleccionar sermones valiosos que dieran testimonio de Dios. Solo así podría satisfacerle. Pero, dado que los incentivos en mi deber eran los equivocados y que mi corazón no estaba en el lugar correcto, no podía recibir el liderazgo y la orientación de Dios. No hice progresos durante mucho tiempo. No solo sufrí pérdidas en mi vida, sino que la obra de la iglesia también se retrasó. Si seguía centrándome en el orgullo y el estatus sin ocuparme de mis propias responsabilidades, perdería mi deber. Al reflexionar sobre esto, sentí miedo y por ello me presenté ante Dios para orar y arrepentirme: “Dios, no me he ocupado de mis propias responsabilidades y he estado persiguiendo reputación y estatus constantemente, lo cual te repugna. Dios, ya no quiero continuar por la senda equivocada. En el futuro, estoy dispuesta a cumplir mi deber con los pies en la tierra y te pido que escrutes mi corazón”.

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Cuando alguien tiene una opinión o cierto esclarecimiento y lo comparte contigo en la charla, o algo se pone en práctica de acuerdo con sus principios, y ves que el resultado no es malo, ¿acaso no es eso ganar algo? Esto es que se te favorezca. La cooperación entre hermanos y hermanas es un proceso de compensación de los puntos débiles de uno con los puntos fuertes de otro. Tú compensas las deficiencias de otros con tus puntos fuertes, y otros compensan las tuyas con sus puntos fuertes. Esto es lo que significa compensar los puntos débiles de uno con los fuertes de otros y cooperar en armonía. Solo cuando la gente coopera en armonía es posible que Dios la bendiga y, cuanto más experimenta uno esto, más realidad posee, y su senda se ilumina cada vez más a medida que la recorre y está más tranquilo que nunca(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La cooperación en armonía). Tras leer las palabras de Dios, mi corazón se sintió más animado. Comprendí que la disposición de Dios que Qing Ming y yo trabajásemos juntas reflejaba Su intención. Qing Ming había predicado el evangelio antes y tenía una buena comprensión de nociones religiosas comunes, de modo que, cuando señalaba los problemas que detectaba, complementaba mis deficiencias a la perfección y me ayudaba a comprender y a captar las nociones y los estados de las personas religiosas rápidamente. ¿Acaso esto no era una gran ganancia para mí? Tras comprender la intención de Dios, me sentí algo aliviada. Durante nuestras siguientes evaluaciones de sermones, dejé de compararme constantemente con Qing Ming. En vez de eso, primero escuchaba sus opiniones acerca de los problemas que yo no era capaz de ver y, al practicar de ese modo, dejé de estar constreñida por preocuparme por mi orgullo. Mediante un periodo de práctica, hice algunos progresos y me sentí más relajada y liberada en mi deber.

Pasado un tiempo, Fang Hua, otra hermana, se unió al equipo. Fang Hua llevaba bastante tiempo creyendo en Dios y, durante nuestras evaluaciones de sermones juntas, podía identificar con rapidez los problemas que había en los sermones y los articulaba con racionalidad y persuasivamente. Mientras tanto, yo simplemente me quedaba al margen y sentía que no podía aportar nada. Mi corazón estaba irritado, y me sentía descompuesta con facilidad. Poco a poco, observé que las hermanas con las que trabajaba tenían a Fang Hua en alta estima. Buscaban su ayuda siempre que se encontraban con algo que no comprendían, y yo sentía una leve sensación de incomodidad en el corazón, mientras pensaba: “Fang Hua es mejor que yo en todos los sentidos. ¿Acaso no me convierte esto de nuevo en la inferior del equipo?”. Dos de mis hermanas se percataron de lo incorrecto de mi estado y utilizaron las palabras de Dios para ayudarme, pero yo no fui capaz de escuchar y seguí viviendo en un estado de negatividad y resistencia. Durante las evaluaciones de los sermones, no podía discernir los problemas. Pensaba para mis adentros: “Tengo un calibre bajo y no puedo contribuir mucho al equipo. Lo mejor es que me quede en un rincón y evite el contacto con cualquier persona para ahorrarme el bochorno”. Por las noches, daba vueltas en la cama, incapaz de dormir, sufría y me sentía atormentada. En ese momento, por fin me di cuenta de que el orgullo y el estatus que tanto apreciaba, y la admiración de la gente, eran algo vacío y sin valor y que nada de eso podía aliviar ni en lo más mínimo el dolor que sentía en el alma. Realmente, echaba de menos los días en los que tenía la presencia de Dios, ya que sentía una paz y una alegría en el alma que no hubiera cambiado por nada. No tenía otra cosa que odio por mi rebeldía y la incapacidad de rebelarme contra mi carne y practicar la verdad. Que Dios me aborreciese y me hubiese dejado en la oscuridad era únicamente por mi culpa. En mi dolor, acudí a Dios y oré: “Dios, sé que la senda que he recorrido no es la correcta. He perseguido reputación y estatus constantemente para conseguir la admiración de los demás. Ya no quiero que Satanás siga engañándome de esta manera. Por favor, ayúdame a rebelarme contra mi carácter corrupto”. A la mañana siguiente, me abrí acerca de mi estado con una de las hermanas con las que colaboraba. Me contestó: “Tu problema no es que tengas un calibre bajo. Es que la senda que estás recorriendo no es la correcta. Siempre estás persiguiendo la reputación y el estatus y comparándote con los demás”. Además, la hermana compartió sus experiencias y encontró un pasaje de las palabras de Dios para ayudarme. Leí estas palabras de Dios: “Que nadie se crea perfecto, distinguido, noble o diferente a los demás; todo eso está generado por el carácter arrogante del hombre y su ignorancia. Pensar siempre que uno es especial sucede a causa de tener un carácter arrogante; no ser nunca capaz de aceptar sus defectos ni enfrentar sus errores y fallas es a causa del carácter arrogante; no permitir nunca que otros estén más altos o sean mejores que ellos, eso lo causa el carácter arrogante; no permitir nunca que las fortalezas de otros superen o sobrepasen las suyas se debe a un carácter arrogante; no permitir nunca que otros tengan mejores ideas, sugerencias y puntos de vista y, cuando descubren que otros son mejores que ellos, volverse negativos, no querer hablar, sentirse afligidos, desalentados y molestos, todo eso lo causa el carácter arrogante. El carácter arrogante puede volverte protector respecto a tu reputación, volverte incapaz de aceptar las correcciones de los demás, incapaz de asumir tus defectos e incapaz de aceptar tus propias fallas y errores. Es más, cuando alguien es mejor que tú, esto puede provocar que surja odio y celos en tu corazón y te puedes sentir oprimido, tanto, que ni siquiera sientes ganas de cumplir con tu deber y te vuelves superficial al hacerlo. El carácter arrogante puede hacer que estas conductas y prácticas surjan en ti(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). A través de lo que exponían las palabras de Dios, por fin llegué a comprender por qué cada vez que interactuaba con alguien con mejor calibre que yo terminaba cayendo en un estado negativo e incluso queriendo abandonar mi deber y traicionar a Dios. Era por mi naturaleza, demasiado arrogante y mi constante búsqueda de presencia entre los demás. En cuanto veía a otras personas que eran más fuertes o que tenían mejor calibre que yo, entre las que yo consideraba que no podía destacarme, me sentía inadecuada, me anclaba a un estado de negatividad y me limitaba a mí misma. En realidad, Dios destina el calibre de todas las personas, ya sea bueno o malo. En mis comparaciones constantes con los demás y en la negatividad que sentía cuando me quedaba corta, ¿acaso no estaba resistiéndome a Dios y evitando someterme a Su soberanía y arreglos? ¡Vi lo verdaderamente arrogante que había sido!

Más tarde, seguí reflexionando y me pregunté: “¿Por qué, aunque quiero cumplir bien mi deber, no puedo evitar buscar orgullo y estatus todo el tiempo?”. Seguí buscando la verdad para resolver esto. Durante mis devocionales, leí este pasaje de las palabras de Dios: “Para los anticristos el estatus y la reputación son su vida. Sin importar cómo vivan, el entorno en que vivan, el trabajo que realicen, lo que busquen, los objetivos que tengan y su rumbo en la vida, todo gira en torno a tener una buena reputación y un estatus alto. Y este objetivo no cambia, nunca pueden dejar de lado tales cosas. Este es el verdadero rostro de los anticristos, su esencia. Podrías dejarlos en un bosque primitivo en las profundidades de las montañas y seguirían sin dejar de lado su búsqueda de reputación y estatus. Puedes colocarlos en medio de cualquier grupo de gente e, igualmente, no pueden pensar más que en reputación y estatus. Si bien los anticristos también creen en Dios, consideran que la búsqueda de reputación y estatus es equivalente a la fe en Dios y le asignan la misma importancia. Es decir, a medida que recorren la senda de la fe en Dios, también persiguen la reputación y el estatus. Se puede decir que los anticristos creen de corazón que la búsqueda de la verdad en su fe en Dios es la búsqueda de reputación y estatus; que la búsqueda de reputación y estatus es también la búsqueda de la verdad, y que adquirir reputación y estatus supone adquirir la verdad y la vida. Si les parece que no tienen reputación, ganancias ni estatus, que nadie los admira ni los estima ni los sigue, se sienten muy decepcionados, creen que no tiene sentido creer en Dios, que no sirve de nada, y se dicen a sí mismos: ‘¿Es la fe en dios un fracaso? ¿Es inútil?’. A menudo reflexionan sobre estas cuestiones en su corazón, sobre cómo pueden hacerse un lugar en la casa de Dios, cómo pueden obtener una gran reputación en la iglesia, con el fin de que la gente los escuche cuando hablan, los apoye cuando actúen y los siga adondequiera que vayan, de forma que tengan la última palabra en la iglesia y fama, ganancias y estatus; tales son las cosas en las que de verdad se concentran en su fuero interno, son las cosas que buscan(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). A partir de las palabras de Dios, vi que los anticristos aprecian realmente la reputación y el estatus. Da igual con quién estén o qué deber tengan que cumplir en la casa de Dios, siempre están pensando en su reputación y estatus. Tratan la reputación y el estatus como el objetivo de su búsqueda, e incluso como su vida misma. En cuanto no reciben la admiración o el respeto de los demás y pierden su lugar en el corazón de otros, pierden la motivación para cumplir sus deberes. Verme a mí misma a la luz de todo esto, me hizo darme cuenta de que mi comportamiento y la senda que había escogido eran iguales que los de un anticristo. Al echar la vista atrás, vi que daba igual con quién estuviera, mis pensamientos nunca estaban en cómo cumplir mi deber bien y con todo el corazón, y que solo me preocupaba si podía conseguir la admiración de la gente y si tenía una buena imagen y prestigio en sus corazones. Cuando mi deseo de orgullo y estatus no se veía satisfecho y sentía que no tenía la última palabra ni presencia en el grupo, me volvía negativa y pasiva y perdía la motivación para cumplir mi deber. Incluso, me planteaba abandonar mi deber y traicionar a Dios. Cuando estaba cumpliendo mis deberes de riego, daba igual qué problemas se abordasen, la mayor parte del tiempo, todo el mundo adoptaba mis puntos de vista y mis sugerencias. Sentía que tenía presencia y la última palabra, y así, mi vanidad estaba satisfecha. De modo que me volví muy activa en mi deber y no importaba cuánta presión hubiera en el trabajo, nunca me quejaba. Pero, desde que comencé con las evaluaciones de sermones, vi que todas las hermanas con las que colaboraba eran mejores que yo y sentí que me había convertido en la peor del equipo. En consecuencia, mi deseo de orgullo y estatus no se vio satisfecho, así que perdí la motivación para cumplir mi deber y quise abandonarlo. Siempre había perseguido reputación y estatus y estaba recorriendo la senda incorrecta. “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo”. “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”. “Es mejor ser un gran pez en un pequeño estanque”. Estos principios de supervivencia satánicos se habían arraigado profundamente en mi corazón y trataba mi reputación y mi estatus como el objetivo de mi búsqueda, y apreciaba esas cosas como a mi propia vida. Sin la admiración de la gente, sentía que me habían arrebatado la vida. Mi corazón sabía con certeza que la evaluación de sermones era una tarea importante en la iglesia, pero me dediqué de corazón a cumplirlo. Mis pensamientos solo tenían que ver con la reputación y el estatus y, en consecuencia, a la hora de evaluar sermones, no era capaz de ver los problemas y mi deber no producía resultados. Cumplir mi deber de esta manera de seguro era repugnante para Dios. Al reflexionar sobre estas cosas, mi anestesiado corazón comenzó a sentir algo. Sentí algo de miedo y, además, una sensación de culpa y de deuda. Acudí a Dios y oré: “Dios, gracias por exponerme y juzgarme a través de Tus palabras para poder reconocer la senda incorrecta que he estado recorriendo. Esta es Tu salvación para mí. Dios, ya no deseo perseguir estas cosas sin valor. Estoy dispuesta a arrepentirme ante Ti y, a partir de ahora, cumpliré mi deber con los pies en la tierra para compensar mis transgresiones”.

Durante mis devocionales, leí un pasaje de las palabras de Dios y llegué a comprender Sus intenciones y exigencias para con la gente. Dios dice: “Si Dios te hizo necio, entonces tu necedad tiene sentido; si te hizo brillante, entonces tu brillantez tiene sentido. Cualesquiera que sean los talentos que Dios te conceda, cualesquiera sean tus puntos fuertes, sea cual sea tu coeficiente intelectual, todo tiene un propósito para Dios. Todas estas cosas fueron predestinadas por Dios. Él ordenó hace mucho tiempo el papel que desempeñas en tu vida, el deber que cumples. Hay personas que se dan cuenta de que otros tienen puntos fuertes que ellas no y están insatisfechas. Quieren cambiar las cosas aprendiendo más, viendo más y siendo más aplicadas. Pero lo que pueden lograr con su diligencia tiene un límite y no pueden superar a los que tienen dones y experiencia. Por mucho que te esfuerces, es inútil. Dios ha ordenado lo que vas a ser y nadie puede hacer nada por cambiarlo. Debes esforzarte en aquello en lo que seas bueno. Sea cual sea el deber para el que eres apto, ese es el que debes realizar. No trates de meterte a la fuerza en campos ajenos a tus habilidades y no envidies a los demás. Cada uno tiene su función. No pienses que puedes hacerlo todo bien, o que eres más perfecto o mejor que los demás, ni desees reemplazar a otros y jactarte. Ese es un carácter corrupto. Hay quienes piensan que no saben hacer nada bien y que no tienen ninguna habilidad. Si ese es el caso, limítate a ser una persona que escuche y se someta de manera sensata. Haz lo que puedas y hazlo bien, con todas tus fuerzas. Con eso es suficiente. Dios quedará satisfecho(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). A partir de las palabras de Dios, entendí que el calibre que tengo está predeterminado por Dios, que debo cumplir mis deberes lo mejor posible de acuerdo a mi calibre y que esto satisface Sus intenciones. No obstante, como mis puntos de vista con respecto a lo que estaba persiguiendo eran erróneos, siempre tenía mis propias ambiciones y deseos. Siempre que veía a otras personas con mejor calibre que yo, me sentía descontenta, me comparaba constantemente con ellas y quería superarlas todo el rato y conseguir la admiración de los demás. No me sometía a la ordenación de Dios y siempre quería trascender Su soberanía. ¿No estaba oponiéndome a Él en esto? Al mismo tiempo, también entendí que Dios no se fija en si el calibre de alguien es bueno o malo; en su lugar, se fija en la actitud de esa persona con respecto a sus deberes, si tiene sentido de la responsabilidad y si puede cumplir sus deberes según los principios-verdad. Si una persona tiene un calibre bajo, pero puede escuchar, someterse y cumplir sus deberes con los pies en la tierra según los principios, entonces, todavía puede recibir la aprobación de Dios. Algunas personas tienen buen calibre y comprenden rápidamente las cosas, pero, cuando cumplen sus deberes, son poco cuidadosas, actúan de manera superficial y son holgazanas. No muestran sentido de la responsabilidad hacia sus deberes, y Dios detesta a las personas así. En adelante, daba igual qué calibre tuviese la gente de mi alrededor, no podía compararme con nadie, ya que Dios le ha dado un calibre distinto a cada uno y nos exige cosas distintas. Es posible que me falte algo de calibre, pero podía cumplir mi deber lo mejor posible según mi aptitud y cooperar en armonía con todo el mundo. Solo así podría cumplir mis deberes con paz y seguridad. Gracias a la orientación de las palabras de Dios, mi estado mejoró poco a poco y me sentí más liberada y en paz. Desde ese momento, me dediqué de corazón a mis deberes y, pasado un tiempo, estos empezaron a producir algunos resultados. Le di las gracias a Dios en mi corazón.

Más adelante, me eligieron predicadora. Cuando vi que las hermanas con las que colaboraba eran más jóvenes que yo y que tenían mejores calibres, no pude evitar sentir algo de presión. En especial, cuando compartíamos y trabajábamos juntas, veía que ellas compartían la verdad con claridad, lo que permitía que la gente las comprendiese fácilmente. En comparación, mi manera de expresarme no era tan clara ni comprensible, y comencé a limitarme a mí misma y a pensar: “Con este calibre, ¿voy a poder cumplir bien este deber?”. En ese momento, me di cuenta de que mi estado era otra vez incorrecto y oré en silencio en mi corazón: “Dios, ya no quiero compararme con los demás y no quiero estar aferrada a este carácter corrupto y permitir que Satanás me engañe. Por favor, protégeme”. Leí que las palabras de Dios dicen: “Las personas logran la satisfacción de Dios cuando son capaces de abordar con racionalidad su propio calibre y luego identificar con exactitud su propia posición, actuar como los seres creados que Dios quiere, con los pies en el suelo, hacer lo que les corresponde de manera adecuada, según su calibre innato, y dedicar su lealtad y todo su esfuerzo(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (7)). Tras leer las palabras de Dios, mi corazón se sintió más animado. Dios había predeterminado el calibre que yo tenía, y tenía que verlo adecuadamente e identificar mi propia posición. Dios nos ha concedido a cada uno un calibre distinto y Sus exigencias son también distintas en función de la persona. Cuando cooperamos en nuestros deberes, se supone que estamos complementándonos las fortalezas unos a otros y compensando nuestras debilidades. Cada persona tiene sus propias fortalezas de las que disponer, y mi desempeño en mis deberes solamente puede estar de acuerdo con las intenciones de Dios si me esfuerzo al máximo por cooperar. Más adelante, cuando cooperaba en nuestros deberes, siempre que veía que mis hermanas se desempeñaban mejor que yo, intentaba aprender de sus fortalezas para compensar mis propias deficiencias y, al practicar de este modo, me sentía mucho más en paz y liberada. Poder ganar esta comprensión y entrada se debe a las palabras de Dios en su totalidad.

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