Cómo valorar la bondad nutritiva de nuestros padres

12 Ago 2024

Por Diane, Japón

En 2012, toda nuestra familia aceptó la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. A través de las palabras de Dios, entendí lo que significaba creer de verdad en Él y también comprendí que cada persona tiene una misión en este mundo. En la vida, las personas deben perseguir la verdad y cumplir con sus deberes como seres creados. Así que dejé mi trabajo y vine a la iglesia para cumplir con mi deber.

En esa época, salía todos los días a difundir el evangelio y solo iba a casa a ver a mi padre de vez en cuando. Cuando vi que mi padre estaba mal de salud, supe que su asma estaba empeorando de nuevo. Antes, le bastaba con tomar un medicamento o recibir una infusión. Pensé que esta vez también lo superaría sin problemas como en el pasado, pero poco después, recibí la noticia de que mi padre había fallecido. Mi hermano me llamó y me dijo: “Papá se ha ido”. Oír estas palabras me rompió el corazón, y las lágrimas fluyeron sin parar. Cuando llegué a casa, mi tía me dijo con reproche: “Estudiaste medicina. Sabías que tu padre tenía asma, ¿por qué no lo llevaste a hacer oxigenoterapia? Así tal vez no habría muerto tan pronto”. Al oír esto, mi corazón se destrozó aún más y me sentí muy culpable por mi padre. Si hubiera pensado un poco más en él, ¿de verdad no habría fallecido tan pronto? Mi tía tomó mi mano y dijo: “De todos sus hijos, tus padres pagaron el precio más alto por ti. Ahora tu padre ya no está y no tuviste la oportunidad de ser buena hija con él. En el futuro, debes cuidar bien de tu madre”. Asentí en silencio, pensando en cómo mis padres me criaron, me dieron una educación y pensaban en mí como un motivo de orgullo. Sin embargo, antes de que pudiera hacer algo por ellos, mi padre falleció. Tuve que asumir la responsabilidad de cuidar de mi madre; no podía permitir que sufriera. Después de eso, aunque cumplía con mi deber todos los días, siempre que tenía tiempo libre pensaba: “Si no consigo un trabajo y gano dinero, ¿cómo vivirá mi madre en el futuro? Si no puedo cuidar de mi madre y me doy otra razón para sentir remordimientos, me arrepentiré toda la vida”. Así que empecé a buscar trabajo todos los días después de cumplir con mi deber.

En marzo de 2013, había encontrado un trabajo y me disponía a ir a trabajar, pero justo cuando salía de casa de la hermana que me estaba hospedando, me entristecí muchísimo. Un himno resonaba una y otra vez en mi cabeza: “En el pecado caí pero me levanté en la luz. Me exaltas tanto, te estoy tan agradecido. Dios encarnado sufre, ¿cuánto más debería sufrir yo? Si la oscuridad me vence, ¿cómo podría ver a Dios? Cuando pienso en Tus palabras, siento que te anhelo. Cuando veo Tu rostro, te saludo con culpa. ¿Cómo te podría dejar para buscar lo que llaman libertad? […](Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos, Esperando buenas noticias de Dios). Tarareando esta canción, me invadió una tristeza profunda y, cuando llegué a la fila, “¿Cómo te podría dejar para buscar lo que llaman libertad?” ya tenía la cara cubierta de lágrimas. En el pasado, vivía en el vacío y el dolor, sin una dirección en la vida ni un propósito para mi existencia. Fue Dios quien me eligió de entre este vasto mar de gente y me hizo lo bastante afortunada como para oír Sus palabras y entender el sentido de la vida. Esto era Dios mostrándome Su gracia. Pero renuncié tan rápido a mi deber para conseguir un trabajo y ganar dinero, y me sentí muy en deuda con Dios. Llorando, clamé a Dios: “Dios, soy demasiado débil y no puedo rebelarme contra mí misma. Por favor, impídeme seguir por esta senda”. Justo entonces, desde lejos, vi una tormenta de arena que soplaba en mi dirección. Pronto, me envolvió la tormenta. No podía respirar ni ver nada. Escuché el sonido de aleteos, como si algo hubiera sido succionado por el aire. En ese momento, solo tenía un pensamiento en mi cabeza: “Corre”. Inmediatamente, tiré mi bicicleta eléctrica y corrí hacia adelante. Apenas había avanzado unos metros cuando oí un fuerte ruido detrás de mí. Me tapé los ojos y no me atreví a mirar. Lo único que podía hacer era seguir orando en mi corazón y pedirle a Dios que me protegiera. Después de un rato, la tormenta de arena se calmó. Solo entonces vi mi bicicleta eléctrica tirada no muy lejos y noté que un poste telefónico de concreto al borde de la carretera se había partido por la mitad por el vuelo de un techo de acero de color. El poste telefónico había volado a más de diez metros de distancia, y sus cables también se habían roto. Si mi mente no me hubiera dicho que corriera en ese momento, podría haber muerto aplastada. En ese momento, una frase de las palabras de Dios resonó en mi mente: “Os he enseñado las llamas del cielo, pero no he tenido el valor de quemaros […](La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¡Sois todos muy básicos en vuestro carácter!). Supe que Dios me había protegido y que esta era Su manera de hablarme y mostrarme Su intención. Oré en silencio a Dios en mi corazón: “Dios, ya no trabajaré para ganar dinero; no te abandonaré”. Pero cuando me desperté al día siguiente, volví a vacilar. Mirando hacia delante, aún tenía una larga senda por recorrer. Si no tenía trabajo, ¿cómo viviría mi madre en el futuro? Mis padres me habían criado, y yo debería mantenerlos en su vejez. Pero renunciar a mi deber y conseguir un trabajo para ganar dinero también me haría muy triste. Sabía que el trabajo en el hospital era extremadamente ajetreado, así que si trabajaba allí, apenas tendría tiempo para asistir a reuniones. Más tarde, me fui a cumplir con mi deber. Sin embargo, seguía pensando en mi madre de vez en cuando. Aunque sabía que mis hermanos estaban con ella y que no debería tener dificultades en su vida, a menudo me sentía arrepentida y en deuda con ella por no poder cuidarla.

En un abrir y cerrar de ojos pasaron diez años. Una vez, en unas circunstancias inusuales, pensé en cómo debía verse mi madre viviendo sola tras el fallecimiento de mi padre. Sentí un dolor en mi corazón que era difícil de controlar, como si todo esto hubiera sucedido ayer. Mi padre llevaba diez años muerto, pero mi sentimiento de deuda hacia mis padres seguía enterrado en lo más profundo de mi corazón. Quería deshacerme por completo de este estado, así que me presenté ante Dios para buscar la razón por la que siempre había vivido con este sentimiento de deuda hacia mis padres.

Leí algunas de las palabras de Dios y gané un poco de conocimiento sobre mi problema. Dios Todopoderoso dice: “En el mundo de los no creyentes existe este dicho: ‘Los cuervos retribuyen a sus madres dándoles alimento, y los corderos se arrodillan para recibir la leche de sus madres’. También este otro: ‘Una persona no filial es peor que un animal’. ¡Qué grandilocuentes suenan estos dichos! En realidad, el fenómeno que se menciona en el primero se da en la realidad, es un hecho, los cuervos retribuyen a sus madres dándoles alimento y los corderos se arrodillan para recibir la leche de sus madres. Sin embargo, son simplemente fenómenos dentro del mundo animal. Forman parte de una especie de ley que Dios ha establecido para las diversas criaturas vivientes, y a la que se atienen todo tipo de seres vivos, incluidos los humanos. El hecho de que toda clase de criaturas vivientes acaten esta ley demuestra que Dios las creó. Ninguna puede infringir la ley ni tampoco trascenderla. Incluso carnívoros relativamente feroces como los leones y los tigres alimentan a sus crías y no las muerden antes de que alcancen la edad adulta. Es el instinto animal. Da igual la especie a la que pertenezcan, ya sean feroces o amables y mansos, todos los animales poseen este instinto. La única manera que tienen todas estas criaturas de multiplicarse y sobrevivir es acatar este instinto y esta ley, y eso incluye a los seres humanos. Si no acataran o no tuvieran esta ley y este instinto, se extinguirían. No existiría la cadena biológica ni tampoco este mundo. ¿No es así? (Sí). El hecho de que los cuervos retribuyan a sus madres dándoles alimento, y los corderos se arrodillen para recibir la leche de ellas, evidencia justamente que el mundo animal acata esta clase de ley. Este instinto lo poseen todo tipo de criaturas vivientes. Una vez que nace su descendencia, las hembras o los machos de la especie la cuidan y alimentan hasta que se hace adulta. Todas estas criaturas son capaces de cumplir con sus responsabilidades y obligaciones hacia sus retoños, y crían de forma concienzuda y dedicada a la nueva generación. Esto debería ser más patente si cabe en los seres humanos. La humanidad los considera animales superiores, pero, si no pueden acatar esta ley y carecen de tal instinto, entonces son inferiores a los animales, ¿verdad? Por tanto, más allá de cuánto te alimentaron tus padres durante tu crianza y cuánto cumplieron con sus responsabilidades hacia ti, solo estaban haciendo lo que les correspondía en el ámbito de las capacidades de un ser humano creado: era por instinto. […] Criaturas vivientes y animales de toda índole poseen estos instintos y leyes, las acatan muy bien y los desempeñan a la perfección. Ninguna persona puede destruir tal cosa. También existen algunos animales especiales, como los tigres y los leones. Al alcanzar la edad adulta, estos felinos abandonan a sus padres y algunos machos se convierten incluso en rivales que llegan a morderse, enfrentarse y luchar si es necesario. Esto es normal, es una ley. No son muy afectivos ni viven enfrascados en sus sentimientos como las personas, que dicen: ‘Tengo que retribuir su gentileza, debo recompensarlos; he de obedecer a mis padres. Los demás me condenarán si no les muestro piedad filial, me reprenderán y me criticarán por la espalda. ¡No podría soportarlo!’. En el mundo animal no se tienen esas consideraciones. ¿Por qué dicen tales cosas las personas? Porque en la sociedad y entre los grupos de gente existen diversas ideas y consensos incorrectos. Una vez que la gente se ha visto influida, corroída y podrida por estas cosas, surgen en ella diferentes maneras de interpretar y lidiar con esta relación paternofilial, y acaba por tratar a sus padres como unos acreedores a los que nunca podrá retribuir. Cuando sus padres mueren, algunos hijos incluso se sienten culpables durante toda su vida y se creen indignos de la gentileza con la que sus padres los trataron, a causa de algo que hicieron y les causó infelicidad a estos o no resultó de la manera que ellos hubieran querido. Decidme, ¿no es esto excesivo? Viven enfrascados en sus sentimientos, de tal modo que no queda otro remedio que los invadan y perturben diversas ideas que proceden de estos(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (17)). “En cualquier caso, al criarte, tus padres cumplen con una responsabilidad y una obligación. Criarte hasta la vida adulta es su obligación y responsabilidad, y eso no se puede considerar amabilidad. Siendo así, ¿no se trata de algo que deberías disfrutar? (Sí). Es una especie de derecho del que deberías gozar. Te deben criar tus padres porque, hasta alcanzar la vida adulta, el papel que desempeñas es el de un niño que está siendo educado. Por lo tanto, ellos no hacen más que cumplir con una clase de responsabilidad contigo y tú solo la recibes, pero sin duda no recibes cortesía ni amabilidad de su parte. Para cualquier criatura viviente, tener hijos y cuidarlos, reproducirse y criar a la siguiente generación es un tipo de responsabilidad. Por ejemplo, las aves, las vacas, las ovejas e incluso los tigres tienen que cuidar de sus crías tras reproducirse. No hay criaturas vivientes que no críen a sus cachorros. Tal vez existan ciertas excepciones, pero no muchas. Es un fenómeno natural de la existencia de las criaturas vivientes, es su instinto, y no se puede atribuir a la amabilidad. Lo único que hacen es respetar una ley que el Creador dispuso para los animales y para la humanidad. En consecuencia, que tus padres te críen no es una especie de amabilidad. En función de esto, puede afirmarse que tus padres no son tus acreedores. Cumplen con su responsabilidad frente a ti. Independientemente de cuánto esfuerzo y dinero te dediquen, no deben pedirte que los recompenses, porque esa es su responsabilidad como padres. Dado que es una responsabilidad y una obligación, debe ser libre y no deben pedir una retribución. Al criarte, tus padres solo cumplían con su responsabilidad y obligación, y no corresponde remunerarla, no debe ser una transacción. Así pues, no es necesario que abordes a tus padres ni que manejes tu relación con ellos con la idea de recompensarlos. Si efectivamente tratas a tus padres, les retribuyes y abordas tu vínculo con ellos en función de esta idea, eso es inhumano. A su vez, es probable que eso haga que tus sentimientos carnales te limiten y te aten, y te resultará dificultoso salir de ese enredo, hasta el punto de que incluso podrías perder el camino(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (17)). A través de las palabras de Dios, entendí que el cuidado de los padres hacia sus hijos no es un acto de bondad. Es una ley y un instinto que Dios ha ordenado para todos los seres vivos. Cualquier tipo de animal, ya sea dócil o feroz, hace todo lo posible por cuidar de sus crías según las condiciones del entorno. Esta es su responsabilidad y obligación, así como un instinto que Dios le ha dado. Solo si los seres vivos siguen este instinto y ley pueden continuar multiplicándose y sobreviviendo. Los humanos también somos así. Es responsabilidad y obligación de los padres cuidar de sus hijos, y es algo innato que Dios les ha otorgado, algo que los humanos hacen instintivamente. Desde que nacimos, mis padres nos criaron a mis hermanos y a mí. A mi hermano menor le gustaba aprender oficios, así que mi madre lo dejó estudiar para ser chef. A mí me gustaba estudiar y siempre tenía buenas notas. Mis padres fomentaron mi interés por el estudio, así que gastaron bastante energía y dinero en mí. Mi madre siempre decía que apoyarían a cualquiera de nosotros si queríamos estudiar. Esto era simplemente mi madre cumpliendo con su responsabilidad de cuidar a sus hijos, y no puede verse como una transacción. Mis padres siempre habían apoyado mi fe en Dios y el cumplimiento de mi deber. Aunque mi padre había fallecido, mi madre nunca me había exigido que la cuidara. Ella solo esperaba que yo creyera en Dios y cumpliera con mi deber de todo corazón. Sin embargo, siempre había dejado que la cultura tradicional afectara cómo veía mi relación con mis padres. Ideas como “Honra merece quien a los suyos se parece”, “Los hijos esperan mantener a sus padres cuando sean viejos, pero el tiempo no espera, igual que un árbol ansía la calma, pero el viento no se detiene”, “Los cuervos retribuyen a sus madres dándoles alimento, y los corderos se arrodillan para recibir la leche de sus madres” y “Una persona no filial es peor que un animal” me habían sido inculcadas desde pequeña, y creía que el amor de mis padres era el mayor amor del mundo. Solo si fuera una buena hija para ellos y les recompensara tanto en lo material como en lo espiritual, sería una hija filial y una buena persona. El repentino fallecimiento de mi padre me hizo entender aún mejor la culpa irreparable que expresa la frase “Los hijos esperan mantener a sus padres, pero el tiempo no espera”. Por eso, tras la muerte de mi padre, quería conseguir un trabajo, ganar dinero, cuidar de mi madre y mostrarle mi devoción filial. Aunque sabía perfectamente que no podía abandonar mi deber ni traicionar a Dios, seguía sin ser capaz de liberarme de esas ideas que me ataban. Si Dios no hubiera usado la tormenta de arena para advertirme, es posible que ya hubiera abandonado mi deber y le hubiera rehuido a Él. Estas ideas de la cultura tradicional parecen bastante nobles, pero en esencia, son cadenas invisibles que Satanás pone alrededor de las personas. Estas ideas distorsionaron la relación entre padres e hijos. Han hecho que las personas vean la responsabilidad paterna de criar a los hijos como una bondad que hay que retribuir. Si las personas no pueden retribuir a sus padres o no tienen las condiciones para hacerlo, pensarán que son malos hijos y que no tienen conciencia, y pasarán toda su vida sintiéndose en deuda y reprochándose a sí mismos. Satanás usa estas ideas tradicionales para envenenar y atar a las personas, para hacer que rechacen a Dios y lo traicionen, logrando así su objetivo de dañar a la gente. Cuando Dios expuso la relación entre padres e hijos, poco a poco fui adquiriendo lucidez. El esfuerzo de mis padres por mí no es una carga que deba llevar sobre mis hombros. No debería considerar mi relación con mis padres basándome en la cultura tradicional satánica y tratar su amor y sus cuidados como una bondad a retribuir. Esto no se ajusta a la verdad. Al reconocer esto, mi corazón se volvió mucho más ligero y se liberó.

Más tarde, leí más palabras de Dios: “La relación parental es la más difícil de todas las que uno tiene que manejar emocionalmente, pero, de hecho, no es imposible de gestionar. Este asunto solo puede abordarse de forma correcta y racional partiendo de la base de entender la verdad. No partas desde la perspectiva de los sentimientos ni tampoco desde las ideas o los puntos de vista de la gente mundana. En su lugar, trata a tus padres de la manera adecuada según las palabras de Dios. En realidad, ¿qué rol representan los padres, qué significan los hijos para ellos? ¿Qué actitud deben tener los hijos hacia sus padres y cómo debe lidiar la gente con la relación entre padres e hijos y resolverla? Nadie debe contemplar estas cosas en función de sus sentimientos ni dejarse influir por cualquier idea errónea o sentimiento predominante; se han de abordar correctamente conforme a las palabras de Dios. Si omites cumplir alguna de tus responsabilidades hacia tus padres en el entorno que ha ordenado Dios, o si no desempeñas ningún papel en absoluto en sus vidas, ¿supone eso no ser buen hijo? ¿Tendrás remordimientos de conciencia? Tus vecinos, compañeros de clase y parientes te increparán y criticarán a tus espaldas. Te catalogarán de mal hijo, dirán: ‘Tus padres se sacrificaron mucho, invirtieron un enorme esfuerzo e hicieron tanto por ti desde que eras pequeño y tú, como el hijo desagradecido que eres, desapareces sin dejar rastro, sin siquiera avisar de que estás bien. No solo no vienes en Año Nuevo, es que ni siquiera llamas ni les mandas un saludo a tus padres’. Cada vez que oyes tales palabras, se desangra y llora tu conciencia, y te sientes condenado. ‘Ay, tienen razón’. Se te enrojece la cara y te tiembla el corazón, como si te pincharan en él con unas agujas. ¿Has albergado esa clase de sentimientos? (Sí, los he tenido antes). ¿Tienen razón los vecinos y parientes al decir que no eres buen hijo? (No). Razona tu respuesta. […] Para empezar, la mayoría de la gente elige irse de casa para cumplir con su deber, en parte por las circunstancias objetivas generales que les obligan a dejar a sus padres. No pueden permanecer a su lado para cuidarlos y hacerles compañía. No es que elijan dejarlos voluntariamente; esa es la razón objetiva. Por otra parte, en términos subjetivos, no sales a cumplir con tu deber porque quisieras dejar a tus padres y escapar de tus responsabilidades, sino por la llamada de Dios. Para cooperar con la obra de Dios, aceptar Su llamada y cumplir los deberes de un ser creado, no tuviste más remedio que dejar a tus padres; no podías quedarte a su lado para acompañarlos y cuidarlos. No los abandonaste con la intención de eludir tu responsabilidad, ¿verdad? Una cosa es eso y otra haberlo hecho para responder la llamada de Dios y cumplir con tu deber; ¿acaso la naturaleza de ambas cosas no es diferente? (Sí). En tu corazón guardas apego emocional y piensas en tus padres; tus sentimientos no son vacíos. Si las circunstancias objetivas lo permiten y puedes permanecer a su lado mientras cumples con tu deber, entonces estarías dispuesto a hacerlo, a cuidar de manera regular de ellos y cumplir con tus responsabilidades. Pero esas circunstancias no se dan y debes abandonarlos, no puedes seguir a su lado. No es que no quieras desempeñar tus responsabilidades como hijo, es que no puedes. ¿No es diferente la naturaleza de esto? (Sí). Si dejaste tu hogar para eludir el deber filial y tus responsabilidades, es que no eres buen hijo y careces de humanidad. Tus padres te educaron, pero tú estás deseando levantar el vuelo y marcharte rápido y por tu cuenta. No quieres verlos y, si te enteras de que se hallan en dificultades, no prestas atención alguna. Aunque tengas los medios para ayudarlos, no lo haces, finges no haber oído nada y dejas que los demás digan lo que quieran sobre ti. Simplemente no quieres desempeñar tus responsabilidades. Esto es no ser buen hijo. ¿Pero estamos hablando ahora de lo mismo? (No). Mucha gente ha dejado sus condados, ciudades, provincias o incluso sus países para cumplir con el deber; ya se encuentran lejos de donde se criaron. Por si fuera poco, no resulta conveniente que permanezcan en contacto con sus familias por diversas razones. A veces preguntan por la situación de sus padres a gente que viene de la misma ciudad y se sienten aliviados al oír que todavía gozan de buena salud y les va bien. De hecho, no es que no seas buen hijo, ya que no has llegado al punto de carecer de humanidad, en el que ni siquiera te importan tus padres ni desempeñas tus responsabilidades hacia ellos. Eliges esto por varias razones objetivas, así que no es que no seas buen hijo(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (16)). A través de las palabras de Dios, entendí que haber vivido todos estos años con sentimientos de deuda hacia mis padres se debía a que había sido influenciada y envenenada por la cultura tradicional. Pensaba que no había cumplido con los dichos “Los cuervos retribuyen a sus madres dándoles alimento” y “De bien nacidos es ser agradecidos”. Creía que era una mala hija. Me pesaba la conciencia y no podía contener las lágrimas. A través de las palabras de Dios, por fin reconocí que no se debe juzgar la conciencia y humanidad de una persona por su comportamiento externo, sino por la esencia de sus acciones. Es como si durante estos años solo me hubiera preocupado por mi madre y por querer mostrarle devoción filial, porque creer en Dios y cumplir con mi deber significaba que no podía estar a menudo a su lado. Además, la búsqueda y la persecución del Partido Comunista me obligaron a huir de casa y a no tener la oportunidad de ser buena hija con mis padres. No era que no quisiera ser buena hija o que quisiera evadir mi responsabilidad. Este problema era diferente en esencia de cumplir con las condiciones para ser buen hijo y aun así no hacerlo, así que no debía confundir las dos cosas. Debía tener una opinión correcta de mí misma, basada en las palabras de Dios; solo así podría librarme del engaño y del daño de Satanás.

Después de esto, leí más palabras de Dios y vi con más claridad cómo considerar correctamente mi relación con mis padres. Dios Todopoderoso dice: “Al tratar con tus padres, el hecho de si cumples tus obligaciones como hijo de cuidar de ellos debe basarse por completo en tus condiciones personales y las instrumentaciones de Dios. ¿Acaso no es esta una manera de explicar perfectamente la cuestión? Cuando algunos dejan el hogar familiar, sienten que deben mucho a sus padres y que no hacen nada por ellos. Sin embargo, cuando conviven con ellos, no son buenos hijos en absoluto ni cumplen ninguna de sus obligaciones. ¿Es este verdaderamente un buen hijo? Esto solo son palabras vacías. Independientemente de lo que hagas, pienses o planees, esas cosas no son importantes. Lo fundamental es si puedes entender y creer verdaderamente que todos los seres creados están en manos de Dios. Algunos padres tienen la bendición y el destino de poder disfrutar de la alegría doméstica y de la felicidad de una familia numerosa y próspera. Esto es la soberanía de Dios y una bendición que Él les concede. Otros padres no tienen este destino: Dios no lo ha dispuesto para ellos. No tienen la bendición de disfrutar de una familia feliz ni de que sus hijos estén a su lado. Esto es la instrumentación de Dios y la gente no puede forzarla. Pase lo que pase, al final, en lo que respecta a la devoción filial, las personas deben al menos tener una mentalidad de sumisión. Si el entorno lo permite y cuentas con los medios para hacerlo, puedes mostrar devoción filial hacia tus padres. Si no, no intentes forzarla: ¿cómo se llama esto? (Sumisión). A esto se le llama sumisión. ¿De dónde proviene esta sumisión? ¿Cuál es el fundamento de la sumisión? Se basa en todas estas cosas que Dios dispone y sobre las que gobierna. Aunque es posible que la gente desee elegir, no puede, no tiene el derecho de hacerlo y debe someterse. Cuando sientes que las personas deben someterse y que Dios lo ha instrumentado todo, ¿no sientes más tranquilidad en el corazón? (Sí). Entonces, ¿seguirá tu conciencia sintiéndose reprendida? No seguirá sintiéndose constantemente reprendida, y la idea de no haber sido un buen hijo para tus padres dejará de dominarte. En ocasiones, es posible que todavía pienses en ello, ya que son pensamientos o instintos normales en la humanidad y nadie puede evitarlos(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad-verdad?). “Eres un ser creado en presencia del Creador. En esta vida, no solo has de cumplir con las responsabilidades hacia tus padres, sino también con las que tienes como ser creado y con tus deberes como tal. Solo puedes cumplir con tus responsabilidades hacia tus padres con base en las palabras de Dios y los principios-verdad, no haciendo cualquier cosa por ellos en función de tus necesidades emocionales o las de tu conciencia(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (16)). A través de las palabras de Dios, entendí que, en lo que respecta a la relación entre padres e hijos, dentro del entorno que Dios ha ordenado, ambas partes deben cumplir sus responsabilidades según sus propias capacidades y condiciones. En cuanto a la suerte del hombre, Dios ya ha ordenado cuánto sufrirá cada uno y cuánta bendición disfrutará en su vida. Los padres no pueden decidir qué senda seguirán sus hijos en el futuro, y los hijos no pueden cambiar la suerte de sus padres con su propio esfuerzo. Algunas personas tienen ciertas bendiciones, mientras que otras no las tienen. Nada de esto puede cambiarse con la fuerza de voluntad y el afecto humanos. Es como cuando mis padres me prepararon para estudiar medicina y, aunque gastaron mucho dinero, al final no trabajé en ese sector. Del mismo modo, quise ser buena hija con mis padres, pero mi padre falleció demasiado pronto y quise ser buena hija con mi madre, pero nunca pude estar a su lado. En el pasado, temía que mi madre estuviera sufriendo y siempre quise trabajar duro para ayudarla a ser más feliz en la última parte de su vida. Para decirlo sin rodeos, quería agotar todas mis fuerzas para cambiar el destino de mi madre y crear felicidad para ella. El hecho es que ni siquiera tengo el control de mi propio destino, lo que hago en esta vida o si puedo ser feliz. ¿Cómo podría cambiar el destino de mi madre? Me di cuenta de lo tonta y arrogante que era. Había aprendido que, en cuanto a mi madre, solo tenía que tomar las cosas como venían y cumplir con mis responsabilidades según mis propias condiciones. Si vivía con mi madre y se daban las condiciones para cuidarla, entonces podía ser buena hija en la medida de mis posibilidades. Si no podía estar a su lado, no tenía por qué sentirme en deuda por ello. Dado que soy un ser creado, solo necesito cumplir bien con mi deber en el entorno que Dios ha dispuesto para mí. Esto es lo más importante.

Hace poco, me puse en contacto con mi madre. Me dijo que la mayor felicidad de su vida era haber sido elegida por Dios y oír Su voz, y que su mayor deseo era poder cumplir bien con su deber y ser digna de la salvación de Dios. También me dijo que cumpliera con mi deber lo mejor que pudiera. Después de leer la carta de mi madre, lloré. Lo que yo creía sobre ser buena hija con mi madre y darle una vida material superior no necesariamente la haría feliz. De hecho, en cuanto a las cosas materiales, mi madre no era tan exigente. Solo quería que siguiera a Dios como es debido, que persiguiera la verdad y que cumpliera bien con mi deber, ese era su verdadero mayor deseo. En el pasado, pensaba que debía asumir la responsabilidad de ser buena hija con mi madre, ya que ella y mi padre habían pagado un precio mayor por mí que por mis hermanos, pero las cosas siempre resultaban distintas de lo que yo deseaba. Más tarde, pensaba que aunque yo no pudiera estar al lado de mi madre, mi hermano mayor era un buen hijo y solía cuidarla. Sin embargo, resultó que no podía estar al lado de mi madre. Mi hermano menor no suele ser bueno ahorrando dinero, y yo solía pensar que si tan solo tuviera suficiente dinero para sí mismo, le iría muy bien. Ahora es él quien mantiene a mi madre. Dios realmente tiene soberanía sobre las cosas y las dispone de un modo que las personas nunca podrían imaginar ni prever, pero en realidad es Dios quien tiene soberanía y dispone la suerte de cada persona, y la suerte es algo que nadie puede elegir o cambiar. Ahora, ya no me siento triste por todas las circunstancias aparentemente desdichadas que ha vivido mi madre, y ya no me preocupa su futuro. Sé que todos nuestros destinos están en manos de Dios, y cada persona experimentará tanto circunstancias buenas como desdichadas, incluyéndome a mí. Esto es algo de lo que nadie puede escapar o cambiar. Todo lo que puedo hacer es entregar a mi madre a Dios y pedirle que nos guíe para perseguir la verdad dentro de las circunstancias que Él ha dispuesto para nosotros, y que nos guíe para cumplir bien con cada uno de nuestros deberes y a retribuir Su amor. ¡Gracias a Dios!

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