La experiencia de una cristiana birmana en el infierno tras morir

31 Mar 2023

Por Dani, Myanmar

De pequeña me interesaba el cristianismo, pero, como mi familia era budista, no me hice cristiana. Ya entonces había oído hablar del infierno, pero no creía realmente en él.

En abril de 2022, un amigo me invitó a una reunión virtual, en la que leí por primera vez las palabras de Dios Todopoderoso. Sentí que el Creador celestial hablaba a la humanidad con las palabras de Dios Todopoderoso. Luego leí por internet muchas palabras de Dios Todopoderoso. Aprendí que Dios Todopoderoso es el Dios verdadero y que Dios ha bajado a la tierra a salvar a la humanidad. No obstante, como mi familia se interponía y, además, yo me aferraba a las cosas mundanas, no asistía habitualmente a las reuniones y hasta dejé durante un tiempo el grupo de reunión.

Posteriormente, el 3 de febrero de 2023, sobre las 9:30 de la mañana, algo cansada después de una reunión, me acosté a descansar. Luego me contó mi hermano menor que mi familia no pudo despertarme de aquella cabezadita por más que lo intentó, así que me llevaron rápidamente a Urgencias del hospital. El médico me examinó y dijo que ya había dejado de respirar, por lo que emitió un certificado de defunción. Mi familia no tuvo más opción que llevarme de vuelta a casa. Avisaron a parientes y vecinos y prepararon mi funeral y entierro para tres días más tarde.

Yo no sabía qué estaba pasando en casa entonces. Lo único que sabía era que me había ido a otro mundo. Vestida con una túnica blanca, iba yo sola por un pequeño sendero oscuro y nebuloso. No podía ver ni el cielo ni lo que tenía delante. Era un sendero descendente, desigual, lleno de baches, abrupto y sinuoso. A ambos lados solo podía distinguir todo tipo de plantas raras, que nunca antes había visto y estaban recubiertas de espinas. También oía por todas partes voces de animales… Iba descalza por el sendero, que me hacía cortes en los pies. Me ardía todo el cuerpo y estaba un poco sofocada. Caminé y caminé, y tropecé con un demonio vestido de negro. Iba de negro de arriba abajo; no le veía ni la cara ni los pies. Me dijo: “¡Ven conmigo!”. Tenía una voz muy aterradora. Asustada, apenas pude responder: “¿Adónde me vas a llevar? Nunca he estado ahí; no voy a ir. Quiero marcharme a casa”. Quería huir. Entonces vinieron flotando cuatro o cinco demonios con túnicas azules, me agarraron y dijeron: “Estás muerta, no puedes volver. Has pecado mucho y has de ser castigada por los pecados cometidos en tu vida”.

Luego me llevaron ante una gran puerta, donde había varios demonios de guardia. Eran altos, con ojos y orejas grandes, y a algunos les asomaban unos dientes afilados que les daban un aspecto sobrecogedor. Iban armados, estaban desnudos de cintura para arriba y llevaban collares hechos con huesos y calaveras de muertos. Estaban llenos de cicatrices. En cuanto abrieron la puerta los cancerberos, oí multitud de gritos angustiados. De lado a lado, por todo el lugar se oía a gente que luchaba en una terrible agonía. Allí hacía mucho calor, un calor tórrido. Con mucho miedo, les pregunté a los demonios: “¿Qué hice mal? No debería estar aquí”. Me mostraron, uno por uno, todos los pecados que había cometido en vida, el día, la hora, y hasta el minuto y segundo en que había hecho aquellas cosas. Allí estaba registrada, de forma muy clara, incluso una mentira que dije a la que no había dado importancia. He aquí algunos ejemplos: El 5 de septiembre de 2022, unos hermanos y hermanas me invitaron a una reunión, pero yo, triste por la presión familiar, no asistí. El 10 de septiembre de 2022, me salté una reunión y no respondí a las llamadas de los hermanos y hermanas porque no quería verlos. El 5 de octubre de 2022, dejé todos los grupos de reunión y rompí todo contacto con otros miembros de la iglesia. El 6 de octubre de 2022, me alejé de Dios en favor de las tendencias mundanas y la diversión. Estaba aturdida. Me asustó mucho descubrir cuántos pecados había cometido.

Después, el demonio vestido de negro me llevó a otro lado, donde había un letrero de madera que decía: “Aquí se castiga a aquellos que engañan a Dios, lo juzgan o blasfeman contra Él”. Allí fue donde contemplé los castigos más severos. El primer tipo de castigo consistía en que unos bichos salían de la boca y la piel de los castigados y los mordían, de tal modo que les carcomían todo el cuerpo; algo muy siniestro. En el segundo tipo, los castigados estaban desnudos y los llevaban uno por uno a un tablón en el que se podía castigar a diez personas a la vez. Tenían que arrodillarse, llevaban las manos atadas a la espalda y tenían la barbilla sobre el tablón. Tenían una soga al cuello y, al tirar de la soga, se les salía la lengua. Al final del tablón, un horrible demonio con cuernos les atravesaba la lengua con unos garfios y tiraba con fuerza; a algunos les sacaba la lengua el doble de larga de lo que era. Luego, el demonio se la clavaba al tablón con un clavo del tamaño de un bolígrafo, y debajo del tablón había una hoguera. Ese demonio, además, vertía sin cesar agua hirviendo que abrasaba las lenguas. El agua ardiendo la traían de una piscina que había lejos y se la daban continuamente a los demonios. Cuando era vertida sobre la lengua de alguien, esta quedaba totalmente destrozada. A algunos hasta se les caían los ojos. Después, los demonios vertían sobre ellos agua abrasadora para que quedaran totalmente destrozados. Los castigados gritaban de sufrimiento hasta que morían. Era un espectáculo aterrador. Algunos no lo soportaban y no tardaban en morir, pero, si aún era preciso castigarlos por más pecados, los resucitaban para continuar castigándolos. Si todavía no habían muerto al concluir su castigo, les salían del cuerpo unos bichos que se los comían, y luego resucitaban y se les castigaba de otra forma.

El tercer tipo de castigo consistía en ser arrojado a una piscina de agua abrasadora. Vi una enorme placa redonda de fundición con cuatro sogas atadas. En cuestión de segundos vinieron unas 100 o 200 personas desde otro lugar de castigo y aparecieron sobre la placa. Se arrodillaron sin ropa sobre la placa ardiente mientras, de manera automática, se les ataban las manos y el torso con unas sogas con espinas. Eran gente de distintas religiones y etnias. Algunos creían en Dios, mientras que otros eran cristianos o budistas. Los castigaban por no haber aceptado la nueva obra de Dios, haber blasfemado contra Él y haberlo juzgado. Aunque algunos habían aceptado la nueva obra de Dios, su fe era superficial, indolente y astuta para con Él. Dios también castigaba a ese tipo de personas. Todas ellas clamaban al dios de su fe. Unas llamaban a tal dios; otras, a otro. Era una algarabía de voces, y yo no las podía oír con nitidez. Sin embargo, daba igual cómo gritaran: no recibían respuesta. Más tarde llevaron a esas personas a una gran piscina en la que había agua hirviendo que abrasaba. Se les soltaron automáticamente las sogas, la placa de fundición se inclinó y todas ellas cayeron dentro. Se estaban abrasando y achicharrando hasta tal punto que gritaban en una agonía enloquecedora. Algunas personas estaban al borde, luchando con todas sus fuerzas por salir de la piscina, pero caían otra vez dentro. No tardó en desaparecer el sonido de los gritos. Todos estaban muertos, flotando en la superficie de la piscina de agua abrasadora. Una vez muertos todos, una red gigante los recogía y resucitaban para el siguiente castigo.

Después me llevaron a otro sitio. A los de allí los castigaban de todas las maneras posibles por insultar a sus padres, mayores o profesores. Algunos iban desnudos, con una cadena al cuello y con cadenas de pinchos en los brazos y las piernas. Les daban tales palizas que se les escurrían la carne y la sangre. Forcejeaban y gritaban de dolor. Los demonios del infierno les cortaban las manos y los pies con hachas y empleaban algo similar a un martillo para machacarlos. Mientras los castigaban, les preguntaban: “¿Pensaste en no cometer este pecado en su momento?”. Estaban arrepentidos, pero no los podía salvar nadie y eran torturados hasta la muerte. Luego resucitaban y recibían el siguiente castigo. A algunos los enterraban vivos. El suelo estaba en movimiento, agitado, y ardía fuego en la tierra. La tierra se tragaba lentamente a los castigados, que se hundían en ella hasta morir.

Después me llevaron al lugar donde castigaban a los adúlteros. Corrían para salvar la vida. A unos les lanzaban flechas que los mataban, mientras que a otros los mataban a puñaladas. A algunos los perseguían animales que los mataban a mordiscos. A la larga no podía huir nadie y moría hasta el último de ellos. Los muertos resucitaban para recibir el siguiente castigo.

Vi otro lugar de castigo de aquellos que habían engañado o albergado malas intenciones hacia otros, que se habían aprovechado de la gente o habían sido calculadores o celosos con respecto a otras personas. Había un puente colgante con tarima de madera y unas sogas con pinchos a ambos lados. El que se agarraba a las sogas con pinchos sangraba, pero caería si no se agarraba a ellas, y debajo había un lago de azufre. Aunque no cayera, tenía que pasar por una picadora de carne y ser triturado, y terminaba en el lago de azufre de todos modos.

A algunas personas les había preocupado mucho su aspecto y habían malgastado el tiempo procurando vestir bien, pero no creían para nada en Dios y hasta lo habían juzgado y habían blasfemado contra Él. Los insectos les comían la cara poco a poco. Aparte, también había personas castigadas por maldecir a otros, robar, etc. Según qué pecados hubiera cometido, a la gente se le castigaba reiteradamente de una forma antes de pasar a otro tipo de castigo. Esta visión me dejó temblando de miedo de la cabeza a los pies. De hecho, ¡sería absolutamente terrible un castigo así! Lamenté los pecados cometidos, pero no sabía a quién rogarle, quién podría salvarme. En ese momento, aturdida, recité unos sutras, pero sin respuesta, y tampoco me calmé en mi interior. De pronto recordé que había creído en el único Dios verdadero, Dios Todopoderoso. Me vino a la mente algo que dijo Dios Todopoderoso. “En tu vida diaria, sean cuales sean las dificultades con las que te topes, debes acudir a Dios; lo primero que debes hacer es arrodillarte ante Él para orar, eso es lo fundamental(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Al creer en Dios, lo más crucial es recibir la verdad). Supe que Dios es soberano de todo y que lo que yo estaba afrontando estaba sucediendo con Su permiso, por lo que debía invocarlo. Me acordé de mis diversos pecados. Era superficial hacia Dios y hacía caso omiso de Él. Practicaba mi fe y asistía a reuniones cuando me sentía bien, pero me las saltaba cuando no. Era cristiana, pero no tenía una fe sincera en Dios. Era superficial y astuta hacia Él. Era feliz malgastando el tiempo divirtiéndome, pero no dedicaba nada de tiempo a adorar a Dios. Muy arrepentida al rememorar todo aquello, oré a Dios en mi interior: “Dios Todopoderoso, he cometido muchos pecados. He sido indiferente y te he ignorado, mientras me deleitaba en el goce de pecar y no cumplía bien mi deber. Ahora estoy muy asustada y me embarga el pesar. No quiero venir aquí a ser castigada por esos pecados. Quiero arrepentirme; te pido una oportunidad de hacerlo. Quiero someterme a Tus disposiciones y hacerlo todo según Tu voluntad”. Oré y confesé de esta manera una y otra vez, mientras me arrepentía ante Dios de mis pecados uno por uno. Poco a poco me calmé, y ya no estaba tan asustada. Luego percibí una voz que me llamaba por mi nombre. Vi un rayo de luz, y de ella vino una voz que me dijo: “Dani, ¿te has arrepentido? Has cometido muchos pecados. Es preciso que te ampares en Dios y dejes de cometerlos; no puedes esperar al castigo para arrepentirte. Grábate las palabras de Dios en tu interior y busca la verdad. Lo que comprendas y pongas en práctica deberá ser correcto. Es tu última oportunidad; la próxima vez no volverá a haber salvación para ti. Mientras vivas, esfuérzate por cumplir bien con tu deber y por entrar en el reino de Dios. No repitas tus pecados ni tus errores y no hagas nada que después lamentes. Dado que no has cumplido con tu deber, no morirás. Vas a rescatar a aquellos que caigan en el desastre”.

Esa voz no era de nadie que yo conociera. Parecía hablar con el sonido del viento. No sonaba totalmente clara, pero podía entenderla. Aunque las palabras eran duras, eran exhortadoras y me hacían sentir en paz. Eran cálidas y daban sensación de seguridad. Sentí una felicidad que jamás había conocido. Supe que Dios me estaba salvando con una segunda oportunidad en la vida. Recuperé poco a poco la conciencia tras oír esta voz.

Ya despierta, estaba temblando y continuaba muy asustada. Me sentí fatal y muy arrepentida por haber cometido tantos pecados. Supe que esta era una advertencia de Dios para mí. Todo lo que dijo Dios era cierto. Tenía que creer lo que decía y obedecerlo. No podía seguir haciéndole caso omiso y siendo superficial. Dios me daba una oportunidad que no podía perder de nuevo. Le dije a mi hermano menor: “Quiero hablar con la hermana Summer”. La hermana Summer era una regante de la Iglesia de Dios Todopoderoso que se reunía mucho conmigo por internet. Summer me envió unas palabras de Dios cuando conoció mi situación. Dios Todopoderoso dice: “Dios es responsable de cada vida humana y lo es hasta el mismo final. Él provee para ti e incluso si en este entorno, destruido por Satanás, te has enfermado y la contaminación te ha afectado o has recibido otro perjuicio, eso no importa; Dios proveerá para ti y te dejará seguir viviendo. Deberías tener fe en eso. Dios no permitirá fácilmente que un ser humano muera(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VII). “Desde el momento en que naciste, hasta el momento presente, Dios ha llevado a cabo mucha obra en ti, pero no te rinde cuentas de forma detallada de cada cosa que ha hecho. Dios no te ha permitido saberlo ni te lo ha dicho. Sin embargo, para la humanidad, todo lo que Él hace es importante. En lo que concierne a Dios, es algo que debe hacer. En Su corazón hay algo importante que necesita hacer y que sobrepasa por mucho a cualquiera de estas cosas. Pues es que, desde el momento en que nace una persona hasta el día de hoy, Dios debe garantizar su seguridad. […] Esta ‘seguridad’ significa que no serás devorado por Satanás. ¿Es esto importante? No ser devorado por Satanás, ¿tiene que ver con tu seguridad o no? Sí, esto tiene que ver con tu seguridad personal, y no puede haber nada más importante. Una vez que has sido devorado por Satanás, tu alma y tu carne ya no le pertenecen a Dios. Él ya no te salvará. Dios abandona a las almas y a las personas que han sido devoradas por Satanás. Por tanto, afirmo que lo más importante que Dios tiene que hacer es garantizar esta seguridad tuya, garantizar que no seas devorado por Satanás. Esto es muy importante, ¿no es así?(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI).

La lectura de las palabras de Dios Todopoderoso me dio una sensación de seguridad, como si tuviera algo en lo que confiar. Esta experiencia me mostró de forma aún más clara que, desde nuestro nacimiento hasta el momento presente, Dios nos ha guiado, ha velado por nosotros y nos ha protegido en todo momento. Debía presentarme ante Dios, cumplir con mi deber y retribuirle Su fabulosa gracia. Tenía que dar testimonio de que Dios es el auténtico soberano de todo, incluido el mundo espiritual, invisible a los ojos. El infierno sí existe realmente. Yo no viví la desventura del castigo del infierno, pero vi a gente castigada en él. En mi entorno hay mucha gente afanada por las tendencias mundanas y que sigue a Satanás. No se han presentado ante Dios. Me preocupan mucho y no quiero que vaya al infierno, que sufra así, la gente que conozco. Acepten o no la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, yo voy a cumplir con mi responsabilidad y a darles testimonio de que realmente existe el infierno y existe la autoridad de Dios. Solo Dios Todopoderoso puede salvarnos de la desventura del infierno. Quiero leer un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso para aquellos que no se han presentado ante Él y para aquellos que lo han aceptado, pero no valoran Su salvación.

Dios Todopoderoso dice: “Mi obra final es no solo para castigar al hombre, sino para ordenar el destino del hombre. Adicionalmente, es para que todas las personas reconozcan Mis hechos y acciones. Quiero que cada persona vea que todo lo que he hecho es lo correcto y que es una expresión de Mi carácter. No es la obra del hombre, ni mucho menos la naturaleza, lo que creó a la humanidad, sino que soy Yo el que nutre cada ser vivo de la creación. Sin Mi existencia, la humanidad solo puede morir y sufrir la invasión de las calamidades. Nadie podrá ver nunca más la belleza del sol y la luna o el mundo verde; la humanidad solo se enfrentará a la noche frígida y al valle inexorable de la sombra de la muerte. Yo soy la única salvación de la humanidad. Soy la única esperanza de la humanidad y, aún más, Yo soy Aquel sobre quien descansa la existencia de toda la humanidad. Sin Mí, la humanidad se detendrá de inmediato. Sin Mí, la humanidad sufrirá una catástrofe y será pisoteada por todo tipo de fantasmas, aunque nadie me presta atención. He realizado una obra que no puede ser realizada por nadie más, solo con la esperanza de que el hombre me retribuya con buenas acciones. Aunque pocos puedan haberme retribuido, de todos modos concluiré Mi viaje en el mundo humano y comenzaré con la obra que se desarrollará seguidamente, ya que Mi viaje entre los hombres durante todos estos años ha sido fructífero, y estoy muy satisfecho. No me importa el número de personas, sino más bien sus buenas acciones. En cualquier caso, espero que preparéis suficientes buenas obras para vuestro propio destino. Entonces Yo me sentiré satisfecho; de lo contrario, ninguno de vosotros puede escapar del desastre que os vendrá encima. El desastre se origina en Mí y, por supuesto, Yo lo orquesto. Si no podéis parecer buenos a Mis ojos, entonces no escaparéis de sufrir el desastre(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino).

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