Me mantengo fiel a mi deber ante la adversidad

14 Jul 2024

Por Wang Ju, China

En 2016 yo era diácona de riego. Era mi deber eclesiástico. Por aquel entonces había una líder de la iglesia oprimida por un anticristo sumida en la negatividad. Perdió la obra del Espíritu Santo y fue reemplazada. Mi superior me dio instrucciones. Me dijo que no sabían con certeza quién era el anticristo de la iglesia y, como a los demás aún les faltaba criterio, que esperaba que yo trabajara con la hermana Yang Yue y asumiera parte de la obra eclesiástica. Más tarde, puesto que yo no estaba muy bien de salud y no tenía suficientes fuerzas ni energía, la iglesia decidió cambiarme de deber. Pero, antes de que se produjera el traspaso, pasó algo. La líder superior me convocó a una reunión con otras varias hermanas. Como siempre, llegué a la casa de la anfitriona a la hora exacta, pero para mi sorpresa esperé y esperé, pero no vino nadie. Así que fui a casa de Yang Yue a buscarla. Llamé varias veces a la puerta, pero nadie abrió. Estaba un poco preocupada por si la habían arrestado. Dos días después, sin que me lo esperara, Chen Hui me dijo que aquel día la policía había arrestado a Yang Yue y a dos líderes superiores y que habían puesto su casa patas arriba. Al oír la terrible noticia, aunque sabía que me enfrentaba a una prueba y un refinamiento de Dios, me puse muy nerviosa. Pensé en que aquel día había ido a casa de Yang Yue y llamado a la puerta, pero que por suerte Dios me protegía y no me había encontrado con la policía o habría acabado entre sus garras. ¡Por qué poco!

Más tarde oí hablar a la gente por la calle del arresto y así es cómo me enteré de que era una operación a nivel nacional. Se movilizó una multitud de policías armados en la ciudad, hicieron redadas por todas partes y detuvieron sin control al pueblo escogido de Dios. Había carteles en todas las calles y callejones y propaganda negativa de todo tipo en las paredes. La sensación de pánico se apoderó de la ciudad. Pensé en que habían arrestado a montones de hermanos y hermanas con deberes, que podían asaltar a todas las familias implicadas y que el gran dragón rojo podía incautar las pertenencias de la iglesia en cualquier momento, así que tenía que darme prisa y trasladar las pertenencias de la iglesia y a los hermanos y hermanas involucrados a un lugar seguro, pero la policía seguía buscando y vigilando. ¿Qué podía hacer? Estaba desesperada. Cuando llegué a casa, mi hija señaló su teléfono y dijo: “Mamá, ten cuidado. No salgas unos días. Uno de mis clientes del orden público me ha enviado un vídeo diciendo que ya han arrestado a más de 70 creyentes y que siguen con la búsqueda”. Aún me asusté más al oír aquello y me puse muy nerviosa. Pensé en que Yang Yue y yo siempre habíamos trabajado juntas. Además había ido muchas veces a su casa y, ahora que la habían arrestado, me preguntaba si la policía me encontraría si investigaba. Si ya me habían descubierto, ¿no estaría arriesgando mi vida si volvía a salir a hacer mi deber? Ya sufría una enfermedad ocupacional por mi trabajo y estaba muy débil. Si me arrestaban, no sabía cuántas palizas resistiría. Si la policía me torturaba para que confesara y me pegaba hasta morir, ¿perdería la oportunidad de conseguir mi salvación? No dejaba de acordarme de los vídeos en los que torturaban a hermanos y hermanas y cada vez me angustiaba más al pensarlo. Me recorrió un sudor frío por todo el cuerpo, estaba paralizada y me quedé sin fuerzas. Era incapaz de calmarme. Pensé que tenía que huir del peligro enseguida, esconderme, y partir de ahí. Pero luego pensé en la situación en la que estaba la iglesia, con toda la obra de limpieza que tenía que hacerse, y, como Yang Yue estaba arrestada, yo debía asumir la obra de la iglesia. Debía decirles a todos los que estaban en peligro que se escondieran y trasladar los libros de las palabras de Dios de immediato. Era una gran responsabilidad. Si no hacía bien ese trabajo, perjudicaría aún más la obra de la casa de Dios. Me las podía arreglar si perdía mis pertenencias, pero, si se llevaban los libros de las palabras de Dios, eso causaría pérdidas en las vidas del pueblo escogido de Dios más allá del dinero. Si me escondía en un momento tan crítico, ¿podía seguir llamándome creyente? Carecería de humanidad. ¿Dónde habría quedado mi sentido de la responsabilidad? Pero no podía hacer todo aquello yo sola. Seguramente la policía ya me tenía vigilada. Si realmente me arrestaban, ¿no habría aún menos gente para asumir deberes? Entonces, de repente, se me ocurrió que dos hermanas, Chen Hui y Zhang Min, eran fervientes en su búsqueda y podían asumir la responsabilidad, y que debería dejar que ellas se encargaran de la situación, y yo podría trabajar entre bastidores. Sabían que no gozaba de buena salud, así que seguramente serían comprensivas. De este modo, la obra de la iglesia no se detendría y yo no correría peligro. Entonces, me vino a la mente una cosa que me dijo la líder superior. Me había dicho que asumiera la obra de la iglesia con Yang Yue. Sabía que la habían arrestado, así que yo debía asumir esa responsabilidad, pero tenía miedo del peligro. Quería huir y esconderme para protegerme en aquel momento de crisis. Incluso quería endosarles el peligro y adversidad a otras hermanas. Estaba siendo muy egoísta. ¡Estaba abandonando mi deber, lo cual es hacer el mal! De repente pensé en las palabras de Dios: “Cómo consideras las comisiones de Dios es de extrema importancia y un asunto muy serio. Si no puedes llevar a cabo lo que Dios les ha confiado a las personas, no eres apto para vivir en Su presencia y deberías ser castigado(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). Las palabras de Dios fueron una llamada de atención inmediata. Me sentí culpable y me arrepentí de pensar así. ¿Cómo podía cargarles a otros mi cometido para la iglesia? Había obtenido tanto sustento de las verdades de Dios que debería haber estado reflexionando sobre cómo cumplir bien con mi deber para recompensar a Dios. Mientras la iglesia estuviera en peligro, yo debía proteger a los hermanos y hermanas y salvaguardar los intereses de la casa de Dios. Yo era la persona responsable, pero en ese momento crítico quise retroceder, esconderme y dejar que los demás asumieran el riesgo. Si el gran dragón rojo saqueaba los libros de la palabra de Dios y la propiedad de la casa de Dios por culpa de mi egoísmo, ¡sería una transgresión irreparable! Aunque estuviera a salvo un tiempo, a los ojos de Dios, sería una cobarde con una existencia vergonzosa, una traidora que huye de la batalla. ¿Sería entonces digna de vivir ante Dios? Si abandonaba mi deber, ¿no sería traicionar a Dios? ¿Qué sentido tendría yo en la vida? Me sentí incómoda y culpable ante aquel pensamiento. Me sentí muy en deuda con Dios y me odié por ser tan despreciable y sinvergüenza. Siempre había vivido para mí, pero por una vez tenía que practicar la verdad y vivir para Dios. Sabía que, pasara lo que pasara, lo más sabio era orar y confiar en Dios. Así que oré a Dios: “¡Oh, Dios! No sé si la policía ya me ha echado el ojo. Me siento débil y tengo miedo, pero está en Tus manos que me arresten o no. No quiero vivir una existencia innoble ni traicionar mi conciencia y rebelarme contra Ti. Hay mucho trabajo de limpieza que debe hacerse de inmediato para la iglesia. Debo cumplir con mis responsabilidades. Dios, por favor, cuida de mi corazón y dame voluntad para sufrir dificultades. Si al final me arrestan y me matan a golpes, será porque Tú lo habrás permitido. Estoy lista para someterme a Tus designios y nunca traicionaré los intereses de Tu casa”. Después de orar, leí algunas de las palabras de Dios. Dios dice: “No debes tener miedo de esto o aquello; no importa a cuántas dificultades y peligros puedas enfrentarte, eres capaz de permanecer firme delante de Mí sin que ningún obstáculo te estorbe, para que Mi voluntad se pueda llevar a cabo sin impedimento. Este es tu deber […]. Debes soportarlo todo; por Mí, debes estar preparado para renunciar a todo lo que posees y hacer todo lo que puedas para seguirme, y debes estar preparado para gastarte por completo. Este es el momento en que te probaré, ¿me ofrecerás tu lealtad? ¿Puedes seguirme hasta el final del camino con lealtad? No tengas miedo; con Mi apoyo, ¿quién podría bloquear el camino? ¡Recuerda esto! ¡No lo olvides! Todo lo que ocurre es por Mi buena voluntad y todo está bajo Mi observación. ¿Puedes seguir Mi palabra en todo lo que dices y haces? Cuando las pruebas de fuego vengan sobre ti, ¿te arrodillarás y clamarás? ¿O te acobardarás, incapaz de seguir adelante?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 10). Cuando leí que Dios dice: “¡Recuerda esto! ¡No lo olvides!”, me emocioné mucho. Era como si unos padres le dijeran a su hijo: “No tengas miedo, estoy aquí”. De repente tuve fe y fuerza, y me sentí apoyada. Sentí que Dios no quería que viviera siempre con ansiedad y miedo constantes. No debía temer no cumplir bien con mi deber, ni que el gran dragón rojo me detuviera, y sobre todo no debía olvidar que Dios está siempre con nosotros. No importa lo falso y malvado que sea el gran dragón rojo, no puede detener lo que Dios quiere lograr. Aunque la policía vigilaba a los creyentes todos los días, no podían arruinar la obra de la iglesia, porque todo lo gobierna e instrumenta Dios. Debía tener fe, entregarme a Dios y terminar la obra de limpieza lo antes posible. Con esa horrible situación, Dios probaba mi fe y examinaba mi verdadera estatura para ver si era capaz de arriesgar mi vida para ser fiel a mi deber, proteger a los hermanos y hermanas y salvaguardar la obra de la iglesia. Ante ese pensamiento, solo tenía una cosa en la mente: pasara lo que pasara, tenía que pensar en un modo de superar las dificultades que tenía ante mí, minimizar nuestras pérdidas y cumplir bien con mi deber. De lo contrario, no encontraría paz. Cuando estuve lista para someterme y soportar esa situación, para mi sorpresa, Chen Hui y Zhang Min se presentaron inesperadamente en la casa de mi anfitriona para hablar sobre cómo afrontar las consecuencias. Al verlas, sentí una mezcla de felicidad y vergüenza. Teniendo en cuenta que había querido que cargaran con el peligro, sabía lo despreciable y egoísta que había sido. Mi pensamiento era vil y vergonzoso. Aunque no me había puesto en contacto con ellas, en el momento crítico, vinieron corriendo sin dudarlo para evitar cualquier daño a la casa de Dios. Me emocioné y di gracias a Dios sin parar. Me di cuenta de que Dios estaba gobernando e instrumentando todo, y de que Él no me había impuesto una carga demasiado difícil de soportar. Luego tuvimos una rápida conversación, nos repartimos las responsabilidades y nos pusimos en marcha de inmediato. Primero, fui sola a una casa cercana en la que Yang Yue había asistido a reuniones, para avisar a la anfitriona de que tenía que estar alerta. Oré todo el camino, sujetando muy bajo el paraguas. Llegué bastante rápido e informé a la hermana anfitriona. En la segunda casa, Chen Hui y yo tuvimos que trasladar juntas algunos libros de las palabras de Dios. Estaba lejos y había vigilancia por todo el camino. Veía coches de policía que pasaban a lo lejos. Volví a tener un poco de miedo. Pensé: “La policía está intensificando la búsqueda. Si paso por el control y me reconocen, estaré en apuros. Confiscarán los libros de las palabras de Dios y Chen Hui se verá implicada”. Estaba sentada en la parte trasera de la moto eléctrica de Chen Hui. Me agarré fuerte a su ropa. Me sudaban las palmas de las manos. Antes de llegar a la casa, mi corazón latía con fuerza y me preocupaba que hubiera policías al acecho. Seguí clamando a Dios en mi corazón, y luego pensé en una cosa que Dios decía: “La fe es como un puente de un solo tronco: aquellos que se aferran miserablemente a la vida tendrán dificultades para cruzarlo, pero aquellos que están dispuestos a sacrificarse pueden pasar con paso seguro y sin preocupación(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 6). Las palabras de Dios me dieron el valor para enfrentarme a aquel entorno hostil. Me dije a mí misma: “Aunque tenga que arriesgar mi vida, debo proteger los libros de las palabras de Dios. Debo tener fe y creer que Dios lo gobierna todo. No importa lo perturbado que esté el gran dragón rojo, sin el permiso de Dios, no pueden hacernos nada”. Y dejé de estar tan nerviosa y asustada. Con los corazones unidos, Chen Hui y yo oramos a Dios, y finalmente trasladamos los libros a un lugar seguro sin problemas. Me quité un gran peso de encima.

Más adelante, recibí una carta de una líder superior, en la que decía que las cosas eran inciertas y que los proyectos de la iglesia estaban paralizados. Ella quería que Chen Hui, Zhang Min y yo nos hiciéramos cargo de todo. Se me ocurrió que no se habían deshecho del anticristo y los malhechores y que aún seguían trastornando las cosas, y que yo debería asumir esa responsabilidad y depurar a esa gente para que los hermanos y hermanas pudieran reanudar pronto la vida normal en la iglesia. Pero la situación no mejoraba en absoluto. Cada pocos días llegaban noticias terribles de que arrestaban a hermanos y hermanas y hacían redadas en sus casas. Más tarde me informaron de que el gran dragón rojo estaba utilizando todo tipo de tácticas ruines para desorientar a los detenidos y acosarlos para que se delatasen los unos a los otros, torturándolos para obligarlos si no lo hacían. Después llegaron noticias de que Zhu Feng, una falsa líder a la que habían despedido de nuestra iglesia, no pudo soportar la desorientación y los interrogatorios del gran dragón rojo, una mezcla de acercamientos indulgentes y severos tras su arresto, y en pocos días se convirtió en Judas y traicionó a Dios. Al oír la noticia, volví a ponerme nerviosa. No podía dejar de pensar en eso y aquella noche no pude dormir. Era como si pudiera ver las caras agonizantes de los hermanos y hermanas en las sillas de tortura. También pensé en que Zhu Feng lo sabía todo sobre la obra de la iglesia y sabía dónde vivía yo. Si era capaz de traicionar incluso a Dios, quién sabía cuándo me delataría. Si me arrestaban, ¿podría soportar la cruel tortura? ¿No sería horrible morir en la cárcel? Mientras pensaba en todo aquello, me encontré sumida en la oscuridad. No sentía la carga del deber que debía llevar a cabo y se me habían agotado las fuerzas por completo. Cuando iba a pequeñas reuniones, me ponía muy nerviosa cuando pasaba un coche de policía. Al pasar por dónde estaban detenidos varios hermanos y hermanas, me angustiaba y temía que me arrestaran. Pensaba en que podría esconderme un tiempo, esperar a que las cosas mejoraran y luego reunirme con los demás. Pero ese pensamiento me inquietaba. Pensaba en el anticristo y los malhechores que andaban sueltos por la iglesia. Si continuaban trastornando las cosas y yo seguía viviendo de un modo cobarde, temiendo a la muerte y sin cumplir correctamente con mi deber, no haría el bien ni daría testimonio, y me convertiría en el hazmerreír de Satanás. Pensaba en que, si todo el mundo nace, envejece, enferma y muere, ¿por qué le tenía tanto miedo yo a la muerte? Me sobreprotegía a mí misma. Tenía miedo de que no tuviera un buen final a pesar de mi fe, sino, al contrario, de que el gran dragón rojo me torturase y golpease hasta la muerte, y de que tuviese que soportar un dolor horrible. Hacía pocos años que era creyente y aún no comprendía la verdad. Si moría así, perdería la oportunidad de comer y beber las palabras de Dios, experimentar Su obra y salvarme. Entonces, ¿mi fe no sería en vano? Cuanto más lo pensaba, más difícil era aceptarlo, así que oré a Dios de inmediato, pidiéndole que me iluminara y me guiara para poder comprender la verdad y entender bien ese tipo de cosas. Más tarde, encontré este pasaje de las palabras de Dios: “Dios tiene un plan para cada uno de Sus seguidores. Cada cual tiene un entorno, acondicionado por Dios para el hombre, en el que cumplir con su deber, y tiene la gracia y el favor de Dios para disfrute del hombre. Tiene también unas circunstancias especiales, planteadas por Dios para el hombre, y debe experimentar mucho sufrimiento; no es nada parecido al camino de rosas que imagina el hombre. […] ¿Cómo murieron esos discípulos del Señor Jesús? Entre los discípulos hubo quienes fueron lapidados, arrastrados por un caballo, crucificados cabeza abajo, desmembrados por cinco caballos; les acaecieron todo tipo de muertes. ¿Por qué murieron? ¿Los ejecutaron legalmente por sus delitos? No. Los condenaron, golpearon, acusaron y ajusticiaron porque difundían el evangelio del Señor y los rechazó la gente mundana; así los martirizaron. No hablemos del fin último de esos mártires ni de la definición de su conducta por parte de Dios; en cambio, preguntémonos esto: al llegar al final, ¿las formas en que afrontaron el fin de su vida se correspondieron con las nociones humanas? (No). Desde la perspectiva de las nociones humanas, pagaron un precio muy grande por difundir la obra de Dios, pero al final los mató Satanás. Esto no se corresponde con las nociones humanas, pero es precisamente lo que les sucedió. Es lo que permitió Dios. ¿Qué verdad es posible buscar en esto? Que Dios permitiera que murieran así, ¿fue Su maldición y Su condena, o Su plan y Su bendición? Ninguna de las dos. ¿Qué fue? La gente actual reflexiona sobre su muerte con mucha angustia, pero así eran las cosas. Los que creían en Dios morían de esa manera, ¿cómo se explica esto? Cuando mencionamos este tema, os ponéis en su lugar; ¿se os entristece entonces el corazón y sentís un dolor oculto? Pensáis: ‘Estas personas cumplieron con su deber de difundir el evangelio de Dios y se les debería considerar buenas personas; por tanto, ¿cómo pudieron llegar a ese fin y a tal resultado?’. En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue como Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados usaron sus tan preciadas vidas, aprovecharon el último momento de ellas para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son correctas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado. Hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redención que Él realizó para toda la humanidad le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. Los martirizados por predicar el evangelio del Señor Jesús, ¿hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el máximo logro? ¿Cómo se manifestó el máximo logro? (Ofrecieron sus vidas). Eso es, pagaron el precio con su vida. La familia, la riqueza y las cosas materiales de esta vida son cosas externas; lo único relacionado con uno mismo es la vida. Para cada persona viva, la vida es la cosa más digna de aprecio, la más preciada, y resulta que esas personas fueron capaces de ofrecer su posesión más preciada, la vida, como confirmación y testimonio del amor de Dios por la humanidad. Hasta el día de su muerte siguieron sin negar el nombre de Dios o Su obra y aprovecharon los últimos momentos de su vida para dar testimonio de la existencia de esta realidad; ¿no es esta la forma más elevada de testimonio? Esta es la mejor manera de cumplir con el deber, lo que significa cumplir con la responsabilidad. Cuando Satanás los amenazó y aterrorizó, y al final, incluso cuando les hizo pagar con su vida, no abandonaron su responsabilidad. Esto es cumplir con el deber hasta el fin. ¿Qué quiero decir con ello? ¿Quiero decir que utilicéis el mismo método para dar testimonio de Dios y difundir Su evangelio? No es necesario que lo hagas, pero debes entender que es tu responsabilidad, que si Dios necesita que lo hagas, debes aceptarlo como algo a lo que te obliga el honor(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). Las palabras de Dios me ayudaron a ver el tema de la muerte con mayor claridad. Aprendí cuál era la actitud que debía tener ante situaciones de vida o muerte, y que mi miedo a la muerte siempre me había limitado principalmente porque no acababa de comprender la verdad de que Dios gobierna nuestros destinos. A pesar de que había leído muchas de las palabras de Dios como creyente y, en teoría, entendía que Dios gobierna y planea nuestra vida y nuestra muerte, no tenía ninguna experiencia personal ni comprensión real. También me di cuenta de mi fatídico defecto. Tenía miedo a la muerte principalmente porque tenía miedo de ser torturada y sufrir físicamente antes de morir, y de no tener un buen final y destino si moría. Sentía que dejar que el gran dragón rojo me torturara hasta la muerte sería una muerte trágica. Especialmente cuando pensaba en los muchos hermanos y hermanas arrestados y torturados, y me enteré de que Zhu Feng había traicionado a Dios, tuve miedo de que ella me delatara. Me preocupaba que yo también pudiera sufrir ese tipo de tortura devastadora, o incluso morir a causa de ella. Estaba verdaderamente triste. Pero, en realidad, el sufrimiento físico no es el peor dolor. Si no podemos soportar la tortura y traicionamos a Dios, nuestras almas serán castigadas. Ese es el mayor sufrimiento y el dolor insoportable. Pensé en los Judas que traicionaban a Dios y a los que luego abandonaba el Espíritu Santo. Decían que era tan horrible como si les arrancaran el corazón y que no sabían cómo seguirían viviendo, como si fueran cadáveres sin alma, meros zombis. Vivir así sería mucho más doloroso que me torturasen hasta la muerte. Entonces pensé en Pedro. Después de escapar de la cárcel, el Señor Jesús se le apareció y le dijo: “¿Harías que me crucificaran por ti una vez más?(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las personas le ponen demasiadas exigencias a Dios). Pedro entendió lo que Dios quería decir y supo que había llegado el día en que Dios quería que diera testimonio. Se sometió, dispuesto a hacerlo hasta su muerte, a entregarse por completo y ser crucificado en aras de Dios. Pedro sabía que ser crucificado significaba soportar un dolor atroz, pero aun así eligió someterse a Dios, para dar testimonio hermoso y rotundo de Dios y humillar a Satanás. Ante la sumisión de Pedro a Dios, me sentí muy avergonzada. El pensamiento de la muerte me llenó de miedo y le pedí a Dios no morir de dolor y tener un destino hermoso. No era razonable ni sumisa. Pero luego me di cuenta de que, al ser dañados por Satanás y enfrentarnos a la muerte, lo que realmente tiene sentido y representa el mejor testimonio es ser capaces de sacrificar nuestra propia vida. Si decidía protegerme y vivir sin dignidad, aunque mi cuerpo viviera y no sufriera dolor, para Dios eso era traicionarlo y no dar testimonio. A los ojos de Dios, mi alma ya estaba muerta y al final Él me castigaría. Solo eso es morir de verdad. Si sacrificaba mi vida, protegía el trabajo de la iglesia, cumplía bien con mi deber, permanecía firme en mi testimonio de Dios y humillaba a Satanás, a pesar de que me golpearan hasta la muerte, mi alma seguiría en manos de Dios y continuaría viviendo. En ese momento me di cuenta de que era demasiado rebelde, de que no estaba dispuesta a someterme a la soberanía y las instrumentaciones de Dios, y de que no me había comprometido a sacrificar mi vida para dar testimonio de Dios. Dios me permitió experimentar esa dificultad y opresión, con la esperanza de que aprendiera y me dotara con la verdad, de que comprendiera que los seres creados deben someterse a Dios y de que, si algún día Dios necesitaba que yo diera ese tipo de testimonio, tenía que someterme incondicionalmente, ser como Pedro y estar decidida a satisfacer a Dios. Aunque todavía no comprendía mucho a Dios, creía que todo lo que Dios hace es justo. El hecho de que Él haga que alguien viva o muera implica Su buena voluntad y Su gobierno. Una vez que lo entendí, la idea de la muerte dejó de constreñirme tanto. Daba igual lo desmedida que fuera la persecución del gran dragón rojo o si me arrestaban: estaba lista para ponerme en manos de Dios y cumplir con mi deber.

Luego fui a los lugares de reunión para compartir las palabras de Dios con los hermanos y hermanas, con el fin de que todos entendieran que Dios estaba usando al gran dragón rojo para servir Sus objetivos, para perfeccionarnos, a través de sus arrestos y su persecución, para que pudiéramos ver claramente su esencia malvada, para saber discernirlo y rechazarlo por completo, al mismo tiempo, estas pruebas perfeccionaban nuestra fe y nuestro amor. Mientras nos arrestaba frenéticamente, el anticristo también traía caos y trastornos a la iglesia. Pero todos teníamos que confiar en Dios, seguir comiendo y bebiendo de Sus palabras y discernir al anticristo en ese entorno, para cumplir con nuestro deber y dar testimonio de Dios. Una vez que entendieron la voluntad de Dios, todos estuvieron dispuestos a hacer frente a esa dificultad, a acatar la vida de la iglesia y a desempeñar bien su deber para humillar a Satanás.

Depués de aquello, también reflexioné sobre mí misma. ¿Por qué me había faltado la fe en esa situación y había pensado egoístamente en mí misma? ¿Cuál era la verdadera razón? En mi búsqueda, leí esto en las palabras de Dios: “Los anticristos son extremadamente egoístas y despreciables. No tienen verdadera fe en Dios, y mucho menos lealtad a Él. Cuando se topan con un problema, solo se protegen y se salvaguardan a sí mismos. Para ellos, nada es más importante que su propia seguridad. Siempre y cuando puedan vivir y no los detengan, no les importa el daño causado a la obra de la iglesia. Estas personas son egoístas hasta el extremo, no piensan en absoluto en los hermanos y hermanas ni en la obra de la iglesia, solo en su propia seguridad. Son anticristos. Entonces, cuando les ocurre lo mismo a los que son leales a Dios y tienen verdadera fe en Él, ¿cómo lo gestionan? Lo que hacen, ¿de qué modo difiere de lo que hacen los anticristos? (Cuando esas cosas les suceden a quienes son leales a Dios, buscan la manera de salvaguardar los intereses de la casa de Dios, de proteger Sus ofrendas para que no sufran pérdidas, y hacen los arreglos necesarios para los líderes y obreros y los hermanos y hermanas, para minimizar las pérdidas. Los anticristos, en cambio, se aseguran de protegerse a sí mismos primero. No les importa la obra de la iglesia ni la seguridad del pueblo escogido de Dios, y cuando la iglesia se enfrenta a detenciones, eso ocasiona un perjuicio a la obra de esta). Los anticristos abandonan la obra de la iglesia y las ofrendas de Dios, y no organizan que la gente se ocupe de la situación posterior. Eso equivale a permitir que el gran dragón rojo se apodere de las ofrendas de Dios y de Su pueblo escogido. ¿No es eso una traición encubierta a las ofrendas de Dios y a Su pueblo escogido? Cuando los que son leales a Dios tienen claro que es peligroso un entorno, pese a ello aceptan el riesgo de hacer la tarea de ocuparse de la situación posterior y mantienen en mínimos las pérdidas a la casa de Dios antes de retirarse. No priorizan su propia seguridad. Dime, en este perverso país del gran dragón rojo, ¿quién podría asegurar que no hay peligro alguno en creer en Dios y cumplir con un deber? Cualquiera que sea el deber que uno asuma, conlleva cierto riesgo; sin embargo, el cumplimiento del deber es una comisión de Dios y, al seguir a Dios, uno ha de asumir el riesgo de cumplir con su deber. Uno debe hacer un ejercicio de sabiduría y ha de tomar medidas para garantizar su seguridad, pero no debe priorizar su seguridad personal. Debe tener en cuenta las intenciones de Dios y priorizar el trabajo de Su casa y la difusión del evangelio. Lo principal, y lo primero, es cumplir con la comisión de Dios para uno. Los anticristos dan máxima prioridad a su seguridad personal, creen que lo demás no tiene que ver con ellos. No les importa que le pase algo a otra persona, sea quien sea. Mientras no les pase nada malo a los propios anticristos, ellos están tranquilos. Carecen de toda lealtad, lo cual viene determinado por la esencia-naturaleza de los anticristos(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). Las palabras de Dios me llegaron directo al corazón. Dios revela que los anticristos son increíblemente malvados, egoístas y despreciables por naturaleza y que no son leales a Dios. Frente al peligro, se limitan a protegerse, independientemente de la seguridad de los hermanos y hermanas. Solo tienen en cuenta sus intereses carnales y su propia seguridad, y permiten que se apoderen del pueblo escogido de Dios y de las ofrendas de Dios. De este modo, están traicionando de forma encubierta a los hermanos, las hermanas y los intereses de la casa de Dios. Así es como actúan los anticristos. Pero al principio yo tenía pensamientos e ideas egoístas y despreciables que en realidad revelaron mi carácter de anticristo. Cuando arrestaron a Yang Yue, se tenía que informar a muchas otras personas y yo tenía que hacerme cargo de trasladar deprisa los libros de las palabras de Dios, pero tenía miedo de que el gran dragón rojo me capturara, me torturase y me golpeara hasta la muerte, y de perder la oportunidad de salvarme, por lo que quería abandonar mi deber. Como líder, era responsable de la obra de la iglesia. Era mi responsabilidad proteger la seguridad de los demás y asegurarme de que los intereses de la iglesia no se vieran comprometidos. Pero cuando había peligro, no pensaba en absoluto en los demás, solo en mi propia vida o muerte. Todo lo relacionado con los demás y los intereses de la iglesia quedaba en segundo lugar en ese momento, como si no empatizara con ellos si los arrestaban, golpeaban o sufrían. Sentía que los perjuicios a los intereses de la casa de Dios no tenía nada que ver conmigo y que bastaba con mantenerme a salvo. ¿Cómo podía carecer de tanta humanidad y ser tan despreciable y mezquina? Los leales a Dios ponen los intereses de la casa de Dios por delante de todo. Pero cuando sucedía algo, yo solo quería abandonar mi deber y esconderme entre bastidores. Esperaba no tener que hacer nada peligroso ni enfrentarme a nada que pusiera en peligro mi vida. Una vez tras otra, quería endosarles el trabajo peligroso a Chen Hui y Zhang Min. A pesar de que en realidad no llegué a hacerlo, mis pensamientos e ideas afloraban con mucha fuerza. Mi carácter era tan malvado y despreciable como el de los anticristos. De hecho, ya estaba a punto de cometer el mal. Afortunadamente, las palabras de Dios me juzgaron, me desenmascararon y me guiaron a tiempo, así que evité por poco hacer el mal. De lo contrario, Dios me habría despreciado y rechazado. Al darme cuenta de esto, por fin entendí plenamente lo importante que es experimentar el juicio y el castigo de las palabras de Dios.

En los días que siguieron, el gran dragón rojo fue implacable en los arrestos y en la persecución de los miembros de la iglesia. Arrestaron a una hermana que había venido de otro lugar mientras cumplía con su deber, y a otro miembro de la iglesia a quien ya habían echado. Todo era muy tenso aún. Más adelante leí esto en las palabras de Dios: “¿Realmente odiáis al gran dragón rojo? ¿Verdaderamente, sinceramente, lo odiáis? ¿Por qué os he preguntado eso tantas veces? ¿Por qué sigo haciéndoos esta pregunta una y otra vez? ¿Qué imagen hay en vuestro corazón del gran dragón rojo? ¿Realmente la habéis quitado? ¿Verdaderamente no lo consideráis vuestro padre? Todas las personas deberían percibir Mi intención en Mis preguntas. No es para provocar la ira de las personas ni para incitar la rebeldía entre los hombres ni para que el hombre pueda encontrar su propio camino de salida, sino para permitirles a todas las personas liberarse de la esclavitud del gran dragón rojo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 28). Las palabras de Dios son acertadas. El país del gran dragón rojo es como el infierno terrenal. Antes de haber experimentado personalmente su acoso y persecución, cuando leí las palabras de Dios: “¿Realmente odiáis al gran dragón rojo?” aunque dije que sí, en mi corazón realmente no lo odiaba. No fue hasta que vi la persecución del PCCh a los creyentes y sus métodos crueles con mis propios ojos, los arrestos de creyentes buenos, normales, sin ton ni son, cómo los torturaban cruelmente e incluso golpeaban a algunos de ellos hasta la muerte, que finalmente lo odié desde el fondo de mi corazón. Fue a partir de la opresión y la crueldad del gran dragón rojo que realmente vi la esencia despiadada y malvada de Satanás. También experimenté personalmente el gobierno y la autoridad de Dios y gané fe en Él. Daba igual a qué tipo de situaciones me enfrentara después: estaba dispuesta a hacer todo lo posible por cumplir con mi deber y dejar de ser una persona egoísta y despreciable, egocéntrica. En vez de eso, me apoyaría en Dios, acataría Su voluntad, antepondría los intereses de la casa de Dios y cumpliría bien con mi deber.

Después de eso hablé con las hermanas con las que trabajaba y les dije que no importaba cuán terrible fuera la situación: desenmascarar al anticristo y a los malhechores no podía postergarse. Lo hicimos todo de acuerdo con los principios que acordamos en nuestra conversación. Tomando como guía las palabras de Dios, no tenía tanto miedo de que me arrestaran y podía cumplir con mi deber con normalidad. Al final, expulsamos al anticristo de la iglesia sin problema, y los hermanos y hermanas volvieron gradualmente a la vida eclesiástica normal. ¡Todos daban las gracias a Dios y lo alababan! Esta vez, no cedí ante el arresto y la persecución del gran dragón rojo ni abandoné mi deber. Todo se debió a la guía de las palabras de Dios ¡Toda la gloria sea para Dios Todopoderoso!

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