Reflexiones después del trato

31 Ene 2022

En junio de este año, empecé a ejercer de líder. Continué con parte de la organización del trabajo de la casa de Dios para sacar de la iglesia a todos los malhechores, incrédulos y anticristos, de modo que los escogidos de Dios tengan un mejor ambiente donde cumplir con el deber, experimentar Su obra y buscar la verdad. Me puse a trabajar en esto con otros líderes de la iglesia. Había una iglesia con un problema especialmente grave. Unos incrédulos habían desastrado totalmente la vida de iglesia y un líder superior me mandó ocuparme de ello de inmediato. Poco después, me hizo seguimiento y yo no había terminado de evaluar la situación, así que no podía hablar a ciencia cierta. El líder se puso nervioso por no haberme ocupado del problema con suficiente celeridad, y me habló con bastante dureza. Me preocupó que no estuviera muy contento con lo que yo lograba en el deber. ¿Me creería poco apta para hacer el trabajo? Pensé que no podía perder el tiempo, sino que tenía que ocuparme del problema para no decepcionarlo. Yo quería terminar rápido, pero había una situación compleja en aquella iglesia. Acababan de elegir a los líderes y estos no conocían bien a nadie en la iglesia, con lo que la investigación iba despacio. El líder superior me volvió a preguntar por mi progreso, y cuando se enteró de que no había terminado, me criticó por posponerlo. La vida de iglesia seguía alborotada porque no se había expulsado a los incrédulos, así que me apremió de nuevo a que me ocupara de ello. Tras las críticas, no recapacité seriamente acerca de mi problema, sino que no pensaba más que en darles la vuelta a las cosas. Como veía al líder muy centrado en el problema de esa iglesia, ¿qué opinaría de mí si tardaba demasiado en abordarlo? ¿Creería que no sabía gestionar ni siquiera esa pequeña tarea, con lo que me faltaba aptitud y no hacía un trabajo práctico? Quería lucirme ante él para demostrarle que sabía trabajar de verdad. Así, comencé a invertir todo mi tiempo y energía en esa iglesia, haciendo seguimiento y preparando a sus líderes, y fui personalmente a hablar con miembros de la iglesia que conocían la situación, pero dejé de hacer seguimiento real de los esfuerzos de otras iglesias por echar a gente, despreocupadamente y contactándolas a todo correr.

Un día recibí una carta de la hermana Zhang, que me comentaba que había que expulsar a algunos de su iglesia. Miré la carta por encima y no me detuve a pensarlo. Supuse que podrían hablarlo, ocuparse de ello e informarme de nuevo. Me preocupaba más aquella iglesia problemática y no poder informar al líder de que había terminado la tarea. La hermana Zhang me escribió otra vez porque lo había hablado con un par de colaboradores y habían decidido a quiénes expulsar, y me enviaba algunos nombres. No conocía a nadie de la lista y di el visto bueno sin profundizar en los pormenores de la situación. Estaba ocupada con aquella otra iglesia. Un día vino el líder superior a preguntarme por qué habían echado al hermano Wang. Tenía sentido de la justicia, defendía el trabajo de la casa de Dios y era buena persona. Lo hacía bien en el deber. Entonces, ¿por qué se le expulsó de la iglesia? La verdad, no supe qué decir. No conocía al hermano Wang ni sabía cómo solía actuar. Solo recordaba su nombre de la lista de la hermana Zhang. El líder me preguntó luego por la conducta de algunos otros expulsados y yo no tenía la menor idea. Como ni siquiera conocía sus nombres, le respondí que ni idea, que no los conocía, que eso era decisión de la hermana Zhang. No me impliqué, como si no tuviera nada que ver conmigo. Me trató de nuevo, preguntándome por qué habían expulsado al hermano Wang si lo hacía bien y defendía la labor de la casa de Dios, y si yo tenía principios. “¿Por qué no supervisaste la expulsión de gente por parte de los líderes?”, me preguntó. “¿Por qué les dejaste hacer lo que les dio la gana?”. Pregunta tras pregunta, mi endurecido corazón comenzó a despertar un poco. Era responsable del proyecto, pero no sabía nada de aquellos de quienes se habían deshecho. ¿Eso era ser responsable? Reconocí mi falta, que no lo había hecho bien, y me mandó hacerlo de nuevo.

Estuve inquieta mucho tiempo. Sabía que la poda y el trato habían venido de Dios, pero seguía teniendo una sensación extraña, estaba triste. Pensaba en las preguntas del líder: “¿Por qué te has deshecho de buenas personas? ¿A quién habría que echar de la casa de Dios? ¿Acaso tienes principios?”. Esas cosas no dejaban de resonar en mi cabeza, y me preguntaba: “¿Por qué hice algo tan necio? Si conozco los principios, ¿por qué cometí un error tan indignante? ¿Por qué no me informé?”. Aún confundida al respecto, le pedí a aquel líder de la iglesia que investigara al hermano Wang y a los demás. Así, no cometí el mismo error; examiné a fondo a todos los de la lista de expulsados. Pronto recibí las evaluaciones de los hermanos y hermanas sobre el hermano Wang: tenía buena actitud hacia el deber y sentido de la justicia, y defendía el trabajo de la casa de Dios. No se ajustaba a los principios de expulsión. Me sentí fatal y muy inquieta al comprobarlo. Había echado a gente que creía sinceramente en Dios, y aunque se había ocupado de ello la hermana Zhang, yo era la líder, así que ¿no había abandonado mi deber de vigilancia y supervisión? Después devolvimos al hermano Wang a su deber. Sabía que no me habían podado y tratado respecto a esto porque se tratara solamente de un pequeño error, sino que realmente tenía que hacer introspección. Oré a Dios: “Oh, Dios mío, que me denunciaran los hermanos y hermanas y que el líder superior me podara y tratara, fue Tu justo juicio y he de aprender una lección, pero realmente no sé cual. Te pido esclarecimiento para poder comprender de verdad mi carácter corrupto”.

Un día hablé de lo que estaba pasando con otros dos miembros de la iglesia y les conté que ponía toda mi energía en la iglesia por la que me preguntaba el líder y descuidaba las demás iglesias. No hablé con franqueza. Cometer semejante error en la labor de depuración no era un simple descuido en el deber, sino tener una motivación errónea en él y preocuparme solo de mi reputación. En ese momento comencé a tomar conciencia de mi carácter corrupto. Luego vi un vídeo de lectura de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Otro rasgo distintivo de la humanidad de un anticristo, además de no tener vergüenza, es un egoísmo y una vileza poco comunes. ¿Cuán egoístas son? ¿Y cuál es la interpretación literal de este egoísmo? Cualquier cosa que tenga que ver con sus propios intereses recibe su máxima atención, sufren por ello, pagan un precio, están absorbidos por y dedicados a ese asunto. Todo aquello que no tenga relación con ellos, lo ignoran y no lo tienen en cuenta. Los demás pueden hacer lo que quieran, a los anticristos les da igual que alguien sea conflictivo o perturbador. Dicho con tacto, se ocupan de sus propios asuntos. Pero es más acertado decir que este tipo de personas son viles, sórdidas, miserables. Las definimos como ‘egoístas y viles’. ¿Cómo se manifiesta el egoísmo y la vileza de la humanidad de los anticristos? Cuando algo atañe a su estatus o reputación, se devanan los sesos para decidir qué hacer o decir, no paran de correr de un lado a otro, sufren grandes dificultades gustosamente. Pero en lo que respecta a la obra de la casa de Dios y a los principios, incluso cuando personas malvadas interrumpen, interfieren y cometen todo tipo de maldades que afectan gravemente a la obra de la iglesia, permanecen impasibles y despreocupados, como si no tuviera nada que ver con ellos. Y si alguien descubre esto y lo expone, aseguran que no vieron nada y fingen ignorancia. Cuando se les denuncia y se les expone como lo que realmente son, se enfurecen. Convocan reuniones apresuradas para discutir cómo responder, se investiga quién actuó por la espalda, quién fue el cabecilla, quién estuvo involucrado. No comen ni duermen hasta que han llegado al fondo del asunto y este se ha resuelto por completo. Incluso a veces, solo se quedan contentos cuando han acabado también con todos los socios de su acusador. Esta es la manifestación del egoísmo y la vileza, ¿verdad? ¿Acaso están haciendo trabajo de iglesia? Están actuando pura y simplemente en aras de su propio poder y estatus. Se ocupan de sus propios asuntos. Independientemente del trabajo que lleven a cabo, las personas que son del tipo de un anticristo no consideran para nada los intereses de la casa de Dios. Solo consideran si los suyos propios van a verse afectados, solo piensan en las tareas que tienen delante de sus narices. La obra de la casa de Dios y la iglesia es solo algo a lo que dedican su tiempo libre, y hay que empujarlos a hacer todo. Su verdadera vocación es la protección de sus propios intereses, para ellos lo realmente importante es hacer lo que les gusta. A sus ojos, cualquier cosa organizada por la casa de Dios o relacionada con la entrada en la vida de los escogidos de Dios no tiene importancia. No importa qué dificultades tengan otras personas en su trabajo, qué cuestiones identifiquen o lo sinceras que sean sus palabras, los anticristos no prestan atención, no se involucran, es como si no tuviera nada que ver con ellos. Los asuntos de la iglesia les resultan totalmente indiferentes, por importantes que sean. Incluso cuando tienen el problema delante, solo lo abordan de mala gana y de manera superficial. Solo cuando lo alto los trata directamente y se les ordena que resuelvan un problema, hacen a regañadientes un poco de trabajo real y le muestran algo a lo alto. Poco después, siguen con sus propios asuntos. Con respecto al trabajo de la iglesia, a las cosas importantes en el contexto más amplio, no están interesados, se muestran ajenos. Incluso ignoran los problemas que descubren, son evasivos cuando se les pregunta, y solo los abordan con gran reticencia. ¿Acaso no es esto la manifestación del egoísmo y la vileza? Es más, no importa el deber que estén cumpliendo, en lo único que piensan es en si van a elevar su perfil. Con tal de que aumente su reputación, se devanan los sesos para idear una manera de aprender a hacerlo, de llevarlo a cabo. Lo único que les importa es si los va a distinguir del resto. Da igual lo que hagan o piensen, solo se preocupan por sí mismos. En un grupo, sea cual sea la tarea que estén realizando, solo compiten por quién está más arriba o más abajo, quién gana y quién pierde, quién tiene mejor reputación. Solo se preocupan por cuántas personas les admiran, cuántas les obedecen y cuántos seguidores tienen. Nunca hablan con la verdad ni resuelven problemas reales, nunca hablan de cómo hacer las cosas según los principios al cumplir con el deber, si han sido fieles, si han cumplido con sus responsabilidades, si se han desviado. No prestan la más mínima atención a lo que pide la casa de Dios ni a Su voluntad. Solo actúan en aras de su propio estatus y prestigio. Esta es la manifestación del egoísmo y la vileza, ¿verdad? Su humanidad rebosa con sus propios deseos, ambiciones y exigencias sin sentido. Todo lo que hacen está regido por sus propias ambiciones y deseos, sea lo que sea, la motivación y el punto de partida son sus propias ambiciones, deseos y exigencias sin sentido. ¿Acaso no es esta la manifestación arquetípica del egoísmo y la vileza?(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión cuatro: Resumen de la naturaleza humana de los anticristos y de la esencia de su carácter (I)). Esto fue como sujetar un espejo que mostraba toda la corrupción oculta en el fondo de mi corazón. Vil, sórdida, miserable: estas eran las cosas horribles que había manifestado en el deber. Durante la labor de depuración, parecía estar ocupada, pero estaba escogiendo aquello por lo que sufría. No estaba asumiendo realmente una carga como deseaba Dios. El líder superior me preguntaba habitualmente por el progreso de esa iglesia, por lo que temía que, si no hacía eso bien, él viera mi estatura real y lamentara haberme ascendido. Esperando conservar una buena imagen ante él y que pensara que podía lograr resultados reales en el trabajo, me centré mucho en esa iglesia concreta, donde traté personalmente de comprender a sus miembros y no solo hice seguimiento y preparé a sus líderes. Quería cuanto antes buenos resultados para mí líder a fin de que me considerara capaz. Pero no me impliqué mucho en los procesos de las demás iglesias, y al ver aquella lista de gente de la hermana Zhang, no le hice una sola pregunta. No sabía quiénes eran ni por qué quería echarlos. No llevé a cabo la vigilancia y supervisión más básicas que se esperan de un líder. Dios desenmascara a los anticristos por ser muy egoístas y viles y trabajar solo por la reputación y el estatus. Hacen todo aquello que les da la oportunidad de lucirse y descuidan lo que no favorece su reputación y estatus. No piensan en el trabajo general de la casa de Dios ni les importan la voluntad y las exigencias de Dios. Observando mis motivaciones y mi conducta en el deber, ¿en qué difería yo de un anticristo? Todo era el trabajo de la iglesia, por lo que, si no se hacía bien una labor de depuración en ella, eso repercutía en el trabajo de la casa de Dios. Sin embargo, eso no me preocupaba ni me importaba. Solamente pensaba en informar al líder de que el trabajo estaba hecho para recibir su visto bueno. No buscaba más que reputación y estatus. Invertí esfuerzo y energía en el proyecto en que estaba centrado el líder sin prestar atención a nada que él no me hubiera mandado específicamente. No tenía ninguna consideración por la voluntad de Dios. ¡Qué egoísta y vil! Si mi líder no hubiera supervisado mi trabajo, no me hubiera tratado y controlado, yo habría permitido la expulsión de auténticos creyentes que lograban cosas en el deber. Eso sería una maldad ¡y me convertiría en una pésima líder que no hace un trabajo práctico! Vi que fallaba en todos los aspectos. Poder ejercer de líder y asumir la responsabilidad de todo aquel trabajo fue un enaltecimiento y una encomienda inmensos de parte de Dios. Cuando lo asumí por primera vez, juré a Dios que tendría en consideración Su voluntad y cumpliría con el deber, pero en realidad estaba engañándolo. Cuando lo pensé de esa forma, sentí gran pena y culpa y se me empezaron a caer las lágrimas. Me odiaba por ser tan egoísta y vil y creía haber decepcionado a Dios. Quería conocerme a mí misma, arrepentirme y cambiar en serio.

Leí un pasaje de las palabras de Dios: “Si alguien dice que ama y busca la verdad, pero su objetivo es lograr estatus, distinguirse, alardear, hacer que la gente piense bien de él y lograr sus propios intereses; si el cumplimiento de su deber no consiste en obedecer o satisfacer a Dios, sino que en cambio tiene como fin lograr reputación, ganancia y estatus, entonces su búsqueda no es legítima. En ese caso, cuando se trata de la obra de Dios, la obra de la iglesia y la de la casa de Dios, ¿son estas personas un obstáculo o ayudan a que las cosas avancen? Claramente son un obstáculo, no hacen avanzar las cosas. Todos los que enarbolan la bandera de realizar la obra de la iglesia mientras buscan su propia fortuna y prestigio actúan se ocupan de sus propios asuntos, crean su propio grupito y su propio pequeño reino: ¿acaso esta clase de líder u obrero está cumpliendo con su deber? En esencia, todo el trabajo que hacen interrumpe, perturba y perjudica la obra de la casa de Dios. Entonces, a juzgar por las diversas naturalezas de la búsqueda de fortuna y prestigio de la gente, no importa lo discretamente que la gente busque la fortuna y el prestigio, y lo legítima que le parezca al hombre esa búsqueda, ni lo grande que sea el precio que paguen, el resultado final es el desmantelamiento, la interrupción y el perjuicio de la obra de Dios. El cumplimiento de su deber no solo altera la obra de la casa de Dios, sino que también arruina la entrada en la vida de los escogidos de Dios. ¿Cuál es la naturaleza de este tipo de trabajo? Causa el desmantelamiento, la interrupción y el perjuicio. ¿Acaso no puede definirse esto como caminar por la senda de un anticristo? Cuando Dios pide que las personas dejen de lado sus intereses, no es que les esté privando del derecho a la libertad y no desee que participen de los intereses de Dios, más bien es porque, durante la búsqueda de sus propios intereses, las personas dañan la obra de la casa de Dios, interrumpen la entrada normal de los hermanos y hermanas e incluso impiden que tengan una vida de iglesia y espiritual normales. Lo más grave es que, esta búsqueda de su propia fama, fortuna y estatus por parte de las personas es un comportamiento que se puede caracterizar como una cooperación con Satanás para dañar y obstruir, en la mayor medida posible, el progreso adecuado de la obra de Dios, e impedir que Su voluntad se lleve a cabo con normalidad entre la gente. La búsqueda del propio interés posee esta naturaleza. Es decir, el problema de las personas que buscan sus propios intereses es que los objetivos que persiguen son los mismos que los de Satanás, unos objetivos malvados e injustos. Cuando las personas buscan estos intereses, se convierten involuntariamente en una herramienta de Satanás, en un canal de este y, además, se convierten en una personificación de Satanás. En la casa de Dios y en la iglesia desempeñan un papel negativo. El efecto que causan en la obra de la casa de Dios y en la vida normal de la iglesia y la búsqueda normal de los hermanos y hermanas en la iglesia es el de perturbar y perjudicar. Causan un efecto negativo(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Cumplen con su deber solo para distinguirse a sí mismos y satisfacer sus propios intereses y ambiciones; nunca consideran los intereses de la casa de Dios, e incluso los venden a cambio de su propia gloria (I)). Las palabras de Dios me enseñaron que trabajar por la reputación y el estatus e ir a mi aire era, básicamente, hacer de lacaya de Satanás: perturbar y sabotear el trabajo de la casa de Dios y obstaculizar el cumplimiento de Su voluntad. Al recapacitar sobre mis actos, vi que Dios había expuesto la esencia de mi conducta. En los últimos días, Dios clasifica a la gente por tipos para premiar a los buenos y castigar a los malos. Se depura la iglesia para sacar de ella a los incrédulos y malhechores infiltrados en la casa de Dios. No creen sinceramente en Dios y realmente no buscan la verdad ni cumplen bien con el deber, por lo que, de seguir en la iglesia, dificultarán la vivencia de las palabras de Dios y la entrada en la vida de los hermanos y hermanas, o puede que hasta cometan una maldad que perturbe la casa de Dios. La labor de depuración es para limpiar la iglesia, para brindar a los auténticos creyentes un buen ambiente donde buscar la verdad, de modo que la aprendan antes y tomen la senda correcta de fe. Dios salva a quienes buscan la verdad y se alegran de esforzarse por Él, pero quienes se infiltran en la casa de Dios, que son de Satanás pero quieren bendiciones, son delatados y eliminados. Esta es la justicia de Dios. El trabajo de depuración muestra realmente los principios de la iglesia para tratar a la gente y el carácter justo de Dios. Supe que no tenía en consideración la voluntad de Dios en el deber, sino que siempre pensaba en preservar mi reputación y estatus. Era dejada e indiferente respecto al trabajo que no me ayudara en ese sentido y expulsé, despreocupada, a personas justas que defendían la labor de la casa de Dios y cumplían con el deber. ¿Eso era cumplir con mi deber? ¿No era trabajar en contra de Dios? Fui irresponsable en el deber al dejar que la hermana Zhang echara a gente por capricho, al dejar a algunos malhechores en la iglesia y echar a algunos escogidos de Dios que se volcaban en el deber y defendían la labor de la casa de Dios. ¿No era una lacaya de Satanás que perturbaba el trabajo de la casa de Dios? ¿No hacía daño a la gente? Una vez comprendido esto, comprobé que Satanás me había corrompido tanto que ni siquiera tenía semejanza humana. No me responsabilizaba de los hermanos y hermanas ni de la comisión de Dios. En el fondo no pensaba en los intereses de Dios ni en los de Su casa, ni en los hermanos y hermanas. Pensaba en cómo quedar mejor para recibir el visto bueno del líder. Pese a esta despreciable motivación, quería los elogios de los demás y ser premiada por Dios. ¿No es una desvergüenza? Descubrí que era muy egoísta y despreciable y absolutamente interesada. Dios es justo y santo y examina nuestro corazón. No se le puede engañar. No puedo modificar mi valor intentando fingirlo, sino que he de volcarme exclusivamente en el deber sin recurrir al engaño. Así puedo engañar a la gente durante un tiempo, pero antes o después me desenmascararán. Si no tengo un corazón honesto ante Dios y no busco la verdad, soy susceptible de que Él me desenmascare y elimine como a esos falsos líderes y anticristos malogrados. Al reparar en esto, supe cuánto me beneficiaron la poda y el trato. Nunca me habría dado cuenta si Dios no me hubiera podado y desenmascarado. Tomaría esa senda directa a las tinieblas y Dios me eliminaría. Vi lo egoísta y vil que era, que no era sincera con Dios en el deber, pero Dios solo quería salvarme, por lo que reveló mis transgresiones y malas acciones a través de la supervisión de otros y del control del líder. Eso me llevó a hacer introspección y me dio la oportunidad de arrepentirme y cambiar. Al pensarlo, me embargaron el pesar y la culpa, y me sentí muy en deuda y agradecida a Dios. Oré en silencio: “Dios mío, es muy profunda muy corrupción y no tengo en consideración Tu voluntad. Perturbé el trabajo de Tu casa. En adelante, ¡deseo sinceramente arrepentirme y practicar la verdad en el deber para satisfacerte!”.

Después leí estas palabras de Dios en mis devociones: “Aquellas que son capaces de poner en práctica la verdad pueden aceptar el escrutinio de Dios cuando hacen las cosas. Cuando aceptas el escrutinio de Dios, tu corazón se corrige. Si solo haces las cosas para que otros las vean, y no aceptas el escrutinio de Dios, ¿sigue estando Dios en tu corazón? Las personas que son así no tienen reverencia hacia Dios. No siempre hagas las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres tu propio estatus, prestigio o reputación. Tampoco tengas en cuenta los intereses humanos. Primero debes tener en cuenta los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu principal prioridad. Debes ser considerado con la voluntad de Dios y empezar por contemplar si has sido impuro o no en el cumplimiento de tu deber, si has hecho todo lo posible para ser leal, por completar tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has pensado de todo corazón en tu deber y en la obra de la casa de Dios. Debes meditar sobre estas cosas. Piensa en ellas con frecuencia y te será más fácil cumplir bien con el deber. Si tu calibre es bajo, cuando tu experiencia es superficial o cuando no eres experto en tu ocupación profesional, puede haber algunos errores o deficiencias en tu obra y los resultados pueden no ser muy buenos, pero habrás hecho todo lo posible. Cuando no estás pensando en tus propios deseos egoístas o considerando tus propios intereses en las cosas que haces, y en su lugar le estás dedicando una consideración constante a la obra de la casa de Dios, pensando en sus intereses, y llevando a cabo bien tu deber, entonces estarás acumulando buenas obras delante de Dios. La gente que hace estas buenas obras es la que posee la realidad de la verdad y, por tanto, ha dado testimonio. Si siempre vives por la carne, si constantemente satisfaces tus deseos egoístas, entonces tal persona no posee la realidad de la verdad. Esta es la marca de alguien que deshonra a Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad). Esto me enseñó que los creyentes sinceros, dispuestos a practicar la verdad, son capaces de aceptar el escrutinio de Dios. No aspiran a ser admirados ni a complacer a nadie, ni buscan reputación y estatus, sino que priorizan el trabajo de la casa de Dios, protegen sus intereses y se dedican a la comisión de Dios. Esto debe hacer todo ser creado. Es el único modo de recibir la obra del Espíritu Santo en el deber, así como la guía y las bendiciones de Dios. Al haber vivido de acuerdo con una naturaleza satánica, buscaba reputación y estatus, perturbaba el trabajo de la casa de Dios y dejé una mancha y una deuda con Dios. Descubrí realmente lo egoísta que fui al buscar reputación y estatus en beneficio propio y que iba por la senda, contraria a Dios, de un anticristo. Deseé sinceramente cambiar mi visión errónea de la búsqueda y poder vivir ante Dios con un corazón puro y honesto. Sin importar lo que opinaran los líderes superiores ni otras personas, estaba dispuesta a darlo todo en aquello que hiciera y a cumplir tenazmente con el deber.

Desde entonces, en el deber, sea cual sea el proyecto o la iglesia, trabajo para cumplir con mis responsabilidades y sigo los principios; no para tantear qué proyecto me hará quedar bien o me granjeará elogios del líder. Estoy mucho más relajada en el deber, y en las ocasiones en que sí revelo corrupción, soy capaz de rechazarla conscientemente. Hace no mucho, el líder me pidió reorientar la labor de riego y dedicar menos tiempo al resto del trabajo. Un día, sopesando cómo encargarme adecuadamente del riego, oí que alguien aludía a los problemas de cierta iglesia. Estaba confundida: ¿debía ir a investigarlo y ocuparme de ello? Haría falta tiempo para comprender el problema; por ello, ¿descuidaría la labor de riego si me pasaba el tiempo allí? El líder quería que me centrara en eso, por lo que, si no avanzaba durante un tiempo, ¿parecería una incompetente? Pensé en enviar a otra persona a encargarse de las cosas en esa iglesia. Sentí inquietud en el momento en que lo pensé. Todo ello era trabajo de la iglesia y responsabilidad mía, conque, si solo hacía lo dispuesto por el líder e ignoraba el resto del trabajo, ¿no estaría yendo en pos de la reputación y el estatus como un anticristo o falso líder? Así pues, pedí investigar esos asuntos a alguien que conocía la situación. Con ese empeño, descubrí la guía de Dios y que los problemas de esa iglesia eran mucho peores de lo que me habían dicho. Fui con otro líder a ocuparme de las cosas. Expulsamos a unos incrédulos que perturbaban y destituimos a unos falsos líderes irresponsables que llevaban mucho tiempo sin hacer un trabajo real. Me alegré mucho de expulsar a esos malhechores que perturbaban y de saber que la vida de iglesia ya no estaría patas arriba. Ahora sé centrarme en el deber sin perseguir la reputación y el estatus, todo ello gracias al juicio, el castigo, la poda y el trato de Dios. ¡Gracias a la salvación de Dios!

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