Las consecuencias de buscar la comodidad

31 Ene 2022

Por Cloe, España

Hacía vídeos para la iglesia. Durante el trabajo, descubrí que la producción en los proyectos más difíciles requería un gran esfuerzo, ya que había que probar y modificar repetidamente los efectos en cada fotograma, y eran frecuentes los fallos. Sin embargo, en los proyectos relativamente sencillos, se requería menos esfuerzo y el índice de éxito era mayor. Pensé: “Los proyectos difíciles tienen grandes exigencias técnicas, he de dedicar tiempo a pensar, a buscar materiales para analizar y estudiar, y el ciclo de producción es largo. Los proyectos más sencillos no son tan problemáticos, solo tengo que dominar algunos métodos y habilidades sencillos, y el ciclo de producción es más corto, lo que significa que se pueden completar más rápidamente. Parece que producir los más sencillos me ahorrará muchos problemas”. Así que, en mis deberes, hacía un balance de qué proyectos eran difíciles y cuáles eran sencillos y luego decidía cuáles tomar. Una vez, elegí un proyecto sencillo para hacer, y dejé los complicados a mis hermanos y hermanas. Cuando vi que ellos se mostraron de acuerdo, me sentí un poco culpable: ¿Acaso no me estaba acobardando ante las dificultades y no estaba dispuesta a tomar el toro por los cuernos? Pero luego pensé: “Los proyectos difíciles me quitan demasiado tiempo y energía, y consumen demasiado esfuerzo mental; eso es agotador, así que es mejor que elija proyectos sencillos”. Una vez, tras completar un proyecto, sentí que había margen de mejora, pero no quería esforzarme demasiado para cambiar algo. Me di cuenta de que mis hermanos y hermanas no vieron ningún problema cuando lo revisaron, así que no hice ningún cambio y seguí adelante. A veces, cuando tenía problemas en la producción de vídeos, solo pensaba en ellos un momento y luego iba a preguntar a mis hermanos y hermanas. Sentía que esto no solo resolvía el problema rápidamente, sino que tampoco me cansaba, por lo que era una forma fácil de terminar mis tareas. Pero cuando hacía tal cosa, tenía sentimientos de culpa, porque estas cuestiones eran en realidad muy simples, y podría haberlas resuelto con un poco de esfuerzo. Preguntar a mis hermanos y hermanas retrasaba sus deberes, pero yo no reflexionaba sobre mí misma. Por lo tanto, este tipo de artimañas se volvió la norma en la manera como cumplía con mis deberes.

Además de hacer videos, tenía que guiar a mis hermanos y hermanas en el estudio y elevar las competencias profesionales de todos, por lo que tenía que trabajar más de lo habitual. No solo tenía que aprender competencias profesionales; tenía que buscar materiales y preparar las clases según lo que necesitaran los hermanos y hermanas y cuáles fueran sus deficiencias. Todo ello me parecía una tarea difícil y agotadora. Entonces, empecé a pensar en cómo ahorrar tiempo y no sentirme tan cansada, y decidí enviar los tutoriales a mis hermanos y hermanas para que pudieran verlos ellos mismos. De ese modo, yo no tendría que dedicar tiempo y esfuerzo a preparar la clase. Me parecía que no podía haber mejor método. Pasado un tiempo, los hermanos y hermanas dijeron que los tutoriales no les resolvían los problemas. En ese momento, me sentí un poco apenada por lo que, sin otra alternativa, busqué materiales para enseñarles a todos de forma sencilla y pensé que era suficiente con haber organizado a todo el mundo en el estudio. Nuestra líder de equipo no tardó en comentar que había problemas en un vídeo que habíamos hecho recientemente, lo que demoró el progreso de nuestro trabajo. Al oírlo, no recapacité ni traté de comprenderme a mí misma y me pareció que este deber no solo requería sufrir y pagar un precio, sino también responsabilidad si las cosas iban mal, y suponía mucho trabajo a cambio de pocos resultados, por lo que deseé todavía menos este deber.

Un día, se me acercó la líder y me puso en evidencia por hacer las cosas para salir del paso y portarme astuta en mis deberes, y me dijo que, de no cambiar la situación, me destituirían. Cuando mi líder me comentó aquello, aunque admití que estaba saliendo del paso en mis deberes, no sentí arrepentimiento alguno. Al pensar en las dificultades y los problemas que tendría que afrontar en los estudios futuros, ya no tuve ganas de ser responsable de organizar el estudio de todo el mundo, lo que me harías las cosas más fáciles. Al día siguiente, fui con mi líder y le dije: “¿Podrías designar a otro para que organice el estudio de nuestro equipo? No soy buena para eso”. Tras oír aquello, trató conmigo: “¿En serio no sabes hacerlo bien? ¿Lo has intentado realmente? Siempre eludes el trabajo duro, sales del paso, tratas de ser taimada y tienes una mala humanidad. Dadas esas conductas, la verdad es que no sirves para esto. Por el momento, has tus devociones y un poco de introspección, y aguarda nuevas disposiciones por parte de la iglesia”. Cuando oí estas palabras de mi líder, me sentí como si se me hubiera vaciado repentinamente el corazón. Vi a los demás hermanos y hermanas ocupados en sus deberes, pero a mí me habían destituido y había perdido el mío. No puedo expresar en palabras lo triste que me sentí. Nunca había pensado que realmente podría quedarme sin mi deber. No obstante, luego pensé: “Dios ostenta la soberanía sobre todo. Mi destitución es el advenimiento del carácter justo de Dios. He de obedecer, hacer introspección y conocerme a mí misma”. En días posteriores, reproduje mentalmente una y otra vez, como una película, la escena de mi líder destituyéndome. Al recordar lo que me dijo, me sentía desdichada, sobre todo cuando afirmó que tenía una mala humanidad. Como no sabía cómo recapacitar ni cómo conocerme a mí misma, oré a Dios en medio de mi dolor para pedirle que me guiara en mi autoconocimiento.

Después, vi unas palabras de Dios: “Es algo propio de un carácter corrupto ocuparse de las cosas de una manera así de frívola e irresponsable: la abyección es de lo que a menudo habla la gente. En todo lo que hacen lo hacen hasta el punto de ‘está bastante bien’ y ‘suficientemente bien’; es una actitud de ‘tal vez’, ‘posiblemente’ y ‘está al 80%’; hacen las cosas de manera superficial, están satisfechos haciendo lo mínimo y saliendo del paso como pueden; no le ven sentido a tomarse las cosas en serio ni a esforzarse por ser minuciosos, y ni mucho menos a buscar los principios verdad. ¿No es esto propio de un carácter corrupto? ¿Es demostración de una humanidad normal? No lo es. Es correcto denominarlo arrogancia y también es totalmente apropiado llamarlo libertinaje, pero, para plasmarlo a la perfección, la única palabra válida es ‘abyección’. La mayoría de la gente tiene abyección en ellos, solo que en diferente grado. En todos los asuntos, desean hacer las cosas de manera superficial y descuidada, y todo lo que hacen huele a mentira. Engañan a los demás y toman atajos cuando pueden, ahorran tiempo cuando tienen ocasión. Piensan para sí que: ‘Mientras pueda evitar ser revelado, no cause problemas y no se me pidan cuentas, entonces me las puedo arreglar con esto. Hacer bien un trabajo es demasiado problemático como para merecer la pena’. Esas personas no llegan a dominar lo que aprenden ni se aplican o sufren y pagan un precio en el estudio. Solo quieren aprender el sentido general de una materia para hacerse llamar expertas en ella, creen que han aprendido todo lo que hay que saber y luego se apoyan en esto para salir del paso. ¿No es esta una actitud de la gente hacia otras personas, acontecimientos y cosas? ¿Es una buena actitud? No lo es. Dicho con simpleza, es ‘salir del paso’. Tal abyección existe en toda la humanidad corrupta. Las personas con abyección en su humanidad adoptan el enfoque y la actitud de ‘salir del paso’ en cualquier cosa que hagan. ¿Son capaces estas personas de cumplir con su deber de manera adecuada? No. ¿Son capaces de hacer las cosas con principios? Aún más improbable(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Querrían que se les obedeciera solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (II)). “¿Cómo distinguir a las personas nobles de las viles? Simplemente, fíjate en su actitud y sus acciones respecto a los deberes, y fíjate en su manera de tratar las cosas y de comportarse cuando surgen problemas. Las personas con integridad y dignidad son meticulosas, serias y esmeradas en sus actos y están dispuestas a hacer sacrificios. Las personas sin integridad ni dignidad son incoherentes y descuidadas en sus actos, siempre están tramando algo, siempre queriendo únicamente salir del paso. Da igual la técnica que estudien, no se aplican en aprenderla, son incapaces de hacerlo, y no importa el tiempo que se pasen estudiándola, siguen siendo totalmente ignorantes. Se trata de personas de un talante inferior(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Querrían que se les obedeciera solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (II)). Las palabras de Dios me atravesaron el corazón, sobre todo: “Engañan a los demás y toman atajos cuando pueden”, “sin integridad ni dignidad” y “un talante inferior”. Cada palabra revelaba mi humanidad y mi actitud hacia mis deberes. Me di cuenta de que era justo así como cumplía yo con ellos. Salía del paso en todo lo que hacía y solo desempeñaba las cosas a un nivel aceptable. Siempre buscaba la manera de evitar sufrir, de hacer las cosas más fácilmente, y nunca pensaba en cómo cumplir correctamente con mis deberes. Por la comodidad de la carne y para evitar sufrir, siempre elegía los proyectos más simples y fáciles. Cuando terminaba, incluso cuando detectaba problemas y posibles mejoras, era reacia a hacer cambios, y solo quería salir del paso. Cuando nuestro equipo tenía que aprender competencias profesionales, me parecía que era muy cansado organizar a mis hermanos y hermanas en el estudio. Así que, en aras de la comodidad de la carne, traté de idear trucos y artimañas para que mis hermanos y hermanas vieran ellos solos los tutoriales, con lo cual no llegaban a mejorar sus competencias, eran menos eficaces en sus deberes y se retrasaba el progreso del trabajo. En mis deberes, empleaba trucos y engaños por todos lados y nunca pensaba en la obra de la iglesia. ¡No tenía nada de humanidad! Era realmente egoísta, despreciable y de baja calaña. Al recapacitar sobre estas cosas, sentí una honda sensación de pesar y culpa. Luego leí esto en la palabra de Dios: “Visto desde fuera, algunas personas no parecen tener problemas graves a lo largo del tiempo que cumplen con sus deberes. No hacen nada abiertamente malvado, no causan trastornos ni perturbaciones, ni tampoco caminan por la senda de los anticristos. En el cumplimiento de sus deberes, no ha aparecido ningún error mayúsculo o problema de principio, sin embargo, sin darse cuenta, en escasos pocos años quedan expuestos como personas que no aceptan la verdad en absoluto, como no creyentes. ¿Por qué es así? Los demás no son capaces de detectar un problema, pero Dios escudriña a esta gente en lo profundo de sus corazones, y Él sí lo ve. Siempre han sido superficiales y han carecido de arrepentimiento en el cumplimiento de los deberes. A medida que pasa el tiempo, quedan naturalmente expuestos. ¿Qué significa seguir sin arrepentirse? Significa que aunque han cumplido todo el tiempo con sus deberes, siempre han tenido una actitud equivocada respecto a ellos, de despreocupación y superficialidad, que tienen una actitud despreocupada, nunca son concienzudos y mucho menos están dedicando todo su corazón a los deberes. Puede que se esfuercen un poco, pero se limitan a actuar por inercia. No lo dan todo en sus deberes, y sus transgresiones son interminables. A ojos de Dios, nunca se han arrepentido, siempre han sido superficiales y descuidados, y nunca se ha producido un cambio en ellos; es decir, no renuncian a la maldad que tienen entre manos ni se arrepienten ante Él. Dios no ve en ellos una actitud de arrepentimiento ni un cambio en su actitud. Persisten en considerar sus deberes y las comisiones de Dios con la misma actitud y método. En ningún momento hay algún cambio en este carácter obstinado e intransigente y, es más, nunca se han sentido en deuda con Dios, nunca les ha parecido que su descuido y superficialidad sea una transgresión, una maldad. En sus corazones no hay deuda, no hay culpa, no hay autorreproche y mucho menos se acusan a sí mismos. Y, a medida que pasa el tiempo, Dios ve que una persona de esta clase no tiene remedio. No importa lo que diga Dios ni cuántos sermones escuchen o cuánta verdad entiendan, su corazón no se conmueve y no alteran o cambian su actitud. Dios ve esto y dice: ‘No hay esperanza para esta persona. Nada de lo que digo toca su corazón ni le hace cambiar. No hay manera de cambiarla. Esta persona no es apta para cumplir con su deber ni para prestar servicio en Mi casa’. ¿Por qué dice esto Dios? Porque cuando cumplen con su deber y trabajan, son consistentemente descuidados y superficiales. Da igual cuánto se les trate y pode, y da igual cuánta tolerancia y paciencia se les conceda, esto no tiene efecto y no puede hacerlos arrepentirse y cambiar realmente. No les hace cumplir bien con su deber, no puede permitirles emprender la senda de perseguir la verdad. Entonces esta persona no tiene remedio. Cuando Dios determina que una persona ya no tiene remedio, ¿seguirá manteniendo un férreo control sobre ella? No. Dios la dejará ir(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “Cómo consideras las comisiones de Dios es de extrema importancia y un asunto muy serio. Si no puedes llevar a cabo lo que Dios les ha confiado a las personas, no eres apto para vivir en Su presencia y deberías ser castigado. Es perfectamente natural y está justificado que los seres humanos deban completar cualquier comisión que Dios les confíe. Esa es la responsabilidad suprema del hombre, y es tan importante como sus propias vidas. Si no te tomas en serio las comisiones de Dios, lo estás traicionando de la forma más grave. En esto eres más lamentable que Judas y debes ser maldecido(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). Leí una y otra vez la palabra de Dios. Me di cuenta de que antes, pese a que aparentemente cumplía con mis deberes, dentro de mí traicionaba a Dios. Eludía las tareas difíciles, solo pensaba en mis intereses carnales, no estaba dispuesta a sufrir y pagar un precio, y siempre salía del paso con trucos y artimañas. Aunque podía hacer mejor mi trabajo, no lo hacía, porque, para mí, aunque no estuviera muy bien, al menos estaba hecho y con eso bastaba. Nunca me tomé en serio mi problema de querer salir del paso ni reflexioné sobre mí misma. Mi líder me expuso y me advirtió, pero no sentí el menor arrepentimiento y seguí pensando en mis intereses carnales. Cuando pensaba en que mi deber exigía trabajar mucho y pagar un precio, ya no lo quería hacer más. ¿Por qué era tan insensible y terca? Dios me dio reiteradas oportunidades de arrepentirme y transformarme, las cuales eran Su misericordia hacia mí, pero yo solamente pensaba en mis intereses carnales, no buscaba la verdad ni hacía introspección y seguía oponiéndome tercamente a Dios. ¡Qué rebelde era! El deber de uno es una comisión y una responsabilidad que otorga Dios, y ha de hacerse todo lo posible por cumplirlo. Sin embargo, había eludido las tareas pesadas, había salido del paso para engañar a Dios y hasta tuve el descaro de pedir un deber más ligero. ¿Acaso no era eso resistirse y traicionar a Dios? El carácter justo de Dios no tolera ofensa y Dios aborrecía todo lo que yo había hecho. Mi destitución demostró la justicia de Dios. Al comprender esto, me sentí un poco asustada. También sentí remordimiento por haberle hecho cosas dolorosas a Dios. Ya no podía seguir saliendo así del paso. Tenía que arrepentirme y transformarme.

Más adelante, difundí el evangelio con mis hermanos y hermanas. Como ni había dominado los principios ni se me daba bien hablar con la gente, el deber me parecía muy difícil y de nuevo no quería trabajar duro ni pagar el precio. No obstante, recordé mi negligente actitud anterior hacia mi deber y comprendí que el hecho de poder ahora predicar el evangelio se debía a la gran misericordia de Dios hacia mí. No debía huir de los problemas como antes. Una vez que lo comprendí, me sentí mucho más activa para hacer progresos. Hice introspección. ¿Por qué quería retroceder y escapar en cuanto mi deber me parecía engorroso? Leí en las palabras de Dios: “Hoy, no crees las palabras que digo ni les prestas atención; cuando llegue el día en que esta obra se esparza y veas la totalidad de ella, lo lamentarás y, en ese momento, te quedarás boquiabierto. Existen bendiciones, pero no sabes cómo disfrutarlas; y existe la verdad, pero no la buscas. ¿No atraes desprecio sobre ti mismo? En la actualidad, aunque el siguiente paso de la obra de Dios todavía está por comenzar, no hay nada excepcional acerca de las cosas que se te piden y lo que se te pide vivir. Hay tanta obra y tantas verdades; ¿no son dignas de que las conozcas? ¿Son el juicio y el castigo de Dios incapaces de despertar tu espíritu? ¿Son el castigo y el juicio de Dios incapaces de hacer que te odies? ¿Estás contento de vivir bajo la influencia de Satanás, en paz y disfrutando y con un poco de comodidad carnal? ¿No eres la más vil de todas las personas? Nadie es más insensato que los que han contemplado la salvación, pero no buscan ganarla; estas son personas que se atiborran de la carne y disfrutan a Satanás. Esperas que tu fe en Dios no acarree ningún reto o tribulación ni la más mínima dificultad. Siempre buscas aquellas cosas que no tienen valor y no le otorgas ningún valor a la vida, poniendo en cambio tus propios pensamientos extravagantes antes que la verdad. ¡Eres tan despreciable! Vives como un cerdo, ¿qué diferencia hay entre ti y los cerdos y los perros? ¿No son bestias todos los que no buscan la verdad y, en cambio, aman la carne? ¿No son cadáveres vivientes todos esos muertos sin espíritu? […] Te otorgo la vida humana real, pero no la buscas. ¿Acaso no eres igual a un cerdo o a un perro? Los cerdos no buscan la vida del hombre, no buscan ser limpiados y no entienden lo que es la vida. Cada día, después de hartarse de comer, simplemente se duermen. Te he dado el camino verdadero, pero no lo has obtenido: tienes las manos vacías. ¿Estás dispuesto a seguir en esta vida, la vida de un cerdo? ¿Qué significado tiene que tales personas estén vivas? Tu vida es despreciable y vil, vives en medio de la inmundicia y el libertinaje y no persigues ninguna meta; ¿no es tu vida la más innoble de todas? ¿Tienes las agallas para mirar a Dios? Si sigues teniendo esa clase de experiencia, ¿vas a conseguir algo? El camino verdadero se te ha dado, pero que al final puedas o no ganarlo depende de tu propia búsqueda personal(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Cada pregunta de Dios me traspasaba el corazón, como si me pidiera cuentas cara a cara, y sentí que le debía mucho. El Dios encarnado ha expresado mucha verdad para regarnos y proveernos, de forma que podamos recibir la verdad, desechar nuestras actitudes corruptas y tener la oportunidad de salvarnos. Esta es la mayor bendición de Dios para la humanidad. Los realmente prudentes valoran la oportunidad que les da la obra de Dios y aprovechan su tiempo para buscar la verdad, cumplir con los deberes de un ser creado, buscar transformar su carácter vital en el trascurso de sus deberes y así, por fin, entenderán la verdad y serán salvados por Dios. Sin embargo, los ciegos e ignorantes aspiran al goce carnal, solo se las van arreglando y no trabajan arduamente para buscar la verdad. Actúan por inercia, se esfuerzan poco en sus deberes y, sin importar por cuánto tiempo crean, jamás comprenden la verdad, no logran la transformación de su carácter vital y acaban siendo descartados por Dios. Pensé en mis comportamientos. ¿Acaso no era yo exactamente una persona ignorante de este tipo? Filosofías satánicas como “vive en piloto automático” y “la holgazanería está bendecida” eran mis principios de vida. Cada día me contentaba con mi situación, trabajaba para írmelas arreglando y aspiraba a las comodidades de la carne. Llevaba años creyendo en Dios sin buscar la verdad y sin reflexionar en si había logrado cambiar mi carácter o si mi deber era conforme a la voluntad de Dios. Mi disfrute carnal era más importante para mí que la obtención de la verdad, por lo que sistemáticamente eludía los deberes difíciles, salía del paso y recurría a trucos y engaños, y me negaba a pagar un precio en todo lo que hacía. Esto hizo que mis deberes no solo no obtuvieran resultados, sino que retrasaran e impactaran la obra de la iglesia. Ni siquiera así sentí algún remordimiento o culpa. Estaba realmente insensibilizada. Fue hasta entonces que me di cuenta de que si vivía bajo estas falsas leyes de Satanás, buscaba solo la comodidad carnal, no hacía ningún esfuerzo por buscar el progreso, me volvía cada vez más corrupta, con la conciencia cada vez más adormecida, sin ninguna meta en la vida, ¿acaso no estaba desperdiciando mi vida? Era la única culpable de haber perdido mi deber. Era demasiado perezosa, frívola con mi carácter e indigna de confianza, lo que repugnaba a mis hermanos y hermanas y hacía que Dios me aborreciera. Antes creía que los deberes con altas exigencias y muchas tareas equivalían a sufrir, pero, de hecho, esto no era sufrir por mis deberes en absoluto. Obviamente, mi naturaleza era demasiado perezosa y egoísta, y me preocupaba en exceso la carne. Aunque tenía que hacer un esfuerzo y pagar un precio cuando se presentaran dificultades en mis deberes, eran cosas que podía soportar, porque Dios jamás enseña a los cerdos a cantar. Y Dios utilizó estas dificultades para mostrar mi carácter corrupto y mis defectos de modo que me conociera, buscara la verdad para resolver los problemas y transformara mi carácter vital. Al mismo tiempo, Dios esperaba que aprendiera a admirarlo y a confiar en Él ante estas dificultades y que tuviera una fe sincera. Antes era ignorante, estaba ciega y no comprendía la voluntad de Dios. Perdí muchas oportunidades de recibir la verdad y ser perfeccionada por Dios y dejé que esa época maravillosa pasara de largo inútilmente. Pese a tener la comodidad de la carne y no sufrir ni pagar un gran precio, no poseía ninguna realidad verdad y no se corregían mis actitudes corruptas, no acumulaba buenas acciones en mis deberes, retrasaba la obra de la iglesia y Él me detestaba. Si continuaba viviendo de esa manera tan desordenada, al final perdería por completo la salvación de Dios. Al darme cuenta de todo esto, sentí un profundo arrepentimiento, me detesté a mí misma y ya no quise vivir más de esa manera.

Un día, durante mi devocional, leí dos pasajes de la palabra de Dios: “La búsqueda de hoy se orienta por completo a establecer las bases de la obra futura, para que puedas ser usado por Dios y dar testimonio de Él. Si haces que este sea el objetivo de tu búsqueda, podrás ganar la presencia del Espíritu Santo. Cuanto más alto fijes el objetivo de tu búsqueda, más podrás ser perfeccionado. Cuanto más busques la verdad, más obrará el Espíritu Santo. Cuanta mayor energía emplees para la búsqueda, más ganarás. El Espíritu Santo perfecciona a las personas de acuerdo con su estado interno. Algunas personas dicen que no están dispuestas a ser usadas o perfeccionadas por Dios, que solo quieren que su carne esté a salvo y no sufra ningún infortunio. Algunas personas no están dispuestas a entrar al reino, pero están dispuestas a descender al abismo sin fondo. En ese caso, Dios también te concederá tu deseo. Lo que sea que busques, Dios lo hará realidad. Así que, ¿qué estás buscando ahora? ¿Ser perfeccionado? ¿Se orientan tus acciones y comportamientos presentes a ser perfeccionado por Dios y ser adquirido por Él? Constantemente te debes medir de esta manera en tu vida diaria. Si dedicas tu corazón por completo a la búsqueda de una sola meta, definitivamente Dios te perfeccionará. Esta es la senda del Espíritu Santo. La senda en la que el Espíritu Santo guía a la gente se alcanza por medio de su búsqueda. Cuanto más anheles ser perfeccionado y adquirido por Dios, más obrará el Espíritu Santo dentro de ti. Cuanto menos busques, y cuanto más negativo y huidizo seas, más privas al Espíritu Santo de oportunidades para obrar; con el paso del tiempo, el Espíritu Santo te abandonará. ¿Deseas ser perfeccionado por Dios? ¿Deseas ser adquirido por Dios? ¿Deseas ser usado por Dios? Debéis buscar hacer todo por el bien de ser perfeccionados, ganados y usados por Dios, para que el universo y todas las cosas puedan ver las acciones de Dios manifestadas en vosotros. Vosotros sois los amos de todas las cosas, y entre todo lo que existe, le permitiréis a Dios gozar del testimonio y la gloria a través de vosotros; ¡esta es la prueba de que vosotros sois la generación más bendecida de todas!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Aquellos cuyo carácter ha cambiado son los que han entrado a la realidad de las palabras de Dios). “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes entregarte a la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de una vida familiar pacífica y no debes perder la dignidad e integridad de tu vida por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan vulgar y no buscas ningún objetivo, ¿no estás malgastando tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Las personas así, no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). En la palabra de Dios entendí que, para obtener la verdad en nuestros deberes, hemos de renunciar a la carne y practicar la verdad, y seremos capaces de deshacernos de nuestras actitudes corruptas y entonces Dios nos perfeccionará al final. Esta es la manera de vivir que tiene más sentido y valor. Abandonar la verdad por la comodidad carnal temporal es vivir sin integridad, sin dignidad, y es también perder la obra del Espíritu Santo y, al final, Dios nos abandonará y descartará y perderemos la oportunidad de salvarnos. También aprendí que, para corregir el problema que supone ansiar la comodidad de la carne, necesitamos un corazón que busque la verdad, hacer introspección a menudo cuando nos suceda algo, centrar nuestros esfuerzos en nuestros deberes y, ante las dificultades, ser capaces de dejar de lado la carne, renunciar a nosotros mismos y proteger la obra de la iglesia. Así es como se reciben la guía y la obra del Espíritu Santo. Una vez que comprendí estas cosas, mi corazón se iluminó y juré que renunciaría a la carne y emplearía todos mis esfuerzos en mis deberes. Después de aquello, reflexioné a conciencia en el modo de predicar bien el evangelio. Cuando no tenía claros los principios, les consultaba a mis hermanos y hermanas y sacaba tiempo para estudiar con todos los demás. Luego, a medida que los que examinaban el camino verdadero se volvían más numerosos, a mí me correspondía hacer más cosas. Sin embargo, ya no me parecían tan engorrosas. Me parecían, en cambio, cosas que debía hacer y que eran mi responsabilidad. Aunque estaba muy ocupada todos los días, me sentía enriquecida.

Inesperadamente, un día se me acercó mi líder para pedirme que volviera a hacer vídeos. Me emocioné mucho con la noticia. Aparte de estarle agradecida a Dios, no sabía qué decir. Recordé que, anteriormente, amaba la carne, trataba mis deberes con ligereza y salía del paso, y me sentí especialmente en deuda con Dios. Al no poder compensar mis errores del pasado, solo podía ser diligente y pagar un precio en mis deberes a partir de ese momento y, al cumplir con ellos, corresponder al amor de Dios. Después, ante las dificultades en mis deberes, oraba conscientemente a Dios y pensaba en cómo resolverlas. En una ocasión, no salió muy bien uno de mis proyectos y el líder del equipo y el supervisor no sabían cómo arreglarlo. También yo estaba atrapada en el problema y no sabía por dónde empezar a solucionarlo. Pensé: “Si sigo tratando de arreglarlo y le dedico tiempo y trabajo a esto, no sé si sabré hacerlo bien, por lo que a lo mejor debería hacerlo alguien más”. Me percaté de que, con esas ideas, trataba de eludir la dificultad de nuevo, así que enseguida oré a Dios. Me acordé de Sus palabras: “Cuando se te presenta y se te confía un deber, no pienses en cómo evitar afrontar la dificultad; si algo es difícil de abordar, no lo dejes de lado y lo ignores. Debes afrontarlo directamente. En todo momento debes recordar que Dios está con la gente, y que esta solo necesita orar y buscar en Dios ante cualquier dificultad, y que con Él nada es difícil. Así debe ser tu fe(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). La palabra de Dios me dio una senda de práctica. Sean cuales sean los problemas y dificultades con que nos topemos, debemos ampararnos en Dios para buscar la forma de resolverlos. No debemos tratar de eludir las dificultades ni nuestros deberes debido al sufrimiento carnal. Eso es traición a Dios y deslealtad al deber propio. Una vez que lo comprendí, me prometí que en esa ocasión me ampararía en Dios y me esforzaría por arreglarlo. Así pues, me calmé, traté de arreglarlo y, para mi sorpresa, el problema se resolvió en poco tiempo. Cuando lo vieron, a todos les pareció que estaba bien y no sugirieron nada. Tras practicar de esta manera, tenía el corazón tranquilo y en calma. Sentí que solo pagando un precio en el deber propio puede uno tener dignidad humana. ¡Gracias a Dios!

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