Reflexiones de una paciente enferma terminal
Por Titie, ChinaEn junio de 2013, el periodo me duró más de diez días y expulsé varios grandes coágulos de sangre. En aquel momento, solo...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Nací en una aldea agrícola y crecí en una familia pobre. Mis padres eran unos ingenuos campesinos que a menudo eran acosados. De niño juré que, cuando me hiciera mayor, tendría éxito en la vida, y haría que los de la aldea nos vieran con otros ojos y nos dejaran de despreciar y acosar. Empecé a aprender artes marciales a los 11 años y, aunque era cansador y con frecuencia me lesionaba, no abandonaba por muy difícil que fuera. Después, como quería emprender un negocio y destacar de la multitud, pedí dinero, hice regalos y cultivé relaciones por todos lados. En 1999, por fin pude inscribir una escuela de artes marciales.
Inaugurada la escuela, esta prosperó bajo mi concienzuda gestión, y los beneficios no paraban de aumentar. Se ganó el visto bueno de los lugareños, y mis padres estaban orgullosos de mí, pues me consideraban un honor para la familia. Los alumnos y padres me adulaban, y la Oficina Municipal de Deportes y el alcalde me valoraban mucho y eran encantadores conmigo. La admiración de todos me hacía sentir importante y bien considerado, y mi deseo de estatus se había cumplido plenamente. Estaba muy feliz, sentía que por fin había alcanzado el éxito en la vida. Participaba en muchos actos sociales para ayudar a la escuela a consolidarse, sobornaba a diversos departamentos y enviaba regalos a los jefes por las fiestas para que me dieran certificados de calidad y promocionaran la escuela. Para congraciarme con ellos, decía y hacía infinidad de cosas que iban en contra de mis propias convicciones, por miedo a que, si metía la pata con un funcionario, el negocio, el estatus y la reputación que me había esforzado tanto en conseguir desaparecieran en un segundo. Estaba constantemente con el alma en vilo y no podía relajarme. Era agotador, tanto física como mentalmente; una manera difícil y cansadora de vivir. En aquella época, estaba confundido: si mi negocio era un éxito y yo había conseguido reputación y ganancia, ¿por qué era tan difícil y cansadora la vida?
Posteriormente, en mayo de 2012 acepté el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días. Al reunirme y relacionarme con los hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso, vi que era un lugar sin engaños, sin tratos de poder y dinero. Todos simplemente se centraban en perseguir la verdad. Cuando revelaban un carácter corrupto, eran capaces de sincerarse para compartir sobre el conocimiento de sí mismos y buscar la verdad para resolver sus problemas. Era algo que no veía en la sociedad de fuera. La senda de la fe me pareció la correcta en la vida. Al leer las palabras de Dios aprendí que, en los últimos días, Dios realiza la obra de premiar a los buenos y castigar a los malos. Solo los que crean sinceramente en Dios y persigan la verdad tendrán el cuidado y la protección de Dios, y al final serán salvados y resguardados en los grandes desastres. Quienes no tengan fe ni persigan la verdad, por muy bien que lleven un negocio o por mucho dinero que ganen, todo quedará en nada al final y eso no podrá salvarles la vida. Una vez que lo entendí, ya no estaba tan centrado en el progreso de la escuela. En cambio, cuando tenía tiempo libre, salía a compartir el evangelio.
Mi familia apoyaba mi fe al principio. Sin embargo, más adelante, mi hijo mayor vio en las noticias que el Gobierno reprimía y detenía a los creyentes. Por temor a que mi fe amenazara la escuela, mi hijo comenzó a oponerse a ella, e incluso me amenazó con denunciarme a la policía. Un funcionario estatal con quien yo tenía buena relación también me advirtió: “En este país no se permite tener fe. Debes renunciar a la tuya. Si te detienen, no solo te condenarán, sino que probablemente te cerrarán la escuela. ¿Eso no hundiría a tu familia?”. Le conté que mi fe era el camino verdadero y que estaba decidido a conservarla hasta el fin. Como no pudo convencerme, le dijo a mi esposa algunas mentiras difamatorias del Partido Comunista sobre la Iglesia de Dios Todopoderoso. Añadió que los creyentes en el “Relámpago Oriental” eran objetivos prioritarios de detención del Gobierno y que eso afectaría negativamente a las siguientes generaciones de sus familias, que a sus hijos no se les permitiría asistir a la universidad, incorporarse al ejército ni ser funcionarios. Al oír esto mi esposa, empezó a temer que mi fe afectara negativamente a nuestros hijos. Se puso a discutir fuerte conmigo e incluso me amenazó con el divorcio. Fue todo muy doloroso para mí: “Mi segundo hijo consiguió un excelente empleo tras graduarse de su maestría. Si llegara a perder todo eso por mi fe, seguro que se enfrentaría cara a cara conmigo. Además, la escuela que tanto me había costado fundar está prosperando. Si la cerraran por mi fe en Dios, ¿no serían en vano todos esos años de esfuerzos? ¿Qué opinarían de mí los vecinos?”. Por ese entonces no tenía apetito y no podía dormir. Estaba tan angustiado que hasta llegué a pensar en renunciar a mi fe, pero al mismo tiempo sabía que la fe era la única senda hacia la salvación, así que no podía dejar de creer.
Me sinceré sobre mi estado en una reunión. La líder enseñó muchas palabras de Dios, como este pasaje: “Desde el momento en el que llegas llorando a este mundo, comienzas a cumplir tu deber. Para el plan de Dios y Su predestinación, desempeñas tu papel y emprendes tu viaje de vida. Sean cuales sean tus antecedentes y sea cual sea el viaje que tengas por delante, nadie puede escapar de las orquestaciones y disposiciones del Cielo y nadie tiene el control de su propio porvenir, pues solo Aquel que gobierna sobre todas las cosas es capaz de llevar a cabo semejante obra” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). Compartió esto: “El destino de todos está en manos de Dios. Desde el momento en que cada uno nace, todo lo que vaya a experimentar en esta vida, los reveses y las dificultades que afronte, han sido predestinados por Dios. También ha predestinado que seamos capaces de tener fe y de aceptar Su salvación actualmente. Dios permite que estemos en China y que suframos semejante opresión y adversidad por nuestra fe, y Él utiliza esta opresión para perfeccionar la fe y la lealtad de Su pueblo escogido. Que te detengan o no, que te cierren la escuela o no y el porvenir de tus hijos están totalmente en las manos de Dios. Ningún ser humano puede decidirlo y tampoco tiene el Gobierno la última palabra”. Las palabras de Dios y la enseñanza de la líder me dieron esclarecimiento: “Cierto. Ya he vivido la mitad de mi vida, he tenido muchas experiencias y me doy cuenta de que nada de lo sucedido estuvo nunca bajo mi control realmente. Cuando estaba en el ejército, por ejemplo, entrené mucho y tuve un buen desempeño. Se suponía que ascendería al rango de oficial, pero otra persona tomó mi lugar injustamente. Por otra parte, experimenté todo tipo de dificultades al montar mi escuela, pero al final logré ponerla en marcha sin problemas y ahora va bien. Estos éxitos y fracasos no estuvieron al alcance del control humano”. Al pensar en todo eso, comprendí que la soberanía de Dios determina todo lo que experimentamos en la vida y nosotros no tenemos ni voz ni voto. Era inútil preocuparme de si me detendrían o no. Dios lo había decidido hacía mucho, así que yo tenía que dejarlo todo en Sus manos y someterme a lo que Él dispusiera. La líder luego me enseñó algo más: “El camino verdadero ha sido oprimido desde la Antigüedad. Cuanto más verdadero es el camino, con más brutalidad lo persiguen las fuerzas satánicas. ¿Cómo habría de resignarse Satanás a que Dios salve a la gente? Cuando vino a obrar el Señor Jesús, el Gobierno romano y el mundo religioso se resistieron a Él y lo persiguieron frenéticamente, al igual que a Sus seguidores. Hoy día, nosotros creemos en el Dios verdadero, por lo que es inevitable que nos detenga y persiga el régimen satánico del Partido Comunista. Con esta persecución, Dios nos ayuda a adquirir discernimiento para que veamos con nitidez la esencia demoníaca y contraria a Él del partido”.
Leí después este pasaje de las palabras de Dios: “Durante miles de años, esta ha sido la tierra de la suciedad. Es insoportablemente sucia, la miseria abunda, los fantasmas campan a su antojo por todas partes; timan, engañan, y hacen acusaciones sin razón; son despiadados y crueles, pisotean esta ciudad fantasma y la dejan plagada de cadáveres; el hedor de la putrefacción cubre la tierra e impregna el aire; está fuertemente custodiada. ¿Quién puede ver el mundo más allá de los cielos? El diablo ata firmemente todo el cuerpo del hombre, pone un velo ante sus ojos y sella con fuerza sus labios. El rey de los demonios se ha desbocado durante varios miles de años, hasta el día de hoy, cuando sigue custodiando de cerca la ciudad fantasma, como si fuera un ‘palacio de demonios’ impenetrable. Esta manada de perros guardianes, mientras tanto, mira fijamente con mirada penetrante, profundamente temerosa de que Dios la pille desprevenida, los aniquile a todos, y los deje sin un lugar de paz y felicidad. ¿Cómo podría la gente de una ciudad fantasma como esta haber visto alguna vez a Dios? ¿Han disfrutado alguna vez de la amabilidad y del encanto de Dios? ¿Qué apreciación tienen de los asuntos del mundo humano? ¿Quién de ellos puede entender las anhelantes intenciones de Dios? Poco sorprende, pues, que el Dios encarnado permanezca totalmente escondido: en una sociedad oscura como esta, donde los demonios son inmisericordes e inhumanos, ¿cómo podría el rey de los demonios, que mata a las personas sin pestañear, tolerar la existencia de un Dios hermoso, bondadoso y además santo? ¿Cómo podría aplaudir y vitorear Su llegada? ¡Esos lacayos! Devuelven odio por amabilidad, empezaron a tratar a Dios como un enemigo hace mucho tiempo, lo han maltratado, son en extremo salvajes, no tienen el más mínimo respeto por Dios, roban y saquean, han perdido toda conciencia, van contra toda conciencia, y tientan a los inocentes para que sean insensibles. ¿Antepasados de lo antiguo? ¿Amados líderes? ¡Todos ellos se oponen a Dios! ¡Su intromisión ha dejado todo lo que está bajo el cielo en un estado de oscuridad y caos! ¿Libertad religiosa? ¿Los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos? ¡Todos son trucos para tapar el pecado!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (8)). Las palabras de Dios me enseñaron que el Partido Comunista es un partido ateo, un enemigo de Dios que no permite que Él exista. Afirma permitir la libertad religiosa, pero eso no es más que una mentira engañosa. Teme que si el pueblo tiene fe, lee las palabras de Dios y aprende la verdad, se dé cuenta de que el partido es el propio Satanás, el que le perjudica, y que se rebela contraél y lo rechace. Entonces se frustrarán su ambición y su objetivo de controlar al pueblo por siempre. Así, para que el pueblo no crea en Dios ni lo siga, detiene y persigue frenéticamente al pueblo escogido de Dios y utiliza los medios para calumniar y difamar a la Iglesia de Dios Todopoderoso. Incluso llega a amenazar a las familias de los creyentes y a hacer que opriman y se enfrenten a los creyentes para que renuncien a su fe, pierdan la salvación de Dios y sean aniquilados en el infierno junto con el partido. ¡El Partido Comunista es sumamente vil y malvado! Mi familia se había dejado engañar por él y empezó a oprimirme. Si yo cedía ante la opresión de mi familia, caería en las trampas de Satanás. No podía dejarme engañar por él. Por más que se interpusiera mi familia, sabía que tenía que conservar mi fe y continuar en el deber.
Al ver lo decidido que estaba a seguir a Dios, mi hijo mayor intensificó su persecución. Un día incluso me echó de la escuela delante de mis alumnos. Me gritó airadamente: “¡El Gobierno no permite la religión, pero tú te empeñas en creer! Si te detienen, se verá implicada la familia entera, incluidos mis hijos. ¿Acaso es aceptable eso? Si quieres conservar tu fe, tienes que irte de la escuela, ¡y no nos arrastres a nosotros a ello!”. No podía creerme ese disparate: que mi propio hijo pudiera decirme algo tan despiadado y echarme solo porque yo creía en Dios. Me dolió mucho: “Si me echaban de mi propia escuela, ¿eso no implicaba que mi sangre, mi sudor y mis lágrimas de toda una vida han sido en vano? ¿Quién me llamaría ‘director’ y quién me admiraría? Ya no disfrutaría más de esas cosas. Me convertiría de nuevo en un campesino normal. ¿Cómo podría mirar a la cara a mis amigos y conocidos?”. Estos pensamientos me resultaban insoportablemente dolorosos. “¿Dónde iría si me echaba mi hijo? ¿Debía hacerle caso?”. Al pensar en todo eso, recordé unas palabras de Dios: “Si las personas no tienen confianza alguna, no es fácil para ellas continuar por esta senda. Todos pueden ver ahora que la obra de Dios no está conforme en lo más mínimo con las nociones e imaginaciones de las personas. Dios ha hecho tanta obra y ha pronunciado tantas palabras y, aunque la gente reconozca que son la verdad, podría ser susceptible a que las nociones sobre Dios sugieran en ella. Si la gente desea comprender la verdad y ganarla, debe tener la confianza y la fuerza de voluntad para ser capaces de apoyar lo que ya han visto y lo que han obtenido en sus experiencias. Independientemente de lo que Dios haga en las personas, estas deben defender lo que ellas mismas poseen, ser sinceras ante Él, y serle fieles a Él hasta el final. Este es el deber de la humanidad. Las personas deben mantener aquello que deberían hacer” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Debes mantener tu lealtad a Dios). “No te desanimes, no seas débil; y Yo te aclararé las cosas. El camino que lleva al reino no es tan fácil. ¡Nada es tan simple! Queréis que las bendiciones vengan a vosotros fácilmente, ¿no es así? Hoy, todos tendréis que enfrentar pruebas amargas. Sin esas pruebas, el corazón amoroso que tenéis por Mí no se hará más fuerte ni sentiréis verdadero amor hacia Mí. Aun si estas pruebas consisten únicamente en circunstancias menores, todos deben pasar por ellas; es solo que la dificultad de las pruebas variará de una persona a otra” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 41). Las palabras de Dios me ayudaron a calmarme. Es verdad, la senda de creer en Dios no es toda ella un camino de rosas. Tenemos que soportar adversidades y, sin fe, cuesta mantenerse en la senda. Si me volvía negativo y daba marcha atrás por esta opresión, ¿dónde estaba mi fe? Antes de creer en Dios, cuando estuve todos esos años en el mundo luchando por progresar, esa era una manera de vivir difícil, cansadora y sin esperanza. Ahora tenía la suerte de encontrarme esta oportunidad única en la vida: que Dios viniera a salvar a la humanidad. ¿Cómo podía renunciar a ella a la ligera? ¿Cómo podría salvarme Dios si lo hacía? El Señor Jesús dice: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?” (Mateo 6:26). Dios crea a las aves, que no siembran ni siegan, pese a lo cual permite que sobrevivan. Como yo creía en Dios y cumplía con el deber, Él me abriría una senda. Si mi hijo me echaba de la casa, creía que Dios me guiaría y que no tenía nada de lo que preocuparme. Esta idea renovó mi fe y ya no me sentí limitado por él. Al verme perseverante en la fe, mi hijo me empujó hacia la puerta de la escuela. No me quedó más remedio que dejar la escuela y quedarme un tiempo en casa de mis padres.
Esa noche, al pensar en mi grave situación, me sentí abatido. Oré a Dios: “Dios mío, no sé cuál es Tu intención en esto. Sé que creyendo en Ti voy por la senda correcta, ¿por qué me trata así mi hijo? Te pido que me guíes para comprender Tu intención”. Recordé entonces un pasaje de las palabras de Dios que habían compartido conmigo unos hermanos y hermanas: “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la perturbación humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la perturbación de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Al meditar las palabras de Dios, vi que, desde fuera, este asunto parecía tratarse de que mi hijo se había dejado engañar por las mentiras del Partido Comunista, y me oprimió, entorpeció mi fe y me echó de mi propia escuela. Sin embargo, en realidad era Satanás que perturbaba, desorientaba y manipulaba la situación para ver qué elegía yo: ¿mantendría mis relaciones familiares, preservaría mi reputación y estatus y traicionaría a Dios? ¿O renunciaría a estos intereses personales y continuaría siguiéndolo? Me preocupaba y molestaba mi situación, ya que me faltaba auténtica fe en Dios y no tenía la determinación de dejarlo todo por Él. Satanás atacaba mis puntos débiles —mi deseo de reputación y estatus y mi preocupación por mi familia— para que traicionara a Dios, para que lo dejara atrás. Entonces, al final Satanás me hundiría y me devoraría. ¡Qué siniestro y malvado es! Al entender esto me sentí un poco mejor. Decidí que, sin importar qué hiciera mi familia por frenarme ni las adversidades que afrontara más adelante en la vida, me mantendría firme en la fe y seguiría a Dios hasta el fin para humillar a Satanás.
Como no podía estar mucho en casa de mis padres, tuve que volver a la escuela. Tras mi regreso, seguí yendo a reuniones y predicando el evangelio. Mi hijo mayor y su esposa redoblaron su opresión al ver que no renunciaba a practicar mi fe. A menudo me decían cosas desagradables, me insultaban y me echaban. También se hicieron con el control financiero de la escuela y me dejaron sin un centavo. A menudo hacían comentarios hirientes solo para molestarme y, durante un tiempo, estuve enojado constantemente y me costaba comer, así que mi salud empeoró. Se me nublaba la vista al andar y estuve a punto de desmayarme varias veces. Me apareció una gastritis, y tenía tanto dolor por las noches que el único modo de aliviarla era apretarme una almohada contra el estómago. Cuando no podía dormir de noche, me iba al predio de la escuela y miraba el edificio de entrenamientos, los despachos, la cafetería y la residencia. Contemplar la escuela que tanto me había costado levantar me afectó mucho. Me preguntaba cuántos caminos había recorrido, cuántos contactos había hecho y cuánto había sufrido para abrir esta escuela. Ahora que había obtenido éxito, mi propio hijo me despojaba de él. Era el trabajo de mi vida. Ahora, en caso de conservar mi fe, me arriesgaba a perderlo todo. Pensarlo de ese modo era como una puñalada en el corazón. En esa época me sentía muy débil y siempre lloraba a escondidas por la noche. Llorando, oraba a Dios: “Oh, Dios mío, voy a perder este negocio que he levantado durante toda mi vida y no soporto renunciar a él. Te pido que me guíes para superar esta situación”.
Después, mis hermanos y hermanas compartieron conmigo unas palabras de Dios que me dieron una senda para practicar. Las palabras de Dios dicen: “Ahora deberías poder ver con claridad el camino preciso que Pedro tomó. Si puedes ver la senda de Pedro con claridad, entonces estarás seguro de la obra que se está haciendo actualmente, de modo que no te quejarás o serás negativo ni anhelarás nada. Debes experimentar el ánimo de Pedro en ese momento: la tristeza lo golpeó; ya no pedía por un futuro ni ninguna bendición. No buscaba el lucro, la felicidad, la fama o la fortuna del mundo, solo buscaba vivir una vida con un mayor significado, para retribuir el amor de Dios y dedicar lo más absolutamente precioso que tenía a Dios. Entonces estaría satisfecho en su corazón” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús). La meditación de las palabras de Dios me abrió los ojos. En su momento, también Pedro padeció la opresión familiar por su fe. Su familia quería que se distinguiera y le diera gloria, pero no lo limitaron. Exhortado por el Señor Jesús, renunció a todo por seguirlo y por ir tras una vida con sentido. La experiencia de Pedro me dio esclarecimiento. Pedro tenía fe sincera en Dios y supo renunciar a todo por seguirlo. Persiguió la verdad y llegó a conocer y a amar a Dios, así que al final recibió Su aprobación. Yo hacía poco que era creyente y tenía una comprensión superficial de la verdad, pero me motivó mucho pensar en la desdicha que antes me había acarreado el afán por la reputación y el estatus, y ver luego la senda que tomó Pedro, que recibió la aprobación de Dios. Quería seguir el ejemplo de Pedro, renunciar al renombre y a la reputación y perseguir la verdad. Posteriormente decidí dejar la escuela y seguir practicando mi fe y cumpliendo mi deber.
Días más tarde, algunos de mis viejos amigos militares se enojaron mucho al enterarse de que mi hijo me había echado de la escuela y me propusieron por doquier ideas para recuperarla. Familiares y amigos criticaban la injusticia, y el secretario de la aldea me ayudó con una certificación oficial de que había levantado la escuela yo solo y no había más partes interesadas. Con todo lo que dijeron, pensé: “Ahora, con esta certificación, si mis amigos militares me ayudan a recuperar la escuela, recuperaré todo el prestigio perdido”. Pero me di cuenta de que de nuevo tenía deseos de reputación y estatus, por lo que oré en silencio a Dios para pedirle fortaleza para rebelarme contra la carne. Recordé la experiencia de Job tras mi oración. De un día para otro le quitaron todas sus posesiones y, aunque fue sumamente doloroso, no confió en sí mismo para recuperarlas. En cambio, oró y se sometió a las disposiciones de Dios. Mi patrimonio no era ni por asomo equivalente a las riquezas de Job, pero si no oraba y buscaba con Dios ante esta situación y, en cambio, quería recuperarlo por mí mismo, ¿qué tenía eso de sumisión a Dios? Además, si recuperaba la escuela y tenía que ocuparme de llevarla todos los días, no tendría energía para practicar mi fe y cumplir con el deber. Ahora que mi hijo me había quitado la escuela, podía practicar mi fe y cumplir incondicionalmente con el deber. Eso era maravilloso. Esta idea me iluminó un poco el corazón. Me di cuenta de que nunca fui capaz de renunciar a la escuela por estar corrompido muy a fondo y preocuparme demasiado por la reputación y el estatus.
Luego leí este pasaje de las palabras de Dios: “Nacido en una tierra tan inmunda, el hombre ha sido infectado de extrema gravedad por la sociedad, influenciado por una ética feudal y educado en ‘institutos de educación superior’. Un pensamiento retrógrado, una moral corrupta, una visión mezquina de la vida, una filosofía despreciable para los asuntos mundanos, una existencia completamente inútil y un estilo de vida y costumbres depravados, todas estas cosas han penetrado fuertemente en el corazón del hombre, y han socavado y atacado severamente su conciencia. Como resultado, el hombre está cada vez más distante de Dios, y se opone cada vez más a Él. El carácter del hombre se vuelve más cruel día tras día, y no hay una sola persona que voluntariamente renuncie a algo por Dios; ni una sola persona que voluntariamente se someta a Dios, y, menos aún, una sola persona que busque voluntariamente la aparición de Dios. En vez de ello, bajo el poder de Satanás, el hombre no hace más que buscar el placer, entregándose a la corrupción de la carne en la tierra del lodo. Incluso cuando escuchan la verdad, aquellos que viven en la oscuridad no consideran ponerla en práctica ni tampoco muestran interés en buscar a Dios, aun cuando hayan contemplado Su aparición. ¿Cómo podría una humanidad tan depravada tener alguna posibilidad de salvación? ¿Cómo podría una humanidad tan decadente vivir en la luz?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tener un carácter invariable es estar enemistado con Dios). Las palabras de Dios revelaban mi estado preciso. Desde pequeño, mis padres y maestros me enseñaron cosas como “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo”, “Para llegar a la cima, hay que soportar un gran sufrimiento”, “Destácate del resto” y “Honra a tus antepasados”. Estas filosofías satánicas se habían afianzado hondamente en mi corazón y habían generado en mi interior una perspectiva distorsionada de la vida y sus valores. Creía que progresar, ser mejor que otros y alcanzar reputación y estatus era el único modo de llevar una vida con integridad y valor. Estaba dispuesto a soportar cualquier adversidad para ganar prestigio. Cuando dirigía la escuela de artes marciales, cada día era sumamente cansador. Con el dinero ganado con el sudor de mi frente me ganaba el favor de los funcionarios siendo obsecuente, adulándolos y viviendo sin dignidad. Tenía que enviarles regalos anticipados por las fiestas a las autoridades gubernamentales, por miedo a meterme en problemas al menor descuido. Era agotador, tanto física como mentalmente, mantener esas relaciones interpersonales complejas, pero estaba sumido a fondo en ello y no podía librarme. La gente de mi entorno cometía con imprudencia toda clase de actos indebidos una vez que alcanzaba reputación y estatus: meterse en corrupciones y sobornos, verse con prostitutas y hacer apuestas; no tenían límites. Esto no es sino el modo en que Satanás corrompe y perjudica a la gente. Mi hijo se apoderó de la escuela que yo había construido con mis manos también porque se vio abrumado por la tentación de la ganancia y el estatus. Ignoró el amor entre padre e hijo por ese beneficio. Eso me recordó a las antiguas familias imperiales, en las que hermanos, padres e hijos se asesinaban unos a otros por el trono. Esas eran las falacias y palabras endiabladas de Satanás, que corrompían tanto a la gente que esta perdía toda humanidad y razón. A esas alturas vi que la reputación y el estatus son cadenas con las que Satanás ata a la humanidad. Si vivimos según las filosofías de Satanás, en pos de la reputación y el estatus, cada vez seremos más corruptos, y la vida, más dolorosa. Dios ya no quería verme corrompido por Satanás, así que cuando yo estaba hondamente enfangado en la reputación y el estatus, las palabras de Dios me enseñaron que la búsqueda de la verdad es la senda correcta, la única manera de tener una vida con sentido. Como yo estaba atado y limitado por las filosofías satánicas, cuando perdí los placeres del dinero, de la reputación y del estatus, me costó renunciar a ellos y era desdichado. Incluso quería ir a juicio para recuperar esas cosas. Qué necio era. De haber ido por ese camino, solo habría dejado que Satanás continuara perjudicándome y terminaría aniquilado con él. El Señor Jesús dice: “Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?” (Mateo 16:26). Es verdad. Por mucho dinero o mucha reputación que tenga alguien, ¡no puede comprar la verdad ni la vida! Hoy día, he perdido las posesiones, la reputación y el estatus edificados durante la mayor parte de mi vida, pero con esta experiencia vi cómo perjudican esas cosas a la gente y cuáles pueden ser las aterradoras consecuencias de ir en pos de ellas. También aprendí el sentido y valor de perseguir la verdad, y fui capaz de renunciar a las posesiones materiales para seguir a Dios y cumplir mi deber. Estos son el amor y la salvación de Dios para conmigo. En cuanto comprendí la intención de Dios, ya no quise pelearme con mi hijo ni tampoco demandarlo. Solo me interesaba someterme a la soberanía y los arreglos de Dios, perseguir debidamente la verdad y cumplir mi deber.
Desde entonces predico el evangelio en la iglesia y cumplo con mi deber. Si bien ya no me admiran los demás, siento más paz que nunca y todos los días son plenos. En el fondo estoy seguro de que tener fe y seguir a Dios es la mejor opción y la manera de vivir con más sentido. ¡Gracias a Dios!
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
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