Una deshonra de mi pasado

19 Ene 2023

Por Li Yi, China

En agosto de 2015, mi familia y yo nos mudamos a Xinjiang. Tenía entendido que el Partido Comunista había dispuesto estrictas medidas de vigilancia y control allí a fin de combatir la violencia y la tensión de la población uigur, así que era un lugar bastante peligroso. Al llegar a Xinjiang, el ambiente era incluso más tenso de lo que imaginaba. La policía patrullaba por todas partes y teníamos que pasar un exhaustivo control corporal de seguridad cada vez que íbamos al supermercado. Mientras esperábamos el autobús había policía patrullando las paradas llevando armas colgadas a la espalda. Todo aquello me ponía muy nerviosa. El Partido Comunista ya detenía y perseguía a los creyentes, así que sumarle estas estrictas medidas de vigilancia y control suponía que corría el peligro de que me detuvieran o me mataran en cualquier momento. Alrededor de octubre, me enteré de que habían arrestado a dos hermanas cuando iban de camino a repartir libros de las palabras de Dios y que las condenaron a 10 años. Me impresionó mucho aquello, no se trataba de líderes u obreros, pero aun así les echaron 10 años por repartir libros de las palabras de Dios. Yo estaba al cargo del trabajo de la iglesia, así que si me arrestaban me condenarían al menos a 10 años. Por mi mente no paraban de pasar imágenes de mis hermanos y hermanas siendo torturados en prisión. Estaba realmente asustada, y me preocupaba que me arrestaran y torturaran a mí también, lo que sin duda sería un destino peor que la muerte. Cada vez tenía más miedo y no me atrevía a pensar demasiado. Más adelante, oí la comunicación de algunos hermanos y hermanas acerca de cómo recurrían a Dios y confiaban en Él para cumplir con sus deberes en esta clase de entorno, sobre cómo percibían Su todopoderosa soberanía y sentían Su cuidado y protección. Eso me animó mucho y me proporcionó la fe para sobrellevar la situación.

En febrero de 2016, me enteré de que en una de las iglesias que yo supervisaba había una persona malvada llamada Wan Bing, que estaba siempre buscándole fallos a los líderes, interrumpiendo gravemente la vida de iglesia. Era necesario resolverlo lo antes posible o afectaría a la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. Unos cuantos colaboradores y yo discutimos el asunto y consideraron que yo debía viajar a esa iglesia para abordar el asunto. Sin embargo, tenía algo de miedo y pensaba para mis adentros: “A las hermanas que condenaron a 10 años las arrestaron en esa iglesia. El Partido Comunista llegó incluso a reunir a los aldeanos locales para anunciar la noticia, intimidándolos y amenazándolos para que no creyeran en Dios. Allí se corre un gran peligro. ¿Me arrestarán si voy?”. Después de que se me pasara esto por la mente, busqué una excusa para no ir. Pero luego supe que otra de mis compañeras estaba dispuesta a viajar allí, y me sentí algo avergonzada. No hacía mucho que era creyente y acababa de empezar a formarse como líder. En aquella iglesia había muchos problemas y no era un buen entorno. Me sentí mal por permitirle ir allí, así que dije: “Tal vez será mejor que vaya yo”. Cuando llegué a la iglesia, vi que Wang Bing era incapaz de comunicar sobre cualquier entendimiento de las palabras de Dios en las reuniones, y que a menudo le buscaba fallos a los líderes, interrumpiendo gravemente la vida de iglesia. Hablé con la predicadora para que antes que nada se restringiera a Wang Bing y se le impidiera tener contacto o confundir a los demás, y después se le comunicara la verdad a los hermanos y hermanas para ayudarles a obtener discernimiento sobre él. Esto impediría que siguiera interrumpiéndolos, y después podríamos formar a la hermana Zhong Xin para que se hiciera cargo del trabajo de la iglesia lo antes posible. No obstante, seguía teniendo unas cuantas preocupaciones, y sabía que lo más probable era que llevara bastante tiempo resolver por completo los problemas en esa iglesia. Casi la mitad de los hermanos y hermanas en ella ya habían sido arrestados, así que mientras más tiempo pasara allí, a más riesgo me exponía. Recordé que la casa de Dios había comunicado que se podía retrasar algo el trabajo de la iglesia en entornos muy peligrosos para evitar incurrir en pérdidas mayores. Ya que habíamos decidido la solución al problema, imaginé que podía dejar que la predicadora hiciera el seguimiento y manejara las cosas a partir de ahí. Así que me apresuré a repartir las tareas pendientes y regresé a casa.

La predicadora informó posteriormente de que Wang Bing se estaba volviendo cada vez más atrevido y estaba formando una facción dentro de la iglesia para atacar a los líderes, lo que interrumpía gravemente la vida de iglesia. La predicadora y yo hablamos sobre algunas soluciones, pero el problema seguía sin resolverse. Me sentí un poco culpable. Era mi responsabilidad lidiar con los desórdenes en la iglesia, pero no estaba dispuesta a resolver este tema por miedo a que me arrestaran. Eso no estaba bien. Pero luego pensé en la hermana a la que casi habían arrestado recientemente mientras tomaba el tren camino de una reunión. “¿Qué haré si me arrestan en el tren camino de aquí? Soy una líder, no puedo hacer mi trabajo a menos que tenga garantizada mi seguridad”. Así que continué cargándole los problemas de esa iglesia a la predicadora. Pero como su capacidad era limitada, esos problemas siguieron sin resolverse.

En septiembre de 2016 recibí una inesperada carta que decía que habían arrestado a cuatro hermanos y hermanas de esa iglesia. Una de ellas, Zhong Xin, sufrió una brutal paliza. Un par de días después, llegó otra carta que decía que la paliza le había causado la muerte. La noticia cayó sobre mí como una losa. Simplemente era incapaz de aceptarla. Sabía que los métodos de tortura del Partido Comunista eran totalmente despiadados, pero nunca imaginé que apalizarían a alguien hasta la muerte en cuestión de días. Era aterrador. Sentí que se congelaba el aire a mi alrededor. No podía controlar mis emociones, y me eché a llorar. Mientras más lo pensaba, más me alteraba, y no paraba de preguntarme a mí misma cómo había ocurrido esto. Sabía hace tiempo que una persona malvada estaba interrumpiendo la vida de iglesia normal de sus miembros. Yo era líder, pero por miedo a un posible arresto no había acudido allí a resolver en profundidad los problemas. Si hubiera asumido un poco más de responsabilidad, o se me hubiera ocurrido alguna forma de cooperar con los demás miembros de la iglesia y hubiera resuelto esos problemas, si hubiera recordado a los hermanos y hermanas que tuvieran cuidado, quizá no habrían detenido a Zhong Xin y la policía no la habría matado a golpes. Su muerte me sumió en un estado de intensa culpa. Estaba aterrorizada y reprimida. Me parecía hallarme en un lugar realmente aterrador y apenas podía respirar. Sin embargo, sabía que en un momento tan crucial no podía seguir huyendo, así que me dediqué a ayudar al predicador a hacer frente a las secuelas. Antes de que pudiéramos acabar de encargarnos de todo, me enteré de que también habían arrestado a una de mis compañeras y de que la policía había obtenido algo de información sobre los principales líderes y obreros de nuestra iglesia. Había estado en contacto frecuente con esos hermanos y hermanas, así que si la policía revisaba las grabaciones de seguridad, lo más probable era que me encontraran. Me preocupaba mucho que pudieran arrestarme en cualquier momento. Si me condenaban y me enviaban a prisión, no se podía saber si iba a salir viva de aquello. Era muy posible que acabara como Zhong Xin, muerta por una paliza de la policía a una edad tan temprana. Mientras más lo pensaba, más me asustaba y menos dispuesta estaba a realizar mi deber. Ni siquiera quería seguir quedándome en ese lugar. Como nunca me había enfrentado a esta situación y llevaba varios meses fracasando en mi intento de resolver el problema de que Wang Bing interrumpiera el funcionamiento de la iglesia, acabaron despidiéndome. Después de mi despido, realicé algunos trabajos de redacción en la iglesia, pero me seguía pareciendo peligroso estar allí. Me preocupaba que pudieran arrestarme en cualquier momento y deseaba de veras volver a mi ciudad natal para cumplir con mi deber. Los hermanos y hermanas comunicaban conmigo, con la esperanza de que me quedara y les ayudara a sobrellevar las repercusiones de todo lo que había ocurrido. Sin embargo, yo estaba tan dominada por el miedo que ignoré por completo sus exhortaciones e insistí en marcharme.

En abril de 2017, la iglesia me impidió asistir a las reuniones y me obligó a aislarme en casa y reflexionar sobre mí misma a causa de mi conducta. No pude contener las lágrimas cuando me enteré de la noticia. Pero dado que había abandonado mi deber y desertado de la iglesia en un momento tan álgido, sabía que era lo que me merecía. Veía en ello la justicia de Dios y estaba dispuesta a someterme. Un día leí esto en las palabras de Dios en mis devocionales: “Si desempeñas un papel importante en la difusión del evangelio y abandonas tu puesto sin el permiso de Dios, no existe mayor transgresión. ¿Acaso no cuenta como un acto de traición contra Dios? (Sí). Entonces, en vuestra opinión, ¿cómo debería tratar Dios a los desertores? (Deben ser apartados). Ser apartado significa ser ignorado, que te dejen hacer lo que quieras. Si las personas que son apartadas sienten arrepentimiento, es posible que Dios vea que adoptan una postura lo bastante arrepentida y siga queriendo que vuelvan. Sin embargo, con los que desertan de su deber, y solo con estas personas, Dios no tiene esta actitud. ¿Cómo trata a esas personas? (Dios no las salva. Él las desprecia y las rechaza). Eso es del todo correcto. Para ser más concretos, las personas que cumplen un deber importante han sido comisionadas por Dios y, si desertan de su puesto, entonces, da igual lo bien que lo hayan hecho antes o lo hagan después, para Dios se trata de personas que le han traicionado, y nunca más se les dará la oportunidad de cumplir un deber(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). “Dios siente una gran repugnancia por las personas que abandonan sus deberes o no se los toman en serio, y por las distintas conductas, acciones y manifestaciones de traición contra Dios, porque en el conjunto de los diversos contextos, personas, asuntos y cosas dispuestos por Dios, estas personas desempeñan el papel de impedir, dañar, retrasar, perturbar o afectar el progreso de la obra de Dios. Y por esta razón, ¿cómo se siente Dios respecto a los desertores y las personas que lo traicionan y cómo reacciona ante ellos? ¿Qué actitud tiene Dios? (Los odia). Solo siente repugnancia y odio. ¿Siente piedad? No, Él nunca podría sentir piedad. Algunas personas dicen: ‘¿Acaso Dios no es amor?’. ¿Por qué no ama Dios a tales personas? No son dignas de amor. Si las amas, entonces tu amor es necio, y el hecho de que las ames no significa que Dios lo haga; puede que tú las valores, pero Dios no, porque en esas personas no hay nada digno de ser apreciado. Por eso, Dios abandona con decisión a esas personas y no les da ninguna segunda oportunidad. ¿Es esto razonable? No solo es razonable, sino que es ante todo un aspecto del carácter de Dios, y también es la verdad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). El juicio y la revelación de las palabras de Dios me hicieron sentir profundamente avergonzada. A Zhong Xin la habían golpeado hasta matarla y habían arrestado a mi compañera. En un momento tan importante, debía de haber estado trabajando con los hermanos y hermanas para lidiar con las consecuencias, pero en vez de eso me limité a escapar. Cualquiera con un mínimo de conciencia no hubiera hecho algo así. Era incapaz de perdonarme por hacer aquello. Solía creer que daba igual lo que hiciera mal, Dios tendría misericordia y me perdonaría siempre y cuando me arrepintiera ante Él. Pero me di cuenta entonces de que era solo una noción y una imaginación. Dios afirma que Él abandona a aquellos que se dan por vencidos en sus deberes y le traicionan en momentos cruciales, y que no les dará segundas oportunidades. En mi lectura de las palabras de Dios, aprendí que existen principios para Su misericordia y Su perdón. Dios no le concedería su perdón y misericordia a cualquiera, fuera lo que fuera lo que hiciera para ofenderle. Desde el momento que hui, me pareció que Dios había renunciado a mí. No albergaba paz en el corazón y estaba llena de remordimientos. No tengo idea de cuántas veces oré o cuántas lágrimas derramé a causa de esto. Me hubiera o no abandonado Dios, quería prestarle servicio para devolver mi deuda, y sabía que me tratara como me tratara y que hiciera lo que hiciera, sería lo justo por Su parte. Lo que había hecho era tan dañino para Dios que no me quejaría ni aunque Él me mandara al infierno. Había hecho algunos sacrificios durante mis años de fe, y quería buscar la salvación. Nunca imaginé que, al enfrentarme al arresto y la persecución a manos del Partido Comunista, temería a la muerte, abandonaría mi deber y traicionaría a Dios, cometiendo por tanto una grave transgresión. Pensar en ello me dejó realmente desolada y desesperada. No podía parar de llorar y me embargaban los remordimientos. Deseaba no haber insistido en marcharme, haber seguido cumpliendo con mi deber y haber lidiado con las repercusiones de las detenciones junto a los demás en aquel momento tan crucial. Entonces no estaría viviendo en tal desdicha y tormento. No quería que las cosas acabaran así. Pero ya era demasiado tarde. Había cavado mi propia tumba. Me odiaba por temer a la muerte y ser tan egoísta y vil. Alguien como yo no merecía el perdón y la misericordia de Dios. Me pareció que ya que la iglesia no me había expulsado, debía prestar servicio lo mejor que pudiera para compensar mi transgresión. A partir de ese momento, cumplí con mi deber yendo a cualquier lugar al que los líderes me enviaran, aunque fuera a apoyar a iglesias situadas en entornos peligrosos. Al cabo de un tiempo, logré algunos resultados en mi trabajo. Sin embargo, siempre me negué a hablar de la muerte de Zhong Xin y de mi huida de la iglesia en un momento tan importante. Quería protegerme de aquello y olvidarlo, pero no era capaz. Me parecía que estaba profundamente grabado en mi corazón y que nunca desaparecería. Cada vez que me venía a la mente, me dolía y me sentía muy culpable.

Un día, leí algo en las palabras de Dios que me alumbró en mi estado. Dios Todopoderoso dice: “Los anticristos hacen todo lo posible para proteger su seguridad. Piensan para sí: ‘Debo garantizar mi seguridad a toda costa. Da igual a quién cojan, pero no debe ser a mí’. En este asunto, a menudo acuden ante Dios para orar, rogándole que los mantenga alejados de problemas. Les parece que, hagan lo que hagan, están realizando el trabajo de un líder de la iglesia y que Dios debe protegerles. En aras de su propia seguridad y para evitar que los arresten, escapar de toda represión y colocarse en un entorno seguro, los anticristos a menudo imploran y oran por su propia seguridad. Dependen realmente de Dios y se ofrecen a Él solo cuando se trata de su propia seguridad. Tienen auténtica fe en lo que respecta a esto, y su dependencia hacia Dios es real. Solo se molestan en orarle a Dios para pedirle que proteja su seguridad, sin pensar lo más mínimo en la obra de la iglesia o en su deber. En su trabajo, se guían por el principio de la seguridad personal. Si un lugar es seguro, entonces el anticristo lo elegirá para obrar y, desde luego, dará una impresión muy proactiva y positiva, alardeando de su gran ‘sentido de la responsabilidad’ y ‘lealtad’. Si algún trabajo conlleva riesgo y puede salir mal, si el gran dragón rojo puede atrapar al que lo desempeñe, entonces se excusan y se lo pasan a otra persona, y buscan una oportunidad para eludirlo. En cuanto hay peligro, o en cuanto hay un asomo de este, piensan en la manera de librarse y abandonan su deber, sin preocuparse por los hermanos y hermanas. Solo les preocupa salvarse a sí mismos del peligro. Puede que en el fondo ya estén preparados. En cuanto aparece el peligro, abandonan de inmediato el trabajo que están haciendo, sin preocuparse de cómo va el trabajo de la iglesia, de la pérdida que pueda suponer para los intereses de la casa de Dios o de la seguridad de los hermanos y hermanas. Lo que les importa es huir. Incluso tienen un ‘as bajo la manga’, un plan para protegerse: en cuanto el peligro se cierne sobre ellos o son detenidos, dicen todo lo que saben, exculpándose y eximiéndose de toda responsabilidad para preservar su seguridad. Este es el plan que tienen preparado. Estas personas no están dispuestas a sufrir persecución por creer en Dios; tienen miedo de ser arrestados, torturados y condenados. El hecho es que hace tiempo que han sucumbido a Satanás. Les aterroriza el poder del régimen satánico, y les asusta aún más que puedan ocurrirles cosas como la tortura y los duros interrogatorios. Con los anticristos, por tanto, si todo va bien y no existe ninguna amenaza para su seguridad o incidencia en ella, si no hay peligro posible, pueden ofrecer su fervor y ‘lealtad’, e incluso sus bienes. Pero si las circunstancias son malas y pueden ser arrestados en cualquier momento por creer en Dios y cumplir con su deber, y si su creencia en Dios puede hacer que los despidan de su puesto oficial o que sus allegados los abandonen, entonces serán excepcionalmente cuidadosos, no predicarán el evangelio ni darán testimonio de Dios ni cumplirán con su deber. Cuando hay el menor indicio de problemas, se vuelven muy tímidos; ante el menor indicio, desean devolver inmediatamente a la iglesia sus libros de las palabras de Dios y todo lo relacionado con la fe en Él, a fin de mantenerse a salvo e ilesos. ¿Acaso no es peligrosa una persona así? Si son arrestados, ¿no se convertirían en Judas? Un anticristo es tan peligroso que puede convertirse en Judas en cualquier momento; siempre existe la posibilidad de que dé la espalda a Dios. Además, son egoístas y mezquinos hasta el extremo. Esto viene determinado por la esencia naturaleza de un anticristo(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). “Los anticristos son extremadamente egoístas y mezquinos. No tienen verdadera fe en Dios, y mucho menos devoción a Él. Cuando se topan con un problema, solo se protegen y se salvaguardan a sí mismos. Para ellos, nada es más importante que su propia seguridad. No les importa el daño causado a la obra de la iglesia; mientras sigan vivos y no les hayan arrestado, eso es lo que cuenta. Estas personas son egoístas hasta el extremo, no piensan en absoluto en los hermanos y hermanas ni en la obra de la iglesia, solo en su propia seguridad. Son anticristos(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). El juicio y la revelación de las palabras de Dios me perforaron de inmediato el corazón. No tenía dónde esconderme, no podía escapar. Era la clase de persona que describía Dios, a la que solo le importaba protegerse a sí misma cuando se enfrentaba al peligro, que era egoísta y despreciable y no tenía consideración por el trabajo de la iglesia o las vidas de los hermanos y hermanas. Rememoré el momento en que llegué a Xinjian y vi lo terribles que eran allí las cosas. Cuando percibí que corría peligro de que me arrestaran o de perder la vida en cualquier momento, me arrepentí de haber ido allí a cumplir con mi deber. Cuando me enteré de que una persona malvada interrumpía las cosas en una de las iglesias, me inventé excusas para no ir, por miedo a que me arrestaran y torturaran, aunque era necesario resolver aquello con urgencia. Acabé yendo después, reticente, pero como solo pensaba en mi propia seguridad, me marché antes de que los problemas quedaran resueltos. Era muy consciente de la gravedad de los problemas en aquella iglesia y de que necesitaba acudir a ella para manejarlos, pero temía la muerte, así que hice uso de mi puesto para dar órdenes en lugar de hacer trabajo real. Incluso presioné a los otros hermanos y hermanas para que lidiaran con ello mientas yo me escondía, alargando mi indigna existencia. El resultado fue que los problemas de esa iglesia no se resolvieron en varios meses. Incluso se me ocurrió la “razonable” excusa de que, como líder, debía proteger mi propia seguridad para realizar mi trabajo, pero en realidad no hacía otra cosa que buscar una excusa para huir en vista del peligro. Y cuando arrestaron a Zhong Xin y la policía le dio una paliza mortal, yo solo pensaba en mi propia seguridad y me preocupaba que me arrestaran y torturaran a mí hasta la muerte. Incluso quería buscar la oportunidad de abandonar mi deber y marcharme de aquel peligroso lugar. Después de que me despidieran, no quise ayudar con las repercusiones de todo lo que había pasado y hui de vuelta a mi ciudad natal. Los hermanos y hermanas no me reprendieron por ello, pero en el fondo sentí el abandono de Dios, su asco y su condena hacia mí. De lo que más me arrepentí fue de que la iglesia me había dado una ocasión de ser líder y me había confiado el cuidado de muchos hermanos y hermanas. Pero cuando sobrevino el desastre, yo hui sin más, no me importó si los otros vivían o morían ni pensé en los obstáculos que aparecerían en el trabajo de la iglesia. Era una desertora cobarde y una traidora, y el objeto de la sorna de Satanás. Todavía peor que eso, esta transgresión se había convertido en una herida eterna en lo más profundo de mi corazón. En el transcurso de todo esto, me di cuenta de que era una cobarde sin humanidad que vivía de una manera egoísta y vil. Las palabras de Dios fueron la puntilla que reveló los motivos despreciables y ocultos que escondía en lo más hondo del corazón. No podía seguir huyendo de la realidad. Llegado ese punto, me sentí profundamente consciente de que había cometido un pecado grave al traicionar a Dios y que no merecía Su salvación. También pensé en que Dios se había hecho carne dos veces y lo había dado todo para salvar a la humanidad. Hace dos mil años, crucificaron al Señor Jesús para redimir a la humanidad. Ahora, en los últimos días, Dios se ha hecho carne una vez más para salvar a la humanidad corrupta, poniendo Su vida en peligro para aparecer y obrar en la guarida del gran dragón rojo, buscado y perseguido constantemente por el Partido Comunista. Con todo, Dios nunca ha renunciado a salvar a la humanidad. Ha seguido expresando verdades para regarnos y proveernos. Dios lo ha dado todo por el hombre; Su amor por nosotros es muy real, muy desinteresado. Pero yo fui increíblemente egoísta y ruin. Solo me protegía a mí misma en el deber y desatendía por completo la labor de la iglesia. Estaba muy en deuda con Dios y no merecía vivir ante Él. Lo único que quería entonces era prestarle servicio a Dios. Esperaba poder así aliviar un poco mi pecaminosidad.

En diciembre de 2021, me volvieron a elegir líder de una iglesia. No obstante, al pensar en cómo había traicionado a Dios y que no merecía ese puesto, le conté a otro líder entre lágrimas que una vez fui una desertora de la iglesia. Este líder dijo: “Han pasado años y sigues atascada en un estado de negatividad e incomprensión. Así te va a resultar difícil obtener la obra del Espíritu Santo”. Me pregunté también por qué estaba tan deprimida respecto a mi transgresión después de todo ese tiempo y cómo podía resolver mi estado. Luego, hice el esfuerzo de orar y buscar. Leí esto en las palabras de Dios: “Aunque haya momentos en los que sientas que Dios te ha abandonado y te has sumido en la oscuridad, no tengas miedo. Mientras sigas vivo y no estés en el infierno, todavía te queda una oportunidad. No obstante, si eres como Pablo, que recorrió con terquedad la senda de un anticristo y en última instancia testificó que para él vivir es Cristo, para ti todo ha terminado. Si puedes recobrar la razón, todavía tienes una oportunidad. ¿Qué oportunidad te queda? Puedes presentarte ante Dios y todavía puedes orarle y buscar, diciendo: ‘¡Dios mío! Te ruego que me esclarezcas para que comprenda este aspecto de la verdad y de la senda de práctica’. Mientras seas uno de los seguidores de Dios, tendrás esperanza de salvación y podrás llegar hasta el final. ¿Quedan bastante claras estas palabras? ¿Seguís siendo susceptibles de ser negativos? (No). Cuando la gente entiende la voluntad de Dios, su senda es amplia. Si no entienden Su voluntad, esta es estrecha, hay oscuridad en sus corazones y no tienen senda que recorrer. Los que no entienden la verdad son de mente estrecha, siempre hilan muy fino y se quejan y malinterpretan a Dios. En consecuencia, cuanto más caminan, más desaparece su senda. De hecho, la gente no entiende a Dios. Si Dios tratara a la gente como ellos imaginan, la raza humana habría sido destruida hace mucho(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo identificar la esencia naturaleza de Pablo). “No quiero ver a nadie con la sensación de que Dios lo ha dejado al margen, de que Dios lo ha abandonado o le ha dado la espalda. Lo único que quiero es veros a todos en el camino de la búsqueda de la verdad y buscando entender a Dios, marchando osadamente hacia adelante con determinación inquebrantable, sin ningún tipo de dudas o cargas. No importa qué errores hayas cometido, no importa lo lejos que te hayas desviado o cuán gravemente hayas transgredido, no dejes que se conviertan en cargas o en un exceso de equipaje que tengas que llevar contigo en tu búsqueda de entender a Dios. Continúa marchando hacia adelante. En todo momento, Dios tiene la salvación del hombre en Su corazón; eso nunca cambia. Esta es la parte más preciosa de la esencia de Dios(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). “Dios se enojó con los ninivitas debido a que sus actos malvados habían llamado Su atención; en ese momento Su ira derivaba de Su esencia. Sin embargo, cuando la ira de Dios se disipó y Él concedió Su tolerancia sobre el pueblo de Nínive una vez más, todo lo que Él reveló era aún Su propia esencia. La totalidad de este cambio se debía a un cambio en la actitud del hombre hacia Dios. Durante todo este período de tiempo, el carácter de Dios que no se puede ofender no cambió, la esencia tolerante de Dios no cambió, y la esencia amorosa y misericordiosa de Dios no cambió. Cuando las personas cometen actos malvados y ofenden a Dios, Él trae Su ira sobre ellas. Cuando las personas se arrepienten verdaderamente, el corazón de Dios cambia, y Su ira cesa. Cuando las personas continúan oponiéndose tozudamente a Dios, Su furia no cesa y Su ira los presionará poco a poco hasta que sean destruidos. Esta es la esencia del carácter de Dios. Independientemente de si Dios está expresando ira o misericordia y benignidad, son la conducta, el comportamiento y la actitud que el hombre tiene hacia Dios en el fondo de su corazón lo que dicta aquello que se expresa por medio de la revelación del carácter de Dios(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único II). Me conmovió mucho leer estas palabras de Dios y me sentí profundamente en deuda con Él. Me di cuenta de que había estado malinterpretando a Dios todos esos años. Es la voluntad de Dios salvar a la humanidad en la mayor medida posible. Él no abandonaría a nadie por una transgresión momentánea, Dios le proporcionaría amplias oportunidades de arrepentirse. Al igual que al pueblo de Nínive. Dios solo dijo que los destruiría porque estaban haciendo el mal, resistiéndose y haciéndole entrar en cólera. Pero antes de destruir Nínive, Dios envió a Jonás para compartir con ellos Su palabra, con lo cual les dio una última oportunidad de arrepentirse. Cuando se arrepintieron sinceramente, la rabia de Dios se convirtió en perdón y misericordia, y les perdonó sus actos malvados. Gracias a esto, fui capaz de percibir el gran amor de Dios y Su misericordia con el hombre. La profunda ira y generosa misericordia de Dios tienen principios, y cambian por completo según la postura que adoptan las personas hacia Él. Aunque las palabras de juicio y revelación de Dios sean duras, e incluso condenatorias y maldicientes, no son una confrontación real, sino una mera confrontación de palabras. La voluntad de Dios era que yo comprendiera Su carácter justo e inofendible, que tuviera un corazón temeroso de Dios, que me arrepintiera de verdad ante Él, y que le fuera fiel y cumpliera bien con mi deber en cualquier momento y circunstancia. En ese punto me di cuenta de que era demasiado intransigente y rebelde. Había estado malinterpretando a Dios durante años, emitiendo veredictos sobre mí misma en base a mis propias nociones e imaginaciones, y atrapándome yo sola en un callejón sin salida. En realidad, Dios no había renunciado a salvarme. Estaba malinterpretando las buenas intenciones que escondía Su salvación. Eso me recordó algo que dijo Dios: “La misericordia y tolerancia de Dios no son raras, el arrepentimiento del hombre lo es(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único II). Aunque Dios tiene majestad e ira, aunque Él nos juzga y nos revela, e incluso nos condena y maldice, está lleno de amor y misericordia. Albergaba grandes remordimientos y culpa después de entender el deseo de Dios de salvar a la humanidad. No quería seguir huyendo de mi anterior transgresión o malinterpretación ni guardarme contra Dios. Estaba lista para arrepentirme. Quería aprender la lección de este fracaso para advertirme a mí misma. Había sido egoísta, vil y tenía miedo a la muerte. Al verme en peligro, me había convertido en una desertora, desatendiendo el trabajo de la iglesia. Me di cuenta de que mi miedo a la muerte era mi mayor debilidad, y de que tenía que buscar la verdad para resolverlo y abandonarlo.

Luego leí este pasaje de las palabras de Dios: “Desde la perspectiva de las nociones humanas, pagaron un precio muy grande por difundir la obra de Dios, pero al final los mató Satanás. Esto no se corresponde con las nociones humanas, pero es precisamente lo que les sucedió. Es lo que permitió Dios. ¿Qué verdad es posible buscar en esto? Que Dios permitiera que murieran así, ¿fue Su maldición y Su condena, o Su plan y Su bendición? Ninguna de las dos. ¿Qué fue? La gente actual reflexiona sobre su muerte con mucha angustia, pero así eran las cosas. Los que creían en Dios morían de esa manera, ¿cómo se explica esto? Cuando mencionamos este tema, os ponéis en su lugar; ¿se os entristece entonces el corazón y sentís un dolor oculto? Pensáis: ‘Estas personas cumplieron con su deber de difundir el evangelio de Dios y se les debería considerar buenas personas; por tanto, ¿cómo pudieron llegar a ese fin y a tal resultado?’. En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue como Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados usaron sus tan preciadas vidas, aprovecharon el último momento de ellas para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son correctas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado. Hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redención que Él realizó para toda la humanidad le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. Los martirizados por predicar el evangelio del Señor Jesús, ¿hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el máximo logro? ¿Cómo se manifestó el máximo logro? (Ofrecieron sus vidas). Eso es, pagaron el precio con su vida. La familia, la riqueza y las cosas materiales de esta vida son cosas externas; lo único relacionado con uno mismo es la vida. Para cada persona viva, la vida es la cosa más digna de aprecio, la más preciada, y resulta que esas personas fueron capaces de ofrecer su posesión más preciada, la vida, como confirmación y testimonio del amor de Dios por la humanidad. Hasta el día de su muerte siguieron sin negar el nombre de Dios o Su obra y aprovecharon los últimos momentos de su vida para dar testimonio de la existencia de esta realidad; ¿no es esta la forma más elevada de testimonio? Esta es la mejor manera de cumplir con el deber, lo que significa cumplir con la responsabilidad. Cuando Satanás los amenazó y aterrorizó, y al final, incluso cuando les hizo pagar con su vida, no abandonaron su responsabilidad. Esto es cumplir con el deber hasta el fin. ¿Qué quiero decir con ello? ¿Quiero decir que utilicéis el mismo método para dar testimonio de Dios y difundir Su evangelio? No es necesario que lo hagas, pero debes entender que es tu responsabilidad, que si Dios necesita que lo hagas, debes aceptarlo como algo a lo que te obliga el honor(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). Me sentí realmente avergonzada tras leer las palabras de Dios. Los santos de todas las eras han entregado sus vidas y derramado su sangre para difundir el evangelio del Señor Jesús. Innumerables de ellos fueron mártires de Dios. Murieron lapidados o arrastrados por caballos, los asaron vivos o los crucificaron cabeza abajo. Muchos misioneros sabían que al viajar a China corrían el riesgo de ser asesinados, pero a pesar de ello se jugaron la vida para venir a predicar aquí. Y ahora el Partido Comunista ha torturado y perseguido a muchos creyentes hasta la muerte por difundir el evangelio del reino, sacrificando por tanto sus vidas para dar un rotundo testimonio de Dios. Se les persiguió en aras de la justicia, y Dios concedió Su aprobación a todas sus significativas muertes. Antes no era capaz de ver estas cosas con claridad, y no tenía ningún entendimiento de la todopoderosa soberanía de Dios. Solo temía a la muerte y pensaba que todo acabaría cuando muriera. Renuncié a mi deber, viví una existencia innoble y traicioné a Dios ante la desenfrenada persecución del Partido Comunista. Esto se convirtió en una grave transgresión y en una mancha permanente en mi fe. Entendí entonces que Dios ordena cualquier cosa que afrontamos en la vida, cualquier sufrimiento que padecemos. No podemos escapar de ello. Si Dios me permitía morir, debía someterme y seguir las huellas de los santos que sacrificaron sus vidas para dar testimonio de Él a lo largo de la historia. Este pensamiento me permitió afrontar la muerte como era debido y me proporcionó más fe en Dios. Daba igual a qué tuviera que enfrentarme en el futuro, estaba dispuesta a apoyarme en Dios y a mantenerme firme en mi testimonio, y no volvería a abandonar mi deber ni a traicionar a Dios.

El 6 de julio de 2022, mi compañera se me acercó nerviosa y me dijo: “Ha sucedido algo. Han arrestado a tres líderes”. Me sentí inquieta después de oírle decir eso. Los tres líderes habían estado en contacto con muchas personas y familias anfitrionas, y uno de ellos se había puesto en contacto con nosotros pocos días atrás. Teníamos que encargarnos de las repercusiones de sus arrestos de inmediato para prevenir pérdidas incluso mayores. Pero me seguía sintiendo un poco asustada. Si estaban vigilando a estos hermanos y hermanas, podría caer directa en la trampa de la policía si contactaba con ellos. Pero entonces pensé en la dolorosa lección que había aprendido cuando deserté de la iglesia, y cómo había traicionado a Dios y ofendido Su carácter. Era un dolor que no olvidaría jamás y no quería repetir el mismo error. Así que seguí orando: “Oh, Dios, prometo seguir siendo fiel a mi deber ante esta situación y no huir. Por favor, dame fe y fortaleza”.

Después de aquello, me apresuré a notificar a los hermanos y hermanas que debían estar muy alerta y trasladé los libros de las palabras de Dios a lugares seguros. Entonces se me ocurrió que mi casa tampoco era segura, así que decidí volver a ella y decirle a mi suegra que se fuera a alquilar una habitación en otro lugar. En cuanto me acerqué a la entrada, vi a dos jóvenes vestidos de negro y no me atreví a entrar. Supe más tarde que ya habían detenido a mi suegra, y que aquellos hombres de negro eran agentes de policía. También averigüé que la hermana que había ido a decirles a los otros que se movieran al mismo tiempo que yo no había regresado y probablemente estaba detenida. Las circunstancias no me permitieron pensarlo mucho, y me apresuré a lidiar con las consecuencias junto a la hermana que tenía como compañera. Más tarde supe que se trató de una operación de arresto coordinada por el Partido Comunista, y que 27 personas fueron detenidas entre la noche del 5 y el día 6. Ante esta terrible situación, sabía que Dios me estaba dando la oportunidad de hacer una elección diferente. Había sido una desertora y traicioné a Dios; no podía volver a decepcionarle, tenía que confiar en Él, realizar mi deber y trabajar con los demás para lidiar con las repercusiones de estos arrestos. Después de eso, seguí encargándome de la situación con mis hermanos y hermanas. Practicar de este modo me dejó más tranquila.

Cuando ahora hablo de mi transgresión, soy capaz de afrontar y reconocer que soy una persona egoísta y despreciable que teme a la muerte. Ya no quiero ser ese tipo de persona. Quiero que esa transgresión sea como una alarma que me recuerde no repetir el mismo error. Cuando ahora veo a los hermanos y hermanas en un estado similar, les ofrezco comunicación para que puedan entender el carácter justo e inofendible de Dios, y para que se lo tomen como una advertencia. Esa transgresión sigue grabada en mi corazón y me sigue doliendo, pero también se ha convertido en una de las experiencias que más atesoro en la vida.

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